La formación ciudadana de los niños

Por: Juan Carlos Yáñez

Funcionar como un laboratorio democrático es un reto de enorme complejidad, pero indispensable gesto de coherencia del sistema escolar.

A principios de noviembre de 2017, la Asociación Internacional para la Evaluación del Logro Educativo presentó los resultados del Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadana, un proyecto cuyo objetivo es aproximarse a la preparación de los estudiantes de 8º grado, para asumir su papel como ciudadanos del siglo XXI, con base en una medición de niveles de aprendizaje en temas cívicos, compromisos y actitudes frente a varios temas sociales.
La reseña siguiente se basa en un documento del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE, México).

Proyecto

El estudio se realizó en abril de 2016 en 24 países: 16 europeos, 5 latinoamericanos y 3 asiáticos. Tres no cubrieron los requerimientos del muestreo y no fueron considerados (Hong Kong, Corea y Alemania); mientras que España no participó. En total, se incluyeron 94 mil estudiantes, 37 mil docentes y 3,800 directores.

Tiene tres componentes: una prueba de conocimientos cívicos, que explora temas de organización, instituciones y derechos en las sociedades democráticas; equidad, libertad y justicia; procesos y prácticas asociados a la participación ciudadana y el papel de las personas en las sociedades y en la democracia.

El segundo es un cuestionario para alumnos sobre actividades y actitudes, relacionadas con el compromiso y la implicación en diferentes actividades cívicas (voluntariado, voto, afiliación a partidos), así como actitudes respecto a temas relevantes, como los problemas globales, confianza en partidos políticos y en medios de comunicación, entre otros. Por último, un cuestionario para docentes y directores que recoge acciones de las escuelas en la materia.
Los resultados se exponen de dos formas: en una escala con media de 500 puntos, y por cuatro niveles de desempeño: A, B, C y D.

Resultados de la prueba

El rendimiento promedio fue de 517. Dinamarca obtuvo el resultado más alto, con 586 puntos. Los países de América Latina se ubicaron entre los últimos: Chile y Colombia, 482 puntos; México, 467; Perú, 438 y República Dominicana, 381. El caso mexicano lo coloca a 50 puntos del promedio y a 119 de Dinamarca.

Por niveles de desempeño, Malta y Bulgaria se cuelan en el grupo de los latinoamericanos. En el fondo, República Dominicana.

En todos los casos, los resultados de las mujeres son mejores que los hombres, con Bélgica (1 punto de diferencia), y Malta (38), Bulgaria (37) y Suecia (36) en los puntajes extremos.

Respecto al “Compromiso cívico de los estudiantes”, elaborado a partir del reporte de los propios alumnos, los resultados son interesantes para el análisis del segmento latinoamericano. Por ejemplo, la intención de involucrarse en actos ilegales para expresar su opinión es más alta en todos los casos que el promedio internacional: República Dominicana, México, Chile, Perú y Colombia, de mayor a menor.

Los medios para informarse son, principalmente, la televisión, conversaciones con los padres, leer periódicos impresos e internet. Peores números en todos los casos para México que el promedio global internacional. No obstante, la intención de participar en elecciones es levemente mejor en México.

Las actitudes de los alumnos en temas relevantes también son un filón para profundizar en el caso mexicano. Los asuntos globales percibidos como amenazas para el mundo son la contaminación, la escasez de agua, la escasez de alimentos, enfermedades infecciosas, crimen y pobreza; en tanto que las menos preocupantes, la escasez de energía y la sobrepoblación.

La confianza en distintos actores entre los participantes de América Latina fue más alta para los medios (televisión, diarios y radio) y más baja para partidos políticos.

Las conclusiones del INEE señalan que México avanzó respecto a 2009, cuando se realizó la primera prueba; sin embargo, se encuentra por debajo de la media internacional. Además, afirman: “La escuela es un sitio más hostil en México que en la media de países”, una nota inquietante para el sistema que experimenta la reforma más honda de las décadas recientes.

Reflexión final

Los estudios de este tipo pueden ser cuestionados por razones válidas, desde su fundamentación, como las comparaciones que propician entre contextos disímiles, como Dinamarca y México o República Dominicana. O porque una parte se basa en las percepciones de los estudiantes, absolutamente personales y dependientes de marcos culturales e interpretaciones.

Admitiéndolo, y con precauciones metodológicas y contextuales, la información es rica para distintos exámenes, como el de las fuentes informativas con las cuales los estudiantes alimentan opiniones y actitudes.

Por otro lado, conviene recordar la edad de los participantes, todavía niños, según las convenciones internacionales y las definiciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia; así, los datos apuntan indicios que pueden o deben explorarse con estudios de otro corte, que construyan evidencias para sustentar políticas formativas en el imprescindible territorio de la ciudadanía.

Para Ken Robinson (Escuelas creativas. La revolución que está transformando la educación), las escuelas juegan un papel decisivo “a la hora de fomentar el civismo ciudadano, pero no lo conseguirán si se limitan a impartir cursos académicos sobre ello; deben convertirse en entornos que practiquen estos principios en su funcionamiento diario si quieren lograrlo”. Funcionar como un laboratorio democrático es un reto de enorme complejidad, pero indispensable gesto de coherencia del sistema escolar.

La sociedad democrática existe por un conjunto de condiciones: un marco normativo, de libertades para la conformación de partidos políticos, de libertades y derechos para la organización y expresión; medios que den cauce a la diversidad, organismos electorales autónomos e imparciales y ciudadanos informados, educados en asuntos cruciales para la responsabilidad política y ciudadana.

No hay, pues, posibilidades de una sociedad democrática donde no existan ciudadanos con plenos derechos y deberes justos. No es solo tarea de la escuela, pero también debe contribuir en ese horizonte deseable todavía (a veces con urgencia) en varios de nuestros países latinoamericanos.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/01/12/la-formacion-ciudadana-los-ninos/

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Juan Carlos Yáñez Velazco

Doctor en Pedagogía por la UNAM. Miembro del Seminario de Cultura Mexicana.