Pequeños soldados: las matemáticas en la educación china

Asia/China/20 Agosto 2020/elmundo.es

Madres que, por las tardes, dedican un esfuerzo extra a que sus hijos, de apenas cinco años, avancen un poco más en matemáticas. Abuelas de paseo por parques con sus nietos que, en cuanto prestan un poco de atención, se ponen a contar piedras, escalones, lo que sea. A contar. Profesores a los que se evalúa por cómo lo hacen sus alumnos en matemáticas. Una educación primaria en la que se consigue una clase disciplinada y que presta atención porque se sabe que es más fácil imponer ciertas reglas y luego ir relajándolas que hacer el camino inverso. Estos son sólo algunos de los ingredientes que la escritora Lenora Chu cuenta en Pequeños Soldados, un niño americano, un colegio chino y la carrera global por conseguir resultados. En el libro, escrito en primera persona con la experiencia educativa de un hijo en un colegio público de Shanghai, la autora cuenta que la enseñanza de las matemáticas fue uno de los factores que, pese a otros inconvenientes, la animó a dejar a su hijo en un sistema muy exigente, donde no existe la traducción china de «autoestima», por ejemplo, y los niños saben perfectamente qué lugar ocupan en la clase basándose en cómo lo hacen en los exámenes. ¿Miedo a la competitividad? Cero. Gran paradoja de un supuesto sistema comunista.

El capítulo 11 se llama «Hagamos matemáticas». Empieza con una cita de un estudio en el que se afirma que los niños chinos son mejores que los estadounidenses en todos los ámbitos: números y operaciones, formas geométricas, resolución de problemas y razonamiento. Una de las explicaciones es que  las culturas en las que se da importancia a las matemáticas lo hacen mejor con los números en el colegio. Tan simple y complicadoDesde muy pequeños, se les explica a los padres lo que se espera de los niños: «Tienen que saber contar hasta 20 y saber que cinco es un escalón más que cuatro», le dice la profesora. a la autora del libro cuando su hijo es muy pequeño.

Uno de los estudiantes más mayores con los que suele hablar le explica que se espera que tengan las tablas de multiplicar muy memorizadas bastante pronto, algo que contrasta con ciertas corrientes pedagógicas que vuelven a estar en auge en EEUU y que predican que se puede aprender matemáticas jugando. «Cuando entramos en primaria, nos empiezan a hacer exámenes. Cinco minutos para 50 preguntas», explica el chico a Leonora Chu. Cuando ella le cuenta que eso le produce cierta ansiedad sobre su hijo, el chaval le tranquiliza: «Solo asegúrate de que memoriza lo básico. Eso hará luego que lo más complejo le parezca fácil».

La autora, criada en un instituto de EEUU pero con padres chinos, recuerda que allí ser bueno en matemáticas no te convierte precisamente en alguien popular en clase. Por el contrario, tienes que sobrellevar «la carga del empollón».En China, sin embargo, existe la admiración a los que mejor lo hacen con los números.

Los chinos tienen buenas razones para querer que, desde pequeños, los niños lo hagan bien en matemáticas: hay estudios concluyentes sobre lo raro que es el fracaso académico de quien lo hace bien con los números desde pequeño. Ser bueno en matemáticas es una especie de vacuna contra el fracaso escolar. Además, se sabe que los niños que lo hacen bien en matemáticas en pruebas nacionales suelen ser adultos que luego les va mejor profesionalmente. Cuenta Lenora Chu que no es casualidad que los dos últimos presidentes de China  hayan sido  ingenieros.

Una de las partes más interesantes del libro ocurre cuando la autora se mete en una clase de matemáticas de niños de ocho años chinos. Hacen carreras con tablets para resolver raíces cuadradas y la profesora, a quien saludan al principio poniéndose de pie, se dirige a cada uno de los alumnos con preguntas. Así sabe de verdad quién se está quedando atrás. Si no consigue que esos niños lo entiendan entre todos, aconsejarán a los padres clases extra de matemáticas.

«La profesora era el centro de gravedad de su clase. Esperaba que se le prestara mucha atención y lo conseguía. En una sesión de 35 minutos, hizo 59 preguntas de forma totalmente aleatoria», explica Chu. La  autora hace lo mismo con una clase en Boston, ciudad que se caracteriza por ser excelente en matemáticas en EEUU. La profesora de Boston era más cercana, llamaba a los alumnos por su nombre y en pocas ocasiones dijo que se le prestara atención. Sólo preguntó a tres alumnos delante de la clase; el resto fueron voluntarios. En una sesión de 50 minutos, cambió tres veces de formato en la clase, de pequeños gupos, a interacciones individuales y a una lección para todos. La profesora china no alabó a ningún alumno y la de Boston llegó a decir a alguno que eran brillantes y listos. La profesora china estaba sola en el aula con 32 alumnos y la de Boston estaba con dos ayudantes para 18, si bien es cierto que había con necesidades especiales, inexistentes en el caso de China.

Según sigue explicando, en las clases chinas de matemáticas se les exige a los alumnos pero se tiene expectativas altas con ellos. Y, además, se pasa bastante tiempo explicando en profundidad conceptos matemáticos.

Y, por supuesto, al final del capítulo vuelve al principio. Es difícil que se le dé importancia a cómo se enseñan las matemáticas si en Occidente muchos siguen diciendo que se les daban mal como si fuera una calamidad genética.

Mientras, estamos discutiendo cómo volver a clase este otoño y ya sabemos de los riesgos que un confinamiento supone para un porcentaje elevado de los niños que han sido incapaces de seguir la educación online. Sus matemáticas sufrirán.

Nosotros seguimos trabajando y estudiando cómo ayudar en esta situación. Leyendo libros como este para nuestra biblioteca Smartick y dándonos cuenta de que tenemos ciertas cosas en común; al fin y al cabo, las sesiones son tests adaptados de 15 minutos que se pueden parar para escuchar los tutoriales y que se van adaptando al nivel de cada alumno.

Fuente: https://www.elmundo.es/blogs/elmundo/mejoreducados/2020/08/19/pequenos-soldados-las-matematicas-en-la.html

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