En este inicio de curso es saludable leer pausadamente los escritos de este sabio filósofo humanista, algunos de los cuales han sido recogidos en «Sobre educación» (Taurus, 2018).
Guiar, conducir, sacar algo de alguien: así entiende el acto de educar. Para ello se requiere un cultivo intensivo del lenguaje, a través de la conversación o la lectura, que entiende es la única forma de afrontar el ruido mediático y la manipulación de la comunición, y de garantizar el tránsito de la información al conocimiento. Sus reflexiones, con una mirada crítica pero esperanzadora, son deudoras de la mejor tradición pedagógica de la Institución Libre de Enseñanza y del Juan de Mairena machadiano, y de las tres preguntas clave de Kant contenidas en Crítica de la razón pura: “Qué puedo saber; qué debo hacer; y qué he de esperar”, en su búsqueda del perfeccionamiento del ser humano, el cual “no es nada más que lo que la educación hace de él”.
Lledó no puede obviar su posicionamiento en torno a los dos conceptos básicos que han ido conformando el sentido de la educación desde los tiempos más remotos y, en el caso que nos ocupa, desde la paideia griega: la libertad y la igualdad. “La libertad se aprende en la escuela: la libertad o la esclavitud”. Reivindica la lucidez del inconformismo para luchar contra los enemigos de la libertad: el dogmatismo, el fanatismo, la irracionalidad y la ignorancia. Una senda que conduce a la reflexión y deliberación liberadora y al aprendizaje de la verdad, de la bondad y de la belleza. Asimismo, se apoya en la libre elección -qué caminos tomamos y de cómo vamos adquiriendo nuestras propias ideas y criterios- y en el cultivo de la amistad y la convivencia. Porque la libertad tiene que ver con el pensar, con el decir, con el mirar, con el oír, con el juzgar, con el interpretar, con el sentir, con el experimentar, con el desear y con el amar. Con todo aquello que contribuye al crecimiento integral de la persona.
El otro componente de la esencia de la educación es la igualdad, un derecho y una necesidad que “no puede dejarse al cuidado de los deseos individuales o de las pasiones y ambiciones de los grupos de poder”. Este filósofo es un firme defensor de la enseñanza pública y laica, en la medida, pues considera que sólo este modelo de enseñanza puede contribuir a hacer desaparecer las azarosas e injustas diferencias que impone la sociedad; y que no hay democracia sin el carácter público e igualitario de la escuela. “Sólo las sociedades que luchan por la igualdad son las que pueden producir más riqueza cultural, más bienes materiales”. Por otra parte, denuncia que el Estado subvencione con dinero público ciertos intereses ideológicos de una buena parte de los colegios elitistas.
Entre otras muchas cuestiones relativas a la enseñanza universitaria o concebida en su globalidad, se hace eco del planteamiento originario de Richard Livingstone para abordar tres cometidos. 1 ¿Qué es lo que tenemos que enseñar? En este punto alerta de la enfermedad crónica de haber supeditado la formación a la información y aboga por una educación moderna, libre, creadora y solidaria que se fundamente en el diálogo reflexivo y no en la mera trasmisión memorística y acrítica del saber. En este sentido propone desarrollar una educación permanente más ligada a la vida que supere la ruptura pedagógica existente entre el período escolarizado y el otro período en que se pone en práctica lo aprendido en la escuela. 2. ¿Hacia qué fin hay que orientar la educación? Ahí parte de la concepción aristotélica del hombre como animal con palabra, animal con sentido y animal dialogante, donde el vivir es sobre todo, saber pensar, que es capaz de leer e interpretar mensajes, porque ninguna información es inocente. “La educación permanente, en manos de quien tenga todavía un resquicio para programar y proyectar liberaciones, es la única posibilidad de humanismo y verdad”. Y 3. ¿Qué tipo de ser humano ha de producir la educación? El que sueña en un mundo mejor. No hay proyecto sin la utopía de alcanzar una sociedad más libre que promueva el buen vivir para toda la población. “Un hombre que sepa pensar, que cultive la limpia racionalidad, que conecta su mente con la historia y con la naturaleza, sin los residuos de ese lastre que le impide mirar y escuchar”.
Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2018/09/12/emilio-lledo-educar-es-crear-libertad-dar-posibilidad-hacer-pensar/