Por: Carlos Ornelas
El presidente López Obrador aseguró que en alguna mañanera de la semana pasada, la secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez Álvarez, presentaría la estrategia del gobierno de la Cuarta Transformación para un regreso seguro a clases a finales de agosto.
Algo pasó porque no hubo tal presentación. Ni ocurrió hasta este martes. Y, ya no parece extraño, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, la facción que comanda Alfonso Cepeda Salas, para mayor precisión, entró al quite.
Este lunes, nuestra compañera Laura Toribio reporta que el SNTE agarró la estafeta que nadie le transfirió (Excélsior, 09/VIII/2021). No pienso que la dirigencia del sindicato se preocupe más de sus agremiados que de la defensa de sus intereses. No obstante, con el fin de ganar legitimidad ante el magisterio, aboga también por su seguridad y mejores condiciones.
Hay que reconocerlo, esta vez los líderes buscan legitimidad por medios legítimos (y no es redundancia). Cepeda Salas mostró concordancia con el gobierno y, de nuevo, apoyó los dichos del Presidente. Sin embargo, no es una carta abierta: “Llegó el momento de un regreso responsable y realista… (Que) las escuelas sean espacios seguros, más seguros incluso que muchos otros que hoy permanecen abiertos”.
Para ello, serán los dirigentes sindicales, no funcionarios de la SEP o de las autoridades estatales, los que supervisarán el estado de los planteles: “(…) no podemos permanecer inmóviles, observando cómo sigue deteriorándose el sistema educativo, cómo continúa el abandono de los edificios escolares y se profundiza el daño en la educación”. Para remediar o al menos detallar los puntos clave: “(…) es indispensable identificar dónde se han robado tuberías de agua potable, cables de energía eléctrica, muebles de baño o destruido puertas y ventanas… no pueden estar en estas lamentables condiciones para el regreso presencial”.
De cualquier manera, pienso, el regreso a clases no podrá resolverse nada más por la voluntad del jefe del Ejecutivo. Cierto, hay motivos y argumentos razonables para reabrir las escuelas, en especial por el sufrimiento de los niños y más los de los segmentos pobres. Empero, si la pandemia no cede, si la variante Delta se pone más agresiva y ataca a menores, sospecho que las familias optarán por no enviar a sus hijos a clases presenciales.
Tienen razón los líderes del SNTE y las organizaciones de la sociedad civil que abogan por el regreso, pero, subrayan: seguro. La protección de la salud de alumnos y docentes es la prioridad.
Se suponía que el gobierno diría cómo se haría ese regreso, cuántos recursos aportará (porque es muy, pero muy, costoso) y cómo se coordinarían con las autoridades estatales, con las cuales ya se cabildea. Pero la SEP no da a conocer la famosa estrategia a menos de 20 días del comienzo de clases y a 11 del inicio de actividades de los consejos técnicos escolares.
El regreso a la escuela, conjeturan algunos, debería incluir en los protocolos de seguridad a personal de enfermería, hacer pruebas de covid a todos los miembros de la comunidad para prevenir más contagios y definir con la mayor claridad posible el papel que debe representar cada actor escolar.
La ausencia de la maestra Delfina de la plaza pública, la falta de información precisa a padres de familia de educación básica y media, generan incertidumbre. Imprecisión que no se resuelve con arengas del Presidente, que parece que se dirigen más a sus clientelas que a la sociedad; las universidades sí notifican modalidades y pasos a seguir.
Para muchos, la salud es lo primero y el riesgo de contagio es alto. Para acabarla de amolar, aunque el gobierno presente una estrategia, no implica que sea buena o que se ejecutará con eficacia. Quizá se prolongue el encierro.
Fuente e Imagen: https://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/la-sep-sin-estrategia/1465399?__FB_PRIVATE_TRACKING__=%7B%22loggedout_browser_id%22%3A%22d357f5b3458a0d0b32e87735f01f8b3195dd9062%22%7D#.YRPywnvSJOk.facebook