Rusia ha transformado la educación en una máquina de propaganda para el adoctrinamiento de niños y niñas, incluso mediante la tergiversación de la historia y el intento de erradicar la cultura, el patrimonio y la identidad de Ucrania. Así se desprende de las investigaciones llevadas a cabo por Amnistía Internacional.
El 24 de febrero de 2022 comenzó la invasión rusa a gran escala de Ucrania, causando el desplazamiento, la búsqueda de refugio, la destrucción de los hogares y la pérdida de vidas.
En el momento cumbre de su ofensiva antes de tener que retroceder, las fuerzas rusas llegaron a ocupar un cuarto del territorio ucraniano. Al cabo de dos años, muchas zonas permanecen bajo el control de las fuerzas rusas, como ya lo estaban Crimea y parte del Donbas desde 2014, lo que equivale aproximadamente a una quinta parte del país.
Escuela dañada por un ataque ruso con drones. © Pavlo_Bagmut / Avalon
Dentro de la larga lista de consecuencias de esta invasión a la que la población ucraniana tiene que enfrentarse, se encuentra la extendida y sistemática violación del derecho a la educación de niños y niñas en las zonas ocupadas.
Como lamentablemente sigue ocurriendo en los conflictos armados, las escuelas y otras instalaciones educativas, igual que numerosos objetivos civiles, fueron atacadas: según datos del Ministerio de Educación y Ciencia de Ucrania, más de 3000 centros escolares sufrieron daños y 440 de ellos fueron destruidos.
Para afrontar el cierre de las escuelas, se optó por la enseñanza en línea. Sin embargo, esta alternativa, sin ser la más adecuada forma de enseñanza, tampoco fue posible debido a los intencionados ataques rusos contra infraestructuras energéticas, que dejaron sin electricidad muchas poblaciones durante prolongados periodos de tiempo, especialmente durante el otoño e invierno de 2022-2023.
“No hubo clases de ningún tipo desde el 24 de febrero hasta finales de mayo (…) No tuvimos electricidad, calefacción ni Internet desde el 10 de marzo de 2022 hasta mediados de abril. La ciudad estuvo bajo bombardeo y asedio las 24 horas del día. Mi hijo no sabía si sus profesores y sus amigos de la escuela estaban vivos”
Profesorado y alumnado en un aula instalada en el metro de Kharkiv, al noreste de Ucrania, © Vyacheslav Madiyevskyy / Avalon
Pero aún hay más. El derecho a la educación de niños y niñas que viven en las poblaciones ocupadas se ve amenazado por el adoctrinamiento en las escuelas reabiertas por las autoridades rusas y porque, en caso de intentar continuar con la educación ucraniana, estos niños y niñas, el profesorado y sus familias se enfrentan al riesgo de fuertes represalias tales como que niños y niñas sean llevados a instituciones de “reeducación” o ser adoptados en Rusia si no son inscritos en las escuelas reabiertas.
Según datos del Ministerio de Educación y Ciencia de Ucrania, al comienzo del año académico 2022-2023 las autoridades rusas llevaron a cabo una masiva reapertura de escuelas en las zonas ocupadas; alrededor de 918 centros escolares para estudiantes entre 6 y 17 años fueron ubicados en esas áreas.
En la práctica, esto significa la adopción total del plan de estudios nacional ruso y, para que lo enseñen, se ha incorporado al antiguo profesorado en muchos casos mediante coacción. Gran parte del plan de estudios se basa manifiestamente en el adoctrinamiento.
En agosto de 2023, Rusia presentó un nuevo libro de texto de historia para el último año de la escuela secundaria, obligatorio para todo el territorio ruso y los territorios ucranianos que ocupaba. El libro de texto estaba lleno de clichés de propaganda oficial rusa, incluida la reivindicación de la anexión de Crimea en 2014 y la invasión a gran escala de Ucrania en 2022, de la que se afirma que fue un acto de autodefensa. Además, se tergiversaba la historia del pueblo ucraniano y se difundía la opinión de que no era digno de un Estado nacional, atacando los derechos del pueblo ucraniano al patrimonio cultural y a la identidad.
Una niña y un niño permanecen fuera de un bloque de apartamentos cuyas ventanas fueron derribadas por la onda expansiva durante un ataque ruso con misiles en Lviv en Ucrania occidental. © Anastasiia Smolienko / Avalon
“Toda mi vida he enseñado la historia de Ucrania, la historia real, no las mentiras que cuenta Rusia. ¿Cómo voy a mirar a mis estudiantes a los ojos y decirles que todo lo que sabíamos era un error? También temo que los rusos me arresten porque soy profesora de historia de Ucrania. He sabido de casos similares en las zonas ocupadas”
Niños y niñas que vivían bajo ocupación rusa fueron matriculados, a menudo por la fuerza, en estas escuelas donde se practica el adoctrinamiento, se les obliga a estudiar en ruso y reciben una escolarización de mala calidad porque los centros carecen de personal cualificado suficiente y donde, con frecuencia, hay personal ruso armado con funciones de control.
A pesar de los riesgos que ello comportaba, Amnistía Internacional ha podido comprobar mediante entrevistas que las familias, el personal docente y los propios niños y niñas, han hecho todo lo posible por conservar o seguir accediendo a la educación ucraniana en las zonas ocupadas por Rusia.
“La seguridad física de los niños era y es una prioridad. La calidad de la educación pasa ahora a un segundo plano. Esta es la realidad y la tragedia: estamos perdiendo nuestro principal recurso: una generación educada y cualificada. No sabemos quiénes serán los profesores, médicos e ingenieros dentro de 10 o 15 años. Las actuales brechas en la educación tendrán consecuencias duraderas en las próximas décadas”
En distintas poblaciones, familias y profesorado han organizado clases en casas particulares, han procurado tener conectividad para poder seguir las enseñanzas en línea, han sacado a escondidas los libros necesarios de las bibliotecas, han organizado clases en línea por las tardes para quienes asistían en las mañanas a la escuela rusa, etc. Todas estas acciones se han llevado a cabo de forma secreta y con el miedo constante de ser descubiertos y tener que enfrentar graves consecuencias.
La falta de acceso a la educación, la atmósfera de miedo y persecución son perjudiciales para el desarrollo de la personalidad y las capacidades físicas y mentales de niños y niñas. Si a ello le sumamos los efectos de la propaganda y el adoctrinamiento y la negación de la identidad cultural y nacional de niños y niñas, podemos aventurar que el efecto negativo en la sociedad ucraniana en su conjunto será profundo y duradero.
De acuerdo con el derecho internacional, Rusia, como potencia ocupante, está obligada a “facilitar el funcionamiento adecuado de todas las instituciones dedicadas al cuidado y la educación de los niños”.
Rusia debe respetar la Convención de las Naciones Unidas sobre los derechos del niño, entre los que se incluye respetar las obligaciones y derechos de padres y madres de impartir la orientación apropiada e inculcar a niñas y niños el respeto de “su propia identidad cultural, su idioma y sus valores, de los valores nacionales del país en el que vive, el país del que sea originario y de las civilizaciones diferentes de la suya propia”.
Unas niñas y un niño juegan en el espacio seguro «Spilno», en la estación central de ferrocarril de Dnipro en Ucrania oriental. © Mykola Myakshykov / Avalon
En virtud del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC), del que Ucrania y Rusia también son Estados partes, las familias tienen derecho a elegir escuelas para sus hijas e hijos distintas de las establecidas por las autoridades públicas, y a garantizar el respeto de las religiones. y educación moral de sus hijos e hijas de acuerdo con sus propias convicciones.
La guerra debe finalizar pero, mientras tanto, las autoridades ocupantes rusas deben poner fin de inmediato a las desmedidas prácticas de intimidación, represión y discriminación contra niños, niñas, docentes y familias. El profesorado debería poder elegir libremente si regresa a las escuelas recién abiertas en la Ucrania ocupada así como ejercer su derecho a la libertad de expresión y a la libertad académica, incluso en relación con los contenidos del programa y en cuestiones tales como historia, identidad nacional, lengua y cultura.
Se debe proteger a los niños, las niñas y sus familias de amenazas, violencia y otras represalias, y se debe respetar plenamente su derecho a elegir el modo de estudio y el idioma de educación, incluida la opción de asistir a la escuela ucraniana en línea.
Todas las personas supuestamente responsables de intimidación, abuso psicológico y otros abusos contra niños y niñas deben ser investigados y deben rendir cuentas en procedimientos judiciales justos.
En definitiva, la educación debe ser de libre acceso y proporcionarse de conformidad con el derecho y las normas internacionales, incluida una calidad adecuada y libre de adoctrinamiento.
https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/rusia-contra-el-derecho-a-la-educacion-en-las-zonas-ocupadas-en-ucrania/