Por: Ana Ojea
Si hay una primera idea que acompaña al estado de alarma y su confinamiento es que finalmente tenemos tiempo para reflexionar en esta vorágine hiperactiva en la que se ha convertido nuestra vida.
Como profesora con 20 horas lectivas de la materia Cultura Audiovisual I para 135 alumnes de primero de bachillerato de artes, más una hora de tutoría de mi materia, más dos horas de tutoría LGBTIQA+ para todo mi centro, que ronda los 1.400 alumnes, y la coordinación del Programa de Atención a la Diversidad Sexual, de Identidad de Género y Familiar, mi preocupación fundamental desde que se supo que las actividades lectivas quedaban suspendidas en Galicia, no ha sido cómo voy a continuar con mis clases sino cómo va a afectar esta situación al alumnado cuyo refugio es el instituto.
Porque en lo estrictamente académico no me preocupa en absoluto, tengo dos posibilidades, o utilizar la página web del instituto para publicar las actividades que le quiera proponer a mi alumnado (cuyas instrucciones para la publicación fueron enviadas diligentemente por el equipo directivo del centro antes incluso de saber que no iríamos al centro educativo hoy lunes) o utilizar la vía de comunicación con la que suelo trabajar para enviar notificaciones, temas, actividades, etc… a todo mi alumnado, que es el correo electrónico.
Mi asignatura es digital, lo cual es una ventaja en situaciones como la actual, pero también supone una limitación ya que, si el alumnado no dispone de los medios tecnológicos necesarios en su casa, la situación se complica. Por eso en el aula disponemos de ordenadores para que puedan trabajar, y paliar así las posibles carencias materiales que puedan tener, por lo que, al no poder acceder a ellos, las opciones quedan limitadas.
Pero para eso está nuestra formación y experiencia docentes; para resolver esas cuestiones. Y si el alumnado no dispone de ordenador con editor de vídeo en su casa, pues tendrá la posibilidad de editarlo con una aplicación para el móvil, y si aun así no puede realizar actividades prácticas como grabación y edición de trabajos audiovisuales, podremos enviar enlaces a películas para visualizar y después analizar por escrito.
Respecto al examen que teníamos pendiente del siguiente tema que impartir, ahora aplazado, tendrán que leer estos días el tema en su casa, visualizar los vídeos de ejemplo que íbamos a ver en clase y pueden consultarme vía correo electrónico todas las dudas que les puedan surgir.
En mi caso concreto, la parte formativa es la más fácil de resolver, con el temario digitalizado, imaginación, conexión a internet y correo electrónico se puede prácticamente asegurar la formación en contenidos de mi alumnado, pero nuestro trabajo va mucho más allá.
La labor docente no se limita a facilitar contenidos formativos, y menos aún en tiempos de internet con más de 1.700 millones de páginas webs existentes, según la plataforma de datos Live Stats, sino que nuestra función educativa es la clave fundamental de nuestro trabajo.
El carácter presencial de las enseñanzas regladas se basa fundamentalmente en el contacto humano directo entre docentes y alumnado, para llevar a cabo el proceso de enseñanza y aprendizaje, mirándonos a los ojos, compartiendo conocimientos, interactuando para resolver las situaciones que se van presentando y, como dice la ley educativa, entre otras cosas, contribuyendo al pleno desarrollo de la personalidad y las capacidades del alumnado.
Cuando un alumno me dice que no se siente capaz de realizar una tarea concreta y yo le convenzo para que lo haga y finalmente lo consigue; cuando una alumna plantea una cuestión que yo no había contemplado y eso enriquece la situación de enseñanza-aprendizaje de toda la clase y la mía propia; cuando llegan a clase con cara de agobio porque tienen varios exámenes y les ayudo a relativizar para que se relajen… y un millón de ejemplos más, estamos hablando de educación y eso, no se puede hacer a distancia.
Esta cuestión sumada a la denostación sufrida por nuestra profesión por parte de ciertos sectores o personas como, por ejemplo, las declaraciones del presidente de Castilla-La Mancha sobre que el profesorado queríamos 15 días de vacaciones o la consideración de que la función docente debe focalizarse únicamente en la transmisión de contenidos curriculares, pueden llevar a que las posibles soluciones telemáticas que se vayan desarrollando sirvan de argumento postconfinamiento para promover políticas todavía más agresivas de acoso y derribo a la educación pública, recortando puestos de trabajo docentes y estrangulando aún más a uno de los pilares fundamentales de nuestra sociedad.
Como tutora LGBTIQA+ mi mayor preocupación ahora mismo, como decía al comienzo, no está en poder o no impartir el siempre desmesurado currículo de la materia sino en el alumnado que está recluido no sólo en casa sino también en el armario durante las 24 horas porque vive situaciones de LGBTfobia familiar y no puede desarrollar su personalidad libremente en su casa, ese alumnado que en el instituto no tiene que inventarse una doble vida y que puede amar a quien desee o ser quien sea, sin juicios.
Por ese motivo, la comunicación online con el Grupo de Apoyo al Alumnado LGBTIQA+ que coordino en el instituto también es fundamental y un alivio para cuando necesitan expresarse o desahogarse.
Como en el resto de ámbitos vitales, ahora mismo, pienso que las redes de apoyo, solidaridad, empatía y cuidado que podamos tejer con las demás personas, incluido el alumnado, es el mejor y más necesario trabajo que tenemos por delante, así como la reflexión y aprendizaje que nos puede brindar la ralentización de nuestras vidas.
Veremos en las próximas semanas la evolución de la situación, pero por ahora, como me dijo mi alumnado el viernes al salir, “feliz cuarentena”.
Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/03/16/reflexiones-docentes-en-estado-de-alarma/