23 de noviembre de 2016 / Fuente: http://www.elespectador.com/
Por: Alejandro Primiciero Calvo
La educación en Colombia (incluso en toda Latinoamérica) ha sido pensada bajo lógicas eurocentristas, tal como se estableció en su momento durante la Revolución industrial a mediados del siglo XVIII.
Es decir, en aquel entonces en Europa se diseñó un “currículo” para formar futuros empleados y trabajadores obedientes que lograran satisfacer las necesidades económicas del contexto, y de esa manera aumentar la producción mercantil. ¡Y sí que funcionó, porque dos siglos después, Colombia sigue esta lógica educativa (o más bien, lógica económica) en los currículos y planes de estudio de preescolar, primaria y bachillerato de todo el país, como si fuera verdad absoluta!
Una prueba de ello es la jerarquización de las asignaturas. No es casualidad que las matemáticas y las ciencias tengan un grado mayor de importancia que las ciencias sociales y humanas en las instituciones educativas. Y ni qué decir de las casi excluidas artes y el deporte. Pero ¿por qué esta jerarquía? Simple: porque las que están en el tope son más relevantes para el mundo laboral y empresarial (producción-consumo). Esto se reafirma con el ya conocido y elaborado imaginario social que todos hemos escuchado: “No seas pintor, ni fotógrafo, ni literato, y mucho menos estudies filosofía, pues no ganarás dinero ni saldrás adelante”, o el discurso cliché de padre a hijo: “Si no mejoras las notas (números) te saco de las clases de música, teatro, danza o fútbol”, y el otro imaginario del estudiante próximo a entrar a la educación superior: “Estudiaré tal o cual carrera porque da plata”, pero no porque lo hará feliz o contribuirá a la sociedad. Evidentemente, el factor dinero se ha convertido en la cultura dominante y hegemónica dentro de los sistemas escolares.
Esta hegemonía se ha reforzado con el famoso Plan Nacional de Desarrollo, en donde el Gobierno pretende que Colombia sea las más educada de América Latina en el 2025. ¿Educada o perfilada a lo que exige el mercado neoliberal? Además, ¿educada según quiénes y para qué? Porque si educar es estar en los primeros puestos en la lista Pisa o cumplir todo lo que dice la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), apaguemos y vámonos. (El nombre Pisa corresponde a las siglas del programa según se enuncia en inglés: Programme for International Student Assessment, es decir, Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos). De nada sirve invertir en educación si es para hacer lo mismo y jactarnos de un buen puesto en el ranquin mundial. Por cierto, ¡Hitler, Stalin y Pinochet también invirtieron en sus sistemas educativos y el desastre fue enorme! Por eso no es suficiente invertir millonadas en educación; se necesita una pertinente y adecuada política educativa nacional.
Sin embargo, la jerarquización de las asignaturas no es el único componente que influye en este precario sistema educativo, y es aquí donde las pruebas Saber Icfes y Pisa dicen presente, pues, a raíz de estas, la educación se ha convertido en todo un ritual de cifras, estadísticas, exámenes estandarizados, comparaciones cuantitativas que nada tienen que ver con educar. ¡Ministra, la educación no se trata de insumos, producción, distribución y marketing, como McDonald’s! Ni de encabezar tablas de clasificaciones internacionales, como lo hace la FIFA. De hecho, Japón, Corea del Sur y Finlandia están en los lugares más altos de educación para Pisa y, sin embargo, tienen unas de las tasas de suicidio más altas del mundo. Gran paradoja. ¿Ven lo inútil de medir la calidad del aprendizaje a través de exámenes estandarizados nacionales e internacionales?
A propósito de inutilidades que intervienen en la calidad del aprendizaje, se han preguntado en qué momento de la vida real se deben usar el álgebra de Baldor o los elementos químicos que nos tocó memorizar, o a qué hora aplicamos en la vida diaria el teorema de Pitágoras y las palabras esdrújulas. No digo que no sea importante, pero, hasta hoy, enseñar eso carece de sentido práctico y pedagógico en Colombia. Sin embargo, para quien sí tiene sentido, más financiero que pedagógico, por supuesto, es para el Icfes, pues eso es lo que evalúan, puntúan y además cobran al momento de presentarlo.
No puedo evitar nombrar a Howard Gardner, psicólogo que estableció la teoría de las ocho inteligencias, todas con características diferentes e imposibles de “calificar” o categorizar en una prueba o test. ¿Saben cuántas de esas inteligencias evalúa y mide el Icfes? ¡Ninguna! Porque el ser humano es tan complejo y diverso que sus habilidades cognitivas, sociales, afectivas, comunicativas y culturales no pueden medirse con exámenes estandarizados.
Sería bueno incorporar en los planes de aula el cómo hacer una hoja de vida, sacar el RUT, una finca raíz, el catastro, elegir una fruta madura, cocinar o hasta tejer, ¡y que las artes y las ciencias humanas tengan el mismo valor que las matemáticas y el lenguaje! Ahí sí podríamos hablar de calidad en el proceso de enseñanza-aprendizaje, y quizás así, ministra, podríamos ser los más educados de toda América Latina en el 2025.
Es por eso que en una sociedad tan cambiante y llena de incertidumbres se deben eliminar los currículos fijos, pues el sistema educativo ha sobrevalorado lo cognitivo. Esto precisamente me recuerda una tesis meritoria elaborada por Guido Nule en una universidad “top” del país, sobre ética y responsabilidad social. ¿Ven a qué me refiero? El impacto en la enseñanza debe ser social, cultural, afectivo, humano y ético, no sólo económico.
Por ello, se trata entonces de educar para la integralidad del ser humano, sobre todo en un país como Colombia, en donde violentar contra los derechos de las personas es ya lo habitual. Es decir, el objetivo es formar estudiantes capaces de convivir con el otro a pesar de las diferencias: que reconozcan y garanticen los derechos humanos, que respeten una fila, un semáforo, que protejan el medioambiente, que antepongan el diálogo a la violencia, que sepan regular las emociones, que toleren la frustración, que sientan empatía y solidaridad por el otro y que sepan solucionar los problemas de la cotidianidad desde la ética y la cultura ciudadana.
Y eso es algo que el Icfes, la OCDE o el Pisa jamás podrán evaluar, medir, ranquear y estandarizar, pues los estudiantes Colombianos son más que el resultado de esas pruebas.
Fuente artículo: http://www.elespectador.com/opinion/basta-ya-de-pensar-educacion-posturas-economicas