Por: Caridad Araujo/El País
Solucionar un problema que persiste exige progresar, ya se trate de llegar a una meta o de disminuir el abandono escolar. En México han sabido cómo hacerlo.
Durante los primeros kilómetros de una carrera las piernas vuelan, pero el último tramo de una maratón puede llegar a ser eterno o, simplemente, inalcanzable. Cuanto más lejos se llega en un propósito, más parece costar rematarlo y el reto es mayor. Los programas de lucha contra la pobreza se enfrentan a un desafío parecido: ¿cómo llegar a quienes no logran beneficiarse de las ayudas?, ¿cómo mejorar la salud, nutrición y educación de los niños de los hogares que tienen que hacer frente a las mayores desventajas?
Tomando en consideración esta realidad, en 2009, el Programa de Inclusión Social Prospera decidió modificar la estructura de sus becas educativas para los niños de las ciudades. En aproximadamente un 40% de las localidades urbanas del país eliminó este apoyo para la primaria y aumentó un 25% la cuantía de las que se entregarían a los alumnos que cursaran los seis cursos posteriores a este ciclo, lo que en México se denomina Secundaria y Preparatoria. El ajuste de la cantidad a entregar se hizo de manera que no afectara a los presupuestos totales del programa.
Un reciente estudio publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo ha encontrado que, en comparación con los estudiantes que siguieron el esquema de becas tradicionales, los alumnos que se beneficiaron de esta medida innovadora mostraron tasas inferiores de abandono escolar y aumentó un 33,5% la tasa de graduación del bachillerato. En términos económicos, el estudio estima que, por cada dólar invertido en el aumento de estas becas, los alumnos beneficiarios tendrán ingresos adicionales de más de dos dólares gracias a los mayores niveles educativos alcanzados.
Un programa de becas puede conseguir que cada dólar invertido se convierta en dos de ingresos adicionales para sus beneficiarios
Los programas de transferencias monetarias condicionadas del tipo de Prospera se están aplicando desde hace 20 años en América Latina y el Caribe e, inicialmente, se centraban en cumplir protocolos de salud materna e infantil, nutrición y vacunación para niños en edad preescolar y en promover la asistencia escolar. Con el tiempo, algunos programas han modificado su esquema de incentivos, enfocándose en otras áreas como la promoción de la salud para los adolescentes y adultos, así como la asistencia a la educación superior.
Para ello entregan ayudas económicas en efectivo, principalmente, a las madres de familia. A cambio, los beneficiarios tienen que cumplir una serie de requisitos cuidadosamente diseñados para mejorar la salud, la nutrición y la educación de los niños. Se trata de conseguir que los jóvenes estén más sanos y mejor preparados al entrar en el mercado laboral, y en mejores condiciones que sus padres, lo que les permitirá generar mayores ingresos a través de sus propios esfuerzos. Los objetivos son aliviar la pobreza actual a través de mayores ingresos e impedir que se transmita entre generaciones a través de mayores inversiones en el capital humano.
México, como el resto de América Latina y el Caribe, ha experimentado en los últimos 15 años una clara mejoría en las condiciones de vida de sus habitantes, así como una visible reducción de la pobreza. Sin embargo, siguen existiendo sectores de población en situación de pobreza extrema que son difíciles de alcanzar.
En alguna medida, los problemas que persisten no se solucionan con más dosis de lo mismo. Es necesario innovar, buscar otra manera de alcanzar los objetivos marcados. Cuando pensamos en innovación, lo primero que viene a la mente es la palabra tecnología, pero, en muchos países de América Latina y el Caribe, la conectividad a la telefonía móvil y el acceso al internet son todavía muy escasosen las áreas donde viven los que menos tienen. Por esta razón, innovar para erradicar la pobreza extrema requiere una dosis adicional de creatividad tanto en el diseño de los proyectos como en la manera de ponerlos en funcionamiento.
La decisión que tomaron los responsables del programa Prospera fue un intento de responder a necesidades reales para lograr mejores resultados. Una apuesta por la innovación. Innovar implica estar dispuesto a asumir riesgos aunque los resultados no siempre se traduzcan en éxitos. Aunque en la región los avances en política social son indudables, es necesario más que nunca innovar en los programas de lucha contra la pobreza para llegar a todos, especialmente a ese tramo final de las poblaciones más necesitadas.
Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/05/02/planeta_futuro/1525268687_623620.html