¿Existen relaciones de poder en la ciencia mundial?

Autor:  Alejandro Zegada

Según Fernanda Beigel, investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina, los rankings universitarios se convirtieron en “una fuente directa para reforzar el prestigio de un pequeño grupo de universidades, de sus principales revistas y editoriales oligopólicas”.

Para Beigel, la aplicación de estos rankings “tiende a volver cada vez más periférica a la ciencia desarrollada en los espacios alejados del circuito mainstream o de corriente principal”.

Sin embargo, otros expertos notan que no existen otras herramientas de medición de la producción científica, y afirman que la constitución de Universidades de Rango Mundial (URM) es un tema de “vital importancia para el desarrollo económico de largo plazo”.
El debate se está posicionando entre buscar nuevas herramientas y aprovechar las existentes para identificar los puntos débiles de la educación en los países en vías de desarrollo.

Las revistas científicas
Beigel recuenta que, históricamente, tres procesos forjaron el carácter internacional de la actividad científica: 1) la circulación de personas, textos y objetos, 2) el modo de producción de conocimiento y, 3) el financiamiento de la investigación.

“Pero fue el sistema de publicaciones el medio más eficiente de ‘universalización’ de un estilo legítimo de producción, a medida que las revistas se convertían en el eje de rotación del sistema académico mundial. Y pronto los indicadores bibliométricos sirvieron como fuente principal para las comparaciones internacionales”, agrega.

Este sistema comienza en 1959, con la creación del Instituto de Información Científica (ISI) y del Science Citation Index (SCI).

Esta base de datos se presentó como una fuente de información internacional “pero tanto el sistema de evaluación como la mayoría de las revistas tenían un anclaje particular y concreto, principalmente, la academia estadounidense. Gradualmente, esta se universalizó como la única base de datos capaz de medir ‘ciencia mundial’”.

¿Ciencia periférica?
Para la experta del CONICET, “el ISI, sus índices y el factor de impacto terminaron por imponer una idea de ciencia mainstream vinculada a aquellos artículos publicados en revistas incluidas en el SCI y, por oposición, una idea de ciencia periférica, en la que se incluye todo lo que estaba fuera de esta base de datos”.

En ese sentido, lo local y lo internacional, “características inseparables de la producción científica, se volvieron divisibles en términos del proceso de reconocimiento académico: los científicos periféricos terminaron circunscritos a la circulación local, mientras que los académicos de las universidades centrales acumularon capital científico internacional”.

Con el paso de los años, esta tendencia se afianzó y profundizó. Y con ello, el prestigio adquirido por una publicación en una revista ISI fue universalizado como sinónimo de prestigio internacional.

Así, la influencia en los debates de la ciencia difieren fuertemente según dónde se producen las investigaciones. “Y es aquí donde la historia de cada campo y su proceso de ‘acumulación originaria’ de prestigio ISI juegan un papel determinante para el establecimiento de jerarquías estructurantes del proceso de circulación”, nota Beigel.

Rankings universitarios
Quizá uno de los puntos de mayor debate será el referido a los rankings universitarios. Según Beigel, éstos “se basan solo en datos bibliométricos y premios internacionales y, en consecuencia, estarían orientados por la competitividad global en lugar de observar realmente la performance en investigación”.

Sin embargo, las instituciones que elaboran los principales rankings no lo ven así. Webometrics, quizá la más grande, toma en cuenta a “todas las universidades del mundo, no solamente unos cuantos cientos de instituciones del mundo desarrollado”, y afirma proveer “información confiable, multidimensional, actualizada y útil acerca del desempeño de las universidades”.

Por su parte, QS University Rankings detalla los siguientes criterios y su ponderación a la hora de hacer sus evaluaciones: Reputación Académica (30%), Reputación entre Empleadores (20%), Ratio Académicos/Alumnos (10%), Proporción de Académicos con Doctorado (10%), Publicaciones Científicas por Académico (5%), Citas Científicas por Publicación (10%), Impacto Online (5%), Red Internacional de Investigación (10%).

El Ranking de Nueva Economía usa estos criterios: Plantel universitario, docente y administrativo (30%), Calidad docente (30%), Percepción (20%), Acreditación y posgrado (10%) y Carreras (10%).

El meollo
Por un lado, Beigel propone crear (y ha avanzado en esto) un “índice institucional de circulación de la producción científica” para observar y evaluar de mejor manera el conocimiento producido en la periferia.

Mientras, el experto boliviano Wilmar Ascárraga, advierte que “nuestras universidades enfrentan grandes desafíos”, y que es urgente mejorar aspectos como la docencia (entorno de aprendizaje), la investigación, el vínculo con la industria, perspectiva internacional (docentes, estudiantes e investigación) y transferencia de conocimiento.

Posiblemente el camino acertado sea avanzar en ambos frentes, sin usar las críticas a los rankings como excusa para la situación actual, pero al mismo tiempo promoviendo herramientas propias que reflejen mejor la generación del conocimiento científico fuera de los circuitos elitistas del primer mundo.

Fuente: https://elpais.bo/existen-relaciones-de-poder-en-la-ciencia-mundial/

 

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“Escolaridad sin aprendizaje es una oportunidad desperdiciada”

Bolivia / 25 de enero de 2018 / Autor: Alejandro Zegada / Fuente: El País en Expansión Nacional

“En todo el mundo, cientos de millones de niños alcanzan la adultez joven sin desarrollar las destrezas y habilidades más básicas”, advierte un reciente informe publicado por el Banco Mundial (BM, aunque producido por contribuidores externos), titulado “Reporte de Desarrollo Mundial 2018: Aprendiendo a Realizar la Promesa de la Educación”.

En este sentido, el reporte explica que incluso si los niños van a la escuela, “muchos salen sin las habilidades para calcular el cambio correcto de una transacción, leer las instrucciones del doctor, o interpretar las promesas de una campaña política; mucho menos construir una carrera satisfactoria o educar a sus hijos”.
Esta crisis de aprendizaje es, por tanto, una “crisis moral”. Según los expertos que elaboraron el estudio, cuando se cumple bien, la educación cura una multitud de enfermedades sociales. “Para los individuos, promueve el empleo, las ganancias, la salud y la reducción de la pobreza. Para las sociedades, estimula la innovación, fortalece las instituciones y fomenta la cohesión social”.
Sin embargo, estos beneficios dependen en gran medida del aprendizaje. Y es que escolaridad sin aprendizaje es una oportunidad desperdiciada. “Más que eso, es una gran injusticia: los niños a los que la sociedad les falla son quienes más necesitan una buena educación para triunfar en la vida”.

Aprendizaje como prioridad
Algunos casos sirven de ejemplo de que, cuando el aprendizaje se vuelve una prioridad, se puede lograr muchos avances.
Es el caso de Corea del Sur, que a principios de la década de 1950, era una sociedad desgarrada por la guerra y anclada al subdesarrollo por sus bajísimos niveles de educación. Pero para 1995, ese país alcanzó escolaridad universal en educación de alta calidad a través de la escuela secundaria.
“Hoy en día, sus jóvenes rinden a los niveles más altos en las evaluaciones internacionales de aprendizaje”, destaca el informe del BM.
Otro ejemplo emblemático es el caso de Vietnam, país que “sorprendió al mundo” el año 2012, con sus resultados del Programa para Evaluación de Estudiantes Internacionales (PISA, por su sigla en inglés), que mostraron que los estudiantes de 15 años de edad estaban rindiendo al mismo nivel que los de Alemania, pese a que Vietnam es un país de ingresos medios-bajos.
El caso de Perú también es destacado por los expertos del BM. Entre 2009 y 2015, el vecino país “logró uno de los crecimientos más altos en cuanto a resultados de aprendizaje en general, una mejora atribuible a políticas concertadas”.
Tonga, Liberia y Papua Nueva Guinea lograron que la lectura de comprensión en los primeros cursos mejorara de manera “sustancial en un periodo muy corto” gracias a “esfuerzos enfocados basados en evidencia”. Y recientemente, Malasia y Tanzania lanzaron enfoques colaborativos a nivel de toda la sociedad para mejorar sistemáticamente el aprendizaje.
“Lograr progresos como estos requiere un diagnóstico muy claro, seguido de acciones concertadas y bien enfocadas”, sintetiza el reporte.

Aprender para crecer
Los expertos coinciden en que la educación debería “equipar” a los estudiantes con las habilidades necesarias para tener vidas saludables, productivas y significativas. Aunque estas habilidades pueden variar de un contexto sociocultural a otro, hay algunas que son consideradas universales.
Por ejemplo, todos necesitan aprender a interpretar muchos tipos de pasajes escritos, “desde etiquetas de medicamentos a ofertas laborales, desde declaraciones bancarias a grandes obras literarias”.
Todas las personas necesitan también saber entender “cómo funcionan los números, para así poder comprar y vender en los mercados, prepara presupuestos familiares, interpretar contratos de préstamos o escribir software de ingeniería”.
En pocas palabras, necesitan el “razonamiento de orden superior y la creatividad que se basa en estas habilidades fundacionales”, además de las habilidades socioemocionales –como la perseverancia y la habilidad de trabajar en equipo- que les ayudan a adquirir y aplicar las demás habilidades.
Sin embargo, muchos países no están logrando estos objetivos. Los expertos del BM han identificados algunas dimensiones de la crisis del aprendizaje que ayudan a apuntar sus causas.

La crisis del aprendizaje
Aunque los niveles de escolaridad (cantidad de personas que van a la escuela, y los años que éstos permanecen en sus estudios) han aumentado mucho en las últimas décadas –Bolivia es un ejemplo importante de estas mejorías-, esto no necesariamente se traduce en una mejora del aprendizaje.
Y es que, como apunta el reporte del BM, escolaridad no es lo mismo que aprendizaje. “Los niños aprenden muy poco en muchos sistemas educativos alrededor del mundo: incluso después de varios años en la escuela, millones de estudiantes carecen de las habilidades numéricas y literarias básicas”.
Para cambiar este problema de forma efectiva, es necesario primero entender cómo las escuelas les están fallando a los estudiantes, y cómo los sistemas educativos están fallando a las escuelas.
El reporte del BM devela cuarto ingredientes clave para el aprendizaje en las escuelas: 1) estudiantes preparados, 2) enseñanza efectiva, 3) insumos educativos enfocados en el aprendizaje, y 4) la gestión y gobernanza cualificada que los reúne a todos.
Como se ve a continuación, los cuatro factores identificados están fallando en los países en desarrollo en general, y en Bolivia en particular.

Ingredientes para el aprendizaje
Sobre el primer punto, los expertos afirman que “los niños suelen llegar a las escuelas sin estar preparados para aprender –si es que llegan. La desnutrición, enfermedades, baja inversión de los padres y el duro ambiente relacionado con la pobreza, socavan el aprendizaje en los primeros años de la niñez”.
Así, incluso en buenas escuelas, los niños que sufren privaciones aprenden menos, y con el tiempo, romper con estas trayectorias de bajo aprendizaje se vuelve más difícil a medida que con la edad el cerebro se vuelve menos maleable. “Por tanto, los sistemas educativos tienden a amplificar las diferencias iniciales”.
Respecto al segundo punto, el reporte encontró que generalmente los profesores de escuela “carecen de las capacidades o la motivación para ser efectivos”. Esto es grave porque los maestros son “el factor más importante entre los que afectan el aprendizaje en las escuelas”.
Esto es así especialmente en los países en desarrollo más que en los países ricos, “pero la mayoría de los sistemas educativos no atraen aspirantes con buena formación. Estos problemas son aún más severos en comunidades remotas, ampliando las desventajas” que ya sufren los estudiantes rurales.
“Estos diagnósticos no buscan culpar a los profesores”, aclara el informe del BM, “sino llevar la atención sobre cómo los sistemas educativos socavan el aprendizaje por no apoyarlos adecuadamente”.
El tercer ingrediente, los insumos (equipamiento, infraestructura, etc.), pese a ser fuertemente priorizados por los gobiernos, “explican solamente una pequeña parte de la crisis de aprendizaje”.
Según el reporte del BM, tras analizar diferentes sistemas y escuelas, se encontró que “similares niveles de recursos están frecuentemente asociados con vastas diferencias en resultados de aprendizaje”, y que “incrementar los insumos en un lugar dado generalmente tiene pocos efectos en los resultados de aprendizaje”.
Parte de la razón de esto es que estos insumos en muchos casos no llegan a los profesores y estudiantes, o no los saben aprovechar. El reporte cita ejemplos de casos como Sierra Leona y Brasil. Pero Bolivia tiene sus propios ejemplos, sumamente ilustrativos.
Tal es el caso de las computadoras Kuua (ensambladas por la empresa estatal Quipus). El Gobierno entregó desde 2014 miles de computadoras a las unidades educativas del país, pero no se logró los resultados esperados, porque lejos de influir en la mejora de la calidad educativa, el buen uso de las máquinas dotadas enfrentó una cadena de dificultades, que derivó, en algunos casos, en la decisión de guardarlas en cajones y no usarlas.
Fueron los propios profesores de las escuelas beneficiarias quienes identificaron tres principales razones para el fracaso de esta iniciativa, que coinciden plenamente con lo que expone el informe del BM: la falta de infraestructura adecuada, ausencia de preparación o capacitación de los docentes y el deficiente o inexistente servicio de internet en las unidades educativas.
En este sentido, la falta de un enfoque realmente centrado en el aprendizaje, ha impedido que una medida que en principio fue buena, no sólo no tenga ningún impacto en la calidad educativa, sino que resulte en un esfuerzo desperdiciado, un gasto desaprovechado.
Finalmente, el cuarto ingrediente, se refiere a que la mala gestión y mala gobernanza frecuentemente socavan la calidad educativa. “Aunque un liderazgo escolar efectivo no mejora el aprendizaje de forma directa, sí lo hace indirectamente al mejorar la calidad de los educadores y asegurando un uso efectivo de los recursos”.
Tras analizar ocho países, el BM encontró una correlación entre la capacidad de gestión de las escuelas y el sistema educativo y los resultados en el aprendizaje de los estudiantes: por cada punto de mejora en la capacidad de gestión, había una mejora de entre 0,23 y 0,43 puntos en el aprendizaje.
Lo que está pasando es que “los directores de escuelas no estén activamente involucrados en ayudar a los profesores a resolver problemas, no proveen asesoría institucional, y no establecen metas que prioricen el aprendizaje”.

Se mejora empezando
por el diagnóstico
El reporte del BM argumenta que para que los países puedan mejorar, se debe avanzar urgentemente en tres frentes: evaluar el aprendizaje, actuar en base a la evidencia concreta, y alinear a los actores bajo un mismo objetivo.
Sin embargo, el gobierno boliviano se niega a implementar evaluaciones de la calidad educativa, tal como el PISA (la más conocida y estandarizada), argumentando que esta es una medición “imperialista”, algo curioso considerando que países como China, Vietnam o Singapur encabezan los resultados en estas pruebas.
El año pasado se informó que Bolivia firmó un acuerdo con la Oficina Regional de Educación para América Latina (OREALC), con lo cual se adhirió al Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE).
“Actuar efectivamente requiere primero entender cómo las escuelas están fallando a los estudiantes, y cómo el sistema le está fallando a las escuelas”, sentencia el reporte.

Fuente del Artículo:

http://www.elpaisonline.com/index.php/2013-01-15-14-16-26/local/item/279833-escolaridad-sin-aprendizaje-es-una-oportunidad-desperdiciada

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