La pandemia enriquece todavía más a los ricos y ha llegado la hora de que paguen más impuestos

Fuentes: The Guardian / El Diario -Foto: Gráfica de Howmuch.net
Por: Bernie Sanders

Sanders, representante del pujante movimiento progresista de EEUU, explica sus argumentos para una reforma fiscal ante una crisis estructural

Vivimos un momento excepcional en la historia de Estados Unidos: una crisis de salud pública, la peor crisis económica desde la Gran Depresión, la amenaza del cambio climático y un presidente que dirige nuestro país hacia el autoritarismo. En este contexto de crisis múltiples, estamos prestando poca atención a otra realidad muy preocupante: el obsceno nivel de desigualdad de ingresos y riqueza que existe en nuestro país y el hecho de que, durante la pandemia, esta desigualdad se está agravando mucho más.

Mientras que decenas de millones de estadounidenses lidian con una situación económica desesperada (desempleo, pérdida de cobertura médica, desahucios, hambre), los más ricos se están haciendo mucho más ricos. Comparto tres cifras que deberían sacudir a todos los estadounidenses:

13.000 millones de dólares. Esta es la cantidad que Jeff Bezos (fundador de Amazon), el hombre más rico del mundo, ganó en un solo día. Mientras tanto, su conglomerado de empresas niega a los trabajadores la baja por enfermedad, la indemnización por riesgos y no garantiza un lugar de trabajo seguro a cientos de miles de trabajadores.

21.000 millones de dólares. Esta es la cifra que la familia Walton, la familia más rica del país (propietaria de los establecimientos Walmart) ganó en las últimas 20 semanas. Mientras, los contribuyentes estadounidenses siguen subvencionando los salarios de miseria de Walmart, el mayor empleador privado del país.

731.000 millones de dólares. Eso es lo que aumentó la riqueza de 467 multimillonarios desde que la Reserva Federal comenzó a tomar medidas de emergencia para reforzar el mercado de valores en marzo.

Por increíble que parezca, gracias a la rebaja fiscal del presidente Trump a los ricos firmada hace unos años, los multimillonarios ahora pagan una tasa impositiva efectiva más baja que los maestros, las enfermeras, los bomberos o los camioneros.

El espectacular aumento de la riqueza que han obtenido los multimillonarios durante la pandemia se produce en un momento en que 92 millones de estadounidenses no tienen seguro, o tienen uno que no les da una cobertura adecuada, y decenas de millones de estadounidenses se enfrentan a desahucios o ejecuciones hipotecarias.

En un contexto en el que muchos de nuestros conciudadanos atraviesan dificultades económicas, es moralmente obsceno que unos cuantos multimillonarios -el 0,0001% más rico del país- utilicen una pandemia mundial como una oportunidad para obtener beneficios escandalosos después de un rescate de facto de la Reserva Federal.

Ha llegado el momento de cambiar nuestras prioridades nacionales. En lugar de permitir que los multimillonarios se enriquezcan todavía más, el Congreso debe defender a las familias trabajadoras. Un buen punto de partida sería gravar las elevadas ganancias que los multimillonarios han obtenido durante la pandemia y usar ese dinero para garantizar el derecho a la atención médica mientras dure esta crisis de salud pública.

Según Americans for Tax Fairness (Estadounidenses a Favor de un Sistema Impositivo Justo), si se impusiera en Estados Unidos un impuesto del 60% sobre las ganancias de riqueza a tan sólo 467 multimillonarios, se recaudarían más de 420.000 millones de dólares. Con este dinero Medicare podría cubrir todos los gastos de salud de todo el país, incluyendo los medicamentos recetados, durante todo un año.

Piénsenlo. Al imponer un impuesto del 60% sobre las ganancias de riqueza de sólo 467 multimillonarios, Medicare podría garantizar una atención sanitaria a todo el país y nadie, independientemente de su cobertura, tendría que pagar ninguna factura médica de bolsillo en los próximos 12 meses. Esto es lo que se conseguiría con la propuesta de ley Make Billionaires Pay Act I (Haz que los Multimillonarios Paguen) que he presentado con los senadores Ed Markey y Kirsten Gillibrand.

Con esta ley, nadie que sea diagnosticado con cáncer tendría que pedir dinero a desconocidos en GoFundMe. Nadie con diabetes moriría por no poder pagar su insulina. Nadie con síntomas de coronavirus tendría miedo de ir al médico por el coste, y se arriesgaría a infectar a sus vecinos, colegas, familiares o amigos.

Mientras la lucha por Medicare para Todos continúa, por lo menos durante los próximos 12 meses, todos los estadounidenses podrían recibir la atención médica que necesitan durante esta crisis de salud pública. Y todo podría ser pagado por un impuesto de un 60% sobre las principales fortunas que los más ricos del país han acumulado durante esta terrible pandemia.

Entiendo que a algunas personas un impuesto del 60% les parezca un aumento de impuestos muy pronunciado. Bueno, déjeme aliviar esas preocupaciones. Incluso después de pagar el impuesto, estos 467 multimillonarios seguirán ganando 310.000 millones de dólares. Confíe en mí. Sus familias sobrevivirán.

Como país, hace mucho tiempo que deberíamos haber abordado la grotesca brecha de desigualdad de ingresos y riqueza. En mi opinión, no podemos seguir tolerando que las tres personas más ricas de Estados Unidos posean más riqueza que el 50% de la población, que el 1% superior posea más riqueza que el 92% de la población y que el 45% de todos los nuevos ingresos vayan al 1%.

En un momento de enorme dolor y sufrimiento económico, tenemos que tomar una decisión. Podemos seguir permitiendo que los muy ricos se hagan mucho más ricos mientras que la mayoría de los demás se hacen más pobres. O podemos gravar las ganancias de unos pocos multimillonarios durante la pandemia para mejorar la salud y el bienestar de decenas de millones de estadounidenses.

Ha llegado el momento de que el Congreso actúe en nombre de la clase trabajadora que está sufriendo como jamás lo ha hecho antes, no de la clase multimillonaria, a quien le va fenomenalmente bien y nunca se ha visto en otra igual. Hacer pagar a los multimillonarios la expansión de la cobertura de Medicare a todos los ciudadanos durante una emergencia de salud pública es un buen punto de partida.

Traducido por Emma Reverter.

Foto de portada: Gráfica de millonarios distribuidos por estado de Estados Unidos (NY: Nueva York; CA: California, etc.).

Gráfica: https://howmuch.net/articles/americas-millionaires-by-state

Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/pandemia-enriquece-todavia-ricos-llegado-hora-paguen-impuestos_129_6160643.html

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Recuperemos el poder que ahora está en manos de unos pocos multimillonarios

Por: Bernie Sanders

Si nos unimos para luchar contra los intereses de los poderosos, podemos acabar con la pobreza, aumentar la esperanza de vida y afrontar el cambio climático.

Esta es la situación de nuestro planeta en 2018: tras todas las guerras, revoluciones y cumbres internacionales del último siglo, vivimos en un mundo donde unos pocos individuos, inmensamente ricos, ejercen un control desproporcionado sobre la vida económica y política de la humanidad.

Aunque resulte difícil entenderlo, lo cierto es que las seis personas más ricas de la Tierra poseen más riquezas que la mitad más pobre de la población mundial, 3.700 millones de personas. Además, el 1% más rico tiene más dinero que el 99% restante. Y mientras estos multimillonarios hacen alarde de sus riquezas, cerca de una de cada siete personas intenta sobrevivir con menos de 1,25 dólares diarios. Y un dato espeluznante: unos 29.000 niños mueren diariamente por enfermedades que son completamente prevenibles como la diarrea, la malaria y la neumonía.

Al mismo tiempo, las élites corruptas, los oligarcas y las monarquías anacrónicas de todo el mundo gastan miles de millones en las extravagancias más absurdas.

El sultán de Brunei tiene unos 500 Rolls-Royce y vive en uno de los palacios más grandes del mundo, un edificio con 1.788 habitaciones y que en una ocasión fue valorado en 350 millones de dólares. En Oriente Medio, que cuenta con cinco de los diez monarcas más ricos el mundo, los jóvenes miembros de la realeza viajan y se divierten por el mundo entero mientras la región sufre los efectos de la tasa de desempleo más alta de todo el planeta, y unos 29 millones de niños, como mínimo, viven en la pobreza y no tienen acceso a los servicios más básicos, agua potable o alimentos nutritivos.

Es más, mientras cientos de millones de personas viven en la pobreza más extrema, los traficantes de armas acumulan cada vez más riquezas ya que los gobiernos gastan billones de dólares en armamento.

En Estados Unidos, el fundador de Amazon, Jeff Bezos, es la persona más rica del mundo con un patrimonio de más de 100.000 millones de dólares. Es dueño de, al menos, cuatro mansiones, que sumadas alcanzan un valor de decenas de millones de dólares. Como si esto no fuera suficiente, se gastará unos 42 millones de dólares en un proyecto para construir un reloj dentro de una montaña en Texas que, supuestamente, funcionará durante 10.000 años.

Sin embargo, en los almacenes de Amazon repartidos a lo largo y ancho de Estados Unidos, los trabajadores a menudo trabajan a destajo y ganan tan poco dinero que dependen de Medicaid, cupones para alimentos y viviendas sociales pagadas con los impuestos de los contribuyentes estadounidenses.

Y eso no es todo. Es este contexto de riqueza descomunal y desigualdad económica, las personas están dejando de creer en la democracia; el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Cada vez son más conscientes de que se ha amañado la economía mundial en beneficio de unos pocos poderosos y en detrimento de todos los demás, y están furiosas.

Millones de personas trabajan más horas y ganan salarios más bajos que hace cuarenta años tanto en Estados Unidos como en muchos otros países.

Sufren la situación en silencio, se sienten impotentes frente a unos pocos poderosos que compran las elecciones, y frente a una élite política y económica que se enriquece sin parar, incluso a costa del futuro de sus hijos.

En este contexto de desigualdad económica, el mundo está siendo testigo de un alarmante aumento del autoritarismo y del extremismo derechista; que alimenta, explota y amplifica el resentimiento de los que se sienten abandonados por el sistema, y aviva las llamas del odio étnico y racial.

Ahora, más que nunca, los que creemos en la democracia y en los gobiernos progresistas debemos unir a las personas trabajadoras y de bajos ingresos en torno a un programa político que refleje sus necesidades. En vez de ofrecer odio y fragmentación social, debemos proporcionar un mensaje de esperanza y de solidaridad. Debemos levantar un movimiento internacional que luche contra la avaricia y la ideología de los multimillonarios y nos ayude a construir un mundo medioambiental, social y económicamente justo. ¿Se trata de un proyecto fácil? En absoluto. Sin embargo, se trata de una lucha que debemos librar. Nuestro futuro depende de ello.

Como señaló, acertadamente, el papa Francisco, en un discurso pronunciado en el Vaticano en 2013: «Hemos creado nuevos ídolos. Los hombres del pasado adoraron a un becerro de oro y ahora esta figura ha sido sustituida por una imagen sin cabeza, para rendir culto al dinero y estamos ante una dictadura de la economía que no tiene rostro y cuyo propósito no es el bien de la humanidad». También indicó que «en la actualidad todo se rige por la ley de la rivalidad y la supervivencia del más fuerte, y los poderosos se alimentan de los indefensos. Como consecuencias, las masas son excluidas y marginadas, sin trabajo y sin una posibilidad de escapatoria».

Debemos levantar un nuevo movimiento progresista y mundial que nazca con el compromiso de luchar contra la desigualdad estructural; desigualdad entre países y también dentro del país. Este movimiento debe sobreponerse a la mentalidad del «culto al dinero» y de la «supervivencia de los más fuertes» de la que habló el papa Francisco.

Debe apoyar medidas impulsadas a nivel nacional e internacional para mejorar las condiciones de vida de las personas pobres y de clase trabajadora y cuyo objetivo sea alcanzar el pleno empleo, un salario digno y una educación universal de calidad, acceso universal a la salud pública y acuerdos comerciales internacionales justos. También debemos recuperar el poder que ahora tienen las empresas y evitar la destrucción de nuestro planeta como resultado del cambio climático.

Les pondré un ejemplo de lo que podríamos hacer. Unos pocos años atrás, la Red para la Justicia Fiscal señaló que las personas más ricas y las principales empresas del mundo habían escondido entre 21 y 32 billones de dólares en paraísos fiscalespara no tener que pagar los impuestos correspondientes.

Si juntos intentamos luchar contra esta práctica abusiva, los ingresos que podríamos obtener nos permitirían terminar con el hambre mundial, crear cientos de millones de puestos de trabajo y reducir de forma significativa la desigualdad de ingresos y de patrimonio. Podríamos hacer un cambio radical hacia la agricultura sostenible y acelerar la transformación de nuestro sistema energético para no depender de los combustibles fósiles y avanzar hacia las fuentes de energía renovable.

Luchar contra la avaricia de Wall Street, el poder de las gigantescas multinacionales y la influencia de los multimillonarios no solo es un deber moral; es un imperativo geopolítico estratégico. Las investigaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ponen en evidencia que la percepción que tienen los ciudadanos de la desigualdad, la corrupción y la exclusión son los indicadores más fiables para saber si esas comunidades apoyarán al extremismo de derechas o a grupos violentos.

Cuando las personas tienen la sensación de que el sistema no juega a su favor y no ven la forma de cambiar la situación desde la legitimidad, tienen más posibilidades de apostar por soluciones perjudiciales que lo único que hacen es empeorar la situación.

Estamos ante un momento clave de la historia mundial. Con la revolución de las nuevas tecnologías y los avances que trae consigo, podemos aumentar sustancialmente la riqueza mundial de una forma justa. Tenemos todos los medios a nuestro alcance para erradicar la pobreza, aumentar la esperanza de vida y crear un sistema energético mundial no contaminante y asequible.

Lo podemos conseguir si tenemos la valentía de unirnos y enfrentarnos a los intereses de unos pocos poderosos que lo único que quieren es seguir acumulando riqueza. Esto es lo que debemos hacer para defender el futuro de nuestros hijos, de nuestros nietos y de nuestro planeta.

Bernie Sanders es senador por Vermont y fue candidato en las primarias demócratas de la última campaña presidencial en Estados Unidos.

Traducido por Emma Reverter.

Fuente: http://www.eldiario.es/theguardian/Recuperemos-poder-ahora-manos-multimillonarios_0_730027416.html

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Los medios de comunicación ignoran el auge de la oligarquía, pero nosotros no debemos hacerlo

Por: Bernie Sanders

Necesitamos escuchar las historias de los estadounidenses en apuros que apenas salen en los periódicos y televisiones. Hasta que salgan, nosotros debemos contar esas historias allá donde podamos

El rápido auge de la oligarquía y de la desigualdad en riqueza e ingresos es la gran cuestión política, económica y moral de nuestro tiempo. Y, aun así, apenas recibe cobertura de los medios de comunicación.

¿Con qué frecuencia abordan los informativos el tema de los 40 millones de estadounidenses que viven bajo el umbral de la pobreza o nuestra tasa de pobreza infantil, superior a la de prácticamente cualquier país desarrollado del planeta? ¿Cómo tratan los medios la desigualdad en nuestra sociedad, superior a cualquier otro momento desde los años 20, en la que el 0,1% más rico acumula tanta riqueza como el 90% inferior? ¿Cuántas veces has escuchado a los medios contar las historias de los millones de personas que hoy trabajan más horas por menos salario tal y como ocurrió hace unos 40 años?

¿Cuántas veces han discutido la ABC, CBS o NBC el papel de los hermanos Koch y otros multimillonarios en la creación de un sistema político que permite a los ricos y a los poderosos controlar elecciones, así como el proceso legislativo en el Congreso?

Desafortunadamente, la respuesta a estas preguntas es: casi nunca. Los medios no han permitido a los estadounidenses entender en su conjunto las fuerzas económicas que condicionan sus vidas y que les obligan a tener dos o tres empleos mientras que los consejeros delegados ganan cien veces más que ellos. En su lugar, día tras día y las 24 horas del día nos inundan con los continuos dramas de la Casa Blanca de Trump, de Stormy Daniels y con el último cotilleo político.

Necesitamos urgentemente discutir la realidad de la economía y del sistema político actual y luchar para crear una economía que sirva a todo el mundo y no solo al 1%.

Tenemos que hacernos las preguntas difíciles que los medios no se hacen: ¿de quién es EEUU y quién tiene el poder político? ¿Por qué en el país más rico de la historia hay tantos pobres? ¿Qué fuerzas han hecho a la clase media estadounidense, en su momento la envidia del mundo, decaer tan bruscamente? ¿Qué podemos aprender de los países que han logrado reducir la desigualdad de riqueza e ingresos, construir una clase media próspera y fuerte y proporcionar servicios básicos a todos?

Tenemos que escuchar a los estadounidenses en apuros cuyas historias apenas se cuentan en los periódicos y la televisión. Si no entendemos la realidad de la vida en Estados Unidos para las familias trabajadoras, nunca la cambiaremos.

Hasta que no entendamos que los derechistas hermanos Koch son más poderosos políticamente que el Comité Nacional Republicano, y que los grandes bancos, las farmacéuticas y las empresas multinacionales se están gastando ingentes cantidades de dinero para amañar el proceso político, no seremos capaces de anular la desastrosa decisión del Tribunal Supremo sobre Citizens United (que prohibió al Gobierno limitar las donaciones de empresas en campañas electorales), pasar a una financiación pública de las elecciones y poner fin a la codicia empresarial.

Hasta que no entendamos que el salario mínimo federal de 7,25 dólares la hora es un salario de hambre y que la gente no puede sobrevivir con nueve o diez dólares la hora, no vamos a ser capaces de aprobar un salario base de al menos 15 dólares.

Hasta que no entendamos que las empresas multinacionales han estado escribiendo nuestras políticas fiscales y comerciales en los últimos 40 años para permitirles dejar en la calle a los trabajadores estadounidenses y acercarse a los países de salarios más bajos, no vamos a ser capaces de promulgar leyes justas que acaben con esta tendencia a la reducción de ingresos y que hagan a los ricos y a los poderosos pagar su parte justa.

Hasta que no entendamos que vivimos en una economía global muy competitiva y que es contraproducente que millones de nuestra gente no se puedan permitir una educación superior o dejar la universidad sin endeudarse, no seremos capaces de hacer universidades públicas gratuitas.

Hasta que no entendamos que somos el único país importante de la Tierra que no garantiza la sanidad a todos sus ciudadanos y que nos gastamos en sanidad per cápita mucho más que cualquier otro país, no vamos a ser capaces de aprobar una sanidad pública financiada con impuestos.

Hasta que no entendamos que Estados Unidos es, de largo, el que más paga en el mundo para la prescripción de medicamentos porque las farmacéuticas pueden cobrar el precio que quieran por medicinas que pueden salvar vidas, no vamos a rebajar el precio infame de estos medicamentos.

Hasta que no entendamos que el cambio climático es real, causado por los seres humanos y que está provocando problemas devastadores en todo el mundo, especialmente a los más pobres, no vamos a ser capaces de transformar nuestro sistema energético de los combustibles fósiles a formas de energía sostenibles.

Tenemos que despertar conciencia política en EEUU y ello nos ayudará a avanzar en un programa progresista que satisfaga las necesidades de nuestras familias trabajadoras. Está en nuestra mano unirnos al debate. Esto es solo el principio.

@BernieSanders

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

Fuente: https://www.eldiario.es/theguardian/desigualdad-oligarquia-Sanders_0_751725293.html

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Where the Democrats Go From Here

By: Bernie Sanders

Millions of Americans registered a protest vote on Tuesday, expressing their fierce opposition to an economic and political system that puts wealthy and corporate interests over their own. I strongly supported Hillary Clinton, campaigned hard on her behalf, and believed she was the right choice on Election Day. But Donald J. Trump won the White House because his campaign rhetoric successfully tapped into a very real and justified anger, an anger that many traditional Democrats feel.

I am saddened, but not surprised, by the outcome. It is no shock to me that millions of people who voted for Mr. Trump did so because they are sick and tired of the economic, political and media status quo.

Working families watch as politicians get campaign financial support from billionaires and corporate interests — and then ignore the needs of ordinary Americans. Over the last 30 years, too many Americans were sold out by their corporate bosses. They work longer hours for lower wages as they see decent paying jobs go to China, Mexico or some other low-wage country. They are tired of having chief executives make 300 times what they do, while 52 percent of all new income goes to the top 1 percent. Many of their once beautiful rural towns have depopulated, their downtown stores are shuttered, and their kids are leaving home because there are no jobs — all while corporations suck the wealth out of their communities and stuff them into offshore accounts.

Working Americans can’t afford decent, quality child care for their children. They can’t send their kids to college, and they have nothing in the bank as they head into retirement. In many parts of the country they can’t find affordable housing, and they find the cost of health insurance much too high. Too many families exist in despair as drugs, alcohol and suicide cut life short for a growing number of people.

President-elect Trump is right: The American people want change. But what kind of change will he be offering them? Will he have the courage to stand up to the most powerful people in this country who are responsible for the economic pain that so many working families feel, or will he turn the anger of the majority against minorities, immigrants, the poor and the helpless?

Will he have the courage to stand up to Wall Street, work to break up the “too big to fail” financial institutions and demand that big banks invest in small businesses and create jobs in rural America and inner cities? Or, will he appoint another Wall Street banker to run the Treasury Department and continue business as usual? Will he, as he promised during the campaign, really take on the pharmaceutical industry and lower the price of prescription drugs?

I am deeply distressed to hear stories of Americans being intimidated and harassed in the wake of Mr. Trump’s victory, and I hear the cries of families who are living in fear of being torn apart. We have come too far as a country in combating discrimination. We are not going back. Rest assured, there is no compromise on racism, bigotry, xenophobia and sexism. We will fight it in all its forms, whenever and wherever it re-emerges.

I will keep an open mind to see what ideas Mr. Trump offers and when and how we can work together. Having lost the nationwide popular vote, however, he would do well to heed the views of progressives. If the president-elect is serious about pursuing policies that improve the lives of working families, I’m going to present some very real opportunities for him to earn my support.

Let’s rebuild our crumbling infrastructure and create millions of well-paying jobs. Let’s raise the minimum wage to a living wage, help students afford to go to college, provide paid family and medical leave and expand Social Security. Let’s reform an economic system that enables billionaires like Mr. Trump not to pay a nickel in federal income taxes. And most important, let’s end the ability of wealthy campaign contributors to buy elections.

In the coming days, I will also provide a series of reforms to reinvigorate the Democratic Party. I believe strongly that the party must break loose from its corporate establishment ties and, once again, become a grass-roots party of working people, the elderly and the poor. We must open the doors of the party to welcome in the idealism and energy of young people and all Americans who are fighting for economic, social, racial and environmental justice. We must have the courage to take on the greed and power of Wall Street, the drug companies, the insurance companies and the fossil fuel industry.

When my presidential campaign came to an end, I pledged to my supporters that the political revolution would continue. And now, more than ever, that must happen. We are the wealthiest nation in the history of the world. When we stand together and don’t let demagogues divide us up by race, gender or national origin, there is nothing we cannot accomplish. We must go forward, not backward.

Taken from: http://www.nytimes.com/2016/11/12/opinion/bernie-sanders-where-the-democrats-go-from-here.html?_r=0

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¨El modelo económico global está fracasando¨

Por Bernie Sanders

¡Qué sorpresa! Los trabajadores en el Reino Unido, muchos de los cuales han visto cómo ha disminuido su estándar de vida mientras los más ricos de su país se vuelven más ricos, le han dado la espalda a la Unión Europea y a una economía globalizada que les está fallando a ellos y a sus hijos.

No solo los británicos están sufriendo. Esa economía cada vez más globalizada, establecida y mantenida por la élite económica del mundo, le está fallando a la gente en todas partes. Por más increíble que parezca, las 62 personas más ricas del planeta tienen tanta riqueza como la mitad más pobre de la población mundial, cerca de 3 mil millones de personas. El uno por ciento ahora posee más riqueza que el resto del 99 por ciento. Los muy muy ricos disfrutan lujos inimaginables mientras miles de millones de personas sufren pobreza extrema, desempleo y carecen de educación, vivienda, agua potable y seguridad social adecuada.

¿Este rechazo al estado actual de la economía global podría darse en Estados Unidos? Por supuesto que sí.

Durante mi campaña para la nominación presidencial del Partido Demócrata visité 46 estados. Lo que vi y lo que escuché demasiadas veces fueron las dolorosas realidades que pasan desapercibidas por la élite política y los medios.

En los últimos 15 años, han cerrado cerca de 600.000 fábricas en el país y han desaparecido más de 4,8 millones de trabajos de manufactura bien pagados. Gran parte de este problema está relacionado con acuerdos comerciales desastrosos que animan a las corporaciones a mudarse a países con salarios más bajos.

A pesar del gran aumento en la productividad, la media de los hombres trabajadores en Estados Unidos gana hoy 726 dólares menos que en 1973, mientras que la media de mujeres trabajadoras gana 1154 dólares menos que en 2007, después de ajustar la inflación.

Cerca de 47 millones de estadounidenses viven en la pobreza. Unos 28 millones no tiene seguro médico y muchos otros tienen malos seguros. Millones de personas están luchando con niveles escandalosos de deuda estudiantil. Tal vez por primera vez en la historia moderna, nuestra generación más joven probablemente tendrá un estándar de vida menor que el de sus padres. Aún más alarmante: millones de estadounidenses con una educación deficiente tendrán una esperanza de vida menor que la generación previa pues sucumben ante la desesperación, las drogas y el alcohol.

Mientras tanto, en nuestro país el uno por ciento más rico ahora tiene casi tanta riqueza como el 90 por ciento de los más pobres. Cincuenta y ocho por ciento de todo el nuevo ingreso se está yendo hacia ese uno por ciento. Wall Street y los multimillonarios, mediante sus “super-PAC” (Comités de Acción Política), pueden comprar elecciones.

En mi campaña, hablé con trabajadores incapaces de ganarse la vida con apenas 8 o 9 dólares la hora; jubilados que sufren para comprar la medicina que necesitan aunque reciben 9000 dólares al año en seguridad social; jóvenes que no pueden pagar la universidad. También visité a ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico, donde el 58 por ciento de los niños vive en la pobreza y solo un poco más del 40 por ciento de la población adulta tiene un trabajo o está buscando uno.

Hablemos claro: la economía global no está funcionando para la mayoría de las personas en nuestro país ni en el mundo. Este es un modelo económico que desarrolló la élite económica para beneficiar a la élite económica.

Necesitamos un cambio verdadero.

Pero no necesitamos un cambio con base en la demagogia, la intolerancia y el sentimiento antiinmigrante que tanto ha prevalecido en la retórica de la campaña de la salida de la Unión Europea, y que es fundamental en el mensaje de Donald Trump.

Necesitamos a un presidente que apoye vigorosamente la cooperación internacional que estrecha lazos entre la gente a nivel global, que reduzca el hipernacionalismo y disminuya la posibilidad de una guerra. También necesitamos a un presidente que respete los derechos democráticos de las personas y que luche por una economía que proteja los intereses de los trabajadores y no solo los de Wall Street, las empresas farmacéuticas y otros intereses especiales.

Fundamentalmente, necesitamos rechazar nuestras políticas de “libre mercado” y movernos hacia un mercado justo. Los estadounidenses no tendrían que competir contra trabajadores en países que pagan sueldos bajos y que ganan centavos por hora. Debemos tumbar el Acuerdo Transpacífico. Debemos ayudar a los países pobres a desarrollar modelos económicos sostenibles.

Necesitamos acabar con el escándalo internacional en el que las grandes corporaciones y los más ricos no pagan billones de dólares en impuestos a sus gobiernos nacionales.

Necesitamos crear decenas de millones de trabajos a nivel mundial, combatiendo el cambio climático global y transformando el sistema energético mundial para que se elimine el uso de combustibles fósiles.

Necesitamos un esfuerzo internacional para disminuir el gasto militar en el mundo y abordar las causas de las guerras: la pobreza, el odio, la desesperanza y la ignorancia.

La noción de que Donald Trump podría beneficiarse de las mismas fuerzas que promovieron la salida del Reino Unido de la Unión Europea debería prender una alarma en el Partido Demócrata en Estados Unidos. Millones de votantes estadounidenses, como los ingleses que apoyaban el brexit, se sienten comprensiblemente enojados y frustrados con las fuerzas económicas que están destruyendo la clase media.

Estamos ante un momento clave, donde el Partido Demócrata y el nuevo presidente demócrata necesitan dejar claro que apoyamos a los que están luchando y a los rezagados. Debemos crear economías nacionales y globales que funcionen para todos, no solo para un puñado de billonarios.

*Articulo tomado de: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Economia/Bernie-Sanders-El-modelo-economico-global-esta-fracasando

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