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El problema de la basura en las calles latinoamericanas

Por Carlos Ruperto Fermín

Cuando se trata de reducir los índices de contaminación ambiental y fomentar la práctica de la Cultura del Reciclaje, los latinoamericanos sufrimos de un continuo bloqueo mental, que nos impide asumir la responsabilidad de proteger los recursos naturales del Medio Ambiente, y generar respuestas positivas de cambio a favor del saturado planeta Tierra.

La sistemática indiferencia ecológica en América Latina, permite que los latinoamericanos produzcan de 0,7 a 1,3 kilogramos de basura a diario, por lo que cada 24 horas se originan más de 500 mil toneladas de desechos sólidos, que termina promediando casi 200 millones de toneladas de residuos anualmente. De esa trágica cifra, se recicla menos del 15% de los materiales orgánicos e inorgánicos que se descargan en los vertederos de basura a cielo abierto, los cuales acumulan, queman y contaminan toda la desidia ambiental, ocasionada por la ignorancia de los más de 600 millones de latinoamericanos que atiborran las calles de nuestra capitalista geografía.

Desayunamos, almorzamos y cenamos, pero ¿Dónde termina el cartón de huevos, la botella de Coca-Cola y la lata de atún?

Compramos, vendemos y regalamos, pero ¿Dónde termina la colilla del cigarro, el blister de los juguetes y el vidrio de los licores?

Leemos, viajamos y rezamos, pero ¿Dónde termina el papel periódico, las hojillas de afeitar y los test de embarazo?

Lloramos, reímos y soñamos, pero ¿Dónde termina el envase del cloro, el envoltorio de las galletas y las cáscaras de las frutas?

Trabajamos, dormimos y despertamos, pero ¿Dónde termina el pañal desechable, los discos compactos rayados y la mugre de las uñas?

Nacemos, crecemos y morimos, pero ¿Dónde termina el pote de champú, el tetra pak de la leche, las jeringas del hospital y las bujías oxidadas?

La respuesta es muy sencilla. Gran parte de la basura latinoamericana termina aglutinada en una genérica bolsa de plástico negra, blanca o transparente, que se deposita en el genérico contenedor de basura frente a nuestro domicilio, esperando que las agujas del reloj marquen la impuntual llegada del genérico camión compactador, que trasladará con gritos industriales todos los desechos sólidos hasta el genérico vertedero a cielo abierto, para que de generación en generación se repita la misma errática historia de abuso ambiental.

¿Por qué somos tan sinvergüenzas? Vivimos destruyendo el entorno biofísico que albergamos, y nos quedamos calladitos ante el gran ecocidio que perpetramos en la oficina, en el hogar, en las plazas, en los parques, en las playas y en las aceras de nuestros países. Desde Toluca de Lerdo en México, pasando por Maracaibo en Venezuela, y llegando hasta Tucumán en Argentina, observamos que la irracionalidad ecológica de la población latinoamericana, demuestra la falta de Conservacionismo entre los ciudadanos, y la negativa de los gobiernos de turno en aplicar la normativa legal que prioriza la práctica obligatoria del reciclaje.

Surgen las interrogantes ¿A qué normativas legales nos estamos refiriendo? ¿Será a las fantasmagóricas leyes sobre la Gestión Integral de los Desechos Sólidos, o a las ordenanzas municipales que nunca se transfieren a la colectividad?

Es obvio que la política ambiental vigente en Latinoamérica, coexiste con el mal olor, con las ratas, con los cerdos, con las moscas, con los gusanos, y con el metano que habita debajo de las capas de basura en La Ciénaga, en El Rodeo, en La Bonanza, en Yotoco, en Villa Hayes, en Norte III, en La Esmeralda, en La Chorrera, en El Milagro, en Cerro Patacón, en San José, en La Cañada, en Zona 3, en Las Iguanas, en Santiago Poniente, en Doña Juana, en Atiquizaya, en Huajara, en Yopal, en Calle 100, en Los Pinos y en el resto de los laberintos de aniquilación ambiental, mejor conocidos como rellenos sanitarios, vertederos o botaderos de basura.

Recordemos que los mencionados laberintos del ecocidio, no fueron, no son y nunca serán la respuesta ambientalmente inteligente para alcanzar el desarrollo sostenible y sustentable de los pueblos. La cal, el aserrín y la arena, no pudieron ocultar las prolongadas grietas del extinto Jardim Gramacho, que vivió más de 30 años soportando la extrema negligencia carioca, y pronosticó la imparable crisis ecológica del actual siglo XXI.

Por desgracia, los rellenos sanitarios no representan un mecanismo técnico eficaz para disponer de la basura urbana. La verdad, es que son improvisadas áreas naturales demarcadas con estratégicos vocablos politizados, donde las empresas contratistas jamás terminan recolectando, clasificando y llevando la basura hasta los centros autorizados de reciclaje, que aprovecharían los materiales desechados en aras de su reutilización como materia prima, para la fabricación de nuevos productos de bajo impacto ambiental.

Por el contrario, en América Latina se acostumbra a quemar la basura en horas de la madrugada, desprendiendo un huracán de cenizas tóxicas que maltrata la calidad del aire, y provoca enfermedades respiratorias a las personas que las inhalan, pues esas sustancias nocivas para la salud, malogran los pulmones de los Seres Humanos y carcomen la caja torácica del alérgico Medio Ambiente.

Imagina que se queme una bombilla rota en un vertedero de basura, cuyo mercurio se mezcla con el poliestireno expandido de una vieja manualidad escolar, la cual se filtra con la espuma alcoholizada que quedó atrapada en las botellitas de las cervezas, y acabó sulfatándose con las pilas alcalinas usadas por la cámara digital.

Si admitimos que la irresponsable quema de basura a cielo abierto, se efectúa los 365 días del año en diferentes localidades de nuestros países, podemos entender el colosal círculo vicioso en el que nos hallamos inmersos. Además, estamos dañando la capa vegetal de los ecosistemas, propiciando la entrada furtiva de familias que viven en estado de indigencia, colapsando las alcantarillas en épocas de lluvia, y acrecentando la plaga de roedores, aves carroñeras e insectos que llegan hasta los centros urbanizados en los que vivimos, originando una crisis epidemiológica que afecta a todos los estratos sociales.

Seamos sinceros, la solución del escollo socio-ambiental presentado, va más allá de modernizar, eliminar o maquillar la basura acumulada en los rellenos sanitarios. Lo que en realidad enfrentan los latinoamericanos, es una asfixiante tendencia consumista encabezada por el todopoderoso dios dinero, a quien no le interesa el fatal destino de su capitalismo salvaje y de sus esclavos, para transformarlos en piltrafas humanas disfrazadas de hombres y mujeres con agudo pensamiento crítico.

El chiste es trabajar, comprar, ganar, codiciar, envidiar, robar, matar y volver a contarle el chiste al vecino. Por eso, la adicción a la oferta y demanda de cualquier mercancía subastada, se sincroniza con la clásica debilidad cognitiva del proletariado, que siempre se niega a ejercitar la maléfica Cultura del Reciclaje, la traicionera Eficiencia Energética y el pecaminoso Ahorro del Agua Potable. Así, el gran ecocidio se vuelve tan rápido y furioso, que no llegamos a comprender las consecuencias de reír a carcajadas, por la amarga cotufa de nuestro espectacular egoísmo consumado.

No importa si son niños, adultos o ancianos. Los latinoamericanos no tenemos la suficiente madurez intelectual, para reconocer la importancia del Medio Ambiente y ayudar con el cuido de la hermosa Gaia. Hay mucha terquedad en la sien del pueblo, que sigue bloqueado ante la posibilidad de reflexionar por las constantes injusticias ambientales cometidas en sus territorios.

Así como tenemos la voluntad de pasar horas conectados a las redes sociales en Internet, también podríamos reciclar los envoltorios de las golosinas después de comerlas. Así como tenemos la voluntad de ir al cine y ver los atractivos estrenos hollywoodenses, también podríamos reciclar los componentes electrónicos del televisor obsoleto. Así como tenemos la voluntad de casarnos en la Iglesia, procrear muchísimos hijos y divorciarnos luego de nueve meses, también podríamos reciclar la montaña de basura que compartimos en la inolvidable luna de miel.

Odiamos el reciclaje, porque desde la infancia nos dijeron que la basura no se toca, pero sin darnos cuenta, nos convertimos en basura al no tocar el arte del reciclaje. La gente piensa que la basura desaparece como por arte de magia frente a sus ojos, y consideran que no existen razones para sentir un mínimo de remordimiento. Vemos que la mayoría de las personas, siempre lanzan con furia los desperdicios en el contenedor de la basura. Lo hacen con rabia, con mucho enojo y de forma brusca. Nadie quiere sacar la basura a la calle, porque genera fastidio, pena y vergüenza.

Pero, fuimos nosotros quienes compramos todos esos productos que atosigaron al carrito del supermercado, y los pagamos con la tarjeta de crédito, de débito o en efectivo. Fuimos nosotros quienes cocinamos, comimos y usamos esos alimentos adquiridos en las tiendas por departamento. Fuimos nosotros quienes devoramos el empaque de McDonalds con las hamburguesas, los refrescos y las papas fritas.

Pese a ello nos preguntamos: ¿Por qué después del festín consumista ya nadie quiere responsabilizarse de la basura producida? ¿Será que pasamos de ángeles a demonios en un santiamén? ¿Será que somos los grandes cómplices de la barbarie ecológica que ampara al siglo XXI?

Creemos que el planeta Tierra es un majestuoso orgasmo cósmico, y que la vida es el mejor sueño en la historia del Universo. Tenemos la suerte de vivir en un refugio seguro para la existencia humana, ya que reúne las condiciones idóneas para custodiar el transcurrir de nuestra efímera vida. Por eso los Seres Humanos estamos en deuda con la Pachamama, y debemos conllevar un modus vivendi que priorice el bienestar de los recursos naturales, y permita una favorable interacción con su sagrada biodiversidad.

Meditemos sobre el desastre ecológico que exterioriza el atiborrado planeta Tierra, aceptando los prejuicios sociales que existen alrededor de la recolección de la basura, el doble discurso de los gobernantes que se cargan de demagogia para conseguir más votos del pueblo, y la apatía de la ciudadanía que se transforma en los mejores títeres del aberrado show circense.

El reciclaje requiere de un trabajo mancomunado entre los organismos públicos, la empresa privada y las ONGs, para cumplir con la sinergia ambiental de la regla de las 3rs (reducir, reutilizar y reciclar). Aquí NO funciona el individualismo, la hipocresía y el burocratismo. Sin embargo, en los países latinoamericanos el ámbito político se encarga de condicionar toda la peste que menosprecia, soborna y destruye el interés conservacionista de ayudar sin pedir nada a cambio.

Estamos resintiendo el déficit de programas ambientales que realmente valoricen la recuperación y la reutilización de la basura doméstica e industrial, porque los regímenes gubernamentales dependen de la Cultura del Consumo, del Derroche y del Descarte, para maximizar el grado de felicidad, confort y placer de sus engreídos habitantes. Aunque nos duela reconocerlo, si nuestros compatriotas latinoamericanos no son amenazados con el pago de unidades tributarias, con muchísimas horas de servicio comunitario, con la privación de libertad o con cualquier otra artimaña legal, pues nunca van a formar parte de la consecuente cadena del reciclaje.

Para colmo de males, los supermercados, abastos y demás comercios que ofertan productos de consumo masivo, rechazan la aplicación de mecanismos de devolución, acopio, almacenamiento y transporte, que garanticen la reutilización del plástico, vidrio, cartón, papel o metales obtenidos con las ventas al mayor y detal. Tan solo se vislumbra un frenesí de consumismo, que juega con el poder adquisitivo de los clientes, y no asume la culpa del libertinaje ambiental reinante.

Si bien muchos productos de primera necesidad, exhiben un símbolo ecológico que invita a depositarlos en un contenedor de basura, o a reciclarlos en una planta de tratamiento de residuos. El gran inconveniente, es que esa información gráfica se halla escondida en el empaque, envase o botella. Con alevosía, las transnacionales colocan la imagen de manera muy pequeña, casi imperceptible e ilegible para la vista del tradicional consumidor analfabeto. Se sabe que nadie va a leer ni a practicar el reciclaje. Los propietarios de los supermercados también se lavan las manos, asumiendo que toda la lista de deberes y derechos está explícita en la etiqueta de los artículos, por lo que no se sienten aludidos ante el semejante despotismo socio-ambiental causado.

Gran parte de las toneladas de la basura latinoamericana NO es biodegradable. La obsolescencia programada de la Madre Naturaleza, puede tardar de 5 a 1000 años en degradar todo el plástico que se mezcla con tintas artificiales, aluminios, resinas sintéticas, escombros de la calle y pulpa de celulosa. Por eso, mientras esperamos el lanzamiento del nuevo Iphone, del nuevo Galaxy, de la nueva Macbook, del nuevo Android y del nuevo Xperia, podríamos visitar alguna región de los ancestrales pueblos originarios, para pedirles perdón de rodillas a cada uno de nuestros hermanos indígenas, quienes son los más perjudicados por la sobreexplotación de los recursos naturales y por la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón), que va deforestando, contaminando y arrasando con la nobleza de los más inocentes.

La culpa no es de los chilenos, de los mexicanos o de los brasileños. Tampoco de los venezolanos, de los argentinos o de los ecuatorianos. Ni mucho menos de los colombianos, de los peruanos o de los bolivianos. Todos pero absolutamente TODOS los latinoamericanos, somos culpables del gran ecocidio protagonizado en el siglo XXI. Estamos ciegos, sordos y mudos, porque no recibimos clases de Educación Ambiental en nuestro proceso de aprendizaje escolar. Los profesores nos llenaban el cerebro con palabras en Inglés, con cálculos de Álgebra y con frases de Filosofía, pero nunca nos enseñaron a clasificar los residuos del desayuno, a reutilizar la tiza del pizarrón y a reciclar los hematomas del recreo.

La tendencia negativa en América Latina se agudizará en los próximos 15 años, a causa de la aglomeración del incontrolable e-waste, por la expansión de la chatarra de automóviles y neumáticos en terrenos baldíos, por el desaprovechamiento de la minería urbana para frenar la alta tasa de desempleo, por el hipnótico bombardeo publicitario que se transmite en los canales de TV, por la no masificación de centros de reciclaje que sean fácilmente localizables en las calles, por la no comercialización de productos fabricados 100% con materiales reciclados, y por la falta de diversificación de la matriz energética, que castigará con fuerza al horizonte ecológico latinoamericano, incrementando los niveles de polución por las emisiones de gases de Efecto Invernadero.

Como vimos a lo largo y ancho del informe, el reciclaje es una auténtica letra muerta para los gobiernos, las comunidades y sus lugareños. Los hogares latinoamericanos no separan la basura doméstica desde la fuente, ya sea por desconocimiento, conformismo o porque saben que el camión compactador del aseo urbano, se encargará de mezclar todos los residuos y estropeará la tarea del reciclaje.

Ya basta de infructuosos planes pilotos, de corruptos acuerdos bilaterales y de trilladas charlas dictadas el 17 de mayo, que jamás obligan a practicar el Conservacionismo. El libre albedrío del híper-consumismo, nos ahoga con tanta basura de los pies a la cabeza. Ojalá que podamos encontrar la llave y desbloquear el reciclaje en Latinoamérica, para que ya no sea un tema tabú, una piedra en los zapatos, o una mancha de sangre que germina en lo más profundo del bosque.

*Articulo tomado de: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Basura-Residuos/El-problema-de-la-basura-en-las-calles-latinoamericanas

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La batalla ecológica de los pueblos originarios

Por.  Carlos Ruperto Fermín

El modo de vida establecido por nuestros queridos hermanos indígenas se ha convertido en una historia llena de antagonismo. Sus corazones bañados en sabiduría celestial, no pueden evitar que los gobiernos y las transnacionales se adueñen de los ancestrales recursos naturales. Parece ser un pecado, venerar los milenarios territorios que evocan la fertilidad del planeta Tierra, dejando en un mar de tinieblas el hermoso legado de la cultura aborigen.

No podemos vivir ajenos a esa trágica realidad. Los latinoamericanos somos los hijos predilectos de la Pachamama. Nacimos del amor que florece en el campo, de la semilla que aviva la ilusión del fruto fresco, y de la brisa que asolea el claroscuro de la mañana. Pero, se nos hace difícil reconocernos como hombres y mujeres de estirpe criolla, mulata y mestiza. Cada década se magnifica la pérdida del sentido de pertenencia y se agudiza el grave proceso de transculturación. El respeto hacia las comunidades indígenas se deteriora por culpa de una inhumana Sociedad Moderna que rechaza la paz, la armonía y la tolerancia.

Nos preguntamos: ¿Por qué si los pueblos originarios defienden los ecosistemas y la biodiversidad universal, tienen que vivir presos del miedo ante la persistente amenaza de los megaproyectos neoliberales extractivos? Vemos que el fuego, el aire, el agua y la tierra, ya no representan los cuatro genuinos elementos de la Naturaleza, debido a que la horda genocida y etnocida del dios dinero, sólo piensa en lucrarse gracias a prácticas ilegales que deforestan, contaminan y polucionan el Medio Ambiente. Es una batalla muy injusta, que oprime la voluntad y el deseo de los pueblos originarios, en seguir disfrutando del milagro fortuito de la vida, sin caer en la legendaria tentación del sueño americanizado.

Domar la razón requiere de esfuerzo, y por eso los latinoamericanos no somos capaces de volvernos empáticos con los problemas ambientales que aquejan a las tribus indígenas. Encontramos la felicidad en un atractivo Iphone 6, en un famosísimo muro en Facebook, en un blooper subido a Youtube, en una impresionante Playstation 4 y en un poderoso Peugeot 208. Pero cuando el precio del materialismo se paga con el historial de valores aprendidos en la vida, nos quedamos endeudados, de brazos cruzados y con la cabeza gacha a punto de presionar el gatillo.

No es fácil recobrar la conciencia ecológica, y ser solidarios con el glorioso clamor de los incas, de los mayas y de los aztecas. Sabemos que los ciudadanos no aprovechan la apertura del conocimiento devenida con la tecnología del siglo XXI, para dedicarse a investigar con entusiasmo sobre nuestra rica identidad cultural, y así exigir respeto por la soberanía indígena y sus chamanes.

Vivimos esclavizados al pin del Blackberry, a los mensajitos por WhatsApp y a las conversaciones vía Skype. Por eso, cada día enfatizamos el sistemático aislamiento social, que se incrementa a causa del exagerado crecimiento urbanístico, el cual nos aleja más y más de las raíces autóctonas de los indígenas, destruyendo la posibilidad de convivir dentro de un modelo de sostenibilidad y sustentabilidad ambiental.

A nadie le importa que la industria de las telecomunicaciones asalte la laguna de Sinamaica, la comuna de San Pedro de Atacama o el departamento del Valle del Cauca, para colocar una gigantesca torre WiFi, una antena parabólica de TV y un transmisor de señal FM, en medio de las proverbiales zonas rurales que pertenecieron a los pueblos originarios. No obstante, todos los clientes foráneos gozarán con la alta conectividad inalámbrica, con los miles de canales satelitales y con los divertidos programas radiales, a expensas de menguar la calidad de vida de las familias campesinas e indígenas que allí habitan, por las constantes vibraciones electromagnéticas y las células cancerígenas que asfixian sus espacios naturales.

Probablemente sentimos muchísima rabia citadina, al ver que la esperanza de vida de los indígenas verdes y silvestres, es mayor que la percibida por los individuos fashion de las metrópolis. Aunque los pueblos originarios no son adictos a las pastillas de Bayer, Novartis y Pfizer, ellos emplean las plantas medicinales que nos regala la Naturaleza para curar las dolencias, sin tener que pagar grandes sumas de dinero en clínicas, operaciones, consultas y récipes médicos.

Se enferman menos y viven más. Una paradoja que invita a reflexionar sobre la neurosis desencadenada a nivel global, por un irracional estilo de vida que somatiza el embotellamiento vehicular, las discusiones de pareja, el bombardeo publicitario, la competitividad laboral, los berrinches de los niños y los inconvenientes personales.

Es común que nos quedemos ciegos, sordos y mudos, si se trata de vocalizar la herencia recibida por la lengua quechua, ya que tenemos un complejo de inferioridad producto del consumismo, de la televisión basura y de los antivalores adquiridos con el paso de los años. Surgen las interrogantes. ¿Será que somos cobardes, inmaduros o simplemente una manga de ignorantes? ¿Por qué rechazamos con tanta frialdad la sangre que corre por nuestras venas?

Pese a que los indígenas no usan zapatos Converse, perfumes de Armani y camisas de Tommy Hilfiger, se ven mucho más elegantes y originales con un precioso Huipil, Guayuco, Cushma o Quechquémel. Tampoco visten uniformes militares plagados de cascos, insignias y medallas a los costados, que aprueban las bombas, los tanques y las granadas de la guerra estadounidense. Y ni siquiera se inyectan botox, colágeno o ácido hialurónico para ocultar las arrugas y las manchas del rostro, pues los pueblos originarios ensalzan la presencia de los ancianos por la vasta experiencia alcanzada en sus trayectorias de vida, y no terminan envejeciendo en la soledad de los fríos centros geriátricos.

Si fuéramos un poquito más inteligentes, tal vez comprendiéramos que al rechazar el tambor de crioula, la trutruka o la flauta de caña que musicaliza una colorida danza precolombina, por el capricho de lucir un teléfono androide, una MacBook o una llave USB que boicotea una fiesta de cumpleaños, estamos negando la constelación generacional que todos llevamos por dentro, ya que luego de nacer, crecer y desarrollarnos en una región planetaria específica, adoptamos un rasgo bioquímico distintivo que no puede ser borrado de nuestro ADN, por el simple hecho de expatriarnos y vivir frente a la corrosiva Estatua de la Libertad.

No hay duda que el Imperialismo yanqui y sus tentáculos hispanoparlantes convirtieron el incansable espíritu de lucha de un valiente “indio”, en una palabra despectiva, ofensiva y denotativa de la errática idiosincrasia que ostenta el Nuevo Orden Mundial. Salimos de la casa llenos de envidia, resentimiento e hipocresía, mientras nos atosigamos en la calle con hamburguesas de McDonald ‘ s y gaseosas de Coca Cola, para después regresar al hogar y dormir un par de horas, en espera de repetir la misma deprimente rutina hasta el cansancio. Por el contrario, el mal llamado “indio” supera las adversidades del destino siendo fiel a su ideología pacifista, altruista e introspectiva, en la que se comparten las alegrías y se lloran las desgracias, nunca guardando rencores que envenenan los confines del Universo, y siempre resplandeciendo junto a la cálida luz del Sol.

Una enseñanza holística que pocos se atreven a meditar en silencio, ya que nuestro acelerado ritmo de vida no permite detenernos por un instante, y separar la verdad de las peligrosas mentiras que coexisten en el entorno. Quizás sentimos una gran envidia por el coraje de Kukulkán, que carcome el cuerpo y el alma de los lacayos más débiles. Lo afirmamos, pues existen muchísimos compatriotas latinoamericanos que suprimieron por completo las costumbres y las tradiciones de los pueblos originarios, eligiendo festejar el 4 de julio al ritmo de los brillantes fuegos artificiales.

Para ellos, los indígenas son parte de civilizaciones extintas yacidas en las aburridas páginas de los libros de antropología, que jamás se atrevieron a leer durante la formación académica obtenida. No olvidemos que la cultura indígena ha sido menospreciada y eliminada del pensum de estudio que cursan los jóvenes en América Latina, refiriéndonos a todos los centros educativos privados que prefieren enseñarle a los niños el pensamiento capitalista del Tío Sam, por encima del valor humanista que resalta las virtudes de la Madre Tierra.

Es escalofriante observar el grado de indiferencia que demuestra la colectividad, en quebranto del patrimonio cultural nativo. Muchas veces viajamos por estados, ciudades y municipios de nuestros países, cuyos nombres se relacionan directamente con ilustres caciques indígenas (Arecibo, Guairá, Maracaibo, Arichuna, Capiatá, Baruta, Tabasco, Arauco, Guaicaipuro, Caricuao, Tonaya, Manaure, Guamá, Chacao, Maturín, Abayubá, Yaracuy, Guayaquil). Ellos defendieron hasta la muerte la territorialidad de esos pueblos y evitaron en lo posible, que los colonizadores españoles y los invasores extranjeros saquearan el oro y la plata.

Pero, somos incapaces de estimar ese invaluable sacrificio de antaño y seguir honrando a quien honor merece. Es por tanta apatía del prójimo, que en pleno siglo XXI se continúa facilitando la entrada de empresas mineras, petroleras y gasíferas, que saben la ubicación exacta de esos anecdóticos territorios, para empezar sin titubeos con la intromisión, el despojo y la aniquilación de las comarcas indígenas.

Una sangrienta calamidad que las agencias de noticias oligarcas soslayan en los contenidos informativos que transmiten a diario, pero que nosotros explicaremos con objetividad basándonos en sucesos acaecidos recientemente, en aras de reivindicar los derechos y pedir justicia a favor de la resistencia indígena latinoamericana. Por ejemplo, las comunidades nativas de Pampa Hermosa, de Nueva Jerusalén y de Pichanaki, han tenido que ejercer acciones de protesta en Perú para aplacar el despotismo de la empresa argentina Pluspetrol, que con sus actividades exploratorias en busca de gas, con sus derrames de hidrocarburos y con sus tácticas dilatorias, está afligiendo el equilibrio ecológico de la Amazonía peruana.

Es tan espinoso el desastre ambiental que provoca la codicia de las transnacionales, que los indígenas ecuatorianos tuvieron que acudir a la Corte Penal Internacional, para denunciar el archiconocido ecocidio perpetrado por Chevron-Texaco, que sigue socavando los recursos naturales de las casi desaparecidas tribus originarias. Una situación similar se vive en Colombia, donde la guerrilla, el narcotráfico y las multinacionales, se encargan de destruir las tierras con la complicidad del gobierno neogranadino, que otorga las licencias sin pensar en la vida de los pueblos ancestrales, tal como lo hizo la Concesionaria Yuma para empezar a construir la Ruta del Sol sector III, la cual ya arremetió contra más de 50 espacios sagrados que adoraban los indígenas Kankuamos, Arhuacos, Wiwas y Koguis en la Sierra Nevada de Santa Marta.

En paralelo, el gobierno paraguayo tuvo la osadía de respaldar la prospección geológica impulsada por el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones, que tiene como hipocentro el paisajístico Cerro León enclavado en el Parque Nacional Defensores del Chaco, donde habita el aguerrido pueblo Ayoreo que sufre por todos los abusos cometidos dentro de su majestuosa territorialidad. Mientras que la tribu Yaqui en suelo mexicano remó contra la corriente para frenar el proyecto del Acueducto Independencia, el cual ha trasvasado millones de metros cúbicos de agua desde la cuenca del río Yaqui a la del río Sonora, sin considerar el derecho fundamental de acceso a fuentes de agua limpia que tienen los habitantes indígenas, quienes podrían quedar sin una gota del mercantilizado vital líquido.

Recordemos que la Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático (COP20), desarrollada en Perú durante el mes de diciembre del 2014, fue un total fracaso para el porvenir de los pueblos autóctonos, ya que desde el rebuscado “pabellón indígena” utilizado como puente comunicacional para escuchar las voces de las tribus nativas, no se atendieron en absoluto los reclamos expresados por los grupos étnicos que asistieron al lugar. Vale aclarar que la descomunal quema de combustibles fósiles por parte de los consorcios internacionales, viene intoxicando el modus vivendi de las comunidades indígenas, pues se afecta la calidad del Medio Ambiente debido a las emisiones de gases de Efecto Invernadero.

De hecho, ninguna de las exigencias presentadas por los pueblos originarios fueron plasmadas en los célebres “diez campanazos” dados a conocer tras la mencionada conferencia, y que supuestamente demuestran el rotundo éxito conseguido en la financiada cita empresarial.

Además, los líderes indígenas están siendo asesinados en varias provincias de Latinoamérica, porque intentan salvaguardar los recursos naturales de sus territorios. En países como Venezuela, Perú, Brasil, Guatemala, Colombia, Nicaragua y México, se intensifican los secuestros, las agresiones físicas y los sicariatos de figuras indígenas, que no dan su brazo a torcer por el gran amor que sienten hacia la Pachamama. Tenemos el lamentable caso del pueblo Garifuna en Honduras, que visualiza como los sembradíos de droga, el contrabando, los agro-combustibles, el desalojo forzado de tierras, el turismo genocida, las mafias sindicales y el crimen organizado, han matado la sonrisa de la bella mujer afrodescendiente.

A su vez, en febrero del 2015 los indígenas Ngäbe en Panamá refutaron el proyecto Hidroeléctrico Barro Blanco, debido a que violaba los principios de la constitución panameña, que resguarda los territorios indígenas e impide que sean privatizados o enajenados. Cabe destacar que Panamá es el país centroamericano que ha perdido con mayor rapidez su identidad cultural, siendo el resultado de un atroz proceso de transculturación, que convierte la semilla del Sterculia Apetala en kilométricas infraestructuras comerciales, edificios y autopistas.

Por otro lado, una serie de estancieros en la Patagonia ocuparon tierras de los mapuches de forma ilegal, perjudicando a los indígenas de Comallo y Zapala que padecen la transgresión a la Ley Nacional 26.160, la cual se halla vigente en la geografía argentina y prohíbe desalojar a los pueblos originarios de sus tierras. De igual manera, el Consejo Autónomo Ayllus Sin Fronteras que labora en Chile, denunció la profanación del cementerio indígena prehispánico de Topáter durante el mes de enero del 2015, tras la irrupción de una motoniveladora a cargo de la empresa Aguas Antofagasta, que causó un profundo daño arqueológico en la hierática zona que data de hace 2.500 años AP.

Hasta la fecha, ningún ente gubernamental chileno ha condenado públicamente ese delito socio-ambiental, y no se enjuiciaron a los seres inescrupulosos que llevaron a cabo la degradación de la superficie, evadiendo el marco reglamentario de la Ley 17.288 que deja bajo tuición y protección del Estado a los cementerios aborígenes. ¿Por qué no se cumplen las leyes que defienden el legado de los pueblos originarios? ¿Qué pasaría si la motoniveladora en vez de romper el arte de los indígenas, hubiera tumbado una enorme torre WiFi que interconecta a millones de chilenos? Seguro que la nefasta noticia sería un “trending topic” en Twitter, y todos los cibernautas del resto del Mundo, se burlarían de la mala suerte que envuelve a los usuarios chilenos.

A lo largo del artículo vimos que los indígenas son engañados y traicionados por los corruptos gobiernos de turno, que le dan la espalda a sus propias raíces culturales. No son tomados en cuenta por los organismos ministeriales al aprobar o rechazar los megaproyectos extractivos, evitando realizar los estudios de impacto ambiental y las consultas públicas necesarias, para evaluar la opinión de los pobladores antes de iniciar los trabajos con maquinaria pesada. Son considerados una “minoría étnica” que entorpece los jugosos contratos que traen consigo las transnacionales, los inversionistas y su macabro escuadrón de ataque.

Queda claro que la cosmovisión tiene sus días contados en el planeta Tierra, por la agresiva globalización del orbe y la salvaje desidia ambiental, que deja ardiendo los ojos, las lágrimas y el llanto del indígena. Esta noche prendamos una vela aromática de optimismo, e iluminemos el futuro conservacionista de los victoriosos pueblos originarios.

Fuente original: http://ekologia.com.ve/

Imagen tomada de: http://hechoecologico.weebly.com/uploads/1/8/5/3/18533360/3510231.jpg?507

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Contaminación mental en tiempos de canibalismo ambiental

Por: Carlos Ruperto Fermín

Durante los milagrosos 365 días del año, existe una luz de inconciencia gravitando en el Medio Ambiente, que tanto los niños como los jóvenes y los adultos, no son capaces de reconocer por sus propias voluntades, para alcanzar una mejor calidad de vida.

Todos los días dormimos en la cama con nuestro querido Smartphone, recibimos la eucaristía con un sabroso cordero en el estómago, bailamos reguetón frente a la cara de los más pobres, compramos hasta morir en los divertidos centros comerciales, olvidamos el legado de los aburridos pueblos originarios, respiramos el tremendo smog del alérgico semáforo, y omitimos la regla del método anticonceptivo.

Queda claro que la costumbre nos transforma en humanos robotizados. Primero adoptamos una sofisticada tendencia social, que dicta el esquema de nuestra cotidianidad. Y luego adaptamos ese rutinario esquema social, en todas las actividades ordinarias que realizamos a diario.

Es como llevarse a la boca una hamburguesa, y comerla con una lengua sin papilas gustativas. Sabes que estás comiendo carne, pero no puedes identificar el sabor de la carne. Por desesperación, seguiremos comiendo, masticando y tragando, para encontrarle el gusto a la grasosa hamburguesa. Pero al final del incontrolable deseo de satisfacer a nuestro paladar, degustaremos un trastorno obsesivo compulsivo que jamás se dará por vencido.

Por miedo a la derrota, nunca caemos rendidos en la tumba. Por miedo a la soledad, nos reproducimos a cualquier hora y en cualquier colchón. Y por miedo al fracaso, nos apuñalamos con los billetes ensangrentados del éxito.

No hay duda que nuestros brillantes cerebros, sufren las consecuencias de un legendario traumatismo craneal, que nos dejó ciegos, sordos y mudos, en un enfermizo proceso de Transculturación global.

Por eso siempre sabemos decir hola en Inglés, pero nunca sabemos decir hola en Quechua. Siempre podemos escribir hola en Inglés, pero nunca podemos escribir hola en Wayuunaiki. Y siempre conocemos el significado del Inglés, pero nunca conocemos el significado del Quechua, del Wayuunaiki y del Español.

Sin embargo, NO es obligatorio experimentar un choque frontal en la veloz carretera, para sentirnos accidentados y agonizando en nuestra propia vida. Es probable que la amnesia que borra todos los recuerdos del alma, sea la mejor respuesta ante un memorable estado de culpa. Y quizás formatear el disco duro de nuestra computadora personal, sea el primer paso para reconectarnos con la triste realidad lobular.

Gracias a la evolución de la Ciencia, sabemos que el hemisferio cerebral izquierdo, se encarga de controlar las funciones del lenguaje, escritura, numeración y lógica racional. Mientras que el hemisferio cerebral derecho, se encarga de proyectar los sentimientos, emociones, creatividad y expresiones artísticas.

Gracias a la involución de la Conciencia, sabemos que el hemisferio cerebral izquierdo, se encarga de comprar, vender e hipotecar los recursos naturales de la Tierra, con una intachable firma en la bolsa de valores. Mientras que el hemisferio cerebral derecho, se encarga de sonreír, aplaudir y fotografiar la firma del jugoso contrato, que los empresarios capitalizarán en el bosque.

Ambos hemisferios demuestran ser apáticos, ambidextros y analfabetos, cuando se trata de reflexionar sobre la crisis social, cultural y ecológica del siglo XXI.

Por desgracia, el omnipotente Sistema que carcome cada milésima de segundo, fue carcomiendo las últimas neuronas del segundero, y aunque usted ya NO quiere comportarse como un perfecto idiota, el Sistema te obliga a comportarte como un perfectísimo idiota.

Al Sistema no le importa apoderarse de tu dinero, pues le interesa apoderarse de tu discernimiento, para fácilmente obtener tu preciado dinero. Una vez esclavizada la cabeza hueca, el Sistema te convierte en un objeto de consumo masivo, en una mercancía al detal, y en una etiqueta de liquidación.

El Sistema es muchísimo más inteligente que un pulpo, por lo que sus infinitos tentáculos de acción y reacción, pueden hacerte calzón chino en plena luna de miel, pueden convertir el sueño americano en una gran pesadilla, y pueden contagiarte la enfermedad de la mediocridad.

Nos preguntamos ¿Cuál es el supuesto Sistema que te obliga a sacrificar el pobre intelecto? ¿Qué gana el Sistema esclavizando tu estilo de vida? ¿Quién o quiénes son los culpables de imponernos al Sistema?

Quizás sea culpa del Entorno, tal vez sea culpa de la Sociedad, o probablemente sea culpa del Fútbol. Puede que sea culpa de Jesucristo, puede que sea culpa de Mickey Mouse, o puede que sea culpa de Hitler. También podríamos culpar a la Madre Tierra, podríamos culpar a la Vía Láctea, y podríamos culpar al mismísimo Universo.

El Sistema es un cáncer que compra, corrompe y descompone a la Humanidad. Es como el diablo que se viste de santo, y le regala lecciones de ética y moral a su querido prójimo. Todos saben que el santo es realmente el diablo, pero nadie lo desmiente porque luce muy bien, porque dice lo que la gente quiere escuchar, y porque es muy generoso con su pueblo.

Siempre fingimos ser los reyes del ring de boxeo, y la culpa siempre debe caer y recaer en las manos de los adversarios. Cuando ganamos en la vida, la culpa es toda nuestra. El ego jamás comparte la victoria, porque le alzamos los brazos a la suerte, y todo el crédito de la película se lo lleva nuestro nombre y apellido.

Pero cuando perdemos en la vida, la grandísima culpa se la disputan los gobiernos de turno, los políticos corruptos, las loterías tramposas, los familiares envidiosos, los vecinos chismosos, los colegas del trabajo, los profesores malhumorados, los ladrones de oficio, los animales silvestres y las supremas deidades.

Algo o alguien siempre se lleva el grito, la ofensa, el mal de ojo, el empujón, el hematoma, la bala, la sangre, y las cenizas de todos nuestros problemas. Permitimos que lo externo defina nuestro interior, y en ese espacio y tiempo siempre hay cabida para la moda, la indiferencia, la traición, la violencia, la frivolidad y la codicia.

En los medios de comunicación social nacionales y extranjeros, se enaltecen los antivalores, la negatividad, y la putrefacción del todopoderoso Sistema capitalista.

Vemos que para domar y dominar a las masas, se va amasando una tentadora orgía de consumismo, sexismo y propagandismo, que se difunde durante las 24 horas del día en la televisión, en la radio, en la prensa, en la Internet y en las calles pavimentadas.

Los televidentes, los radioescuchas, los lectores, los cibernautas y los ciudadanos, son obligados a santificar la pornografía del espectacular show circense, mediante la compra y venta de todos los productos y servicios, que se comercializan con un longevo arsenal publicitario, el cual incluye la desinformación del morbo, del adulterio, del divorcio, del embarazo precoz y del aborto.

En un abrir y cerrar de ojos, la audiencia se vuelve adicta al sexo, a las drogas y al racismo, para ser cómplice de lo simple, de lo estúpido y de lo infame.

Las famosas redes sociales como Twitter, Facebook y WhatsApp, van maximizando el borreguismo de los tontuelos, ya que los usuarios necesitan un ficticio sentido de pertenencia, para no sentirse rechazados y aislados de la comunidad virtual, por lo que odiarán todo lo que el mundo odie, y amarán lo que todo el mundo ame.

Debido a que esos jóvenes tontuelos representan la popularidad, el Sistema festeja sus tonterías y los considera ovejas sagradas, para seguir idiotizando al resto del rebaño.

No olvidemos que somos inestables y débiles por naturaleza, por lo que cualquiera puede sembrar cotufas en nuestros cerebros. A medida que brotan las semillas del cultivo mental, vamos aumentando el precio y el valor de todas las sabrosas cotufas, buscando que nuestros pensamientos enriquezcan la tierra fértil, y así podamos venderle nuestra espiritualidad a la relatividad de los hechos.

Yo boté mucha basura en la calle, porque tenía mucha hambre. Yo prendí por muchas horas el aire acondicionado, porque tenía muchísimo calor. Yo malgasté mil litros deagua potable, porque tenía mucha sed de venganza. Yo asesiné a sangre fría, porque Dios todo lo perdona.

Ahora bien, cuando nos referimos a la contaminación ambiental, generalmente exponemos una serie de daños ecológicos que sufre el planeta Tierra, por culpa de los dedos abusivos, de las manos industrializadas, y de los brazos destructores de los inhumanos Seres Humanos.

Si lanzamos la moneda e inhalamos el dióxido de carbono, gritaremos ¡Bingo! con lacontaminación del aire.

Si lanzamos la moneda y quemamos la capa vegetal, gritaremos ¡Bingo! con lacontaminación del suelo.

Si lanzamos la moneda y envenenamos los ríos, gritaremos ¡Bingo! con lacontaminación del agua.

Si lanzamos la moneda y amplificamos los vidrios rotos, gritaremos ¡Bingo! con la contaminación acústica.

Si lanzamos la moneda y encandilamos el cielo nocturno, gritaremos ¡Bingo! con la contaminación lumínica.

Si lanzamos la moneda y desnudamos a la hermosa cerveza, gritaremos ¡Bingo! con la contaminación visual.

Si lanzamos la moneda y saturamos las redes inalámbricas, gritaremos ¡Bingo! con la contaminación electromagnética.

Si lanzamos la moneda y bebemos la lluvia ácida, gritaremos ¡Bingo! con la contaminación radiactiva.

Si lanzamos la moneda y la moneda no alza el vuelo, gritaremos ¡Bingo! con la contaminación espacial.

Pese a que reconocimos tantísimas fuentes de polución, creemos que la crisis ambiental se origina, va creciendo y se intensifica, con un tipo de contaminación que NO concentra la atención de las colectividades, escapando de la punzante línea del tiempo, y evadiendo la realidad del libre albedrío.

Detrás de la archiconocida contaminación ambiental, se halla escondida la gran Contaminación Mental, que es la madre de todas las contaminaciones en el planeta Tierra, representando el verdadero punto de partida hacia la autodestrucción planetaria, y situándose como el histórico obstáculo cognitivo que ha imperado a lo largo de las civilizaciones.

La mayoría de los Seres Humanos no reciclan los desechos sólidos, no practican la eficiencia energética, y no reducen el consumo del agua potable, porque se encuentran ecológicamente bloqueados por causa de una terrible contaminación mental, que los convierte en cosas apáticas, desechables y desleales, en el cuidado que ameritan los ecosistemas y la biosfera.

Millones de corazones a escala mundial, sufren las consecuencias físicas y psicológicas de la atroz Contaminación Mental. Los individuos de todas las edades son perjudicados con la presencia de estrés, migrañas, cuadros de ansiedad, hiperactividad, insomnio, depresión, frustración, gastritis, y muchísimas más alteraciones diagnosticadas por el saludable Sistema.

La Contaminación Mental infecta a los perversos corazones llenos de chips, apps y tags, que nunca tienen un megabyte disponible para instalar en sus cerebros la Educación Ambiental, y así descargar una visión conservacionista de un Mundo que se cae a pedazos, porque ni siquiera los virus informáticos son tan nocivos para la Pachamama, como los trágicos ecocidios que provocan los hombres y las mujeres de carne y hueso.

Aceptamos y aplaudimos la criminal deforestación, los gigantescos derrames petroleros, la extinción de la biodiversidad, la quema de combustibles fósiles, el uso de los agrotóxicos, los megaproyectos mineros y la demoníaca fractura hidráulica, porque NO comprendemos el significado y el significante del gran manuscrito Voynich.

Negamos la existencia del Calentamiento Global, porque jamás desenchufamos el freezer del tomacorriente. Negamos la existencia del Efecto Invernadero, porque hibernamos durante las cuatro estaciones del año. Y negamos la existencia del Cambio Climático, porque somos incapaces de observar los rayos del Sol.

No deseamos investigar, no podemos recapacitar, y no queremos sobrevivir.

Nuestra ignorancia socio-ambiental que afianza el desarraigo cultural, solo piensa en vestir muchísima más ropa fashion, en comer carne en restaurantes de comida rápida, en imprimir La Biblia con tres toneladas de hojas de papel, en conducir el carro último modelo por la selva asfaltada, en comer maíz transgénico para curar la borrachera, en sintonizar los canales de deportes internacionales, en bautizar a más engendros fecundados por el Tío Sam, y en seguir sobre-poblando el oscuro nido de la miseria.

El agresivo proceso de Transculturación que padecemos en la actualidad, se fue robando el santísimo sacramento del sagrado corazón. Los más fieles devotos de la Madre Tierra, se quedaron llorando de dolor sin fuerza, sin electricidad, sin agua, sin gas, sin techo, sin comida, sin amor y sin sueños.

Las cotufas vencieron a las neuronas, y las hamburguesas del Sistema exigen un nuevo teléfono móvil, una nueva tableta, una nueva laptop, una nueva videoconsola, un nuevo televisor, una nueva máquina tragamonedas, un nuevo árbol holográfico, una nueva descarga de piratería, y un nuevo androide para la artillería de guerra.

Todos estamos mentalmente contaminados, y el Sistema no se cansa de pisotearnos el cráneo con su magistral fatalidad. Así seguiremos cargando la cruz hasta el fin de los tiempos, salvo que por un segundo de la vida, te detengas a pensar un segundo en tu vida.

Pensar no es solo capricho de los dioses, tú también puedes despertar del siniestro letargo mental, y encapricharte con una vida mucho más responsable, sostenible y sustentable.

En vez de comprarte el maldito nuevo Iphone, puedes donar esa plata a una fundación que rescate a los perros y a los gatos de las calles. En vez de adquirir el maldito nuevo Galaxy, puedes donar esa plata a instituciones que ayudan a los lisiados sin hogar. En vez de fumarte un maldito nuevo Cigarrillo, puedes donar esa plata a una asociación que alfabetice a los más desamparados.

Imagina cómo sería el Mundo, si fuéramos un poquito más empáticos. Imagina cómo sería Latinoamérica, si fuéramos un poquito más solidarios. Imagina cómo sería la Vida, si fuéramos un poquito más altruistas.

Si ya no puedes imaginar, el Sistema ganó la apuesta del casino. Si ya no puedes rezar, el Sistema te apuñaló por la espalda. Si ya no puedes creer, eres el Sistema.

Te pedimos un mayor compromiso con el bienestar del Medio Ambiente, una mayor preocupación por el futuro de Gaia, y un mayor interés en compartir la gracia salvadora de la misericordia.

No dejemos que la maldad le gane a la racionalidad. Hoy es un buen día para hacer lo correcto, sin correr ningún riesgo. Si ayudas de corazón te sentirás mejor, y harás que otros hermanos se sientan todavía mejor.

  • tomado de: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Contaminacion/Contaminacion-mental-en-tiempos-de-canibalismo-ambiental
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Los dioses son ateos

El camino más difícil para llegar a la Tierra, sigue siendo un mágico misterio del Universo. Pero el camino más fácil para destruir los recursos naturales del planeta Tierra, sigue siendo un secreto a voces para toda la Humanidad.

Enredados en un pasado lleno de terrorismo ambiental, vivimos dentro de un trágico presente que augura noches de soledad, para el oscuro futuro que maleficia el corazón de los más solitarios.

Seguros del imperfecto descanso eterno, estamos construyendo la gran autodestrucción de la Pachamama, con ladrillos que bloquean el celestial azul esperanza, y con bombas que lagrimean el sangriento rojo hecatombe.

Era cuestión de tiempo para cruzar la línea de la delincuencia, de la perversión y del ecocidio. Todos los días la Madre Naturaleza nos demostraba que estábamos fatalmente equivocados, pero la vehemencia de una gran señal divina en el horizonte, nunca pudo bienaventurar el desgraciado paso de sus hijos mortales.

Penetrando la jungla como auténticos animales, fuimos agraciando la belleza del pecado, pensando que saldríamos ilesos de la tempestad meridional. Lluvias torrenciales en el desierto, racionalizaban la majestuosa sabiduría humana, pero muchísimas más lluvias torrenciales en el mismo desierto, ahogaron el delirante porvenir de los inteligentísimos Seres Humanos.

Derrotados en la jauría de los sueños rotos, cada espécimen empezaba a desconfiar de su propia especie. Atrapados en madrugadas con el sol de la ignorancia, despertaban ciegos en la inmensidad de un cabalístico bosque, donde las falsas promesas amargaban el dulce capricho de existir aquí y ahora.

Germinando la semilla de la locura, los hombres y las mujeres se arrastraban desnudos en el firmamento, para beber la miel de la pesadilla por aquellos gemidos de dolor, que afilaban los gritos de sufrimiento del ciervo, del cerdo y del leñador.

Por amor a la vida, nuestra querida Madre Tierra retiró la milenaria venda de los ojos, que entorpecía el andar de su inescrupulosa descendencia terrenal. Una nueva oportunidad de cambio resplandecía en El Ávila, mientras los amuletos de la buena suerte se derrumbaban de los árboles, y melancolizaban un agrio destino por recorrer en el alba.

Sin merecer el suspiro de gloria, los Seres Humanos hallaron la libertad y la felicidad que yacía en el iris de sus almas. Sentimientos de misericordia afloraban en tumbas profanadas, que desconocían el frenético ritual descalzo de Jungle Jitters.

La astucia homenajeaba a la peor de las tinieblas, y la inocencia de un espíritu sacro cometía el peor de sus errores.

Descubriendo la eureka del monumental paraíso, la Madre Tierra revelaba un sinfín de legendarios tesoros, que incluían océanos de ballenas, manglares de terciopelo, dunas de girasoles, arcoíris de mil colores, selvas de estrellas, aroma de rosas, colinas de turpiales y manantiales de salvia.

Pero la sombría sombra de la Humanidad, solo pudo observar un relámpago de envidia, un muelle de cadáveres, una billetera de xenofobia, un espejo fluorescente, una esvástica oxidada, un balón de fútbol, una rata abandonada y un silencio putrefacto.

Amplificando sus gloriosas neuronas, los terrícolas renunciaron al brillo de la colmena y beatificaron el ocaso del triunfo. Millones de monedas bañadas en oro, plata y bronce, caían súbitamente desde lo más alto del trono redentor. Entre saltos, golpes y empujones, los indomables cavernarios repetían la trágica escena del etnocidio, que segó la huella altruista de sus visionarios aborígenes.

Presos en la mezquindad del egoísmo, los conquistadores de la Amazonía se perdieron en un festival de erotismo, que giró la brújula a favor de la desolación taciturna, y que incendió las grietas de la castísima Trinidad.

Nublados por el encanto de la muerte, los renegados energizaban sus derrotas con una trifulca de huesos, que simbolizaban el fruto ateísta de una generación condenada al fracaso.

Orquestando la sinfonía de los profundos temblores, seguía creciendo la maleza de aristocracia en el valle de los enfermos. Los buenos preludios se mezclaban con los malos presagios, y los oseznos se arrepentían en las tortuosas cuevas de piedras.

Rompiendo las barreras biológicas, la supervivencia del más fuerte volvía a reventar los párpados de la sensatez. Cada huérfano de madre buscaba su propia fortuna, y cada huérfano de padre buscaba su propia salida. Ambos tallaron sus despiadadas garras en los confines de una roca caliza, que esculpiría con rabia la arrogante traición a la patria.

Fascinados por el clamor popular, los protagonistas del desastre cayeron rendidos en altamar, sin la posibilidad de redención, de inflexión y de perdón. Las leyendas que ajusticiaban el camino de los más débiles, se deslucían con el polvo de la clásica indumentaria de guerra.

Todos mordieron el anzuelo, desenfundaron las armas, y cavaron el hoyo de sus criptas existenciales.

Con la destrucción de los virtuosos paisajes, la Madre Tierra volvería a teñir de negro los ojos de sus hijos mortales, vendando la miseria y vetando la fiereza de sus antagónicos engendros.

Liberados del promiscuo karma, otra vez los Seres Humanos se arrastraron desnudos en la plenitud del firmamento. Ahora gozaban de espectaculares fiestas taurinas en la cúspide del piedemonte romano, donde los cretinos agitaban la picardía de sus últimas cuerdas vocales, que replicaban el catastrófico sonido de un prematuro adiós.

Embelesados en doce campanadas de eufórica elocuencia, cada psicópata entonaba su discurso de inmaculado respeto ambiental, que se humedecía con el vendaval de carbón empapelado, y que se engrasaba con el cónclave de azufre en la chimenea de la Iglesia.

Los esclavos mentales siempre aplaudían las mentiras del Emperador, y detrás de cada alabanza, reverencia y pantomima, se escondía un vagabundo, dos limpiabotas y tres sidosos, que fueron marginados a limosnear, a trapear y a contagiar sus bajezas, en los cementerios olvidados por el resto de los comulgantes.

Fue así como los fieles devotos eclesiásticos, se convirtieron en los grandes responsables del actual infierno planetario.

Incapaces de apreciar el fuego de la realidad que agonizaba frente a sus ojos, los pueblerinos padecieron infinitas noches de soledad, hambre y sed, por el impuntual advenimiento de tormentas de frío, abrasivas olas de calor, plagas de mosquitos industriales, tifones de humillación y hogueras de agrotóxicos.

Los santos encorbatados jamás intercedieron por el bienestar de sus feligreses, y con una hermosa sonrisa en el oasis de sus mejillas, vomitaron con recelo sobre el avasallante pandemónium de la Tierra.

Sin el castigo de los dioses, sin la voluntad de los credos y sin el llanto de los lamentos, el poder supremo recaía en las manos de las mejores supersticiones.

Venderse al mejor precio ganó la batalla ecológica, y el pensamiento crítico fue crucificado en los brazos del capitalismo, del consumismo y del idiotismo. Pocos individuos sobrevivieron a la vanguardia sexista, que a puerta cerrada compraba los pies de los más pobres, y desde la azotea mercadeaba la mugre de los más ricos.

La lucha de clases extinguió el rugido del tigre de papel, y contar la historia de civismo desde el origen de las civilizaciones, obligaba a narrar la criminal estampida de la extinta civilización humana.

Hasta un ciego podía predecir el caos global de la Pachamama, y hasta un invidente podía hipnotizar los ojos de la vil Sociedad Moderna. Pero es muy difícil generar destellos de introspección, en un Mundo donde se aprende con el látigo de la corrupción, y se educa con los antivalores del mercenario.

Por eso, a cada instante le robamos el refugio de vida a una maravillosa fauna, que se queda divagando en las calles de la nada. Los mercenarios siempre arrebatan el techo, el sustento y las ilusiones de los ángeles, con un gigantesco arco minero que agiganta el oleaje del inevitable tsunami.

Un idolatrado clima de intolerancia ambiental, que el extractivismo y el corporativismo de las grandes transnacionales, va rentabilizando con el idolatrado dinero orgánico de los inorgánicos charlatanes de turno.

Es cierto que el planeta Tierra es nuestro hogar común. Un lugar que debemos cuidar como si fuera nuestra propia casa. Limpiarlo, quererlo, organizarlo. Pero la sana convivencia entre los miembros de la sagrada familia, se transformó en una misión ecológicamente imposible de alcanzar.

Insensibles enemigos que comparten una misma violencia, en cuatro malditas paredes frisadas de basura doméstica, de electromagnetismo cancerígeno, de acoso escolar, de hipocresía acondicionada, de infertilidad en la cama, de politiquería barata y de alegrías a cuenta gotas.

Con esfuerzo, sacrificio y humildad, quizás algún día volvamos a recuperar la vista pacifista, que doblegará el orgullo de aquella orgullosa venda en los ojos. Tal vez sacudir nuestro camión de tropiezos, nos devuelva la punzante mirada conservacionista. Es probable que el enjambre de luciérnagas, termine iluminando el crisol de la luna menguante.

Necesitamos que el túnel del abismo, se canse de reprimir tanta oscuridad. Necesitamos que la Educación Ambiental venza al analfabetismo. Necesitamos un milagro de conciencia ciudadana.

Pero sin un papiro en el bolsillo, sin madera en el grafito, y sin una pluma en la garganta, será imposible cantar victoria hasta el fin del Universo.

Ecoportal.net

Ekología

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Fuente del Artículo:

http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Educacion-Ambiental/Los-dioses-son-ateos

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El miedo al reciclaje

Por: Carlos Ruperto Fermín

Los latinoamericanos sentimos un profundo miedo hacia el Reciclaje. Es como si reciclar fuera una película de terror, un enemigo fantasmal o una tremenda maldición, que llenará de mala suerte a todas las inocentes víctimas, que cometan el gravísimo error de separar los desechos sólidos generados a diario.

Es tan grande nuestro miedo al Reciclaje, que cada año producimos más de 200 millones de toneladas de basura, para que las infinitas botellas de plástico, los vidrios rotos, las cajas de cartón, los metales oxidados, las láminas de poliestireno expandido y los periódicos sucios, sigan aplaudiendo la extrema contaminación en los pueblos de América Latina.

Fue tanta la destrucción ambiental en nuestro continente, que la gente afirma haber visto al misterioso señor Reciclaje, un ser extraterrestre de apariencia sobrenatural, que camina despacio por las principales calles latinoamericanas. No sabemos si es un mito, una fábula o una leyenda popular, pero dicen que el señor Reciclaje solo quiere aleccionar a los lugareños, sobre el problema de la deforestación en los bosques, la polución del aire por la industrialización, la extinción de la biodiversidad por la sequía, y la toxicidad de las fuentes de agua para el consumo humano.

Según el diccionario la palabra Miedo significa la angustia, el recelo, o la desconfianza que un individuo puede llegar a experimentar, por causa de un peligro real o imaginario. Mientras que la palabra Reciclaje se define como el proceso fisicoquímico o mecánico, que transforma los materiales usados en nuevos productos para su posterior reutilización.

Nos preguntamos ¿Es justificable nuestro miedo al reciclaje? ¿Reciclar puede considerarse un peligro real o imaginario para la población? ¿Por qué sentimos tanta desconfianza hacia el reciclaje?

Basta con observar al escalofriante señor Reciclaje en la calle, para que la gente salga corriendo despavorida del lugar. Es como si fuera la reencarnación del mismísimo Diablo. Las personas se horrorizan cuando la voz del señor Reciclaje, les pide con humildad que NO boten la basura en la plaza, en el parque o en la playa. Algunos gritan con desesperación ¡Auxilio! ¡Socorro! ¡Ayúdenme! Otros se desmayan, alucinan, o hasta son trasladados de urgencia al hospital.

Siguen escapándose los años más bonitos del planeta Tierra, y el temor de reducir, reutilizar y reciclar las montañas de desperdicios, que se van acumulando con rapidez durante las 24 horas del día, viene atormentando el pensamiento de los asustadizos Seres Humanos.

Ellos sufren noches de insomnio, pesadillas y náuseas, cada vez que el señor Reciclaje se atraviesa en una calle ciega, en un programa de televisión, o en un ensayo literario.

Pero debemos saber que reciclar es amar la vida, es cuidar la Tierra, y es preservar la Humanidad. Si usted no recicla la basura que genera en su entorno, es porque no valora su propia existencia, no respeta los recursos naturales, y no comprende la magnitud del daño ecológico ocasionado.

Reciclar es ser creativo, pero somos un clan de mediocres. Reciclar es ser responsable, pero somos una horda de irresponsables. Reciclar es ser consciente, pero somos una tribu de fariseos.

Reciclar es pensar en un mejor futuro para todos, pero todos estamos atrapados en los errores del pasado. Reciclar es para los más valientes, pero somos un concierto de cobardes. Reciclar es mirar fijamente el iris del Sol, pero siempre esquivamos la mirada de la Luna.

Reciclar es abrir las puertas del corazón, pero siempre dormimos en el sueño de Morfeo. Reciclar es llorar la derrota del enemigo, pero siempre congelamos las lágrimas de la victoria. Reciclar es pedir perdón de rodillas, pero somos incapaces de reconocer nuestras equivocaciones.

Reciclar es endiosar un libro, pero rezamos con las leyes del analfabetismo. Reciclar es romper las banderas que roban el credo, pero creemos que nuestra bandera es la mejor de las banderas. Reciclar es la paz, pero somos adictos a la guerra.

Reciclar es ayudar al enfermo, pero sonreímos con la indiferencia. Reciclar es respetar la vida de los animales, pero comemos carne como verdaderos animales. Reciclar es ser positivo, pero elogiamos lo negativo.

Reciclar es tener voluntad de cambio, pero somos tercos por naturaleza. Reciclar es dar los buenos días al prójimo, pero somos buenos verdugos de la Naturaleza. Reciclar es un auténtico don, pero somos un fuerte dolor de cabeza.

Reciclar es hacer lo que decimos, y no simplemente decir lo que haremos. Reciclar es practicar el reciclaje, y no practicar la verborrea. Reciclar es un proceso inclusivo, y no una competencia exclusiva. Reciclar es para todos, pero todos evitan ejercitarlo.

Reciclar es ahorrar la energía eléctrica, pero siempre derrochamos la electricidad. Reciclar es comprar con sentido común, pero compramos con sentido consumista. Reciclar no es para los ángeles del cielo, pero tampoco para los capitalistas del infierno.

Reciclar es ser coherente, aunque todo parezca incoherente. Reciclar es la mejor de las drogas, porque la basura vale su peso en oro. Reciclar es perfumar un jardín de rosas, cuando las cenizas bloquean tus pulmones. Reciclar es la libertad, pero vivimos presos en la ignorancia.

Reciclar es ahorrar el agua potable, pero derrochamos cada gota del vital líquido. Reciclar es fortalecer las virtudes, y potenciar las debilidades. Reciclar es saber que no sabemos nada, aunque pensemos saberlo absolutamente todo. Reciclar es celebrar el 17 de mayo, por encima del 28 de diciembre.

Reciclar es la paciencia en un Mundo de impacientes. Reciclar es donar sangre, para salvar una vida. Reciclar es lograr la independencia, sin asesinar a los soldados. Reciclar no es una elección, es una obligación.

Es muy difícil vencer la raíz de los miedos, sobre todo, si fueron adquiridos en el período de la infancia. Crecimos sin Educación Ambiental en la escuela, en la casa y en la oficina, por lo que la Cultura del Reciclaje no es una prioridad en los países latinoamericanos, y no hay sentimiento de culpa que nos haga cambiar de opinión.

La fobia se propaga con los camiones del aseo urbano, que recogen la basura desclasificada y esperan que las llamas del fuego nocturno, vayan quemando cualquier huella dactilar del ecocidio perpetrado. Por eso, el efecto invernadero del gas metano, aumenta con locura en horas de la madrugada, expandiendo su caluroso hedor en los vertederos a cielo abierto, en los rellenos sanitarios y en las iglesias adyacentes.

Vemos que los gobiernos latinoamericanos no pueden reducir las altas tasas de desempleo, porque la desocupación laboral no sabe que la minería urbana, es la clave para transformar el consumismo tecnológico en sustentabilidad ambiental, porque la pasividad laboral no sabe que con una botella de Tereftalato de polietileno, se puede crear una empresa de manualidades con talento de exportación, y porque la crisis laboral no sabe que con la mágica armonía ecológica, se consiguen con facilidad los votos del domingo electoral.

Queda claro que el señor Reciclaje es un estorbo para la Sociedad Moderna. Vivimos en una colectividad lo suficientemente violenta, frustrada y borrega, como para seguir alimentando el miedo en contra del rey de reyes. No hay psicólogo, psiquiatra o poeta, capaz de curar la enfermedad mental que sufren los millones de hombres y mujeres, que se niegan a recibir la medicina del Conservacionismo dentro de sus cerebros.

Es más fácil contraer nupcias, procrear hijos biológicos y poblar un saturado planeta Tierra, a punto de estallar con los trillones de materiales sintéticos e inorgánicos, que tardarán milenios en biodegradarse por completo, y que tardarán una eternidad en devolverle el rostro a la Pachamama.

Creemos que el miedo al reciclaje, es realmente el miedo a la vida, a los sueños y al progreso. Para perder el miedo a lo desconocido, debemos fomentar el uso de los contenedores de basura, la apertura de los centros de acopio en zonas de alta concurrencia, la instalación de las plantas de tratamiento de los desperdicios, y la utilización de los productos reciclados por parte de la ciudadanía.

Es importante que las comunidades y sus habitantes, trabajen en mancomunidad y respalden el crecimiento endógeno de los pueblos, mediante la gestión integral de los desechos sólidos, y la protección blindada de nuestro Medio Ambiente.

Ecoportal.net

 

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Coca Cola: 100 años enfermando a la gente

Por: Carlos Ruperto Fermín

“No es 100 años vieja, sino 100 años joven y 100 años nueva”. Con esas erráticas palabras la transnacional estadounidense Coca Cola, festeja el centenario de su icónica botella de vidrio Contour, que desde el año 1.915 viene lavándole el cerebro a toda la Humanidad, destruyendo la salud de sus inocentes víctimas, contaminando los recursos naturales del Medio Ambiente, y adorando ciegamente a la chispa del dios dinero, que le paga con religiosidad las infernales estrategias de marketing.

Aunque comenzó siendo vendida en las farmacias de Estados Unidos, el tónico cerebral Coca Cola generaba una gran adicción al juntarse con la saliva, con la lengua y con la garganta de sus hipnotizados pacientes, por lo que el espíritu capitalista del farmacéutico Pemberton, convertiría el codiciado jarabe para la tos en el famoso refresco americano, que representa la máxima expresión cultural del gran pueblo estadounidense.

¿Por qué es tan oscuro el líquido de la Coca Cola? Si bien Samuelson intentó disimularlo con la elegancia de una silueta curva en relieve, no pudo limpiar la sucia imagen de la botella americana, que sigue siendo imposible de mirarla fijamente a los ojos, porque desconocemos el grosor de las cicatrices que burbujean en su turbio corazón. Yo me quedo admirando la forma y el fondo de la Coca Cola, solo para preguntarme ¿Cómo es posible que la gente ingiera litros y más litros de la atrofiada pócima mágica? Seguro que Dalí, Warhol, Baker y Rockwell se arrepienten de haber manchado el óleo y la tinta de sus obras de arte, con el simplismo taciturno de la estampida del buey.

Si no entiendes el significado de mis laicas palabras, es porque te encanta beber y eructar con una refrescante Coca Cola en la palma de tu mano, mientras te rascas el trasero lleno de flatulencias y hemorroides con el imperdible control remoto, esperando disfrutar la televisión basura que entretiene desde el cómodo sofá de tu hogar.

Dicen que el Universo es tan infinito como la ilimitada estupidez humana. Agua para que florezcan las plantas del soleado jardín, y Coca Cola para enfermar nuestros envejecidos cuerpos. La gente ya no distingue el bien del mal, el amor del odio y la verdad de la mentira. ¡Qué fácil es lavarle el cerebro a la Sociedad Moderna! Basta con un constante bombardeo publicitario en las calles, con hiperactivos spots en la TV, con pegajosos jingles en la radio y con coloridos banners en la Internet, para que el Tío Sam y su legendario adoctrinamiento de masas Made in USA, logre conseguir todas las metas que se proponga en la vida.

No es casualidad que uno de los slogans de la Coca Cola, para celebrar los 100 años de la botella Contour sea «Contiene recuerdos y otros ingredientes secretos». Precisamente, en sus ingredientes secretos radica el mayor éxito de la Coca Cola, pues transmite oralmente enfermedades degenerativas a todos sus consumidores, gracias a la prematura llegada de la diabetes que te vuelve adicto a la inyección de una trágica insulina, por toda la glucosa que se acumula en la sangre producto de la obesidad de los enfermos, quienes tarde o temprano acabarán postrados en una cama, preguntándose ¿Qué hice yo para merecerme esto?

Hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS), que cada año recibe el jugoso financiamiento económico de la empresa Coca Cola, tuvo que reconocer públicamente que la venta indiscriminada de refrescos alrededor del planeta Tierra, es uno de los factores principales que acelera la aparición de la hiperglucemia, de la osteoporosis, de la hipertensión, de la gastritis aguda, de los cálculos renales, de la taquicardia y del deterioro del esmalte dental por la presencia de caries.

Recientemente leía comentarios escritos en las redes sociales por unos fanáticos de la Coca Cola, quienes no reconocían los daños a la salud causados por su ingesta. Ellos criticaban al resto de los foristas, y argumentaban sus opiniones a favor del refresco diciendo lo siguiente: «Váyanse a la mierda hijos de puta. ¡Aguante la Coca Cola!» «No digas boludeces maricón, andá a cagar» «Vergación si hablan paja, son una bola de huevones».

Navegando de incógnito en la Web, me preguntaba en silencio ¿Qué relación existirá entre la gente boca sucia y los consumidores de Coca Cola? Uno sale a la calle y observa que la mayoría de los individuos groseros, vulgares y obstinados que nacen, crecen y se reproducen en la amalgama multicultural de nuestras ciudades, son acérrimos adeptos de las bebidas carbonatadas que ofrece la transnacional estadounidense Coca Cola.

Antes de perder mi fe en la Humanidad, leí otro comentario que decía «Es un tema complejo, porque todos sabemos lo dañina que es la Coca Cola para la salud, pero con hielo y estando bien fría, qué mas da, jajaja». Tras leer su mensaje le pregunté en calidad de invitado «Amigo ¿Por qué no lees lo que acabas de escribir? Él me dijo ¿A qué te refieres? Y yo le dije ¿Cómo es posible que sigas bebiendo Coca Cola, si tú mismo reconoces que es perjudicial para el organismo? Finalmente me respondió «No lo sé, algún día supongo que la voy a dejar, no sé cómo ni cuándo, pero de que la dejo, la dejo», y me colocó un emoticón de carita feliz para terminar con su sincera respuesta.

Esa triste forma de pensar, es un espejo social de la adicción generada por el consumo de los refrescos a escala mundial. Hay mucho conformismo, terquedad y necesidad en dejar que otros decidan nuestro propio estilo de vida, incluyendo los hábitos alimenticios, los tiempos de ocio, los perfiles laborales, los gustos musicales, el estado civil, los prejuicios morales y hasta las preferencias sexuales. Vemos que la presión social de encajar con los ovejas del rebaño, nos deja esclavizados a obedecer la mediática voz de mando, sin pensar en el quiebre de la capacidad analítica y reflexiva que yace con independencia en cada uno de nosotros.

Quisiéramos preguntarle a la bondadosa Sylvia Likens, qué sintió después que la obligaron a meterse en dos ocasiones, una botella de Coca Cola dentro de su vagina. Por infortunio, ella murió y jamás reveló la fórmula secreta del alucinante refresco. Pero nos dejó una gran lección de vida: La Coca Cola es un fiel reflejo del deshumanizado Mundo en el que vivimos, donde el materialismo, la hipocresía, la sed de venganza, el rencor, el orgullo, la soberbia y la envidia, van de la mano con la refrescante chispa de la vida.

Pregúntate y respóndeme con sinceridad ¿Le habrías salvado la vida a Sylvia? Yo creo que le hubieras hecho bullying hasta cansarte, luego le tomarías un selfie mientras se desangra frente a ti, y finalmente subirías la macabra foto a tu muro de Facebook, para obtener con rapidez un millón de nuevos seguidores.

Desde su fundación que data del año 1886, la Coca Cola se transformó en el gran símbolo de la guerra, del racismo y del genocidio impuesto por el régimen norteamericano, representando con gran fidelidad la fútil idiosincrasia de su gente. No sólo porque financió la campaña electoral del genocida George W Bush, quien ya tiene asegurado un puesto V.I.P en el infierno, sino porque la Coca Cola siempre ha estado involucrada en desfalcos, sobornos, actos de corrupción, secuestros, torturas, paramilitarismo y asesinatos que cobraron la vida del sindicalista Pedro Quevedo en Guatemala, cuya sangre llena de impunidad social, sigue resplandeciendo en el hermético vestíbulo del Hotel Mezhdunarodnaya en Rusia.

Con su hashtag #BotellaÚnica, la Coca Cola viene desarrollando una agresiva campaña de marketing para festejar sus 100 años de poca madre. Desde las redes sociales de Twitter y Facebook, hemos visto analogías que comparan la ingesta de la Coca Cola con el cosquilleo que produce dar el primer beso. Se afirma que la felicidad se destapa cuando compartes una Coca Cola. Piden que la efervescencia alcance las estrellas dentro de sus botellas. Nos aseguran que el sonido perfecto «Phsst, fizzzz, clink clink, glug, glug… ahhh» proviene de una Coca Cola. Y hasta un fanático extremo reconoce que sus dos amores en la vida son la videoconsola X-Box 360 y una botella de Coca Cola.

Yo creo que la Coca Cola se convirtió en una religión adorada por los «cocacoleros», porque nos acompaña en los momentos de alegría y nos ayuda en los momentos de tristeza. Es omnipresente, pues se vende en más de 200 países del Mundo. Todos los días la compramos y la honramos como si fuera un mandamiento o un manuscrito bíblico. Ninguna religión es más todopoderosa que la canonizada Coca Cola, ya que rompe con las barreras culturales, lingüísticas y sociales que separan a diario a su feligresía universal.

Tanto así, que Coca Cola inspiró a 200 jóvenes de distintas nacionalidades, para que cantaran desde una colina en Italia «Me gustaría hacer del Mundo un hogar, quiero enseñarles a cantar y enviar un mensaje de paz». Definitivamente ¡Lo lograron! Por eso nos deleitamos al observar que todas y todos le rinden pleitesía al monoteísmo de la Coca Cola, y se gozan al máximo cada bendito sorbo que ilumina la chispa de la vida, simbolizando una luz de esperanza para mantener la paz que habita en el esquizofrénico planeta.

Cabe destacar, que en su nuevo spot titulado «Un Mundo Generoso», podemos ver el altruismo que despierta la Coca Cola en sus solidarios consumidores. Desde un agradable turista en un kiosco, pasando por una enojada monja a quien le remolcaron su accidentado carro con una grúa, y llegando hasta un valiente bombero rescatista, se inhiben de beber el codiciado refresco para entregarle «la felicidad» a otra persona menos favorecida. ¡WOW! Es sorprendente ver el júbilo de la monja al aceptar la Coca Cola, y tenerle más fe a una sagrada botella de vidrio que al rezo de los grandes misterios del rosario.

No hay duda que vivimos inmersos en un despiadado proceso de transculturación, de hipnosis colectiva y de alienación social, que deja a la Pachamama al borde del fatal ecocidio. Pese a la alegría de la monjita, debemos considerar que por culpa de la reluciente botella Contour, el tono rojizo de la Coca Cola se convirtió en un baño de sangre para la Madre Tierra. Tenemos el anecdótico caso del río Matasnillo y de la Bahía de Panamá, donde Coca Cola derramó miles de litros de un colorante químico, que perturbó la hermosísima flora y fauna panameña e impactó el iris de los atónitos pobladores, quienes pensaron ser testigos de la primera de las plagas egipcias.

Sabemos que la prestigiosa confederación Oxfam ubicó a la Coca Cola, en la lista de las 10 transnacionales menos comprometidas en frenar los estragos ambientales, causados por las emisiones de gases de Efecto Invernadero en el planeta Tierra. La colosal quema de combustibles fósiles (petróleo, gas natural, carbón), facilita la retención en la atmósfera del dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. Así, se acrecienta el problema del Cambio Climático y de sus drásticas alteraciones meteorológicas, que incluyen sequías, incendios forestales, pérdidas de cosechas y desertificación de los suelos, para que se acelere el implacable Calentamiento Global en los cimientos de la biosfera.

En calles, plazas, aceras, parques y demás espacios públicos de nuestras ciudades, hay un sinfín de latas y botellas de Coca Cola aglomeradas en el suelo, las cuales van destruyendo el equilibrio ecológico de ríos, playas, humedales y campos rurales. Es común visualizar el recorrido citadino de los gigantescos camiones rojos de la Coca Cola, llenos de humo diesel para quemar la santidad del aire a través del tubo de escape, y provocar enfermedades respiratorias en los malogrados pulmones del prójimo. Los camioneros deben mear y entregar con premura el adictivo refresco a los restaurantes, a los kioscos, a las tiendas, a los colegios, a las canchas deportivas, a los bodegones y a los centros comerciales.

Pero nunca se aprecia que los monstruosos camiones o sus diminutos consumidores, se dediquen a recoger, reutilizar y reciclar todos los envases de plástico, vidrio y aluminio que se acumulan en la capa vegetal o en el asfalto. La apatía ecológica de la Coca Cola, es comprobable viendo el etiquetado especial de sus botellas, para evocar los 100 años de la inigualable Contour. Si observamos en detalle la información de la etiqueta, resultará casi imposible hallar el símbolo de respeto ambiental, que invita a desechar el envase en un contenedor de basura.

Recordemos que el plástico y el vidrio son dos de los materiales sintéticos, que generan mayor polución en el entorno biofísico que albergamos, pues la Naturaleza tarda de 100 a 4000 años en lograr la biodegradación total de los tóxicos envases inorgánicos. Por culpa de transnacionales irresponsables como Coca Cola, hay más de 8 millones de toneladas métricas de plástico flotando en los océanos del planeta Tierra, que se están transformando en basureros marinos repletos de tereftalato de polietileno (PET), por la falta de políticas públicas que prioricen el reciclaje y protejan a las especies de fauna acuática.

Es consabido que la Coca Cola junto a sus salvajes aliados comerciales, que abarcan a Monsanto, Nestlé, McDonald´s y Cargill, están involucrados en graves delitos ambientales, que engloban la deforestación progresiva de los bosques nativos y la contaminación de fuentes de agua dulce y salada en la geografía del Mundo, por la expansión de la frontera agrícola y por las frecuentes descargas de residuos industriales que polucionan los hábitats. Así, se priva del vital líquido a los pueblos y a los lugareños que se cruzan con el mercantilizado camino de la ambición corporativa, buscando que las atemporales concesiones, las explotaciones de pozos o las kilométricas hectáreas, tengan espacio de sobra para aniquilar los ecosistemas y la biodiversidad autóctona.

Usted seguramente desconoce que por cada litro de la azucarada Coca Cola, se requieren en promedio 2,5 litros de agua, para comprobar el fracaso de los Objetivos del Milenio emprendidos por la ONU, y reeditar el triunfo del incontrolable empobrecimiento global. Basta con mover la brújula a Chiapas, Kerala, Concón, Fontibón o Nejapa, para beber un poco de los efluentes cancerígenos que se llevan la vida de los agricultores y de los campesinos. No obstante, duele reconocer que esos aguerridos compatriotas en pie de lucha, también se beben los litros de la espumosa Coca Cola mientras protestan por los derechos de sus tierras, ya que la transnacional yanqui sabe confundir, engañar y lavarles el cerebro a las comunidades globales.

Además, la Coca Cola es con insistencia demandada por la explotación laboral, por los despidos masivos y por el incumplimiento de contratos que afectan a sus trabajadores. Ellos no son vistos como Seres Humanos, sino como máquinas borregas dominadas por el sistema opresor de turno. Basta con viajar a la planta embotelladora de Coca Cola en Fuenlabrada (España), y apreciar como el desmantelamiento de sus instalaciones perjudicó a gran parte de la masa obrera, que fue echada a la calle, golpeada y reprimida por la policía española al servicio de la transnacional americana.

Un gran número de asalariados no fueron reenganchados a sus puestos de trabajo, incumpliendo las decisiones judiciales de los organismos competentes en España. Pero cuando se trata de cumplir con la ley, la Coca Cola siempre evita pagar los sueldos, las prestaciones sociales, los seguros médicos y demás beneficios contractuales, porque tiene maletines dolarizados por doquier para comprar los bolsillos de los jueces, de los tribunales y de las salas constitucionales. Incluso, los recortes de personal establecidos sin previo aviso, sumado a las pésimas condiciones de trabajo y a la sobrecarga laboral impuesta por la Coca Cola, han llevado al suicidio forzado a muchísimos de sus empleados, tal como aconteció con los trabajadores de Télécom en Francia o de Foxconn en China.

¡Qué loco se ha vuelto este Mundo! Se encuentra tan oscuro como el pasado, el presente, y el futuro de la hitleriana Coca Cola en el Cuarto Reich. Antes nos exterminaban dentro de las cámaras de gas, con el ácido cianhídrico enlatado en el Zyklon B. Ahora nos asesinan a cielo abierto, con el ácido fosfórico embotellado de la Coca Cola. Ambos son potentes pesticidas que causan la muerte de sus cándidas víctimas. Seguimos estando presos en el holocausto de Auschwitz. El Zyklon B lo siguen vendiendo para exterminar la plaga de insectos y roedores checos. La Coca Cola la siguen vendiendo en casi todo el planeta Tierra, para exterminar insectos, roedores y al Homo Sapiens. Ayer nos decían con entusiasmo Arbeit macht frei. Hoy nos dicen con alevosía zu Tode Trinken.

Creemos que si las personas se atrevieran a triturar una lata con el puño cerrado, o a romper una botella de vidrio con furia en el pavimento, seguro que se les quitarían las ganas de ingerir litros y más litros de la gasolina con hielo. La gente bebe Coca Cola como una ridícula treta psicológica para sacarse las frustraciones, el stress, los corajes y las ansiedades que se amontonan en la vida diaria de ancianos, adultos y niños.

Sin embargo, dicen que la única forma de que la Coca Cola pueda causarle daño a un niño, sería que alguien lanzara una botella por la ventana y le cayera encima. Por eso me entristece ver que jovencitos y hasta bebés recién nacidos, se la pasan chupando Coca-Cola por la completa irresponsabilidad de sus padres, quienes acabaron traumados por tantas botellas de Coca Cola que les lanzaron desde la ventana en la etapa de la infancia.

Es la auténtica verdad. Sus progenitores juegan con la salud de sus hijos, sin pensar en las consecuencias negativas de malograr el hígado, los riñones, el páncreas, la vesícula, los dientes, y los huesos de sus gordísimos retoños lactantes. Lo que empiezan siendo calambres musculares, se convierten en úlceras que terminan en amputaciones, por los kilos de azúcar que la diabética Coca Cola deposita e incinera en el reloj biológico del cuerpo humano.

Hirviéndola en una cazuela a fuego lento o mezclándola con leche descremada, con filetes de carne, con pastillas de mentas, con bichos del jardín o con tornillos oxidados, es impresionante dilucidar al alto poder corrosivo de la Coca Cola, que se transforma en azul petróleo, en huevo podrido, en desinfectante del inodoro, en aceite lubricante, en explosión doméstica y en plaguicida de bajo costo.

Vale aclarar, que la combinación de agua carbonatada con ácido ortofosfórico, cafeína, aspartamo, benzoato de sodio, fenilalanina, metanol, color caramelo, fructosa, acesulfame de potasio, y demás ingredientes adheridos a las gaseosas de Coca Cola (Original, Light, Zero, Stevia), influyen con mayor daño en nuestro organismo que los cigarrillos, los energizantes y las cervezas.

Es tanta la perversión consumista, que Coca Cola le paga a famosos nutricionistas, instructores de gimnasios y expertos del fitness, para que tiren a la basura su ética profesional y afirmen en blogs, en periódicos y en revistas como «American Heart Month», que una lata pequeña de Coca Cola constituye «una buena merienda» para mantener ejercitado el cuerpo. De igual manera, se maquilla el veneno con el uso de saborizantes artificiales (vainilla, limón, naranja, cereza, uva), que envician las papilas gustativas de los adictos cocacoleros, para que rechacen cualquier bebida, zumo o alimento de origen natural.

Seamos sinceros, la composición química de la Coca Cola demuestra claramente que es una droga vendida sin prescripción médica. Usted se está drogando a diario consumiendo una sustancia transgénica invasiva, que desequilibra el bienestar físico y mental del cuerpo humano. Si supieran que la vida es un pequeñísimo instante sideral en retrospectiva, no fueran tan tontos para asfixiar por voluntad propia el pequeñísimo sueño cósmico de la vida, bebiendo la ignorante chispa que honra la muerte.

Piensa que tu abuelo podría haber vivido 10 años más, tu mamá podría haber vivido 5 años más, y tú tienes la vida entera para recapacitar y no continuar haciéndole un irreparable daño al organismo. Yo no lo digo porque escribí un artículo de opinión o porque investigué bastante al respecto. Lo afirmo, porque como la gran mayoría de las personas, yo también compraba los refrescos de la Coca Cola, pero fue por mi propia mala experiencia que dejé de ingerirlos hace más de 10 años.

Recuerdo que cuando estudiaba en la universidad y bebía Coca Cola, me daba con recurrencia acidez estomacal. El centro del pecho se me endurecía muchísimo, hasta pensaba que me daría un infarto por el fuerte dolor torácico. Los ojos se me enrojecían. Sentía que mis dientes se estaban volviendo arcilla, y perdía la paciencia con facilidad. Era obvio que las bebidas carbonatadas me estaban enfermando.

Por eso, decidí cambiar drásticamente mis hábitos alimenticios, bebiendo ocho vasos de agua al día que activan los órganos internos, favorecen la digestión, bajan la presión arterial, aumentan la energía, reducen el riesgo de sufrir problemas cardiovasculares, hidratan la piel y desintoxican el sistema linfático. A su vez, le dí prioridad a las galletas integrales, a los jugos naturales, a las ensaladas, a los cereales, a las frutas y a la milagrosa práctica del veganismo. Ese cambio radical en mi estilo de vida, me ha transformado en un hombre más positivo ante los retos que trae consigo la vida, mejorando mi estabilidad emocional y mi concentración, para desenvolverme como periodista en mi querida Venezuela.

Dicen que no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. Pero parece que el flash capitalista en el centenario de Coca Cola, inmortalizará el destino de todos sus ángeles caídos.

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Los obstáculos de la Educación Ambiental

Por: Carlos Ruperto Fermín

A nadie le importa el futuro ambiental de la Madre Tierra, porque nadie recuerda que nuestra existencia, depende de la salud mental de la Madre Tierra. Por desgracia, la Humanidad solo piensa en bombardear el cielo con infinitos cartuchos de pirotecnia, mientras sus ojos se queman con la pólvora nocturna del holocausto mundial.

No hay duda que cada día despertamos con el pie izquierdo, porque NO tenemos la suficiente voluntad de cambio, para caminar a paso firme por los rieles de la Educación Ambiental. Ya sea en Carnaval, en Semana Santa o en Navidad, vamos recorriendo los espacios públicos de nuestras ciudades, para celebrar una serie de fiestas, tradiciones y rituales, que transforman la bondad del Medio Ambiente en un auténtico pandemónium, donde el electromagnetismo de la contaminación va polucionando el agua, el aire, el suelo y los sueños.

Si bien podríamos iniciar el año con el pie derecho, respetando la belleza holística que yace en la geografía de la Pachamama, fuimos programados de fábrica para destruir todos los recursos naturales, y luego fuimos reprogramados para trastabillar en la cornisa de la ignorancia, de la mediocridad y de la indiferencia.

Nunca se nos olvida comer a diario, pero siempre se nos olvida reciclar la basura. Nunca se nos olvida dormir por la noche, pero siempre se nos olvida ahorrar la energía. Nunca se nos olvida vivir la vida, pero siempre se nos olvida meditar en la vida.

Meditar sobre nuestro perverso estilo de vida, implica reconocer la apatía que existe sobre la Educación Ambiental, y para reconocer la existencia de esa clásica antipatía, no hay que gastar una fortuna en clases de yoga, no hay que vestir de blanco durante las 24 horas del día, no hay que contratar los servicios de un trepidante detective, y no hay que gritar aleluya detrás de la ambulancia.

Tan solo debemos reorientar la interacción del trinomio Hombre-Medio-Sociedad. Un Hombre que todo lo quiere, un Medio que todo lo sufre, y una Sociedad que todo lo permite.

La parafernalia que se oculta en ese desequilibrio ecológico, obliga a pensar que estamos muy lejos de alcanzar la sustentabilidad global, el crecimiento endógeno, y la mancomunidad de la ciudadanía.

Es importante destacar que la Educación Ambiental NO debe nacer, crecer y morir, en las cuatro paredes del pasivo salón de clases. No necesitamos la frialdad de una toga y un birrete, sino el calor de las manos y las piernas. No necesitamos el ego de las maestrías y los doctorados, sino el esfuerzo de sembrar y cosechar. No necesitamos el éxtasis de los bombos y los platillos, sino la euforia de los capullos y las rosas.

De allí que nos preguntamos ¿Es posible lograr un cambio radical de mentalidad a favor del planeta Tierra?

Sabemos que en los colegios de Japón, los estudiantes se encargan de limpiar los baños de sus centros educativos. Sabemos que en Suecia se ha tenido que importar la basura de otros países europeos, para reciclarla y producir energía. Y sabemos que en Etiopía los desnutridos etíopes, son capaces de sacrificar sus vidas por una bendita gota de agua potable.

Sabemos que usted es incapaz de higienizar una sala sanitaria. Sabemos que usted es incapaz de separar los desechos sólidos. Y sabemos que usted es incapaz de ahorrar el agua potable.

En términos meramente ecológicos, somos la máxima expresión de la incapacidad humana. Somos la carroña ensangrentada, que alimenta a los chacales del reino animal. Y somos la consecuencia de un Mundo, que le dio la espalda a la Educación Ambiental.

Un Mundo muy moderno pero muy analfabeto. Un Mundo con mucho dinero pero con poco espíritu. Un Mundo lleno de la guerra y vacío de la paz. Un Mundo de tontos e incomprendidos. Un Mundo donde la serotonina de la Santa Inquisición, sigue siendo el pan de los pobres, la medicina de los enfermos, y el voltímetro de los inocentes.

Cansados de tanta injusticia socio-ambiental, explicaremos los 5 obstáculos que bloquean la entrada de la Educación Ambiental, en el sistema respiratorio de los pueblos latinoamericanos.

El primer obstáculo, es el déficit de lectura en las personas, y la falta de contenidos ecológicos en las escuelas. Nos da terror, flojera y rabia, leer las páginas santificadas de un libro. Somos loros parlanchines llenos de incultura, que NO proyectamos el discernimiento, la introspección y el sentido común en nuestras vidas.

Es como ver a un fanático que asiste al partido de fútbol, para apoyar a su idolatrado equipo local, pero luce la camiseta y grita los goles del equipo visitante. Pueden reírse por su torpeza, pueden abuchearlo por su desatino, o pueden lincharlo por su atrevimiento. Esa incongruencia entre lo dicho y lo hecho por la gente, es un veneno letal que castiga el buen juicio de las comunidades.

El segundo obstáculo, es el gran apego a lo material por la cultura del consumo. Estamos obsesionados con poseer cosas materiales. Codiciamos, envidiamos y anhelamos, tener un nuevo automóvil, un nuevo teléfono celular, una nueva televisión de alta definición, un nuevo reloj de oro, y hasta un nuevo cáncer de la muerte.

Pero jamás codiciamos, envidiamos y anhelamos, que nuestro parque sea más verde que una hoja de árbol, que nuestros océanos sean más azules que un ángel del cielo, que nuestra abundancia no sea la tentación de la gula, y que nuestra vida sea mucho más altruista y mucho menos ateísta.

El tercer obstáculo, es la glorificación de la violencia urbana. Dicen que los Seres Humanos son violentos por naturaleza, y que todos somos capaces de asesinar, robar y secuestrar a nuestros semejantes, porque la desesperación, las necesidades económicas y las carencias afectivas, siempre afloran sentimientos de odio, venganza, y traición en los agresivos habitantes.

Vivimos peleándonos y matándonos por cualquier tontería, y es la Madre Tierra quien siempre se queda con nuestra peor imagen, con nuestros bajos instintos, y con la mayor antipatía ambiental de sus hijos bastardos.

El cuarto obstáculo, es la distorsión de la realidad causada por las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC). El infranqueable desarrollo tecnológico del siglo XXI, ha enfatizado la estupidez humana hasta los confines del ciberespacio, y viene premiando con caritas felices la antífona de sus lacayos.

La mayoría de los medios de comunicación privados, que decodifican sus ecocidios en la radio, en la televisión, en la prensa y en la Web, solamente se dedican a desinformar a los radioescuchas, a los televidentes, a los lectores y a los internautas, con la feroz estampida publicitaria, con la vulgaridad del sexismo y con el entretenimiento anglosajón, que acrecienta el gran proceso de Transculturación en los territorios de América Latina.

No necesitamos navegar de madrugada en la Deep Web, para que las cebollas nos hagan llorar con tanta miseria espiritual, procreada por la eterna herejía de la raza humana. No podemos quedarnos ciegos, sordos y mudos, mientras en el fondo de la botella somos unos demonios vestidos de santos.

Y lo peor de todo, es que la pornografía infantil, la venta ilegal de armas y drogas, la usurpación de identidades, los degollamientos por capricho, y el salvaje maltrato a los animales, sigue siendo un clandestino tema tabú para la Iglesia Católica, para los gobiernos de turno, para las colectividades, y para los iluminados dueños del siglo XXI.

Tal vez en la fosa de las Marianas ubicada en el Océano Pacífico, se esconda un secreto de misericordia que nos salve del caótico infierno planetario. Quisiéramos creer que dentro del oscuro abismo Challenger, hay un poquito de luz divagando en el lugar más profundo de la corteza terrestre, que no dependa de direcciones IP, de hackers profesionales y de niveles de accesibilidad, para que el maldito emporio bizarro se transforme en un bendito imperio de amor.

El quinto obstáculo, es el conformismo de la gente que vive dentro de entornos full contaminados. ¿Para qué reciclar la basura, si otro irresponsable ensuciará las calles con esa misma basura? ¿Para qué ahorrar la energía eléctrica, si otro irresponsable malgastará esa energía con su aire acondicionado? ¿Para qué reducir el consumo del agua potable, si otro irresponsable malgastará esa agua lavando sus cenizas?

Con ese lamentable pensamiento en boga, nos convertimos en monstruos plenamente inconscientes, y vivimos totalmente flemáticos a la práctica conservacionista. No obstante, hasta el más terrible de los delincuentes, tiene el derecho de arrepentirse por sus pecados, y tiene el deber de reconectarse con el laico abrazo de Gaia.

¿Quieres demostrarle tu inteligencia a la Humanidad? El próximo 26 de enero reúne a todos tus familiares, amigos, colegas y vecinos, y pregúntales lo siguiente: ¿Saben qué efeméride se celebra hoy? Te aseguro que el 99,9% de los encuestados se quedarán calladitos, o te inventarán una festividad intrascendente. He allí el momento idóneo para revelarles el gran secreto. Diles que el 26 de enero se celebra el Día Mundial de la Educación Ambiental, y prepárate para ser reconocido como el hombre o la mujer más inteligente de tu comunidad. ¡Enhorabuena!

Sin embargo, ese gran título honorífico necesita de hechos concretos y NO de palabras bonitas. Recuerda que para ayudar a la Madre Naturaleza, para ayudar a tus seres queridos, y para ayudar al prójimo, primero debes sentirte bien con tu propia existencia.

Si estás atragantado con tantas culpas en la garganta, si no bendices tu sagrada presencia en el Universo, si te da miedo llorar las penas del alma frente al espejo, si la sensación de infelicidad te hace cometer graves errores, y si no te decides a cambiar la nube negra por un soleado amanecer, pues NO habrá juramento hipocrático que desintoxique tu golpeada autoestima.

Yo sé que después de los excesos y de las locuras de diciembre, el mes de Enero suele avivar conflictos emocionales en los individuos, que incluyen el temor, la desesperanza, el estrés, la inseguridad, y la preocupación de enfrentar nuevos desafíos en el presente año.

Pero te vamos a regalar una reflexión muy sencilla, para que no caigas en la desgracia. Si tu carro presenta fallas mecánicas en la carretera, y te deja varado en el más oscuro de los desiertos. ¡No maldigas al carro! ¡No te vuelvas loco! ¡No lo llames mala suerte! Mejor piensa en TODAS las veces que ese mismo carro, te llevó puntualmente hasta tu destino, sin averiarse los neumáticos, sin quedarse sin gasolina, y sin oponer ninguna resistencia.

Si el plan previsto para hoy, no salió como usted quería que saliera, reconfórtese pensando en TODAS las veces que ese mismo plan, si salió como usted quería que saliera. Agradécele al Cosmos por estar vivo, no te des por vencido, y aplica la magia del perdón, para ganar nuevas experiencias, nuevas enseñanzas y nuevos retos.

Es así como TODOS podemos aferrarnos a esa nueva actitud positiva, para cotejar cualquier situación desfavorable de la vida, ya sea un desamor, una enfermedad, una pérdida de trabajo, una dificultad en los estudios, o una tendencia auto-destructiva.

Por eso, deberás vencer todos los obstáculos de la jungla, y luchar contra las adversidades del destino, practicando la regla de las 3RS (reduce, reutiliza y recicla), ejerciendo la Eficiencia Energética en la casa y en la oficina, ahorrando hojas de papel al imprimir documentos en la computadora, cantando bajo la lluvia, usando más los pies y menos el volante, adoptando un perro o gato de la calle, evitando comer carne, sembrando árboles frondosos en tu ciudad, enamorándote de la vida al rojo vivo, y viviendo cada día como si fuera el último aliento del hotel California.

El objetivo principal del artículo presentado, es que los maestros, los directores de las instituciones educativas, los padres y representantes, los organismos públicos y la empresa privada, no se olviden que el 26 de enero se festeja el Día Mundial de la Educación Ambiental.

Es vital que los niños y adolescentes que laten con el corazón latinoamericano, aprendan a reconocer la importancia de la Educación Ambiental, mediante la realización de exposiciones, juegos lúdicos, talleres artísticos, comparsas, carteleras didácticas, proyecciones audiovisuales, jornadas de reciclaje, y actividades de comprensión lectora.

Estamos seguros que la práctica del Conservacionismo, será el mejor alimento para forjar una nueva generación de jóvenes, llenos de valores éticos, morales y ecológicos, que los ayudarán a viajar con sabiduría por el viaje de la vida.

Publicado primeramente en: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Educacion-Ambiental/Los-obstaculos-de-la-Educacion-Ambiental

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