Colombia / 1 de febrero de 2018 / Autor: Diego Esteban Caro Rocha / Fuente: Las 2 Orillas
Soy profesor desde hace muy poco. Ejercer en un país que no quiere ser educado es un reto para el más preparado de los docentes, no obstante desde muy joven siempre contemplé la opción de serlo por alguna noción de dignidad y amor por enseñar. Llevo varias semanas buscando empleo, cosa que era difícil antes de tener el título profesional y cosa que sigue siendo difícil aún ahora con más de un año de experiencia. Desde entonces por redes sociales, por grupos de compañeros de profesión he visto innumerables ofertas, juiciosamente he aplicado a su mayoría cuando veía que las condiciones laborales eran buenas, llegué a contabilizar más de ochenta hojas de vida enviadas desde noviembre del año pasado (2017). Luego de eso, no sin desanimarme, empecé a ver publicaciones con sueldos de tres cientos mil pesos, ocho horas, sin almuerzo, sin prestaciones, dos sábados al mes, estas ofertas eran en su mayoría para técnicos en preescolar o normalistas, personas que como usted y yo despreocupado lector, tienen responsabilidades, familia, pagan arriendo, comen e incluso se dan el gusto de comprar algo de ropa, ¿no merece esta persona un sueldo más acorde a las responsabilidades que adquiere al ser profesor?
Luego de seguir revisando llegué a una conclusión: la realidad es aún más terrible, la gente no debería estudiar una licenciatura, si a los estudiantes universitarios en el primer semestre de formación e incluso en la inducción les dieran la tarea de investigar el campo laboral, de conocer el salario irrisorio, vulgar, ¡denigrante! Entonces saldrían corriendo de la facultad de educación así perdieran lo de un semestre, por esta falta de honestidad por parte de estos programas de licenciatura, los hago indirectamente responsables de la denigración de la labor docente y con ello del desmejoramiento de la educación en nuestro país. Poco justo sería si yo no aceptara que mi formación académica se la debo a grandes maestros que en su mayoría estaban contratados por hora cátedra y que debían viajar entre universidades y algunos entre colegios, editoriales o institutos para completar lo del mes; mi desarrollo personal se lo debo a mis compañeros de carrera y a la universidad que tan afanosamente deseaba defender, sin darse cuenta que una cosa es defender la universidad pública y otra muy diferente no ser conscientes de las fallas que tienen muchos de los programas de la misma, preparando investigadores que no saben pararse al frente de un grupo de estudiantes, que no saben planear una clase o que deben remitirse a internet cuando les preguntan sobre un tema para el cual supuestamente deberían haber sido formados.
Me remito nuevamente al campo laboral del docente. Solo es señalar que por plataformas de empleo a una oferta para una única vacante se presentan hasta mil personas y consecuentemente por ejemplo, la última entrevista que tuve me ofrecieron 800 mil sin prestaciones: “Le puedo subir a 900 si cotiza por aparte salud y me trae los recibos”. No solo eso, ahora tener y estar bajo el constante ojo del huracán de que un estudiante invente algo sobre usted y le arruine la carrera solo porque no le agrada su clase o porque le pareció gracioso. ¿Por qué estudiar para ser docente? Cuando el sector privado en más del ochenta por ciento no paga escalafón y parece que nuestro trabajo no valiera nada porque somos fácilmente reemplazables por el familiar del rector, el hijo del amigo de la infancia del coordinador, porque parece que educar está tan infravalorado que se pueden tener a cuarenta o más personitas con un solo docente y eso no le preocupa a los del sector público que lo único que les afana es cuánto les van a pagar y cuándo les consignan el retroactivo por el ajuste de nuevo año (Disculpen la generalidad, espero entiendan el punto).
¿Por qué aceptar un sueldo que a veces ni llega al salario mínimo? Yo me regalé más de un año por la experiencia. ¿Aprendí? ¿Crecí como profesional? La respuesta es sí, pero ¿no habría podido aprender y crecer de igual manera con un sueldo digno? Tengo compañeros del colegio que no tuvieron la oportunidad de estudiar un pregrado, hoy ganan más de lo que yo he llegado a ganar y sin tener que matarse tanto. Me da gusto por ellos, no obstante me da rabia por aquellos profes que a diferencia de mí ya tienen hijos, pagan arriendo e incluso tienen alguna deuda con un banco o el ICETEX por haber querido estudiar “para mejorar como profesional” y hoy en día se comen las uñas sin saber qué será de ellos cuando para estas fechas ya la mayoría de colegios tienen contratada su planta docente.
¿Para qué estudiar para ser docente?, ¿por vocación?, ¿será que es la única carrera que exige eso? Yo veo chefs, ingenieros, administradores, médicos, enfermeras que trabajan con alegría, con vocación. La vocación es solo una palabra para explicar que la persona tiene las condiciones para hacer un buen trabajo. Vuelvo y pregunto: ¿para qué prepararse como docente?, ¿por necesidad?, ¿por qué no pasaron a otra carrera?, ¿por qué en la familia faltaba un profesor?, ¿cuántos compañeros en este preciso momento llevan dos meses sin recibir un sueldo?
Los colegios buscan ahorrarse hasta el subsidio de transporte contratando docentes o vecinos del colegio. Parecemos ajenos a la problemática, que como el sonido de una ambulancia solo nos es preocupante cuando está cercana. Me disculpo si con mis palabras ofendo a alguien, no es mi intención, pero hay algo mal, y aún peor, hay algo mal en nosotros que siendo buenos en nuestro trabajo seguimos permitiendo ese abuso.
¿Por qué estudiar para ser profesor? ¡Para cambiar el mundo!
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