“Se perrateó la acreditación de alta calidad de universidades”

Por: Daniel Mera Villamizar.

Acreditar por misiones o áreas, con categorías, permitiría diferenciar e incluir en la política pública.

Cada vez que una institución de educación superior de modesta calidad percibida recibe la acreditación institucional de alta calidad se oye: “Se perrateó la acreditación”. Hoy son 73 IES con este sello (92 contando las seccionales), según el SNIES, y la única distinción o jerarquía es el número de años de vigencia de la acreditación (de cuatro a diez), que resulta inoperante y desconocido.

Las desventajas de esta situación son sensibles: i) los resultados de la acreditación no permiten tomar decisiones de política pública (por ejemplo, para priorizar en el sistema de ciencia, tecnología e innovación); ii) la sociedad no recibe señales claras de las diferencias de calidad en la oferta de educación superior, y iii) las universidades de alta calidad ven desvalorizado su sello y las de mediana calidad, deslegitimado su esfuerzo.

Hay al menos dos alternativas de solución: i) acreditar por misiones funcionales: investigación, docencia y extensión (actualizando la definición de las dos últimas, un reto), de modo que una IES pueda ser reconocida como de alta calidad en docencia, si es su fortaleza por un proyecto institucional orientado a la formación profesional, por ejemplo. David Forero, de Fedesarrollo, tiene un antecedente de conversación con el CNA en este sentido.

Pretender que la mayoría de las IES sean buenas o excelentes en investigación y docencia al tiempo obedece al mito del investigador-docente, que ha terminado por perjudicar la función docente y el aprendizaje de los estudiantes, como ha mostrado Víctor Manuel Gómez, de la U. Nacional. No consulta, además, la realidad financiera de las IES.

O ii), el modelo de Chile, que acredita por áreas: gestión institucional, docencia de pregrado, investigación, vinculación con el medio y docencia de posgrado, de las cuales las dos primeras son obligatorias. “Un intento relativamente bueno de adaptar el proceso de acreditación a la diversidad de funciones y tipos de instituciones”, en palabras de Juan Felipe Duque. En Chile, solamente 16 IES tienen la acreditación en todas las áreas.

En rigor, deberíamos ir más allá de Chile y además de acreditar diferenciadamente (alto y medio) por misiones o áreas tradicionales, incluir otras que necesitamos, como “transferencia y apropiación tecnológica”. Y reconocer que las facultades como unidades de acreditación serían muy útiles en la política pública, pues para algunas políticas nacionales la universidad es una unidad demasiado grande y el programa académico, una muy pequeña.

En cambio, por ejemplo, si el país tiene cinco facultades acreditadas en investigación en un área determinada del conocimiento, ya sabemos a quiénes confiarles una gran apuesta nacional que jalone al resto.

En una agenda de reformas para sintonizar más la educación con la productividad y la equidad, la acreditación es una pieza clave para mejorar la racionalidad y la sofisticación del sistema de educación terciaria (asumiendo que tenemos uno). Lo primero tal vez sea reconocer que 25 años después del Decreto 2904/1994 es hora de repensar la acreditación.

Los decretos recientes (1280/2018 y 1330/2019 sobre registro calificado de programas) no han sido estructurales.

Fuente del artículo: https://www.elespectador.com/opinion/se-perrateo-la-acreditacion-de-alta-calidad-de-universidades-columna-907216

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No más flojera ni indiferencia en la educación

Autor: Daniel Mera Villamizar 

Tres ideas para un cambio cultural  en la sociedad desde la gratuidad y la alimentación escolar.

Parece que no nos hemos percatado bien del giro ideológico y cultural que necesita nuestro país en distintos ámbitos.

Esta semana se realizó el muy productivo taller del Ministerio de Educación y el Banco Interamericano de Desarrollo, BID,  “¿Cómo garantizar una Educación Preescolar, Básica y Media de Calidad durante los próximos años? Sistema de financiamiento y modelo de gestión de la educación”,  y la pregunta que me hacía era:  ¿cuál es el sustrato cultural que permitirá las soluciones para estos problemas?

Hay acuerdo técnico sobre reformas necesarias cuya aprobación e implementación se consideran poco viables por el clima político y social del sector. Lo que casi no se discute es cómo este clima podría ser cambiado por algunas reformas que no están siendo consideradas, justamente por la falta del giro ideológico.

En realidad, la educación está reflejando la indefinición del proyecto de sociedad.  Si este le imprimiera carácter a la educación, muchos comportamientos en las instituciones y comunidades educativas cambiarían, pero para eso se necesita un proyecto de sociedad definido, con carácter.

Hoy somos una sociedad con un Estado que prohíbe en vez de estimular la contribución de los padres de familia a las instituciones educativas públicas, que se deterioran ante sus ojos.

Hoy somos  una sociedad en la que cada vez más hay padres de familia que quieren que el gobierno les pague por matricular sus hijos en el colegio.

Hoy somos una sociedad en la que los padres de familia toleran que los políticos se roben los recursos de la comida de sus hijos.

Hoy somos una sociedad en la que la educación aburre a los niños, no les  fomenta el espíritu de superación ni la creatividad, sino que les admite la flojera y gradúa a decenas de miles siendo analfabetas funcionales.

Hoy la forma más reveladora de saber que tenemos un proyecto de sociedad mediocre es observar agudamente lo que pasa en la educación.  Hay que crear otro clima de principios, valores e ideales en la educación desde las políticas de la nación.

El giro que comparto se reflejaría así: i) introducir en la gratuidad el principio de “si usted puede colaborar con la institución educativa de sus hijos, colabore”. Por cada peso que pongan voluntariamente los padres de familia, el Estado aportará adicional a lo previsto para fomentar la corresponsabilidad.

ii) el Programa de Alimentación Escolar transferiría los recursos por estudiante a la institución educativa, no a las entidades territoriales,  y sería la comunidad de padres y madres de familia la garante participativa del nuevo diseño bajo un propósito de sociedad de Alimentación Saludable.  Ver mi columna Alimentación escolar: ¿robaríanmás los rectores y las madres de familia?

iii) 100.000 niños accionistas y emprendedores. Adoptar el propósito de sociedad a 5 años de promover  e identificar en quinto de primaria a aquellos niños a quienes darles una acción de una gran empresa puede afianzar su espíritu soñador y mente creativa  usando un lineamiento curricular transversal en la secundaria.

Una sociedad que convierta a 100 mil niños en accionistas y los cultive probablemente llegue a una mejor versión del capitalismo y a un nivel de equidad social que no conocemos.  Es urgente. El largo plazo ya está aquí y nos carcome la flojera.

Fuente del Artículo:

https://www.elespectador.com/opinion/no-mas-flojera-ni-indiferencia-en-la-educacion-columna-744863

Fuente de la Imagen:

Un problema más de la educación en Colombia

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