Educación chilena: la fría espada de las cifras

Chile / 22 de julio de 2018 / Autor: Francisco Ocaranza Bosio / Fuente: UBO

Nadie puede dudar que los últimos años han sido interesantes (y dolorosos) para la educación.

A partir del movimiento estudiantil de 2006, el de los pingüinos, y luego con una frecuencia casi anual, el alumnado nacional, y a veces también los profesores, han manifestado a través de diversos canales y estrategias, su malestar (casi una náusea sartreana), por las condiciones del sistema en relación a aspectos como calidad, financiamiento, inclusión y otros.

Al mismo tiempo, la academia se ha hecho eco de esta situación, proliferando la publicación de libros y artículos relativos al tema, además de la organización de seminarios y jornadas reflexivas. La prensa también hace lo suyo mediante columnas, en especial de fin de semana.

¿Qué hay tras todo esto? Pues es muy probable que una situación de desigualdad que supera por mucho la mera coyuntura, sino que se enraíza profundamente con la historia de nuestro país.

En 2014, de acuerdo al Ministerio de Educación (MINEDUC), Chile contaba con cinco millones de estudiantes. El 76% repartido entre el nivel de parvularia, básica y media, y el 24% restante en el superior. De los 762 mil en edad preescolar, el 32% acude a instituciones de la JUNJI o Integra, mientras que el 68% restante a establecimientos escolares.

A nivel básico hay alrededor de dos millones de alumnos, de los cuales un 53% asiste a instituciones particulares subvencionadas, 40% a municipales, y 7% a particulares pagadas. En el nivel medio, el 51% a particulares subvencionados, el 37% a municipales, el 8% a particulares pagados, y el 5% a corporaciones de administración delegada.

Respecto de la educación superior, el 27.4% de los estudiantes asisten a instituciones del CRUCH, el 31% a universidades privadas fuera del CRUCH, el 29.4% a institutos profesionales, y el 12.2% a centros de formación técnica.

En materia de recursos económicos destinados a cada estudiante, Chile destina la mitad que el promedio OCDE (US$ 5.092 versus 10.000), 6.500 en el nivel parvulario (18% del PIB per cápita), 4.074 en el escolar (19%), y 7.600 (35%) en el superior.

Las cifras relativas al PIB per cápita también se encuentran bajo el promedio OCDE, donde se alcanza un 22%, 25% y 41% respectivamente. Sin perjuicio de esto, cabe destacar que existe un incremento del 12% en el gasto destinado a la educación escolar, entre 2008 y 2013, y de un 5% en educación superior en el mismo período de tiempo.

Asociado a todo esto debe tenerse en cuenta la fuente de financiamiento de la educación, que en Chile cuenta con una importante proporción procedente de la billetera del particular. Así, el gasto privado en la educación escolar asciende al 21% (solo 9% promedio OCDE), y 62% la universitaria (30% OCDE), lo que tiende a compensar lo expuesto en el párrafo anterior.

El sistema de educación, vigente desde la década del 80, y ligeramente modificado en 1994 a través de la instalación del sistema particular subvencionado para el nivel básico y medio, trae como una de sus consecuencias más marcadas, un altísimo nivel de segregación, favoreciendo una inevitable reproducción de la estratificación social.

A este respecto es ilustrativo tomar en cuenta los resultados obtenidos en la prueba PISA de 2012, donde Chile ocupa el penúltimo lugar de la OCDE en competencia lectora mínima (68% frente al 80%). La diferencia en el rendimiento entre el primer y el quinto quintil es de más de 35 puntos porcentuales, mientras que el promedio OCDE es de 20.

En materia de distribución de recursos en la escuela, o disponibilidad de los mismos en relación a la condición socioeconómica, Chile presenta un ratio de concentración superior a 30%, existiendo quince países OCDE con rangos que van del 0% al 10%, y otros cinco con índice negativo, debido a sus políticas de igualdad de oportunidades a partir de las cuales las familias de menores ingresos reciben mayores recursos con un fin de igualación.

Finalmente cabe considerar la segregación social existente entre escuelas, de acuerdo al índice de Duncan (0 es integración total y 1 segregación absoluta), donde Chile ocupa la última posición del listado.

Pareciera que ante esta realidad es inevitable experimentar el frío y lacerante filo de una espada que nos hiere permanentemente, sin perjuicio de algunas notables excepciones que uno podría considerar.

Fuente del Artículo:

http://www.ubo.cl/educacion-chilena-la-fria-espada-las-cifras/

ove/mahv

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Todos a la Escuela: tras «el reino de la poesía insigne»

Por: Francisco Ocaranza Bosio

En el año 2000, durante la realización del Foro Mundial sobre la Educación en Dakar, Senegal, 164 países se comprometieron a reducir a cero la marginalización del sistema de educación primaria universal para el año 2015.

La meta no se cumplió, aunque sí se redujo la brecha. De los casi 100 millones de niños de entre 6 y 11 años que se encontraban fuera del sistema, hoy quedan alrededor de 61 millones fuera del mismo.

Podemos alegrarnos por lo logrado o llorar por lo mucho que queda por hacer. La verdad sea dicha, ninguno de estos comportamientos es aceptable.

El desafío sigue siendo la inclusión, y los medios utilizados para lograr la reducción de la brecha deben servir para orientar y guiar la toma de futuras decisiones de corte político en materia de incorporación de niños al sistema escolar, mientras que la gran cantidad de los que permanecen fuera del mismo no pueden ser considerados una masa informe, sin rostro, ni historia personal o futuro posible.

Podemos alegrarnos por lo logrado o llorar por lo mucho que queda por hacer. La verdad sea dicha, ninguno de estos comportamientos es aceptable
La región de África subsahariana encabeza la proporción de niños excluidos, con 34 millones, poco más del 50% del total mundial. Ésta es seguida por Asia meridional, con unos 11 millones.

Entre estas dos zonas, pueden identificarse seis países que representan más de un tercio de los niños fuera del sistema: Nigeria 8.7 millones, Pakistán 5.6, India 2.9, Sudán 2.7, Etiopía 2.1, e Indonesia 2.0. Es de suponer que estas cifras se abultarían si se contara con datos relativos a Afganistán y Somalia.

De los niños que actualmente no forman parte de aquél, pueden distinguirse tres grupos de acuerdo al tipo de relación que los vincula: quienes han sido parte del sistema pero lo han abandonado (23% según cifras de 2014), los que se espera se integren en el futuro (34%), y finalmente los que se presume nunca serán parte de él (43%).

La región de África subsahariana encabeza la proporción de niños excluidos, con 34 millones, poco más del 50% del total mundial
Este último grupo representa el desafío más grande para los Estados, en tanto se encuentra conformado por unos 25 millones (15 millones de hombres y 10 millones de mujeres).

El revés de la trama lo constituyen 17 países que sí han conseguido dar grandes avances en el desafío asumido en Dakar, los que han pasado de tener 27 millones de niños alejados del sistema en el 2000, a solo 4 millones en 2012, lo que representa una reducción de 86% en poco más de un decenio. Lo anterior gracias a:

1. La eliminación de derechos de matrícula y rebaja del pago de arancel (Burundi que tomó esta decisión en 2004 pasó de escolarizar al 54% de los niños a un 94% en 2010).

2. El aumento del gasto en educación, con el fin de contratar más y mejores profesores y personal, adquirir material didáctico y construir escuelas (Ghana duplicó su gasto nacional en educación, pasando de un 4.2% en 1999 a un 8.5% en 2011, con lo cual la matrícula de primaria aumentó un 70%, de 2.4 a 4.1 millones en igual tiempo).

3. La transferencia directa de recursos económicos con fines sociales, de modo de permitir a las familias de escasos recursos poder enviar a sus hijos a la escuela (en el 2000 Nicaragua comenzó un programa llamado Red de Protección Social, mediante el cual se hacen dos inyecciones de dinero a las familias que califican para ello, así, entre los años 1998 y 2009, la tasa de niños que nunca había ido a la primaria descendió de 17 % a 7%).

Fancycrave | Pexels (CCO)
Fancycrave | Pexels (CCO)

4. La atención a los grupos sociales minoritarios (étnicos y lingüísticos) permanentemente postergados de la atención escolar (en Guatemala, se amplió el programa de educación bilingüe a 15 idiomas, se elaboró material didáctico apropiado, y capacitó a sus profesores. Como consecuencia, del 38% de los niños pertenecientes a la etnia Q’eqchi’ que nunca habían pisado una escuela primaria en el 2000, solo el 3% no lo hacía en 2011).

5. La superación de los conflictos armados. En 2014 había 21.5 millones de niños fuera de las aulas (el 35% del total del mundo), a lo largo y ancho de 32 países que se encontraban inmersos en aquellos (en Rwanda, mediante la articulación de un programa de incorporación de niños -huérfanos mayormente- a la escuela, la tasa de quienes nunca había asistido bajó de 18% en el 2000 a 9% en 2010).

6. La pertinencia de los programas de estudio (en Vietnam el plan de estudios comenzó a enfatizar el desarrollo de competencias básicas para la vida adecuadas a su propio contexto sociocultural, de forma que entre los años 2000 y 2010 han logrado descender la cifra de niños que no iba a la escuela, de un 3.8% a un 1.7%).

Cómo hacer oídos sordos a las palabras Gabriela Mistral, quien en 1917 nos hiciera ver que: “La pedagogía tiene su ápice, como toda ciencia, en la belleza perfecta. Ésta, la escuela, es, por sobre todo, el reino de la belleza. Éste es el reino de la poesía insigne. Hasta el que no cree cantar, aquí está cantando sin saberlo”.

Fuente: https://www.biobiochile.cl/noticias/opinion/tu-voz/2018/06/12/todos-a-la-escuela-tras-el-reino-de-la-poesia-insigne.shtml

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