Jornada escolar: lo que la cronobiología y la cronopsicología pueden aportar

Por: Gonzalo Pin Arboledas

A la hora de diseñar los horarios escolares en las diversas etapas se deben tener en cuenta diferentes aspectos. Pero para la salud, la conducta y el aprendizaje, el «cuándo» es tan importante como el «qué» y el «cómo».

Como premisa previa he de confesar que no soy docente, salvo en cursos de postgrado. Mi dedicación profesional estos últimos 30 años ha sido a la infancia y la adolescencia, pero desde el punto de vista sanitario. Los últimos 14 años especialmente dedicados a los ritmos vigilia-sueño, la cronobiología y la cronopsicología.

Es desde estas áreas desde donde nace mi preocupación (y ocupación) por los horarios escolares. Esta preocupación me ha permitido dirigir durante 3 años el proyecto SHASTU (Sleep Habits and Student Performance) financiado por la Unión Europea dentro del programa Erasmus Plus.

En él estudiamos y valoramos, el rendimiento escolar y la conducta del alumno (desde infantil a bachiller) antes y después de ajustar los horarios escolares y los horarios de alimentación a los Ritmos Circadianos y a la Cronopsicología en tres ciudades de países diferentes: España, Italia y Turquía.

Son los resultados de ese estudio, (coincidentes en los tres países a pesar de sus diferencias culturales y económicas) los que me animan a escribir estas líneas aportando, no opiniones personales, sino datos extraídos con metodología científica contrastada.

Lo conveniente, pienso, para poder entender el porqué de las cosas es empezar por las bases:

Durante millones de años el ser humano se ha ido adaptando a un medio ambiente que cambiaba de una manera periódica y rítmica (día y noche); para ello, ha desarrollado un reloj interno que le permite prepararse anticipadamente para ese cambio rítmico y adaptar sus funciones internas al horario en el que se encuentra el medio ambiente que le rodea. Esto es, nuestras funciones internas se comportan de manera diferente según el momento del día (o de la noche) en la que nos encontramos. Aparecen, de esa manera, lo que hoy llamamos ritmos circadianos (circa= alrededor: alrededor del día). Estos cambios rítmicos de nuestras funciones biológicas son el objeto de estudio de la cronobiología.

Esa adaptación es global de manera que, aproximadamente cada 24 horas, cada una de nuestras células adapta su funcionamiento al momento horario del medio ambiente. Así, nuestro sistema hormonal, de defensas… y nuestra mente adaptan en cada momento su funcionamiento al momento del día en el que se encuentran.

Esta adaptación hace que no rindamos lo mismo a todas las horas del día, que no tenga la misma influencia en nuestra salud la actividad física a cualquier hora del día o, por ejemplo, que el momento en el que comemos tenga casi tanta influencia en nuestra salud como el qué comemos. Esto es, cuándo hacemos las cosas es muy importante para nuestra salud y nuestro rendimiento.

Los cambios psicológicos y de rendimiento que acontecen a lo largo del día de manera rítmica son el objeto de estudio de la cronopsicología.

A nivel escolar, ya hace muchos años, Testut demostró que nuestros estudiantes no aprenden ni rinden por igual durante todas las horas del día. Estas variaciones las vemos reflejadas en la figura 1 en la que se escenifican los patrones diarios de rendimiento de los alumnos en diferentes materias (F. Testut: Cronopsicología y rendimiento escolar.1992). Estos vaivenes diarios en el rendimiento nos ayudaron a programar las asignaturas en nuestro estudio SHASTU para mejorar dicho rendimiento académico.

Variaciones diarias en el rendimiento escolar. A mayor puntuación mayor rendimiento. F.Testut. Cronopsicología y rendimiento escolar.1992.

Los hábitos vitales del ser humano a lo largo de su evolución se adaptaron también a los cambios horarios ambientales rítmicos. Surge así la crononutrición (segundo pilar de nuestro estudio) que nos enseña que cuando coordinamos los horarios o ritmos de la alimentación a los biorritmos diarios de acuerdo con el momento del día en que nos encontramos, nuestro estado de salud nutricional es más saludable y tenemos menos propensión a la obesidad (la gran epidemia de nuestra infancia y juventud) y a la diabetes tipo 2 entre otras muchas morbilidades. De manera que, por ejemplo, aquellas personas que tienen su almuerzo de medio día antes de las 14 horas y la cena antes de las 21 horas tienen un mejor estado de salud y, a igualdad de ingesta de calorías y de actividad física, tienen menor riesgo de obesidad/sobrepeso y diabetes.

Junto a la nutrición (o, mejor, de la mano de ella en un mundo de cazadores y depredadores) se estableció el ritmo vigilia-sueño (tercer pilar de nuestro estudio).

Del estudio de este ritmo vigilia-sueño hemos aprendido que un tiempo total de sueño adecuado para cada edad, en horario más o menos regular según la edad (otra vez los biorritmos) y una relación horaria adecuada entre sueño, alimentación, actividad física y uso de tecnología son extremadamente importantes para el control de la conducta del escolar al día siguiente, así como para su rendimiento en clase.

El sueño de mala calidad, de menor duración de la que precisamos y/o con horarios irregulares disminuye el tiempo en el que podemos mantener nuestra atención de manera continuada y, por ello, necesitamos actividades más cortas y con un tiempo de descanso entre ellas mayor para poder rendir adecuadamente. Este ritmo vigilia sueño, a su vez, controla el ritmo diario de nuestra capacidad de atención como podemos ver en la figura 2 procedente de un estudio inglés realizado en dos centros escolares (uno con un alto nivel socioeconómico y el otro con un bajo nivel socioeconómico). En la gráfica observamos que el nivel de somnolencia es máximo en las primeras horas del día (siendo como la imagen especular de la gráfica extraída del libro de Testut):

Este ritmo diario de somnolencia ya lo han comprendido muchas otras sociedades (algunos estados de EEUU, Alemania, Israel…) que han decidido facilitar un mayor tiempo de sueño a sus estudiantes retrasando el inicio (y final) de los horarios escolares. El retraso de media hora en el inicio de las clases conlleva que el 80% del tiempo extra el estudiante lo dedique al sueño y con ello, por ejemplo, que un instituto pase de 3.159 problemas de conducta contabilizados en un año escolar a contabilizar 1.447 casos al año de retrasar el inicio escolar media hora (Sleep 2016;39(2):271-281).

Estas fueron las bases del estudio SHASTU que me permitió explicar a la comunidad educativa de cada uno de los países el porqué necesitábamos cambiar los horarios escolares, el orden de las asignaturas, el momento de la actividad física y de los horarios de las comidas. Es necesario agradecer la implicación absoluta de las comunidades educativas de estas tres ciudades (en España la ciudad de Silla en Valencia) que dedicaron tiempo extra a este aprendizaje y a su aplicación dentro de su horario escolar. Al mismo tiempo, implicamos también a los estudiantes en el conocimiento de los biorritmos con especial atención al ritmo vigilia/sueño, el ritmo y horario de la actividad física intensa (debía finalizar al menos dos horas antes de iniciar el horario de sueño) así como el ritmo y horario del uso de las tecnologías y de la alimentación.

En ese sentido aprovechamos el tiempo de comedor escolar para hacer educación sobre nutrición reconvirtiendo los comedores escolares en algo más que un lugar destinado a la pura ingesta, sino en un aula de “salud nutricional” en cuanto a tipo de alimento, horario y gastronomía de manera que todos los alumnos de los centros tenían, al menos una vez al día, las mismas oportunidades nutricionales y de aprendizaje en esta área de la salud.

¿Cuáles fueron las consecuencias de adaptar los ritmos escolares a los biorritmos circadianos?

Es necesario reconocer que estas medidas fueron fáciles, sencillas y eficientes una vez se establecieron, pero el proceso de aprendizaje, comprensión y aceptación requirió un esfuerzo extra de todos los implicados (dirección de los centros educativos, docentes, familiares, alumnos y profesionales externos). Entre las medidas que se instauraron y por citar sólo unas cuantas están, por ejemplo, que a primera hora se realizaba algo de actividad física (10 minutos de baile, carrera… según la preferencia del educador), el evitar los exámenes los lunes a primera hora colocándolos siempre a partir de las 11 de la mañana coincidiendo con el mayor rendimiento del alumno, adelantar los horarios de las cenas intentando que fueran sin la presencia de pantallas y en familia, aprovechar las horas lectivas de la tarde coincidentes con el repunte de la atención… Todos estos datos pueden encontrase en la página web del estudio (SHASTU.org).

Como muestra de los resultados obtenidos estas dos tabla: una referida a los problemas de sueño y la otra al rendimiento escolar.

SDSC: Cuestionario para evaluar la presencia de problemas con el sueño.

En todos los grupos de edad tras la instauración de las medidas se observa desde el punto de partida (BASAL) hasta el final del proyecto (SEGMTO) una franca disminución en el porcentaje de alumnos con problemas relacionados con el sueño; especialmente llamativa es la mejoría en el grupo de adolescentes.

Tras la instauración de las medidas de respeto a los ritmos cronobiológicos y cronopsicológicos se aprecia una mejoría rendimiento escolar que permanece al menos dos años después de la instauración de esas medidas.

¿Qué nos ha enseñado el proyecto SHASTU a docentes, sanitarios, familias y estudiantes?

Algunas enseñanzas deberíamos aprovechar de este estudio:

  1. El respeto horario a los biorritmos mejora la calidad de vida de los alumnos, su rendimiento y comportamiento haciendo más eficiente el trabajo de los educadores.
  2. Mejorar el sueño en tiempo, ritmo y calidad mejora la vigilia del alumno, le permite mantener la atención, mejorar su conducta y rendimiento.
  3. El comedor escolar es un arma irrenunciable para fomentar la igualdad educación nutricional.

¿Con estos datos que recomendaciones horarias se extraen?

Evidentemente otros factores deben ser tenidos en cuenta a la hora de recomendar horarios escolares. En el diseño de éstos deben participar todos los estamentos implicados en el área docente y profesionales de otras áreas (nutricionistas, sociólogos, psicopedagogos, cronobiólogos, pediatras…) que deben asesorar a la comunidad educativa a la hora de que ésta decida el tipo de horario escolar.

Después de estos tres años del estudio SHASTU y de la revisión bibliográfica se podría inferir:

  • Es adecuado retrasar la hora de inicio del horario escolar para favorecer el sueño y el rendimiento.
  • Las asignaturas se deben redistribuir en función del cronorendimiento del escolar.
  • Tener en cuenta el pico atencional que se produce en horario de tarde.
  • El horario de los exámenes es importante.
  • El comedor escolar debe ser considerado un elemento educativo curricular más (especialmente en una sociedad como la nuestra en la que la obesidad infantil es una epidemia).

Estos resultados parecen indicar la conveniencia de un horario escolar de inicio entre las 08.30 – 09.00 según las edades, con una distribución de materias en función de los momentos de mayor atención del alumnado, con respeto a los ritmos derivados de la crononutrición favoreciendo la comida de medio día en horario de 13 a 14 y finalizando la actividad escolar alrededor de las 16.30.

A la hora de diseñar los horarios escolares en las diversas etapas, evidentemente, se deben tener en cuenta otros factores implicados; pero sería un grave error obviar las enseñanzas derivadas de la cronobiología, la cronopsicología y la crononutrición. Para la salud, la conducta y el aprendizaje el “cuándo” es tan importante como el “qué” y el “cómo”.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/07/18/jornada-escolar-lo-que-la-cronobiologia-y-la-cronopsicologia-pueden-aportar/

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