Por: Graziella Pogolotti.
En medio del bombardeo de noticias cotidianas llama la atención la coincidencia de los movimientos huelguísticos que, en desafío a los poderes recientemente constituidos, se han producido en países como Brasil y Chile, ambos alineados al dominio hegemónico imperial y a su instrumento ideológico, la filosofía neoliberal.
En Brasil, el Gobierno ha lanzado una ofensiva contra la universidad pública que ha contado en ese país con centros de reconocido prestigio.Las medidas propuestas no se limitan a la reducción de las fuentes de financiamiento estatal. Con definida posición política se ciernen también sobre los profesores y los programas de estudio, en razón de una supuesta contaminación de ideas socialistas.
En Chile, los sindicatos de profesores se han organizado en repudio a decisiones con respecto a los planes de la secundaria básica. Sus demandas no tienen carácter gremial. Se fundamentan en la defensa de la formación integral ciudadana de las nuevas generaciones. A partir de lo recién aprobado, asignaturas como la Historia, la Educación Física y el Arte quedan relegadas a la condición de optativas. Son, por tanto, descartables.
Al parecer, en Brasil y en Chile estudiantes y maestros han tomado conciencia del vínculo esencial entre educación y sociedad, acentuado en un panorama internacional donde está en juego nada menos que la instrumentalización del ser humano, la supervivencia de la especie y la preservación de la vida en el planeta.
En tales circunstancias, la confrontación se libra en el terreno económico, en el desarrollo y empleo de las nuevas tecnologías, en la construcción de imaginarios, en el enmascaramiento de la política tras el show mediático de sus personeros y, en última instancia, en el plano de las ideas.
Cierta retórica académica, ampliamente divulgada, ha intentado imponer, como verdad incontrovertible, la desaparición entre las alternativas de los conceptos y programas tradicionalmente situados a la derecha y a la izquierda del espectro ideológico. Es una nomenclatura heredada de la Revolución Francesa, adoptada luego por la lucha a favor de la emancipación humana en formulaciones específicas según los contextos epocales.
Estrechamente entrelazadas, sociedad y educación construyen al ser humano que somos, incluidos todos aquellos que van creciendo ante nuestros ojos. Lo hacen a través de un complejo entramado institucional en el que intervienen la congruencia entre la palabra y los hechos, así como los estilos en la dirección, decisivos no solo en los niveles más altos, sino también en la base, donde se afrontan de manera concreta los grandes y pequeños conflictos de la cotidianidad. Forman parte de este proceso los medios de comunicación, vías de conocimiento de la realidad y forjadores de sueños, modelos, expectativas y aspiraciones de vida.
Indiferente o sobreprotectora, la familia también constituye una institución social, tanto como el sistema de enseñanza donde, más allá de la transmisión eficaz de los contenidos de los programas y su instrumentalización metodológica, actúan las manos del maestro y del director del centro. Aunque padecemos deficiencias en el plano de la instrucción, educar significa mucho más. Equivale a formar en el plano de los valores, estimular la inteligencia y las capacidades potenciales de niños y jóvenes, y cultivar el territorio aún más impalpable de los sentimientos. Se trata de contribuir a la preparación integral, consciente y participativa.
A ese propósito se encamina una de las vertientes del actual programa de perfeccionamiento. Es una empresa ardua y urgente. Requiere una intensa labor de superación de los formadores, a la vez que un cambio de las mentalidades. No podrá asumirse como el mero cumplimiento de tareas específicas, sino como una misión alentada por la real comprensión por parte de todos los actores de los propósitos y alcance de las obras emprendidas. En la fase experimental y en su extensión a lo largo del país, cada paso debe contar con el apoyo y el acompañamiento de la investigación científica y de un método de observación crítica participante.
A contracorriente del discurso hegemónico de la posmodernidad, proyectado hacia la fragmentación del conocimiento de la realidad, el predominio del ahora mismo sobre cualquier otra consideración, la subordinación de los programas de enseñanza en función de la demanda inmediata del mercado laboral y la exaltación de la competitividad tendiente a acrecentar el individualismo, nosotros aspiramos a desarrollar un proyecto humanista integrador de los más diversos conocimientos acumulados en los libros, y de aquellos otros que germinan y se renuevan en la práctica concreta del hacer cotidiano. En este proceso todos somos actores.
La interacción que proponemos entre sociedad y educación no puede orientarse hacia el modelo de las muy productivas colmenas, presidido por la reina fecundada por los zánganos que la rodean y sostenida por el mecánico laboreo de las obreras. Con esa imperturbable estratificación, entregan una materia prima a quienes disponen de los recursos y las inventivas necesarias para multiplicar la fuente originaria en numerosos derivados.
Por lo contrario, el bienestar deseado en lo material y en lo espiritual habrá de lograrse cuando nos sintamos dueños de nosotros mismos, con plena conciencia de nuestro papel. En palabras de Roberto Fernández Retamar: «Con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una escuela».
Dentro de la comunidad, esas manos son las de cada uno de nosotros, maestros, directores, padres, trabajadores de la cultura y el deporte. De esa forma, limpiaremos las manchas que enturbian nuestro entorno con manifestaciones de indisciplina social, desidia, comportamientos corruptos y complicidad con lo mal hecho. En la batalla por el mejoramiento humano y el cambio de mentalidad estamos implicados todos.
Fuente del artículo: http://www.cubadebate.cu/opinion/2019/06/16/educacion-y-sociedad/#.XQbixNIzbMw