Ludovico Silva o la discordancia de los tiempos de las teorías críticas

Por: Humberto Zabala. 

La teoría del desarrollo desigual y combinado habilita las claves para la comprensión –desde el marxismo– de las circunstancias que vieron nacer la crítica de Ludovico Silva hacia los manuales de la ACURSS estalinista-zdhanovista, –a su vez– facilita una crítica de los flancos abiertos por este en su controversial ensayo, como contribución a la revitalización de las tradiciones del marxismo revolucionario en tiempos de retorno de la lucha de clases en la arena internacional.

Las ideas no caen del cielo.
Antonio Labriola

Las revoluciones obreras se critican a sí mismas.
Karl Marx.

Restablecer la continuidad revolucionaria del marxismo en Venezuela nos resulta un desafío de gran magnitud e importancia, luego de transcurridos 40 años sin atravesar escenarios revolucionarios abiertos a nivel mundial, mediando cinco décadas desde el último ascenso importante de la lucha de clases a nivel internacional, mientras en casa se cumplen 20 años de un proyecto que autodenominándose “revolucionario” y “socialista” condujo a sus bases a un callejón sin salida frente a una verdadera debacle económica y social sin precedentes en la historia del siglo XX.

Sin embargo, el impasse de los gobiernos posneoliberales de diferentes tintes se combina con la presente crisis orgánica del capitalismo global, que inaugura escenarios disruptivos tanto en el mundo como en América Latina, con los recientes estallidos obreros y populares con fuerte protagonismo en las mujeres y la juventud, contra las imposiciones del FMI y los gobiernos imperialistas, que nos obligan a sacar lecciones de la derrota, sin ceder terreno a los ya vetustos cantos de sirena que otrora anunciaban el fin de la clase obrera, el marxismo y las ideologías.

En esta entrega, nos disponemos a reflexionar sobre las circunstancias que vieron nacer la crítica de Ludovico Silva hacia los manuales de la ACURSS estalinista-zdhanovista, y a su vez, desarrollar un cuestionamiento de algunas aristas del debate que observamos en su controversial ensayo Antimanual para uso de marxistas, marxólogos y marxianos.

Toda tentativa de partir de una comprensión materialista acerca del debate contra los manuales soviéticos en el ensayo de Ludovico, merece al menos problematizar lo que ambas tradiciones dicen de sí mismas, poniéndolas en relación dialéctica con la formación intelectual de Silva y su encuentro con las ideas marxistas a su llegada de Europa, el modo de recepción del marxismo soviético en la Venezuela de principios del siglo XX y sus vaivenes frente a la política internacional y nacional, y finalmente tomar conciencia de que el marxismo comporta el carácter de síntesis de un movimiento revolucionario internacional con casi dos siglos de existencia, y de una teoría científica de las leyes del conocimiento, la naturaleza y la sociedad.

Devenir Ludovico

Los hechos más conocidos sobre la vida de Luis José Silva Michelena, son su nacimiento en el seno de una familia acomodada en la Caracas de 1937, apenas dos años transcurridos tras la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, donde lo más significativo son las aceleradas transformaciones en la fisonomía social y política, el “Boom” petrolero y economía de enclave con las principales potencias importadoras de hidrocarburos, de ahí que Silva, como parte de la generación post-Boom petrolero declare en sus Ensayos Temporales: “Mi desencanto respecto de la sociedad capitalista viene de muy lejos, desde cuando niño vivía en un campamento petrolero y me codeaba con los arrogantes gringos” (1983: 125)

Durante la generación de “transición”, los restos de gomecismo chocaban con nuevos proyectos políticos de “derechas” e “izquierdas” organizados internacionalmente, aunque vistieran ropajes de partidos nacionales, tales como la democracia cristiana, el partido comunista y el populismo. Ahora bien, los principales cuadros que fundan el partido comunista de Venezuela desde el extranjero gozan de una formación ideológica proporcionada por el PC de Francia (PCF). A su retorno al país en 1936 eran claras sus intenciones de jugárselas con la nueva orientación de “Frente Popular”, cuyo primer intento fue el “Bloque Nacional Democrático” (“bloque de abril”) de ese mismo año.

Breve inciso: la hegemonía estalinista sobre el discurso marxista en Venezuela, se explica por un lado producto del acoplamiento de los partidos comunistas latinoamericanos en torno a la línea frentepopulista de la III Internacional, por el otro, el tardío desarrollo capitalista del país cuyo movimiento obrero con contornos políticos claros apenas aparece con la muerte de Gómez, aunado a la temprana descomposición burocrática de la revolución soviética en los años 20’, explica su incapacidad para ver nacer sus propias fracciones comunistas de oposición, como las vistas en otros países de la región como Argentina, Chile, Perú, Cuba y México.

De ahí que Liscano, al situar el Antimanual de Ludovico en la ensayística marxista del país, afirme que: “En general, los ensayistas venezolanos anteriores a la generación que irrumpe después de la fundación de la Facultad de Filosofía y Letras, soslayaron el marxismo (…) En realidad sobre el marxismo pesaba la ideología stalinista”, el ingreso de dudosos manuales marxistas de filosofía, economía y hasta de ciencias naturales, provenientes de la Academia de Ciencias de la URSS, proliferó en la década del 60’ influyendo en la juventud que simpatizaba con la revolución cubana triunfante y la lucha armada venezolana, hasta aproximadamente 1968, como más adelante veremos.

Ahora bien, volviendo al autor del Antimanual, sabemos que su vocación literaria estuvo prefigurada desde su niñez: “Yo, como poeta y escritor de ensayos, tengo una misión, que para mí fue clara desde mi niñez: escribir” (2007: 208), cursó el bachillerato en el elitista Colegio San Ignacio de su Caracas natal, desde los 14 años de edad experimentó frustradas intentonas para hacerse publicar por El Nacional (2007: 141). A los 17 años, bajo la dictadura perejimenista, marca el consabido rumbo hacia Europa. Entre los años 1954 y 1960 estudiará “Dos años en Madrid, uno en Francia, en París, tomando cursos de Literatura francesa en La Sorbona y un año en Alemania estudiando Filología románica, en la Universidad de Brisburgo” (277), justamente en Madrid sus compañeros de estudio le apodan Ludovico, asumiendo para siempre este nombre como su lugar de enunciación.

Durante el periodo que se extiende desde su llegada de Europa hasta el inicio de estudios formales en la carrera de Filosofía (UCV) en 1968, Ludovico Silva es un nombre asociado al ejercicio de la poesía y la crítica literaria en diferentes columnas. Lo que sucedió después es historia conocida, y casualmente nuestro siguiente objeto de estudio.

¿En la búsqueda del marxismo perdido?

Amigo personal del poeta español Jorge Guillén y del poeta nacional Vicente Gerbasi, admirador y colega de humanistas radicados en el país como Juan David García Bacca y Ángel Rosenblat, lector voraz de Antonio Machado, de los filósofos Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset, marca en 1968 un giro radical hacia el estudio sobre Marx y los marxismos, a continuación indagaremos cómo ocurrió.

Cierta vez tuvo que aclarar a sus lectores:

Algunos han asegurado que yo estudio los libros de Marx y los libros sobre marxismo desde que tenía diecisiete años. Tendré que desencantar a toda esa gente amable. Yo soy un recién llegado al marxismo. La pura verdad es que yo no había leído ningún libro de Marx hasta el año de 1969… Mi sinceridad consiste en decir que yo no sé nada, o muy poco, de marxismo (2007: 207)

Luego insistirlo a modo de chanza: “Yo comencé mis estudios de marxismo hace diez años (aunque a muchos les parezca mentira, pues suponen que yo nací con un libro de Marx bajo el brazo, en lugar del pan tradicional)” (1983: 124)

El año en que Ludovico comienza sus estudios formales de filosofía en la UCV (1968), esta era epicentro de manifestaciones que constituyeron un hito en las luchas juveniles del país, el llamado Movimiento de Renovación Universitaria hacía espejo con la emergencia de luchas radicalizadas de la clase obrera y la juventud mundial (Tlatelolco, Checoslovaquia, París), solo en América Latina hubo experiencias importantes como la revolución cubana, las Ligas Campesinas (Brasil), las movilizaciones del Perú dirigidas por Hugo Blanco, el “Cordobazo” (Argentina), la Asamblea Popular de Bolivia y el triunfo de Allende en Chile, todo esto tuvo que influir decididamente en las afinidades electivas de Ludovico.

El ambiente intelectual de numerosos grupos de la izquierda militante post 68’ expresaba el hartazgo ante la ausencia de autocrítica por parte de la dirección del PCV frente a la derrota de la lucha armada en los 60, y su justificación irresponsable de la represión brutal descargada por el estalinismo sobre la Primavera de Praga; esto abre el prestigio entre la izquierda académica de la teoría de la dependencia en materia económica, en política el “proceso a izquierda” de Petkoff, en filosofía las escuelas críticas de occidente.

Movido por fuertes intereses literarios, Ludovico comienza a interesarse por la discusión muy en boga acerca de la “ideología”, Sandro Brito Rojas explica que Ludovico inicia: “el estudio de la ideología a raíz de su participación en un seminario sobre Sartre impartido por Federico Riu, el cual le impulsará a estudiar detenidamente La Ideología Alemana”, Riu fue uno de los pioneros en introducir en el debate marxista nacional proposiciones del llamado marxismo occidental.

Orlando Araujo relata recuerdos vívidos de Ludovico Silva durante la ocupación militar del recinto universitario, que comenzó un fatídico 31 de octubre de 1969: “cuando la bota militar con presilla de profesores alquilados allanó la Universidad (1970-71 ¿os acordáis?) Ludovico que no es hombre de disparos, lloraba al pie de aquel árbol que entre octubre y noviembre alfombra furtivamente el oro de un idilio”, Ludovico que no pertenece a ninguna organización militante, declara de sí mismo:

Para ser marxista hay que poseer algunas cualidades muy particulares. En primer lugar, hay que ser una persona que trabaja activamente para la revolución socialista. Yo no lo soy. En segundo lugar, hay que unir la teoría a la práctica. Yo no lo hago, porque vivo sumergido en la alineación típica de los intelectuales, que consiste en dejar toda la práctica del marxismo a los activistas políticos y a los revolucionarios profesionales. [1]

Ha escogido para sí el lugar de “un pensador e interpretador libérrimo” de Marx, de hecho cuando ha estado involucrado de algún modo con la política de izquierda ha sido exclusivamente desde su papel de escritor: “Si bien nunca fui encarcelado por drogómano, sí lo fui en los sótanos de la Digepol por escribir artículos defendiendo a los combatientes del PCV y del MIR”.

De aquí que a lo largo y ancho de la obra de Ludovico Silva la labor intelectual de Marx queda estrechamente limitada a la de formulador de una nueva ciencia social de la que se servirán los movimientos revolucionarios, donde se diluye casi por completo el agitador revolucionario de la Liga de los Comunistas, el organizador de la Asociación Internacional de los Trabajadores, el genial polemista político contra otras fracciones de izquierda.

Su ensayo Sobre el socialismo y los intelectuales (1970) expresa parte de estos límites que se verán acentuados más adelante en el desarrollo del Antimanual, allí su modo de exhortación a los intelectuales de América Latina para respaldar al Socialismo como un asunto de conciencia ética en la línea de numerosos intelectuales rusos y europeos, nos recuerda el nada novedoso enfoque de Max Adler en Socialismus und Intellektuellen (Viena, 1910), aunque si aquel esperaba el paso de los intelectuales al lado de la revolución socialista antes de su advenimiento, aquí Silva lo prefigura como cuasi precondición de la misma, como veremos más adelante.

La intención polémica del Antimanual de Ludovico que merece mayor mérito consistió en decirle a aquellos que buscaron las ideas de Marx a través de los manuales, que ahí no es buen lugar para encontrarle, que si quieren conocerlas bien pudieran comenzar por ir detrás de sus propios textos, conminándoles que además disfrutasen la riqueza de su muy prolijo estilo literario.

Luego está su objetivo expreso de: “criticar las más connotadas concepciones en boga, siempre con el afán de contribuir a descongelar y desmitificar las brujerías que en torno a estos conceptos se reproducen como hongos, no precisamente alucinantes.” (1975: 117) para ello en su primer capítulo “La situación del marxismo” hace las siguientes declaraciones metodológicas:

Se puede hablar de «situación del marxismo» de dos maneras: una, externa al pensamiento de Marx, y otra, interna al mismo (…) En este libro, mi punto de vista para echar una mirada panorámica al pensamiento de Marx, será más que todo el interno (…) La distinción entre ambos puntos de vista es, en realidad, puramente analítica; pero es una distinción útil, porque nos permite separar teóricamente la evolución de las interpretaciones de la evolución del pensamiento mismo de Marx…

Al abordar de esta manera el pensamiento de Marx, metodológicamente el exégeta desafía con sobrado optimismo las complejas tensiones internas en la evolución teórica de la obra del propio Marx y las de este con sus contemporáneos y sucesores, la disección teórica que propone, más que deshistorizar la evolución teórica del marxismo, elude la política concreta con sus relaciones de fuerza, como factor decisivo en la ecuación que contrasta al marxismo como teoría y como práctica, como corpus científico y como movimiento político.

Ludovico realmente quiso obtener a partir de este método un idílico retorno a la “edad de oro” perdida del pensamiento de Marx, despojada de los tantos “fallos filosóficos” verificables en los “marxismos” del presente. Hoy día pocos emplearían la despampanante taxonomía ludoviqueana (“marxistas, marxólogos y marxianos”) ante el caleidoscópico sin fin de “marxismos” y sus innumerables enfoques enfrentados, como han insistido numerosos autores (Kolakowski, Gouldner, Lander, Kohan, Mazzeo, entre otros), el propio Bensaïd ha escrito que “no se trata [aquí] de un piadoso retorno a Marx. [Sino] Más bien de un ‘rodeo necesario’” [2011: 209]

Extraño punto de partida para un análisis marxista de los manuales soviéticos, el juzgar el monstruo desencadenado por la herencia estalinista en los llamados socialismos realmente existentes, con las herramientas puramente analíticas sobre las categorías empleadas por estos en su propaganda manualesca, eludiendo en todo momento un examen genealógico-político del modo en que estas categorías llegaron, evolucionaron o involucionaron de cara a los sucesivas fluctuaciones en la relación de fuerzas entre las clases.

IV. La discordancia de los tiempos para las teorías críticas

A lo largo de su polémica, Ludovico Silva reclama una lectura heterodoxa de Marx, a quien considera invariablemente un intelectual heterodoxo, está convencido que para revitalizar su veracidad debemos necesariamente renunciar a buena parte de los saberes que la ortodoxia marxista propaga, tal es el sentido de hacer un Anti-manual, para “transformar el pensamiento marxista desde dentro de él mismo, a fin de elaborar las categorías que habría elaborado el propio Marx en caso de vivir en nuestros días” [2009: 20]

Se puede rastrear un triple propósito en el Antimanual que comprendía, en primer lugar, la discusión que emprenderá con particular encono contra categorías como: materialismo-dialéctico, filosofía marxista, dialéctica de la naturaleza, las tres leyes generales de la dialéctica, ideología revolucionaria, estructura-superestructura, teoría del reflejo, entre otras, cargándoles la responsabilidad de ser “malos entendidos” o “errores filosóficos” de cuño “engelsiano” que trajeron consecuencias funestas en cuanto eran la fundamentación teórico-política del bolchevismo y los “socialismos reales”.

Por otro lado, plantea la necesidad de un taller de elaboración de categorías marxistas que respondieran a nuestras necesidades actuales, con la complicación de hacerlo desde dentro de él mismo; si bien a su entender no hace falta recurrir a la nigromancia ni prácticas por el estilo, sino emulando “el método de Marx”, para Ludovico este método no requiere apartarse de cuanto está en su obra escrita (la de Marx), solo que para saber qué categorías desechar y cuáles conservar, o cuál debe ser el metro para la actualidad, veracidad y vitalidad de las fórmulas marxistas, Silva se sirve de un índice de lecturas comprendida por autores como: Lukács, Korsch, Adorno, Lefebvre, Marcuse, Sartre, Althusser, Colleti, Baran, Sweezy, Rubel, y un largo etcétera de “marxistas occidentales” que por esos años encuentran amplia difusión entre la izquierda académica venezolana.

Finalmente, Ludovico reclama el lugar de productores de ciencia social marxista para autores oriundos de América Latina y el subdesarrollo, a quienes invitaba a la creación de un Diccionario de Marxismo Heterodoxo:

¿Por qué nuestros economistas, sociólogos o filósofos no pueden contribuir a la elaboración de ese gigantesco y necesarísimo Diccionario? ¿Por qué no hacerlo aquí, en el subdesarrollo, para demostrarles a los pedantes franceses, a los impertérritos ingleses, a los alemanes muertos del esprit du sérieux, a los marmolizados soviéticos, a los norteamericanos anestesiados, a los intrincados italianos, que aquí, en estas tierras, es posible hablar de Marx con tanta o más altura que en otras tierras? (2009: 15-16)

Sobre este triple propósito tan solo nos limitaremos a dar cuenta de la suerte que corrieron las ideas de Ludovico en su tiempo, tanto en el país como en el debate marxista internacional, dejando para siguientes entregas todo lo que podamos cuestionar acerca de las formulaciones específicas de Ludovico sobre cada una de estas categorías de la “ortodoxia”.

El lanzamiento del Antimanual resultó un hito en los anales del pensamiento crítico venezolano, hizo escuela en la intelectualidad de izquierda, especialmente quienes se reclaman la heterodoxia marxista en el país. Esta obra ensayística incluye un “epílogo del prólogo” en que anuncia el veredicto que la galardona por unanimidad con el Premio Literario de la Asociación Pro Venezuela, y desde entonces nunca ha dejado de gozar de buena prensa.

El periodista, poeta y militante del PCV, Jesús Sanoja Hernández, recuerda así el lanzamiento del Antimanual: “Me tocó presentarlo en el Ateneo, agosto de 1975 según creo, y no fueron pocos los reclamos que mis camaradas de estirpe inquisitorial me hicieron por tolerancia ideológica”, por su parte, el columnista Tulio Hernández dirá “no conozco en Venezuela el caso de un intelectual que haya sido tan querido y admirado por gentes tan disímiles entre sí”.

Incluso su amigo, el poeta Blas Perozo Naveda, poco después de la muerte de Ludovico, refirió en modo tajante que:

Nadie se atrevió jamás a criticar ninguno de sus libros. Con propiedad, nadie. Y es que ¿quién se atreve a criticar el libro más sangrante, del más lúcido de los Ludos? Solamente Artaud […] Porque para el poeta –como dijo Briceño Guerrero– la experiencia vivida en la palabra le pareció más real que el contacto directo con las cosas

Pero el citado poeta ya en 1988 se equivocaba, y en parte este error es por falta ajena, pues aun prescindiendo de aquello que más que críticas parecieran no salirse de simples ataques Ad Hominem, la tradición “manualesca” se limitó a responder guindándole epítetos como “drogómano”, “sifrino”, e incluso “trotskista”, con los aditamentos pseudo teóricos de su monserga de rigor; la crítica marxista que sí estudió atentamente la obra de Ludovico respondió pronto.

Apenas cuatro años después del Antimanual aparece una tesis de egreso como sociólogo del profesor universitario Rafael Ramírez C., dedicado a criticar la obra de Ludovico Silva, para su publicación posterior fue titulado a modo de provocación La Intelectualidad Impotente (1981, UCV).

La citada obra es poco conocida, entre otras cosas porque Ludovico poco o nunca la refiere, apenas deja menciones aisladas y anónimas como en una respuesta publicada en prensa a comentarios de Laura Corbalán: “Hace poco, un profesor de la Universidad Central escribió un tratado de 400 páginas sobre mi obra”, más tarde, a modo de respuesta al desafío lanzado por Ramírez: “En Ludovico encontramos la influencia decisiva de Herbert Marcuse. Retamos a cualquiera a que encuentre un planteamiento distinto, una idea original, un punto de desacuerdo”, dirá en Psiquiatría, Humanismo y Revolución (1982): “Digo esto para salirle al paso a ciertos críticos que me han acusado de copiar las ideas de Marcuse…”, nuevamente sin nombrar la fuente.

Ramírez reconoce que uno de los principales méritos del Antimanual y Ludovico fue contribuir al deshielo de las falsificaciones y dogmas que por décadas hegemonizaron el discurso marxista en manos del Partido Comunista, y atribuye su éxito a que Ludovico:

Posee un manejo preciso y refinado del lenguaje, gracias al cual su prosa es armónica y agradable, fácil de leer, amena y sencilla. A diferencia de otros filósofos nacionales, logra comunicarse con el público, lo encanta y le transmite sus apreciaciones en un lenguaje accesible y transparente (…) En su obra, este escritor venezolano ha sabido decir a los jóvenes intelectuales de la izquierda venezolana, lo que querían oír en un lenguaje que vale la pena escuchar. Y al hacerlo, centenares de jóvenes se han hecho adeptos de su pensamiento.

Y agrega que:

Su misma fuerza resultó ser su mayor debilidad (…) aquella generación no tenía más que ofrecer que su oposición al orden establecido, ni más convicción que la del cuestionamiento general (…) En todos los campos se avanzó, desde las tesis solo aparentemente marxistas que había consagrado el estalinismo, a las tesis abiertamente anti-marxistas que se proponían la superación del marxismo

Los planteamientos centrales de las escuelas críticas occidentales de las que Ludovico se apropia para “poner al día” el debate marxista en el país, venían de acumular una clientela considerable a nivel internacional y su difusión en Venezuela se hizo triunfal con el Antimanual.

Pero mientras los aplausos resonaban con fuerza en sus oídos cada vez que Ludovico Silva desenfundaba un pliego de certezas “críticas” del “pensamiento crítico” occidental de forma “acrítica”, entre “los impertérritos ingleses” nacía la contrarréplica de Perry Anderson al repliegue teórico realizado por dichas tradiciones producto de las derrotas de las revoluciones obreras de principios del siglo XX (ascenso del stalinismo, nazismo y II Guerra Mundial).

Mientras Ludovico se ufanaba de decir sobre la llamada “ley de la conversión de cantidad en calidad” que en la ciencia: “esta ley es inútil, porque sirve para explicarlo todo”, surgía entre “los norteamericanos anestesiados” el grupo de científicos Science for the People donde un Stephen Jay Gould, Richard Levins y Richard Lewontin desde sus prácticas reafirmaban la aplicabilidad de la misma en el campo de la biología.

Mientras Ludovico despotricaba contra el “materialismo dialéctico” y su aplicabilidad concreta en un modo que nos recuerda al de Eugenio Dühring, eran los años en que las obras de “los marmolizados soviéticos” del círculo de Bajtín (Volóshinov, Medvedev, etc.) y Lev Vygotsky, resultaban un hallazgo extraordinario para los estudiosos en Occidente de la filosofía del lenguaje y de la conciencia, en tanto que los yugoslavos del grupo “praxis” innovaban en su comprensión de la dialéctica de la praxis.

Cuando Ludovico se empecinaba en derivar todas las desgracias del Socialismo Real y la ex URSS a partir de los “errores filosóficos” de cuño engelsiano o leninista, rodeado de los mentados “pedantes franceses” aparecían los archivos recopilados por Pierre Broué, donde se nos demostraba cómo fue esa cadena de pequeñas guerras civiles, con una numerosa cantidad de bajas, descargadas por el estalinismo contra el bolchevismo de la Oposición de Izquierda.

Tiempos de revueltas simultáneas alrededor del mundo hace medio siglo abrieron el compás de la crítica para una generación de militantes y estudiosos de la obra de Marx, que ya sin las antiparras del pensamiento manualesco, dieron nueva vida al debate que muchos de los apegados al Mainstream del pensamiento crítico occidental daban (y siguen dando) por culminado.

A diferencia de Ludovico Silva, quien aseguró no querer formar escuela (ni mucho menos iglesia) todavía hoy día nos encontramos acólitos de todo tipo que repiten rajatabla lo que su maestro les dejó sin someterlo a nuevo examen, olvidando que aquel no cesó de insistir con que:

Si alguna virtud tiene mis escritos en este sentido es que los he propuesto como discusiones, no como dogmas en los que hay que creer. Probablemente todo cuanto he escrito sea un puro error; pero siempre habrá tenido la virtud de excitar a la controversia. (1983: 126)

Cuando asistimos a un nuevo escenario que avizora enfrentamientos de clase de gran envergadura, asomándose ya importantes levantamientos populares en Ecuador, Chile, Bolivia, Irán, Catalunya, Hong Kong… y las armas de la crítica deben servirnos para pasar a la crítica de las armas, recordamos el vaticinio de Perry Anderson, antes de extinguirse la llama del último ascenso de luchas obreras:

Cuando haya nacido un movimiento verdaderamente revolucionario en una clase obrera madura, la ‘forma final’ de la teoría (marxista) no tendrá ningún precedente preciso. Todo lo que puede decirse es que, cuando hablen las propias masas, los teóricos -del género de los que ha producido Occidente durante cincuenta años- permanecerán necesariamente en silencio. [1976: 130-131]

Fuente del artículo: http://www.laizquierdadiario.com.ve/Ludovico-Silva-o-la-discordancia-de-los-tiempos-de-las-teorias-criticas

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