La educación superior: entre la droga y la violencia

Por: José Alejandro Cheyne

Resulta paradójico que en las regiones colombianas cuya riqueza natural y posición estratégica son una ventaja comparativa para el desarrollo, sea precisamente donde el flagelo de la producción y comercialización de coca se ha convertido en el principal enemigo de la comunidad para avanzar en su agenda de bienestar.

Resulta paradójico que en las regiones colombianas cuya riqueza natural y posición estratégica son una ventaja comparativa para el desarrollo, sea precisamente donde el flagelo de la producción y comercialización de coca se ha convertido en el principal enemigo de la comunidad para avanzar en su agenda de bienestar.

En el mes de agosto el presidente Iván Duque lanzó el programa Zonas Futuro, como estrategia para la recuperación de la presencia institucional en territorios caracterizados por la ilegalidad, pobreza, inequidad e injusticia, como el Pacífico sur (Nariño), Catatumbo (Norte de Santander), Arauca, Bajo Cauca (norte de Antioquia) y el Parque Nacional Chiribiquete (Guaviare y Caquetá) y sus alrededores.

El lanzamiento de este programa se realizó en Tumaco, lugar en el que sus habitantes han buscado estrategias para disminuir los cultivos de coca y eliminar el estigma de ser el principal productor en el mundo.  Según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), en el 2018 Tumaco hizo parte de los 10 municipios que representaron el 44% del total de cultivos de coca del país.

Entre los esfuerzos realizados, se encuentra la sustitución de siembra de productos como el cacao y el plátano, la producción de camarón y frutales, la renovación de la palma, y el turismo. Quienes realizan estas actividades, desafortunadamente, reciben amenazas tanto de la resiembra de coca como de la violencia, por oponerse a los intereses del narcotráfico ante la falta de presencia integral del Estado colombiano.

Sin embargo, aun cuando esta realidad podría parecer bastante pesimista, existe un factor determinante que está dispuesto a cambiar el futuro. Según el Dane, en 2018 el 25,9% de la población colombiana se encontraba en edades jóvenes (entre 15 y 29 años), estando los departamentos de las Zonas Futuro, por encima del promedio nacional en población juvenil: Guaviare (28,5%), Arauca (28,2%), Caquetá (28,1%), Nariño (26,6%), Norte de Santander (26,5%) y Antioquia (26,1%).

Lo anterior es fundamental, teniendo en cuenta que son precisamente los jóvenes la mayor ventaja competitiva de estas regiones y quienes con su talento diverso y emprendedor, y su capacidad de resiliencia, están dispuestos a encontrar nuevas alternativas para sus comunidades afectadas por el narcotráfico. Sin embargo, para cumplir este propósito, requieren de nuevos espacios de educación, en particular de educación superior, necesarios para disminuir su vulnerabilidad y desarrollar sus competencias de acuerdo con las apuestas productivas de las regiones. Entendiendo que la educación es el único camino para una transformación social, se deben enfrentar las siguientes restricciones:

  1. Los jóvenes no cuentan con los recursos económicos para financiar su matrícula ni para su manutención durante el tiempo que están invirtiendo en educación, aun más cuando el 57% de los hogares en zonas cocaleras viven en medio de la pobreza, de acuerdo con la caracterización hecha por la Unodc. No podemos olvidar el costo de oportunidad o costo de renuncia para los jóvenes, como resultado de las tentaciones a trabajar en actividades ilícitas.
  1. Desafortunadamente, algunos jóvenes que desean ingresar a la educación superior tienen restricciones pedagógicas, fruto de las debilidades durante su proceso de formación básica y media, razón por la cual es muy importante establecer estrategias de acompañamiento psicopedagógico que les permita cerrar las brechas y desarrollar su proyecto de vida en su dimensión académica, física y espiritual. Un testimonio interesante en Tumaco es cómo a través del desarrollo de diferentes expresiones artísticas, los jóvenes encuentran una pedagogía diferente para desarrollar competencias.
  1. Una oferta de educación superior insuficiente para las necesidades de estas regiones, como es el caso de Tumaco que tiene apenas cuatro Instituciones de Educación Superior (IES) que ofrecen programas presenciales. Adicionalmente, los recursos financieros, de infraestructura e infoestructura, entre otros, son escasos para cumplir adecuadamente con los procesos de enseñanza-aprendizaje adecuados, así como la capacidad para desplazar la frontera de conocimientos con procesos de investigación pertinentes para la región.
  2. La oferta laboral en estas regiones no siempre garantiza el retorno de la inversión en educación a los jóvenes. Por esta razón, se debe asegurar que no se dé una migración por búsqueda de mejores alternativas laborales, haciendo que el esfuerzo de educación en la región sea en vano.

Este desafío educativo en las regiones permeadas por el narcotráfico requiere del aporte de todos los actores (alcaldía, gobernación, líderes sociales, empresarios, fuerzas armadas, autoridades espirituales, entre otros) para articular esfuerzos, aprovechar los recursos limitados y generar un consenso sobre las apuestas educativas de la región.

Sin embargo, este esfuerzo requiere también del aporte y solidaridad de las universidades colombianas, muy especialmente de aquellas acreditadas en alta calidad, que generalmente cuentan con mayores recursos y con estándares internacionales para apadrinar la educación en las Zonas Futuro y, de esta manera, construir una agenda de competitividad con las regiones.

Fuente: https://www.semana.com/opinion/articulo/la-educacion-superior-entre-la-droga-y-la-violencia-columna-de-jose-alejandro-cheyne/632387

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