Por: Julio Ferreras.
Son muchos los problemas que tiene planteados la sociedad española, desde hace tiempo, entre ellos, la cuestión de los nacionalismos y patriotismos (motivo de graves enfrentamientos entre españoles), la injusta distribución de la riqueza (origen de tantas desigualdades sociales), la laicidad y los acuerdos entre el gobierno y la Iglesia católica (acuerdos trasnochados e injustos, a causa de los privilegios, las exenciones fiscales, etc., en favor de esa iglesia). Pero uno de los problemas sociales más graves que arrastra este país probablemente sea la falta de un «pacto social sobre educación» entre todas las fuerzas políticas y los diversos agentes sociales, debido a la importancia y la trascendencia de la propia educación como un medio imprescindible y eficaz para la transformación y el progreso de cualquier sociedad.
Todos los partidos suelen hablar, en algún momento, y unos más que otros, de la necesidad de un pacto educativo a nivel del Estado, pero parece que lo que más desea generalmente cada uno de ellos es ser el protagonista de dicho pacto, por lo que trataría de llevarlo a cabo solo en el caso de gobernar, no desde la oposición, lo cual lleva a una imposibilidad de alcanzar el necesario pacto. Por ello, deberíamos considerar cómo los partidos que se niegan a colaborar desde la oposición, en esta urgente y trascendental tarea social de la educación, muestran, con una clara evidencia, sus propias contradicciones, y lo que es peor, su falta de honestidad, al hablar de defender a los ciudadanos en sus necesidades sociales, cuando lo que realmente pretenden es llegar al poder y disfrutar de los privilegios que este comporta.
En España, desde la Institución Libre de Enseñanza (aniquilada por la dictadura), no se ha contado con un sistema educativo de prestigio, serio y defensor de la verdadera justicia social. Sería, pues, útil y conveniente volver a aquellos principios pedagógicos, totalmente válidos para la España del siglo veintiuno, de aquella ilustre Institución, afamada en Europa, y a la elevada consideración que tenía de la figura del «maestro», hoy tristemente marginado y uno de los motivos de la profunda crisis educativa.
Por otra parte, es necesario poner fin a la injerencia y los privilegios de la Iglesia católica, en materia de educación, y dar cumplimiento a los principios de nuestra Constitución para potenciar una educación pública y laica, la educación predominante en los países más avanzados social y culturalmente, la que se preocupa del mayor bienestar para todos los ciudadanos sin excluir a nadie. Esto no impide que la educación privada pueda coexistir con la pública, pero sosteniéndose, no a costa del erario público, sino con sus propios recursos ya que defiende unos intereses particulares.
En este sentido, sería conveniente que los ciudadanos traten de desenmascarar y sancionar a aquellos partidos políticos que solo hablan de la necesidad de un pacto educativo si ellos gobiernan en mayoría, pero no están dispuestos a colaborar, desde la oposición, con los demás partidos y agentes sociales, porque esto sería la prueba evidente de sus contradicciones internas y de su falta de honestidad, como hemos señalado.
La necesidad y la urgencia de un pacto sobre educación provienen del fracaso evidente de los diversos sistemas educativos de la democracia, a pesar de los evidentes avances en algunos campos como la extensión de la educación básica a toda la población, pero se trata de una educación partidista y trasnochada, que no es en sí misma una verdadera educación (del latín educere, es decir, extraer del interior), sino simplemente una acumulación de conocimientos externos y teóricos, muchos de los cuales no interesan a los estudiantes.
Estos sistemas educativos, basados en los principios del Patriarcado, de la Revolución Industrial y la Ciencia clásica mecanicista y materialista, pretenden hacer de la escuela, no un centro educativo donde prevalece el niño como persona humana, sino una fábrica en la cual los alumnos reciben todos una misma «instrucción» (no «educación»), basada en enseñanzas dirigidas a servir a las diferentes necesidades sociales del engranaje neoliberal y capitalista. El experto educativo, Curtis W. Johnson, afirma: «No podremos superar la crisis educativa con el modelo tradicional en las aulas». De ahí, el fracaso y el abandono escolares, entre otros graves problemas educativos.
En el comienzo de una nueva legislatura, es el momento idóneo para llevar a cabo ese añorado y necesario pacto por la educación, pero una educación centrada en las auténticas necesidades de los alumnos, en el bienestar y la convivencia pacífica de todos los ciudadanos; una educación que tiene como objetivo primero educar al educador, el verdadero profesional de la educación, sin olvidar la necesidad de educar también a los padres.
Todo pacto por la educación que no aborde la necesaria recuperación del prestigio perdido de los educadores y de la educación en sí misma, está condenado al fracaso. Así lo reconocen los grandes educadores, psicólogos y filósofos de la educación; entre ellos, Krishnamurti, un maestro oriental y un gran educador, quien afirma rotundamente que el problema principal de la educación es «educar al educador».
Esta es, por tanto, una de las mayores necesidades de la sociedad española actual: abordar la educación con sentido de Estado y con responsabilidad social, pero ¿están los diferentes partidos políticos dispuestos a pensar más en los ciudadanos que en su propio partido? Podremos comprobarlo probablemente ya en los próximos meses.
Fuente del artículo: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/para-cuando-pacto-social-educacion_1338936.html