El desafío de «reaprender»

Por: Jorge Grünberg.

La inteligencia artificial cambiará profundamente las formas de producción en los próximos años. Ningún país podrá mantenerse al margen de estos cambios globales cuyos efectos sociales son trascendentes.

Un antecedente de estos cambios es la revolución informática de fines del siglo pasado que combinada con la globalización produjo una reducción masiva de puestos de trabajo en la producción industrial. La disminución de la industria textil uruguaya, entre otras, es un ejemplo del costo y de la inevitabilidad de estos cambios sistémicos. Muchas personas que trabajaban en fábricas y talleres encontraron nuevos trabajos en el turismo, el comercio o en el sector público, entre otros. Pero muchos de esos puestos son menos estables o peor remunerados. También se crearon puestos de trabajo creativos y bien remunerados en el entretenimiento, la consultoría o la tecnología por ejemplo, pero con requerimientos de conocimientos inalcanzables para muchos de los que trabajaban en fábricas desempeñando tareas manuales y repetitivas.

Esta «brecha de destrezas» impidió a muchas personas reinsertarse en esos nuevos puestos de trabajo con mayores requisitos de conocimientos técnicos y habilidades interpersonales. Nuestro país no fue exitoso en proveer los mecanismos para brindar estos aprendizajes en tiempo y forma. La tasa de graduación de secundaria, la cantidad de graduados universitarios, la equidad de acceso a la educación superior, el rendimiento de los alumnos uruguayos en las pruebas internacionales, la reducida cantidad de posgraduados, entre otros indicadores, están estancados desde hace décadas en relación a los de países comparables al nuestro.

En los próximos años la inteligencia artificial permitirá automatizar cada vez más tareas. Algunos empleos desaparecerán, como sucedió con los conductores de carruajes, faroleros o ascensoristas y como puede suceder en el futuro con choferes, cajeros o telefonistas.

Muchas profesiones no desaparecerán pero cambiarán sus formas de trabajo regularmente y en períodos cada vez más cortos debido al continuo cambio tecnológico. Los profesionales tendrán que «reaprender» continuamente y de la velocidad y calidad con que reaprendan dependerán sus oportunidades laborales. El actual paradigma formativo («aprendo luego aplico») basado en aprender el 75% de lo necesario para la vida profesional en el 25% inicial de la vida ya no será funcional.

La actividad profesional y el aprendizaje se desarrollarán cada vez más en paralelo creando un nuevo paradigma formativo de «aprendo y aplico, aplico y aprendo». Crear, internalizar y aplicar conocimiento serán mecanismos integrados, inseparables y que se retroalimentarán mutuamente. Los ciudadanos que no puedan acceder a mecanismos de reaprendizaje constante estarán en serio riesgo de exclusión económica y social.

Crear estos mecanismos de reaprendizaje social es el gran desafío en el siglo XXI. Requiere diseñar sistemas dinámicos, capaces de renovar constantemente sus contenidos y que sean accesibles económica y logísticamente a ciudadanos de distintas edades y ocupaciones, que en su mayoría deberán reaprender mientras trabajan. En este nuevo mundo el conocimiento no residirá solo en universidades y bibliotecas. Los mecanismos sociales de reaprendizaje tendrán que brindar acceso a mentores, repositorios digitales, redes de pares, conocimiento experiencial en los lugares de trabajo, medios de comunicación y otras fuentes.

En el siglo XIX nuestro país adoptó como mecanismo principal de aprendizaje social la gratuidad. Este mecanismo cumplió un rol importante en la consolidación de la democracia uruguaya pero no será funcional por sí solo en la próxima etapa por varias razones.

Una de esas razones es que ni los posgrados ni la actualización profesional son gratuitos y son los componentes principales del reaprendizaje. Otra razón es que la gratuidad uruguaya se basa exclusivamente en la provisión estatal y ningún estado puede abarcar las innumerables fuentes de conocimiento de un mundo de innovaciones constantes. El conocimiento en esta nueva sociedad será un bien público pero no estatal. Los nuevos mecanismos de reaprendizaje social no podrán ser gratuitos en el sentido que conocemos pero tampoco restringidos a la capacidad de pago de cada ciudadano.

Las empresas deberán concebir el aprendizaje continuo como parte de la relación laboral brindando tiempo y oportunidades de reciclaje a sus funcionarios. Cada ciudadano podría tener una «cuenta de aprendizaje» como parte de su seguridad social con la cual podría financiar sus reaprendizajes a lo largo de su vida profesional.

En el largo plazo los procesos de reaprendizaje tendrán que ser cada vez más personalizados ya que cada ciudadano estará en una coyuntura diferente en cuanto a los conocimientos que dispone y aquellos que necesita. Deberán ser diseñados como «reaprendizajes de precisión» adaptados a cada individuo en sus estilos de aprendizaje, historial cognitivo, aspectos de personalidad, redes sociales de apoyo y quizás en el futuro características genéticas o neurológicas.

Imaginar un nuevo mecanismo social de aprendizaje y reaprendizaje requiere imaginación, una consciencia realista de los enormes costos de la omisión y un consenso social capaz de sacudir dogmas y atavismos. Ese es nuestro gran desafío para el futuro próximo.

Fuente del artículo: https://www.elpais.com.uy/opinion/columnistas/jorge-grunberg/desafio-reaprender.html

 

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La educación ¿un problema?

Por: Jorge Grünberg.

La opinión sobre nuestro sistema educativo depende de nuestra visión del país. Si aspiramos a transformarnos en un país próspero y generador de oportunidades para sus ciudadanos en la sociedad del conocimiento, debemos transformarnos en un país productor de bienes y servicios con alto contenido de conocimiento y tecnología. Nuestras empresas y universidades deberán competir en base a emprendimiento e innovación y nuestros ciudadanos estar preparados para aprender y reaprender constantemente. Nuestro sistema educativo actual no tiene la capacidad de formar a nuestros ciudadanos para alcanzar estas metas.

Esta disfuncionalidad existe desde hace décadas, pero sus consecuencias se han agravado a causa de los cambios tecnológicos de los últimos años y se agravarán mucho más y más rápido en el futuro. A diferencia de otros países, Uruguay no ha buscado ocultar sus carencias. Nuestro país se somete voluntariamente a evaluaciones externas internacionales como las pruebas PISA o las acreditaciones universitarias del Mercosur, y en los últimos años fue creado el Instituto Nacional de Evaluación Educativa con la misión específica de evaluar en forma independiente el funcionamiento de nuestro sistema educativo preuniversitario.

Pero la crítica y la autocrítica no alcanzan. Para lograr cambios sostenibles se deben hacer reformas. Desde el retorno a la democracia los sucesivos gobiernos han realizado esfuerzos para lograr mejoras educativas. Uno de los esfuerzos más importantes fue el aumento sustancial de fondos públicos destinados a la educación pública. También se introdujeron cambios legales ampliando la educación obligatoria desde el nivel preescolar hasta la secundaria superior. Uno de los cambios políticamente más discutidos fue la reforma del gobierno de la educación pública que introdujo un régimen electoral interno para elegir algunas de las autoridades. El cambio más ambicioso fue la incorporación de tecnología, conectando todas las escuelas y liceos del país y entregando computadoras a los docentes y alumnos de instituciones públicas.

Estas iniciativas y proyectos muestran la voluntad de los sucesivos gobiernos de realizar inversiones y cambios en gran escala para mejorar la educación. Sin embargo, estos costosos esfuerzos han conseguido resultados limitados o efímeros. Logramos aumentar la cantidad de alumnos, pero la cantidad de graduados continúa estancada y la calidad del aprendizaje en descenso. Más de 30 años después del retorno de la democracia la gran mayoría de los jóvenes de escasos recursos no terminan bachillerato ni acceden a la universidad, y el rendimiento de nuestros alumnos en las pruebas internacionales es cada vez peor en relación a países con los que debemos compararnos.

Nuestros déficits educativos no se resolvieron ni se resolverán aumentando el presupuesto, cambiando el método de elección de los directivos o agregando computadoras. Estos son cambios necesarios pero no suficientes para modernizar nuestro sistema educativo. Estos enormes esfuerzos económicos y políticos no han traído aparejadas mejoras educativas porque la mejora de la educación uruguaya no es un problema. La mejora de la educación uruguaya es un dilema. Un dilema que debe ser enfrentado desde una perspectiva ética y moral y no económica ni tecnológica.

La reforma educativa es un dilema porque refleja un conflicto entre dos derechos. Por un lado el derecho de las instituciones y corporaciones a mantener sus hábitos, beneficios y privilegios históricos. Por otro lado el derecho de las nuevas generaciones a acceder a un sistema educativo que se adapte a sus necesidades y les brinde la oportunidad de acceder a un aprendizaje de calidad que les permita desarrollarse como personas en la sociedad del conocimiento. Es posible y deseable conciliar ambos derechos, pero debe reconocerse que ambos existen y que en determinadas circunstancias un derecho puede primar sobre otro por razones éticas, morales o de interés social. En el pasado reciente la opción ha sido no optar. Pero cuando no se opta entre dos derechos prevalecen la inercia y el poder.

Resolver nuestro dilema educativo requiere el esfuerzo de enfrentar costos en el presente para obtener mejoras en el futuro. Requiere escuchar el reclamo de los que no tienen voz, que son los más jóvenes. Requiere otorgarle un valor inviolable al derecho de aprender. Las escuelas deben ser santuarios para sus alumnos, especialmente para aquellos que tienen menos estabilidad en sus propias casas y menos contención de sus propias familias. Requiere la autoconfianza necesaria para creer que podemos efectivamente ser un país exportador de tecnología e innovación como lo han hecho otros países que eran más pequeños y pobres que el nuestro. Superar nuestro dilema educativo requiere la convicción de que el derecho a una educación de calidad es uno de los más esenciales derechos en la democracia. Requiere la capacidad de valorar nuestro pasado educativo sin transformarlo en una jaula que nos impida imaginar un futuro distinto y mejor adaptado a una sociedad muy distinta de un nuevo siglo.

Siempre es difícil arbitrar un conflicto entre derechos. Pero ese es el dilema de nuestra sociedad y el desafío que debe finalmente enfrentar nuestro liderazgo.

Fuente: https://www.elpais.com.uy/opinion/columnistas/jorge-grunberg/educacion-problema.html

Imagen: http://gastv.mx/wp-content/uploads/2014/01/Telesecundaria-monta%C3%B1a-baja-de-Guerrero-2.jpg

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