Jose Luis Palacios Blanco.
El sistema educativo es una camioneta vieja y destartalada. Tiene ponchadas las llantas; el motor no arranca y a pesar de ello los dueños lo queremos echar a andar. El chofer (profesor) consume más del 90% de los gastos del móvil y solo queda menos del 10% para hacerle reparaciones y hoy a él precisamente se le echa la culpa de que no se mueva el vehículo. Esta analogía sirve para reconocer que el dueño del coche, es decir, el contribuyente, le exige al administrador (SEP) que lo ponga a producir, pero no se encuentra la manera de hacerlo.
El sur del País ha explotado por sus problemas económicos y sociales ancestrales. El norte ha rebasado sus limitaciones y su creciente productividad por habitante se refleja en que genera excedentes que deben ser transferidos a los estados del sur. Los indicadores de competitividad del IMCO lo reflejan y por el contrario, los del CONEVAL muestran que el sur se sigue hundiendo y su brecha entre ricos y pobres aumenta. Precisamente allí donde están los mayores rezagos en educación.
El gobierno en todos sus niveles por décadas alimentó a mafias magisteriales que controlaban el presupuesto y que mantenían ese esquema perverso de heredar y vender plazas; de comisionar a profesores a tareas sindicales, de proteger a los profesores faltistas y a evitar a como diera lugar, la evaluación del desempeño docente. Con la Reforma Educativa se buscaba cambiar el escalafón de antigüedad a otro por resultados. Era algo tan sencillo: rendir cuentas de los impuestos que pagamos todos.
Mi familia es de profesores. Mi madre es profesora y me duele la realidad educativa, pero no tenemos otra que hacer productivo el aparato educativo y eso pasa necesariamente por la evaluación y estímulos al desempeño docente. Todos los funcionarios públicos deben pasar por evaluaciones. No hay otra manera de sacar adelante al País. Viví mi infancia en Oaxaca. En el sur del País donde se piensa que el gobierno como un dios, debe darlo todo. Son ideas fijas, ancestrales. Pero no se puede repartir lo que no se genera; la riqueza hay que crearla primero para repartirla después. No será posible elevar el nivel educativo en Chiapas, Guerrero, Michoacán y Oaxaca, cuando solo se imparten clases el 30-40% del tiempo efectivo del ciclo escolar. No será posible hacerlo si se consume el 90% del presupuesto en sueldos y salarios y no se tienen recursos para infraestructura y mejora de la tecnología.
No es un asunto de inyectarle más recursos al sistema educativo cuando éste es ineficiente. Los países que más gastan en educación no son los mismos que tienen un mejor nivel educativo de acuerdo a los resultados de la prueba PISA (Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos). En el primer grupo de naciones que más invierten como proporción de su Producto Interno Bruto (PIB) en educación pero no cuentan con los mejores resultados están Cuba con 13 por ciento, Dinamarca con 8.6 por ciento, Bolivia con 7.5 por ciento, mientras que ocupando siempre los primeros lugares en la prueba PISA que aplica la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) a los estudiantes de 15 años, están países con sistemas educativos eficientes, como Finlandia que invierte 6.8 por ciento, Hong Kong 4.4 por ciento, Singapur 3.3 por ciento, Japón 3.8 por ciento, Corea del Sur 5 por ciento, Canadá 5 por ciento, Suiza 5.4 por ciento y Australia 5.1 por ciento.
En el caso de México, si bien hace una inversión total del 6.2 por ciento de su PIB en educación, cercana a la media de la OCDE de 6.3 por ciento, ésta tampoco se traduce en una mejora del aprendizaje entre los estudiantes mexicanos. Por ejemplo, a pesar de que el gasto de Finlandia es ligeramente superior al mexicano, los finlandeses han conseguido estar en el primer lugar de la evaluación PISA en varias ocasiones, mientras que los mexicanos nos hemos ubicado siempre en los últimos lugares. Esto, tiene que ver con que, a pesar de que la inversión es similar, en el caso mexicano se aplica en sueldos de los maestros y burocracia magisterial y no se utiliza en los estudiantes. Tan es así que el 83.1 por ciento del presupuesto nacional para educación se usa en sueldos de profesores y 93.3 por ciento a la remuneración de todo el personal de la comunidad académica en su conjunto.
Viendo este diálogo de sordos entre el gobierno que impone la Reforma Educativa (que es realmente laboral y administrativa, es cierto) y los maestros que quieren evitar la evaluación, los contribuyentes sabemos que es indispensable hacer eficiente el presupuesto dedicado a la creciente y enorme nómina magisterial. Falta desde luego a la Reforma Educativa, el asunto de fondo e importante: cambiar estrategias para planes y programas y esquemas de enseñanza-aprendizaje.
El problema magisterial mal manejado por el gobierno federal ya escaló, pues ahora al abrirse al diálogo y a la negociación el gobierno federal, otros sectores en la debilidad gubernamental, verán la oportunidad también de exigir más al gobierno. López Obrador aprovechará la coyuntura y también exigirá al dios gobierno que provea de más recursos al sur de este País que no genera más riqueza. ¿Apoyar a los maestros? Sí, pero para que tengan más capacitación y ganen más, pero en función de la necesaria evaluación al desempeño.
Fuente: http://www.am.com.mx/2016/06/25/opinion/apoyar-a-los-maestros-294027
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