Page 1 of 13
1 2 3 13

Un paseo didáctico por la Neuroeducación

Un paseo didáctico por la Neuroeducación. Francisco Mora Teruel. Editado por Alianza en 2024. Una vez más el profesor Mora nos habla de forma asequible del cerebro, de su plasticidad, de cómo pueden influir los conocimientos que se van descubriendo por parte de la Neuroeducación en el proceso de educar, de comunicarnos con el alumnado y de cómo los docentes pueden mejorar en su tarea. Nos habla del proceso de comunicación, del lenguaje, de la escritura, de la lectura y de la creatividad.

Sinopsis

Este libro nos sigue introduciendo en los caminos que nos abre la Neuroeducación, ha sido escrito con el afán de exponer, de una forma completa y accesible, ese nuevo mundo de conocimientos ya esbozado en los otros tres libros anteriores que el profesor Francisco Mora ha dedicado a la misma temática. Se trata, a fin de cuentas, de un intento de ofrecer unas pinceladas, mediante un lenguaje asequible, de ese largo proceso evolutivo que ha llevado a la comunicación de los seres vivos y que culmina con el ser humano actual. Por lo que en estas páginas, en esencia, se habla de los orígenes y la evolución del lenguaje, de la escritura, de la lectura y también de la creatividad, teniendo siempre en cuenta la perspectiva de la enseñanza: de los docentes, profesores y maestros, pero también de sus alumnos y alumnas, verdaderos protagonistas de esta historia.

Imagen de Alianza Editorial

Francisco Mora Teruel es doctor en Medicina, doctor en Neurociencia, doctor honoris causa por la Universidad Siglo 21 (Argentina), catedrático de Fisiología Humana y actualmente imparte docencia en la Universidad Complutense de Madrid. Es miembro del Wolfson College de la Universidad de Oxford. Ha recibido premios y reconocimientos de varias instituciones nacionales y extranjeras y participa regularmente en foros internacionales contribuyendo con trabajos y conferencias en el campo de la neurociencia y la educación. Obras anteriores: Neuroeducación: solo se puede aprender aquello que se ama (2017) (Reseña Educación 3.0), Neuroeducación y lectura: de la emoción a la comprensión de las palabras (2020)  (Reseña propia) y Neuroeducador: una nueva profesión (2022) (Reseña propia).

Reseña

Escuchar y leer al profesor Mora Teruel es algo que emociona, habla con tanta certeza de lo que ha estado investigando y viviendo que no deja lugar a dudas, nos emociona con sus enseñanzas, al mismo tiempo que nos deja claro que no se puede aprender lo que no se ama, por tanto si el docente no sabe poner emoción en aquello que está explicando o presentando, difícilmente el alumnado va a motivarse y aprender de forma que se le quede en su poso cultural, que no sea solo para pasar un examen y después olvidar.

Nos dice el profesor Mora que este ha sido un libro escrito con la aspiración de exponer ese nuevo mundo de conocimientos que se acerca “en constante y complejo cambio” como resultado de la interacción entre la “cultura” y la “plasticidad” de nuestro cerebro. Nos señala además que son capítulos “en proceso”, capítulos nunca “terminados” ni “cerrados” sino “abiertos”, en constante revisión de “añadidos” o “borrados” a medida que también cambien nuestros conocimientos sobre cómo funciona el cerebro.

El libro está dividido en seis capítulos, más su correspondiente Introducción, Epílogo, Glosario, Bibliografía, Índice onomástico e Índice analítico. Una obra muy completa para el deleite de los lectores y las lectoras.

En el capítulo 1: ”Paseando con una mirada hacia atrás y otra hacia delante”. Nos habla de la importancia de conocer lo que otros han dicho, de la importancia de la lectura y de la escritura. Mirar hacia atrás es formarse una cultura para construir un futuro, teniendo en cuenta todo lo que ya sabemos.

En el capítulo 2: “Un largo proceso de millones de años” . Nos habla de qué es el lenguaje. Cómo se comunican los animales. El lenguaje de los gestos. Cómo hablaba el hombre primitivo y en definitiva la infinita combinación de las palabras.

En el capítulo 3: “La escritura: abrazando el vuelo sagrado de las palabras”. “La invención de la escritura debería ser considerada uno de los logros intelectuales más grandes de la humanidad. Sin la escritura, la cultura humana, tal y como la conocemos hoy, sería inconcebible”. (Tzeng y Wang). Nos habla del origen de la escritura, pictogramas e ideogramas, escritura cuneiforme, los jeroglíficos, educación en Sumeria y el antiguo Egipto; y por último nos habla del alfabeto o la escritura “universal”.

En el capítulo 4: “Lectura: la verdadera gran revolución humana”. En el que se nos habla de la importancia de la lectura en este mundo, ya que por todos sitios encontramos mensajes escritos, nos comunicamos con mensajes… y además necesitamos hacernos entender, por eso es importante una lectura comprensiva que no dé lugar a matices erróneos en una conversación. La lectura es una necesidad que nos facilita la comunicación.

En el capítulo 5 : “De la belleza de las palabras: lecturas, metáforas, prosa y poesía” Nos habla de la lectura como un abrazo mágico de las palabras; de la metáfora como el color emocional de los significados; de la prosa como una manera corriente de hablar; de la poesía como el sentimiento estético de las palabras; de la prosa y la poesía…

En el capítulo 6: “En el amanecer de un nuevo milenio: pensando pensamientos nuevos” El profesor Mora nos dice que en este capítulo aborda temas que van desde la emoción y los sentimientos, pasando por el juego en los niños, la curiosidad, la conciencia, las ideas y la imaginación hasta llegar a las inteligencias humana y artificial, y especialmente la creatividad, algo de importancia vital en el futuro.

En definitiva, un libro que nos va a llevar a la reflexión y que nos va a ayudar a ser mejores docentes, porque la educación es el mejor regalo que le podemos hacer a nuestros niños y jóvenes. De nada les sirve saber mucho contenido si al final no son buenas personas y no saben compartirlo con los demás. Creo que el profesorado debe leer sobre Neuroeducación y conocer mejor los entresijos del cerebro, de esta forma llegará mejor al alumnado y a sus propios compañeros y compañeras.

Fuente de la información:  https://eldiariodelaeducacion.com/

Fotografía: El diario de la educación

Comparte este contenido:

La importancia de la coeducación y la igualdad de género en las aulas

En un mundo donde la educación se considera el vehículo principal para el progreso y la emancipación individual y colectiva, abordar las dimensiones de la coeducación y la igualdad de género en las aulas es más crucial que nunca. Este artículo explora la importancia de integrar plenamente estos conceptos en el sistema educativo, proporcionando una visión detallada de qué implica la coeducación, las problemáticas actuales en torno a la igualdad de género en educación, y la necesidad vigente de formación docente en estas áreas.

¿Qué es la coeducación?

La coeducación, contrariamente a la educación segregada por géneros, implica una integración equitativa de estudiantes de todos los géneros en un mismo entorno educativo. Este enfoque no solo promueve la igualdad al permitir el mismo acceso a recursos y oportunidades educativas, sino que también fomenta un entorno de respeto mutuo y comprensión.

Este modelo educativo contribuye significativamente al desarrollo de habilidades sociales entre el alumnado. En aulas coeducativas, cada estudiante aprende a interactuar con sus iguales de aula de manera respetuosa y constructiva, con independencia de su género, preparando su futuro en entornos laborales y sociales más inclusivos. Además, la coeducación desafía los estereotipos de género tradicionales al exponer a al alumnado a una amplia gama de roles y comportamientos, no limitados por prejuicios o expectativas anticuadas.

La coeducación no solo es benéfica en términos de desarrollo social y emocional, sino que también tiene un impacto positivo en el rendimiento académico. Estudios muestran que en ambientes coeducativos, donde se fomenta la igualdad y el respeto de todos los géneros, el alumnado tiende a mejorar su autoestima y motivación, lo que se traduce en mejores resultados académicos y una mayor participación en el aula.

Si quieres profundizar en este tema, te invitamos que leas este artículo: Qué es la coeducación: beneficios y casos prácticos.

Igualdad de género en las aulas

A pesar de los avances significativos en la implementación de la coeducación, persisten desafíos relacionados con la igualdad de género en las aulas. Estos desafíos incluyen desde diferencias en el rendimiento académico hasta discriminación y acoso, lo que puede afectar negativamente la experiencia educativa de los estudiantes.

Una problemática central es la persistencia de estereotipos de género que pueden influir en las expectativas y comportamientos tanto de estudiantes como del profesorado. Por ejemplo, se puede esperar que los chicos sobresalgan en ciencias y matemáticas, mientras que las chicas podrían ser alentadas hacia materias como literatura o arte. Esta segregación temática contribuye a la desigualdad de género en campos profesionales más adelante en la vida, perpetuando ciclos de discriminación y limitación de oportunidades.

Otro desafío importante es el acoso escolar basado en el género, que sigue siendo una realidad preocupante. Este no solo afecta el bienestar emocional y psicológico de quienes lo padecen, sino que también puede disuadir a estudiantes de participar plenamente en el proceso educativo. Además, la falta de modelos a seguir que rompan con los estereotipos tradicionales en los libros de texto y materiales didácticos puede reforzar concepciones anticuadas sobre los roles de género, limitando así la perspectiva de los estudiantes sobre lo que pueden aspirar a ser.

Lee más sobre la importancia de la Igualdad de género en las aulas.

La formación docente en coeducación y igualdad de género

Ante estos desafíos, se hace evidente la necesidad de que los equipos docentes reciban formación especializada en coeducación e igualdad de género. La formación en estas áreas permite identificar y combatir los estereotipos de género, implementar prácticas pedagógicas inclusivas y manejar de manera efectiva situaciones de discriminación o acoso.

Organizaciones como AFOE ofrecen recursos y programas de formación que equipan a los profesores con las herramientas necesarias para fomentar un ambiente educativo más equitativo y respetuoso. A través de la educación continua, el profesorado puede mantenerse actualizado sobre las mejores prácticas y teorías en educación de género, asegurando así que sus métodos pedagógicos reflejen los valores de igualdad y respeto mutuo.
Por tanto, la coeducación y la igualdad de género son fundamentales para crear entornos educativos que promuevan la igualdad, el respeto y la excelencia académica para quienes lo integran.

El profesorado debe tomar conciencia de Integrar estos principios en las aulas, educando no solo para preparar a cada estudiante para enfrentar exámenes y obtener buenas calificaciones, sino que también los equipa para la vida en una sociedad globalizada y diversa.

La formación continua del profesorado en estas áreas transversales es crucial para garantizar que la educación sea una herramienta de cambio positivo, proporcionando al alumnado las mismas oportunidades para aprender y prosperar en un ambiente de respeto y equidad. La educación coeducativa y con enfoque en la igualdad de género es, por lo tanto, un imperativo que no podemos ignorar en el camino hacia una sociedad más democrática, justa y equitativa.

Fuente de la información e imagen:  https://eldiariodelaeducacion.com

Comparte este contenido:

Joaquín Gairín: La investigación educativa, una construcción compartida entre diferentes profesionales

La educación avanza gracias al conocimiento acumulado y al nuevo conocimiento que se genera constantemente. Los profesionales de la educación tienen un conocimiento sobre la realidad que está configurado por elementos objetivables como son los datos, las informaciones o las experiencias propias, pero también por otros elementos más subjetivos como puedan ser sus sentimientos, expectativas o comportamientos, asimilados y acumulados a partir de sus vivencias escolares, familiares, sociales o profesionales. Este conocimiento personal puede ser compartido/socializado con otros profesionales y enriquecerse a partir del intercambio generado o mediante aportaciones de otras fuentes (documentos, estudios, lecturas, prácticas analizadas…).

La construcción del conocimiento pedagógico sobre la realidad educativa es y ha de ser una construcción colectiva de los investigadores y profesionales, si queremos que sea útil y funcional para la mejora educativa. Los primeros pueden aportar fundamentación, técnicas y procedimientos de investigación mientras que los segundos pueden contribuir con la identificación de problemas reales, con mecanismos adecuados de actuación y, por último, con el conocimiento exhaustivo que poseen de los contextos educativos. Pero, más allá del bagaje general de cada colectivo y del enriquecimiento que aporta la información compartida, se trata de cocrear conjuntamente respuestas a los retos que la realidad educativa plantea, en una asociación en la que todos podemos aprender unos de otros.

Hablamos de una colaboración necesaria y de una investigación aplicada y centrada en los problemas de la práctica profesional, que no excluye ni la investigación básica que los investigadores puedan hacer ni las comunidades de práctica profesional que desarrollen los docentes u otros profesionales de la educación. Tampoco se trata de que los docentes se hagan investigadores ni que estos últimos aprendan a ser docentes; aunque, seguro, que del intercambio todos van a aprender técnicas y procedimientos de trabajo de los otros profesionales al mismo tiempo que pueden identificarse más con las problemáticas existentes y con la cultura de los colectivos implicados.

La investigación-acción, la práctica basada o informada por evidencias u otros planteamientos cercanos (los profesionales como prácticos reflexivos) buscan así una intervención educativa más apoyada en el conocimiento contrastado y menos en el sólo sentido común o en la propia y limitada experiencia personal. La finalidad última es promover mejoras continuas en las actuaciones profesionales y sedimentar procesos de innovación sostenibles.

De lo que se trata es de superar la perspectiva epistemológica tradicional que se funda en la idea de que el sujeto primario (y algunas veces único) del conocimiento es el individuo y que su desarrollo es independiente de la realidad social y cultural. En la actualidad, parece claro que todo conocimiento está situado y que en su configuración y desarrollo hay procesos colectivos importantes tanto para el enriquecimiento de ese conocimiento como para la implicación colectiva y social de su utilización. Se considera que el conocimiento transciende la reflexión mental de las personas, tiene lugar en una realidad material sujeta a las visiones y lecturas diversas de las personas que la analizan y exige procesos de intersubjetividad colectiva que nos permitan consensuar interpretaciones y acordar propuestas de acción para avanzar en las mejoras educativas que precisamos.

Podemos hablar, así, de la construcción del conocimiento como un hecho colectivo en el que participan diferentes agentes que interactúan y dialogan entre sí en condiciones de igualdad. De alguna manera, no hay jerarquías y cada participante aporta elementos de su dominio con la perspectiva de superar los retos colectivos que se plantean.

Considerado el conocimiento y su creación colectiva como una realidad situada y contextualizada, será importante considerar lo que facilita o dificulta su desarrollo. En este sentido, hacer posible una mayor colaboración entre investigadores y profesionales de la educación no sólo es una cuestión de voluntad y actitudes, sino que también precisa considerar los factores estructurales y operativos que habría que activar para configurar un entorno más favorable a la colaboración que el actual.

No merece la pena remarcar de nuevo el déficit tradicional de los recursos que se dedican a la investigación en España que, aunque han aumentado en los últimos años, especialmente en el ámbito privado, siguen siendo inferiores al promedio de países de su entorno (ver gráfica). Pero no se trata sólo de los recursos destinados a la investigación general y a la educativa (aún más escasos) sino también de los dedicados a apoyar los procesos de innovación y mejora de la educación donde se inserta de manera más natural la colaboración que hablamos entre los distintos profesionales que inciden en los contextos educativos.

Es cierto que el sistema educativo español, o más bien los sistemas educativos de las diferentes comunidades autónomas, promueven las llamadas innovaciones y que los centros participan e impulsan muchas de ellas y otras propias. Pero también es cierto que no existen planes generales conocidos y sistemáticos de intervención en apoyo de mejoras educativas, más allá de los incidentales y potenciados con los recursos europeos (los últimos, centrados en la Competencia Digital Docente) o los impulsados como reacción a evaluaciones menos positivas que las deseadas (los últimos, vinculados a los resultados negativos de PISA 2022). El profesorado, los centros y las redes de centros promueven experiencias diversas con sus propios recursos, que pocas veces se institucionalizan y sostienen en el tiempo para que se pueda hablar de verdaderas innovaciones, dado que suelen desaparecer cuando sus promotores cambian de centro educativo o se cansan de trabajar desde la voluntariedad permanente.

El sistema educativo y el sector de la educación social pueden mejorar las condiciones que favorezcan el trabajo colaborativo entre investigadores y profesionales de la práctica educativa con diversas iniciativas. RETINDE ha planteado algunas como, por ejemplo,: convocatorias que promuevan investigaciones conjuntas entre universidades y centros educativos y/ o profesionales del ámbito socioeducativo; compensar económica o laboralmente a los profesionales e instituciones que participan o desean participar en los proyectos de investigación educativa; favorecer la realización de los doctorados institucionales, que permiten un mayor contacto entre investigadores y la realidad educativa; permitir que el profesorado asociado pueda participar en los proyectos de investigación; recuperar las licencias de estudios / comisión de servicios para que profesionales del ámbito educativo puedan realizar investigaciones vinculadas a dicho ámbito; promover la realización de estancias e integración de profesorado de las universidades en centros educativos (formales y no formales) o de formación para facilitar un mayor conocimiento de estos y fomentar la colaboración entre diferentes instituciones y entidades; incorporar la formación en investigación dentro de los estudios de educación, para favorecer su posterior participación en proyectos de investigación conjuntos; entre otras.

Desde una perspectiva más operativa, se ha de poner más énfasis en la promoción de equipos de investigación multiprofesionales y multidisciplinares, en la difusión de las colaboraciones realizadas y en la apertura de profesionales/investigadores y centros educativos a la colaboración como principio de acción. Asimismo, será importante reforzar los valores que hay detrás de investigaciones éticas, rigurosas y respetuosas con otros valores sociales propios del contexto de actuación.

La separación tradicional entre teoría y práctica educativa (más dialéctica que real) sólo puede ser superada con el trabajo colaborativo de ambos colectivos, investigadores y profesionales, y con el apoyo decidido y explícito de un ecosistema educativo que lo favorezca y potencie. Los beneficios que aporta son incontestables: acceso privilegiado a la realidad educativa, análisis educativos más fiables, incorporación de perspectivas distintas y multidisciplinares en la interpretación de la realidad, mayor confianza de los colectivos implicados en la validez y utilidad de los estudios, más sostenibilidad de los resultados y desarrollo de sinergias entre diferentes colectivos, entre muchos otros. Por eso, no dudo de que la colaboración será cada vez mayor y que, poco a poco, se construirá una nueva manera de analizar y transformar la realidad educativa, con (siempre deseable) o sin el apoyo de los sistemas educativos y sociales.

The post La investigación educativa, una construcción compartida entre diferentes profesionales appeared first on El Diario de la Educación.

Comparte este contenido:

El pánico y la educación

Por: Colectivo Dime

Asistimos, una vez más, a un intento de devaluación de la enseñanza pública por parte de quienes consideran que la nueva ley de educación está entrando en una deriva poco menos que de autodestrucción. Primero fueron las competencias, luego, el DUA, el uso de las tecnologías y, ahora, el trabajo por proyectos. Nada parece convencer a un sector del profesorado, especialmente de secundaria, que vive como una amenaza constante todo aquello que cuestione sus formas de hacer en el aula. Y, desde esta perspectiva, la respuesta es siempre la hipérbole y el pánico.

Un pánico que termina afectando a las familias, que asumen como propio un discurso negacionista que parece poner a sus hijos e hijas frente a las cuerdas, ante la más absoluta ignorancia, como fruto de la bajada de nivel. Se quejan de que la escuela es un laboratorio de experimentos para pedagogos chalados que están poniendo en riesgo el derecho a la educación con cosas tan peregrinas como el trabajo por proyectos o la codocencia. Y, al mismo tiempo, hacen que dimitan juntas directivas en bloque o tumban medidas que aportan recursos a comunidades educativas. ¿Eso no es desestabilizador para el alumnado y no pone en riesgo su formación?

Pero, analicemos levemente el panorama, porque la hipérbole no es un buen aliado de la realidad, y quienes hacen un uso torticero de ella en el ámbito de la educación o no conocen en profundidad las leyes y decretos que enmarcan las prácticas educativas o desconocen la realidad a pie de calle que se vive en las aulas. El contexto educativo en nuestro territorio es lo suficientemente amplio como para ser cautelosos a la hora de realizar aseveraciones monolíticas respecto a un modelo de enseñanza. Por ejemplo, afirmar que lo que sucede en un centro es lo que está sucediendo en el «sistema educativo» es, cuanto menos, atrevido. Cada comunidad autónoma goza de las competencias para manejar con cierto margen los recursos y el currículo. En este sentido, la frase «se está bajando el nivel», utilizada incluso por quienes tienen la capacidad de introducir cuantos elementos curriculares deseen en sus decretos autonómicos es, por decirlo de alguna manera, malintencionada. Y, en último lugar, los propios centros –e incluso cada profesor– pueden ampliar los mínimos a su gusto, que para eso existe la autonomía pedagógica, recogida también en la actual ley. Tenemos un currículo flexible que permite ajustarse a las necesidades de cada territorio y que, en muchos casos, requiere más de un adelgazamiento y profundización que de una prolongación del mismo, aunque en algunos aspectos lo requiera. Por no hablar de que la realidad social va cambiando y las necesidades también. No parece muy sensato querer seguir enseñando costura a las chicas actualmente, ¿no les parece?

Las leyes no cambian la realidad educativa de un país en unos meses. Se requieren años

De la misma manera que afirmar que el aprendizaje por proyectos pone en riesgo los pilares de la educación parece una afirmación poco ajustada a la realidad. En primer lugar, porque este método no es usado en nuestras aulas de manera mayoritaria, salvo quizás en etapas muy concretas, como pueda ser el caso de la infantil. Una utilización que, afirman los indignados, no es útil porque para el aprendizaje por proyectos se requiere disponer de un conocimiento profundo de los contenidos. ¿En qué se basan para decir esto cuando esta metodología ha sido apoyada y practicada por una larga tradición de educadores y educadoras, como Justa Freire y Rosa Sensat, entre otras, que han luchado en este país por la mejora de la educación, especialmente de los más vulnerables? ¿Se acuerdan de la conmovedora historia de Antoni Benaiges, el maestro que prometió el mar? ¿Dirían que el uso de los recursos tecnológicos y el trabajo cooperativo en sus aulas no fomentaba el aprendizaje entre sus discentes? ¿Era su modelo, basado en las técnicas de Freinet, un laboratorio de pedagogos o pretendía ser un espacio experiencial para que su alumnado pudiera construir y apropiarse de su propio proceso de aprendizaje? ¿Recuerdan a Antonio Machado y su maravillosa obra? ¿Una obra que sin la Institución Libre de Enseñanza, sin la forma de entender la educación de su maestro, Giner de los Ríos hoy, probablemente no podríamos disfrutar? Un canto al «docente comprometido», a las ganas de cambiar lo que no funciona, al profe sensible al entorno y las circunstancias del alumno, comprensivo, que está convencido de que la educación es y será siempre algo colectivo (la instrucción es justo lo contrario: individualista, personalista) y que, por lo tanto, es imprescindible llevarla a cabo en el contexto de lo común. Que hay muchos de estos y no hacen apología del apocalipsis en las redes sociales. Se parecen mucho al maestro que prometió el mar. Un modelo de educación que, dicho sea de paso, el régimen franquista vio cargado de ideología y se encargó de eliminar «porque los niños y niñas de este país necesitaban otra cosa para prosperar».

Otra de las afirmaciones en las que sustentan la decadencia de nuestro sistema educativo son los resultados PISA, una prueba que, curiosamente, está formulada desde una perspectiva competencial. Pero más allá de realizar un análisis sobre la necesidad de seguir avanzando en este sentido, la respuesta es que la Lomloe ha fracasado, cuando ni siquiera se había puesto en marcha aún en todos los cursos de primaria cuando se realizó la evaluación. Las leyes no cambian la realidad educativa de un país en unos meses. Se requieren años. Lo que sí nos dice PISA es precisamente que, en España, se trabaja poco de manera competencial y que el constructivismo brilla por su ausencia. Ni siquiera la evaluación ha dado los pasos para considerarse verdaderamente formativa, como plantea la actual ley. La norma parece ser más bien al sentido contrario: explicación, ejercicios (en clase o en casa) y examen.

Hemos llegado a leer que tienen hasta dos cursos de desfase respecto a épocas anteriores, una barbaridad que no se sostiene, entre otras cosas, porque las generaciones de estudiantes son incomparables. ¿De verdad alguien puede afirmar que los alumnos de los 80 tenían mejor competencia lingüística o digital que los actuales, por poner un ejemplo? Es ridículo.

El 80 % del profesorado ha recibido alguna agresión verbal o física por parte del alumnado o familias, decían recientemente ciertos sindicatos. ¿Qué tipo de agresión? ¿En qué contexto? ¿Hace cuánto tiempo? ¿Por qué los mismos que afirman que «educar» se hace en casa, contraviniendo con ello todos los requerimientos legales que se derivan de nuestra práctica profesional, sostienen que no tenemos herramientas para encauzar la violencia cuando tenemos valiosos planes de convivencia y, al mismo tiempo, reniegan de los equipos de orientación y prácticas como la cotutoría? ¿Qué interés hay en pintar una escuela donde, vista desde afuera, es poco menos que un caos violento e incontrolable?

Pintar una escuela pública donde sus alumnos fracasan a diario, donde el profesorado se encuentra acorralado entre la inspección y un alumnado agresivo solo provoca el pánico entre las familias y hace que, preocupadas por el bienestar de sus hijos e hijas, busquen otra alternativa en la privada. Las que puedan permitírselo, por supuesto, rompiendo con ello toda esperanza de una escuela en la que la diversidad se contemple como una oportunidad y no como un problema.

Necesitamos aumentar el gasto en educación, garantizar la estabilidad de las plantillas, disminuir la interinidad, mejorar las ratios, elevar la autonomía de los centros y la participación efectiva

Estamos convencidos de que la escuela es otra cosa. Mejorable, por supuesto, pero un reflejo de lo que vivimos en el día a día en nuestra sociedad. Y los retos a los que se enfrenta la comunidad educativa distan mucho de ser lo que se quieren dibujar con estas respuestas contundentes que buscan alarmar y que siempre ponen el foco en todo aquello que rompa mínimamente con el modelo educativo tradicional, aunque las propuestas siquiera sean tímidos esbozos. Estos retos pasan precisamente por hacerla más inclusiva, más cómoda para miles de niños y niñas que han sufrido durante años un modelo que les dejaba fuera. Y para ello, necesitamos aumentar el gasto en educación, garantizar la estabilidad de las plantillas, disminuir la interinidad, mejorar las ratios profesor-alumno, elevar la autonomía de los centros y la participación efectiva de toda la comunidad educativa, estrechar lazos de convivencia entre sus miembros, aumentar los espacios de coordinación entre el profesorado, incentivar la formación continua, garantizar el acceso a todo el alumnado eliminando las barreras a las que se enfrentan diariamente…

Estos y otros muchos son los verdaderos retos. Quizás sea necesario politizarlos, o lo que es lo mismo, canalizarlos políticamente para que realmente tengan un efecto real y positivo en la comunidad educativa y así evitemos que otros traten de aprovecharse del malestar que provocan con ideas reaccionarias y que poco tienen que ver con la mejora de la calidad de la educación.

Por último, a cualquier ciudadano que un día eligió la escuela pública para trabajar y/o para educar a su descendencia, que ha presenciado y compartido la lucha de muchas familias por hacer de esta un lugar abierto a todo el mundo, es inevitable que le duela profundamente ver estas afirmaciones infundadas o exageradas, avaladas por un sector conservador que solo busca el expolio de lo público en favor de lo privado. El vaciado de lo público para desviar recursos en sus espacios homogéneos, alejados del mundanal ruido, de las interrupciones constantes de la vida y de quienes habitan en ella y aprenden día a día a cohabitar estos espacios complejos, pero ricos en diversidad, convencidos de que son la esperanza de un futuro más humano y menos patológicamente competitivo.

The post El pánico y la educación appeared first on El Diario de la Educación.

Comparte este contenido:

Diez propuestas para mejorar la inclusión del alumnado adoptado

El trauma relacional temprano es el resultado de haber experimentado durante la primera infancia un conjunto de carencias sociales y emocionales que conlleva efectos como el estrés y comportamientos disruptivos.

Muchas familias con hijos adoptados han enfrentado numerosos obstáculos en sus procesos de aprendizaje. Muchas de ellas han buscado las razones por las cuales sus hijos tenían dificultades para enfrentar la cotidianidad del aprendizaje escolar. Una de las principales conclusiones a las que muchas han llegado es que sus hijos presentaban síntomas asociados al trauma relacional temprano. El trauma es el resultado de haber experimentado de manera continuada durante la primera infancia un conjunto de carencias, negligencias o experiencias adversas en diversos ámbitos, tanto social y emocionalmente, como en el aspecto físico o neurológico. Tiene unas consecuencias invisibles y duraderas y se manifiesta de formas muy diversas; las más comunes: un estado de estrés continuado, dificultades para regular las emociones o comportamientos disruptivos, difíciles de explicar.

¿Qué se puede hacer desde el sistema educativo para ofrecer una mejor respuesta educativa y mejorar la inclusión de los niños con trauma relacional temprano? Las asociaciones Amics d’infants del Marroc (IMA), Associació de famílies de nens i nenes d’Etiòpia (AFNE), ADOPColombia y PETALES comenzaron a trabajar hace un año para tratar de responder a esta pregunta. Del trabajo ha salido una guía que cuenta con el apoyo del Instituto Catalán del Acogimiento y de la Adopción y que se presenta al Departamento de Educación de la Generalitat de Catalunya.

A continuación, se presentan diez ideas y propuestas agrupadas en dos apartados: qué puede hacer la escuela y qué puede hacer el sistema educativo, entendiendo por sistema todo lo que se refiere a la organización y ordenación de la educación.

La escuela

La escuela puede construir una estrategia, basada en que el entorno escolar del niño sea protector, un entorno acogedor en el que crecer, aprender y desarrollarse, pero hace falta una estrategia escolar para hacer frente a este reto, una estrategia para los docentes, una estrategia de clase, una estrategia de relación con las familias, con los recursos del entorno y con los profesionales.

Los docentes deben poder disponer de las ayudas necesarias (por tanto, que estas se identifiquen claramente, y se reconozcan como tales) y las herramientas que les permitan poner en práctica estas estrategias.

La mirada y el bienestar emocional

Sin bienestar emocional no hay aprendizaje sólido, lo sabemos, por eso hace falta una observación atenta ante cualquier niño con trauma relacional temprano. Este es el punto de partida de cualquier actuación. Ser capaces de mirar más allá de las categorías, una mirada que nos permita cambiar la perspectiva con la que los profesionales nos dirigimos a ellos: no es un niño que no quiere, es un niño que no puede.

Creación de un entorno coherente, seguro y predecible

Basado en experiencias positivas, en la confianza, en el refuerzo del vínculo con el adulto referente en la escuela. Y esto requiere evidentemente de tiempo, de medir las exigencias, de motivar, de buscar un mecanismo de relación que afirme la posición del niño, que asegure el bienestar que permite aprender, con interés hacia él, con rutinas claras, con mucha paciencia también, con mucha comprensión.

Un Plan de acogida (de la escuela y la familia)

Pensar bien cuándo y cómo un niño se incorpora a un centro escolar, en qué condiciones, qué pasa cuando se incorpora, cómo se trabajan las relaciones con los iguales, con los adultos, qué pasa con su rendimiento académico, cómo se aborda su preparación para los aprendizajes, su conducta y qué le ayudará a regular sus emociones. Hace falta un plan que lo refuerce a él y asegure que la escuela es ese espacio confiable que necesita con unos referentes que crean en él.

Una valoración y una adaptación curricular

Es necesario concretar el plan en el día a día en la escuela y en el aula. Hace falta un Plan individual para cada niño que permita estar muy atento a lo que le pasa y que genere estrategias de actuación; pactando con él dónde se sienta, por ejemplo, qué hace, acompañándolo a relacionarse, evitando los castigos, no comparándolo y sobre todo ofreciéndole posibilidades que él pueda elegir, que le ayuden, que no lo fuerzen, que le permitan dar pasos adelante.

Reconocer la diversidad

Y tratarla, con materiales didácticos y de apoyo que pongan en valor los orígenes, la complejidad de los procesos de creación de identidad (no son de allá, no son de aquí), pero sobre todo que eviten las etiquetas, que cuiden el lenguaje, que sea muy inclusivo y que trabajen las emociones que genera la diferencia.

La función y el rol de los docentes

Más allá de la observación atenta, de huir de las categorías, pensar cómo nos situamos ante un niño que ha sufrido una adversidad temprana, qué hacemos con su miedo, cómo reconocemos sus dificultades, cómo nos relacionamos con él y generamos estrategias para ayudarlo, y las compartimos con el resto de docentes, con las familias, pero también con el resto de profesionales que se relacionan con el niño (los monitores de comedor, por ejemplo).

Sistema educativo

El sistema puede reconocer la existencia del Trauma Relacional Temprano y adoptar medidas de actuación que faciliten la inclusión. El decreto de inclusión reconoce la incorporación tardía, la falta de dominio del idioma, una escolarización previa deficiente, entre otros elementos, pero la adopción no aparece referenciada como elemento a tener en cuenta. No se reconoce el abandono ni la adversidad temprana o el trauma relacional temprano.

Es necesario un reconocimiento

Que el sistema reconozca (no solo los docentes o centros con buena voluntad, que son muchos) la existencia del Trauma Relacional Temprano, a través de la manifestación de sus síntomas. La guía aporta referencias sólidas en esta línea.

Es necesaria una valoración

Que se reconozca el Trauma Relacional Temprano como una Necesidad Específica de Apoyo Educativo (NEAE) y, más concretamente, como una Necesidad Educativa Especial (NEE) que dé lugar a un Plan individualizado (PI). Una valoración que desarrolle las estrategias a seguir, que ayude a los docentes a trabajar con los niños y también a las familias a relacionarse con la escuela y el sistema educativo.

Recordemos que las necesidades educativas especiales se evalúan considerando el funcionamiento del niño dentro de su contexto educativo, independientemente de su condición personal y social. El Trauma Relacional Temprano (TRT) se manifiesta, como hemos visto, en un conjunto de conductas que, correctamente identificadas, permiten ofrecer a los niños unos apoyos para favorecer el aprendizaje en condiciones de equidad.

Se necesitan los mismos mecanismos

Los mismos mecanismos que el sistema ya contempla para cada una de las especificidades y necesidades educativas, pero unos mecanismos adaptados al trauma relacional temprano. Hablamos de formación para reconocerlo, para tratarlo. Hablamos de protocolos, formas de detectarlo. Hablamos de asesoramiento y hablamos sobre todo de actuaciones, de qué hacemos ante un niño que ha sido abandonado, que luego ha sido adoptado, trasladado de país, que es amado, pero que tiene dificultades que vienen de haber vivido situaciones adversas. Y de aquí sale la última idea.

En la mayoría de los niños adoptados se les suele considerar “normales”, “y lo son”, pero en muchos casos son alumnos con unas necesidades especiales que otros no tienen. Tienen una herida primaria que les genera unas dificultades especiales a las cuales el sistema educativo debe poder dar respuesta para garantizarles su derecho al éxito educativo y a una inclusión plena.

Este artículo resume algunas de las aportaciones que se exponen en el documento “Propuestas para la Mejora de la respuesta educativa del alumnado Adoptado/Acogido”, elaborado por Xavier Garcia, Alfonso Hernández, Nerea Larumbe, Vinyet Mirabent y Jordi Plana, por encargo de las asociaciones Amics d’infants del Marroc (IMA), Associació de famílies de nens i nenes d’Etiòpia (AFNE), ADOPColombia y PETALES.

Fuente de la información e imagen:  https://eldiariodelaeducacion.com

Comparte este contenido:

El negocio del malestar emocional y psicológico

Nos encontramos con que tenemos muchas personas que han decidido hacer negocio con lo que debería ser, por un lado, una atención totalmente pública, sin ánimo de lucro, al alcance de todos, y que además, no tienen suficiente conocimiento ni formación para ejercer como lo que ellos denominan terapeutas.

Últimamente, se ha puesto sobre la mesa la necesidad de cuidar de nuestra salud mental; este hecho, imprescindible y necesario, ha propiciado que muchas de las personas que no pueden acceder a este cuidado a través del sistema de salud (de forma regular o con la celeridad que preveían) —en gran medida debido a la falta de psicólogos y a la poca inversión actual para revertir esta situación— hayan empezado a realizar terapias a través de la atención privada.

En paralelo, se han desplegado una serie de influencers e instagrammers; personas con muchos seguidores y voces propias, que apelan a la cultura del autoconocimiento y eslóganes y frases vacías que llegan a miles de personas a través de las redes sociales. Este hecho supone un clarísimo intrusismo laboral en el ámbito de la psicología, pero lo más grave es que generan discursos y difunden contenidos que, en muchísimas ocasiones, no están validados científicamente ni apelan a los sistemas de opresión —y por tanto, nos responsabilizan única y exclusivamente a nosotros de nuestro bienestar—, y tampoco nos aportan una visión que pueda ayudarnos en un momento concreto de nuestras vidas.

De esta forma, nos encontramos con muchas personas que han decidido hacer negocio con lo que debería ser, por un lado, una atención totalmente pública, sin ánimo de lucro, al alcance de todos y que, además, no tienen suficiente conocimiento ni formación para ejercer como lo que ellos denominan terapeutas.

Este hecho genera dos derivadas: la primera es que para hacer negocio todo vale, y por tanto, estos eslóganes, esas frases vacías que nos responsabilizan de forma individual, sin abordar la raíz de los sistemas de opresión, generan un impacto en cada uno de nosotros que, paradójicamente, van en contra de nuestra salud mental. Al mismo tiempo, una segunda derivada es que tenemos personas que han hecho algunos cursillos “online o vivenciales” que se sienten con suficiente legitimidad —propia y colectiva— para atreverse a abordar problemas complejos como son los malestares psicológicos y emocionales de las personas a las que atienden y que necesitan de una perspectiva biopsicosocial para ser abordados.

No seré yo quien diga que cuando tienes una carrera de Psicología ya puedes ejercer y abordar la complejidad de los mundos emocionales y mentales de las personas, pero sí me parece necesario poner sobre la mesa que la carrera te ayuda a ver la complejidad de la realidad, los distintos sistemas que operan en el bienestar de un individuo y de un colectivo. Al mismo tiempo, la formación específica en psicología social te da las herramientas necesarias para entender las causas de las diferentes problemáticas sociales que nos acaban impactando como sociedad y, por tanto, para comprender que lo que nos está pasando no es única y exclusivamente responsabilidad nuestra sino que existen unos sistemas sociales y económicos —de valores, de creencias, de desigualdad— que nos afectan y que, por tanto, no estamos solas con nuestros malestares. De la misma forma, la psicología clínica nos da herramientas para abordar desórdenes de origen biológico en nuestro organismo; para entender su funcionamiento, así como aplicar un abordaje biopsicosocial de la realidad de las personas con el trabajo interdisciplinar, cuando es necesario.

Al mismo tiempo, nos encontramos en un momento en el que parece que cualquier cosa es una patología, es decir, lo estamos psicopatologizando todo. Y esto implica poner etiquetas a los diferentes malestares, cuando, de hecho, vivir y sentir emociones que no nos gustan —tristeza, rabia, ira, enfado— es precisamente un síntoma de salud; estas emociones deben estar ahí para darnos información sobre lo que nos impacta. Todas nos dicen algo y la clave es qué hacemos con ellas; con qué intensidad y frecuencia las sentimos, si nos permiten orientarnos hacia la acción o, por el contrario, nos inmovilizan. A menudo, las etiquetas que ponemos a nuestros malestares, más que aportarnos soluciones, nos estigmatizan y empeoran nuestro proceso de recuperación hacia una vida en la que el bienestar esté presente.

Y, si en un momento dado, sentimos que necesitamos un profesional que nos acompañe porque queremos cambiar cosas y no sabemos cómo, o porque nos encontramos en una situación de desorientación o malestar constante, es importante saber quién es la persona que nos acompañará. Por eso, es necesario contar con profesionales con una formación y experiencia en el campo de la psicología, que nos aseguren que las terapias que llevarán a cabo funcionan —que están validadas científicamente, porque las hay, y muchas, que cuentan con evidencia científica que demuestra su impacto en las personas y en el tratamiento—. También cabe preguntar desde qué perspectiva trabajará la persona con nosotros; delimitar cuál será el objetivo del acompañamiento, cómo lo evaluaremos y desde qué perspectiva en relación a las cuestiones sociales y sistémicas actuará (¿tendrá perspectiva interseccional, feminista y comunitaria?). Finalmente, necesitaremos saber cuál será el plan de trabajo, la duración de la intervención o, sobre todo, cuáles serán los indicadores que habrá que tener en cuenta para acabar la relación de acompañamiento.

Así pues, teniendo en cuenta que los sistemas de opresión nos vulnerabilizan, necesitamos, por un lado, estrategias comunitarias para hacer frente a las consecuencias emocionales y psicológicas que esto implica, y al mismo tiempo, que todas nosotras nos aseguremos de que en un momento dado contaremos con una persona cualificada y con el conocimiento científico y social necesario para acompañarnos en un momento de nuestras vidas. Es imprescindible tener y tejer herramientas de empoderamiento y debemos luchar para que existan los profesionales necesarios y para que el acceso a ellos y ellas sea público y universal.

Fuente de la información e imagen:  https://eldiariodelaeducacion.com

Comparte este contenido:

Que corra el aire, o por qué abrir las aulas a los problemas sociales

Por: José Antonio Díaz Díaz, Javier E. Marrero-Acosta

Para algunos la realidad se define bajo el prisma de que cualquier tiempo pasado fue mejor, siendo una de sus consecuencias la vuelta al trono de los manuales -tal vez nunca lo abandonaron- como única fuente de selección de contenido y espacio de trabajo en el aula, especialmente en la ESO. Lo real está en el manual.

“Que corra el aire”, fue la expresión que usara a principios de los noventa el profesor de Filosofía Luis Pastor Tejera, -fallecido en enero del 2022-, para explicar la necesidad de abrir las aulas a los problemas sociales. Eran tiempos de racismo militante en parte de la sociedad española, que eclosionó, en el asesinato de Lucrecia Pérez Matos, migrante dominicana el 13 de noviembre de 1992 por cuatro fascistas, entre ellos un guardia civil.

La escuela de principios del siglo XXI se parece, -y mucho-, a la escuela del siglo XX. Aunque no tanto para aquellos que mitifican la escuela de la LGE -en cuanto modelo de exigencia y rigor-, por contraposición a todo lo que ha devenido después. Para estos, la realidad se define bajo el prisma de que cualquier tiempo pasado fue mejor, siendo una de sus consecuencias la vuelta al trono de los manuales -tal vez nunca lo abandonaron- como única fuente de selección de contenido y espacio de trabajo en el aula, especialmente en la ESO. Lo real está en el manual. El aula se cierra al exterior. Que no corra el aire, que la realidad sea la descrita en la lección. El placebo de la aparente normalidad y la previsión se adueña de una deseada acción educativa sin sobresaltos. Claro que para que ello funcione, hay que olvidar que internet existe, y prohibir los móviles. Hay que vallar todo el campo.

Una escuela que fracasa no parece una institución justa…

Aparece pues una doble verdad, la de los exámenes y la escuela, por contraposición a la de la vida, y la calle. En la primera, docentes y manuales; en la segunda, iguales e internet, y, afortunadamente, cierta divergencia docente imposible de cuantificar. La inexistencia de fuentes curriculares alternativas al monopolio de la interpretación del currículo por las editoriales no solo no resuelve el problema, sino que amplifica sus consecuencias. Ni siquiera el uso de las TIC en estos dos últimos cursos, debido a las demandas de estas por razón sanitaria, han traído consigo recursos diversos y distintos conectados con la realidad social de cada comunidad educativa. Salvo excepciones, se ha traslado el aula presencial al aula digital. Se mantiene el problema de fondo de la escuela española: un currículo despiadado, unas ratios imposibles, una escuela infradotada y un profesorado con un déficit de formación importante en el uso de las TIC en su ámbito curricular y sin acceso a materiales diversos y plurales conectados con los problemas de su comunidad.

La escuela es, primero, comunidad moral y, después, un consistorio de gremios de especialistas.

El resultado, es que una escuela que fracasa no parece una institución justa. Ni siquiera eficaz, si nos atenemos a los datos: a los quince años, treinta de cada 100 estudiantes han repetido curso, y 17 personas de cada 100 comprendidas entre los 18 y 24 años han abandonado la educación sin haber completado estudios de enseñanza secundaria obligatoria. Del alumnado matriculado en Bachillerato, solo el 56,4% culmina sus estudios en tiempo y cabe concluir que, de cada 100 estudiantes, 50 no terminan sus estudios en tiempo y forma.

La educación se construye sobre valores. Y educar, en su significado primigenio, es acción moral y política. Esto es mostrar el mundo como posibilidad (Emilio Lledó). La escuela es, primero, comunidad moral y, después, un consistorio de gremios de especialistas. Uno de los grandes problemas de la escuela del siglo XXI es la brecha creciente entre lo que se le demanda y lo que esta puede y debe ofrecer. A su vez se ha instalado en parte del profesorado y de forma creciente, la negación de la política. Es decir, una parte creciente del profesorado se abona al currículo oculto, reniega de la explicación de los valores que guía su praxis educativa, demandando una escuela protocolizada a través de los manuales y los exámenes. Vuelta a la uniformidad como criterio de igualdad y de valor.

¿Pero qué valores? Mientras tanto, reaparece el monstruo aquí al lado, -que nunca ha desaparecido, simplemente le mandamos a la periferia de nuestra atención-, vía invasión de Ucrania por parte de Rusia. El Leviatán pone Europa patas arriba y todos los miedos de los años setenta reaparecen. Hemos olvidado -en realidad nunca aprendimos- que hace treinta años hubo una serie de guerras en un país que se llamó Yugoslavia con 20.000 civiles muertos y 2,7 millones los desplazados, sin mencionar los miles de millones de dólares en perdidas económicas.

El Leviatán existe y no es creatura de ningún dios, ni fenómeno natural. Es la maldad, y sus manifestaciones en forma de guerra, terrorismo, crimen organizado, violencia intraindividual, pobreza estructural, racismo, y cualesquiera de las formas que adquiere el supremacismo y la forma de tratar al medio ambiente y a los seres que lo conforman; son fenómenos sociales, que aprendemos y heredamos en nuestro entorno familiar, clan, tribu, pueblo, ciudad, nación, etc., es parte de nuestra cultura.

No cabe predicar, de cualquiera de los imaginarios posibles de la maldad, determinación ni naturaleza alguna. No nacemos egoístas ni determinados a hacer el mal; y puestos a especular, posiblemente haya más probabilidades de empatizar en las relaciones con los otros, de propiciar comportamientos altruistas, que sus contrarios, aunque solo sea por la precariedad de nuestra naturaleza, e incapacidad consiguiente para sobrevivir sin la ayuda y la empatía de la sociedad en que nacemos.

Esos monstruos son nuestras “creaturas”. Los conocemos perfectamente. Sabemos de sus causas. Los hemos sufrido y a veces los hemos domeñado. No cabe responsabilizar del mal, a ninguna criatura que no sea humana, tampoco al error, ni a la falta de conocimiento. Sabemos de sus mascaras, de como piensa y actúa ora como sujetos individuales, ora como sujetos colectivos. Sabemos de su alternativa. La explicación de la maldad es posible, así como también su previsión; y, si hay buena voluntad, cabe evitarla, o al menos podríamos mitigar sus consecuencias. Por eso debe entrar en las aulas.

La banalidad del mal (Hanna Arendt) tiene su reverso en la indiferencia ante el bien, la solidaridad, y la necesidad de mitigar el sufrimiento de los demás.

No cabe reducir el mal colectivo, la socialización del sufrimiento, a explicaciones de comportamiento patológico individual. Stalin, Hitler, Franco, Mussolini, Mao, no estaban locos, y parece que tampoco lo esté Putin. Diseñaron y desarrollaron proyectos sociales malvados, supremacistas, incompatibles con la coexistencia de personas de distinto origen cultural, orientación sexual, salud, o creencia religiosa y política. Pero esa tarea, nunca lo es de una sola persona. Y en esa faena, encontraron millones de colaboradores, algunos entusiastas, y otros, los más, indiferentes, personas banales, que siguen la corriente. La banalidad del mal (Hanna Arendt) tiene su reverso en la indiferencia ante el bien, la solidaridad, y la necesidad de mitigar el sufrimiento de los demás.

Para explicar algunos de los peligros de esa indiferencia en nuestro país, tal vez convenga recordar lo sucedido con el partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP). El Partido Nazi, en las elecciones de 1928 recogió 810.127 papeletas, un 2,63% de los votos, y 12 escaños, -de hecho, perdió dos escaños- de un total de 491 del Reichstag. Cinco años más tarde, en 1933 en un ambiente de violencia, intimidación, mentiras y actos terroristas como el incendio del Reichstag, el Partido Nazi fue la primera fuerza política con el 43.91%, y 17.277.180 votos, 288 de los 647 escaños. Lo que siguió es historia publicada, pero cabe preguntarse si conocida, si estudiada en nuestras escuelas. Pensemos simplemente en las reacciones ante la cuestión de la memoria ante los leviatanes españoles recientes, la Guerra Civil, el régimen franquista, y el terrorismo de ETA.

Vivimos rodeados de guerra y conflicto: Ucrania, Etiopía, Siria, Egipto (Sinaí); Libia, Yemen, Afganistán, Myanmar, Armenia-Azerbaijan, Palestina, Yihadismo en África, narcotráfico y esclavismo a nivel planetario, deterioro medioambiental y crisis climática planetaria, y un largo etcétera que se repite. Avanza el populismo, los nacionalismos, y el supremacismo en la UE, RU, Brasil y los EE. UU. de Norteamérica. Se incrementa la pobreza estructural en el mundo y avanza en los países desarrollados. El patriarcado expande sus tentáculos en un mundo sin freno. En España “El porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social (tasa AROPE) aumentó al 26,4%, desde el 25,3% de 2019. El 7,0% de la población se encontraba en situación de carencia material severa, frente al 4,7% del año anterior” (INE, 2021).

La invasión de Rusia en Ucrania nos ha sacado del ensueño, pero ello no anula los dos principios que nos guían. Uno, otro mundo es posible; y dos, se requiere de la buena voluntad y esta de la democracia, pues hay modos distintos de pensar y construir la realidad e imaginar soluciones a los problemas de la coexistencia entre los sujetos humanos y resto de los seres que habitan el planeta en cualesquiera de las formas en que se manifiesta la vida. Necesitamos pensarlo y realizarlo. Y la educación es parte de la solución. Es la clave de una construcción cultural centrada en el desarrollo del derecho humano a la paz donde quepa “leer la calle” desde las aportaciones que conforman el conocimiento crítico, en palabras de Jaume Martínez Bonafé.

No se nos escapa que todo ello requiere de recursos y la colaboración necesaria, que no suficiente, de las Administraciones educativas, para que corra el aire …

La experiencia demuestra que el desarrollo del currículo no provendrá solo de las administraciones educativas. Se requiere que la sociedad civil -en este sentido el proyecto de Centro de Desarrollo Curricular podría ser un instrumento interesante- haga suya esa tarea en estrecha colaboración con el profesorado propiciando la elaboración de materiales para explicar las guerras y demás eventos que por razón de actualidad quedan fuera de los desarrollos más normalizados de los contenidos. En materia de evaluación del currículo, se trataría de mostrar todas las formas que adquiere el currículo, leer la calle, dar respuestas prontas ante las demandas de la escuela, conforme a las peticiones de esta. Necesariamente se habrá de partir de un acuerdo de mínimos, dada la diversidad de intereses y la falta de experiencia compartida entre protagonistas natos, y necesarios, sindicatos docentes, asociaciones de padres y madres, y del tercer sector que trabajan en educación, los movimientos de renovación pedagógica, lo que de ellos quede, y las universidades.

Una labor de esta índole garantizará la participación del profesorado, y de las familias cuando sea pertinente. Asimismo, podría servir de referencia a las administraciones educativas en todo lo referente a la evaluación del currículo y su desarrollo. No se nos escapa que todo ello requiere de recursos y la colaboración necesaria, que no suficiente, de las Administraciones educativas, para que corra el aire.

Fuente de la información e imagen:  https://eldiariodelaeducacion.com/

Comparte este contenido:
Page 1 of 13
1 2 3 13