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Libros de texto, lío para armar

Por: Luis Hernández Navarro

En redes sociales circula la convocatoria para una “gran quema de libros de texto 2023-2024 de educación básica, el 10 de septiembre de este año, en el Zócalo de la Ciudad de México”. Se pide llevar los materiales recién entregados, “que son inútiles para las niñas y niños de educación básica en México. Y se sentencia: no a la ideología política.

El llamado coincide con la iniciativa del Frente Nacional de la Familia (FNF) en distintas partes del país. Paloma Amezquita, integrante de esta organización en Aguascalientes, declaró: “Exhorto a los padres de familia a que quememos estos libros, que rompamos las hojas que no coinciden con nosotros, porque a nuestros hijos los educamos nosotros, no el Presidente”.

Hiram Pérez Carrillo, integrante del movimiento en Quintana Roo, anunció que planean prenderles fuego en cada una de las plazas públicas de los diferentes municipios de la entidad, justo al día siguiente de que los ejemplares sean entregados.

¿Qué es el Frente Nacional por la Familia? Según informan en su página web se trata de una convergencia civil que “promovemos y defendemos cuatro libertades: la libertad de conciencia, de creencia, de expresión y la de los padres a educar a nuestros hijos, la vulneración a esta última fue una de las razones que impulsó el surgimiento del FNF en 2016, ahí nos sumamos millones de padres de familia para pedir al gobierno en curso eliminar la Ideología de Género de las escuelas de nuestros hijos.

“La Ideología de Género –afirman– busca confundir el pensamiento y naturaleza biológica del sexo de nuestros hijos, haciéndoles creer desde pequeños, que pueden cambiar de sexo, anclando términos como el ‘género’, que se describe como una construcción socio-cultural y no natural.”

El FNF no es un membrete reaccionario más. Es una fuerza política conservadora religiosa que surgió para enfrentar la iniciativa del gobierno de Enrique Peña en mayo de 2016, que buscaba legalizar en todo el país el matrimonio igualitario y la adopción homoparental. Como parte de su agenda se oponen, además, a la interrupción legal del embarazo y a la educación sexual en los libros de texto de primaria. Junto con el Partido Encuentro Social, tomaron las calles ese año, incidieron en la agenda pública e influyeron en el proceso electoral con relativo éxito. La Comisión de Derechos Humanos del Congreso declaró improcedente la iniciativa presidencial. Fue congelada.

Según la investigadora América Quetzalli Vera Balanzario, la constitución del FNF es mayoritariamente de clases medias conservadoras y organizaciones civiles de todo el país, con un fuerte peso religioso (principalmente católico). Son una fuerza política que busca imponer su visión de familia, de identidades sexuales y de educación. Un movimiento que logró reunir a activistas experimentados que compartían sus convicciones políticas y religiosas, y se convirtieron en sus voceros e integrantes del comité directivo, en el que también participan activamente asociaciones civiles que tienen una presencia importante en debates públicos locales, nacionales e internacionales sobre educación y salud. Un agrupamiento que cuenta con el apoyo de empresarios y universidades (https://acortar.link/tcDwO6).

En 2018, la FNF declaraba agrupar a más de mil asociaciones civiles antiaborto y antigay. En los hechos, tiene estrechas relaciones con la organización de ultraderecha El Yunque y con su filial en España, Hazte Oír. Según su dirigente nacional, Rodrigo Iván Cortés Jiménez, ex diputado del PAN, el frente está proyectado como una gran fuerza cívica cuyo principal objetivo es defender a la familia. En 2016 logró colarse a una entrevista con el papa Francisco en el Vaticano, en la que le dijo que “los católicos mexicanos, acatando su instrucción, saldrán a la calle para armar “lío” (https://acortar.link/kI06O4).

La convocatoria del FNF a quemar los libros de texto gratuito no es una ocurrencia de un pequeño grupo anticomunista. Es obra de una fuerza implantada en una parte de las clases medias tradicionalistas, organizada en multitud de asociaciones civiles, con importantes apoyos empresariales y religiosos. En 2016 mostró una significativa capacidad de movilización. Desde entonces, ha sobrevivido a la prueba de los años.

El contenido de los libros de texto, la ruta seguida para su difusión y el lenguaje utilizado para presentarlos en sociedad abrieron la caja de Pandora por la que ha resurgido la ultraderecha mexicana. Necesitaban una causa para resurgir y la encontraron en cuestión educativa. El pleito por la distribución de los ejemplares apenas comienza y es ya parte de la disputa por el sentido común de los padres de familia.

Hasta ahora, la defensa oficial de los libros ha sido precaria, limitada y desarticulada. Con frecuencia, algunos de sus valedores parecieran ser sus peores enemigos. Los críticos de todos los signos van ganando la batalla en la opinión pública, que no es lo mismo que el combate en las aulas.

La derecha cuenta con herramientas legales para tratar de descarrilar la entrega de los materiales educativos. Aspira a hacer de la controversia por sus contenidos, palanca para construir un gran movimiento de masas pedagógico conservador. No duda en echar mano de la divulgación de todo tipo de falsedades. Como se lo dijeron hace años al papa Francisco, se aprestan a armar lío. Ya lo anunciaron. Se topa, sin embargo, con un enorme dique: los maestros democráticos.

Twitter: @lhan55

https://www.jornada.com.mx/notas/2023/08/15/politica/libros-de-texto-lio-para-armar/

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CNTE, 43 años

Por: Luis Hernández Navarro

Este diciembre se cumplen 79 años de la fundación del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y 43 del nacimiento de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).

El SNTE es la organización gremial que agrupa a la gran mayoría del personal educativo al servicio de la Secretaría de Educación Pública (SEP), los docentes de los gobiernos de los estados y trabajadores de organismos descentralizados de la enseñanza pública.

La CNTE es una fuerza de trabajadores de base de la educación, que se enfrenta contra el charrismo dentro del SNTE. Es independiente y autónoma del gobierno, los partidos políticos y las iglesias. Además de defender los intereses gremiales del magisterio, lucha por la democratización del sindicato, de la enseñanza y del país. Así lo ha hecho desde 1979.

Más allá de la fecha formal de su nacimiento, la coordinadora expresa una corriente viva del magisterio, clasista y comprometida con causas emancipatorias, que arranca, al menos, desde hace un siglo. Una tendencia que toma forma con la fundación de la primera normal rural en lo que hoy es Tiripetío en 1922, y que unas veces corre como un caudaloso río subterráneo y otras emerge a la superficie con vigorosas protestas y experiencias de educación alternativas.

La CNTE es heredera y continuadora de la labor pedagógica de grandes educadores que forjaron la enseñanza rural en el país, como José Santos Valdés, Raúl Isidro Burgos e Isidro Castillo. Retoma el legado de los maestros comunistas y cardenistas que impulsaron la reforma agraria, la lucha contra el fanatismo religioso y la organización de sindicatos obreros, y que fueron asesinados, empalados y desorejados por neocristeros y latifundistas.

Mantiene viva la tradición de los docentes othonistas que organizaron el Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM), en las jornadas de lucha de 1956-60. Da continuidad al esfuerzo de los profesores que participaron en el movimiento estudiantil-popular de 1968. Se nutre de la experiencia y el esfuerzo de quienes se comprometieron con la transformación revolucionaria del país (y fueron víctimas de la guerra sucia) y que aparecen en su logotipo: Arturo Gámiz, Lucio Cabañas, Genaro Vázquez Rojas y Misael Núñez Acosta. Recoge la estafeta de quienes promovieron en los 70 los Comités Coordinadores de Lucha en la Ciudad de México, fundaron escuelas populares en el Valle de México y colectivos como el Movimiento de Liberación Político-Sindical en Michoacán o el Frente Magisterial Independiente Nacional (FMIN) en varios estados.

Desde su constitución en Tuxtla ­Gutiérrez, Chiapas, han sido asesinados más de 200 integrantes de la CNTE. Literalmente, el magisterio democrático vivió una guerra sucia en su contra. ­Durante el periodo de Enrique Peña Nieto fueron violentamente ultimados los profesores Claudio Castillo, David Gemayel Ruiz y Antonio Vivar Díaz, y se perpetró la sangrienta masacre de Nochixtlán. Varias decenas de maestros han sido perseguidos, apresados y recluidos en penales con reos de alta peligrosidad. Centenares han perdido sus empleos como represalia por su participación en los movimientos.

A sus 43 años, la coordinadora enfrenta uno de los momentos más difíciles de su historia. Después de tener 18 mesas de diálogo con el presidente Andrés Manuel López Obrador, éstas se suspendieron hace dos años y no se han restablecido. En cambio, la 4T le ha abierto importantes espacios de interlocución al charrismo sindical del SNTE, encabezado por Alfonso Cepeda. Autodeclarado como “ejército intelectual de AMLO”, juegan en la sucesión presidencial apoyando a Claudia Sheinbaum.

Las expectativas de democratizar el sindicato se esfumaron pronto. La mafia de Cepeda sigue al frente de la representación formal del SNTE sin empacho alguno. Las elecciones para cambiar dirigentes seccionales son una mascarada en que, con el aval del Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje y la Secretaría del Trabajo, se permiten comicios amañados y megafraudes, y se legitima que un reglamento de elecciones, ilegal, antidemocrático y excluyente, esté por arriba del estatuto sindical, una norma de mayor jerarquía.

Aunque en Guerrero y Oaxaca se ha renovado la dirigencia con una camada de líderes jóvenes, se ha incorporado a las escuelas una generación de profesores, no necesariamente normalistas, que ven la docencia como actividad de paso, mientras hallan un empleo mejor remunerado. Su visión del mundo, mucho más individualista que la de los trabajadores de la educación de otros años, los lleva a pasar del mundo gremial, al que ven como una pérdida de tiempo. Convencerlos de organizarse democráticamente para remontar su precariedad es un enorme reto.

Las demandas insatisfechas de la CNTE no son pocas. La reforma constitucional educativa aprobada por la 4T limó las espinas más filosas del erizo neoliberal de la reforma de Peña, pero dejó intacto su espíritu. La federalización de la nómina educativa ha quedado, en muchos casos, en palabras. La decisión gubernamental de privilegiar la expansión del servicio educativo por encima de la formación continua del magisterio y el apoyo a las escuelas multigrado, dejó fuera de las políticas públicas (y del presupuesto) planteamientos centrales de los profesores democráticos. En los hechos, la Nueva Escuela Mexicana no es más que la fachada de un edificio inexistente. Enmarañada por la verborrea de alguno de sus promotores, la reforma curricular, que retoma algunos puntos de la propuesta de educación alternativa de la coordinadora, carece de pistas de aterrizaje y de consenso entre los docentes.

Los maestros de la CNTE saben que en la lucha por democratizar su sindicato, la enseñanza y el país no hay atajos. Fieles a su historia y sus principios se disponen a seguir adelante.

Fuente de la información:  https://www.jornada.com.mx

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Las marchas de noviembre

Por: Luis Hernández Navarro

La jornada antiobradorista del 13 de noviembre fue la movilización de masas convocada por un frente opositor más numerosa del actual sexenio. Con el pretexto de “defender al Instituto Nacional Electoral (INE) y la democracia”, una variopinta coalición de fuerzas de centroderecha anti-AMLO logró sacar a la calle a varias decenas de miles de ciudadanos, muchos vestidos de blanco y rosa, en casi todo el país.

Su magnitud estuvo muy lejos de alcanzar el tamaño de las concentraciones populares convocadas por el Presidente. Sin lugar a dudas, también será menor de la que los simpatizantes del mandatario efectuarán este 1º de diciembre. Pero, aun así, sería muy delicado desdeñar el significado y alcance de la protesta del pasado domingo.

Las calles no son el terreno de lucha principal de la centroderecha. Ellos tienen otros medios de presión. John Lennon, compositor de Working class heroe, lo sabía muy bien, cuando, en 1963, en el show de The Beatles ante la reina Isabel II, bromeó: “Para nuestro último número, les quiero pedir su ayuda. ¿Podría la gente de los asientos más baratos, aplaudir? Y el resto de ustedes, sólo sacudan sus joyas”.

Una protesta contra López Obrador del tamaño como la congregación de este domingo es un hecho que no acontecía desde el 27 de junio de 2004. En aquella fecha, la derecha empresarial y mediática, bajo la fachada del combate a la inseguridad pública, orquestó una gran embestida de masas contra el entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de México, que sirvió de ensayo para preparar su ­desafuero. La arremetida se orquestó desde los medios de comunicación electrónicos, difundiendo reiteradamente imágenes de violencia, que generaron en la opinión pública de la capital del país una sensación de incertidumbre y miedo. Cientos de miles de personas, muchas vestidas de blanco, marcharon para “rescatar a México”.

Entre otras diferencias presentes en ambas movilizaciones está el que, a diferencia de la de 2004, la del domingo no fue auspiciada por los medios electrónicos, sino por una parte muy importante de la prensa escrita y las redes sociales asociadas a intelectuales públicos de la derecha. Probablemente, la forma en que el Presidente recriminó el llamado a “defender el INE” y se refirió a algunos de sus promotores, catalizó la protesta.

Al analizar la jornada del 13 de noviembre es necesario distinguir entre los convocantes y quienes asistieron masivamente a las marchas. No son lo mismo. El núcleo organizador está formado por la alianza de empresarios abiertamente retrógrados, partidos de oposición, jerarcas religiosos y un archipiélago de intelectuales (los transitólogos) con un enorme peso en el INE y la organización de procesos electorales. Los manifestantes fueron un conglomerado diverso de sectores acomodados, grupos rabiosamente anticomunistas, clases medias y clientelas populares de las alcaldías de la Ciudad de México en manos de la oposición, descontentos con el gobierno federal por razones diversas.

En la marea rosa participaron, entusiastas, familias enteras, muchas por primera vez en su vida. En el río humano que caminó sin organizarse en contingentes por Paseo de la Reforma en la Ciudad de México había personas de todas las edades no acostumbradas a corear ­consignas.

Como versión apache del S how de terror de Rocky, a la marcha asistió una colección de impresentables egos partidocráticos, que desfilaron enjundiosos, y que en otras circunstancias difícilmente habrían convivido bajo el paraguas de la misma convocatoria. En las calles, su presencia se desvaneció ante una multitud que los ignoró y desbordó, pero fueron rescatados del anonimato por la prensa. Como si su biografía personificara la historia del INE, la figura de la mañana fue José Woldenberg. Orador único, fungió de bateador emergente de una oposición de derecha sin figuras políticas fuertes y con intelectuales más que disminuidos. Estará por verse si la coalición antiobradorista lo seguirá placeando.

Más allá de la presencia de consumados mapaches electorales disfrazados de ciudadanos de a pie, como Ulises Ruiz, Elba Esther Gordillo o Roberto Madrazo, las protestas confirmaron la creciente mengua de apoyo hacia la 4T entre sectores medios, anticipada en las elecciones intermedias de 2021. En esos comicios, la oposición ganó la mitad de las alcaldías de la Ciudad de México (la joya de la corona obradorista) y muchas de las capitales de los estados en disputa. Pese a triunfar en las elecciones, la coalición gobernante perdió la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y tuvo 9 millones de votos menos que en 2018.

Las movilizaciones fueron receptáculo de una parte del malestar que hay hacia la 4T entre universitarios, profesionistas liberales, médicos, amas de casa, artistas, defensores de derechos humanos, feministas, familiares de víctimas de la violencia, científicos, ambientalistas y pequeños empresarios. Muchos no son conservadores. No pocos apoyaron en el pasado al Presidente. Pero ya no lo hacen más. Están desencantados e incluso iracundos. El tamaño de su inconformidad los llevó a sumarse al llamado de figuras como el impresentable Claudio X. González, la más rancia partidocracia, ultraderechistas que salieron del clóset y destacados prestidigitadores electorales, ocultos bajo el antifaz de la defensa del INE.

Más allá del final que tenga la reforma electoral promovida por el Presidente, la marea rosa del domingo fue, para la oposición de derecha, no una jornada ciudadana, sino el banderazo de salida de su campaña electoral rumbo a 2024. Falta ver si pueden conservar el impulso y apoyo de masas que tuvieron.

Fuente de la información: https://www.jornada.com.mx

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De la lucha por la tierra a los caracoles

Por: Luis Hernández Navarro

“Pasen a firmar los que no tengan miedo”, dijo el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, copiando las palabras de Emiliano Zapata, a 268 líderes rurales, entre los que se encontraban familiares del Caudillo del Sur. En Los Pinos, ante un cuadro del jefe del Ejército Libertador, los dirigentes de las centrales nacionales pasaron uno a uno a suscribir el Manifiesto Campesino, que avaló el fin del reparto agrario y la privatización del ejido. La fecha quedó registrada junto a la emboscada de la Hacienda de Chinameca: 1° de diciembre de 1991.

Antes de comenzar la ceremonia, unos cuantos representantes que se olieron de qué iba la encerrona, preguntaron dónde estaba el baño y pusieron pies en polvorosa para no sumarse al documento. Entre ellos estaba Pancho, un líder tseltal que llevaba años luchando por la tierra con sus compañeros de la selva Lacandona. Regresó a su región y no volvió a aparecer en la vida pública hasta mucho tiempo después del levantamiento zapatista.

El compromiso de los líderes de superar el reparto agrario convocando a un gran esfuerzo de conciliación entre los hombres del campo adquirido ese día, fue visto como una gran traición por cientos de miles de campesinos en todo el país, pero especialmente por los chiapanecos, que llevaban décadas luchado por tierra. Esa contrarreforma al artículo 27 constitucional nubló el horizonte indígena y animó a centenares de comunidades a tomar las armas.

En el libro Voces de la historia, los habitantes de Nuevo San Juan Chamula, Nuevo Huixtán y Nuevo Matzan, recuerdan su experiencia y las de sus abuelos en las fincas y pueblos, donde nacieron y se criaron aguantando el hambre, así como las razones que los llevaron a colonizar la Selva, para buscar dónde comer un poco mejor y dejar atrás el dolor de la pobreza y el puro sufrir.

Casi todos los que conocemos salen a la finca. Con nuestro trabajo se hicieron ricos los patrones, aunque nosotros seguimos igual en nuestra pobreza. Además del trabajo pesado tenemos más sufrimiento en la finca. Al patrón no le importa el trabajador. Quedamos con hambre. Maltrataban mucho los caporales: chicoteaban, golpeaban con ramas, con cincho, con la palma del machete, daban patadas; con cualquier cosa venía el castigo, explican. Por eso, en un moderno éxodo, marcharon a buscar una nueva vida en la selva.

La lucha por la tierra se generalizó en todo el estado durante las décadas de 1970 y 80. Los indígenas no sólo buscaban recuperar la que los finqueros se habían apropiado por medio del despojo violento. También la que habían ocupado en la selva para huir de la miseria. Un decreto presidencial de Luis Echeverría Álvarez, en 1971, otorgó la posesión de 614 mil hectáreas a 66 familias lacandonas, negándosela al resto de pobladores. En palabras de la Unión de Uniones, detrás del decreto estaban los intereses de Nacional Financiera, es decir, de la gran burguesía, que pretendía llevarse toda la madera de caoba y cedro contenida en las miles de hectáreas tituladas a favor del grupo lacandón.

El gobierno quiso reconcentrar a los otros indígenas (tseltales, tsotsiles, choles) y fijar los límites de la Comunidad Lacandona, por medio de la Brecha. Las comunidades resistieron poniendo el cuerpo por delante con la consigna de ¡no a la Brecha! En octubre de 1981, 2 mil campesinos de la selva marcharon y ocuparon la plaza de Tuxtla Gutiérrez. Caminaron días para llegar a un ve­hículo que los trasladara a la capital del estado. Años después, su lucha cosechó frutos. En 1989, Salinas de Gortari entregó la dotación a 26 colonias.

En entrevista con Roberto Garduño en La Jornada, el mayor Sergio, el Representante, rememoró esas faenas y cómo los habitantes de la región se vieron amenazados por las autoridades: “Con el decreto de 1972, el gobierno empezó a decir que nos íbamos a salir por las buenas y por las malas… pero no quisimos salir porque nuestros padres y nuestros abuelos buscaron este lugar para vivir y trabajar”.

En la selva, los rebeldes aprendieron a manejar el fusil para defenderse de las guardias blancas. Luego siguió la educación política e ideológica y el fortalecimiento de la organización comunal. Sergio recordó el caso de la venta del café como síntoma de la injusticia, porque los coyotes engañan y pagan precios de risa por el producto.

Los zapatistas –añadió– “empezamos a trabajar en nuestras comunidades casa por casa y barrio por barrio. Mucho tiempo luchamos de manera pacífica, pero nos ignoraban, por eso empezamos… pero no nos han dejado, nos han reprimido, por eso hemos tomado el fusil”.

A pesar de que se había izado la bandera blanca en el campo, la sublevación de 1994 permitió a campesinos e indígenas, zapatistas y no zapatistas, recuperar miles de hectáreas. En lugar de parcelarlas como hicieron otros, los rebeldes impulsaron en ellas proyectos de asociación colectiva para la producción agrícola y ganadera, que les han permitido controlar su vida y practicar el autogobierno. Estas experiencias son la base material sobre los que se erigen los caracoles, que este 9 de agosto cumplieron 19 años de vida.

El agravio de Carlos Salinas contra los pequeños productores rurales, cuando en Los Pinos llamó a los líderes a que pasaran a firmar sin miedo un acuerdo para cerrar la puerta a la vía campesina de desarrollo, fue respondida años después por el EZLN, descarrilando en los hechos el fin del reparto agrario.

Pero el rechazo fue aún más lejos. Sobre ese ¡no! inicial, los rebeldes pasaron a construir una sociedad que representa todo lo contrario de lo que el salinismo quiso impulsar. Esa sociedad alternativa ha tomado forma en los caracoles. En ellos se sintetiza tanto la historia profunda y subterránea de campesinos e indígenas por la tierra y la autonomía, como su disposición y potencia para construir un otro mundo.

Twitter: @lhan55

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2022/08/09/opinion/016a1pol

Imagen: https://www.jornada.com.mx/ultimas/politica/2020/10/05/delegaciones-del-ezln-viajaran-a-europa-en-2021-4925.html

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Tiripetío, museo vivo para mirar el porvenir

Por: Luis Hernández Navarro

La escena parece sacada de la película Mecánica nacional, de Luis Alcoriza. En plena celebración por el primer centenario de la Normal Rural de Tiripetío, mientras la banda musical de egresados de la escuela interpreta una animada pieza, una botarga con la forma de un gato saca a bailar a la secretaria de Educación de Michoacán, Yarabí Ávila González.

El disfraz del bailarín juglaresco tiene historia. El gato es el símbolo de Tiripetío. Según el maestro Jorge Cázares, egresado de la institución, que entró desde el bachillerato en 1987 y terminó sus estudios en 1994, el nombre se lo ganaron cuando, visitantes de otras normales rurales, se sorprendieron al ver que ante la falta de vasos en el comedor, los estudiantes bebían el agua y café en platos. Uno de sus invitados les dijo: “Ustedes son como los gatos”. El apelativo se quedó. Cuando la escuela era de mujeres, les llamaban las leonas.

La doctora Ávila González militó muchos años en el PRI, partido que la hizo diputada dos veces. Sin embargo, durante las pasadas elecciones para gobernador en Michoacán, siendo presidenta de la mesa directiva del Congreso del estado, expresó su apoyo al candidato de Morena, Alfredo Ramírez Bedolla, y saltó a su equipo de transición. Fue premiada con la Secretaría de Educación.

Antes, cuando el ex gobernador Salvador Jara Guerrero fue rector, la funcionaria fue contralora de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. En 2017, Jara y el ex gobernador Fausto Vallejo fueron acusados del desvío de 3 mil 759 millones de pesos.

Indignadas porque Yarabí Ávila apareció el pasado 8 de octubre, levantando el puño izquierdo con un pañuelo azul (símbolo de la lucha contra la despenalización del aborto) enrollado en su muñeca, más de 100 feministas exigieron su destitución. La secretaria mantiene una estrecha relación con el grupo empresarial Mexicanos Primero, dirigido en distintos momentos por Claudio X. González y Alejandro Ramírez. Fiel a estas alianzas, impuso la aplicación del examen del Ceneval a aspirantes de nuevo ingreso a la Vasco de Quiroga y a otras normales del estado.

La penosa imagen de la botarga y la secretaria partiendo plaza ejemplifica los claroscuros de la conmemoración: un acto digno de ópera bufa, en que una funcionaria, que ha combatido durante años a Tiripetío, baila con un símbolo de la escuela.

No fue el único. El encuentro fue una demostración del poder sin contrapesos del Olimpo burocrático. En el presidium hubo un solo estudiante, funcionarios estatales (comenzando por el gobernador), dos federales y legisladores. Los asientos reservados para el comité estudiantil de la escuela, a un lado del patio central del edificio, no fueron ocupados por los alumnos. En distintos momentos, una parte del público interrumpió los discursos oficiales coreando: “¡A las normales rurales / las quieren desaparecer / nosotros con lucha y sangre / las vamos a defender!”

El gobernador anunció que Tiripetío sería declarada “primitiva, centenaria y benemérita”. Sin embargo, más allá de los reconocimientos de palabra, se oculta una realidad lamentable, provocada por la falta de recursos gubernamentales para mantenimiento y equipos. Las instalaciones se encuentran sumamente deterioradas: salones sin bancas; laboratorios anegados; dormitorios en condiciones muy precarias; puertas y ventanas maltratadas; salones sin electricidad; no hay médico ni enfermeras ni medicinas; el área de producción rural se encuentra muy disminuida, y un sinfín de penurias más.

El mandatario aseguró que veía a la normal como aliada, pero a unos metros de la escuela, sus patrullas se dedican no a cuidar sino a atemorizar estudiantes y a impedir que hagan colectas o difundan sus demandas. Insistió en la corrupción y venta de plazas, y en la fantasía de que las evaluaciones las evitan, como si estas lacras fueran responsabilidad de los estudiantes y no de las autoridades.

Herencia perversa del ex gobernador Silvano Aureoles, según Zósimo Camacho, Tiri cumple 100 años con 105 procesos judiciales vigentes, contra igual número de normalistas (https://bit.ly/3GgO4nh), que no terminan de desvanecerse. En 2020, siete alumnos fueron encarcelados cuatro meses. Los presos comunes les propinaron continuas palizas salvajes, de las que los muchachos no acaban de reponerse.

Lejos de la banalidad de las ceremonias oficiales, en el Tiripetío de abajo, el de los estudiantes, como expresión luminosa del centenario de su institución, se realizaron 15 nuevos murales, elaborados por varios colectivos de artistas, que comparten las paredes de la escuela con dos obras de José Hernández Delgadillo.

Los temas desarrollados entreveran temas, figuras emblemáticas y causas: la bandera purépecha; el maíz como sustento e identidad; el Manifiesto del Partido Comunista; las mariposas Monarca que vuelan de muro en muro, como símbolo de la defensa de la naturaleza y el territorio; la capucha y el paliacate, como recurso para que se mire a los invisibles; la represión y la resistencia; la noche de Iguala; Lucio Cabañas y su llamado a “ser pueblo, hacer pueblo y estar con el pueblo”, y Emiliano Zapata y el Che Guevara.

En una hermosa pintura elaborada por un colectivo de la Escuela Normal Indígena de Michoacán, en Cherán, junto a la ecuación de Albert Einstein E=mc2 y las imágenes de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, se explica: “Las normales rurales nos abrigaron como clase social desprotegida… y nos formaron como luchadores comunitarios”.

Tiripetío es un fascinante museo vivo, que recupera y relabora la tradición pictórica mexicana. Es la muestra de cómo, en la más difícil adversidad, los murales abren enormes ventanas/espejo para que los normalistas rurales, más allá de la precariedad de las instalaciones en las que viven y estudian, se miren a sí mismos y se asomen a su porvenir.

Fuente de la información: https://www.jornada.com.mx

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Cien años de normalismo rural

lanquear el pasado, desradicalizarlo, pulir las aristas más filosas de sus episodios emancipadores ha sido una obsesión recurrente de nuestras élites modernizadoras. En su odio infinito hacia el magisterio progresista, Octavio Véjar Vázquez, titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP) entre 1941 y 1943, ordenó derrumbar un muro del edificio central, en el que se encontraba la leyenda: En honor a los maestros rurales caídos por el ideal de la educación ­socialista.

General brigadier condecorado y de pistola al cinto, admirador de Benito ­Mussolini, combatió la educación socialista, promovió la escuela del amor, buscó la reconciliación con la Iglesia católica y persiguió al magisterio rural. En la pared que destruyó estaban inscritos los nombres de los docentes sacrificados por cristeros y hacendados: maestras violadas, trabajadores de la educación asesinados, empalados y mutilados.

Canceló los internados mixtos por normales (1943), porque propiciaban la degeneración entre muchachos y muchachas, casi al mismo tiempo en que, en la Ciudad de México se le ponía un taparrabos a la Diana Cazadora. Y se opuso a la educación bilingüe por considerarla obstáculo a la unidad nacional.

El daño que el funcionario causó al nor­malismo rural fue demoledor. Figura relevante en la historia de la educación en el país, Mario Aguilera Dorantes cuenta que el maestro Rafael Ramírez, inició una reunión de inspectores con el ministro, diciendo: Señor secretario, por ahí corre entre los maestros una cuartilla que usted debe conocer: dicen que para el nuevo León Toral con el puñal en la mano, Véjar Vázquez Octavio mató a la escuela rural.

Se trataba de quitar al normalismo rural su misión concientizadora, su compromiso con la comunidad, su papel de promotor de la reforma agraria, su vocación laica. Se pretendía que los maestros egresados de esas escuelas dejaran de comprometerse con la transformación social. No lo lograron.

Las normales rurales surgieron hace un siglo. El 22 de mayo de 1922 abrió su matrícula la primera, en la calle Benito Juárez 106, de Tacámbaro, Michoacán, apenas un año después del nacimiento de la SEP. Francisco J. Múgica gobernaba la entidad. Cuenta el maestro Isidro Castillo: Yo la fundé. Nadie quería alquilarnos la casa, debido a las presiones del obispo Lepoldo Lara y Torres, que era cristero. Un sacerdote muy exigente y negativo, que estuvo en pugna con nosotros. A los cinco años de estar ahí, por fin la conse­guí; el padre de Ignacio Chávez me la arrendó.

“Aquel día fuimos pocos alumnos, pero la escuela comenzó a trabajar. Yo, que había estado en la primaria, me instalé con el grupo de sexto año –nos llevamos las bancas y acondicionamos el salón–. Conseguí el edificio, le procuré de muebles”. La primera generación tuvo 16 egresados.

Las turbulencias que acompañaron su nacimiento la acompañaron en su desarrollo. En mayo de 1923 estalló la primera huelga estudiantil de la institución, para oponerse a la designación de un director sin prestigio. En 1925, la escuela se separó temporalmente de la SEP y la rescató la Universidad de San Nicolás de Hidalgo. En 1926, al grito de ¡Viva Cristo Rey!, el maestro Moisés Zamora, egresado de la normal, fue colgado de un árbol y acuchillado. El fanatismo religioso y la pobreza obligaron a la escuela, nuevamente dependiente de la SEP, a trasladarse a Erongarícuaro, en las orillas del lago de Pátzcuaro. Más adelante, se mudó a Huetamo. En 1949, se movió a la ex hacienda de Coapa, en la tenencia de Tiripetío, para formar la Escuela Normal Rural Vasco de Quiroga, como internado de mujeres.

Cuando, como venganza de su participación en el movimiento estudiantil-popular de 1968, Gustavo Díaz Ordaz ordenó en 1969 la clausura de más de la mitad de las normales rurales existentes, la escuela de La Huerta, en Michoacán, devino secundaria para señoritas y los muchachos que estudiaban en ella para maestros rurales fueron movidos a Tiripetío. Bajo el peso del acoso político y la represión, la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (Fecsm) languideció durante tres largos años, hasta que, en 1971, una huelga estudiantil de más de 22 días en Tiripetío relanzó el movimiento.

Los males de la normal no quedaron allí. La lista de agravios sufridos no parece tener fin. Como repetición de la campaña contra las normales rurales encabezada por Véjar Vázquez en 1941, apenas en 2021, la Secretaría de Educación de Michoacán analizaba, con autoridades federales, cerrar la normal debido al vandalismo y a los actos delictivos que frecuentemente comete un grupo de alumnos.

De Tiripetío (y de La Huerta) egresaron dirigentes como Francisco Javier Acuña, claves en la formación del Movimiento de Liberación Político-Sindical y la CNTE en Michoacán. Promotor de una propuesta de construcción del poder de las bases, Javier entendía que éste era el germen del nuevo poder. Javier falleció en los últimos minutos de 1999, en un inexplicado accidente automovilístico. Según sus compañeros, su muerte fue un golpe que detuvo o dificultó muchos procesos posteriores.

La SEP no tiene memoria. A 100 años de su surgimiento, las normales rurales, comenzando por Tiripetío, padecen problemas ancestrales a los que no se atiende. Hoy, como ayer, son víctimas de estigmatización. Hace un siglo las acusaban de ser escuelas del diablo, hoy de nidos de delincuentes. Sin embargo, más allá de la satanización, ni comunidades ni normalistas permitirán que, como quiso hace 80 años Véjar Vázquez, desaparezcan. Llegaron para quedarse.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2022/04/26/opinion/014a2pol

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Acción popular y la revuelta estudiantil

Por: Luis Hernández Navarro

El presidente Luis Echeverría Álvarez estaba fuera de sí. En el Auditorio Salvador Allende de la Facultad de Medicina de la UNAM, increpaba a los estudiantes que le chiflaban y abucheaban. Intercalados en su discurso de inauguración de clases, lanzaba frases como: “¡Jóvenes del coro!, ¡Así gritaban las juventudes de Mussolini y de Hitler! ¡Fascistas!” Finalmente, ante la intensidad de la protesta en su contra, tuvo que poner pies en polvorosa por la puerta de atrás del recinto, en medio de una lluvia de mentadas. Mientras los alumnos trataban de darle alcance, un tepalcate lo descalabró.

Ese 14 de marzo de 1975, estaba fresco en la memoria estudiantil el papel de Echeverría en la masacre de Tlatelolco, su responsabilidad en la matanza del 10 de junio de 1971 y los centenares de asesinatos, desapariciones forzadas y torturas de su gobierno, en los primeros años de la guerra sucia. El viento de ira y rebeldía juvenil soplaba incontenible en los campus. En la UNAM, el rector Guillermo Soberón se había sumado a las filas de la cruzada anticomunista del mandatario.

Ese día –cuenta el matemático José Santos– “una multitud reunida en la explanada de la rectoría, nos dirigimos hacia medicina para expulsar a Echeverría. Huyó con la cola entre las patas, pedrada de por medio”. En la protesta, se encontraban integrantes del Frente Popular Independiente (FPI), organizados en frentes de activistas de varias facultades, impulsado por los grupos maoístas, Acción Popular (AP) y Estrella Roja u Organización Revolucionaria Compañero (https://bit.ly/3A3aW6G).

Santos estudiaba entonces en la Facultad de Ciencias. De joven, su familia se trasladó a vivir a Ciudad Nezahualcóyotl. Él boleó zapatos, vendió chicles y jabones, trabajó de albañil, en una panadería y una curtiduría para sufragar los gastos de libros y útiles escolares. En 1971, entró a la primera generación del CCH Naucalpan. En Neza, formó con sus amigos el colectivo Ricardo Flores Magón y un club deportivo. Participó en la lucha contra el pulpo camionero. Y, en esas andanzas, conoció las obras de Mao Tse-tung.

“Empezamos a leer las cuestiones de China –cuenta José–. Nos empezó a gustar la forma en que Mao hablaba, su famoso libro de citas y otros folletitos con su pensamiento.” Ya en la facultad, se incorporó a AP.

Acción Popular se fundó el 14 de septiembre de 1973, con militantes radicales, formados en el CNH del 68 y los comités de lucha del periodo 1969-73 (no confundir con el Movimiento de Acción Popular, que celebró su asamblea fundacional en enero de 1981, y con el que tuvo grandes choques). Se sumó a la lucha por la autogestión y la autonomía en facultades y escuelas de la UNAM y del IPN (Ciencias, Economía, Veterinaria, Sicología, Arquitectura, Físico-Matemáticas, Ciencias Biológicas, Esime, ESIA). También apoyó e impulsó el movimiento de las casas de estudiantes.

Aglutinó activistas de la ciudad y del campo en torno al periódico Lucha Obrera Popular y la consigna “¡hacia la revolución democrática, popular y antimperialista!”

Sus integrantes promovieron y participaron en las huelgas en Tula, Lido, Cactus, General Electric, Duramil, Panam, Pan Aviación, Morganite y la fundación de sindicatos universitarios independientes. En Zacatecas, Morelos, Oaxaca, Veracruz, Puebla y Tlaxcala auspiciaron movimientos campesinos por la recuperación de tierras y mejores condiciones de comercialización. En el movimiento social, construyeron agrupaciones como la Unión de Colonos, Inquilinos y Solicitantes de Vivienda 11 de Noviembre.

A raíz de la muerte de Mao (9/9/76), convocaron a un evento en el auditorio de la Facultad de Ciencias, en homenaje al dirigente chino. “Estuvo lleno –cuenta Santos, quien fue miembro del estrado en la ceremonia–. Llegaron grupos que no nos conocían. Algunos que no tenían expresión pública creían que eran los únicos. Compañeros que después fueron militantes, preguntaron si éramos maoístas, y decían que ellos también. Eso nos dio la proyección como fuerza maoísta e hizo que otros simpatizaran y militaran con nosotros, como el ingeniero Javier Fuentes (https://bit.ly/3tE65Ye)”.

AP fue parte central de un archipiélago de organizaciones maoístas que se fusionaban, rompían y volvían a unirse sin desvincularse de las luchas populares. En 1976 fundó el Frente Popular Revolucionario (FPR), después de separarse del FPI. Ese año arrancó un proceso de convergencia entre ellos, la Organización Comunista Cajeme y Acción Comunista (ML), en este proceso surge el Partido Comunista de México-ML, del que ya no participó AP.

Una delegación de tres dirigentes su­yos visitó China durante dos meses, en 1979-80. Ellos habían mostrado su adhesión a la República Popular. Según Santos, “nos dieron trato de jefes de Estado y entre muchas cuestiones que aprendimos fue que no teníamos que ser dogmáticos, sino aplicar el maoísmo de acuerdo con las condiciones concretas de nuestro país, siempre servir al pueblo”.

El Movimiento Comunista Revolucionario se fundó en mayo 1979, con la participación del FPR, el periódico El Rebelde, publicado a partir de 1975, con presencia en Yucatán, Campeche, Quintana Roo, Chiapas y Tabasco, y la Alianza Campesina Revolucionaria, que distribuía la publicación Ya es Hora, y luchaba por la tierra en Tamaulipas, Jalisco, Michoacán y Veracruz. El proyecto no duró más de dos años.

En diciembre 1984, se unificaron AP y la Organización Popular Revolucionaria-Grupo Obrero Revolucionario, con la aspiración de convertirse en baluarte de los marxistas-leninistas. Realizaron congresos con decenas de delegados.

Finalmente, AP-Marxista Leninista enfrentó grandes dificultades para resolver sus contradicciones internas y los cambios en el país, que no siempre pudo resolver adecuadamente. Heredera del movimiento estudiantil de 1968-76 que chocó de lleno con el gobierno de Luis Echeverría Álvarez, su huella puede verse en multiplicidad de organizaciones sociales y luchas populares que perduran hasta hoy. La corriente de Santos, al lado de activistas de diversos orígenes, sigue organizada en el Partido Revolucionario del Pueblo (PRP).

Fuente de la informaciòn: La jornada

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