¿Cómo nos vamos a reintegrar todos a una cotidianidad sin la disculpa de la violencia derivada del conflicto con las Farc? Estos son días para mirarnos el ombligo y pensar. Para mirarnos a nosotros mismos tal como somos y a este país, tal como es.
Desarmar el pensamiento. Empecemos por el pensamiento.
Así como en la vida, frente a diferentes situaciones se puede ver el vaso medio lleno o medio vacío, también se puede entender a Colombia medio en guerra o medio en paz. Podemos aceptar y celebrar este momento, el avance del país con el desarme de las Farc o podemos negarlo con un discurso que sostenga el pensamiento armado.
La dejación de armas de las Farc es histórica. A los políticos que apoyan el proceso y a los que lo atacan, todos a buen provecho electoral, es importante recordarles que sobre esas armas entregadas, sobre esos contenedores blancos y el mapa con las coordenadas de las caletas están armando -“armar” en el sentido de estructurar- sus proyectos y campañas. Así como lo hicieron en su momento Andrés Pastrana y Álvaro Uribe; tal como lo planteó el presidente Santos en sus dos mandatos.
El que no quiera ver las cifras, el desmantelamiento de las Farc como grupo guerrillero y se niegue a “cantar victoria” (como si alguien pudiera reclamar un triunfo con más de 220 mil muertos, millones de desplazados y 53 años de combate y dolor), tal vez sea a causa de que teme perder su propio “fierro” mental. El tiempo permitirá ver y entender la importancia de este proceso, incluidos los errores y aciertos, los retrasos y momentos críticos que ha habido y habrá.
Todos pensamos que la vida va a salir de un modo, pero resulta siendo otra. Con la paz sucede lo mismo. Nos la imaginamos, aunque por momentos incrédulos de que llegara a darse con la guerrilla más antigua del mundo. También por años, en esa clásica ambivalencia nacional, muchos prefirieron creer que la guerra bestial acabaría con los grupos armados, pim-pam-pum, y acogieron el discurso absoluto de aquí los vencedores y por allá los vencidos. Pero no fue así.
Quién iba a imaginar que la paz con las Farc nos encontraría divididos, llenos de malquerencias y despechos por el poder. El eterno “sí, pero…” como se ha oído en estas fechas en que se cumple otro de los puntos del Acuerdo. Como sociedad, seguimos siendo unos ineptos para la paz. Todo avance nos resulta insuficiente, siempre tan ingratos, como bien lo dijo Álvaro Restrepo en su reciente columna en El Espectador.
Fuente del articulo: http://www.semana.com/opinion/articulo/reacciones-de-los-colombianos-ante-el-desarme-definitivo-de-las-farc/530165
Fuente de la imagen: http://www.periodismosinfronteras.org/wp-content/uploads/2016/08/menores-con-farc.jp
En el fin de semana entré a mi página de Facebook y de inmediato apareció un video promocional que explicaba, con muñequitos, por qué Víctor Maldonado Rodríguez no tiene responsabilidad alguna en el desastre del fondo Premium y la caída de Interbolsa. “Así fue la caída de #InterBolsa. Conozca la historia sobre el asesinato del monstruo financiero más importante del país y quiénes fueron los responsables”.
La parte del “monstruo financiero” es cierta. El resto es literatura animada. Según el cuento que pintan allí, la culpa de todo la tienen Alessando Corredori (quien hace poco demandó al Estado por 181 mil millones: caradura), Jorge Arabia, las instancias de vigilancia que no se dieron cuenta de la manipulación que Corredori hizo de las acciones de Fabricato, la mala liquidación de los activos de Interbolsa, el exfiscal Montealegre y Pablo Muñoz (liquidador que no cobró el seguro a Suramericana), fichas de ese universo que conspiró contra él.
En dos minutos y 45 segundos queda todo clarito, en especial la supuesta inocencia de Maldonado. Impresionante la forma ágil y muy superficial como resumen el caso, como hacen el recuento de un proceso tan enredado como perverso. Nada dice en su repos-mentiras-y-video sobre el detalle de que está libre por vencimiento de términos pero todavía atado a los cargos del proceso penal vigente por estafa agravada, captación ilegal y concierto para delinquir, por citar algunos.
En menos de tres minutos despacha el tema y la lamentable pérdida de ahorros de muchas personas. Todo por culpa de otros. Mucha gente lo felicita, los empleados de sus empresas (supongo que lo fueron porque lo tratan de “Don Víctor”) lo saludan y aplauden su claridad y explicación. Resumen: Maldonado, una víctima de Premium e Interbolsa.
Recordando el caso ‘Popeye’, me puse a buscar otras joyitas en las redes. Un paseo por Facebook lo saca a uno de esta realidad de delincuentes y pillos de todo tipo de cuello -blanco, camuflado, clerical, overol, encaje, pastor, camiseta electoral o deportiva- y abre las puertas a un mundo mejor.
Eso es lo que sucede con el “face” de Oneida Pinto, quien pide a sus seguidores orar para que el sistema de salud de La Guajira mejore: está enfermito y seguramente si rezan con fe y determinación, con la oración –que no con la administración y el uso correcto de los recursos– todo mejora. Le pide a Dios por el buen funcionamiento del sistema de salud. Y otra rezadita más de sus paisanos para que el agua llegue a todo el departamento. Si la fe mueve montañas, seguramente será capaz de empujar una que otra nube.
Oneida, pundorosa de pedirle tanto a la Divina Providencia, decidió poner de su parte y lanzó a través de las redes sociales una convocatoria para realizar un día de ayuno y oración por el bienestar de los niños guajiros y de todo el departamento. ¿Pero se habrá visto semejante descaro? El proceso en su contra es porque dispuso 16.000 millones de pesos destinados a la alimentación de niños del municipio guajiro de Albania para beneficiar su elección, como lo señaló la Fiscalía en la imputación de cargos hace pocos días. Ayunatón por la Guajira… ¡Facebook lo aguanta todo!
Estas no son “noticias mentirosas” o “mentiras noticiosas”, sino la reescritura de hechos, versiones amañadas e incompletas de actos de la vida real. Lo preocupante es que a muchos les bastará ese mensaje promocionado para darlo por cierto y suficiente. La tendencia mundial es a que la gente se informe cada día más por la redes sociales, por los titulares de las redes más exactamente, que por las páginas web de medios o sus aplicaciones (interesante: el papel, los diarios impresos, están cobrando presencia entre la población más joven o Sub29, aunque la lectura noticiosa rápida la obtienen en el 47 % de las redes sociales, no de las web).
En Estados Unidos, hoy ya están casi a la par las redes sociales y páginas web de medios como fuentes de noticias, según la investigación publicada la semana pasada por Pew Research Center y la Knight Foundation. Pero además, el 10 % de los encuestados considera que Facebook es un medio de noticias como cualquier otro. Adicionalmente, pudieron establecer que cuando una noticia llega a través de las redes sociales, una de cada cuatro es compartida, mientras que si el navegante busca la información en la página web de un medio de comunicación, no realiza ninguna acción digital pertinente.
De acuerdo con informes, hay ya 24 millones de colombianos conectados a internet y Bogotá ya casi llega a siete millones de usuarios registrados en las redes. Nadie está diciendo que lo que se publica enFacebook sea la verdad exacta. Basta mirar las fotos que todos subimos, procuramos publicar las mejorcitas; tratamos de mostrarnos como queremos o creemos ser, con historias, paseos o sucesos tralalá.
Sin embargo, si cada día más la gente se informa de las noticias a través de las redes sociales y si, adicionalmente, estos sitios se van “acomodando” o “personalizando” de acuerdo con los temas que demanda cada quien, la información verdadera sobre los procesos y responsabilidades penales se puede diluir hasta que a punta de promoverse con bombo, patraña y Photoshop social sólo quede visible la versión en monitos animados de los crímenes. La cara y no sólo las manos, lavadas.
Fuente del articulo: http://www.semana.com/opinion/articulo/informarse-por-redes-sociales-es-informarse-a-medias/518492
Fuente de la imagen: https://www.webespacio.com/wp-content/uploads/2013/01/Face-wash.
A veces llegan por las redes pequeñas joyas que no se pueden dejar pasar. El sábado me cayó una de esas en la pantalla del celular: “Libros que cambian”.
Visto por encimita, es un proyecto editorial conjunto entre la red nacional de Bibliotecas Públicas Móviles, la ONG francesa Bibliotecas Sin Fronteras y el proyecto Colombia 20/20 de El Espectador, que en esta fase entregará 13 relatos de reconocidos escritores colombianos que narran la vida de las comunidades en las Zonas Veredales de Transición. Pero si uno pasa las hojas y avanza en la historia, resulta ser una empresa inmensa que vale conocer y apoyar.
La noticia se dio a principios de año, cuando se hizo público el proyecto Bibliotecas para la Paz, aunque en realidad había echado a andar en agosto de 2016. Henry García, bibliotecario e “ideólogo” de la iniciativa tenía claro entonces, como lo sigue teniendo hoy, que la primera bandera que se debía plantar en estos territorios desconocidos, abandonados o francamente ignorados por el Estado y donde la desconfianza hacia todo lo institucional era apenas un poco mayor que la desconfianza entre los mismos pobladores de las regiones donde estarían las Zonas Veredales de Transición, era la de la cultura.
Y mientras se cerraban los Acuerdos y los colombianos especulábamos sobre cómo serían los puntos de agrupamiento y manteníamos la guerra en las redes, silencioso, el equipo de la Biblioteca Nacional y de las Bibliotecas Públicas Móviles estaba enfocado en conocer muy bien las 20 veredas a las que llegarían, para no aterrizar con la lectura limitada que desde el centro o las grandes ciudades se hace del territorio, sino sabiendo bien lo que estas comunidades querían recibir, conocer y explorar. Como dice el propio Henry, le metieron inteligencia de mercado.
El primer resultado: 20 bibliotecas dotadas con contenidos impresos y digitales, a partir de la experiencia de las otras 1.450 Bibliotecas Móviles que hay en el país y de preguntarle a la gente qué servicios quería recibir. Indagaron por intereses y realizaron talleres tanto con los adultos, jóvenes y niños de las comunidades, como con la guerrilla. El resultado: literatura infantil y juvenil y para adultos; material informativo sobre sustitución de cultivos, desarrollo rural, creación de pequeños negocios (panadería, salones de belleza), historia de Colombia, textos de Gabo, memorias y análisis de procesos anteriores, biografías de líderes y ejemplares de la Constitución.
Luego seleccionaron a los 20 mejores bibliotecarios del país y les propusieron esta misión posible: trabajar con las víctimas, ante todo; con las comunidades, autoridades y guerrilleros ofreciendo lo que saben hacer tan bien: abrir espacios de encuentro y propiciar confianza. Además, promover la escritura de las memorias del conflicto como ellos vivieron, sin teorías, sin limitantes. Dos meses de capacitación intensiva y en marzo pasado se convirtieron en la única institución oficial, junto con los delegados del Alto Comisionado, en hacer presencia permanente en estas zonas.
En Colombia somos buenos para lanzar globos e iniciativas, pero flojos para hacer seguimiento. Aquí está el segundo resultado del proyecto: lo que era móvil quedó fijo, porque en seis meses las comunidades se rebuscaron la manera –bazares, rifas, concursos, aportes- para tener un local funcionando. Cuentan hoy con bibliotecario local certificado en Bogotá, con todas las de la ley. Crearon grupos de amigos de las bibliotecas, que incluyen a profesores, voluntarios, líderes comunitarios y mucha gente que quiere trabajar en ese espacio. Ya no son las cantinas y los billares los puntos obligados de encuentro. Ahora existe la biblioteca, de la cual muchos jamás habían oído ni una palabra (menos aún de usar tablets o cámaras de video); y ya saben que es un espacio abierto para estar en familia, estudiar, trabajar y conversar.
Con 20 bibliotecas, a 30 de julio habían registrado 49.700 asistencias a los servicios que ofrecen (afortunadamente muchos repiten). Esto es gente que viaja horas en lancha, mula, moto y a pie para llegar. A 30 de agosto estiman que la cifra cerró en 70 mil asistencias. Y 1.500 personas tienen la “Llave saber” en mano: se han registrado formalmente, lo que muestra un gesto de confianza.
Todo esto por $5.800 millones de pesos (una bicoca frente a las cifras del Cartel de las Togas o las coimas de Odebrecht, por si necesitan referentes), en gran parte financiados con recursos internacionales de la Fundación Bill y Melinda Gates, en combo con el Ministerio de Cultura, la logística y el saber hacer que aporta la Biblioteca Nacional. El presupuesto alcanza hasta diciembre. ¿Y después?
El proceso de hacer realidad los Acuerdos ha sido lento, engorroso, plagado de siglas y revisiones. Se siente lejano, tal vez más que la propia guerra. Hay quienes no creen nada, otros que se lo juegan todo y lo que parece más evidente en medios y debates es el inmenso retraso en la implementación normativa, que el Observatorio de Seguimiento dice que no supera el 17%.
Pero hay libros, tablets, cámaras de video, cajas de colores, talleres de escritura y lectura que mientras tanto cambian vidas. Tuvieron un gran impacto en las comunidades y guerrilleros durante los difíciles días de las Zonas Veredales y ojalá sigan sirviendo de puntos de encuentro y convivencia en esta etapa de Espacios Territoriales.
Para la muestra:
Llegada de la Biblioteca Móvil a Santa María (Riosucio), Chocó
Vereda Las Morras, San Vicente del Caguán
Fuente del articulo: http://www.semana.com/opinion/articulo/bibliotecas-para-la-convivencia-de-poly-martinez/539066
Fuente de la imagen: https://biblioteca.unileon.es/files/ya%20lo%20tienes_0.jp
Es un alivio que lo digan: ¡hay que estudiar! Siempre es bueno leer, escribir, preguntar, oír, experimentar, comparar, aprender, observar y cuestionar. Pensar.
Por: Poly Martinez.
Tal vez por eso por la ausencia de estudio o reflexión es que se ha vuelto tan desgastante y poco gracioso que personas que han ido al colegio, a la universidad, que tienen conocimientos y han visto otros mundos se aferren a la estupidez de multiplicar memes o consignas cargadas de ignorancia.
Sin pedirlo, porque no ando en la movida de repartir chistes o insultos a favor o en contra del gobierno o de los políticos, hace pocos días, justo después de la tragedia de Mocoa, me aterrizó uno en el celular y francamente me superó. El meme decía que el presidente Santos había gastado millones en Cuba para mantener a las Farc y ahora pedía “limosna” para Mocoa.
Efectismo y mala leche parecen ser las dos nuevas materias del pensum nacional. Aprovechar políticamente el desastre de Mocoa para lanzar a esa gallera de las redes sociales un cuestionamiento que nada tiene que ver con la avalancha es francamente un irrespeto, pero no con Santos sino con las víctimas de la tragedia.
Similar al irrespeto de no oír a las víctimas en su día y a cambio pedir más foro y vitrina de la que ya reciben los congresistas, a quienes los medios les dan sobrado espacio no solo de réplica, sino de arenga y señalamiento para descalificar al otro. Embelesados y sin aprender la lección, los micrófonos y las cámaras transmiten con afán ese ese eco hueco.
La paradoja es que los dos temas –los costos de la mesa de negociación con las Farc y el llamado a estudiar- se tocan de una forma mucho más profunda de lo que los detractores del proceso de paz y los botafuegos del congreso alcanzan a pensar o están dispuestos a aceptar. Sin mayor sustento, los repentistas de las redes o del Elíptico sacan cifras sobre el precio de la paz, cascaritas amañadas para que caigan los incautos o los perezosos que prefieren la copialina, repetir como loras.
La discusión sobre el impacto del Acuerdo en la educación y el costo-beneficio a mediano y largo plazo para el país puede ser a la vez un campo de infinita especulación o el más importante para profundizar. Afortunadamente, entre tanta bazofia en las redes también aparece información y gente seria que contribuye a la formación básica de todos nosotros.
El más reciente Monitor del Cerac aporta elementos para la ecuación: por cuenta de las negociaciones en La Habana, al 1 de abril pasado llevábamos 1.497 días sin tomas de poblaciones por parte de las Farc (hoy ya pasamos los 1500 días), eso es cuatro años y tres meses calendario. Pensando es niños que van a estudiar en las veredas y municipios donde tenían mayor impacto las Farc, eso equivale a 5,7 años escolares (tomando como referencia 40 semanas efectivas de estudio). En resumidas: en estos poco más de 4 años calendario, los niños pudieron estudiar sin que les fuera violentado este derecho por cuenta de esta guerrilla; un menor que empezó primaria o decidió seguir a la básica secundaria en 2013, hoy bien puede tener esas etapas escolares terminadas.
A ese mejor entorno para estudiar, de acuerdo con Cerac, se suman 846 días sin retenes ilegales (poco más de dos años), un año y ocho meses sin emboscadas, y cinco meses sin combates de las Farc con la fuerza pública. Resulta fácil imaginar que los maestros pudieron llegar a sus clases y que ese clima menos agresivo logró la permanencia de muchos de ellos para darle continuidad al proceso educativo de cientos de niños de los 281 municipios donde tenían presencia las Farc.
Pero supongamos también que los profesores jamás volvieron, que en estos años los niños y jóvenes más vulnerables no han tocado un cuaderno, no tienen escuelas ni tableros. Están de “recreo”, tiempo en el que han podido jugar un poco más, desaprender el miedo a verse en medio de un enfrentamiento o a ser obligados a nutrir la “fabrica de los guerreros” a la que se refiere Óscar Sánchez. Tal vez han podido recuperar otros saberes locales o ancestrales, que también hacen parte de su formación y que son desdeñados por miles de colombianos que solo creen en el cartón.
Aquí no cabe el dilema del huevo o la gallina: ¿primero la educación o la paz? Lo que ya se sabe de experiencias similares a la del conflicto colombiano es que la educación es intrínseca a la sostenibilidad de la paz. Y además, que ir a estudiar es una de las vías para recuperar el sentido de pertenencia, un espacio para la libre expresión, para aprender nuevas maneras de relacionarse y para proteger al menor.
Claro que hay que estudiar, pero no como antídoto contra la vagancia, sino contra la manipulación; para conocer, debatir y comprender las causas de esta guerra. Se trata de pasar el curso, no de repetirlo. Debemos volver sobre ciertas materias: respetar la diferencia, cuidar el entorno, defender los derechos de todos. Para avanzar en grupo, no en manada.
Hay hechos tan obvios que no los percibimos o nos negamos a verlos. Por ejemplo, que gracias a estos Acuerdos, a los millones de dólares y al tiempo invertido en La Habana, muchos niños del país han podido ir a estudiar y las ayudas a Mocoa llegaron sin los contratiempos de la guerra; los guerrilleros de las Farc, como miles de colombianos más, hicieron su aporte y ofrecieron la mano.
Pero, además, el desastre nos dio una buena lección: los colombianos sí sabemos de solidaridad. Mocoa logró romper el hechizo de la polarización y por unos días nos permitió el reencuentro. Y un aprendizaje adicional: hizo evidente que estudiar y tener títulos no salva de la ignorancia, la mezquindad y la pésima educación a muchos congresistas y politiqueros.
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