Sin plan para la pobreza

Por Natalia Gold / Álvaro Irigoitía

Revuelve cada cartera o bolso que tiene a su alrededor. Monederos, billeteras, bolsillos de las camperas. «Es la tarjeta azul. La que tiene el sol. ¿No la viste?», le dice Carla a su hijo de 11 años. Se refiere a la tarjeta de Uruguay Social, por la que desde hace más de una década recibe una transferencia monetaria por tener hijos menores, al igual que otras 60 mil familias consideradas en situación vulnerable. Por esa tarjeta, el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) le transfiere poco más de $ 800 por cada uno de sus dos hijos.

Desde que el Frente Amplio llegó al poder en 2005, ha intentado que el calificativo «social» esté impreso en cada una de sus políticas como sello de identidad. Por eso en cada discusión presupuestal la distribución del gasto gira siempre en torno a esa prioridad.

En diferentes etapas de su vida, Carla, de 33 años, pasó por los distintos planes del Mides.

La evaluación de esos planes es diversa. Muchos de ellos hoy han perdido fuelle y sus resultados están lejos de los objetivos planteados en su definición. Entre gobernantes y expertos hay consenso en que el Plan de Emergencia cumplió su objetivo. El más elogiado es el Plan de Equidad. Uruguay Trabaja «funcionó mal», admite el exministro Daniel Olesker.

¿Y ahora? Pese a que el país ya no crece tanto como antes, no hay un plan específico de contención para atender a personas que abandonaron la pobreza pero no están afianzadas en las capas medias. Para ello solo se confía en poder mantener los niveles de empleo.

Y si bien el gasto social ha crecido de forma sostenida en la última década de la mano de una bonanza económica histórica, las restricciones presupuestales han limitado el poder de fuego a los planes específicos definidos o dirigidos desde el Mides.

Eso se suma a que más allá del logro de avanzar en la identificación del bolsón persistente de pobreza –compuesto por unas 30 mil familias– y en cuáles son sus principales necesidades insatisfechas, su nivel de marginación hace difícil el abordaje de parte de un Estado que, todavía y pese a los más de 10 años de trabajo en el área, no ha logrado establecer niveles de coordinación interinstitucional eficiente para llegar con éxito a esa población.

Pionero

Cuatro días después de que Tabaré Vázquez asumiera como el primer presidente del Frente Amplio, el 1º de marzo de 2005, el Poder Ejecutivo envió como ley de urgente consideración al Parlamento la creación del Mides. El Plan de de Atención a la Emergencia Social (Panes) fue el pionero de esa cartera, como respuesta a la explosión del desempleo y la desigualdad social que dejó la crisis económica de 2002 con un tercio de los hogares sumidos en la pobreza. El reto era claro: para fines de 2004, 32,1% de los hogares uruguayos eran pobres, y 5% no llegaban siquiera a cubrir sus necesidades alimenticias.

Por ese tiempo, Carla dejó la casa de su madre –que acababa de separarse– para vivir en pareja. Aunque nunca se enfrentaron al extremo de pasar hambre, llegar a fin de mes era una odisea. El día en que un equipo del Mides llegó al asentamiento cercano a la calle Isla de Gaspar, la puerta de la casa de su madre fue una de las que golpearon. «La vinieron a visitar, le tomaron los datos y ahí comenzó a recibir dinero por el Plan de Emergencia. Fue tremenda ayuda. Se pudo independizar cuando mi padre la dejó», cuenta Carla a El Observador.

El Plan de Emergencia llegó a unas 108 mil familias, pero la ayuda estuvo en muchos casos mal dirigida y se estima que el 50% de los beneficiarios no pertenecían a la población más vulnerable, mientras que otro 50% de aquellos que sí eran potenciales destinatarios no percibieron la ayuda, según evaluaciones posteriores del Mides.

Universalización

En la actualidad su madre no recibe dinero de ningún tipo y Carla continúa con la tarjeta del Plan de Equidad, que sustituyó al de Emergencia en 2008, otra de las banderas del primer gobierno de izquierda.

Uno de las principales mejoras del Plan de Equidad fue que se logró apuntar mejor los recursos hacia la población que lo requería, al tiempo que se avanzó hacia la universalización de la transferencia monetaria al readecuar las asignaciones familiares. Esas partidas dejaron de ser exclusivas para los trabajadores formalizados con menores a cargo, a fin de incluir a los sectores informales.

De hecho, en el hogar de Carla ni ella ni su pareja aportaron nunca al Banco de Previsión Social (BPS) cuando trabajaron. Hace nueve meses, enviudó y desde hace siete trabaja como cuidadora de ancianos en un residencial. Por primera vez en su vida, sabe lo que es el trabajo formal.
Para el exministro de Desarrollo Social, Daniel Olesker, el gran éxito del Plan de Equidad fue, precisamente, esa transformación de la transferencia de dinero. Con las asignaciones familiares se logró llegar a un universo de 200 mil hogares, casi el doble de lo alcanzado con el Plan de Emergencia.

Para 2008, la inversión social –que incluye educación, salud, además de los planes asistenciales– pasó a 49% del presupuesto anual del Estado, desde el 35% en 2005. En el mismo período, la indigencia se redujo de 4% a 1% y la pobreza de 31% a 21%.

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Por su parte, actualmente 0,3% de los uruguayos (unos 10 mil) son indigentes. En menores de 6 años, no obstante, la pobreza afecta a 20,6% de la población, lo que significa que los niños siguen siendo los más golpeados por esa situación.

Juan Pablo Labat, director Nacional de Evaluación y Monitoreo del Mides, considera que creer que se mejoraron los niveles de pobreza e indigencia solo con planes del Mides es una «ingenuidad».
En los últimos años el presupuesto de esa cartera se ha ubicado en el entorno del 0,3% del PIB –entre 1% y 1,5% del gasto estatal–, lo que implica menos de US$ 200 millones. La explicación tras la mejora de los indicadores debe buscarse, según Labat, en otras políticas implementadas desde que la izquierda accedió al poder en 2005.

La reinstauración de los Consejos de Salarios y las acciones tendentes a elevar la formalización del mercado laboral están en la base de la inclusión social. El año pasado cerca de 1,5 millones de personas eran cotizantes del Banco de Previsión Social, frente a los menos de 1 millón de 2004. En tanto, el Índice Medio de Salarios (IMS) creció 53% en términos reales desde el inicio de 2005 y hasta julio de este año.

La ministra Marina Arismendi cree que son, precisamente, esas políticas, como también el Sistema Nacional Integrado de Salud, las que apuntan a las «capas medias». «Tienen cobertura de salud, beneficios sociales», por lo que estas capas «pueden estar más tranquilas», dijo a El Observador.

Poca continuidad

El Plan de Equidad fue acompañado de iniciativas en el plano laboral, como Uruguay Trabaja, pensado para que personas desempleadas retomaran contacto con el mundo laboral. «Eso funcionó mal. Una persona ingresaba a Uruguay Trabaja y era todo un jolgorio y todos se abrazaban, pero cuando estaba por terminar era un velorio, pedían para quedarse por unos meses más», dijo Olesker a El Observador. Solo 25% de los participantes logró insertarse con éxito en el mercado formal luego de una experiencia de ese tipo.

En el caso de Carla, su relación con el Mides empieza y termina en la asignación que recibe mes a mes, con la que compra la ropa de sus hijos, especialmente para la escuela. Ni ella ni su familia participaron de programas de empleo, aunque durante décadas la informalidad fue la regla.
Durante la última etapa del gobierno de José Mujica y luego de que el Mides «flotara» en 2010 y 2011
–según la visión de Olesker–, el ministerio tuvo como objetivos claros mejorar la focalización de las transferencias monetarias y reforzar programas que iban a buscar a las personas en situaciones vulnerables a sus hogares. Fueron los casos de Uruguay Crece Contigo, creado para atender a mujeres embarazadas y niños de 0 a 3 años, o Jóvenes en Red, que busca que adolescentes retomen el estudio o trabajo.

Cuidados por pobreza

El Sistema Nacional de Cuidados había sido una promesa de campaña del Frente Amplio para el gobierno que luego ganó José Mujica. Pero por falta de recursos nunca se aplicó. Para el tercer período de la coalición de izquierda, Tabaré Vázquez lo escogió como prioridad. El foco de esa nueva política son poblaciones que dependan del cuidado de otros (ver recuadro). De todas formas, se trata de una iniciativa que fue sometida a recortes tanto en la ley de Presupuesto como en la actual Rendición de Cuentas. En su primer intento por acercarse a la nueva bandera del Mides para este quinquenio, Carla no tuvo suerte. Intentó, pero las explicaciones que recibió sobre el programa no la sedujeron y no quiso interiorizarse mucho más, a pesar de que se dedica al cuidado de personas mayores.

En paralelo, las iniciativas oficiales enfocadas en combatir la pobreza continúan con un enfoque claro en la transferencia de dinero, mientras desde el Mides se trabaja en la «idea de proximidad» del Estado con la población vulnerable, en una «coyuntura económica mucho más dura que hace cinco años», dijo Labat a El Observador.

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Para ellos, la única opción en tiempos de menor dinamismo económico está en generar las condiciones para mantener el empleo y los ingresos de los hogares. Es por eso que se considera que el eje central de las transferencias monetarias se debería mantener durante por lo menos 5 o 10 años, de acuerdo a la recomendación de Olesker en su informe de transición, algo que es avalado por las autoridades actuales.

El objetivo de pobreza cero, tan caro para la izquierda, demandará «varias generaciones», según el exministro, y con niveles de gasto crecientes, algo impensado en el actual contexto económico.
De todos modos, Labat remarcó que, para ese 0,3% de personas que todavía viven en la indigencia y los 64 cada 1.000 hogares que aún son pobres, «no hay un plan» y el Estado termina siendo su peor enemigo. «Se está tratando de trabajar la idea de proximidad, la ayuda a la población para sacarla de ese lugar, pero el Estado no me ayuda a construir la otra parte del puente. El mostrador del Estado, su dinámica, las echa. Si tiene que ir una madre sola con cinco hijos a esperar una consulta médica, no puede hacerlo», afirmó.

Para Olesker, en el Estado se adolece de una «visión integral» de los esfuerzos. Y, según dicen, sin una «transformación del Estado» no hay política social que los saque de la pobreza. Por ahora, personas como Carla y varios miles más que siguen con algún tipo de carencia esperan esa respuesta.

El 85% de los menores recibe transferencias

Cuando era ministro, era común que en sus viajes en ómnibus de línea camino al trabajo, Daniel Olesker recibiera reproches de otros pasajeros por las transferencias monetarias. «Siempre me decían: ‘Yo trabajo y pago mis impuestos, y ustedes les dan plata a quienes no laburan’. La gente siempre va a decir que los pobres no laburan y nosotros siempre les damos plata», afirma.
A pesar de que existe una idea generalizada de que se debe «ser pobre» para recibir una transferencia monetaria, la realidad no es tan así. Según un estudio realizado por Florencia Antía y Carmen Midaglia, del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales, 85% de los menores de 18 años reciben dinero por parte del Estado.

La forma y las condiciones en las que se recibe tiene tres variantes: por un lado, a través de las asignaciones familiares del Plan de Equidad, por el otro por asignaciones familiares que dependen del empleo de los responsables de los beneficiarios y, por último, a través de deducciones tributarias. Estas últimas, en tanto, se verán recortadas a partir del año próximo cuando cobre vigencia la Rendición de Cuentas de este año, que incluye un ajuste fiscal con aumento de impuestos.

El estudio, presentado en julio de este año en un seminario sobre transferencias monetarias y protección social, destaca que las asignaciones familiares del Plan de Equidad están orientadas a hogares vulnerables y se financian a través de rentas generales.

Las familias perciben entre US$ 48 y US$ 68 por el primer hijo y están condicionadas, por ejemplo, a que los menores asistan a la escuela o el liceo.

Algo similar sucede con las asignaciones que se basan en el empleo, donde el monto por tramo por hijo va de US$ 10 a US$ 20, se orienta a trabajadores formales con ingresos por hogar menores a US$ 1.190 y tienen como condición aportar al Banco de Previsión Social como trabajador. En ese caso, también se financian con rentas generales.

Por último, las deducciones tributarias son montos que reciben los contribuyentes de ingresos medios y altos (que superen los US$ 1.190). En su caso, por cada hijo perciben desde US$ 13 sin ningún tipo de condiciones. Eso significa que los menores de un hogar donde se les devuelve dinero, por ejemplo por IRPF, pueden no estar estudiando, pero perciben el dinero de todas maneras.

Fuente: http://www.elobservador.com.uy/sin-plan-la-pobreza-n972703
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Unicef alerta sobre alto número de casamientos adolescentes en Uruguay

América del Sur/Uruguay/Fuente:http://www.elobservador.com.uy/

 Por: Natalia Gold

En Uruguay casi 8% de las adolescentes de entre 15 y 19 años están casadas.

Lo conoció por internet. Comenzaron a hablar, computadora de por medio, hasta que finalmente se vieron. Para Camila (nombre ficticio) era un buen hombre y eso fue lo que más le atrajo. «Me parecía bueno por la forma como me trataba», cuenta. Estuvieron un año viviendo juntos hasta que decidieron casarse. El mismo año en el que la familia de Camila la habilitó legalmente a contraer matrimonio, le estaba preparando el cumpleaños de 15. El hombre con el que se casó tiene más de 30 años.
El caso de Camila no es aislado. En Uruguay, 7,4% de las adolescentes de entre 15 y 19 años están casadas, según un estudio realizado en 2013 por Unicef en colaboración con el Ministerio de Desarrollo Social y editado en diciembre de 2015, porcentaje que no está tan lejos del embarazo adolescente, que en 2015 se ubicó en 9,6%.
Además, 10,2% de las que actualmente tienen entre 20 y 24 años y se casó siendo menor, lo hicieron con un hombre 10 años mayor o más. El estudio también indica que 15% de las mujeres de entre 20 y 49 años se casaron antes de los 18. Desde 2013, para poder casarse en Uruguay es necesario tener como mínimo 16 años y, de ser menor, se debe contar con el aval de un adulto a cargo.
Fue la primera vez que se aplicó la Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados, que mide, entre otros factores, el matrimonio a edades tempranas. Al momento de aplicar el formulario, los investigadores creían que consultarle a una adolescente uruguaya si estaba casada iba a ser innecesario y el dato sería marginal, pero había que atenerse a los pasos del estudio.
Sin embargo, la encuesta develó que no solo era necesario preguntarlo, sino que se debe trabajar el tema como un problema específico para mejorar las cifras, según expresó a El Observador Lucía Vernazza, socióloga y oficial de planificación y monitoreo de Unicef en Uruguay. «Como oficina este no era un tema que nosotros tuviéramos en el mapa, no era una preocupación el tema del matrimonio infantil. Nosotros lo seguíamos por el tema de derechos humanos en general, que uno siempre apunta. Pero ahora sabemos que hay que investigar más, que es una realidad», sostuvo.
Una reacción similar tuvieron las autoridades del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU) cuando conocieron la cifra. Dardo Rodríguez, director del instituto, indicó que el tema los «preocupa», relacionado especialmente al embarazo adolescente no deseado, uno de los indicadores que el Ministerio de Salud Pública (MSP) se propone disminuir durante el quinquenio.
Rodríguez afirmó que no se contaba con información sobre el tema, hasta que se realizó ese estudio y que se está alerta por la relación que puede haber con el abandono de los estudios, que limita las posibilidades de las jóvenes de poder desarrollarse en la vida adulta. «INAU está realizando una reflexión interna sobre el tema», dijo.
Según Unicef, casarse o convivir con un hombre a edades tempranas es un factor de vulnerabilidad. «Requeridas para realizar grandes cantidades de trabajo doméstico, presionadas para demostrar su fertilidad y responsables de la crianza de los hijos cuando todavía son niñas, las chicas casadas y las madres en edad infantil se enfrentan a restricciones en la toma de decisiones y a opciones de vida reducidas», indica el informe realizado a partir de la encuesta. Además, las adolescentes que se casan son más propensas a ser víctimas de violencia, especialmente si se casan con hombres una década o más mayor.
Camila no llegó a ser madre, pero sí, luego de un año de matrimonio, terminó abandonando los estudios. Para la joven, casarse fue un antes y un después en su relación. Sin ser consciente en un principio, pasó a ser una de las miles de mujeres víctimas de violencia de género en Uruguay. Camila no podía votar, tampoco comprar una cerveza en un boliche o manejar, pero sí pudo agarrar algunas de sus cosas y huir.
Actualmente, es mayor de edad, hace bastante tiempo que el estudio quedó en el pasado y está pasando por dos procesos judiciales a la vez: uno por violencia de género y otro por divorcio. «Tengo pensado hacer algo (estudiar o trabajar). Pero primero quiero terminar con esto», afirma, convencida.
Inequidad:
Cuando se trata del matrimonio a edades tempranas, los porcentajes varían según la zona de residencia: mientras en Montevideo y el área metropolitana es de 13,7%, en zonas rurales y con población menor a 5.000 habitantes, una de cada cuatro mujeres casadas (24,8%) tenía menos de 18 al momento de contraer matrimonio. En el caso de las que tienen actualmente menos de 19 años y están casadas, el porcentaje en la zona rural es similar (22,3%) y un poco menor en Montevideo (7,9%).
Lo mismo sucede con los estudios: a mayor nivel educativo, menor es la cifra de casamientos de menores. El informe, cuyos datos fueron incluidos en el Estado Mundial de la Infancia 2016 presentado la semana pasada, destaca que 40,2% de las adolescentes casadas cursaron solo hasta primaria.
Vernazza indicó que las cifras sorprenden aun más en un país con indicadores de desarrollo que son destacados por los organismos internacionales. Uno de ellos es la mortalidad infantil, que alcanzó mínimos históricos en el país. A modo de ejemplo, Ghana tiene un porcentaje menor de casamientos de menores (6%) pero una tasa de mortalidad infantil casi 10 veces mayor que Uruguay. Mientras en el país africano es de 62 muertes de menores de 5 años por cada 1.000 nacidos vivos, a nivel nacional se ubica en 7,4. Algo similar, aunque en menores proporciones pasa con Turquía, donde están casadas 7% de las menores pero la tasa de mortalidad infantil es de 14.
Fuente: http://www.elobservador.com.uy/unicef-alerta-alto-numero-casamientos-adolescentes-uruguay-n936115
Imagen: http://static.elobservador.com.uy/adjuntos/181/imagenes/009/671/0009671729.jpg
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