Por: Oscar Blanco.
El viernes 18 de octubre la Intersindical Alternativa de Catalunya y la Intersindical-CSC convocaron una huelga general de 24 horas en Catalunya. La convocatoria defendía los derechos sociales y el reparto de la riqueza -por ejemplo, denunciaba la conocida como Llei Aragonés que abre la puerta a la privatización de más servicios públicos-, pero el centro de la convocatoria era la respuesta a la represión y la defensa de los derechos civiles y políticos. Como estaba previsto, la convocatoria se desbordó en una huelga social con un amplio nivel de movilización por todo el país que daba continuidad a las protestas contra la sentencia del Tribunal Supremo a 12 líderes sociales y políticos independentistas, 9 de ellos con penas de cárcel de entre 9 y 13 años.
Una de las incógnitas de la jornada era saber el seguimiento de la convocatoria en los centros de trabajo. La huelga del 3 de octubre tuvo un seguimiento relativamente alto, pero las convocatorias posteriores -el 8 de noviembre del 2017 o el 21 de febrero con el inicio del juicio del referéndum del 1 de octubre- habían sido testimoniales en cuanto a paro laboral, aunque en el caso del 8 de noviembre las protestas en la calle si fueron multitudinarias. Los datos oficiales apuntan a una convocatoria más parecida al 3-O. El consumo eléctrico, uno de los datos más fiables para ver la dimensión del paro, se había reducido un 10,11%. a las 10 de la mañana Este dato, que a primera vista puede parecer bajo, es similar al 3 de octubre y a las huelgas generales contra la reforma laboral del 2012. Desde Comisiones Obreras y UGT, que no han apoyado la huelga, se apuntaba a que la convocatoria no tenía capacidad de paralizar la industria, obviando que su capacidad en las últimas décadas no ha sido mucho mayor.
De momento, la mayoría de datos de seguimiento fiables son los ofrecidos por el sector público. En la educación pública, dónde la federación de la IAC USTEC es el sindicato mayoritario, el seguimiento fue del 42%. En las Universidades -con datos que agregan Personal Docente e Investigador, Personal de Administración y Servicios y también a Estudiantes-, el 90% de la Comunidad no acudió a los Campus. En Función Pública el seguimiento fue del 35% y en la sanidad dentro del Institut Català de Salut pararon 1 de cada 5 trabajadoras. Dentro de los transporte el mayor seguimiento se produjo en el Metro dónde pararon hasta un 36% de las y los trabajadores. En esta empresa, Solidaridad Obrera había decidido apoyar la huelga. En cambio, en Ferrocarriles de la Generalitat Catalana el seguimiento no llegó al 20%. El Teleférico de Montjuic, también propiedad de TMB, tuvo que cerrar. En el Puerto de Barcelona el seguimiento fue del 21% pero la actividad estuvo prácticamente paralizada por el paro del 100% de la estiba, ya que su sindicato -la OEPB- respaldaba la huelga.
En la industria, el comercio y los servicios, los datos de las patronales CECOT y PIMEC son poco útiles porque mezclan paros parciales (acordados con la empresa y unilaterales de la plantilla) con huelgas e incluso cierres patronales. En este terreno hay que destacar que a diferencia del 3 de octubre del 2017 la administración catalana no llamó a lo que entonces denominó paro de país. Un conato de lock-out de la Generalitat que finalmente no fue tal porque se realizó la retención salarial a los y las trabajadoras públicas.Tampoco lo hicieron el viernes las patronales CECOT y PIMEC, que en 2017 pactaron con la mayoría sindical paros parciales casi testimoniales y con un efecto desmovilizador. Sin embargo, algunas empresas sí decidieron hacer cierres patronales. Por ejemplo, Bon Preu, ESADE, Liceu, Nació Digital, Vilaweb o el Diari Ara, entre otras. SEAT decidió parar su producción por problemas logísticos -derivados de las dificultades en la movilidad – y desconvoco 5 turnos de trabajo entre el jueves y el viernes. En Mercabarna los mayoristas avanzaron las compras para evitar la huelga o las retrasaron al sábado con una caída de la ventas del 85% en el pescado y un 80% en la fruta, entre otras menos destacadas.
Más allá de los datos estrictos de seguimiento laboral también hay algunos datos útiles para hacerse una idea del quiebro de la normalidad. En Barcelona el tráfico se redujo hasta un 30% -de nuevo a niveles de las huelgas del 2012- y la movilidad en transporte público también estuvo fuertemente afectada. En Metro y Ferrocarriles de la Generalitat se redujo a la mitad el número de viajes. La caída de viajeros fue de un 40% en el TRAM y por su parte RENFE no ha ofrecido ningún dato oficial de número de pasajeros.
Gran parte de las afectaciones a la movilidad se derivan de la incorporación al repertorio de las protestas independentistas y por los derechos civiles de los cortes de carretera y de vías. La gran puesta de largo de este tipo de acciones fue el 8 de noviembre de 2017 con horas de cortes en las principales autopistas que salen de Catalunya y a la vez horas de bloqueo en el AVE de Girona y de la Estación de Sants en Barcelona. Estos cortes y bloqueos se han venido repitiendo estos dos últimos años alternándose con levantamiento de barreras en peajes pese a las decenas de denuncias y detenciones que ha efectuado la policía en relación a estas protestas. Durante toda la semana se han producido cortes que en algunos puntos (la C-17 y la C-25 en Gurb o diversos puntos de la AP-7 en la demarcación de Girona) han durado jornadas enteras.
El viernes fue la jornada con más bloqueos y a primera hora más de 100 vías estaban afectadas. En La Jonquera el corte fue de más de 30 horas y fue capaz de generar un cola de más de 100 kilómetros en territorio francés. Cuando la policía forzó a detener la interrupción los chalecos amarillos cogieron el relevo desde el otro lado. A estas afectaciones hay que añadir el efecto de tres días de marchas por la libertad organizadas por la Asamblea Nacional Catalana en que miles de personas han desfilado por carreteras de toda Catalunya impidiendo la circulación normal de vehículos y que el viernes encaraban su último tramo hacia Barcelona.
Como ya es habitual en las jornadas de huelga general, la jornada comenzaba con piquetes barriales en muchas ciudades que reforzaban la dimensión social de la huelga y que tuvieron más presencia que los piquetes sindicales, con la excepción de la marcha de más de un millar de estibadores del Puerto de Barcelona. En Sants y Gracia los piquetes acudieron a reforzar la convocatoria del Sindicat de Llogaters y la Oficina d’Habitatge de Gràcia para paralizar desahucios y consiguieron hacerlo. En Sants además bloquearon la puerta de la Fira de Barcelona dónde se celebraba el salón inmobiliario de Barcelona con la presencia de los principales especuladores. En diferentes barrios, como Nou Barris, consiguieron hacer bajar la persiana a su paso a sucursales de grandes empresas como Mercadona, Burger King, Sportium, Movistar o El Corte Inglés. Al mediodía comenzaron las grandes movilizaciones en ciudades y pueblos con hasta 60 mil personas en Girona. Otras decenas de miles estuvieron en la manifestación estudiantil de Barcelona y ya se quedaron miles de personas frente a la Comisaría de Via Laietana donde más tarde se producirían las principales imágenes de brutalidad policial.
Para describir la huelga del 3 de octubre de 2017 en una crónica en el medio Poder Popular utilice la fórmula: “el ambiente es una mezcla entre una huelga general laboral, una de las manifestaciones más masivas del 15M con su espontaneidad, pancartas hechas a mano y desborde total de las previsiones de asistencia y una diada del 11S organitzada por ANC y Omnium con su ambiente familiar e intergeneracional y su densidad de estelades por metro cuadrado.” De nuevo el 18-O fue un cuadro similar pero con componentes inéditos en el procés soberanista. Por una parte, las Marchas por la Libertad de la ANC se han producido en el tono habitual de las movilizaciones de las grandes entidades del independentismo civil pero el formato se ha destapado como un enorme acierto.
Cinco columnas arrancaron el miércoles de Vic, Berga, Tarragona, Girona y Tàrrega y avanzaron en diferentes etapas con paradas en ciudades y pueblos por el camino que fueron de nuevo una demostración del enorme músculo organizativo del independentismo. El viernes se añadió una nueva columna desde Castelldefels, en el Baix Llobregat, que reunió a miles de personas en la C-31 hasta su llegada a la capital. La llegada de las otras columnas -que confluyeron en diferentes puntos- a Barcelona colapso todas las principales entradas. Para hacerse una idea de la dimensión de la movilización nos referimos a Victòria Oliveres, periodista del Catalunya Plural, que contabilizó más de media hora de paso de manifestantes en el puente de Molins de Rei y el CDR de Nou Barris hizo lo propio con la llegada de manifestantes por la Meridiana durante cerca de una hora. Por cierto, contra tópicos, en Nou Barris se reunieron 2000 personas para recibir la llegada de la marcha.
La confluencia de la llegada de las Marchas y la huelga general, dos acciones que comenzaron convocadas en un ambiente de escepticismo y desconfianza en las propias fuerzas para responder a la sentencia, provocaron un aluvión de personas en el centro de la ciudad. Cuando la manifestación de la Intersindical CSC y la IAC se inició ya había gente al final del recorrido, colapsando todo el Passeig de Gracia y las calles cercanas. Desde horas antes se veían mareas humanas por la Diagonal, Gran Vía o el carrer Aragó. Los datos de la Guardia Urbana hablan de más de 500 mil manifestantes. No tenemos acceso hasta ahora a otros recuentos con metodologías fiables, pero parece difícil que el dato no sea más alto si tenemos en cuenta que el pasado 11 de septiembre la Guardia Urbana de Barcelona habló de 600 mil manifestantes en la diada menos numerosa hasta el momento con los datos oficiales en la mano.
Del otro componente novedoso se ha escrito mucho y se le han dedicado horas y horas de noticias y tertulias: el estallido de rabia y los enfrentamientos con la policía. Lo primero que hay que destacar es la brutalidad de la UIP y las unidades antidisturbios de los Mossos d’Esquadra (BRIMO y ARRO) pese al cierre de filas de sus principales responsables políticos: el Ministro Grande Marlaska y el Conseller Miquel Buch. También el resto del Govern y el Gobierno han hablado de uso proporcional de la fuerza y han apelado al monopolio de la violencia. Sin embargo, es obvio que desde la ocupación del Aeropuerto el pasado lunes el incumplimiento de cualquier protocolo policial ha sido sistemático. Desde cargas antireglamentarias hasta el uso constante de balas de goma prohibidas por el Parlament de Catalunya. Las imágenes de abusos que circulan son cuantitativa y cualitativamente similares al 1 de octubre. El viernes 18 en Plaza Urquinaona y Via Laietana, que fue el epicentro de la batalla campal, la Policía Nacional realizó temerarios carruseles; es decir, circular con los vehículos a alta velocidad en círculos o arriba y abajo por una calle para apartar a los manifestantes. Por suerte, estas intervenciones no acabaron en una multitud de atropellos como el producido de la misma forma en Tarragona el miércoles.
El recuento a dia de hoy, domingo, de víctimas de la represión durante la semana asciende a un total de 579 personas atendidas por los servicios sanitarios a causa de agresiones policiales. Esto no quiere decir que sean todas las personas heridas porque mucha gente no acude a ser atendida por miedo a represalias. De estas, 4 personas han perdido un ojo por el uso de pelotas de goma que en Catalunya están prohibidas y 1 persona está hospitalizada en estado muy grave y se teme por su vida. Hay 14 personas más ingresadas. Hay que destacar el trabajo ingente de las personas voluntarias autoorganizadas enSanitarios por la República que han socorrido a una gran cantidad de personas. Sesenta de las personas heridas son periodistas acreditados que trataban de cubrir las movilizaciones e informar sobre la brutalidad policial.
Los reporteros y fotoperiodistas enviados a cubrir las manifestaciones han ido reforzando a lo largo de la semana sus protecciones con cascos, gafas para protegerse de las balas de goma e incluso máscaras anti-gas. Entre los manifestantes también son cada vez más habituales las protecciones caseras de todo tipo y los remedios para el gas pimienta que se utilizaron por primera vez el viernes igual que una tanqueta de agua comprada con los Mossos en 1994 y que aún no había sido utilizada en ninguna intervención policial. Se han producido 179 detenciones en estos 6 días de movilización y 18 personas han sido enviadas a la cárcel. Alerta Solidària contabiliza 9 presas sin fianza de esta semana que junto con las personas detenidas el 23 de septiembre y las condenadas el lunes ascienden a 25 el número de presas políticas catalanas.
Las enormes movilizaciones de las marchas y la propia huelga general han quedado en segundo plano en la cobertura mediática que se ha centrado en los disturbios y el enfrentamiento de manifestantes con la policía. El foco se ha puesto en Barcelona, aunque ciudades como Tarragona, Lleida, Girona, Manresa o Sabadell han protagonizado también decenas de detenciones y enfrentamientos desde el martes. Como ya hemos mencionado las instituciones (incluido el Ayuntamiento de Barcelona), los habituales tertulianos del orden y los grandes medios de comunicación han emprendido su campaña de criminalización de los manifestantes que levantan barricadas, queman mobiliario urbano y lanzan objetos a la policía. Han hablado de grupos muy violentos y organizados y han desempolvado a los ya entrañables anarquistas italianos que ya fueron el chivo expiatorio en otras huelgas generales, las protestas por el intento del desalojo de Can Vies y, básicamente, cada vez que hay disturbios en Barcelona. Obviamente hay anarquistas y personas procedentes de otros países en las protestas, como en cualquier otro movimiento social y como vecinas de Barcelona que son. Sin embargo, no son la explicación al cambio de paradigma en las movilizaciones autodeterministas en Catalunya como lo fue el origen de la violencia en las anteriores ocasiones.
Otros sectores hablan de infiltrados policiales y es igualmente obvio que también existen. Tampoco considero que ninguna conspiración explique qué está sucediendo. Los disturbios que se vienen sucediendo cada noche desde el martes se pueden describir como un estallido de rabia juvenil. Es cierto que no están participando únicamente personas jóvenes, pero estas tienen un protagonismo innegable. La composición es multitudinaria y heterogénea y como acostumbra a suceder con las revueltas urbanas tiene mucho de espontaneísmo e imprevisibilidad. Las imágenes de abusos han sacado a la calle a muchas personas jóvenes con escasa o nula vinculación hasta el momento con el independentismo pero que si conocen de cerca las humillaciones de la policía. Estas conviven en las protestas con una generación de independentistas que se han politizado el 1 de octubre con la masacre contra quien defendía las urnas y que han visto cómo líderes sociales pacíficos eran enviados a la cárcel 9 años por tratar de enviar a la gente a casa y evitar incidentes el 20 de septiembre de 2017.
La crisis estratégica del independentismo ha provocado que su marco de civismo escrupuloso y cero enfrentamiento se haya visto desbordado. Amplias capas apoyan, compartan o no su estrategía, a quienes incendian Barcelona porque comprenden su frustración y las vías empleadas hasta ahora tienen una crisis de legitimidad. Por lo tanto, ¿quienes son para imponerle a nadie como manifestarse? piensan. El Govern es percibido más un estorbo que una ayuda para conseguir la autodeterminación y el enfado en calle es bien visible. En definitiva, esta semana hemos visto la entrada en masa a las protestas contra la sentencia de una generación en torno a los 20 años, algunas protagonistas también en las huelgas feministas o por la emergencia climática, otras sin experiencia política previa y otras hijas de 7 años de Procés. Joaquim Martinez sintetiza ese espíritu generacional en El Salto del siguiente modo: “si el 15M fue la revuelta de quienes veían sus expectativas amenazadas, esta lo es de quienes han crecido sin más expectativa que la precariedad, el hastío y la represión”.
Es curioso ver como las protestas en Catalunya se nutren de referencias internacionales para renovarse. Hace unos meses fueron los Chalecos Amarillos franceses y ahora los punteros lasers u otras prácticas de Hong Kong. También circulan consejos para protegerse de la policía elaborados por los movimientos chilenos. Hacer cualquier clase de previsión de cómo pueden seguir las protestas y el clima en la calle parece temerario. De momento ha habido convocatorias también durante el sábado y el domingo en muchos lugares. Lo que sí parece claro es que la vía única de la represión no va a detener el descontento y que la interrupción de la normalidad no va a durar para siempre porque después de cada estallido social siempre llega un apagón.
Fuente de articulo: https://www.vientosur.info/spip.php?article15221