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Alteridad e interculturalidad para una educación liberadora y decolonial

Por: Oswaldo Espinoza

La Educación como práctica liberadora representa un desafío formidable para las sociedades latinoamericanas que han decidido asumir un proyecto político progresista e independiente en clave decolonial; es solo a través de la educación que los ciudadanos pueden formarse como seres humanos integrales, con valores humanistas, con conciencia y sentido de pertenencia con la madre tierra, la patria grande nuestroamericana, su nación, su territorio y su entorno geo histórico inmediato; un  sujeto pleno, protagonista de su propio desarrollo, constructor de su nueva realidad, por cuanto en palabras del maestro Freire “La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”.

Para avanzar en este propósito resulta imprescindible combatir y superar el discurso de la colonialidad, siendo necesario comprender dicho discurso en el marco del proceso de colonización y descolonización del cual se desprende y a la vez sustenta; para ello el documento tratará en este breve espacio de tiempo de explicar en la forma más gráfica y sencilla posible categorías como alteridad, interculturalidad, colonialidad y decolonialidad con el fin de abrir un debate sobre la praxis docente y la forma en que consciente o inconscientemente los educadores pueden terminar convirtiéndose en pedagogos de la opresión o la liberación.

Colonialismo y Colonialidad.

El colonialismo, a riesgo de simplificar demasiado el análisis de un proceso histórico tan complejo, se trata básicamente del control absoluto que una potencia (metrópolis) ejerce sobre un territorio (colonia), sus recursos y sus habitantes, este control se desarrolla en tres grandes dimensiones.

la primera es la dimensión Político/Territorial, que se manifiesta en el dominio político y militar de la extensión territorial colonial y en los mecanismos de gobierno sobre la población, pudiendo la metrópolis ejercerlo directa o indirectamente; en segundo lugar estaría el control económico, manifestándose en la posesión exclusiva de los recursos del territorio colonial y el control férreo de sus actividades de producción y comercialización, finalmente es la tercera dimensión la más importante en tanto se trata del discurso que sustenta el proceso colonial y que pervive aun cuando las naciones ya hayan alcanzado su independencia político territorial y un relativo control sobre sus recursos y actividades económicas, está dimensión es la Socio/Cultural y Epistémica, que determina las formas de organización social, de las normas, de las creencias, valores, manifestaciones y conocimientos que guiarán la vida del pueblo que habita el territorio colonial, todo ello adaptado al sistema social de la metrópolis o mejor dicho en función de los intereses de la metrópolis.

Es a esta última dimensión a la que se refieren los autores del pensamiento decolonial  latinoamericano cuando hablan de la colonialidad, para Walter Mignolo, citado por Cortes Gómez “la colonialidad no consiste tanto en la posesión de tierras, creación de monasterios, el control económico, etc., sino más que nada en el discurso que justificaba, mediante la desvalorización, ´la diferencia` que justifica la colonización” (Goméz, 2011. Pag. 7), En esta línea podría afirmarse que es el discurso del opresor para justificar su dominio y control, pero también es, a la vez, el discurso que convence al oprimido de justificar y aceptar su sumisión al opresor.

La Colonialidad así entendida se clasifica a su vez en diversas formas, como la colonialidad del ser, que haciendo gala del darwinismo social establece que existen hombres que son naturalmente superiores a otros, razón por la cual es a estos seres humanos superiores a quienes corresponde dominar (los blancos, hombres, europeos, los ricos y poderosos), en tanto que los seres humanos inferiores (aborígenes, negros, mujeres, campesinos y pobres del resto del mundo, especialmente del sur global) deben asumir la sumisión como condición natural de su inferioridad; si es que no se les reducía a cosas (objetos) como a los esclavos, o se cuestionaba su propia condición humana como con los aborígenes en la primera fase de la conquista. Esta “razón” también sustenta la colonialidad del poder por cuanto el poder solo puede ser ostentado por los superiores, dotados por la providencia con el don de mando, negando la posibilidad de que los otros sean capaces de dirigir sus destinos.

Una Forma de colonialidad muy importante es la colonialidad del saber que parte de la presunción europea de ser la fuente de la civilización y el conocimiento verdadero (Eurocentrismo), siendo los otros reducidos a la condición de barbaros y primitivos, negando sus saberes y conocimientos e incluso sus formas de relacionarse con la naturaleza o lo trascendental, es lo que Catherine Walsh considera como otra forma de colonialidad que ella llama cosmológica y que podría entenderse aquí como colonialidad del creer; en resumidas cuentas haciendo referencia a Cortes, citado por Córdoba y De La Calle, En la Colonialidad, las otras formas de organización de la sociedad, las otras formas del saber y de ser son concebidas “no sólo en diferentes, sino en carentes, en arcaicas, primitivas, tradicionales, premodernas [y] son ubicadas en un momento anterior del desarrollo histórico de la humanidad, lo cual, dentro del imaginario del progreso, enfatiza su inferioridad” (Córdoba y De La Calle, 2015, pag. 2).

Alteridad e Interculturalidad en clave Decolonial

La alteridad también llamada otredad no es más que la forma en que se percibe al otro y en consecuencia determina como relacionarse con ese otro; obviamente desde la óptica colonial, como ya se ha explicado, el otro no existe y debe ser eliminado (genocidio) y si existe, no es otro igual sino inferior al yo, es irracional y primitivo, un ser sin conocimientos verdaderos (epistemicidio); en la misma línea la interculturalidad plantea la relación entre culturas diferentes, solo que en el enfoque colonial diferente equivale a inferior, y como tal la relación entre culturas solo puede llegar a ser de eliminación, sumisión o en el mejor de los casos de tolerancia, siempre y cuando el otro diferente asuma su condición de inferioridad.

El gran filósofo de la liberación Enrique Dussel aborda la alteridad como un elemento fundamental para entender la colonialidad y comenzar a combatirla en un proceso liberador, para Dussel en el marco del proceso decolonial “la alteridad es el saber pensar el mundo desde la exterioridad alterativa del otro, lo que tiene como consecuencia el reconocimiento del otro como otro diferente al sí mismo, a través del encuentro cara‒a‒cara con el otro, el oprimido, el pobre; es decir, alguien que se escapa del poder del sujeto y que responde más bien a una experiencia y una temporalidad que no le pertenecen al sí mismo” (Córdoba y De La Calle, 2015, pág. 3); la alteridad  vendría a significar ponerse en el lugar del otro pero para ello primero es necesario reconocerlo, reconocer que existe y que es un sujeto igual, no superior ni inferior, que es fuente de conocimientos valiosos y tan importante como todos; este reconocimiento obliga al dialogo con ese otro, con sus saberes y conocimientos, con su experiencia y con las realidades de su entorno.

La interculturalidad como proceso de cara a la decolonialidad es definida por Wlash como interculturalidad crítica.

Con esta perspectiva, no partimos del problema de la diversidad o diferencia en sí, sino del problema estructural-colonial-racial  (…)  Desde esta posición, la interculturalidad se entiende como una herramienta, como un proceso y proyecto que se construye desde la gente y como demanda de la subalternidad-, en contraste a la funcional, que se ejerce desde arriba. Apuntala y requiere la transformación de las estructuras, instituciones y relaciones sociales, y la construcción de condiciones de estar, ser, pensar, conocer, aprender, sentir y vivir distintas. (Wlash, 2010, pag 6).

En otras palabras no se trata simplemente de tolerar las diferencias sin alterar las relaciones de desigualdad, subordinación y dominación, por el contrario se propone asumir las diversidades de todo tipo: color de piel, creencia religiosa, nivel socioeconómico, preferencia sexual, lengua o lugar de origen como oportunidades para el aprendizaje mutuo y la construcción de un mundo más justo para todos.

Hacia una pedagogía Liberadora Decolonial

Ahora bien algunos de los lectores, siendo docentes se preguntaran a esta altura de la presentación ¿qué tiene que ver lo abordado hasta ahora con la función y la práctica educativa?; en realidad tiene total relación, por cuanto el sistema educativo desde el enfoque colonial es un aparato de reproducción del modelo que Peter McLaren llama la ecología global de la explotación, una herramienta para dar continuidad a las relaciones de poder, al epistemicidio y la desigualdad, un modelo que convierte al docente consciente o inconscientemente en un pedagogo de la opresión, en un docente que instruye sin formar, que descontextualiza el aprendizaje desconectando al educando de su realidad, que asume a sus estudiantes como seres sin luz (alumnos), sin conocimientos a quien termina imponiendo sus ideas que en realidad no son suyas sino las del modelo en el que él mismo fue formado; es en consecuencia un oprimido que reproduce la opresión.

La alteridad e interculturalidad entendida en clave decolonial debe desafiar al docente a asumir una pedagogía liberadora inspirada en las enseñanzas del maestro Freire y los pedagogos nuestroamericanos que le precedieron, en docentes que asumen al educando como un sujeto, como un ser humano  con una historia y experiencia valiosa para la construcción colectiva del aprendizaje, proceso en el que el educador orienta y facilita los medios para la formación integral del educando a través del dialogo de saberes, en contacto permanente con las realidades de su entorno. Se trata de, En palabras de Walsh, “pedagogías que alientan nuevas formas de acción política, insurgencia y cimarronaje a la vez que construyen alianzas, esperanzas y visiones “otras” de estar en sociedad, dando sustancia y legitimidad del sueño ético-político de vencer la realidad injusta, y construir senderos otros”. (Walsh, 2010, pag. 26).

Como colofón de la presentación sería importante apuntar los desafíos que representa para el educador comprometerse con una pedagogía liberadora:

 

Desafíos:

 – Asumir que lo educadores, educandos y demás actores del proceso educativo son sujetos cognoscentes, con experiencias y saberes valiosos para el proceso de aprendizaje y construcción del conocimiento.

– Reconocer que el proceso educativo se desarrolla en un entorno socio-cultural y geo-histórico que debe estar presente en el contenido y práctica pedagógica.

– Establecer el dialogo de saberes en el marco del grupo educativo como herramienta para la reflexión y acción permanente, para la concienciación y transformación liberadora de la realidad.

– Promover la inclusión y participación democrática asumiendo la diversidad, y aboliendo las prácticas escolares de exclusión por razones raciales, socioeconómicas o de cualquier otra naturaleza.

– Convertirse en un agente agitador en su entorno laboral, con sus colegas, autoridades y la comunidad educativa en general.

 

Bibliografía:

Córdoba, M. E. & Vélez‒De La Calle, C. (2016). La alteridad desde la perspectiva de la transmodernidad de Enrique Dussel. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud.

Cortes, Juan. (2011). Construcción de Alteridad e Interculturalidad, en Betancur, Marta C., Choza Jacinto, y Muñoz Gustavo (editores), Narrativas Fundacionales de América Latina; Madrid, Themata/Plaza y Valdez.

Walsh, Catherine.(2010).  Interculturalidad Crítica y Pedagogía de-colonial: apuestas (des)de  el in-surgir, re-existir y re-vivir. Quito: uasb/abya yala.

Walsh, Catherine. (2008). Interculturalidad, plurinacionalidad y decolonialidad: las insurgencias político-epistémicas de refundar el Estado, Tabula Rasa (Bogotá), 9, julio-diciembre 2008.

 

Prof. Oswaldo Espinoza.

Profesor Asistente de la UBV.

Docente de Estudios Políticos.

Docente de la Maestría en Educación de la UBV.

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