Por Ortelio González Martínez
Camina lentamente porque jamás quisiera llegar al final. Habla con la misma pasión con que enseña a sus alumnos. La voz tenue, muy baja, como si susurrara al oído las lecciones aprendidas en más de cinco décadas de enseñanza.
Y ocurrió lo que todos sospechaban en su natal Ciro Redondo: Leonor Somonte Fernández entró viva en la leyenda de los maestros de excelencia: alfabetizadora, hija ilustre del municipio, recibió la llave de la ciudad, premio anual del Ministerio de Educación, medalla Jesús Menéndez, Joya de la Pedagogía, Premio a la Virtud, la réplica del machete de Simón Reyes, que se entrega en la provincia a personalidades destacadas, con relevante trayectoria en la vida laboral y social… Mucho se podría decir de esta maestra.
Su historia comenzó en época temprana cuando con poco más de 20 años impartió las primeras clases a los barbudos que llegaron al cuartel del poblado de Ciro Redondo.
Fue cuando confirmó que los esfuerzos no tienen límites, como siempre le repetía Isabel, la mujer que la trajo al mundo hace 80 años.
Maestra de varias generaciones. En la misma ESBU Felipe Poey, de la cual fue su primera directora, estuvo de pie, frente a sus alumnos de octavo grado, hasta hace dos cursos. Allí Ramón me habló de la maestra:
Ella me educó; también a mi esposa Lilia y a mi hijo Yuri, que es médico y ha cumplido varias misiones internacionalistas.
Ramón, ex-alumno
La vida no le ha cambiado los gustos a Leonor. Como siempre, después de concluir sus labores en la cocina, ve el noticiero y algún programa que le guste. Y cuando era maestra, o mejor dicho, cuando estaba frente al aula, comenzaba la labor creativa, bien tarde en la noche. A veces la sorprendía la madrugada mientras escribía algún poema, un cuento o planificaba la clase del próximo día, como lo haría la maestra más joven.
Y le viene una anécdota:
Una vez, en un acto, un funcionario del Ministerio de Educación me dijo: ‘Leonor, ¡todavía dando clases!’. Y le respondí: Todavía, y ahora soy Profesora General Integral.
Hay que moverse con el tiempo, a tono con las transformaciones de la enseñanza, afirma.Leonor Somonte Fernández, educadora
No es difícil oírla hablar de Martí en la clase de matemática, porque…
…esa ciencia es poesía. No olvides que el apóstol dijo: El lenguaje ha de ser matemático, geométrico, escultórico. Martí ayuda y convence.
Leonor Somonte Fernández, educadora
Y sabe por qué lo dice:
Yo tuve un alumno rebelde, muy difícil. Hijo de matrimonio disfuncional. Se lo iban a llevar para una escuela de conducta. Yo dije: este no me lo llevan.
Comencé a trabajar con él. Por las noches yo le escribía cartas de cariño, de amor de madre. Le hablaba de Martí y de todas las cosas lindas que hizo para los niños. Me daba cuenta que las leía. Ese joven, siguió estudiando y tiene todas las cartas guardadas. Cuando me enfermé, él fue el primero en venir a verme. A cada rato me da vueltas. A veces me mira y se le aguan los ojos.Leonor Somonte Fernández, educadora
Con sus años y su energía inimaginable, iba a casa de los alumnos con periodicidad.
Intercambiaba con ellos y con los padres en un medio que no es la escuela, en confianza. Hablábamos de todos y la familia agradece.
Leonor Somonte Fernández, educadora
Recuerdo un día que la visité en su aula y dijo:
¡Qué se pongan de pie las joyas!
Leonor Somonte Fernández, educadora
Varios alumnos se levantaron de las sillas.
Ellos son los mejores y se sienten orgullosos, pero saben que ese orgullo deben llevarlo por dentro, con humildad y modestia, y es fruto del sacrificio.
Leonor Somonte Fernández, educadora
En realidad yo sabía que la palabra MAESTRO —así, en mayúsculas— está hecha para ella. La lleva muy adentro, en la parte izquierda del pecho, por eso duerme tranquila, aunque ya no le escriba cartas de amor a los alumnos.”
Fuente: http://www.tvavila.icrt.cu/k2-ar/item/733-leonor-y-las-cartas-de-amor-a-los-alumnos.html
Imagen: www.tvavila.icrt.cu/images/ImagenesArticulos/PERSONALIDADES/Leonor-Somonte-Pedagoga.JPG