Por: Oswaldo Laprea Rodríguez
La mayor parte de nuestros sistemas educativos son anacrónicos, se crearon en el pasado.En una época distinta, para responder a necesidades y retos tanto individuales como colectivos diferentes a los actuales, lo cual ha generado grandes limitaciones en los criterios de la enseñanza.
Nuestros modelos educativos están basados en la producción y no en la creación. La educación actual es estandarizada y lineal, sin matices ni acordes una educación descolorida y sin motivación.
La educación se inventó para una sociedad industrial basada en la producción masiva, pero los cambios han ido tan rápido que se ha generado una gran brecha entre las necesidades reales de cada individuo y de la sociedad en general.
Nuestro mundo actual vive de los servicios y la información, donde el verdadero motor son las ideas, la creatividad y no la producción.
Educar debe ser sinónimo de inspirar, de generar una motivación particular en cada uno de nuestros jóvenes, que les lleve a sentirse a gusto y les permita desarrollar al máximo su verdadero potencial y su imaginación.
Aprendemos haciendo, cuando nos emocionamos transformamos el recinto escolar en un infinito espacio de aprendizaje social y emocional que potencian la vida de cada individuoy que estimulan la creatividad, la pasión, el talento y la interacción.
Todos poseemos un talento, por tanto debemos construir entornos donde cada uno pueda encontrar los insumos e inspiración necesarios para desarrollar nuestra imaginación y así consolidar nuestras habilidades emocionales que nos permitan entender el verdadero rol que cumplimos en la sociedad.
Muchos de nosotros acabamos los estudios y transitamos por la vida sin conocer nuestro verdadero talento.
La educación debe ir enfocada a lo que realmente les gusta a nuestros hijos. Hay que motivarlos, convertirnos en esa luz inagotable que les permita desarrollar al máximo sus habilidades.
En pocas palabras, educamos a nuestros hijos para un mundo que no existe, donde los sistemas y acciones, funcionan y se adaptan de una forma muy diferente a lo que les hemos enseñado.
Nuestros niños y jóvenes son como cohetes espaciales, grandes, poderosos muy sofisticados. Alcanzan velocidades inusitadas, a veces difíciles de dirigir, por lo tanto esas naves necesitan muy buenos pilotos y excelentes sistemas de control, a veces se lanzan sin evidencias, por lo que también necesitan una buena preparación y una buena programación, con un combustible acorde que les permita tener la adecuada ignición.
Tenemos que innovar, crear y sobre todo permitirles a ellos participar y diseñar nuevas estrategias de enseñanza y aprendizaje.
Si realmente entendemos y creemos que debemos modificar nuestros sistemas y métodos para educar de una manera realmente prospera y fructífera para todos, entonces comenzaremos a dar un gran paso para la construcción de una vida más plena, y mucho más acorde a nuestras necesidades como persona y como sociedad.
Educar es inspirar y a través de esa inspiración permitirnos desarrollar al máximo nuestra creatividad y emoción.
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