Page 1 of 3
1 2 3

¿Nuestra forma de hablar es discriminatoria? El lenguaje inclusivo como mecanismo para la restauración de nuestro sistema educativo

Por: Paola Villafuerte

El proceso de reeducación necesario para transformar nuestra manera de comunicarnos generaría herramientas imprescindibles para la construcción de aulas e instituciones inclusivas.

Nuestras sociedades son estructuras vivas que se mueven y funcionan a través de la diversidad de quienes la componen: las personas. Esta diversidad existe en factores como nuestro origen, nacionalidad, género, color de piel, sexualidad y opiniones. Es únicamente desde la configuración de mecanismos reflejantes de estos ejes que se le abre espacio a visualizar la pluralidad que nos sitúa como personas en el mundo; uno de estos mecanismos fundamentales es el lenguaje.

Las relaciones sociales encuentran su lugar de representación justo en un sistema que comparte su complejidad y cambios constantes. En este sentido, la lengua puede reflejar agentes positivos, como la diversidad, pero entonces también es capaz de reflejar la discriminación y segregación aún latentes en nuestros espacios.

La guía del uso del lenguaje inclusivo, realizada por el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia de la Ciudad de México, DIF CDMX, explica que es a partir de nuestro sistema de comunicación que  “aprendemos a nombrar el mundo en función de los valores construidos en la sociedad, […] y dependiendo de cómo se use puede dignificar, denostar o invisibilizar, generando prejuicios, estigmas y estereotipos”. Entonces, la resignificación de una herramienta tan poderosa –y peligrosa– como la lengua, “conlleva una transformación en la construcción social de los conceptos y en la generalización de una cultura de trato igualitario”.

Este proceso se plantea desde la validación de una comunicación inclusiva, pero un acercamiento a esta alternativa tan necesaria requiere primero la identificación de aquellos usos del lenguaje que perpetúan conductas dañinas.

Entonces, ¿nuestra forma de hablar es discriminatoria?

Como mencionamos, la lengua es una estructura que refleja las características de quienes la usan, por lo tanto, es un ente vivo, sujeto a un contexto social, político, geográfico y generacional. Al adecuarse a las necesidades de sus hablantes, su uso es consecuentemente también herramienta de aplicación en ciertos ejercicios de poder que son todavía visibles en nuestra sociedad.

Cuando la representación de todas las personas se realiza a través del nombramiento de una sola parte de la población, se valida la existencia de una figura jerarquizada. Esta termina por permear la manera en la que decidimos conducirnos hacia las personas. Si desde las bases del aprendizaje se excluye la pluralidad de nuestra sociedad, entonces existe un problema. Andrea Lagneaux, en su trabajo, lenguaje inclusivo en las aulas: problematización, disputas e inclusión, cita a Paulo Freire quien mencionaba: ”Si todas las personas aquí reunidas fueran mujeres pero apareciera un solo hombre, yo debería decir «todos ustedes» y no, «todas ustedes». Esto, que parece una cuestión de gramática, obviamente no lo es. Es ideología”.

La propuesta de un uso de la lengua que legitime la existencia de todas las personas que conforman nuestros espacios, incomoda justo porque cuestiona estructuras que parecían no-cuestionables. Lo cierto es que se debe validar su existencia; el lenguaje inclusivo está siendo utilizado y se ha introducido no sólo la conversación habitual, sino también al discurso en la academia. Es en el contexto de una Latinoamérica actual que las redes sociales testifican una reforma transversal en nuestro “paradigma sociopolítico, económico y cultural”, como explica Lagneaux, y estos cambios salen a la superficie también en cómo los hablantes deciden manejar el lenguaje.

La lengua como postura política

Los textos se conectan a la sociedad por medio de la ideología que el autor o autora deposita en ellos, es decir, son construcciones que expresan subjetividades, formas de ver el mundo; que poseen a su vez, su propio contexto socioeconómico y cultural determinado.  “Así mismo todo contexto incide en las realidades, experiencias de vida y representaciones sociales que poseen lxs autores”, dice Andrea Lagneaux. Es en este sentido que el lenguaje es portador de dispositivos de poder, y aquellos que poseen este mismo poder no se enfrentan al inconveniente de percibirse invisibles.

El desconocimiento de la existencia de este poder “lleva a reproducir un discurso que configura la realidad desde una sola mirada, marginando la posibilidad -en este caso- de cuestionar la masculinización del lenguaje”, como Silvia Castillo y Simona Mayo afirman en su artículo. Decidir activamente reformular nuestro discurso en un intento por abogar en pro de la representación de las minorías, es indiscutiblemente una postura política.

Aclaremos que el lenguaje no es la realidad, sino que la representa –y configura–. Colocar una interrupción consciente de preceptos perjudiciales que podrían llegar a infiltrarse en esta representación, se plantea como el objetivo del lenguaje inclusivo. Y en “su uso está implicada la identidad de las personas”, mencionan Castillo y Mayo.

El estigma hacia el lenguaje inclusivo

Uno de los estigmas relacionados a esta propuesta, es la impresión de una degradación en el lenguaje. Esta noción parte de entender que tales reformas en la manera que nos comunicamos atentan contra la belleza y naturaleza de nuestro idioma; en este juicio, la lengua se percibe como una estructura ajena y rígida hacia nuestros cambios socioculturales. Aplicar restricciones como estas, contradice los claros movimientos que cualquier lengua –entendida como un fenómeno– debe atravesar para mantenerse práctica y congruente a su contexto.

La lengua es una estructura que refleja las características de quienes la usan, por lo tanto, es un ente vivo, sujeto a un contexto social, político, geográfico y generacional.

Nuestro lenguaje está conectado y es inevitablemente “sensible a cambios extralingüísticos”. Intentar realizar las funciones comunicativas de ahora utilizando, por ejemplo, el castellano del Medioevo resultaría bastante problemático y hasta obstaculizante. A través del fenómeno de la lengua podemos visualizar de una forma más clara los procesos sociales que fueron los catalizadores de nuevas reformas en su estructura.

Además de esta concepción, surgen otros cuestionamientos desde la observación lingüística en una postura disidente. Al entender la función de la lengua sólo como un medio comunicativo, se cuestiona si realmente posee tintes ideológicos por su cuenta. Desde esta percepción, los sesgos no son inherentes al lenguaje, y este “no se concibe como un espacio de disputa de derechos sociales”. Aquí se esperaría que una vez la realidad sea distinta, el contexto por su cuenta pueda cambiar el significado de las palabras sin alterar su estructura.

Sin embargo, la naturaleza de la lengua no reside sólo como una herramienta, puesto que este “hace pensamiento, se piensa cuando se habla y, al mismo tiempo, representa y construye realidad. Es el sentido y medio central mediante el cual entendemos el mundo y construimos la cultura”, afirman Castillo y Mayo. Por lo tanto, otorgarle al lenguaje un oficio tan aislado de nuestros procesos sociales, termina por fosilizarlo.

Asimismo, se cuestiona la propuesta de desdoblamiento en el habla. En esta se explica que, en lugar de referirnos a un cuerpo estudiantil con un genérico masculino como «los estudiantes», mencionemos a «las y los estudiantes» en una práctica para validar a la otredad. El cuestionamiento a esta elección, sostiene que existe una confusión “entre el género –plano gramatical- y el sexo, perteneciente a la realidad”, como María Márquez Guerrero, explica en su destacado artículo: Bases epistemológicas del debate sobre el sexismo lingüístico.

El lenguaje es portador de dispositivos de poder, y aquellos que lo poseen no se enfrentan al inconveniente de percibirse invisibles.

Entonces, bajo este argumento se sugiere que el género masculinizado del plano gramatical tiene funciones únicamente clasificadoras, y no posee conexión alguna con nuestro contexto social (igualmente masculinizado). Además, se afirma que este desdoblamiento se antepone a la Máxima de Cantidad de Grice, principio lingüístico que explica que no es necesario otorgar más información de la necesaria en un proceso comunicativo.

No obstante, tanto el sistema como su estructura no pueden ser indiferentes al espacio donde se desempeñan. A este aspecto se le une que la existencia del masculino como genérico posee un factor de ambigüedad imposible de ignorar. Como Márquez Guerrero comenta, en el momento de la historia donde aquellos considerados ciudadanos eran únicamente los varones blancos, la palabra predilecta para dirigirse a ellos era «hombres». Una vez la participación de la mujer en la vida pública es validada, esta palabra realiza lo conocido como “salto semántico”, y entonces se le comienza a atribuir un valor genérico. Es decir, a partir de ahí, «hombres» comienza a hacer referencia a todas y todos.

Sin embargo, aún la palabra «hombres» podría ejercer la función de hacer un nombramiento exclusivo de varones. “Cuando se habla de «los hombres», los varones siempre tienen certeza de estar incluidos, como colectivo masculino o como universal humano al que así representan”, dice Lagneaux.

A partir de esta ambigüedad, Márquez Guerrero explica que “se identifica a la especie humana con el conjunto de los varones y, como consecuencia, se da como algo natural la ausencia de mujeres”. En este uso, se vuelve irrelevante siquiera mencionar la distinción entre el uso de «hombres» con un valor genérico o específico, puesto que se convierte “al varón en paradigma, centro y medida de todas las cosas”.

El proceso para extraer esta facultad del masculino genérico para nombrarlo todo, es como cualquier otro, paulatino. Pero mientras sucede, las minorías tienen derecho a utilizar recursos que les permitan verse presentes dentro de la lengua que utilizan, incluso si estos recursos atentan contra las máximas de cantidad. Esta importancia resalta sobre la necesidad de una economía del lenguaje.

Es trascendental igualmente, cuestionarnos acerca del papel que fungen instituciones como la Real Academia Española (RAE). Recordemos que quienes son dueños de la lengua, son únicamente las personas, por lo tanto, ni los diccionarios, ni las academias, rigen o estipulan reglas para su uso. Su trabajo radica en analizar los cambios en este sistema y las elecciones de uso que facilitan el proceso comunicativo. Y como cualquier otra institución también pueden tener posturas debatibles. Castillo y Mayo preguntan, “¿cómo nos sintonizamos con quienes poseen la regla, la norma, desde lo teórico; ¿cómo alinearse por ejemplo con la RAE si en 2017 definía al sexo débil como el conjunto de mujeres?”

“Cuando se habla de «los hombres», los varones siempre tienen certeza de estar incluidos, como colectivo masculino o como universal humano al que así representan”.

Ciertamente, el camino por recorrer hacia una equidad entre aquellos en posiciones privilegiadas y las minorías, no se acortará de manera inmediata por ciertos cambios en nuestra forma de hablar. Pero definitivamente sí contribuye a un debate en torno a sistemas necesitados de reformas a la par de los cambios que nuestra sociedad está viviendo.

Guía para un lenguaje inclusivo

A este proceso se han unido distintas entidades institucionales y gubernamentales para crear proyectos que fomenten un uso crítico de nuestro lenguaje. En marzo de 2019, por ejemplo, el Consejo de Europa aprobó un informe que detalla recomendaciones específicas para combatir el sexismo. El documento aborda cómo ciertas prácticas cotidianas contribuyen a perpetuar espacios inseguros para la mujer, tales como la producción sesgada de contenidos en redes sociales y publicidad.

Igualmente, en Barcelona, la Guía de Comunicación Inclusiva, ofrece herramientas cruciales para realizar transformaciones transversales en la forma en la que nos comunicamos. Este documento otorga información bastante relevante acerca de porqué utilizar el lenguaje inclusivo y lo que esto representa para las minorías. Se divide en estos temas: racismo, género y LGBTI, personas con discapacidad y salud mental. En cada una de las categorías se abordan concepciones erróneas y a partir de ahí plantean alternativas de comunicación. En general, se invita a abandonar formas de expresarnos que provienen desde el etnocentrismo, androcentrismo, colonialidad y sexismo. Algunos de los ejemplos otorgados son los siguientes:

Guía de Comunicación Inclusiva  del Ayuntamiento de Barcelona, España.

Guía de Comunicación Inclusiva del Ayuntamiento de Barcelona, España.

Guía de Comunicación Inclusiva  del Ayuntamiento de Barcelona, España.

Guía de Comunicación Inclusiva del Ayuntamiento de Barcelona, España.

Por otro lado, en nuestro país la diversidad étnico-racial constituye un fundamento esencial de nuestras sociedades. Sin embargo, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2017, “el 20.2 % de la población de 18 años y más declaró haber sido discriminada en el último año por alguna característica o condición personal”. Traer a discusión un cambio en nuestra manera de comunicarnos, es indudablemente una postura necesaria para hacer frente a estas cifras alarmantes.

La guía del uso del lenguaje inclusivo, realizada por el DIF CDMX, ofrece también ejemplos para modificar expresiones dañinas en un contexto donde el racismo aparece como problemática inadvertida:

Guia_lenguaje_inclusivo3.png

Lo que el lenguaje inclusivo significa para la educación

Para que la norma en las instituciones educativas sea desafiada, se requiere de un cambio transversal que atraviese el sistema docente y la currícula. Este reside no sólo en la integración de contenidos que aborden la equidad como cimiento del aprendizaje, sino de un uso del lenguaje subversivo.

Aquí se implica un proceso de reeducación constante no sólo en el alumnado, sino también en los directivos; “un esfuerzo por volver a aprender cómo nos dirigimos a mujeres y a hombres en la vida cotidiana”, como menciona el Manual de comunicación no sexista, del Instituto Nacional de las Mujeres. Los estudiantes pertenecientes a minorías, a grupos étnico-raciales diversos, de identidades u opiniones diferentes, tienen derecho a verse contenidos en el lenguaje que utilizan, y más aún en un contexto donde la propia representación es decisiva para un desarrollo integral del conocimiento.

La docencia tiene la obligación de plantear preguntas esenciales acerca de la normatividad desde la cual entendemos al mundo. Aún conociendo que las penalizaciones en puntuación dentro de contextos académicos rígidos son aún una práctica común, el desarrollo de esta herramienta es indiscutible. Un lenguaje que haga visible una carencia de inclusividad ofrece las herramientas justas para hacer del estudiantado una figura activa dentro de este proceso tan incómodo como necesario.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/guia-de-lenguaje-inclusivo

Comparte este contenido:

El rol del entrenamiento docente para una educación inclusiva

Por: Paola Villafuerte


Nuevo reporte de la UNESCO resalta la importancia de preparar a las profesoras y profesores para la implementación del aprendizaje equitativo en el aula.

Los períodos de crisis suelen acentuar las grietas de desigualdad que están presentes en nuestros círculos sociales. Ocurre ahora en el sistema educativo, donde la pandemia ha tenido repercusiones delicadas en el balance equitativo del aprendizaje. Desde la diversidad de género, familias, nacionalidades, religiones, discapacidades y lenguajes de nuestros estudiantes, las instituciones deben asegurarse de ofrecer métodos de docencia que aseguren aulas inclusivas.

La UNESCO explica que una educación con estas características significa que “todos los estudiantes, sin importar quiénes sean, pueden aprender juntos en la misma escuela”. Conceptos como este se tornan trascendentales a la hora de ofrecer una currícula de calidad que aborde contextos sociales distintos, como para los miles de estudiantes que no cuentan con una red a internet eficaz o para quienes el apoyo de tutores no es una opción disponible.

El artículo, Teaching, Learning and Inclusive Education: The Challenge of Teachers’ Training for Inclusion, menciona que esta pluralidad de circunstancias “requiere una atención educativa adecuada, […] por lo que se debe volver hacia la diversidad como tema clave para la educación de todos los estudiantes”.

Un aprendizaje de este tipo necesita profesoras y profesores capaces de identificar estos elementos para, a partir de ahí, ofrecer un rango abierto de opciones educativas para cada alumno. Esta preparación requiere de instituciones dispuestas a ofrecer un entrenamiento constante y retroalimentación valiosa que permita integrar nuevas habilidades pedagógicas al salón de clases.

“Si no se adoptan medidas urgentes y no se incrementan las inversiones, la crisis del aprendizaje podría convertirse en una catástrofe educativa”, explica la Directora General de la UNESCO, Audrey Azoulay, en el comunicado donde se afirma que “para reforzar la resiliencia del profesorado en tiempos de crisis, todos los docentes deberían adquirir las competencias digitales y pedagógicas necesarias para enseñar a distancia”.

El papel de la formación docente en la educación inclusiva

A pesar de lo indispensable que es la formación docente, expertos aseguran que entre directivos instituciones de países de ingreso medio y alto, se dedica menos de la cuarta parte del tiempo a tareas y reuniones relacionadas con los planes de estudio y la docencia. La Hoja informativa sobre el Día Mundial de los Docentes 2020, informa que el porcentaje más alto se registra en Shanghái (China), con un 27 %, y el más bajo en los Países Bajos, con un 11 %. Además, se conoce que son pocos los casos en los que a los profesores de estos países se les otorgue un mentor.

Recordemos que estos y muchos otros países se comprometieron en el 2015 a la Agenda  2030 impulsada por las Naciones Unidas, que establece en su cuarto ODS (objetivo de desarrollo sostenible) asegurar sistemas de educación inclusivos. Aunque se han logrado culminar algunos objetivos, aún hay un largo camino por recorrer. Si las instituciones desean hacerle frente a la brecha equitativa que se ha aventajado durante la crisis sanitaria de este año, es primordial secundar sistemas que sean un soporte sólido para nuestras profesoras y profesores.

“Si no se adoptan medidas urgentes y no se incrementan las inversiones, la crisis del aprendizaje podría convertirse en una catástrofe educativa”.

El pasado 5 de octubre, la UNESCO publicó el nuevo documento ‘Enseñanza inclusiva: preparar a todos los docentes para enseñar a todos los alumnos’. Aquí se afirma que sólo cuatro de 10 países tienen políticas que aseguren una capacitación a sus docentes en materia de inclusión, por lo que se exhorta a los directivos acoplarse a medidas necesarias para avanzar en estos índices.

Además, dentro de aquellas instituciones donde sí existen estas políticas, suele no mencionarse a profundidad el tipo de prácticas que se llevan a cabo para asegurar un aprendizaje equitativo: el análisis realizado para el Informe de seguimiento de la educación en el mundo 2020 basado en PEER afirma que sólo un tercio del 10 % de los países mencionados anteriormente, cuentan con recursos informativos sobre este entrenamiento.

Este seguimiento es incluso menos accesible en aquellos países donde muchos docentes no han recibido ni siquiera un entrenamiento básico. Es bajo estas circunstancias que otros factores menoscaban aún más el rendimiento de las y los profesores.

En Madagascar, por ejemplo, se afirma que la proporción de alumnos por docente es de 240:1. Un hacinamiento en las aulas de tal grado no permite un acercamiento personal y hace aún más difícil la unión en el aula. “La elevada proporción de alumnos por docente calificado, que da lugar a clases con gran número de alumnos, disminuye  la capacidad de  los docentes al reducir el tiempo dedicado a cada alumno”, explica el documento de la UNESCO.

Por otro lado, la inclusión educativa en las instituciones no debería reducirse a un número limitado de entrenamientos especializados en uno o dos grupos estudiantiles particulares, sino acoplarse como un fundamento docente. Incluso cuando esta herramienta suele enfocarse en abordar el aprendizaje de alumnos con discapacidad, se afirma que “los estigmas persistentes, el diseño escolar poco propicio y la falta de formación docente y materiales de aprendizaje adecuados sobre educación inclusiva dificultan aún más su acceso a la escuela y al aprendizaje”.

No obstante, la UNESCO hace una mención pertinente a los avances realizados para la implementación de políticas y programas educativos centrados en la equidad e identidad de género. En países latinoamericanos como Chile, Colombia y Ecuador se han elaborado contenidos transversales de esta materia dentro de sus políticas para el entrenamiento docente.

Mecanismos de apoyo

Un desarrollo como el anterior es sólo posible si los cuerpos de profesoras y profesores cuentan con un respaldo activo de directivos e instituciones. Los marcos jurídicos y normativos que las integran deben ser cimentadas en un apoyo pedagógico inclusivo. Además, es imperativo que las aulas estén equipadas con material de aprendizaje diversificado para las necesidades de los estudiantes.

El mismo documento mencionado hace hincapié en el rol crucial que ejercen los auxiliares docentes, directores y coordinadores para su desarrollo profesional. Su colaboración dentro de un ambiente educativo que propicie la inclusión también en estas áreas representa una herramienta unificadora para el mismo tipo de clima que se desea trasladar al aula.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/entrenamiento-docente-educacion-inclusiva

Comparte este contenido:

Infodemia: exceso de publicaciones de investigación supone un riesgo para la credibilidad científica

Por: Paola Villafuerte

La pandemia está generando cambios significativos en los procesos de publicación científica y exacerbando aún más la brecha de género.

Es innegable el papel que la investigación científica ha ejercido en la toma de decisiones políticas durante esta pandemia. Gracias al trabajo colaborativo que las y los profesionales de la salud han estado llevando a cabo, hemos dado pasos agigantados hacia el entendimiento del nuevo patógeno en cuestión de meses. Ahora más que nunca, las expectativas del público general se han dirigido a la ciencia con ojos críticos en espera de respuestas.

Esta misma necesidad, ha generado un aumento récord en el volumen de investigaciones realizadas durante esta pandemia. La diseminación de información es un factor crucial en periodos de crisis públicas, y la comunidad científica ha respondido con reformas inéditas en sus procesos de publicación. Estudios afirman que el tiempo entre la presentación y la publicación de un manuscrito ha reducido de manera significativa. El proceso que un artículo de revista científica tenía que completar –desde la aceptación hasta la publicación– ha ido de un promedio de 100 días a sólo 6 si está relacionado con el coronavirus. Un artículo publicado en Nature explica además que, en comparación con la crisis del Ébola, se publicaron por semana cuatro artículos, mientras esta cifra es de 367 para aquellos concernientes al COVID-19.

Una producción de artículos científicos de esta dimensión no habría sido posible sin recursos que financiaran este proceso extraordinario. En un análisis para el Times Higher Education, Jack Grove estima que la comunidad global ha recaudado, hasta ahora, cerca de 8 billones de dólares en investigación de vacunas, tratamiento y diagnósticos. No sólo la pandemia ha sido un propulsor en materia de producción, sino también de accesibilidad científica. Numerosas revistas académicas y repositorios como Springer Nature, New England Journal of Medicine y la Academy of Medical Sciences, se han comprometido a hacer de las investigaciones sobre el coronavirus gratuitas y de acceso abierto. También hacen un llamado para la participación global de todas aquellas instituciones que estén recabando información relevante para trabajar en conjunto en la efectividad de la ‘Declaración sobre el intercambio de datos en emergencias de salud pública’, hecha en el 2016.

Esta propuesta al open resource de la ciencia va desde luego de la mano con el disparo que los sitios de preprint han tenido durante este periodo. Recordemos que los preprints son versiones de manuscritos previas a la revisión por pares y a su publicación en una revista científica. Suelen ser compartidas en sitios web, como medRxiv o bioRxiv, que comúnmente acompañan el artículo con una sección abierta al público para comentarios. Pretenden ser una vía asequible para aquellos investigadores que buscan divulgar con mayor facilidad sus resultados y tener una retroalimentación pronta para poder, posteriormente, adherirse al proceso de publicación formal.

“Sería una oportunidad perdida si los científicos no tuvieran conocimiento inmediato del trabajo de los demás y no pudieran mejorar, validar y aprender más rápidamente”.

Ciertamente este modelo no es nuevo, durante los últimos cinco años el número de servidores que divulgan estos artículos había estado en aumento, aunque en un ritmo pausado. Pero en un contexto como el de ahora, donde la rapidez y el acceso gratuito a recursos de información es trascendental, el proceso de publicación científica formal no era la opción más eficiente. Entre una diversidad de fuentes estrecha, tiempos de revisión que superarían los periodos más críticos de la pandemia y un acceso limitado, se ha resaltado cómo la ciencia convencional ha batallado para mantenerse a pie con la necesidad de entender este virus.

Ahora, investigadores en el área de medicina han estado compartiendo resultados en sitios de preprint a un ritmo sin precedentes. Se cree que esto podría ser un factor útil a la hora de evitar duplicaciones y podría brindar nuevas oportunidades en la investigación. Un estudio reporta que, de la cantidad total de artículos relacionados al COVID-19, cerca del 40 % ha sido publicada en estos servidores.

El sitio mencionado anteriormente, medRxiv, fundado por investigadores de Yale, debe prácticamente su crecimiento exponencial a los más de 3,700 manuscritos sobre COVID-19 que se encuentran en su página. Expertos esperan que este se vuelva también líder en otras áreas médicas una vez termine la pandemia.

“Miles de científicos están trabajando en el mismo problema al mismo tiempo. Sería una oportunidad perdida si los científicos no tuvieran conocimiento inmediato del trabajo de los demás y no pudieran mejorar, validar y aprender más rápidamente”, menciona el Dr. Joseph Ross, profesor y cofundador del sitio. Sin embargo, esta avalancha de información también podría traer consigo serias consecuencias. Los preprints tiene ventajas sobre los procesos de publicación tradicionales, pero también son “abiertos, rápidos y gratuitos, lo que crea un conjunto diferente de problemas”, explica un artículo publicado en Science Direct.

Mientras que el trabajo que han hecho las y los científicos para llevar a cabo tal número de manuscritos en tan corto tiempo es admirable, también se debe hablar de los riesgos que implicaría si estas investigaciones no se estuvieran llevando a cabo bajo el más alto rigor de calidad. “El primer problema inmediato al que ha debido enfrentarse el universo de la publicación es la avalancha de artículos y la necesidad de que estos sean accesibles”, comenta el investigador Torres-Salinas.

El artículo Proliferation of Papers and Preprints During the Coronavirus Disease 2019 Pandemic: Progress or Problems With Peer Review? explica que, previo a la pandemia por el coronavirus, la comunidad de preprints se encontraba en un ascenso lento, con pocas agrupaciones científicas que habían adaptado esta alternativa. Por lo tanto, las preocupaciones dirigidas a la calidad de información o ritmo de divulgación no eran un tema sobre la mesa. Sin embargo, “dada la avalancha de datos, el interés en las preocupaciones de COVID-19 sobre la desinformación médica es válido y crítico. Esto debe ser abordado por la comunidad científica en general”. 

El problema con los preprints

Esta alternativa ha sido funcional durante este periodo a causa del estado de emergencia en el que nos encontramos, sin embargo, expertos se preguntan si la financiación de estos proyectos, como se ha llevado a cabo hasta ahora, realmente es sostenible. Muy probablemente, la cantidad de recursos invertidos hasta ahora tendrán su consecuencia en el recorte de presupuesto para la investigación en universidades posterior a la pandemia.

Además, las diferencias en los estándares editoriales para los sitios de preimpresión son llamativos. Aquí, las investigaciones son publicadas sin un filtro previo, y aunque la retroalimentación de otros profesionales resulta eficiente, el que estos textos estén disponibles para el público abierto representa un riesgo potencial. No todos estos cuentan con hallazgos fundamentados y el exceso de publicaciones hace más difícil navegar entre información relevante.

“No solo luchamos contra una epidemia; estamos luchando contra una infodemia”.

Muchos de los trabajos son informes preliminares que no han tenido las revisiones habituales. La escasa validez externa, el factor carente de una revisión por pares apropiada y fuentes inciertas, añaden desventajas a esta creciente comunidad médica. Nature menciona como ejemplo una revisión de calidad reciente llevada a cabo en 51 manuscritos, la mayoría siendo preprints sin revisar, que encontró que “los modelos identificados estaban mal informados y todos tenían un alto riesgo de sesgo, con un rendimiento probablemente demasiado optimista”.

Sin las medidas de una revisión por pares formal, la responsabilidad de divulgar información pertinente recae sobre las y los investigadores. Además, se cree que la previa publicación de artículos en estos sitios podría generar una contabilización doble en posteriores manuscritos cuantitativos.

La inconsistencia en distintos preprints ha llegado hasta las retracciones formales de sitios de investigación de alto perfil. Estas retracciones son originadas por el uso de bibliografía no fidedigna. El escenario de una práctica inapropiada en la investigación ha llegado hasta extremos como el de los paper mills (fábricas de manuscritos) en China. Estos involucran casos de plagio, datos y revisiones por pares falsificados. Un organismo de este tipo se encarga de producir artículos científicos y preprints bajo demanda, para después venderlos a científicos que, por ejemplo, tienen como requerimiento para su titulación un manuscrito publicado y no tienen tiempo para llevar a cabo una investigación formal. Nature afirma que, en febrero de este año, “se dieron a conocer más de 450 artículos con imágenes problemáticas de autores afiliados a hospitales chinos, que según los investigadores probablemente provenían de una fábrica de manuscritos”.

Se teme que la publicación de manuscritos a esta escala termine por comprometer los rigores habituales que las evidencias científicas suelen tener y potencialice las olas de desinformación. “No solo luchamos contra una epidemia; estamos luchando contra una infodemia”, afirma el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.

“Además de las implicaciones de la desinformación, la credibilidad de la academia científica podría también terminar con secuelas”.

“Sabemos que todo brote irá acompañado de una especie de tsunami de información, pero además dentro de esta información siempre hay desinformación, rumores, etc. Sabemos que incluso en la Edad Media existía este fenómeno. Pero la diferencia ahora con las redes sociales es que este fenómeno se amplifica, va más rápido y más lejos, como los virus que viajan con las personas y van más rápido y más lejos”, comenta Sylvie Brand.

El problema reside en que estos recursos, al estar completamente abiertos al público general, pueden llegar a considerarse como evidencias científicas cuando aún no han sido aprobados. Si la comunidad global llegara a considerar concluyentes hallazgos que carecen de soporte, podría generar graves consecuencias. Sobre todo, en aquellas investigaciones que contribuyen a la desinformación con respecto a tratamientos e índices de mortalidad del virus.

Jeffrey Lazarus, profesor de investigación asociado del Instituto de Salud Global de Barcelona, explicó para el Times Higher Education: “Puede ser increíblemente peligroso si un artículo no revisado sobre, digamos, un posible tratamiento de COVID-19 aparece en una preimpresión y es recogido por alguien sin que los hallazgos sean debidamente revisado”, dice Lazarus. “Hemos visto a personas acaparar medicamentos contra la malaria porque podrían tener algunos beneficios [en el tratamiento de COVID-19] sin darse cuenta del riesgo de tomar estos medicamentos”.

A consecuencia de la atención pública que se le está brindando a hallazgos aún no concluyentes, sitios como bioRxiv, en un intento por detener los peligros de la automedicación, ya han decidido no publicar más estudios computacionales sobre potenciales tratamientos para el coronavirus.

Además de las implicaciones de la desinformación ya mencionadas, la credibilidad de la academia científica podría también terminar con secuelas. “Los revisores y editores requieren vigilancia para evitar que dichos manuscritos se conviertan en evidencia publicada defectuosa, lo que tiene el potencial de influir desfavorablemente en el discurso científico y público, lo que resulta en confusión, malas decisiones políticas y desconfianza del público en la ciencia”, afirma el artículo de Nature.

El impacto de los preprints a largo plazo

Por otro lado, los preprints podrían generar cambios permanentes en la cultura de la publicación académico-científica. El acceso abierto ha estrechado la relación entre usuarios comunes y la investigación. Las transformaciones significativas en el consumo de la literatura especializada, definitivamente abrirá una puerta para la discusión general de la ciencia.

Estas reformas se replican en los procesos burocráticos que anteriormente inundaban la difusión académica. En vista del factor faltante de la revisión por pares en los servidores de preprints, surgen sitios como Rapid Reviews: COVID-19, fundado apenas este año por MIT press y la Universidad de California, Berkeley. Este utiliza la inteligencia artificial para democratizar el sistema de revisión y fortalecer la calidad científica aún en las versiones preliminares.

“La pandemia ha exacerbado aún más la brecha de género ya existente en el área de investigación”.

Las ‘revisiones rápidas’ se proponen como ventajosas ante las sistemáticas, cuyo método requiere de mayores recursos y rango de tiempo. Además, en este último, los procesos de corrección y comunicación entre colegas es mucho más complejo. Recursos como los que ofrece RR:C19, permanecerán en la comunidad científica como una opción mucho más asequible para aquellos autores en necesidad de revisiones más transparentes.

Esta popularización de recursos abiertos y sitios de preprint, también representan una gran oportunidad para comunidades académicas muchas veces relegada. La mediatización de información global está comenzando a reducir barreras entre científicos que pertenecen a universidades no occidentales.

La brecha de género en la investigación científica

Sin embargo, este escenario no se replica para las mujeres en la ciencia. Ciertamente, la pandemia ha exacerbado aún más la brecha de género ya existente en el área de investigación. Diversos análisis sugieren que las mujeres están publicando menos manuscritos e iniciando menos proyectos de investigación que sus colegas hombres durante la pandemia.

Encima de las implicaciones que el coronavirus tuvo sobre proyectos ya avanzados, la productividad en las mujeres enfrenta otros retos. La división en las responsabilidades del hogar y el cuidado de los hijos es constantemente dispar, y esto ha tenido su efecto en la representación femenina dentro de la ciencia.

La disparidad de género quizá generaría también serios problemas con relación a la investigación objetiva: en una escasez de investigaciones producidas por mujeres, muchos hallazgos fundamentales en términos de diversidad quedarían relegados, y los sesgos en la academia podrían agudizarse.

Aquellos que no están sufriendo con esta carga extra, están apoderándose de las ventajas que el confinamiento ofrece sólo a unos pocos privilegiados. Olga Shurchkov, economista de Wellesley College en Massachusetts, menciona para Nature que, “desafortunadamente, estos hallazgos no son sorprendentes”, y si esta problemática se ignorara, “potencialmente puede tener graves consecuencias para la diversidad en el mundo académico».

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/

Comparte este contenido:

Cómo El COVID-19 Está transformando Los Rankings Universitarios

Por: Paola Villafuerte

El Times Higher Education lanza el más reciente ranking mundial y el efecto de la pandemia se vuelve visible en la disposición de lugares.

El 2020 ha sido definitivamente uno de los periodos más desafiantes que la educación superior ha tenido que sobrellevar. La pandemia por coronavirus (COVID-19) ha mostrado la manera en la que las universidades alrededor del mundo han sido pieza crucial para el desarrollo de departamentos de investigación, salud pública y conocimiento científico en sus países originarios. Entre escenarios complicados, existe una preocupación por el futuro financiero de estas mismas instituciones que durante este período, han contribuido considerablemente.

Estos efectos producidos por la pandemia, se vuelven visibles en la disposición de lugares de la última publicación del World University Rankings publicado por el Times Higher Education (THE). Esta clasificación, llevada a cabo desde el 2001, se rige bajo 13 indicadores agrupados en las siguientes cinco áreas: docencia (30 %), investigación (30 %), citas o influencia de investigación (30 %), visión internacional (7,5 %), e ingresos de la industria (2,5 %).

La edición del 2021, incluye más de 1500 universidades provenientes de 93 países, de los cuales, 27 de ellos tienen al menos una universidad entre las 200 mejores. El top 10 no nos toma por sorpresa, la Universidad de Oxford (Reino Unido) por quinto año consecutivo se lleva el primer lugar, seguido de Stanford (Estados Unidos) y Harvard (Estados Unidos), quienes escalaron varios lugares de la edición del 2020.

Top 10 THE World University Rankings

  1. Universidad de Oxford (Reino Unido)

  2. Universidad de Stanford (EE. UU.)

  3. Universidad de Harvard (EE. UU.)

  4. Instituto Tecnológico de California (EE. UU.)

  5. Instituto Tecnológico de Massachusetts (EE. UU.)

  6. Universidad de Cambridge (Reino Unido)

  7. Universidad de California, Berkeley (Estados Unidos)

  8. Universidad de Yale (EE. UU.)

  9. Universidad de Princeton (Estados Unidos)

  10. La Universidad de Chicago (EE. UU.)

Entre los mejores países representados en las tablas, están Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania, Australia, Países Bajos, China y Japón. Estos dos últimos han ascendido ampliamente en distintas clasificaciones universitarias, como el QS Ranking y el Shanghai Ranking. Especialmente, China avanza aceleradamente tras los expertos prevén un crecimiento en el país catalizado por la pandemia.

China se abre paso en las clasificaciones mundiales

Según el reporte de resultados de THE, en el último año el país asiático ha duplicado el número de instituciones dentro del top 100, de tres a seis, y la mayoría de sus mejores 20 universidades ha mantenido o mejorado su desempeño.

Wei Zhang, profesora en la Universidad de Leicester, mencionó para Times Higher Education, que el hecho de que la pandemia estuviera teniendo un mayor impacto en Estados Unidos, podría acelerar el progreso de China para ponerse al día con la investigación del país. «La pandemia puede brindar a las universidades chinas la oportunidad de cerrar la brecha con las instituciones estadounidenses».

China en los rankings mundiales

  1. Universidad de Tsinghua (# 20 en la clasificación mundial)

  2. Universidad de Pekín (# 23 en la clasificación mundial)

  3. Universidad Fudan (# 70 en la clasificación mundial)

  4. Universidad de Ciencia y Tecnología de China (# 87 en la clasificación mundial)

  5. Universidad de Zhejiang (# 94 en la clasificación mundial)

  6. Universidad Jiao Tong de Shanghai (# 100 en la clasificación mundial)

Se anticipa que el país asiático se convertirá en hogar para universidades con mucho potencial de contribución en materia de investigación. Sin embargo, tanto la pandemia como la tensión geopolítica podrían obstaculizar su progreso.

La educación superior de Estados Unidos, por otro lado, se encuentra en una situación no tan prometedora. Aunque el país sigue dominando las tablas, la mitad de sus 20 principales instituciones han descendido en clasificaciones. Zhang afirma que la crisis del coronavirus deja al sector de la educación superior de EE. UU. en una “posición financiera crítica” con consecuencias como “la reducción de los ingresos y gastos universitarios y el despido de personal docente e investigador temporal, lo que afecta la productividad de la investigación y la reputación institucional, que son fundamentales para los rankings universitarios mundiales».

Esta comparación toma relevancia al analizar las expectativas de los líderes educativos en ambos países. La encuesta Leader Survey, encontró que el 87 % de las autoridades educativas participantes de Norte América espera quiebras financieras en universidades, a comparación del 17 % de los encuestados pertenecientes al este de Asia.

«La pandemia puede brindar a las universidades chinas la oportunidad de cerrar la brecha con las instituciones estadounidenses».

Igualmente, el reporte del THE World University Rankings, apunta que el país asiático está eliminando disparidades entre estos dos países en materia de investigación. Por primera vez este año, la calidad de exploración científica perteneciente a universidades de rango medio, están comenzando a nivelarse. Esto se replica en el ingreso por investigaciones, donde China supera a Estados Unidos en esta última edición.

“A largo plazo, el ascenso de China podría representar una amenaza para el dominio de las universidades estadounidenses en las clasificaciones”, menciona Marijk van der Wende, profesora en la Universidad de Utrecht.

Academia Latinoamericana

Las consecuencias que supone este periodo no se replican de la misma manera en la Academia Latinoamericana. Ellie Bothwell, escribe que la pandemia ha forzado una reevaluación de la educación superior, especialmente en esta región. “Las universidades brasileñas se han visto afectadas por grandes recortes de fondos desde 2019 y enfrentan restricciones en la cantidad de investigadores que pueden viajar a conferencias internacionales. En Chile, ha habido protestas por el alto costo de la educación superior. Y en Venezuela ha habido una gran caída en la cantidad de investigación producida por académicos”.

“El papel que las universidades ejerzan en la investigación científica y calidad docente representará una pieza importante de su perfil en el futuro”.

En el ranking, la representación de las universidades latinoamericanas decae en algunos sectores y se refuerza en otros. Un total de 18 instituciones, la mayoría pertenecientes a Brasil, se encontraron entre los 800 primeros lugares. Además del último mencionado, los países mejor representados en las tablas son Chile, México, Colombia, Costa Rica y Perú.

En la clasificación de universidades latinoamericanas, THE Latin American University Rankings, publicada en Julio, Jamaica se posiciona por primera vez en el top 20 y la Pontificia Universidad Católica de Chile encabeza la lista. Uruguay es el único nuevo país que ingresa al ranking y en México, el Tecnológico de Monterrey escala y se encuentra en el cuarto lugar.

Top 10 universidades latinoamericanas 2020

  1. Pontificia Universidad Católica de Chile (Chile)

  2.  Universidad de São Paulo (Brasil)

  3. Universidad de Campinas (Brasil)

  4. Tecnológico de Monterrey (México)

  5. Universidad Federal de Minas Gerais (Brasil)

  6. Universidad Federal de São Paulo (UNIFESP) (Brasil)

  7. Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro (PUC-Rio) (Brasil)

  8. Universidad de Chile (Chile)

  9. Universidad Federal de Santa Catarina (Brasil)

  10. Universidad Estatal de São Paulo (UNESP) (Brasil)

Pero muchas otras instituciones se encuentran en declive en las posiciones por bajas puntuaciones en docencia. Por otro lado, el QS califica a la Universidad Autónoma de México y al Tec de Monterrey entre las mejores cinco universidades de Latinoamérica y las dos mejores en el país.

Universidades Españolas

En esta clasificación del de España destacan respectivamente, la Universidad Pompeu Fabra (#152), la Universitat Autònoma de Barcelona (#182), y la Universidad de Barcelona (#198).

Cabe destacar que  la Universidad Abierta de Cataluña (UOC), fundada en 1994, es la única universidad en línea española que se encuentra en la tabla entre las posiciones 601-800. Esta institución, con sede en Barcelona, ofrece más de 27 licenciaturas y 44 maestrías ofrecidas y cuenta con cerca de 50,000 alumnos inscritos. Esta universidad online comparte posición con la Open University del Reino Unido, también líder en e-learning.

Secuelas de la pandemia

Los efectos del coronavirus son visibles en medidores específicos de las tablas, como la investigación científica y calidad docente. El cambio imprevisto de la educación superior a modalidad online ha surgido, en algunos escenarios, como potencializador de las interacciones internacionales entre universidades y un aumento de investigaciones científicas sin precedente alguno.

Sin duda, el papel que las universidades ejerzan especialmente en estos dos rubros representará una pieza importante de su perfil en el futuro. Louise Richardson, vicerrectora de la Universidad de Oxford, explica para THE, que su perfil de investigación “nunca ha sido más alto que en la actualidad”, aspecto que ha destacado exitosamente a la institución en las clasificaciones.

Sin embargo, la cantidad tan creciente de investigaciones científicas durante este periodo ha generado ciertas sospechas en áreas educativas. Un artículo de Nature, plantea que la rapidez y tasa de publicaciones de investigaciones sobre el coronavirus, representa un riesgo para la calidad y transparencia de la información. Muchas revistas científicas se vieron en la necesidad de trabajar con colaboradores antes desconocidos, produciendo artículos bajo límites de entrega sumamente estrechos. Esto termina por hacer de las publicaciones científicas durante la pandemia, un reto añadido a la crisis del COVID-19.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/rankings-universitarios-pospandemia

Comparte este contenido:

Descolonizar la ciencia: ¿qué es “parachute science”?

Por: Paola Estrada Villafuerte

 

Siglos después del dominio imperial, la academia no occidental continúa en la construcción de mecanismos para afianzar la investigación y el talento científico local. 

Durante el siglo XVII, tras las constantes invasiones occidentales a su territorio, los indígenas del Amazonas cayeron enfermos por padecimientos hasta entonces desconocidos por los médicos locales. Sus tratamientos ancestrales no resultaron eficaces y tuvieron que recurrir a la ciencia y hospitales de aquellos que introdujeron la enfermedad.

Las acciones realizadas por parte de los imperios europeos para el control de los contagios en estas comunidades llevaron al control de dietas, rutinas y movimientos de sus habitantes. David Arnold denominó este proceso político como la “Colonización del Cuerpo”, donde la medicina occidental se convirtió en un arma para asegurar el dominio imperial.

En estas circunstancias, la ciencia se utilizó para establecer una jerarquía definitiva en función del poder europeo, donde el pensamiento hegemónico se posicionó como verdad absoluta e indiscutible y terminó por monopolizar el conocimiento. Según Jorge Molero-Mesa, profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), la estrategia tras su “infalibilidad” residía en un menosprecio y descrédito constante de los métodos indígenas. Este discurso se diferenciaba de otros mecanismos de colonización, ya que, a diferencia de conceptos religiosos, de orden social y económicos, la medicina no admitía ninguna discusión de su validez universal.

Desde el punto de vista imperialista, el pueblo indígena, al desconocer las metodologías occidentales, se encontraba en un “atraso secular” significativo, por lo que colocaban al proceso colonizador como un medio moralmente justificado. Sophie Bessis lo explica de la siguiente manera: “La paradoja de la ciencia occidental reside en su facultad de producir universales, elevarlos al rango de lo absoluto, violar con un fascinante espíritu sistemático los principios que de ellos derivan y elaborar las justificaciones teóricas de estas violaciones”.

La subordinación epistemológica entonces generada, pretendió alargar la dependencia científica y tecnológica de los países colonizados el mayor tiempo posible. Estos conocimientos eran ofrecidos como un regalo divino de lo que significaba para las autoridades europeas, “el fin de la barbarie y el comienzo de la civilización”, relegando así la medicina nativa a un papel secundario en el desarrollo de investigaciones científicas.

El éxito científico europeo en este periodo se basó en el saqueo de pueblos colonizados, ya que los mismos procesos violentos que le otorgaron al imperialismo su poder, fueron utilizados para generar el conocimiento científico de la época. “La ciencia moderna se construyó efectivamente sobre un sistema que explotaba a millones de personas. Al mismo tiempo, ayudó a justificar y sostener esa explotación, en formas que influyeron enormemente en cómo los europeos veían a otras razas y países”, menciona Rohan Deb Roy para Smithsonian Magazine.

La medicina occidental es considerada como una de las herramientas más poderosas y penetrantes de todo el proceso de colonización, y este último, como uno de los legados más duraderos que prevalecen aún en las tendencias de la ciencia actual.

“Colonial Science” o “Parachute Science” en la academia moderna 

Asha de Vos, fundadora de Oceanswell, la primera organización de investigación y educación sobre conservación marina de Sri Lanka, explica para Scientific American, el término parachute science como “el modelo de conservación donde los investigadores del mundo desarrollado llegan a países subdesarrollados, investigan y se van sin ninguna inversión en capacidad humana o infraestructura.” Consecuentemente, esto “crea una dependencia de la experiencia externa y paraliza los esfuerzos locales de conservación. El trabajo es impulsado por motivos y necesidades personales, lo que lleva a un desequilibrio de poder desfavorable.”

Este método implica que distintas instituciones educativas poderosas y corporaciones privadas se benefician de investigaciones y cuerpos académicos que se encuentran bajo la dependencia financiera y disciplinaria de sus países originarios. E igualmente, da prioridad a las experiencias y descubrimientos de las primeras mencionadas.

A raíz, se ha tenido como resultado diversos llamados a “descolonizar la ciencia”. La revista científica Nature define esto último como un movimiento para eliminar, o al menos mitigar, el legado desproporcionado del pensamiento y la cultura europea en la educación; teniendo como objetivo principal la generación de fuentes de investigación equitativas, a la par de inversiones continuas en talento e infraestructuras científicas locales.

En distintos escenarios, la huella de la jerarquía científica puede observarse aún muy presente. La mayoría de las revistas, investigaciones académicas y rankings pertenecen a las instituciones de Estados Unidos y Europa Occidental. “La colaboración científica entre países puede ser una forma fructífera de compartir habilidades y conocimientos, y aprender de las ideas intelectuales de los demás. Pero cuando una parte económicamente más débil del mundo colabora casi exclusivamente con socios científicos muy fuertes, puede tomar la forma de dependencia, si no de subordinación”, menciona Deb Roy.

Un estudio de la Academia Húngara de Ciencias elaborado en el 2003, analizó las publicaciones revisadas por pares de más de 7000 revistas en todas las ciencias y encontró que las publicaciones de investigación realizadas en los países menos desarrollados, no tienen coautoría de institutos de investigación locales en el 70 % de los casos, y que la mayoría de los trabajos son publicados por institutos de investigación de los países más industrializados del mundo.

En el mismo estudio, se examinaron las posibles causas de estas tendencias entre las opiniones de los autores antes mencionados y muchas de ellas definen las tácticas utilizadas por investigadores de países desarrollados que avalan la importancia del reconocimiento en la contribución, pero excluyen deliberada y sistemáticamente la coautoría de instituciones más pequeñas, como una forma de neocolonialismo científico.

“Descolonizar y no solo diversificar los planes de estudio es reconocer que el conocimiento está inevitablemente marcado por las relaciones de poder”.

También se encontró que, en la mayoría de los estudios elaborados, los científicos locales eran mucho más propensos a realizar trabajo de campo en su propio país para investigadores extranjeros. Igualmente, la poca representación y discriminación hacia investigadores que pertenecen a minorías étnicas –aún más si son mujeres–, habla mucho acerca de los obstáculos que la ciencia todavía aloja para todos aquellos que no forman parte del prototipo científico occidental.

Pew Research Center encontró que las personas de etnias racializadas trabajando en las áreas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas por sus siglas en inglés) son cuatro veces más propensas que las personas caucásicas a decir que su lugar de trabajo no presta suficiente atención al aumento de la diversidad racial y étnica. Cerca de la mitad de ellos menciona que han llegado a experimentar discriminación laboral, y “aproximadamente uno de cada ocho (12 %) de este grupo dice que se han enfrentado a barreras específicas en la contratación, promociones y salarios en forma de salarios más bajos o menos oportunidades de promoción que sus compañeros blancos”. “El lugar de trabajo todavía está orientado a la promoción de los blancos sobre las minorías, independientemente de las leyes vigentes para promover la igualdad en la fuerza laboral”, explica uno de los encuestados.

En casos donde la subordinación sistémica racial se une con el sexismo, el escenario se torna menos alentador. La UNESCO afirma que en Sub Sahara, solo el 30 % de los investigadores en todas las ramas son mujeres. Muchas de las que se encuentran en los campos STEM, tienden a abandonar carreras de investigación científica en su segundo año, ya que el sistema en el que se encuentran no fue creado ni se ha adaptado para su protección e impulsión académica. Y para aquellas que ya se encuentran trabajando profesionalmente, las responsabilidades y el poder para tomar decisiones se encuentran bastante minimizadas.

Consecuencias en esta problemática tras la pandemia

Asha de Vos también explica cómo en áreas de conservación ambiental, las investigaciones en países extranjeros se vieron afectadas tras el confinamiento por el coronavirus. Muchos de los investigadores que no trabajaron en la capacitación continua de socios locales para el trabajo de campo, tendrían que afrontar un agujero de datos en recolecciones científicas que ya llevaban años trabajando.

Mientras las fronteras permanecen cerradas y el mundo en práctico aislamiento, Asha afirma que “este período resalta la necesidad de asociaciones sólidas en el terreno si queremos tener éxito en nuestros esfuerzos de conservación”.

Pasos en el proceso de descolonización científica

Rohan Deb Roy sugiere que se debe alentar a las instituciones, organizaciones y museos que cuentan con colecciones imperiales a reflexionar los procesos políticos violentos en los que estos objetos de conocimiento global fueron adquiridos. Esto con el propósito de proporcionar investigaciones mucho más éticas y democráticas.

En el mismo rubro, las colaboraciones científicas mencionadas con anterioridad deben sufrir cambios transversales en los métodos de reconocimiento para coautorías e investigaciones científicas fuera del mundo hegemónico. Comenzar la conversación sobre los limitantes que la academia no convencional ha tenido que sufrir también generaría un cambio significativo en la participación de estas dentro de la creación científica.

“Un currículum descolonizado traería al diálogo cuestiones de clase, casta, raza, género, habilidad y sexualidad, en lugar de pretender que existe algún tipo de identidad genérica que todos compartimos”.

La difusión de un aprendizaje con fuentes equitativas es crucial para la reflexión y memoria colectiva consciente acerca del camino no siempre ético que el descubrimiento científico recorrió durante la historia. Los alumnos deben tener la oportunidad de conocer el uso que la medicina occidental tuvo en el proceso colonizador y en la creación de prejuicios raciales y sexistas que aún persisten en el mundo moderno. Deb Roy también afirma que una reconstrucción en el conocimiento dominado por el hombre blanco europeo es necesaria, y aún más, que esta historia descolonizada del desarrollo de la ciencia llegue a las escuelas.

Priyamvada Gopal, profesora de la universidad de Cambridge señala que “descolonizar y no solo diversificar los planes de estudio es reconocer que el conocimiento está inevitablemente marcado por las relaciones de poder. Un currículum descolonizado traería al diálogo entre sí cuestiones de clase, casta, raza, género, habilidad y sexualidad, en lugar de pretender que existe algún tipo de identidad genérica que todos compartimos”. También apunta que aquellas minorías no acostumbradas a verse reflejadas en el desarrollo científico del mundo moderno tienen el mismo derecho que “los hombres blancos de élite para comprender cuál ha sido su propio papel en la forja de logros artísticos e intelectuales”.

Aunque la mayoría de las universidades que ha decidido realizar acciones al respecto, ha empezado por incrementar el número de investigadores provenientes de estos grupos, distintas fuentes aseveran que una evolución del conocimiento únicamente occidental deberá empezar a destacar la contribución histórica de comunidades marginalizadas en la historia y enfrentar ciertos aspectos desagradables de la historia en la ciencia.

El llamado hacia la eliminación del parachute science, es un tanto más complejo que sólo un aumento en el número de autorías de investigadores minoritarios en papeles científicos (aunque también muy necesario). Principalmente, es transformar la manera en la que se leen los textos convencionales y hacer preguntas incómodas acerca de los procesos científicos que se llevaron a cabo en siglos anteriores. “La descolonización va a suceder en la mente”, dice Siyanda Makaula para Nature.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/ciencia-colonialismo

 

 

Comparte este contenido:

Nuevo informe diseña un ranking universitario basado en el impacto social

Por: Paola Estrada Villafuerte

El reporte desarrollado por el King’s College London, la Universidad de Chicago y la Universidad de Melbourne explica la necesidad de implementar clasificaciones mundiales para el estudio de la educación superior en las necesidades sociales.

Las universidades están creando un impacto positivo dentro de sus comunidades, sin embargo, a comparación del número de publicaciones científicas o la calidad educativa, el impacto social no se está midiendo. Advancing University Engagement: University engagement and global league tables, el nuevo informe desarrollado por el King’s College London, la Universidad de Chicago y la Universidad de Melbourne, discute la visibilidad que se le brinda al valor social de la educación superior en las métricas de rankings globales. Los vicepresidentes y actores principales de estas universidades, en conjunto con la consultora de gestión Nous Group, han desarrollado un nuevo marco de referencia para clasificar las instituciones, según su nivel de compromiso social, que podría incluirse en estas clasificaciones globales.

Si las universidades pudieran desarrollar algunas medidas objetivas para esta participación, tal vez podrían encontrar formas de integrar estas medidas en las diversas metodologías que se utilizan para definir el «rendimiento» o la «calidad» de una universidad, se argumenta en el reporte.

Además, se presume que la implementación de esta clasificación, alentaría a las universidades a destinar mayores fondos y esfuerzos para beneficiar a las necesidades sociales, ya que existirían reportes que potencialicen la visibilidad de esta área en el sector educativo. Advancing University Engagement, pretende brindar evidencia para eliminar el escepticismo creciente hacia la educación superior que ha incrementado entre precios elevados e inequidades en el aprendizaje. “Las universidades son a menudo las instituciones de anclaje en sus comunidades y, como tales, tienen la capacidad de tener un tremendo impacto positivo», señaló Derek R.B. Douglas, Vicepresidente de Participación Cívica y Asuntos Externos de la Universidad de Chicago. Reconocer el valor social que las universidades brindan a su comunidad “demostraría el retorno de la inversión de fondos públicos en términos accesibles”. Además agregó que el marco de este informe “proporcionaría una forma concreta de medir ese impacto y alentaría a las universidades a no solo invertir más en la participación en un momento en que las necesidades sociales son más apremiantes, sino que también lo convertirían en el centro de su identidad como institución».

En el tercer estudio piloto de este reporte, participaron más de 15 universidades del Reino Unido, Estados Unidos, Australia, América Latina, Asia y Canadá y recibieron retroalimentación del sector global de educación superior. A partir de aquí, se desarrollaron una serie de indicadores de compromiso cívico clave en el informe.

Ocho indicadores de compromiso cívico en las universidades

  1. Responsabilidad universitaria con el compromiso social: compromiso de participación social en el liderazgo superior y en la estrategia universitaria

  2. Opinión comunitaria de la universidad: Visión de la universidad de los socios universitarios (comunidad, sin fines de lucro, negocios y gobierno).

  3. Acceso estudiantil: La proporción de estudiantes preuniversitarios que participan en un programa de «preparación universitaria» o «acceso». Esto demuestra que la institución apoya a grupos subrepresentados y se compromete a preparar a estas personas para la educación superior.

  4. Voluntariado: La proporción de estudiantes y personal que participan en programas de voluntariado / servicio dirigidos por la universidad. Esto demuestra que la institución facilita que sus miembros retribuyan a la comunidad.

  5. Alcance de investigación fuera de revistas académicas: La proporción de menciones no académicas (citas en literatura gris, medios de comunicación, documentos de política y otros lugares fuera de las revistas tradicionales) con el total de los resultados totales producidos por la universidad que se siguen.

  6. Aprendizaje comprometido con la comunidad dentro del currículo: La proporción del plan de estudios dedicado a la participación / aprendizaje de servicio y la proporción de estudiantes que participan en estos cursos. Las unidades o asignaturas dedicadas a la participación se definen como: los estudiantes reciben un crédito por el curso y tiene un elemento práctico de participación comunitaria. Esto excluye actividades vinculadas a la acreditación profesional.

  7. Compras socialmente responsables: La proporción del presupuesto negociable de la universidad que se gasta en adquisiciones vinculadas al beneficio social.

  8. Huella de carbono: Total de toneladas métricas de emisiones de carbono producidas por una universidad cada año. Incluidas las emisiones directas producidas por las operaciones de la universidad.

Los rankings universitarios suelen crear un precepto de la calidad educativa que las universidades participantes brindan, y estas clasificaciones, al moverse entre grandes sitios publicitarios, tienden a influenciar las decisiones tomadas por las instituciones. Advancing University Engagement, menciona que desea hacer uso de esta misma influencia para reconocer mejor la participación social.

El director de la Fundación UPP explica: «Las clasificaciones son problemáticas por una variedad de razones, pero si bien queremos desear que se eliminen, la realidad es que están aquí para quedarse. Por lo tanto, sería mucho mejor si las clasificaciones existentes y nuevas incluyeran el valor que las universidades aportan a la sociedad para que brinden una imagen más completa de nuestro sector. El informe proporciona una contribución importante a este debate e incluye una gama sensata de indicadores”. La crisis actual tan sólo acentúa la necesidad de medir y dar a conocer el valor social que la educación superior brinda. Este informe es el inicio prometedor a una cultura más cívica y socialmente responsable dentro de los rankings globales. Los autores mencionan que dentro de los siguientes pasos para dar seguimiento a esta publicación, se encuentra la búsqueda de colaboraciones y socios que ayuden a llevar al siguiente nivel el compromiso social dentro de las universidades.

Fuente e Imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/rankings-universitarios-impacto-social

Comparte este contenido:

La Agenda 2030 y el papel de las universidades latinoamericanas

Por: Paola Estrada Villafuerte

Las publicaciones recientes de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible, ofrecen una guía para las universidades en su camino hacia la implementación de los ODS.

A cinco años de la definición de los Objetivos y Metas de Desarrollo Sostenible (ODS), las instituciones educativas continúan detallando los pasos a seguir para su implementación en las comunidades universitarias. Estos 17 objetivos, adoptados por la ONU en septiembre del 2015, forman parte de la Agenda 2030 y dan continuidad a la Declaración del Milenio. Cada uno contiene metas específicas a alcanzarse en los próximos 15 años y aborda temáticas necesarias para el desarrollo humano óptimo dentro de los actores internacionales involucrados. Se plantean líneas de desarrollo en materia de igualdad de género, reducción de desigualdades, acción por el clima, educación de calidad, entre otros.

La Universidad, como institución principal de difusión de conocimiento, es pieza clave en el progreso de estas metas. Desde su incorporación, la academia ha tenido que establecer nuevas medidas educativas que se acoplen a la formación de ciudadanos y comunidades de aprendizaje con consciencia humana. La Red Española para el Desarrollo Sostenible (REDS), presentó durante el webinar, Las Universidades como Agentes del Cambio, dos distintos documentos de gran importancia en este eje temático: la guía «Cómo evaluar la contribución a los ODS de las universidades» y el dosier «Casos prácticos de Educación para los ODS». Ambos reflexionan sobre la transformación que las instituciones requieren para ocupar un papel de liderazgo en la acción de la Agenda 2030.

El papel de las universidades en la implementación de los ODS

La educación superior es incuestionablemente un potencializador de la innovación y de ciudadanos con sentido humano. Suele destacarse el papel de este actor precisamente en el cuarto ODS: educación inclusiva, equitativa y de calidad. Y para que esto se lleve a cabo, se espera que estos objetivos se aborden de forma transversal en todas las distintas áreas de la vida universitaria: formación, investigación y extensión. Siendo así que se debe involucrar a todos los que conforman las instituciones educativas de manera directa e indirecta.

“Se ha puesto en evidencia la necesidad de actuar y acelerar los procesos en marcha para lograr la transformación de nuestras sociedades, para lo cual las universidades son piezas fundamentales”.

Objetivos de Desarrollo Sostenible.

La Universidad de Alcalá, explica que la academia desempeña un papel fundamental en la formación de la ciudadanía global, misma que construye estrategias socialmente responsables en sus estudiantes, quienes serán en un futuro agentes de cambio necesarios. Gran parte la educación directa que debería abordar problemáticas trascendentes, se desarrolla en el área docente y de investigación. Para entonces, generar una retroalimentación activa en la sociedad donde la universidad se desarrolla.

En este sentido, la universidad debería entonces también incorporar en estos campo las competencias adecuadas para la transmisión de visiones en el cumplimiento de los ODS. Desde una enseñanza  y búsqueda de información orientadas a la mejora social, se logra dar respuesta a los problemas que la Agenda 2030 aborda. Utilizar estos objetivos como referentes para la administración educativa, significa no sólo un progreso notable en su implementación oportuna, sino también una ventaja para aquellas universidades que deseen propiciar la construcción de alianzas con otros actores implicados y el acceso a diversas fuentes de financiación.

“México reprueba en ocho de los 17 ODS, mientras que en los nueve restantes, obtiene un puntuación intermedia, ya que a nivel regional en América Latina y el Caribe los principales desafíos tienen que ver con los altos niveles de desigualdad, de violencia e inseguridad”.

La guía “Cómo empezar con los ODS en las universidades”, publicada en el 2017 por la SDNS Australia/Pacific, fue de las primeras en su tipo y proporcionó información en cuanto a las herramientas necesarias en el vínculo de la Agenda 2030 y las instituciones educativas. Aquí se respondió la pregunta, ¿qué pueden hacer las universidades?

¿Qué pueden hacer las universidades para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible?

  • Dotar al alumnado de conocimientos, habilidades y motivación para entender y abordar los ODS.

  • Crear más oportunidades para la creación de capacidades de estudiantes y profesionales de países en desarrollo para abordar los desafíos relacionados con los ODS.

  • Apoyar todo el espectro de enfoques de investigación necesarios para abordar los ODS, incluida la investigación interdisciplinar y transdisciplinar.

  • Apoyar y fomentar la innovación para soluciones de desarrollo sostenible

  • Alinear las estructuras de gobierno universitario y las políticas operativas con los ODS.

A partir de esta publicación, la Red Española para el Desarrollo Sostenible, desarrolló eventualmente la importancia del papel de la actividad docente en su dosier mencionado anteriormente. Aquí, se proyectaron experiencias sobre la implementación de los ODS en esta área. Algunos de los más significativos logran servir como inspiración para otras universidades que se encuentran en el camino de la aplicación de la Agenda 2030 en sus comunidades educativas.

Igualmente, se plantea que una correcta iniciativa gira entorno a “proporcionar  a los  estudiantes  y  al  personal  de  la  universidad  los conocimientos, habilidades y actitudes necesarios para abordar los complejos desafíos del desarrollo sostenible a través de cualquier carrera o trayectoria vital que tomen”. Además de “implementar los ODS en la forma más apropiada a su  propio  marco  académico: estrategia y cultura de la universidad; particularidades de cada centro, titulaciones y asignaturas; así como los intereses y capacidades de su comunidad universitaria”. De modo que cada institución diseñe sus propios medios y planes de desarrollo, construidos a partir de la información proporcionada pero siempre en función de sus capacidades.

La guía “Cómo evaluar los ODS en las universidades”, brindó una propuesta de herramientas útiles para evaluar y monitorear la contribución de las universidades en el desarrollo de los ODS. Con una serie de tres indicadores para cada objetivo y estrategias que permiten su valoración, se intenta dar el seguimiento necesario para saber si su ejecución se está cumpliendo y si se presentan resultados significativos en áreas estudiantiles, docentes y de investigación. Más que la creación de una rúbrica estricta para la designación de un ranking institucional, la REDS brinda la oportunidad a las universidades de autoevaluar su progreso en la transmutación de valores de desarrollo sostenible.

Esta misma red también plantea que para que esta evaluación y el desarrollo mismo de los objetivos sean completos, se debe dar pie a la transdisciplinariedad. Las instituciones con un sistema de división rígido, podrían llegar a presentar dificultades en el desempeño por la búsqueda de los objetivos. “Es fundamental el trabajo en proyectos compartidos entre distintas facultades dentro del campus universitario, favoreciendo así los procesos de integración entre disciplinas, y contar con personas que lideren y dinamicen estos procesos de cambio”, explica Javier Benayas de la UAM.

Academia latinoamericana

Desde el 2017 en México, se implementó la Estrategia Nacional para la Puesta en Marcha de la Agenda 2030 y la instauración del Consejo Nacional de la Agenda 2030. Estas instituciones se proyectaron entonces como un paso concreto en la visión del 2030 con las universidades mexicanas. Un año después, la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior publicó el documento “Visión y acción 2030”. Este sugiere y crea un trazo claro del proceso que la academia mexicana debe atravesar para convertirse en un agente de cambio activo.

“Es fundamental el trabajo en proyectos compartidos entre distintas facultades dentro del campus universitario, favoreciendo así los procesos de integración entre disciplinas, y contar con personas que lideren y dinamicen estos procesos de cambio”.

Las instituciones líderes del país, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Tecnológico de Monterrey, se situaron en el sitio número 62 y número 101, respectivamente, en el Ranking de Impacto publicado por el Times Higher Education. Ambas universidades coordinan en conjunto la SDSN de México, establecida apenas hace un año y de primera mano con su entidad en Chile. Esta red de instituciones se mantienen desarrollando propuestas que propicien el involucramiento en problemáticas locales y globales. Desafortunadamente, “nuestro país reprueba en ocho de los 17 ODS, mientras que en los nueve restantes, obtiene un puntuación intermedia, ya que a nivel regional en América Latina y el Caribe los principales desafíos tienen que ver con los altos niveles de desigualdad, de violencia e inseguridad”, explica Miguel Ruiz Cabañas para CONECTA.

Sin embargo, las recientes publicaciones ofrecen para estos países el seguimiento oportuno para el trabajo continuo en la búsqueda de los ODS. La propuesta de evaluación, será una herramienta indispensable para todas aquellas universidades que se encuentran interesadas en la acción de la Agenda 2030 dentro de sus comunidades de aprendizaje.

¿Puede la crisis actual acelerar las acciones para contribuir a la Agenda 2030?

La REDS plantea que la pandemia de COVID-19  ha proporcionado el escenario ideal para comprender la importancia de la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Es fundamental identificar y fortalecer las herramientas que serán de gran utilidad para mantener su cumplimiento sobretodo en este panorama. “Se ha puesto en evidencia la necesidad de actuar y acelerar los procesos en marcha para lograr la transformación de nuestras sociedades, para lo cual las universidades son piezas fundamentales”.

Fuente e Imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/rol-de-las-universidades-agenda2030

Comparte este contenido:
Page 1 of 3
1 2 3