Educación para la democracia, paz y convivencia

En su libro “Education for the democracy: international experiences inventory”, el profesor Pedro Ignacio Leiva Neuenschwander afirma: “La educación para la democracia está orientada al desarrollo, socialización y discusión en torno a los valores democráticos, principios del buen vivir, derechos, deberes y obligaciones fundamentales que tenemos los peruanos y peruanas para lograr una convivencia armónica en la sociedad”. (https://tinyurl.com/bdduud9v)

En ese contexto, el proceso educativo se prolonga en la vida social con experiencias diarias de aprendizajes en la vida de los ciudadanos. De allí que el fortalecimiento y el impulso de la democracia depende del conocimiento y práctica activa de los valores y los principios del “buen vivir”, con participación de la ciudadanía protagonista y responsable de construir espacios de discusión.

Ante esta realidad social, es prioridad de los educadores poner en práctica, fomentar y difundir los valores y principios democráticos del “buen vivir” para formar a través del proceso de enseñanza a ciudadanos y ciudadanas solidarios, honestos, responsables, justos, tolerantes y comprometidos con su comunidad.

La democracia, como forma de vida, requiere del respeto de los derechos humanos y la práctica de los valores democráticos. La democracia es una forma de vida que hacemos cuando impulsamos la práctica de los valores democráticos como la justicia para contribuir al fortalecimiento de la cultura democrática.

La justicia es un valor que se ha convertido en un derecho garantizado por la Constitución Política del Perú en su artículo 139° sobre los Principios de la Administración de Justicia. En la Declaración Universal de los Derechos Humanos se considera que el respeto a la dignidad intrínseca y los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana, constituye el fundamento de la libertad, la justicia y la paz en el mundo.

La democracia, como sistema político moderno, es una forma de vivir en sociedad que sólo es viable si se fundamenta en conjunto de valores como la libertad, la igualdad, la justicia, el respeto, la tolerancia, el pluralismo y la participación, que requiere de una compleja estructura de procedimientos e instituciones que la hagan posible. Estos valores, que son fundamentales para su funcionamiento, son el resultado de la evolución de nuestras sociedades. Los siete valores fundamentales de la democracia son: Honestidad, Solidaridad, Responsabilidad, Pluralismo, Libertad, Justicia social, Tolerancia e Igualdad.

Estos temas se comentan en el estudio “La educación para una ciudadanía democrática en las instituciones educativas: Su abordaje sociopedagógico”.

“La educación ciudadana es uno de los temas educativos de mayor actualidad, además de abordar aspectos esenciales de la dimensión personal y social del estudiante, posee puntos de contacto importantes con otras direcciones de la práctica educativa”. (https://tinyurl.com/zfn5bmw2). Aun cuando en esta última década del siglo la democracia se ha perfilado como el sistema político en que se desarrolla la vida de los países latinoamericanos, el sistema democrático no ha sido capaz de dar respuesta a todas las necesidades sociales de sus naciones.

No olvidar el “caso peruano”. A propósito de la crisis de democracia, Alexander Benites y Luis Valverde en su ensayo “El estancamiento de la democracia en el Perú”, señalan que: “En las décadas de los años ochenta y noventa, los países latinoamericanos alcanzaron uno de los logros políticos más importantes desde su independencia: la conformación de regímenes con características mínimas para ser catalogados como democráticos”. (https://tinyurl.com/33zw3x3s). Sin embargo, los autores afirman que “el sistema político peruano empieza a degradarse de forma acelerada a raíz de la normalización del uso de mecanismos institucionales extremos, tales como la vacancia presidencial y la disolución del congreso”.

“Esta situación se produce, en parte, por la incapacidad de los gobiernos de la región para dar solución a las graves desigualdades sociales que han caracterizado al continente, pero también por la inexistencia de una institucionalidad realmente democrática. Los sistemas democráticos coexisten con una tradición política arraigada en el autoritarismo y la inexistencia de normas de tolerancia política o participación democrática” (Basombrío 1991, Chaffee, Morduchowiscz & Galperin 1997).

Educar para la ciudadanía democrática requiere pensar en forma integral y profunda en la organización completa del sistema educativo. Es fundamental que la escuela esté alerta a esta exigencia histórica que nos corresponde, el desarrollo del Perú.

Raúl AllainEscritor, sociólogo y analista político. Consultor Internacional en Derechos Humanos para la Asociación de Víctimas de Acoso Organizado y Tortura Electrónica (VIACTEC).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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La sociología de la información en la era del periodismo digital

En mi ensayo titulado “La revolución del periodismo digital” (https://tinyurl.com/3ypcb6sn) he analizado el impacto de las nuevas tecnologías de la información en el periodismo, tradicionalmente realizado a través de la prensa escrita (imprenta), radio y televisión. Dentro de la sociología de la comunicación me parece interesante destacar que en el nuevo panorama de los “mass media”, la comunicación no es patrimonio exclusivo de las grandes empresas o corporaciones gigantes de medios masivos o colectivos, sino que tiene ahora la presencia de una serie de nuevos actores, como lo son los medios digitales, foros de internet, “bloggers”, comunicadores independientes y redes sociales.

Observamos el auge de las “noticias en línea” así como las “transmisiones en vivo”, que tienen muchas plataformas sencillas de usar y “al alcance de todos”. Cada individuo se configura así como un creador en potencia de diversos contenidos.

Reitero que el rol protagónico de la Internet y los “periodistas digitales” no implica dejar de reconocer el papel importante que antaño tuvieron las grandes pensadores, filósofos, escritores y periodistas para defender la libertad de expresión, denunciar problemas sociales o propiciar la polémica y el debate sobre cuestiones fundamentales de la sociedad como el fin de las monarquías absolutas, los derechos humanos, la igualdad social, la abolición de la esclavitud, que fueron los motores de la llamada “Ilustración” en el siglo XVII y XIX, que fue muy importante para hechos históricos como la Revolución Francesa, la Independencia de los Estados Unidos o la Emancipación del Perú y los demás países de América. Ellos tuvieron un rol importante.

Sin embargo, en la época actual asistimos a un nuevo panorama. Pero, ¿cómo poder aprovechar las nuevas tecnologías en el periodismo participativo y no caer en el “ruido comunicativo”? Es decir –como señala el pensador Umberto Eco– evitar que las redes sociales se conviertan en un bullicio donde “los idiotas son los que tienen la palabra”.

Es importante que la calidad, trascendencia, importancia de los contenidos no se pierda en la “hiperinformación”, en la presencia de “basura comunicacional”, pues ahora que cada persona con acceso a internet o a un smartphone tiene la “capacidad” (la oportunidad) de crear contenidos, muchos de estos excelentes pero otros también mediocres o intrascendentes.

Lo cierto es que –y esto ya es prácticamente una opinión unánime en los foros académicos y todas las líneas de investigación– el presente y el futuro del periodismo está determinado profundamente por la irrupción de las nuevas tecnologías de la información, especialmente las redes sociales e internet, que están configurando una nueva forma de ejercicio periodístico, pero también con fuerte componente de entretenimiento incluso evasión de la realidad.

Conviven el periodismo de investigación, con los “memes”, “reels” de videos de humor, denuncias serias de problemas agobiantes junto con asuntos irrelevantes. Es la cara y el sello de este fenómeno de las redes sociales en internet. Ya lo había dicho Andy Warhol, el genio del “pop art” cuando pronosticó que en el futuro cada persona tendría “quince minutos de fama”.

Pero, desde otra óptica, esto una verdadera “revolución” que no solamente es un simple cambio de medio, sino que para el caso del periodismo serio, representa una praxis con sus propias características, especialmente en lo relacionado al “periodismo participativo” y “comunicación participativa”.

Creo que tenemos el deber de visualizar las fortalezas y oportunidades, pero también las debilidades y amenazas que tienen hoy el uso de las nuevas tecnologías. No debemos perder de vista que uno de los fines supremos del periodismo es la búsqueda y difusión de la verdad, y eso requiere investigar hechos concretos, buscar nuevas fuentes, contrastar datos para poder crear mensajes verdaderos.

Precisamente uno de los problemas que vemos ahora son las llamadas noticias falsas o “fake news” que –según ya se ha denunciado– abundan en redes sociales como Facebook y Twitter, entre otras, donde se “fabrican” contenidos sin tener en cuenta que estos correspondan objetivamente a la realidad.

En el otro extremo, se da el problema del excesivo protagonismo que en las redes sociales se da a la vida privada de las personas, lo cual no constituye noticia, sino que sólo abonan a satisfacer a un público ávido de entretenimiento. De allí que los “reality shows” tengan más sintonía que las páginas web de noticias.

Considero que es verdad lo que señalaba Nicholas Negroponte (1995) en su libro de Ser Digital(Being Digital), donde predijo que en el futuro las noticias en línea darían a los lectores la habilidad para escoger sólo los temas y las fuentes que les interesan.

Por ello es de suma importancia que las universidades y centros de capacitación de periodistas se enfoquen no solamente en las “habilidades tecnológicas”, sino que también se preocupen en una formación humanística que permita a los comunicadores poder tener capacidad de análisis de la realidad.

Raúl Allain. Escritor, sociólogo y analista político. Consultor Internacional en Derechos Humanos para la Asociación de Víctimas de Acoso Organizado y Tortura Electrónica (VIACTEC).

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Humanización del trabajo en la era de la “esclavitud digital”

Por Raúl Allain

Uno de los temas que como sociólogo vengo investigando es el trabajo en la era posmoderna actual y las tecnologías de información.

El trabajo “remoto” impone también sus propios condicionamientos, y asistimos a una especie de nueva revolución industrial, donde la opresión a trabajadores despersonalizados y consumidores compulsivos– ya no se ejerce en las fábricas sino desde la Internet, apelando incluso a sofisticadas técnicas psicológicas y neuromarketing.

Se aprecia modalidades de esclavitud laboral digital, frente a la ausencia o precariedad de un nuevo “Derecho laboral digital”. Las empresas digitales, incluso los Estados cada día están más centrados en buscar la digitalización de todos sus procesos y estamentos.

Al respecto, el peruano Dr. Mirko Maldonado-Meléndez –doctor en derecho por la Universidad del País Vasco y experto en derecho digital– reflexiona sobre la necesidad de la “digitalización de la administración pública”, advirtiendo que esta requiere “una dosis de reserva de humanidad en favor del ciudadano y la necesidad de que los poderes públicos pongan en debate la eventual creación de una carta de derechos digitales que asegure incluso el derecho a no ser digital” (https://tinyurl.com/y2tdcra8).

Pero el tema viene desde hace décadas. El escritor y filósofo Aldous Huxley (1894-1963) propuso hace medio siglo: “La esencia de la coerción psicológica consiste en que aquellos que actúan bajo su efecto tienen la impresión de que están actuando por iniciativa propia. La víctima de la manipulación mental no sabe que es víctima. Las rejas de su prisión le son invisibles, y cree que es libre. El hecho de que no es libre, solo es aparente para los demás. Su esclavitud es estrictamente objetiva”.

Así como propongo, actualmente con la llegada de la denominada “era de las frecuencias”, se está desarrollando la manipulación directa de los procesos cerebrales por intermedio de la tecnología electromagnética y el uso del espectro de las frecuencias con un fin determinado.

La perversa aplicación de las nuevas tecnologías está engendrando nuevas formas de esclavitud digital, que son parte del engranaje económico y generan nuevos modos de producción y mecanismos de adaptación social cada vez más virtuales.

El factor decisivo para la perpetuación de un sistema basado en el sometimiento objetivo, ha sido y sigue siendo el acondicionamiento subjetivo, es decir el control mental. Nada más eficaz para el sistema de trabajo que su autorreproducción en la psiquis y la mente de quienes lo sustentan con su fuerza de trabajo y “el sudor de sus frentes”, es decir, con la energía de sus propias vidas.

En este sentido, los trabajadores consumidores modernos, bajo los dictámenes del mercado laboral y del consumismo digital, son conducidos en la totalidad de sus vidas por una especie de “control remoto” y lejos de reconocer y romper su determinación ajena, constituyen sin duda y “ocultos a plena vista”, la nueva esclavitud del siglo XXI.

Parece que la esclavización de la mente y por ende del comportamiento del ser humano alcanza niveles irreversibles, a causa de la doblegación mental y corporal que actúa sin misericordia sobre sus víctimas para evitar que estas se rebelen contra un orden social intrínsecamente inhumano y explotador.

Quienes cuestionamos estos modos de esclavitud, seguiremos luchando en pos de la formación de una conciencia global que contrarreste y acabe con todas formas de explotación económica, opresión política, discriminación social y alienación humana.

Desde la “revolución industrial” en el siglo XIX, tenemos ahora un panorama de un nuevo “maquinismo” mediante la digitalización de los procesos productivos y virtualización del trabajo. Desde un enfoque sociológico, observamos que la mayoría de empresas e instituciones públicas y privadas no están utilizando adecuadamente los sistemas de gestión de personas, tradicionalmente denominados “recursos humanos”. Desde que se concibió la administración científica, se han hecho esfuerzos por optimizar los medios (tecnología, recursos económicos, materias primas, información y personas) en aras de alcanzar unos fines económicos.

Las empresas que desean consolidarse a través del tiempo no solamente necesitan contar con capital económico, sistemas de producción, comercialización y tecnología. La base para el éxito de una empresa es la persona humana, es decir: trabajadores (en primer lugar), colaboradores, socios, así como también el entorno social inmediato y todas las personas vinculadas con el gobierno local, proveedores y clientes.

Se requiere un estudio integral de lo que significa realmente “Dirección de personas” y su aplicación concreta en el desarrollo de sistemas de recursos humanos, detallando cómo se aplica, cómo se evalúan los resultados y que aspectos son más significativos: ¿el salario?, ¿el cumplimiento de contratos y leyes estatales?, ¿la capacitación?, ¿el clima laboral?, ¿la interacción con las familias?

Es necesario que las empresas en el Perú asimilen y desarrollen parámetros de modernidad, estableciendo líneas de gerencia de personal acordes con los tiempos actuales para enfocarse en desarrollar al máximo las capacidades humanas de los trabajadores, de motivarlos a mejorar sus talentos.

De acuerdo a los enfoques modernos (Romero, 1998; Caicedo, 2000), “se asume como gestión empresarial la forma de regulación del comportamiento de una colectividad social, que cuenta con recursos limitados, los cuales deben ser utilizados para el logro de unos objetivos que deben ser compartidos en su finalidad última”.

El trabajo directivo debe tener una finalidad. La gestión no existe por sí misma, ya que es el resultado de la interacción de múltiples factores, los cuales van construyendo un sistema de relaciones humanas, de manejo, de proyección y de visión de su vida cotidiana y de su futuro. De la gestión empresarial se obtienen objetivos y decisiones; los primeros orientan y guían la acción colectiva y las segundas seleccionan las combinaciones e interacciones que son necesarias para cumplir dichas metas (Caicedo, 2000).

No solamente se requiere que los trabajadores tengan una motivación externa (sueldo, salario, incentivos monetarios) sino que deben tener la oportunidad de desarrollar sus capacidades y talentos, deben ser capacitados permanentemente, deben identificarse con los objetivos institucionales de las empresas donde laboran, porque son la base de la organización. Y esto tendrá un impacto en la calidad del desempeño de la empresa.

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Educación emocional: un enfoque antropológico

Por: Raúl Allain

La importancia de la adaptación humana en tiempos de crisis es una exigencia. Por ello, es urgente que el Estado y la sociedad en general desarrollen la “educación emocional”, como requisito fundamental para el equilibrio personal y social.

Como antropólogo social, me preocupa analizar la necesidad y relevancia de la educación emocional de las personas, desde la infancia, niñez y adolescencia, con la finalidad de forjar su carácter y personalidad, así como cimentar valores éticos y humanos, reforzando la resiliencia o capacidad para enfrentar las situaciones adversas.

La lucha por la sobrevivencia y la realización personal son actividades inherentes a todo ser humano, para lo cual desde que nace tiene que forjar su personalidad, carácter, destrezas y habilidades para enfrentar la vida social y laboral.

En la actualidad, la sociedad peruana no está enfocando adecuadamente la formación de la persona, debido a que en el sistema educativo formal se le da más relevancia al aprendizaje de “saberes”, “ciencias” y “técnicas”, en desmedro del aprendizaje emocional.

La salud no es sólo la ausencia de enfermedad, sino que es un estado de bienestar integral que incluye también la estabilidad psicológica, emocional y social.

La mayoría de los llamados “problemas sociales”, son el fruto de situaciones traumáticas en el seno de la familia, y que luego originan traumas psicológicos, desadaptación social, que luego devienen en problemas más graves como pandillaje, adicción a drogas, alcohol y videojuegos (ludopatía), problemas de conducta, delincuencia, crimen organizado, femicidio, corrupción de funcionarios.

Para poder ser sostenible y prevenir problemas personales y sociales, es necesario que el Estado peruano y la sociedad en su conjunto se preocupen en desarrollar estrategias para la formación de la “Inteligencia emocional” de las personas, para que los individuos desarrollen “resiliencia”, es decir adaptación a situaciones adversas o frustrantes. Sólo de esa manera se podrá contar con ciudadanos psicológicamente estables y que aporten de manera positiva al desarrollo personal, familiar y social.

La sociedad, desde tiempos prehistóricos, impone exigencias a los individuos en su lucha diaria por existir. Si la lucha por la sobrevivencia en medio hostil, frente a las fuerzas de la naturaleza, fue el resorte que impulsó la existencia humana, en la actualidad los seres humanos siguen batallando con la necesidad de sobrevivir en un medio cada vez más competitivo. Lograr las necesidades básicas de alimentación, vivienda, vestido, así como las de educación y formación, así como la de conseguir “ser alguien” en la vida, se mantienen.

Sin embargo la actualidad, la vida moderna está marcada por el auge de las nuevas tecnologías, la internet, la velocidad de las comunicaciones y el fenómeno de la globalización, el impacto de las redes sociales en la vida cotidiana y ahora con la pandemia de coronavirus que está ocasionando más de cinco millones de muertes en el mundo, generando además un estado permanente de estrés, ansiedad y depresión, así como la adaptación a la “nueva normalidad” y a las normas de distanciamiento y uso de mascarillas. El impacto negativo en la economía se aprecia en el desempleo, baja rentabilidad, crisis social, aumento de la delincuencia.

Estos factores afectan la psiquis de los individuos. Tal como sucedía en la prehistoria, los que sobreviven son aquellos que tienen mejores cualidades. Y no sólo estamos refiriéndonos a la “instrucción”, “formación académica”, “títulos profesionales”, sino también a un componente fundamental: el desarrollo de la personalidad y lo que los psicólogos llaman “resiliencia”, es decir adaptación a situaciones adversas y frustrantes.

En la vida cotidiana se observan con frecuencia casos de personas que han tenido excelentes calificaciones en el colegio, que se evidencia en notas aprobatorias en las materias tradicionales, diplomas de excelencia, pero que luego han tenido dificultades en su vida personal y familiar. También hay muchos casos de jóvenes que egresan de las universidades con muy buenas notas, pero que en su vida personal han fracasado.

¿Qué sucedió? ¿Acaso las buenas notas son sinónimo de éxito en la vida? Y no nos referimos al éxito económico, porque también se observa que hay casos de profesionales que han tenido serias dificultades para manejar situaciones adversas, precisamente porque no tuvieron una educación emocional. Esto quiere decir que la “instrucción”, la educación escolar, técnico y universitaria requieren también un enfoque integral sobre el ser humano.

(*) Escritor, poeta, editor y sociólogo. Presidente del Instituto Peruano de la Juventud (IPJ) y director de Editorial Río Negro.

Fuente de la información: https://insurgenciamagisterial.com

Fotografía: RCM

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