Por: Edgard Sánchez
Con gran sorpresa y alegría estamos viendo en estos días el resurgimiento de un fuerte y masivo movimiento estudiantil que, paradojas de la historia, coincide con las fechas de aniversario de las gestas del Movimiento Estudiantil Popular de 1968, que por cierto no se limita a la tragedia de la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco. Consciente de su simbolismo, la Asamblea Interuniversitaria ha convocado a una primera manifestación en las calles para el 13 de septiembre, aniversario de la histórica «Marcha del Silencio» del 13 de septiembre de 1968, incluso con el mismo recorrido de aquella época.
Pero ante la sorpresa de este resurgimiento del movimiento estudiantil vuelven a presentarse especulaciones, intentos de explicaciones sobre su origen que se apoyan en la vieja teoría de la conspiración, tan utilizada por cierto por el anticomunista gobierno de Díaz Ordaz en 1968. La obsesión de estos teóricos de la conspiración se ubica en la agresión de los porros a los estudiantes del CCH Azcapotzalco que protestaban en la Torre de Rectoría el pasado lunes 3 de septiembre. Como sabemos, la respuesta a esta agresión de los porros se expresó,en la siguientes horas, en multitud de asambleas estudiantiles en escuelas y facultades y en la gigantesca movilización y concentración en Ciudad Universitaria el miércoles 5. Inmediatamente se iniciaron huelgas y paros estudiantiles durante esa semana y se conformó la Asamblea Interuniversitaria con representantes de las escuelas y facultades en movimiento.
Ante la dimensión del movimiento que está surgiendo, algunos analistas ponen el énfasis en el punto que lo detonó: la brutal e inesperada agresión de los porros a la protesta original de los estudiantes del CCH Azcapotzalco por demandas propias de su bachillerato. Ponen el énfasis en buscar lo que llaman «la mano que mueve la cuna», es decir a los autores intelectuales de la agresión, los que decidieron enviar a estos porros a atacar en plena Ciudad Universitaria y ante la mirada de decenas de medios de comunicación además del uso por parte de los estudiantes de las «redes sociales».
Es cierto que la agresión de los porros del día 3 ocurre de forma muy extraña, tanto por el salvajismo del ataque (con muchos jóvenes heridos entre ellos dos de gravedad, uno de la Facultad de Filosofía y otro de la Prepa 6) como por lo desproporcionado de la agresión, realizándola a la luz pública en CU y no como lo hacen cotidianamente en los planteles de bachillerato o en las calles aledañas a los mismos donde roban y atacan a los estudiantes. Parecería querer dejar un mensaje político, más que un descuido en la arbitrariedad de la agresión. Incluso por la presencia de funcionarios de la Universidad que aparecen en los videos en comunicación permanente con los porros durante las varias embestidas de ataque. El problema, sin embargo, es que la especulación sobre «la mano que mueve la cuna», sobre el origen e intención de la agresión o provocación de los porros se tiende, en consecuencia, a desacreditar al propio movimiento. Como si el movimiento fuera resultado de la provocación en el sentido de que siguiera la agenda, la intención, de los autores de la primera agresión. Independientemente del incidente inicial y del interés de quienes lo provocaron, debemos defender la legitimidad e independencia del movimiento que está surgiendo. Las y los estudiantes que se movilizan en asambleas y marchas, así como más compañeros que se van sumando o apoyando, sean maestros o empleados universitarios, así como de otros sectores en lucha, están conformando un movimiento auténtico y legítimo por sus propias demandas que incluyen en primer lugar el repudio al ataque del día 3 y el castigo y desmantelamiento de las estructuras porriles en la Universidad, así como nuevas y enriquecedoras demandas porque hay las condiciones sociales que lo permiten y no por ser resultado de un maquiavélico plan o conspiración.
A propósito del 68, hay que recordar que el histórico movimiento estudiantil de aquel año inició incidentalmente con el ataque de porros en las escuelas del rumbo de la Ciudadela, en la Preparatoria «Isaac Ochoterena» y en la Vocacional. El ataque de los porros generó una protesta de estudiantes del Poli que coincidió con un mitin en la Alameda por el aniversario de la Revolución Cubana el 26 de julio y las agresiones, ahora de la policía, se extendieron hasta el Barrio Universitario (que entonces se ubicaba alrededor del Zócalo) para culminar con la toma, por parte del ejército, de la Prepa 1 por medio del bazucaso que destruyó la puerta de la Prepa de San Ildefonso. Todo originado por agresiones de porros y policías entre el 22 y el 26 de julio. Los teóricos de la conspiración insistieron en buscar «la mano que mueve la cuna» y lo que querían lograr con su provocación (incluso llegaron a decir que casualmente los botes de basura del centro de la ciudad estaban llenos de piedras para que los estudiantes pudieran defenderse). Pero, de nuevo, independientemente del incidente inicial y los posibles autores e intenciones de la provocación surgió un auténtico y legítimo movimiento, con un programa propio (el pliego petitorio de 6 puntos), una dirección propia (el CNH) y métodos de lucha abiertos y públicos (las enormes manifestaciones y mítines) todo en lucha por libertades democráticas ante el asfixiante clima represivo y autoritario de los gobiernos del PRI. El propio Díaz Ordaz insistió en su propia teoría de la conspiración sosteniendo todo el tiempo que el movimiento era producto de «agitadores extranjeros», de alborotadores, de provocadores intentando boicotear las Olimpiadas de aquel año o de desestabilizar al país y sus instituciones. No hay que olvidar que su mano derecha era el entonces Secretario de Gobernación, Luis Echeverría que goza de impunidad y quien todavía está vivo, así como varios del equipo echeverrista ya en la Presidencia de la República que tuvieron importantes posiciones en el gobierno y en el PRI y que hoy siguen políticamente activos.
Desde entonces los porros constituían grupos de choque, con el pretexto de la «animación deportiva» para el control político de los estudiantes por medio de la violencia y la fuerza. El otro mecanismo de control y cooptación políticas eran las Federaciones de Estudiantes y Sociedades de Alumnos, estructuras hechas a imagen y semejanza del priísmo y el presidencialismo extendida a toda estructura política en México: Comité Ejecutivo con Presidente, secretarios, vocales, etc. Esta estructura con el movimiento del 68, con el CNH y los Comités de Lucha en general desapareció. Pero la estructura porril no desapareció. Fue siendo heredada a las siguientes administraciones universitarias y políticas.
Por esa razón es que en el caso de la Ciudad de México gobernada por el PRD desde 1997 se dió también otra peculiar evolución en paralelo a la degeneración e institucionalización de ese partido. En la combinación del oportunismo de charros y burócratas de las viejas estructuras del PRI en el DF y el desarrollo de un nuevo corporativismo desde el nuevo gobierno, algunos sindicatos con direcciones charras pero ubicados en el DF, organizaciones de vendedores ambulantes, de taxistas pasaron a ser de instrumentos de control del PRI a serlo del PRD y sus «tribus» en la Ciudad de México. Lo mismo ocurrió con grupos de porros sobre todo en escuelas de bachillerato en ciertas Delegaciones donde estas «tribus» perredistas crearon sus propios grupos de choque y que en los dos últimos procesos electorales los hemos visto actuar violentamente contra sus antiguos compañeros de partido, actualmente en Morena.
Por estas razones es que los que insisten en la teoría de la conspiración hoy, piensan que «la mano que mueve la cuna» puede provenir de los perdedores de la pasada campaña electoral: el PRI y el bloque PAN-PRD. ¿Con qué objetivo? Lo que sugieren estos analistas es que la provocación busca desestabilizar la «transición de terciopelo», la tersa transición de gobiernos que ha ofrecido AMLO. Una transición sin sobresaltos, ni rupturas, ni crisis, manteniendo las inversiones y la confianza de los empresarios y sin «revanchas» sino buscando la reconciliación.
El problema es que hay lopezobradoristas que son «más papistas que el Papa» y que insisten en considerar que cualquier lucha, resistencia, movimiento o reclamo hoy es imprudente, provocador o inconveniente para la tersa transición a la que se ha comprometido AMLO. Insultan a los movimientos diciendo que les parece una sospechosa casualidad que haya movimientos que luchan hoy y que -según ellos- no lo hicieron contra el gobierno de Peña u otros. Ignorantes a conveniencia no saben, por ejemplo, que la lucha contra el nuevo aeropuerto en la Ciudad de México tiene ya 18 años habiendo empezado en la época del gobierno de Fox, incluyendo la represión de mayo de 2006, cuando era gobernador del EdoMex Peña Nieto y que dicho aeropuerto es parte de un proyecto neoliberal apoyado por los gobiernos de todos los colores.
Esta visión equivocada no entiende que el triunfo de AMLO y Morena en las elecciones es en mucho resultado de un cambio en la relación de fuerzas y conciencia popular después de muchas luchas y resistencias contra las reformas neoliberales y la violencia impuestas por los anteriores gobiernos que llevó al hartazgo popular contra el PRIAN expresada el 1 de julio en las urnas Fueron luchas previas a las elecciones que se realizaron en forma paralela y frecuentemente en relación conflictiva con las campañas electorales. Por eso, esas luchas y otras han de continuar después de las elecciones y en todo caso aprovechar el debilitamiento de las estructuras corporativas del PRI después de su aparatosa derrota electoral y antes de que surja un nuevo corporativismo que quiera sujetar y administrar al movimiento.
El movimiento estudiantil que está surgiendo tiene claramente estas características autónomas y legítimas. Más allá de las provocaciones porriles del 3 de septiembre,el movimiento viene de un descontento y luchas previas que ahora fueron detonadas en una expresión masiva. No es solamente la agresión porril del día 3. Es una presencia cotidiana de los porros en Prepas y CCHs. Por eso, efectivamente, no basta con la expulsión de una docena de porros o el encarcelamiento de algunos de ellos o el cese de funcionarios bajos encargados de coordinar a estos porros, sino desmantelar completamente la estructura porril. Esa estructura porril está sostenida materialmente desde oficinas universitarias y también de partidos como el PRI y el PRD, en algunos casos desde gobiernos delegacionales. Desmantelar esta estructura es lo que también apunta a la necesaria lucha por democratización de la Universidad (y las otras instituciones de educación, como lo muestra la lucha de los del Poli hace unos años).
La crisis financiera en que viven diversas universidades en los estados, es también fuente -que em pieza ya a expresarse estos días- de otra fuente para un nuevo movimiento estudiantil. Esta lucha va más allá de la entrega de los reursos a las universidades, sino que es parte de la lucha contra la privatización de la educación y por la educación laica y gratuita.
Pero la violencia no se circunscribe a los porros. La otra demanda que desde la movilización de los compañeros del CCH Azcapozalco estaba ya enarbolada el 3 de septiembre es cuanto a la violencia contra las mujeres. Desde antes del 3 de septiembre ha surgido un fuerte movimiento de mujeres, jóvenes estudiantes, denunciando el acoso y hostigamiento sexuales de maestros, autoridades y estudiantes contra ellas. Esta violencia ha llegado incluso hasta el feminicidio en el propio campus universitario, como lo recuerda todo el tiempo el caso de Lesvy. Estas luchas vienen de atrás y son parte de un nuevo auge del movimiento de mujeres y del feminismo que se expresa no sólo en México, sino en América Latina (recuérdese el caso de Argentina, por ejemplo), en Estados Unidos (la movilización de mujeres contra Trump en su toma de posesión) y a nivel mundial. La teoría de la conspiración para desestabilizar la transición de terciopelo obviamente no sirve para un movimiento de tal amplitud. Es como el 68 mexicano precedido o siendo parte de la movilización de la juventud contra la guerra en Vietnam, el Mayo 68 francés o la Primavera de Praga.
No es casualidad que en la movilización del 5 de septiembre contó con importantes si no es que mayoritarios contingentes de jóvenes mujeres estudiantes. Igual el hecho de que la Asamblea Interuniversitaria aprobó como una de sus demandas centrales la lucha contra la violencia de género, es decir contra el hostigamiento sexual y el feminicidio.
En estos días, las asambleas y la Interuniversitaria irán definiendo su propio programa de lucha. Igual que en el 68 no se sorprendan si estas demandas van más allá de las cuestiones académicas internas apuntando a demandas políticas más generales en la lucha por derechos y libertades democráticas. Revisen el pliego petitorio de 6 puntos del 68 para comprobar que la importancia histórica del movimiento es que iba más allá de la cuestión académica interna.
Lo trascendente es que el movimiento recupera la vía de acción de masas y en forma directa en las calles y los campus universitarios, sin limitarse a los viciados procesos electorales y parlamentarios, al respeto a las formas y transiciones reconciliatorias.
En estos días ya han dado muestras de energía, creatividad y alegría propias del movimiento de masas estudiantil. En la marcha del 5, los de Música salieron interpretando Nabuco, las mujeres de algunas facultades marcharon en contingente propio al mismo tiempo que exigieron en la asamblea de la Fcaultad de Filosofía que al sumarse al paro de varios días reclamaban un piso del edificio exclusivo para las mujeres, al mismo tiempo que en redes sociales hacían galas de memes, carteles y mensajes de lucha diversos. Con nuevos y modernos recursos inexistentes en el 68, recuperan rápidamente el espíritu rebelde, radical, alegre y subversivo del 68. Un programa incluyente de todas estas demandas, un funcionamiento democrático como el del 68, no excluyente de nadie y unitario sobre la base de la movilización de masas