La memoria políticamente incorrecta

POR: SABINO CUADRA LASARTE

 

Original en euskara

Afirma una leyenda africana que la historia de los safaris sería muy distinta si fuera contada por los leones. Lo mismo sucedería si fuese relatada por los guías y porteadores negros encargados de localizar estos animales, acosarlos y ponérselos a tiro a los bwanas blancos.

Durante la Transición política de los 70 se nos dijo que la reconciliación entre cazadores y leones era necesaria, porque también éstos se habían comido algún que otro bwana. Y así fue que los reconciliadores (UCD, PSOE, PCE, PNV…) defendieron durante el debate de la Ley de Amnistía de 1977, que la historia del franquismo y sus cruentos safaris había que dejarla atrás, borrarla y olvidarla.

Evidentemente, aquella argumentación no fue sino una patraña, porque las cacerías continuaron existiendo y la fauna africana siguió siendo diezmada en bacanales de sangre con el fin de ornamentar paredes y salones de miles de mansiones y palacios europeos. Buen ejemplo de lo anterior ha sido nuestro sátrapa y desvergonzado Borbón, quien siendo presidente de una ONG defensora de los derechos de los animales, no dudó en posar orgulloso junto a las piezas en peligro de extinción por él abatidas.

Últimamente he tenido ocasión de acudir a distintas Jornadas en las que han participado actores cualificados de distintos procesos de transición política: Sudáfrica, Colombia, Portugal, Chile, Argentina, Uruguay, Guatemala, El Salvador…. Pues bien, si valoráramos los avances dados en estos países en materia de investigación oficial de las violaciones de derechos humanos, el enjuiciamiento a sus responsables y el otorgamiento de reparación a sus víctimas, veríamos que, con mucha diferencia, el país que ocuparía el último lugar del ranking sería el Estado español. Por lo tanto, no hay de qué presumir.

La recién aprobada Ley de Memoria Histórica ha llegado tarde, muy tarde y se ha quedado corta, muy corta. La verdad en ella amparada abarca a un amplio abanico de víctimas, pero se niega a indagar sobre sus victimarios. Junto a ello, el acceso a la justicia sigue siendo ignorado olímpicamente y la reparación contemplada va poco más allá de ser meramente declarativa. Sin embargo, de lo que se trata es, no solo de levantar el mando del silencio que cubrió los crímenes del franquismo, sino también la losa de la impunidad que ampara a sus perpetradores, a quienes se sigue protegiendo.

Una memoria histórica que se pretendiera democrática debería ir bastante más allá de conformarse con rellenar huecos en la historiografía recibida, reponiendo algunas de sus páginas arrancadas. Se trataría así, además de lo anterior, de reescribir el relato desde el principio y hacerlo desde el punto de vista de los leones y los porteadores, que no es otro sino el de la defensa incondicional de todos los derechos humanos, la condena de sus violaciones y la reparación para todas sus víctimas.

En este sentido, la memoria histórica referida al Estado español debería señalar que las violaciones flagrantes de estos derechos, si bien  comenzaron el 18 de julio de 1936 (asesinatos, desapariciones,…), se han mantenido durante más de 80 años y han tenido sus últimos episodios en la playa de El Tajaral –Ceuta–, y en las vallas que cercan el Barrio Chino de Melilla, donde hemos visto de nuevo imágenes de actuaciones policiales en las que seres humanos, como en el 36, eran tratados como animales.

La Constitución de 1978 no puede ser punto y final para ninguna memoria histórica, pues existe un cordón umbilical que une la dictadura franquista con el régimen actual, cual es el de la impunidad. Cordón trenzado por gruesas hebras policiales, beneméritas, económicas, políticas y judiciales heredadas del franquismo, que explican, entre otros, hechos tales como el golpe de estado del 23-F, los crímenes de estado del GAL o los miles de casos de constitucionales torturas habidas en Euskal Herria en las últimas décadas.

La afirmación de que “lo nuestro son errores, lo de ellos crímenes”, del ministro del Interior, Martín Villa, sobre los sucesos de Sanfermines de 1978, ha sido el guión seguido después por los posteriores ministros del Interior: Barrionuevo, Corcuera, Rubalcaba, Fernández Díaz… El actual, Grande Marlaska, ni siquiera ha admitido la existencia de errores en la actuación benemérita de Melilla, pues para él ésta fue razonable y proporcionada. La versión oficial afirma así que la única violencia que allí existió fue la de quienes después resultarían asesinados, desaparecidos y machacados. Nada nuevo bajo el sol. Nuevamente es el bwana, Grande Marlaska, quien escribe la historia del safari de Melilla. No es de extrañar en alguien que ha hecho oídos sordos y ojos ciegos ante las denuncias por torturas a él presentadas, razón por la que el Tribunal Europeo de DD.HH. ha condenado al Estado español en reiteradas ocasiones.

Hay quienes tienen puestas grandes esperanzas respecto a lo que pueda suponer la aplicación de la Ley de Memoria Democrática. ¡Ojalá éstas -lo decimos sinceramente-, puedan convertirse en realidad! Apurar hasta la última gota las posibilidades de la misma es una obligación indudable. Pero también lo es el seguir golpeando contra las puertas que sigue dejando cerradas: derogación de la Ley de Amnistía, acceso a la Justicia para poder juzgar los crímenes del franquismo, restitución de bienes apropiados e indemnización por daños causados, bebés robados,… De lo contrario, se podría estar vendiendo la primogenitura de la memoria histórica por un plato de lentejas con más o menos sacramentos.

Frente a las grietas que se han abierto en el muro de la impunidad del franquismo aparecen hoy dos posibles políticas. La primera consiste en taponar aquellas con algunas reformas y tratar de cerrar así para siempre este capítulo. La segunda trata de agrandarlas a fin de que pueda caer de una vez por todas aquella muralla. Al igual que sucede en otros ámbitos (feminista, ecologista, sindical…), ésta segunda se sitúa dentro del ámbito de lo políticamente incorrecto. ¡Qué le vamos a hacer!

Fuente de la información e imagen:  https://vientosur.info

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Coronavirus: nos cuentan muchos cuentos

Por: Sabino Cuadra Lasarte

Buena parte de las medidas tomadas (aislamiento laboral y social, docencia virtual, teletrabajo masivo, atención digitalizada, telemedicina..), camina en una dirección muy favorable al interés de las grandes multinacionales tecnológicas y de disgregación y debilitamiento laboral, sindical y social.

No. Este escrito no va de creer, como dice Trump, que el coronavirus ha nacido en un laboratorio chino. Tampoco de que detrás de él se encuentre un poder oculto, tipo Spectra, el enemigo de James Bond, agente OO7 con licencia para matar. No. La cosa va de que en esta pandemia nos están contando muchos cuentos.

Lo dijo el poeta León Felipe: “Yo no sé muchas cosas, es verdad. / Digo tan solo lo que he visto. / Y he visto: que la cuna del hombre la mecen con cuentos. / Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos. / Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos. / Que los huesos del hombre los entierran con cuentos, / y que el miedo del hombre ha inventado todos los cuentos. / Y sé todos los cuentos”. Y hoy como ayer, muchos de nuestros llantos y miedos, producto ahora del coronavirus, quieren ahogarlos también con cuentos.

Es cierto, sí, que el virus puede afectar a cualquier persona. Se trata así de un virus teóricamente democrático. Sin embargo, una vez empieza a circular, la democracia se acaba, pues no se desplaza con igual facilidad por las zonas residenciales y ajardinadas, que por las barriadas populares o las residencias de abueletes. Por otro lado, una vez que alguien ha sido infectado, poder acceder a una atención sanitaria de mayor o menor nivel de calidad tiene también que ver con su status social. En esa macabra lotería vírica, algunas personas cuentan con más boletos que otras a la hora de poder o no ser infectadas, o ser mejor o peor atendidas.

Por otro lado, el coronavirus no solo afecta a la salud física, sino también, y en gran medida, a la salud social. Según el Banco de España y el FMI, la tasa de paro va a pasar durante este año del 13,7% al 21,7%. Otros estudios dan cifras aún mayores. El desempleo ha aumentado en abril en 283.000 personas y se calcula que en todo el año crecerá en no menos de 1,5 millones de personas. La incidencia social de todo esto tampoco será nada igualitaria. En la gran crisis de 1929, pasear por Wall Strett, en Nueva York, era realmente peligroso, pues te podía caer encima un gran accionista en quiebra que se suicidaba arrojándose desde un rascacielos. Nada de esto ha pasado en el Estado español en la crisis de 2008, ni es previsible que suceda ahora. Ninguno de los jerifaltes del IBEX-35 pasará a dormir entre cartones en la calle, ni a hacer cola ante los comedores populares.

El Banco Santander ha ganado 1.991 millones de euros durante el primer trimestre de 2020. Por su lado, el BBVA e Iberdrola, han tenido unos beneficios de 1.258 y 968 millones, respectivamente. La otra cara de la moneda es que, a 30 de abril, hay 3,9 millones de personas paradas y los ERTE afectan a 3,4 millones mas. Lo anterior, además, no se ha hecho por sorteo, sino que afecta sobre todo a sectores muy concretos: trabajadores por cuenta propia y ajena, población precarizada, pequeños comerciantes y empresarios, migrantes…, y dentro de cada uno de ellos, las mujeres siempre en cabeza padeciendo las mayores agresiones.

En la anterior crisis de 2008, el mantra difundido por el sistema (gobiernos, patronal, grandes medios..), fue afirmar que “habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Pero fue la Banca la que financió aquel tsunami de cemento y ofertó a la gente todo tipo de créditos-trampa para que comprara pisos, cambiara de coche y viajase. Hasta que la burbuja hipotecaria reventó. Dijeron entonces que había que apretarse el cinturón (recortes salariales, de pensiones, de gasto social..), pero ellos siguieron usando holgados tirantes. Abrió brecha el PSOE de Zapatero, en 2010, con la primera reforma laboral, contra la que hubo una huelga general en todo el Estado. Luego, en 2011, vino la de las pensiones (UGT y CCOO la aprobaron) y la modificación del artículo 135 de la Constitución. Más tarde,  el PP de Rajoy entró por la vía abierta como elefante en cacharrería. Mientras, se regalaban a la Banca decenas de miles de millones para tapar sus rotos y descosidos financieros. Total, ellos salieron de rositas; nosotros escaldados.

En la actual crisis del coronavirus, toda la responsabilidad se la echan al “bicho”. Ningún gobierno ni contubernio bancario o empresarial parece tener culpa alguna de ella. Nos aturden con cientos de datos, pero el Gobierno no ha explicado aún por qué el Estado español es, tras Bélgica, el segundo lugar del mundo en número de personas muertas por cien mil habitantes. Ni tampoco Urkullu ha dicho por qué ese mismo índice es mayor en la CAV que en el conjunto del Estado. Igualmente, nadie ha aclarado la razón por la que el porcentaje de personal sanitario contagiado en el Estado sea doble que en Italia y casi triple que en EEUU o China. Sí, quizás el bicho ha caído del cielo, pero en indudable que las políticas de ajuste impuestas en los últimos años le han preparado un aterrizaje inmejorable.

Gobiernos y patronales, estatales y autonómicos, han alabado la madurez, esfuerzo y responsabilidad ciudadana haciendo a la crisis. Toca madera. Desconfía. Quieren dorarnos la píldora y pillarnos con la guardia baja. El estado de emergencia ahora declarado, como ayer la aplicación del artículo 155 de la Constitución al proceso catalán, apunta hacia una mayor centralización y recorte de libertades. Junto a ello, buena parte de las medidas tomadas (aislamiento laboral y social, docencia virtual, teletrabajo masivo, atención digitalizada, telemedicina..), camina en una dirección muy favorable al interés de las grandes multinacionales tecnológicas y de disgregación y debilitamiento laboral, sindical y social. Lo último del paquete ya es conocido. Lo vimos en la anterior crisis del 2008. A no ser que cambiemos la fiscalidad actual, benévola para con el capital y las altas rentas, y ratera para con los de abajo, el costo volverá a caer sobre nuestras espaldas. Con todo esto, por supuesto, lo del TAV, es de juzgado de guardia. Y de lo de Zaldibar, mejor no hablar.

Hagamos caso a León Felipe: no creamos sus cuentos. No caigamos en sus trampas.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/coronavirus-nos-cuentan-muchos-cuentos/

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La mala educación

SABINO CUADRA LASARTE

Para el Gobierno del PP, la Audiencia Nacional y los grandes medios-empresas de comunicación, la cosa está clara: el independentismo es algo ligado a la violencia, o, cuando menos, a la etnicidad, la exclusión y la insolidaridad. Así, el pasado 8 de mayo, cuando Hasier Arraiz compareció en juicio ante el TSJPV y reconoció su militancia pasada en Batasuna, el diario El País, sin siquiera despeinarse, afirmó en titulares: “Hasier Arraiz reconoce su pertenencia a ETA”. Y punto. Periodismo policial puro y duro.

Pero dejando de lado esas estridencias antiterroristas, intrínsecas ya al ADN de lo políticamente correcto y su constitucional jurisprudencia, dentro de amplios espectros de la vieja y nueva izquierda española existen también preocupantes “tics” -llamémoslos así- en relación con este mismo tema.

Empecemos por preguntar: ¿ser “unionista” es ser menos nacionalista que afirmarse “independentista”?; ¿por qué en el diccionario político diario se habla una y mil veces de los nacionalistas y el independentismo vasco, catalán o gallego y prácticamente ninguna de los nacionalistas y el unionismo español? Claro está, para los unionistas españoles, que cuentan con un estado y unas instituciones asentadas en siglos de historia, la autoafirmación nacionalista-españolista es bastante innecesaria. No la necesitan. Su gobierno, tribunales, Constitución, fuerzas del orden, Conferencia episcopal…, hablan por ellos.

Decía Bertolt Brecht: “para los de arriba hablar de comida es de mala educación”. Y añadía: “se entiende, ellos siempre ya han comido”. En esa misma medida, para el unionismo español hablar del problema nacional, del derecho a decidir, de la opción independentista…, es también de mala educación, sobre todo en tiempos de crisis, y se entiende, pues hablar de esos temas cuestiona su propio status centralista (la España indivisible e indisoluble de soberanía única afirmada por la Unión Europea), al igual que hablar de hambre, paro, desigualdad y desahucios incomoda a banqueros, panameños y monarcas.

En Euskal Herria, conformar alianzas políticas, electorales o no, con el independentismo vasco es considerado tabú por parte de las fuerzas de izquierda y alternativas españolas: “nos separa su independentismo”, dicen. Sin embargo, referirse hoy al PSOE como necesario aliado al que se oferta gobernar en Madrid o conformar candidaturas conjuntas al Senado, no hace chirriar ningún principio político. El “¡vade retro!” no existe para ellos. Ayer sí, cuando las sedes socialistas supuraban casta. Hoy no.

Hay un segundo mantra que viene a afirmar que la reivindicación nacional y soberanista achata en buena medida la social, subordinándola a la anterior. No hace falta dar explicaciones al respecto. Es así, y punto. Naturalmente, la opción unionista y españolista no achata ni subordina nada, sino que, por el contrario, parece abrir espacios de concordia y solidaridad. El pecado se ubica siempre en el campo del independentismo disgregador. La virtud, en el del virtuoso unionismo demócrata e integrador.

La gratuita afirmación de marxismo de manual y catequesis que afirma convergencias estratégicas objetivas entre las fuerzas nacionalistas vascas, de derechas e izquierdas, en perjuicio de las demandas sociales, contradice la realidad. En Euskal Herria, durante estas décadas pasadas, el marco de pactos políticos, acuerdos de gobierno y demás menestras institucionales que se han dado (municipales, forales y autonómicos), ha sido cocinado de forma general con ingredientes aportados por PNV y UPN, y aderezados por el PSE, PP y PSN. Lo mismo ha ocurrido en el terreno socio-sindical, donde, mientras el sindicalismo estatalista de CCOO y UGT ha sido pata esencial del contubernio UPN-PSN en Nafarroa, y concertador principal con los distintos gobiernos del PNV en la CAV, la mayoría sindical vasca (ELA, LAB, ESK, EILAS, EHNE) se ha situado en el terreno de la confrontación frente a la política neoliberal de los distintos gobiernos del PNV y UPN, y también del PSE y PSN.

Reivindicaciones nacionales y sociales suelen ir siempre bastante de la mano. No es casual así que la gran contrarreforma política y social del PP haya conllevado un proceso de recentralización competencial generalizado: laboral, financiero, educativo, función pública… Tampoco extraña que la madre de todas esas batallas reaccionarias (la reforma del PSOE del art. 135 de la CE que supeditó todo a los intereses de la banca y las finanzas) haya supuesto la militarización presupuestaria de las instituciones locales, forales y autonómicas y la supresión práctica de su autonomía y competencias.

Aquí, en Nafarroa –es un ejemplo sin más-, diecisiete leyes aprobadas por el Parlamento Foral han sido luego recurridas por el Gobierno del PP y suspendidas por su Tribunal Constitucional. Ninguna de ellas trataba de temas “identitarios”, sino de desahucios, fracking, atención sanitaria a inmigrantes, pagas extras de los funcionarios… La profundización en la política neoliberal ha incrementado la centralización y el sometimiento de las instituciones más cercanas a la ciudadanía. Reivindicar el derecho a decidir y la no intromisión estatal es cada vez más necesario para poder avanzar socialmente.

Tras meses de “digos” y “Diegos” y postureos mediáticos mil, habrá nuevas elecciones. Algunos nos dicen que es preciso priorizar lo “social” frente a lo “nacional”. Se olvida que ambos aspectos están cada vez más unidos. Pero es que, además, se hace trampa con las cartas. Se esconde el palo de los bastos y las espadas constitucionales. Según parece, la única identidad nacional a supeditar a lo social es la minoritaria, la vasca, la catalana… de la otra, de la española, poco o nada se dice. Y tienen razón, no hace falta. La mayor baza con la que cuenta el unionismo español es el silencio respecto a su existencia. Ya lo he dicho antes. No hace falta que nadie lo defienda. El Estado, sus instituciones y los medios a su servicio lo hacen por ellos.

Baja la carne, sube el pescado. La movilización y empoderamiento ciudadano disminuye mientras el mercado bursátil del voto se dispara. Quizás yerre, pero creo que el cambio a nivel estatal, de venir, no vendrá desde arriba y el centro, sino desde abajo y la periferia.

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