Una investigación realizada por académicos de la Universidad de Pensilvania encontró una relación directa entre el buen comportamiento y desempeño de los niños con la disponibilidad de un tiempo asignado al sueño durante el día.
En el estudio participó una muestra de 3 mil niños en el rango de los 10 a los 12 años que cursaban entre el cuarto y el sexto grado. A esta edad las siestas han dejado de ser consideradas un descanso necesario y quizás sea en este periodo de la vida donde más lo necesitan.
La pubertad y la adolescencia son etapas que marcan grandes cambios físicos, fisiológicos, hormonales, psicológicos y emocionales que afectan tanto la vida personal del estudiante como su experiencia educativa.
Especialistas médicos recomiendan de 8 a 10 horas de sueño para los jóvenes que están en la pubertad y la adolescencia, sin embargo, aún con sueño de calidad durante este tiempo, podría ser que los jóvenes presenten somnolencia durante las clases, cortando la concentración y obstaculizando el aprendizaje. Quizás no sea una cuestión de cuánto dormir sino de cuándo dormir.
¿Estamos durmiendo mal?
Los patrones de sueño pueden ser afectados por muchos factores, pero entre los principales se encuentran los hábitos de trabajo, los cuales a su vez son influenciados por los recursos y la tecnología que tenemos a nuestro alcance; en este caso, ambas variables nos han empujado a entender nuestras actividades diurnas y nuestra necesidad de sueño como cosas completamente separadas.
Usamos el día completo para trabajar y realizar todas nuestras actividades sin pausa, y la noche, exclusivamente para dormir. La siesta, aún en los países latinoamericanos donde es tan apreciada, se ve como una actividad de ocio más que una necesidad con bases científicas.
Sin embargo, solamente llevamos con estas costumbres de sueño desde la invención de la electricidad y su uso generalizado para iluminar las ciudades durante la Segunda Revolución Industrial, hace casi 150 años. El último cambio socioeconómico impulsado por una nueva tecnología que alteró radicalmente nuestros patrones de sueño sucedió hace aproximadamente 20 mil años, con el descubrimiento y propagación de la agricultura.
Podríamos decir entonces que llevamos 20 mil años con determinados patrones de sueño con variaciones mínimas y 150 años desde que la iluminación en las ciudades y la tecnología industrial nos proveyeron de más horas de luz, lo que nos permitió realizar actividades nocturnas. Aproximadamente hace 25 años se dio un cambio más, que aún esta sucediendo: la era digital alteró una vez más los hábitos de sueño de los más jóvenes con la llegada de las redes sociales, la industria de los videojuegos y la revolución de los contenidos.
Los factores que marcan los hábitos de sueño están cambiando más rápido de lo que el cuerpo humano puede adaptarse y esto impacta con más fuerza a los estudiantes que pasan por la pubertad y adolescencia, mellando su aprovechamiento escolar.
El aprendizaje es diferente para cada persona, el sueño también
Un buen maestro, aún se si se guía de un solo programa para dar una clase, sabe que no todos los alumnos van a aprender al mismo ritmo y que no puede usar un mismo enfoque para todos. Lo mismo pasa cuando se trata de conseguir el sueño necesario para maximizar la experiencia educativa.
Los patrones de sueño más frecuentes son el monofásico y el bifásico. El sueño monofásico es aquel en que la persona duerme un promedio de ocho horas y se mantiene despierta el resto del día, el sueño bifásico consiste de un sueño de larga duración durante la noche y un sueño más corto en horario diurno, la mayoría de los casos durante el mediodía, para aprovechar la baja energía durante la digestión posterior a la comida.
La sesión de sueño largo en el modo bifásico varía dependiendo de la persona, pero usualmente son al menos entre seis a siete horas, con sesiones posteriores cortas; la duración ideal de estas no excede de los 30 minutos, dado que más tiempo implicaría entrar en sueño profundo, del cual es más difícil despertar y ajustarse a una agenda de continuación de actividades.
Existen personas que se adaptan más fácilmente a un modo de sueño monofásico, mientras que la forma más natural de dormir para otros es la del modo bifásico. Esto aplica también para los estudiantes que participaron en el estudio realizado por científicos la Universidad de Pensilvania.
Los hallazgos más importantes de la investigación estaban relacionados con el rendimiento académico. Como lo sostiene Adrian Raine, co-autor del estudio.
Su compañero de investigación, Jianghong Liu, explicó que la deficiencia de sueño y la somnolencia diurna están muy propagados en los niños de edad escolar, afectando a un 20 % de ellos. La mayoría de las investigaciones están dirigidas a niños de preescolar o más jóvenes, pero los resultados son similares al extender el espectro a los adolescentes, donde los efectos de patrones de sueño insuficiente afectan negativamente en el área cognitiva, emocional y física.
Sara Mednick, quien también colaboró con el estudio, explicó que este fue el primero en el que tuvieron oportunidad de preguntarle a adolescentes sobre un amplio rango de medidas del tipo académico, social y de comportamiento.
Los resultados avalaron la tesis de que las siestas durante el día son una mejor medida para beneficiar el desempeño estudiantil, comparada con la propuesta de comenzar clases más tarde, otra de las posturas más populares en la comunidad educativa para elevar lo niveles de buena conducta y la atención en el salón de clases.
El recorrer el horario escolar a horarios tardíos tendría más posibilidades de cortar el tiempo efectivo educacional, además de que solamente cambia el orden de los factores pero no ofrece a los estudiantes el tiempo de recarga que la investigación sostiene que necesitan. De la misma manera, se argumenta que el administrar siestas durante el día reduce los tiempos de uso de pantallas, que a su vez disminuye los niveles de estrés y mejora la calidad del descanso a cualquier hora del día.
Es importante analizar a nivel institucional la propuesta de tener una agenda en donde se administren formalmente los descansos de los estudiantes, de manera que mejore la calidad del tiempo de aprendizaje y sea un apoyo para mantener la salud física y mental de los alumnos.