Educación positiva, clave para que los niños sean buenas personas

Por: Simón Granja

El modelo pedagógico busca formar en virtudes y habilidades emocionales y sociales.

Es normal que los padres les exijan a sus hijos que sean muy buenos en el colegio y cumplan con notas excelentes. Pero ¿qué tanto se les exige para que sean buenas personas?

Niños saludables y felices, honestos, resilientes, compasivos, generosos, solidarios y optimistas. Condiciones ideales que debería cumplir todo niño (y todo ser humano).

Sin embargo, la búsqueda de la excelencia académica –sumada a que muchos padres y profesores no saben cómo guiarlos en esas otras áreas de la vida, más ligadas a la psicología, la ética y las humanidades– hace que dicha tarea esté aún por resolver en muchos casos.

La educación positiva o de carácter es una propuesta pedagógica que busca orientar la formación de niños y jóvenes no solo en las áreas tradicionales, como el lenguaje, las ciencias y las matemáticas, sino en competencias que desarrollan mejores personas, que contribuyen al desarrollo de sus comunidades. Según esta pedagogía, el carácter de las personas es algo que se desarrolla y no algo con lo que se nace.

Warren Symonds, director de la Escuela Preparatoria Mount Barker, en Australia, preocupado por el desarrollo de sus estudiantes y consciente de los desafíos que enfrentan los jóvenes y de las estadísticas que sugieren que un cuarto de ellos sufren síntomas de enfermedad mental, empezó a usar la psicología positiva para generar resiliencia y hacer frente al estrés de la vida.

Los resultados han sido evidentes en los cuatro años que lleva implementando esta pedagogía. Según Australian Learning, los datos de la herramienta de medición del bienestar adoptada en Mount Barker muestran una mejora del 7 por ciento en el bienestar de los estudiantes.

Symonds encontró que algunas investigaciones demuestran que mejorar el bienestar de los estudiantes incrementa el rendimiento académico y reduce las ausencias escolares; disminuye el estrés y la ansiedad y aumenta la autoeficacia, la autoestima y el optimismo. Por ejemplo, en 2009, Sin y Lyubomirksy realizaron un meta-análisis de 51 intervenciones de psicología positiva (IBP) y encontraron que los IBP aumentan significativamente el bienestar.

Así lo expone Tom Harrison, director de educación del Centro Jubilee del Carácter y las Virtudes, de la Universidad de Birmingham, institución pionera en el mundo en investigación y aplicación de la ética en colegios, universidades y empresas en el Reino Unido y otros países.

Según Harrison, la tendencia mundial en la educación es que las escuelas y las universidades formen a los estudiantes para que respondan pruebas y evaluaciones. Pero –dice el experto– la formación académica debe desarrollar y potenciar ciertas virtudes. Por ejemplo, las morales, como el servicio a la comunidad; intelectuales, como la curiosidad y la creatividad; y virtudes de rendimiento, como la diligencia y la perseverancia.

El desarrollo de estas virtudes o habilidades sirve para que las personas puedan tener éxito, pero también bienestar, según el experto; y agrega que la ciencia de la psicología positiva ha demostrado que pueden ser enseñadas y aprendidas con métodos científicos medibles. “Las fortalezas del carácter no se centran en traer beneficios para el individuo, como por ejemplo que sean líderes, sino que también debe tener un impacto en la sociedad para el bien común”, explicó Harrison.

El experto, que estuvo recientemente en un evento en Bogotá, invitado por el Instituto Florecer –dedicado a la difusión de la psicología positiva en Colombia–, expresó que este modelo pedagógico en el país es necesario ante el inicio del posconflicto.

Buenos profesionales

Esta tendencia pedagógica está creciendo. A Colombia llegó con el Instituto Florecer; y a otras partes del mundo, con el trabajo que hacen desde la Universidad de Birmingham. Su éxito se debe también a que llega a satisfacer ciertas necesidades de las empresas.

Países avanzados del mundo en materia de educación –como Singapur, el Reino Unido, Corea y Australia– han hecho cambios estructurales en las políticas públicas para integrar el bienestar y la felicidad como un programa institucional que promueve la aplicación y el desarrollo de este tipo de habilidades.

Laszlo Bock, antiguo responsable de Recursos Humanos de Google, afirma, en su libro ‘Las reglas del trabajo’, que el éxito del buscador está en las personas con las que trabajan. Y explica que, más allá de mirar el cartón de graduación, se fijan en capacidades como liderazgo, trabajo en equipo, creatividad, lealtad, honestidad.

Según Andrea Ortega Bechara, creadora y presidenta de la Fundación Instituto de Ciencias de la Felicidad Florecer –también lo es de la Asociación Colombiana de Psicología Positiva–, “raramente se enseñan en las universidades capacidades como la resiliencia, el trabajo en equipo o la comunicación asertiva”.

Estas capacidades –sigue la experta– hacen de los trabajadores personas flexibles y capaces de tomar decisiones acertadas en contextos difíciles, que pueden transformar los retos y problemas en oportunidades para mayor desarrollo y crecimiento. “Las empresas que perduran en el tiempo son las que fortalecen estas competencias. Se requiere un liderazgo muy claro”, expresó Ortega.

Las virtudes de rendimiento, como la diligencia y el liderazgo, están algo más claras; se conocen como las competencias blandas. Sin embargo, las virtudes no lo están tanto. Para Tom Harrison, la forma en que se plantea la ética surge a partir de la virtud de Aristóteles, pero fundamentalmente de cómo se responde en el diario vivir.

Supongamos que en un jardín infantil hay una pelea, y el profesor pregunta qué pasó. Ahí existe la opción de que el niño sea honesto y cuente que su amigo le pegó al otro, o que se base en la lealtad con sus compañeros y no confiese lo que pasó.

“En la solución de ese tipo de dilemas se encuentra la sabiduría cotidiana, que es la que nos permite encontrar una respuesta basada en el instinto y en cómo lo han formado a uno”, insiste Harrison.

Es ahí cuando entra la formación en la casa y en las escuelas. Aunque Harrison y Ortega coinciden en que el rol de la familia es clave. “Nosotros florecemos como individuos cuando nos encontramos rodeados de una cultura que nos lo permite hacer”.

¿Cómo aplicarla?

Ortega presenta estas recomendaciones para que los padres apliquen la educación positiva en la formación de sus hijos:

Creer en sí mismo. Los niños ven el mundo desde el lente de sus padres. Si el padre es pesimista, el hijo seguirá esa tendencia. El propio florecimiento y bienestar de los padres guían a su hijo.

Potencializar las fortalezas. Vivimos en una sociedad en la que es escaso el refuerzo positivo. Por ejemplo, cuando a un niño le está yendo mal en una sola materia, pero en las demás le está yendo bien. Entonces, los padres generalmente buscan refuerzos para lo que va mal. Y lo ideal es identificar qué está haciendo bien y maximizarlo y fortalecerlo. Estamos enfocados en lo malo y no en lo bueno.

Concordancia con la escuela.
Los valores familiares deben estar acordes con los de la escuela. Por ejemplo, en un partido de fútbol del colegio, el entrenador les dice a los niños que jueguen limpio, pero desde las gradas uno de los padres le dice a su hijo que empuje a los otros. Si esa dicotomía se presenta, la trasmisión de valores no será consistente.

Fuente: http://www.eltiempo.com/vida/educacion/educacion-en-valores-para-que-los-ninos-sean-buenas-personas-92976

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No es cierto que las redes vayan a destruir el español.

Por: Simón Granja

Hay que admitir que frases como “K ace en la Kaza” son capaces de hacerles temblar los párpados a muchos y hasta causar dolor de cabeza a algunos por la forma como están construidas: con faltas graves de ortografía y gramaticales. Y aun así son características de la forma de escribir de no pocos usuarios de las redes sociales.

No es gratuito que expresiones de este tipo, cada vez más frecuentes en Facebook o Twitter, entre otras, asombren, molesten y generen una explicable preocupación por el riesgo que representan para la buena salud de la lengua española; hay quien piensa que con semejantes expresiones terminaremos por no entendernos entre nosotros.

La institución que encabeza la defensa del buen uso de la lengua española ha sido históricamente la Real Academia de la Lengua Española (RAE); sin embargo, en 1951 esa hegemonía se acabó, cuando nació la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale). Esta institución acoge a todas las academias del mundo, incluidas las de Argentina, Estados Unidos, España, Guinea Ecuatorial y, por supuesto, la colombiana.

Recientemente, el secretario general de la Asale, el venezolano Francisco Javier Pérez, visitó el país y en la sede de la Academia Colombiana de la Lengua leyó un texto del polímata venezolano Andrés Bello, que en el siglo XIX escribió sobre un concepto que ahora la Asale busca rescatar: el del panhispanismo.

habló con él sobre la evolución del español y el impacto que en él tienen los usos que se le dan en redes sociales.

¿Las redes sociales son un riesgo para la lengua española?

El problema es cuando no se tiene conciencia sobre la diferencia del objetivo del lenguaje. Yo no veo alarmante nada de lo que pasa en cuanto a lenguaje en las redes sociales, porque de lo contrario me estaría pintando como un troglodita del siglo XIX. Por mi formación, soy de los que escriben todo y no abrevian nada, entonces, si te mando un mensaje por WhatsApp son cuatro líneas. Pero así como digo esto, entiendo que un adolescente abrevie todo, a veces hasta innecesariamente, porque ¿qué beneficio se encuentra en poner ‘casa’ con K? Ninguno. Vivimos un proceso cultural que nos está demandando la vinculación a una serie de nuevas herramientas, y ni la educación ni la lingüística pueden quedarse atrás de eso. ¿Qué hay que hacer? Lograr que el usuario sea capaz de discernir cuándo puede recurrir a esas maneras y cuándo no.

Pero entonces sí hay un riesgo en el hecho de que no se sea capaz de discernir…

El riesgo está en que la educación no refuerce la capacidad de discernir, porque un niño puede crecer creyendo que como se escribe en redes es como debe ser. Distinto ocurre con personas que hemos aprendido antes de la existencia de dispositivos como los celulares. Hay lingüistas que han teorizado sobre esto y hablan de la ‘ciberlingua’ para decir que esa lengua tiene unos parámetros específicos, distintos, y por eso ese tipo de licencias no se ven como errores sino como los modos de facilitar la comprensión del mensaje. La lengua no es ajena a lo que pasa en la vida, en la sociedad, siempre está relacionada con eso.

¿Qué factores influyen en una persona para que hable y escriba bien?

El lugar de nacimiento no es lo único que determina la forma de expresarse; también, que tenga una mejor o una peor educación, pero hay otro factor que nos interesa destacar y es que el buen hablar o el mal hablar dependen mucho de la persona. Hay una responsabilidad personal, no se puede descargar solamente en los educadores, en el Ministerio de Educación; hay una responsabilidad personal de escribir cada vez mejor y de producir cada vez mejor el mensaje. Las redes sociales han promovido que la gente escriba más que hace 50 años, pero es una contradicción que escribiendo más lo hagamos cada vez peor. Debería haber en los programas de educación del lenguaje contenidos sobre cómo escribir en redes sociales.

¿Se está enseñando bien en los colegios el español?

Hay que variar los patrones de la enseñanza de la gramática; no es que los maestros no sepan gramática, deben saberla, pero a la hora de ponerla en práctica en clase deben hacerlo de otra forma. De lo contrario, nunca nos quitaremos de encima eso que pesa sobre nuestras materias: que nos explican un montón de cosas y después no sabemos qué hacer con eso. ¿Qué hago con saber qué es un complemento directo? En cambio si se le explica al estudiante que la gramática es fundamental en la lengua, va entendiendo cómo debe hablar y escribir.

¿Qué es el panhispanismo?

Andrés Bello hablaba sobre este concepto al que le estamos dando forma. Básicamente dice que no existen en la lengua española centros de poder, como ocurría en el siglo XIX, cuando se creía que el español dependía de lo que la península ibérica indicaba. Y explica que el policentrismo sobre el que se sustenta el concepto panhispánico está indicando que en cada una de las regiones donde se habla la lengua española esta tiene sus propias fuerzas y peculiaridades, y esas no se pueden dejar a un lado para imponer usos exteriores. Entonces, la Asociación ha querido hacer del panhispanismo su concepto teórico fundamental. Ya hay que entender que esa multiplicidad es una de las grandes fortalezas del español, una lengua que hablamos 500 millones de personas.

¿La búsqueda del uso adecuado de la lengua no debe ser en la RAE sino en la academia de cada país?

Ese es el ideal, esa es la ruta que estamos transitando, al punto que ahora estamos empeñados en que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (Drae) se llame Diccionario de la Lengua Española (DLE), que hace la asociación de academias en pleno. No solamente de la española, que hasta el momento ha sido así. Sino que lo hacemos entre todas las academias. Entonces, lo panhispánico es un modo de proceder en la evaluación de la lingüística de nuestros países al día de hoy, en el que ninguno va a capitanear sino que va a haber una paridad, una democratización del conocimiento, al punto de que cada academia tiene su rol, su papel y debe dar la pauta. El diccionario de la RAE era casi la biblia de la lengua, y eso dejará de ser así. Tenemos una creación lingüística auténtica que es diferente a la de Madrid, a la de México, a la de Chile, a la de Venezuela; en cada uno hay un modo de concebir y entender la lengua. Para ello hemos dividido toda la geografía de la lengua española en zonas en las que hay mayores acuerdos. Los hispanohablantes tenemos la fortuna de hablar una lengua que está creciendo cada vez más; las proyecciones dicen que dentro de unas cuantas décadas el español va a ser la segunda lengua más hablada del mundo, nunca por encima del chino, del mandarín, porque es imposible, pero va a ser, en países como Estados Unidos, una lengua que todo el mundo hable; un ejemplo: para mediados de este siglo no será necesario saber ni una sola palabra de inglés.

Se dice que en Colombia se habla uno de los españoles más bonitos…

Es cierto que hay una tendencia extendida a decir que el español que se habla en Colombia y en Bogotá específicamente, es un buen español, es muy bonito. Yo diría lo siguiente: el español es bonito en la medida en que a cada hablante de la lengua le sirva para expresar lo que quiere y sea efectivo como manera de comunicación. Ahora, ¿que suena mejor que otro? Eso es diferente. Efectivamente, hay modos de hablar español que nos suenan mejor que otros. Lo que sí es cierto es que el español de Colombia, y en particular el de Bogotá, tiene un modo que, sin ser arcaico, conserva unas maneras nobles de la lengua, y es por ese lado lo que la gente quiere decir, pero lo traducen en ‘qué bonito lo hablan’. Lo otro que hay que destacar es que hay pronunciaciones de la lengua española que son más gratas que otras. Y eso es normal, que haya diferencias y que pensemos que unas son más bonitas o gratas que otras. No voy a decir cuáles, pero sí creo, y ahora hablo como venezolano y caribeño, las hablas del Caribe, de esta zona de América, suelen ser más tiernas o más suaves; no es el español a ‘machetazos’, es más suave, quizá por nuestros defectos, por nuestras aspiraciones.

Fuente:http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/educacion/lenguaje-de-las-redes-sociales-y-el-preligro-para-el-buen-espanol/16760663

Imagen:http://www.eltiempo.com/contenido/estilo-de-vida/educacion/IMAGEN/IMAGEN-16760803-2.jpg

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