Por: Silvia Sánchez
Podemos dar vueltas hasta el infinito en las ruedas de convivencia, docentes y estudiantes habitando edificios escolares que cada vez se asemejan más a las ruedas de laboratorio donde los roedores giran hasta el vómito y en las que jugamos a que dialogamos, porque nos interesamos en el otro u otra. Y escuchamos, nos respetamos y nos entendemos, porque todas y todos queremos lo mismo… ¿queremos lo mismo?
Hemos sido y somos oprimidas y reprimidos en nuestros reclamos porque lo que estamos denunciando es falta de presupuesto. Es tan obvio como grosero. Pero nos enredamos discutiendo cómo hacerle frente a los embates que sufrimos desde la patronal. De eso se trata, de los fondos, del dinero que se destina a Educación y a Salud, que durante décadas vienen siendo sostenidas por el profesionalismo y voluntarismo de quienes están comprometidas con sus próximos.
Lejos de intentar escuchar las demandas y manifestaciones colectivas, continuas y desesperadas, las van convirtiendo en una suerte de “contracultura de lo malo” y se las intenta ahogar, desacreditar, demonizar, destrozar.
A tal punto que están intentado quebrar una unidad de lucha con mecanismos macabros y siniestros como la de poner en tela de juicio las éticas de los trabajadores y trabajadoras que poseemos títulos, que acreditan nuestra idoneidad para llevar adelante nuestra prácticas profesionales, por alguien que, por título y competencia, no acredita aptitud alguna para comprender, estructurar y llevar adelante políticas de Estado sobre el complejo entramado de las currículas escolares educativas de nivel. Y por actitud pone de manifiesto su indiferencia hacia las personas, deshumanizándonos, cosificándonos, estigmatizándonos en sus arrebatos discursivos mediáticos.
“¿Qué es un juego, en efecto, sino una actividad cuyo origen primordial es el hombre, cuyos principios el mismo hombre plantea y que no puede tener consecuencias sino de acuerdo a los principios planteados? Desde que el hombre se considera libre y quiere usar su libertad su actividad es un juego: plantea él mismo el valor, las reglas de sus actos y no consiente en pagar sino de acuerdo con las reglas que él mismo ha planteado y definido”, nos explica Jean-Paul Sartre.
Nosotras, las mujeres venimos luchando y lo seguimos haciendo por el reconocimiento de la integridad de nuestros derechos, siendo proveedoras fundamentales en el sostenimiento del sistema capitalista. Seguimos pariendo mano de obra barata y esclava. Educando hijas e hijos adoctrinados en la discriminación y la inequidad como condición “natural”; inmodificable. Después de habernos negado el acceso a la educación durante milenios, lo siguen haciendo por diferentes medios, pero el religioso y el económico-financiero son los que terminan definiendo nuestra cultura de oprimidas y oprimidos.
Esto no lo ha tenido en cuenta la Ministra de Educación, Balagué. Como tampoco la unidad en la lucha de los trabajadores y trabajadoras de la educación. En definitiva somos quienes, junto a las familias, asistentes escolares, administrativos, médicos, enfermeras, artistas, usted y yo, sostenemos la educación pública.
Defender nuestro derecho a una educación pensada, discutida y diseñada para construir espacios donde cada persona pueda ir desarrollando todo su potencial en condiciones de estabilidad emocional, laboral y financiera es una decisión política, que para algunos sectores es inadmisible. Es imposible. Es peligroso. Por eso entramos en conflicto. Por eso nos atacan y nos intentan dividir. Por esos pactan con sectores gremiales para deteriorar desde adentro lo que tantos años de lucha y trabajo nos ha costado construir. Vamos por la educación pública gratuita, laica, de identidad y para todas y todos.
Tomado de: http://www.laizquierdadiario.com/Santa-Fe-Sobre-la-educacion-y-otros-demonios-A-que-estamos-jugando