Un pacto contra la injusticia educativa

La segregación escolar ha aumentado prácticamente en todas las ciudades europeas durante los últimos años, y en algunos casos de manera acelerada. La interacción de varios factores ha generado unas dinámicas de escolarización que han favorecido la concentración de grupos socialmente homogéneos –tanto en las fracciones sociales altas como bajas de la estructura social- en los centros escolares.

Entre las causas de este incremento se debe señalar evidentemente el aumento de la segregación residencial, que con la crisis económica ha crecido notablemente. Igual o incluso más importante, sin embargo, son los factores que tienen que ver con los sistemas de provisión y con los modelos de política educativa de los diferentes países. Un informe reciente de la OCDE destaca, por ejemplo, que aquellos sistemas que basan menos la asignación de centro escolar en criterios residenciales son los que presentan índices de segregación socioeconómica y académica más elevados, o que los sistemas que favorecen la competencia entre centros para la atracción de estudiantes son también los que presentan los niveles más altos de segregación escolar.

Responsabilidades políticas

Junto a los factores urbanos y de modelos de provisión educativa, hay que observar también qué instrumentos activan los diferentes gobiernos nacionales, regionales o locales a la hora de combatir la segregación escolar. Las medidas aquí también son diversas. Mientras que desde los años sesenta EE.UU. puso en marcha políticas de busing para asegurar el equilibrio en la escolarización entre distritos con composición social y étnica muy desigual, en las sociedades europeas los intentos de conseguir una escolarización más equilibrada sobre todo se han perseguido a través de la política educativa.

Por una parte, hay sistemas en los que se prioriza la asignación de centro escolar por proximidad –Francia, Noruega- mientras que otros permiten niveles más elevados de elección escolar a las familias –Inglaterra, España, Italia, Holanda–. Por otra parte, hay sistemas que buscan sobre todo igualar las condiciones de provisión de la oferta educativa para reducir el efecto potencialmente segregador de la elección –Finlandia-, los hay que otorgan mucha autonomía a los centros escolares y al mismo tiempo intentan incentivarlos con recursos suplementarios para atraer estudiantes socialmente desfavorecidos –Inglaterra-, y los hay que no hacen nada de lo dicho –Bélgica, Holanda.

Otro gran capítulo de diferenciación entre políticas educativas se observa en el carácter más o menos integrador de los itinerarios escolares dentro de los sistemas. Mientras que los sistemas de tronco curricular común pueden asegurar niveles más elevados de mezcla social y académica en las escuelas –España, Finlandia, Francia-, los sistemas que practican el tracking desde edades tempranas generan una elevada segregación académica y social (Bélgica, Holanda, Alemania, Austria).

Finalmente, no debe olvidarse que los propios centros escolares juegan un papel importante en los procesos de segregación escolar. La discriminación activa, la pasividad, la búsqueda de exclusividad o la indiferencia son actitudes que, en uno u otro, pueden facilitar o dificultar las dinámicas de segregación. La determinación con la que los poderes públicos actúan evitando la selección adversa también es un elemento que diferencia los sistemas educativos y que puede conducir a niveles más o menos elevados de segregación escolar por la vía de la selección del alumnado.

El aumento o estancamiento de la segregación escolar en la mayoría de países europeos de los últimos años evidencia, en todo caso, que las políticas desplegadas por los gobiernos han sido tímidas o ineficientes. Hemos asistido sobre todo a medidas que han reforzado la capacidad de elección de centro por parte de las familias y que han tendido a reforzar la polarización social y académica.

La situación de Catalunya

En Catalunya la situación no es particularmente exitosa. Dos informes del Síndic de Greuges sobre la situación de la segregación escolar en Catalunya publicados en 2008 y 2016 nos muestran una situación preocupante con respecto a las desigualdades en la escolarización del alumnado extranjero. Estos informes evidencian que, en el marco normativo actual, los márgenes de actuación política que pueden desplegarse para reducir la segregación escolar no son pocos y sí ampliamente desperdiciados. La pasividad del Departament d’Ensenyament en este ámbito ha sido evidente, lo demuestra el hecho que de las medidas que propone el último informe del Síndic prácticamente un 80% son políticas de competencia autonómica (y no local).

La reproducción de la segregación escolar se ha producido más por omisión que por acción. La ausencia de sistemas adecuados de detección del alumnado con necesidades específicas de escolarización, la falta de medidas que obliguen a los centros a aumentar las plazas reservadas para este alumnado, una planificación educativa más basada en el seguimiento de la demanda que en la satisfacción de necesidades educativas, decisiones sobre las ratios escolares que han sido sobre todo respuestas a presiones de familias, la falta de control sobre algunas cuotas abusivas de algunos centros concertados o la ausencia de control del fraude en el proceso de preinscripción escolar, son algunas de las omisiones más chaladas de la política educativa autonómica.

Al lado de esta notable inacción, hemos observado cómo algunos municipios han tenido la valentía política de enfrentar el problema y desplegar medidas –no siempre populares- con el fin de reducir la desigualdad educativa. Curiosamente, en los casos de más determinación municipal al desplegar políticas de desagregación, normalmente los ayuntamientos han tenido al Departament como aliado y la corresponsabilidad ha facilitado la adopción de medidas: nuevas zonificaciones escolares, cambios en la reserva de plazas, criterios de distribución de la matrícula viva, etc.

El nuevo Pacte contra la segregació escolar impulsado desde el Síndic de Greuges y apoyado por la mayoría de actores de la comunidad educativa y por los poderes públicos es una oportunidad para corregir lo que no se ha hecho durante años. Para que el Pacte tenga éxito sin duda es necesario aumentar el termómetro de valentía política de las administraciones. Evidentemente, hay que lograr el máximo consenso entre los diferentes actores de la comunidad educativa, pero hace falta también que la hoja de ruta distinga entre derechos y privilegios y poner el principio de interés público por encima de todo. La igualdad de oportunidades educativas se convierte en una falacia si no va acompañada de la igualdad en las condiciones de escolarización y aprendizaje, y la segregación escolar es un lastre generador de injusticia educativa. Hay margen pues, pero hay que activarlo de manera decidida. Y eso sí que no puede esperar.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/politica/el-mundo-de-manana/20191015/471004772102/pacto-justicia-educativa.html

Imagen tomada de: http://www.teinteresa.es/educa/Secretariado-Gitano-segregacion-identificar-colegios_0_1993000817.html

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Cuando la clase media toma la escuela pública

Por: Xavier Bonal 

Los actuales procesos de segregación social en los entornos urbanos no hacen más que incentivar las estrategias de diferenciación y búsqueda de exclusividad en la elección

Una de las consecuencias de los efectos de la crisis económica en la educación es el aumento de demanda de escuela pública por parte de una clase media que ve menguadas sus posibilidades económicas de recurrir a la educación privada para escolarizar a sus hijos. No hablamos, por supuesto, de una clase para la que la educación pública no es siquiera una de las posibles opciones de escolarización, sino de aquellas fracciones sociales de demanda muy elástica, que suelen moverse entre el mercado y la provisión pública en función de variables como la renta familiar disponible, la calidad educativa o la percepción del riesgo entre las distintas opciones de escolarización.

Son estas fracciones de clase las que son más activas en la elección escolar. Utilizan estrategias muy calculadas para maximizar la inversión educativa, conscientes de que se juegan las posibilidades de reproducción de las posición social en esa inversión. Antes de tomar la decisión sobre dónde escolarizar a los hijos, visitan numerosas escuelas, participan de reuniones de puertas abiertas o se entrevistan con las direcciones escolares. Comparten grupos de whatsapp con otras familias para intercambiar información y sobre todo, para saber qué estrategias utilizan otras familias afines en estilos de socialización. En el cálculo de la elección escolar intervienen muchas variables: el proyecto educativo del centro, las aportaciones económicas, la cantidad y calidad de actividades complementarias y, sobre todo, la composición social de la escuela.

Es en este contexto en el que ha crecido la demanda de un tipo de escuela pública muy determinada, caracterizada por una oferta escolar que se presenta como una educación distinta y pedagógicamente alternativa. Son escuelas de apariencia muy innovadora, en las que el lenguaje se adapta a los retos de la educación del siglo XXI: centrada en competencias más que en conocimientos, no memorística, alternativa en la organización escolar o flexible en las estrategias de evaluación. Esta oferta escolar refuerza su mensaje cuanto más accede a una clientela de un perfil social que, de forma explícita o implícita, le reclama ir de la mano en las estrategias de clausura social. De este modo, el proyecto educativo puede garantizar la calidad si, y sólo si, se asegura que las familias que acceden al centro escolar están convencidas del mismo (se lo creen y lo defienden). La escuela obtiene a cambio una imagen de prestigio educativo y social y ser un foco de atracción para familias de clase media, siempre más fáciles de educar que las familias pobres.

Los actuales procesos de segregación social en los entornos urbanos no hacen más que incentivar estas estrategias de diferenciación y búsqueda de exclusividad en la elección. Algunos autores han denominado a este fenómeno “colonización o gentrificación escolar”. La llegada de sectores de clase media a algunas escuelas públicas “de barrio” produce un fenómeno de desplazamiento (voluntario o no) de algunas familias y sobre todo genera mecanismos de exclusividad y exclusión que convierten a la escuela en especialmente atractiva para sus nuevos ocupantes y a menudo extraña para parte de la comunidad en la que se ubica. Es común que las familias de clase media “tomen” la asociación de padres, colaboren activamente con el profesorado del centro o fijen nuevas cuotas para cubrir actividades complementarias.

Sin duda, la cobertura y la calidad del Estado de Bienestar depende de que las clases medias crean en los servicios públicos como alternativa al mercado y clamen por una educación o sanidad públicas y de calidad. Sin embargo, si esta reivindicación supone la búsqueda de exclusividad y clausura social, se corre el riesgo de construir servicios de distinta velocidad y calidad. Si abundamos en la jerarquización de la escuela pública, nos jugamos algo tan importante como son sus virtudes como institución igualadora de oportunidades. Impedirlo depende de la política educativa.

Fuente: https://elpais.com/ccaa/2019/08/28/catalunya/1566996191_105330.html

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Juan Carlos Tedesco: in memoriam

Por: Xavier Bonal

Nos acaba de dejar uno de los más grandes. Juan Carlos Tedesco, maestro, pedagogo, historiador, filósofo, intelectual extraordinariamente comprometido con la transformación y la defensa de la educación pública y seguidor del Racing de Avellaneda ha muerto en Buenos Aires después de una larga enfermedad.

Tedesco fue profesor de historia de la educación en diversas universidades argentinas. Su carrera profesional se desenvolverá fundamentalmente en el ámbito de la política educativa internacional.

Fue especialista en la UNESCO durante muchos años, en donde asumirá puestos como el de director de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC), como director posteriormente de la Oficina Internacional de Educación de la UNESCO, en Ginebra, y como responsable del Instituto Internacional de Planificación Educativa en la oficina regional de Buenos Aires.

Entre 2007 y 2009 fue ministro de Educación en Argentina, bajo el mandato de Néstor Kirchner y posteriormente de Cristina Fernández Kirchner. En los siguientes años volverá a la docencia haciendo cursos de masters y postgrados en diversas instituciones internacionales, y especialmente en la Universidad Nacional General San Martín.

Tuve la suerte de conocerlo personalmente en el año 2003, cuando, gracias a la Fundació Jaume Bofill, lo invitaron para abrir el lde conferencias y debates que posteriormente se convertirían en el libro Política educativa e igualdad de oportunidades.

Escuchar a Tedesco reflexionar sobre la educación del futuro y de la igualdad de oportunidades educativas resulta magnético. Su tono pausado y afable convierte en más seductores todavía sus ideas contundentes sobre política educativa y sobre la transformación de la escuela pública. En sus palabras, charlas o escritos reunía la brillantez de un excelente comunicador, el rigor del análisis científico y un inmenso compromiso político con la equidad y la justicia social. Esta conjunción hace de Tedesco, sin duda, uno de los referentes contemporáneos más importante para interpretar la dimensión social y política de la educación y, sobre todo para entender hacia dónde va el mundo de la educación y hacia dónde debería ir.

La producción escrita de Tedesco no es inmensa comparada con la de otros autores, pero en sus textos no hay un solo párrafo que sobre. Cuenta con diversos análisis sobre los sistemas educativos de América Latina y sobre las necesarias reformas educativas para mejorar la eficacia y la equidad. Pero es en sus textos de reflexión teórica donde Tedesco es más fascinante.

Sus ideas sobre Los pilares de la educación del futuro recuperan las bases del Informe Delors para dar un sentido y una dirección política a los conceptos de aprender a aprender y de aprender a vivir juntos. Las transformaciones del capitalismo, nos dirá Tedesco, nos obligan a repensar el papel de la escuela en la sociedad actual, y a tener claro que las funciones sociales de la escuela han de ir antes de las prácticas pedagógicas. En tiempos de efervescencia y de debate sobre la educación del mañana y de tanta excitación innovadora como la que vivimos hoy, releer a Tedesco puede ayudar a tomar perspectiva y a establecer las claras prioridades sociales que han de tener la escuela y la educación.

A Tedesco debemos también una línea de reflexión radical sobre las relaciones entre educación y pobreza. La preponderancia de las funciones sociales de la escuela se ponen de manifiesto en sus trabajos, con Néstor López, sobre el concepto de educabilidad. En Las condiciones de educabilidad de los niños y adolescentes en América Latina insiste en la importancia de los mínimos necesarios para que los niños y niñas puedan aprovechar su experiencia escolar. Ante discursos hegemónicos sobre las virtudes transformadoras de la educación, Tedesco nos alerta sobre la importancia de los efectos de la pobreza sobre la educación, y de su contundencia hasta, en las situaciones más extremas, hacer casi inútiles los efectos positivos de la educación para acabar con la pobreza. La frase “por debajo de la línea de subsistencia los cambios institucionales o pedagógicos tienen un impacto muy poco significativo en los resultados de los alumnos” es toda una declaración de intenciones de cómo la política educativa debe ser indisociable de la política social y de las limitaciones de las reformas institucionales para cambiar la escuela.

Tuve la suerte, con otros compañeros y compañeras, de poner en práctica estos principios en una investigación sobre pobreza y educación en Brasil, publicada bajo el título Ser pobre en la escuela y que contó con el privilegio de un prólogo del mismo Juan Carlos Tedesco y de su participación en la presentación del libro. La investigación pone de relieve que las ideas de Tedesco no sólo son inspiradoras sino extremadamente útiles para el análisis empírico.

Las nuevas tecnologías nos facilitan que hoy podamos contar con grabaciones de conferencias que Tedesco realizó a lo largo de los últimos años. Para aquellos que no tuvieran la suerte de escucharlo en directo, vale la pena ver una de sus últimas conferencias sobre Educación y justicia social en América Latina. Sus reflexiones son una vez más una invitación a pensar cómo debe ser el futuro de la educación en las sociedades complejas. Harían bien los responsables de política educativa de aprovechar el legado de unas de las mentes más lúcidas para saber identificar cuáles son los retos reales de la educación del futuro y cuál es el mejor camino para alcanzarlos. De hacerlo seguro que nos esperaría una educación mejor y más justa.

Fuente noticia: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/05/09/juan-carlos-tedesco-memoriamg/

Fuente imagen: http://www.unsam.edu.ar/investigacion/fotos/Juan-Carlos-Tedesco.jp

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¿Es posible educar en cualquier contexto?

Por Xavier Bonal

La educación no tiene capacidad para cambiar cualquier circunstancia, y hay que tener en cuenta cómo estas influyen en la posibilidad de que menores en contextos de pobreza aprovechen el tiempo de aprendizaje.

La pregunta es, por supuesto, provocadora, pero no afrontarla supone dar la espalda a un problema real al que se enfrenta nuestra sociedad y, en especial, las escuelas y los docentes en los entornos más vulnerables.

Vayamos por partes. Sabemos que la educación constituye, desde hace muchos años, la inversión considerada más necesaria para conseguir el desarrollo económico y la ruptura con la reproducción intergeneracional de la pobreza. Discursos, políticas y presupuestos han coincidido muchas veces en la misma dirección: más y más educación para generar las oportunidades necesarias que terminen con la injusticia que supone la inmovilidad que es consecuencia del origen social. Sabemos sin embargo, que después de tantos años de discursos, políticas y presupuestos, sigue siendo más probable que un niño pobre experimente una trayectoria educativa limitada, interrumpida o, en muchas ocasiones, de fracaso. Sabemos incluso que la globalización y la devaluación de las credenciales educativas reducen las posibilidades de movilidad social aún cuando se obtengan niveles educativos superiores a los de las generaciones precedentes y observamos también trayectorias educativas relativamente largas que no tienen traducción en mejoras significativas de inserción laboral y social.

Está menos explorada, sin embargo, otra cuestión importante. ¿Por qué el propio proceso de aprendizaje de los niños pobres está sujeto a tantos más obstáculos que el de un niño que no es pobre? ¿Cuál es la causa? ¿Es la escuela? ¿Es la familia? ¿Son los niños pobres más limitados para aprender? En definitiva, ¿es posible educar en cualquier contexto?

La pregunta la realizan Néstor López y Juan Carlos Tedesco para llamar la atención sobre la necesidad de interrogarnos por los efectos de la pobreza sobre la educación y no solamente sobre las virtudes de la educación para erradicar la pobreza. En escenarios cada vez más devastados por la pobreza y la desigualdad, la pregunta se convierte en fundamental. Supone alertar sobre necesidades fundamentales del niño en el terreno material, afectivo, psicológico o normativo. Supone cuestionar si el hambre, la violencia o el desafecto son factores fundamentales que pueden impedir que un niño, aunque esté físicamente en la escuela, sea incapaz de concentrarse o le resulte imposible asimilar las explicaciones de su maestra. Es legítimo preguntarse, como hacen estos autores, sobre las condiciones de educabilidad de los niños, esto es, sobre los factores ajenos a sus capacidades individuales que limitan injustamente sus posibilidades de aprendizaje y de éxito escolar. En las posibles respuestas a esta pregunta puede que residan buena parte de las razones por las que las nuevas reformas y prácticas educativas ofrecen resultados tan pobres para modificar la educación de los niños pobres.

La consideración de la educabilidad constituye un elemento muy valioso para analizar las relaciones entre educación y pobreza, puesto que pone el énfasis precisamente en aquellos factores asociados a la pobreza que impiden el aprovechamiento de las oportunidades educativas. No se puede obviar que la asistencia escolar y el aprovechamiento educativo implican unas mínimas condiciones materiales, afectivas y culturales que aproximen al alumnado a los mínimos exigidos por la institución escolar. Y las condiciones de pobreza, precisamente, tienden a dificultar la garantía de estos mínimos. Hablar de educabilidad, por tanto, hace referencia a la necesidad de disponer de unas mínimas condiciones materiales, tan básicas como la posibilidad de disfrutar de alimentación, ropa y material escolar; a la necesidad de un entorno familiar que no suponga obstáculos para las prácticas educativas; un entorno escolar con capacidad para aceptar diferentes ritmos de aprendizaje; un alumnado que haya interiorizado un conjunto de representaciones, valores y actitudes que lo disponga favorablemente para el aprendizaje escolar; un profesorado que confíe en las capacidades de su alumnado; unas condiciones sociales que permitan a las familias asistir a la escuela con regularidad. En definitiva, unos mínimos sociales, familiares y escolares para el desarrollo y el potencial éxito de las prácticas educativas. Tal como señala Tedesco, “por debajo de la línea de subsistencia, los cambios institucionales o pedagógicos tienen un impacto muy poco significativo en los resultados escolares de los alumnos”.

La reflexión sobre el concepto de educabilidad abre el campo para preguntarse por lo tanto si es posible garantizar el desarrollo de la educación en cualquier contexto social y educativo, o por qué una misma inversión educativa puede generar impactos completamente diferentes incluso en individuos del mismo entorno socioeconómico y cultural y con un nivel idéntico de renta. Pensar en términos de las condiciones de educabilidad de la infancia invita a pensar en qué factores pueden incidir en las posibilidades de aprovechamiento de la inversión educativa o en cómo interaccionan pobreza y educación en las prácticas cotidianas de los alumnos, en sus expectativas. La educabilidad, en definitiva, nos sugiere no ignorar una omisión que demasiado a menudo ha caracterizado a la política educativa: cuánta equidad social es necesaria para conseguir la equidad educativa. Lejos de cuestionar las potencialidades de aprendizaje de la infancia o su capacidad de resiliencia, estudiar las condiciones de educabilidad de los niños y niñas pobres es precisamente lo que nos puede ayudar a no reducir la interpretación de su experiencia escolar a una reflexión sobre sus capacidades.

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En un momento en el que el concepto de “oportunidades de aprendizaje” está cogiendo fuerza para interpretar las desigualdades educativas (más allá del acceso a la escolarización formal), merece la pena tener en cuenta que entre esas oportunidades debe haber algo más que el tiempo de exposición del niño o niña a situaciones de aprendizaje. Las oportunidades de aprendizaje deben considerar las condiciones materiales, de socialización familiar, de entorno comunitario, de desarrollo psicológico y de todo aquello que identifiquemos relevante para asegurar la educabilidad. Trasladar la mirada pedagógica desde el modelo de transmisión a las condiciones de recepción es una tarea fundamental si queremos asegurar oportunidades de aprendizaje, aspecto sobre el que conviene insistir en un momento en el que la moda de la “innovación educativa” parece otorgar un poder ilimitado a los modelos de organización escolar, de formación de competencias y otras estrategias de transmisión como mecanismos con el poder suficiente para asegurar el éxito de la educación. La pedagogía no es transferible si no se considera el contexto social en el que se desarrolla, y especialmente si se ignoran las condiciones de educabilidad del alumnado más vulnerable.

En resumen, la heroica no existe cuando hablamos de pobreza. La respuesta a la pregunta es pues negativa. No, no es posible educar en cualquier contexto, especialmente si no se hace nada para cambiar ese contexto.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/02/16/es-posible-educar-en-cualquier-contexto/

Imagen: eldiariodelaeducacion.com/wp-content/uploads/2016/10/colombia-niña-e1479024747145.jpg

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Sobre PISA y el triunfalismo educativo

Por: Xavier Bonal

Cada tres años, cuando a principios de diciembre aparecen los datos PISA, asistimos a un ejercicio variopinto de explicaciones políticas que sirven de justificación de resultados mediocres o, como ha ocurrido en esta ocasión, de patriotismo educativo desenfrenado. De forma algo sorprendente, el gobierno español ha celebrado unos resultados que sitúan a España en el mejor de los casos en la media de la OCDE (en matemáticas por debajo), como si se hubiese ganado una especie de Champions educativa. Si bien es cierto que el descenso generalizado de las puntuaciones PISA en todos los países de la OCDE ha permito que España escale algunas posiciones en el ranking, las puntuaciones en las diversas competencias evaluadas muestran un estancamiento de España a lo largo de las diversas ediciones de este estudio. No deja de ser curioso que ante puntuaciones muy parecidas, en ediciones pasadas el gobierno del Partido Popular achacase a la inoperancia de gobiernos anteriores y, especialmente a la LOGSE, unos resultados considerados entonces muy mediocres. No está de más recordar, por otra parte, que el alumnado que participó en las pruebas de PISA 2015 no lo hizo bajo el marco legislativo de la LOMCE (aún no desarrollada en ese momento en 3º o 4º de ESO), sino bajo el paraguas de la LOGSE y la LOE. Más curioso es aún por consiguiente tanto triunfalismo educativo.

El mismo día en el que el Ministro de Educación celebraba los resultados y el presidente del gobierno afirmaba que “España rompe la brecha educativa y se sitúa, por primera vez en la historia, al nivel de los países más avanzados del mundo”, el creador y director de PISA, Andreas Schleicher, advertía en una entrevista en EL PAÍS que la obsesión por legislar ha desviado el esfuerzo político por la mejora de la calidad de la enseñanza y que el estancamiento, que no mejora, de los resultados españoles se explican entre otras cosas por la debilidad de la carrera profesional docente o el exceso de repetición. Muy lejos por tanto del triunfalismo educativo con el que se han presentado los datos del último informe.

Los resultados españoles, por otra parte, ocultan una dispersión muy significativa desde un punto de vista territorial. En efecto, como muestra el gráfico 1, el rendimiento en competencia científica (competencia evaluada de forma prioritaria en la edición de 2015) se sitúan entre los 473 puntos de Andalucía y los 519 de Castilla y León, una diferencia de 46 puntos que, según las escalas de medición de PISA, equivaldría alrededor de un curso y medio de “distancia escolar”.

Gráfico 1

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Las diferencias territoriales tienen que ver en buena medida con el desarrollo económico regional y la renta per capita, algo que no ha variado en sucesivas ediciones de PISA, pero también guardan relación con prácticas pedagógicas que persisten a pesar de mostrarse completamente ineficaces. El gráfico 2, por ejemplo, muestra la relación entre la tasa de repetidores y las puntuaciones medias en ciencias. Puede apreciarse cómo las CCAA con peores puntuaciones coinciden con las mayores tasas de repetición, en ocasiones con tasas cercanas al 40% del alumnado. La repetición es una práctica que se ha demostrado cara, ineficaz y que afecta negativamente a la equidad del sistema educativo. De hecho la propia OCDE, en el informe de resultados para PISA 2015, destaca que España es el país donde la repetición está más vinculada a cuestiones socioeconómicas que al rendimiento de los alumnos. Es este claramente un aspecto que debería hacer reflexionar tanto a responsables políticos como a los profesionales de la enseñanza.

Gráfico 2: Puntuación en ciencias según alumnado repetidor, por CCAA.

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Frecuentemente los responsables educativos autonómicos han relacionado inmigración y bajos resultados en las pruebas PISA. Sin embargo, no existe ninguna relación entre la presencia de población de origen inmigrante y los resultados educativos. De igual forma que en ediciones anteriores, existen CCAA con presencia significativa de alumnado de origen inmigrante con buenas puntuaciones en PISA y viceversa (gráfico 3). La ausencia de esta relación no significa, sin embargo, que no persistan una diferencias muy amplias entre los resultados del alumnado autóctono y del alumnado de origen inmigrante, unas diferencias que se sitúan en algunas CCAA entre las más altas de la OCDE y que se mantienen después de deducir el estatus social y cultural del alumnado. Sigue siendo esta una asignatura pendiente de la desigualdad educativa de nuestro sistema educativo. La relativa baja proporción de alumnado que no alcanza las competencias mínimas (por debajo de la media de la OCDE), contrasta con la desigualdad de oportunidades del alumnado inmigrante.

Gráfico 3: Puntuación en ciencias según presencia de alumnado inmigrante, por CCAA.

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Finalmente, una lección llamativa que nos ofrecen los resultados PISA es una vez más, que la mejora en educación es tanto más efectiva cuanto mayor es la capacidad del sistema de reducir la desigualdad de resultados de su alumnado. Como puede apreciarse en el gráfico 4, la relación entre rendimiento y equidad es notable. En la línea de lo que ya ha señalado en diversas ocasiones la propia OCDE, aquellos países que presentan los mayores avances en puntuaciones PISA suelen ser, con pocas excepciones, aquellos que son capaces de reducir la brecha entre los mejores y los peores alumnos. Los buenos resultados de Galicia, Navarra o, sobre todo, Castilla y León, coinciden con menores diferencias de puntuación entre los alumnos situados en los percentiles 25 y 75. Contrasta este hecho con la repetida insistencia por parte de las autoridades educativas en reforzar el mensaje de que España tiene los deberes hechos en equidad y necesita mejorar en excelencia educativa. La mejora de la excelencia educativa sin duda permite avances en el rendimiento medio del sistema, pero existe un “efecto techo” en la capacidad de mejora. Si no reducimos las diferencias entre los alumnos con peor y mejor rendimiento difícilmente daremos el salto cualitativo que sitúe a nuestro sistema educativo en mayores niveles de calidad, a pesar de que al señor ministro le parezca que ya estamos ahí.

Gráfico 4: Puntuación en ciencias según desigualdad de resultados, por CCAA.

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Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2016/12/07/sobre-pisa-y-el-triunfalismo-educativo/

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La crisis y la desprotección de la escuela pública

Por: Xavier Bonal 

Una de las pocas certezas de la crisis es que esta obliga al cambio económico, político y social de todos y cada uno de los ámbitos de la vida social. En el ámbito público estos cambios se hacen evidentes a través de los recortes presupuestarios, en las formas de reorganización de la prestación de los servicios, en las pautas de comportamiento de la demanda social o en la misma articulación de las formas de reivindicación y/u oposición ciudadana.

La educación no solo no es un excepción, sino que es un observatorio privilegiado para analizar estas transformaciones. En efecto, en los últimos años, la educación en muchos países, y especialmente en el Sur de Europa, ha sido sacudida de forma radical, con recortes presupuestarios que han alcanzado en ocasiones el 20% del gasto público. Estos recortes han tenido efectos en varias dimensiones de la equidad educativa o en las condiciones de trabajo del profesorado. Pero la crisis no solo repercute en los recursos. A menudo, se convierte en oportunidad para que distintos gobiernos impulsen una agenda de reformas, normalmente de naturaleza conservadora, que en ningún otro momento tuvieron la legitimidad de aprobar: refuerzo de las direcciones escolares y de los modelos de liderazgo escolar, back to basics en el curriculum para reforzar los saberes instrumentales o nuevos modelos de evaluación del profesorado, son algunas de las reformas que se presentan como ‘inevitables’ como respuesta a la crisis.

La crisis deviene entonces una oportunidad para subrayar los males de una escuela pública anquilosada y tradicional. Las criticas parecen llegar desde varios frentes. Por un lado, las tendencias de privatización de servicios públicos y de generación de partenariados público-privado a escala global van acompañados de una ideología que atribuye a los sistemas de provisión pública buena parte de los males de la ineficacia y la ineficiencia en la gestión. La burocratización de la gestión, la ausencia de incentivos, los intereses corporativos o las rigideces organizativas, son factores que impiden la innovación educativa, la diversificación y la creatividad.

Paradójicamente, una de las razones que tradicionalmente justificaban la intervención pública en educación (las imperfecciones del mercado para proveer un sistema eficaz y equitativo) se obvia para invertir la ecuación. Así, es la demostrada ineficacia pública que requiere de la intervención del mercado a través de sistemas de provisión y gestión que emulen el comportamiento empresarial y la competitividad. Este discurso global se expande a través de la llamada Nueva Gestión Pública, impulsada tanto por organismos internacionales como por gobiernos nacionales de distinto color político. La fuerza de este discurso (y hoy ya de estas políticas) parece olvidar no solo una historia de renovación pedagógica y de transformación educativa asociada a la escuela pública, sino el mismo principio de garantía de derecho a la educación gratuita, laica y universal que solo puede garantizar la educación pública.

Por otra parte, la educación pública sufre un grave problema de protección política. Una lógica de planificación basada en el seguimiento de la demanda social de educación, el cierre de escuelas y clases en centros públicos, la inacción ante la creciente segregación escolar, son muestras de una toma de decisiones que tiene claros efectos sobre el progresivo abandono de la escuela pública. La falta de protección de la educación pública por parte de quien debiera protegerla es percibida por la ciudadanía, y especialmente para unas clases medias que, o bien la rehúyen recurriendo a la escuela privada, o Sector bien (como ocurre a menudo en momentos de crisis) adoptan estrategias de clausura social dentro del mismo sector público.

En el primer caso el efecto es el de convertir la escuela pública en espacio residual de formación de ciudadanos que no pueden acceder al mercado: pobres, inmigrantes y los nuevos working poor acaban por convertirse en los grupos sociales mayoritariamente usuarios del sector público, incapaces de huir de esta escuela para recurrir a una escuela privada donde se depositan mayores expectativas de movilidad social.

Pero es el segundo caso lo que hace más “daño” a la educación pública. La clausura o cierre social es cada vez más una práctica que se extiende en varios sistemas europeos en tiempos de crisis. Clases medias que no pueden (o incluso no quieren) recurrir al mercado optan por cerrar filas en espacios públicos que son capaces de rechazar el intrusismo externo. Se producen así procesos de apropiación de lo público. En estos procesos colaboran a menudo familias y profesorado en un entorno social homogéneo que les garantiza unas condiciones educativas idóneas, la “voz” necesaria para defender su singularidad y, muy a menudo, los recursos económicos y culturales para convertir la escuela en un espacio pedagógicamente envidiable (colonias de nivel pijo, constantes salidas educativas, charlas con invitados ilustres, actividades complementarias pagada por las familias, etc.). Estos sectores se integran a menudo en movilizaciones de defensa de la escuela pública, al tiempo que perseveran en el mantenimiento de un proyecto educativo que justifica los mecanismos implícitos de exclusión de determinados sectores de la población.

Se genera así una fractura dentro del mismo sector público, tan dolorosa como paradójica. A menudo tanto maestros como familias de estas escuelas son buenos portavoces de defensa de la escuela pública. Son activos en asambleas y manifestaciones, y suerte tiene la educación pública de contar con la voz de una clase media dispuesta a reivindicar los servicios públicos y a oponerse a los recortes. Pero al mismo tiempo, la práctica de clausura social genera mecanismos de apropiación y exclusión. El carácter tradicionalmente interclasista de la escuela pública da paso a una progresiva segmentación y a la diferenciación social interna, altamente preocupante desde el punto de vista de la equidad y la igualdad de oportunidades educativas. La crisis no hay duda de que ha acentuado este proceso.

Si queremos una educación pública innovadora, creativa, participativa, con capacidad de autogestión y como espacio de formación de ciudadanía crítica, debemos asegurar los mecanismos que permitan que todos estos atributos sean posibles y asequibles para todos los grupos sociales. Los procesos de clausura social y de apropiación de los espacios públicos no son garantía ni modelo inicial que arrastre el resto de escuelas, y menos aún a las más precarias.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2016/11/14/la-crisis-la-desproteccion-la-escuela-publica/

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