Escrito por: Mariana Menéndez Díaz
Apelamos a la memoria larga y cantamos en las calles “somos la nietas de todas las brujas que no pudieron quemar” y en ese grito trajimos a nosotras toda la fuerza de aquellas mujeres que lucharon antes. Entre esas brujas, llegó Rosa.
A Mariana y su hija Matilda, para celebrar la vida nueva
Las luchas pasadas le regalan al presente pistas para la transformación, la memoria colectiva se activa entra en conversación y reescribe la historia. La rebelión feminista de estos últimos seis años en el Río de la Plata trajo consigo bellas palabras e imágenes del pasado. Buceamos lejos en el tiempo ávidas de palabras que nos ayudaran a nombrar nuestra experiencia, nos fuimos enlazando con tradiciones de luchas diversas. Mezclamos todo porque no nos creemos que de lo Uno, lo homogéneo, nazca la fuerza. Apelamos a la memoria larga y cantamos en las calles “somos la nietas de todas las brujas que no pudieron quemar” y en ese grito trajimos a nosotras toda la fuerza de aquellas mujeres que lucharon antes, incluso antes que el capitalismo se consolide como el sistema de muerte que conocemos.
Entre esas brujas, llegó Rosa. Sus textos circularon entre nosotras en distintos momentos. También leímos sus cartas personales y vibramos con sus deseos, miedos y preocupaciones. Han sido sobre todo los desafíos que abrió el paro del 8M del 2017 lo que nos llevó a releer sus reflexiones sobre la huelga, y en general nuestra búsqueda de entrar en conversación con las mujeres que lucharon antes a retomar otras aristas de su pensamiento. Rosa ha sido siempre un nombre icónico para las que venimos de las experiencias de izquierda pero ahora podíamos revistarla con nuevas preguntas.
La larga pollera de Rosa
Una amiga y compañera de Minervas, Mariana, me dijo que cuando pensaba en Rosa siempre le venia a la cabeza su larga pollera. ¡Es cierto! Al inicio de nuestra experiencia feminista siempre nos impactaba mucho su cuerpo de mujer en medio de la política masculino-patriarcal de izquierda. Tengo grabada la imagen de su pollera en medio de un acto, tomando la palabra rodeada de varones. Pero las imágenes, como las palabras, pueden ser fuente de fuerza y sentido o piedras que aplastan la imperiosa necesidad de significar cada experiencia de lucha a partir de sí y en diálogo con el pasado. Dicho de otro modo, a veces la imágenes se cristalizan y se constituyen en modelos a seguir, en referencias idealizadas siempre frustrantes que nos hacen sentir que nunca estaremos a la supuesta altura de los acontecimientos. Y el nombre de Rosa lo han usado muchas veces en nuestra contra para achacarnos su grandeza y escupirnos impotencia.
Pero por suerte muchas veces las imágenes se vuelven inspiradoras[1], se componen con otras y dejan pasar a través de sí nuevos deseos de revolucionarizar. Entonces en lugar de modelo a seguir nos fuimos haciendo amigas de Rosa, leímos sus cartas de amor, supimos de su gusto por las plantas, los pájaros y la lectura[2]. Nos emocionamos con su deseos de una vida tranquila y tal vez hijxs. Nos regocijamos con su testimonio de que su yo íntimo se parecía más a los gorriones que a sus camaradas. Todos esos gestos vitalistas que la alejan del bronce y la acercan a la sensibilidad de una mujer que vibra con la vida y la lucha, y no las separa. Pienso en Audre Lorde (2003), quien afirmaba que no pensaba renunciar a ninguna de las dimensiones de su experiencia, y evocar a Rosa implica retomar toda la polifonía de su existencia y creatividad. Pensarla como militante revolucionaria y como teórica, y también como mujer y como judía. Todos sus desacatos y sus pasiones por lo vivo los guardamos como un tesoro. En palabras de otra amiga “ella nos cuida y nos ronda”, algo así como un paganismo feminista.
Cada fragmento de su vida y su pensamiento, como el de otras tantas luchadoras, tienen para nosotras un valor incalculable porque ha sido un arduo trabajo retejer memorias a contrapelo de las narrativas dominantes en el campo de las luchas. Porque la memoria es un terreno de disputas, y si la historia oficial siempre olvida a los vencidos, al decir de Benjamin, al interior de los vencidxs se dan injusticias similares[3]. Los relatos suelen estar centrados en protagonismos masculinos y blancos o blanquizados y en el terreno del conflicto capital-trabajo asalariado. Retomar otros hilos de memoria, tomarse en serio el pensamiento político elaborado por mujeres teóricas y militantes y alumbrar otros terrenos de lucha, como por ejemplo las luchas reproductivas, son modos de despatriarcalizar[4] la memoria. Pero no solo se trata de señalar la producción de olvido y desarmar las genealogías patriarcales – y coloniales- sino de “habilitar un retejido de memoria que recupere a las mujeres y sus horizontes políticos, que permita inscribirse en linajes feministas (…) pensar la memoria desde una clave reapropiatoria, en tanto despatriarcalizar supone establecer estrategias contra el despojo y la expropiación” (Sosa, Menéndez & Castro: 2020).
El ejercicio de inscribimos en linajes feministas, abiertos y plurales, como plantea nuestra compañera Noel Sosa (2020) es un proceso para desplazarnos de la orfandad en la que han querido instalarnos; a contra pelo de la separación creada entre nosotras por el pacto entre varones nos disponemos a retejer diálogos con las mujeres que lucharon antes sin mediaciones patriarcales (Gutierréz, Sosa & Reyes, 2018). En este sentido, son conocidos los debates interminables entre feminismos e izquierdas, y el tal “matrimonio mal avenido”[5], aquí en nuestro país se habla también de un amor no correspondido. En cualquiera de los dos casos mas vale huir, y desordenar para armar otras constelaciones posibles. La relectura y los diálogos con la obra de Rosa en medio del tiempo de rebelión feminista es parte de estas nuevas constelaciones.
Conversaciones con Rosa
Para nosotras ha sido una conversación plural y a dos tiempos, porque leíamos a Rosa a la vez que íbamos encontrando los debates que diversas mujeres en los años 60’ y 70’ mantenían entre sí respecto a Rosa. Por ejemplo el filoso libro de Raya Dunayevskaya, “La liberación femenina y la filosofía marxista de la Revolución” (1981), donde la autora en el segundo capítulo retoma el pensamiento de Rosa y de Marx en diálogo con la lucha por la liberación femenina y negra. Raya afirma que el movimiento de liberación femenina de su época no se pareció en nada al anterior, porque implicó la novedad de proceder de la propia izquierda y a la vez dirigió duras críticas contra ella. En los 70’ esos conflictos y fricciones incluían la figura de Rosa, y las consideraciones acerca de su posicionamiento feminista y su rol en la lucha de las mujeres respecto a la política partidista. Desde los feminismos negros Doris Wrigth plantea: “Dejen de hablarnos, ni aún con las voces de las mujeres (de la antigua izquierda), de lo grande que fue el Movimiento de Mujeres Socialistas Alemanas. Ya sabemos cuántos grupos de trabajadoras organizó Clara Zetkin (…) Y también sabemos que ninguna de ellas, había expuesto el chauvinismo masculino en el partido (…) Ahora les preguntamos ¿es accidental que los dirigentes varones del SPD se lanzaran tan fácilmente a aquellas malolientes observaciones chauvinistas masculinas cuando Rosa Luxemburgo rompió con Kaustky y Bebel?”[6]. Gestos como este generaba tirria entre las feministas ya que implicaban la utilización por parte de los varones de izquierda del nombre de Rosa para menospreciar la lucha feminista y silenciar las criticas en nombre de la disciplina partidaria.
Dunayevskaya (1981) por su parte crítica las posiciones feministas que no retoman el pensamiento político de Rosa aduciendo que no tenía nada que decir sobre la política feminista, porque ve en ello una gran pérdida para lucha por la liberación de las mujeres. Es más, la autora afirma que no se puede leer la relación entre Rosa y Clara sin comprender su profunda amistad política y alianza, y esto incluye su trabajo mancomunado en el movimiento de mujeres. Además sabemos que Rosa elaboró varios artículos sobre la lucha de las mujeres en el periódico alemán “Igualdad” dirigido por Zetkin y en otras publicaciones. Por ejemplo, en 1902 escribe: “(…) con la emancipación política de las mujeres, un fresco y poderoso viento habrá de entrar en la vida política e intelectual (de la socialdemocracia) disipando la atmósfera sofocante de la actual vida familiar filistea que tan confundiblemente pesa sobre los miembros de nuestro partido, tanto en los obreros como en los dirigentes” (Luxemburgo citada por R. Dunayevskaya). Recordemos que algunos años después, en medio de la revolución rusa se abre el debate sobre el matrimonio y la familia, el amor libre y el llamado matrimonio proletario en palabras de Lenin[7].
La huelga, su pensamiento y sus metáforas
Entre 1906 y 1909 se suceden una serie de huelgas en Rusia y en su tierra natal Polonia, un terreno fermental para el pensamiento de Rosa quien saco importantes conclusiones teóricas y político-organizativas a partir de dichos acontecimientos revolucionarios. En ese periodo escribe dos textos claves, ahora muy conocidos, “Huelga de masas, partido y sindicatos” y “La revolución rusa”. No es casualidad el revuelo y las estrategias de borramiento que provocaron ambos, tanto en Alemania como en Rusia. En el primero Rosa proponía, interviniendo en un debate crispado entre anarquistas y marxistas, la huelga de masas como elemento central de la estrategia revolucionaria. Afirma que la organización no precede a la acción, y plantea repensar la relación entre “dirección consciente” y espontaneidad, “Si el elemento espontáneo desempeña un papel tan importante en las huelgas de masas en Rusia, no es porque el proletariado ruso sea «insuficientemente educado», sino porque las revoluciones no se aprenden en la escuela” (Luxemburgo, 2015: 66).
Más que enseñar en los tiempos extraordinarios de rebelión/revolución se trata de aprender. Su modo de acercarse a las huelgas nos muestra una práctica de pensamiento que teoriza a partir del despliegue concreto y situado de la lucha[8]. Donde teorizar no es una abstracción desentendida de los procesos y acontecimientos sociales, sino una elaboración permanente que es capaz de dar cuenta de los movimientos, de los desplazamientos. Donde se parte de una experiencia subjetiva antagonista, que integra procesos vividos en primera persona, para crear un conocimiento localizado[9] valiosísimo. Un modo en sintonía con la acepción de teoría como aquella “visión o perspectiva alcanzada tras un viaje corporal, cognitivo y espiritual” (Brown, 2019: 95).
Para Rosa cada huelga elabora su propio pensamiento político, en sus palabras no puede ser “ejecutada con prudencia y según un plan decidido por las instancias supremas de los sindicatos, vemos un fragmento de vida real hecho de carne y de sangre que no se puede separar del medio revolucionario en su totalidad” (Luxemburgo, 2015: 57). Y para describir ese cuerpo vivo hecha mano a bellas metáforas acuáticas, para dar cuenta del movimiento permanente y lo interconectado dice “(…) todas esas formas de lucha se entrecruzan o se rozan, se atraviesan o desbordan una sobre la otra; es un océano de fenómenos eternamente nuevos y fluctuantes” (Luxemburgo, 2015: 58).
En sus ideas y metáforas resuenan nuestras huelgas feminista (8 de marzo, 2017-2020), en la posibilidad de construir un cartografía concreta y situada de las potencias y los límites de la lucha. Porque como dice Rosa la huelga no es un acontecimiento único sino un proceso, de él surgen renovadas estrategias y formas de antagonismo – en nuestro caso antipatriarcales, pero no sólo-. No hay proyección y plan fijo posible, allí donde aparece un límite inamovible acontece un desplazamiento capaz de remover profundamente lo que pensábamos. La huelga feminista, tal como se desplegó en el Río de la Plata, Uruguay y Argentina, no sólo habilitó procesos de auto organización, sino que permitió un nuevo desborde de la lucha feminista (Menéndez, 2019). Porque si bien el catalizador central de las acciones masivas en las calles fue la impugnación a la violencia feminicida, la herramienta de huelga recreada por la política feminista permitió señalar la relación orgánica entre violencia y acumulación capitalista (Gago, 2019), o como afirma Cristina Vega (2019) enlazó el problema de la violencia machista con el de la explotación. Es más, transformo de forma honda los debates sobre las posibilidades de transformación social en nuestra región, visibilizando y dándole carácter político al trabajo de reproducción y sostenimiento de la vida. Trabajo central para seguir con vida, ganar terreno en nuestra posibilidades de autodeterminación y mantener abierta la lucha, o como dice Silvia Federici “la zona cero de la revolución”. Nuestra huelga posee su propio pensamiento, y Rosa lo ha nutrido como las abuelas amorosas nutren a sus nietas.
[1] Un debate similar sobre las imágenes de cambio es trabajado por Amador Fernández-Savater en su libro Habitar y gobernar. Inspiraciones para una nueva concepción política.
[2] Ver de Pierina Ferreti, (2020) “Rosa, la última lectora”
[3]Se puede consultar para este debate: Diego Castro (2019) Autodeterminación y composición política en Uruguay. Una mirada a contrapelo de dos luchas pasadas que produjeron mandatos. Tesis para obtener el grado de Doctor en Sociología. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
[4]La propuesta de despatriarcalización es trabajada por Mujeres Creando (Bolivia) y por una de sus fundadoras María Galindo en No se puede Descolonizar sin Despatriarcalizar, 2013.
[5]Título del articulo clásico de Heidi Hartmann, “Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo”.
[6]Doris Wright, “A Black Woman Writes” (1971) citada por Raya Dunayevskaya en Rosa Luxemburgo. La liberación femenina y la filosofía marxista de la revolución.
[7]Se puede consultar Wendy Goldman (2010). El Estado, la mujer y la revolución. Buenos Aires: Ediciones IPS.
[8]Raquel Gutiérrez desarrolla este debate en Los ritmos del Pachakuti: movilización y levantamiento indígena-popular en Bolivia, 2009.
[9]La idea de localización es una propuesta de la feminista Adrianne Rich en su texto “Apuntes para una política de la ubicación”, 1984.
Referencias
Brown, Wendy ( 2019). Estados de agravio. Poder y libertad en la modernidad tardía. Madrid: Lengua de trapo.
Dunayevskaya, Raya (2005). Rosa Luxemburgo. La liberación femenina y la filosofía marxista de la revolución. México: Fondo de Cultura Económica.
Gago, Verónica (2019). La potencia feminista. O el deseo de cambiarlo todo. Buenos Aires: Tinta Limón.
Federici, Silvia (2010). Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes. Buenos Aires: Tinta Limón.
Lorde, Audre (2003). La hermana, la extranjera. Madrid: Horas y horas.
Luxemburgo, Rosa (2012). Cartas de amor. Montevideo: Casa Bertolt Brecht – FRL.
Luxemburgo, Rosa (2015). Huelga de masas, partido y sindicatos. Madrid: Siglo XXI.
Luxemburgo, Rosa (2017). La revolución rusa. Madrid: Akal.
Menéndez, Mariana (2019). “Entre mujeres: nuestro deseo de cambiarlo todo. Apuntes sobre el reemerger feminista en el Río de la Plata”. En Producir lo común. Entramados comunitarios y lucha por la vida, VV. AA. Madrid: Traficantes de sueños.
Sosa, Maria Noel (2020) De la orfandad al linaje. Hacia una genealogía de las luchas feministas en el Uruguay post dictadura. Tesis para optar por el título de Doctora en Sociología, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Sosa, María Noel, Menéndez, Mariana y Castro Diego (2021). “Despatriarcalizar y desestatalizar la memoria de las luchas sociales” (en prensa).
Vega, Cristina (2018). Rutas de la reproducción y el cuidado por América Latina. Apropiación, valorización colectiva y política. En Comunalidad, tramas comunitarias y producción de los común. Gutierrez, Raquel (coord). México: Editorial Pez en el árbol.
Fuente: https://zur.uy/despatriarcalizar-la-memoria-evocaciones-a-partir-de-rosa/
Imagen: Agustina Faulord