Sierra Leona/15 de mayo de 2018/Por: EFE/ Fuente: https://www.telesurtv.net
Hasta ahora, la educación en ese país era privada. En 2013 la tasa de analfabetismo en Sierra Leona en mayores de 15 años era de 68 por ciento.
El presidente de Sierra Leona, Julius Maada Bio, declaró el pasado viernes la educación gratuita desde primaria a partir de septiembre.
«Estoy orgulloso de anunciar oficialmente que empezando el próximo año académico en septiembre de 2018 mi Gobierno introducirá educación gratuita desde primaria hasta la graduación secundaria», anunció Bio en su discurso del inicio de legislatura del Parlamento.
Hasta ahora, la educación en ese país era privada. En 2013 la tasa de analfabetismo en Sierra Leona en mayores de 15 años era de 68 por ciento, de acuerdo a datos del Banco Mundial.
Foto: EFE
Asimismo, creó dos comités para elaborar el nuevo programa: uno interministerial y otro de colaboradores.
«Para mejorar el sistema (educativo), mi Gobierno va a incrementar las horas lectivas, a construir nuevas aulas y a desarrollar una institución más técnica y vocacional», agregó.
La educación fue una de sus promesas electorales de Bio, que obtuvo el 51,81 por ciento de los votos en la segunda vuelta de las elecciones celebradas en marzo. El sábado juró su cargo en Freetown como nuevo presidente de Sierra Leona.
En Sierra Leona un año completo en una escuela primaria cuesta el equivalente a un corte de pelo en Madrid: 15 euros, 150.000 leones. En esta pequeña nación africana, castigada tantos años por las guerras, un plato de comida cuesta tres euros, lo mismo que el cuerpo de una niña de 9 años. En Freetown vive Aminata, una de las protagonistas del documental “Love”. Un corto desgarrador en el que su director, Raúl De la Fuente, narra la hercúlea tarea de cuatro misioneros salesianos, con el padre Jorge Crisafulli al frente, y de un centenar de voluntarios para devolver la esperanza a una legión de niñas obligadas a prostituirse para poder sobrevivir en calles donde solo las ratas se atreven a entrar.
Aminata es huérfana. Su padre era el jefe rebelde de un grupo que se alzó en armas contra el Gobierno de Sierra Leona, lo que desató una cruenta guerra civil que duró algo más de diez años, entre 1991 y 2002. Aminata creció masticando dolor. Antes de morir en una balacera, su padre le cortó el brazo a su madre por negarse a convivir en el mismo hogar con la esposa del guerrillero. Con las heridas infectadas, su madre pereció desangrada y Aminata se quedó sola en el mundo. Sin nada que echarse a la boca, la niña se fue a Freetown y se acostó con unos hombres que antes la habían invitado a poner precio a su cuerpo. «Ese día gané cinco euros y sólo tenía 13 años». A partir de ese momento engrosó el ejército de esclavas sexuales africanas, niñas que son desvirgadas a veces sin haber tenido siquiera su primera menstruación. Niñas a las que los pescadores chinos les dan una moneda extra si tienen sexo con los perros.
La de Aminata es una historia terrible, pero también esperanzadora, porque la niña, al cabo del tiempo, abandonó la prostitución y pudo montar una pequeña peluquería y un modesto almacén donde vende alimentos. Dejó atrás una vida llena de sida, drogas, abusos sexuales, y alcohol gracias a los salesianos, que acogen en el centro Don Bosco Famul de Freetown a chicas de entre 9 y 17 años. «Son niñas y sienten como niñas, aunque estén haciendo el trabajo de una prostituta adulta. Es inhumano», dice Crisafulli. “No saben que pueden quedar embarazadas, no conocen métodos de autoprotección. Los que abusan de ellas en las calles no son pobres. Son gente con dinero, poderosos… policías”, explica el misionero argentino.
Misiones Salesianas denuncia que la prostitución infantil “es una forma moderna de esclavitud” que en la actualidad sufren más de 150 millones de niñas y 73 millones de niños en el mundo.
Los informes de la ONU señalan a Argentina, Chile, Cuba o Sri Lanka como los estados con peores índices de abusos sexuales a menores. En Tailandia, 80.000 niños son obligados a prostituirse cada día, mientras que en Indonesia el 20 % de las mujeres explotadas sexualmente son niñas. En Estados Unidos y Canadá se calcula que hay 100.000 menores víctimas de la trata. En todas partes hay miserables capaces de explotar a niños. Es probable que la prostitución exista siempre, por desgracia. Pero es intolerable que no procuremos a nuestros niños, de aquí y de allá, los medios para vivir con dignidad y aprender a ganarse la vida sin tener que vender su cuerpo.
Ahora que algunos escándalos, como el de Oxfam en Haití, han mermado la credibilidad de algunas ONG, es preciso recodar la tarea incansable y dolorosa que la inmensa mayoría de ellas realiza con nuestra ayuda económica. “Todo comienza a través de los ojos”. Así comienza el trailer de “Love”. Véanlo.
Ir a la escuela da a estos niños capacidades que les permiten socializar y llegar a ser independientes.
Hasta hace dos años Aicha no iba a la escuela. Sus padres pensaban que por sus problemas de visión y de piel debido a su albinismo era lo mejor para ella, pero se equivocaban. Gracias a Humanity & Inclusion Aicha va a clase, tiene amigos y se ha convertido en el alma del patio en su escuela en Guinea-Bissau.
«Una educación de calidad inclusiva es fundamental para todos los niños, especialmente los niños con discapacidad», defiende Julia McGeown, asesora técnica de educación inclusiva de Humanity & Inclusion (la antigua Handicap International). «Una vez los niños son aceptados en las escuelas, y los profesores son formados para enseñarles, esto abre las puertas a muchas potenciales oportunidades para su futuro», subraya en una entrevista con Europa Press.
Como Aicha, «muchos niños con discapacidad se ven confinados en sus casas y nunca aprenden las capacidades que necesitan para prosperar en la sociedad, para conseguir medios de vida y para ser independientes», lamenta McGeown.
M. MOREIRAS/HI – Archivo
El hecho de que estos niños no adquieran dichas capacidades y puedan llegar a valerse por sí mismos «no solo impacta en las vidas de los propios niños, sino también en las de sus familias, ya que muchos familiares tienen que quedarse en casa para cuidarles, continuando así el círculo vicioso de pobreza y discapacidad», explica la responsable de H&I.
Según datos del Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF), unos 264 millones de niños y adolescentes de todo el mundo no van a clase, de los que un tercio son niños con discapacidad. Se estima que a nivel mundial uno de cada 20 niños menores de 14 años presenta una discapacidad moderada o severa.
En el caso de África Central y Occidental, unos 32 millones de niños no van a la escuela. Humanity & Inclusion, que trabaja en educación inclusiva desde 2004, ha puesto en marcha el proyecto regional ‘Promoviendo la plena participación de los niños con discapacidad en la educación’, gracias al cual más de 13.000 niños, entre ellos Aicha, tienen acceso a educación en más de 1.000 escuelas socias en Benín, Burkina Faso, Guinea Bissau, Liberia, Malí, Níger, Senegal, Sierra Leona y Togo.
INCLUIR A NIÑOS CON TODO TIPO DE DISCAPACIDAD
El deseo de la ONG, especializada en el trabajo con personas con discapacidad, «es incluir a niños con todo tipo de discapacidad en escuelas ordinarias siempre que es posible», defiende McGeown, explicando que se ha logrado integrar con éxito a niños sordos o ciegos junto con niños sin discapacidad, al igual que a niños con discapacidades intelectuales, físicas o de comunicación.
Sin embargo, la inclusión suele resultar más complicada para aquellos que además de una discapacidad «tienen necesidades sanitarias adicionales», y también del lugar en el que viven estos niños y la actitud mostrada por el personal docente a la hora de incluir a niños con «necesidades complejas», añade la asesora.
Dominique y Maria Cabrelli
Para que la inclusión sea posible, es necesario formar a los docentes. En general, explica McGeown, dada la escasa formación con la que muchos de ellos suelen contar, reciben con agrado «culquier formación adicional, sobre todo si es práctica». «Nuestro objetivo en educación inclusiva es introducir métodos de enseñanza activos que sean beneficiosos para todos los niños, además de para los niños con discapacidad», subraya. «Normalmente están muy interesados en aprender a leer idioma de signos o braille por ejemplo», agrega.
Otro elemento clave de la labor de H&I es el trabajo con las propias comunidades y la concienciación. En este sentido, explica la responsable de la ONG, se llevan a cabo sesiones «apoyadas por adultos con discapacidad que tienen historias inspiradoras de éxito gracias a la educación, algo que realmente puede ayudar a cambiar actitudes, que inicialmente pueden ser bastante negativas».
COMBATIENDO EL ESTIGMA
En algunos casos, indica la asesora de H&I, «hay un fuerte estigma negativo hacia los niños con discapacidad y falsas creencias de que la discapacidad puede ser contagiosa por ejemplo». En el caso de los niños como Aicha, con albinismo, en algunos países de África son perseguidos para extraerles los órganos por creencias espirituales, lo que les pone en peligro.
«Los niños con albinismo también son acosados, discriminados y no se sienten queridos en sus comunidades, por eso es muy importante enseñar a los docentes y trabajar con las comunidades para abordar estas asociaciones negativas y creencias falsas», defiende McGeown.
Como en el caso de Aicha, una vez que estos niños «reciben apoyo para sus problemas de visión, protección contra el sol y se conciencia a los demás niños, profesores y las comunidades de la realidad de su condición», su inclusión es posible, incide la asesora. Aicha ahora está terminando su segundo año de primaria, le encantan las matemáticas y escribir, pero sobre todo cantar y jugar.
Régis Binard/HI
Es importante cambiar la mentalidad de la gente, que piensa que «los niños con discapacidad no deberían ser educados o deberían ser educados solo de forma separada». Algunos niños con necesidades más complejas acuden a escuelas especiales, pero la mayoría pueden acudir a escuelas normales, lo único que hace falta es lograr que estas sean «más inclusivas».
Asimismo, Humanity and Inclusion también cuenta con proyectos para apoyar a las familias y que puedan educar a sus hijos en sus casas, así como iniciativas de educación informal en las comunidades, a las que se intenta enlazar con las escuelas.
Para vencer la distancia, se busca organizar sistemas de transporte o apoyar iniciativas locales en este sentido, como autobuses escolares que recogen a los niños con discapacidad que viven alejados. Otra de las soluciones que se ha buscado es que compañeros de los niños con discapacidad vayan a sus casas a recogerles y acompañarles a la escuela «si usan una silla de ruedas, un bastón para invidentes o cualquier otro artilugio de ayuda», señala McGeown.
Tras casi 20 años de reducción del hambre y el mundo países de la Africa Subsahariana y Venezuela ven incrementada la situación, lo que cuestiona los caminos.
Los niveles de hambre a nivel mundial han descendido en más de una cuarta parte desde 2000, pero de forma «desigual» y «precaria», como demuestra el aumento registrado recientemente en varios países.
Así lo pone de manifiesto un nuevo estudio difundido hoy por el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI), en colaboración con la ONG alemana Welthungerhilfe y la irlandesa Concern.
El Índice del hambre global de 2017, elaborado a partir de datos procedente de 119 países, apunta que la mitad de ellos están en niveles «alarmantes» o «serios» tras estudiar sus cifras de desnutrición, mortalidad infantil y los problemas de crecimiento y peso en los niños.
Destaca la hambruna que amenaza Sudán del Sur, Somalia, el Yemen y Nigeria (los dos primeros no son evaluados por falta de datos), mientras los conflictos y el cambio climático siguen golpeando sobre todo a los más pobres y a otros grupos con menor poder político, económico y social como las mujeres y las minorías étnicas.
Además, los obstáculos para reducir el hambre en algunos países dificultan los esfuerzos para erradicar esta lacra, reto al que la comunidad internacional se ha comprometido para 2030.
La República Centroafricana es el único país donde la situación es «extremadamente alarmante», según la máxima categoría del índice, seguido de Chad, Sierra Leona, Madagascar, Zambia, el Yemen, Sudán, Liberia, Níger y Timor Este, con las peores cifras.
Otros como Sri Lanka, Mauritania y Venezuela registran también mayores niveles de hambre en 2017 en comparación con 2008, después de dos décadas de progresos, de acuerdo al estudio.
El director general del IFPRI, Shenggen Fan, señaló en un comunicado que se necesitan sistemas alimentarios «resilientes» proporcionando ayuda a las zonas que afrontan las peores crisis y construyendo políticas a nivel nacional e internacional «para abordar las causas estructurales que crean la persistente inseguridad alimentaria».
El informe también subraya que el hambre en países en desarrollo cayó un 27 % desde 2000 y, en ese periodo, un total de 14 países -entre ellos, Senegal, Azerbaiyán, Perú, Panamá, Brasil y China- mejoraron en al menos un 50 % sus niveles.
Por regiones, el Sur de Asia y África subsahariana son aquellas en las que más se concentra el hambre, al tiempo que en Oriente Medio existen grandes disparidades entre países.
El informe agrega que en América Latina los niveles de hambre son bajos, aunque reconoce el caso particular de Venezuela, donde estos han aumentado a «moderados» después de que «las turbulencias políticas y los disturbios alimentarios hicieran que el hambre creciera un 40 % desde 2008».
Las mujeres nacidas en países pobres son el grupo demográfico más vulnerable.
Además de pobres, tienen peores condiciones de salud, menor acceso a la educación y mayor probabilidad de ser víctimas de violencia.
En la lotería de la vida, nacer mujer en un país pobre te sitúa en una doble desventaja. Las mujeres de estos países tienen la mayor incidencia mundial de pobreza de entre todos los grupos demográficos, además de las peores condiciones de salud, el menor acceso a la educación y la mayor probabilidad de ser víctimas de violencia.
La desigualdad de género (a través de la exclusión laboral y los menores salarios) cuesta al mundo un alarmante 15,5% del PIB. Negar oportunidades a las mujeres para desarrollar su potencial impide que las sociedades aprovechen su contribución. Sin embargo, la frustrante realidad es que las soluciones eficaces para abordar la desigualdad de género pueden resultar difíciles de identificar.
Los 30 millones de niñas en riesgo de mutilación genital femenina (MGF) durante la próxima década se sitúan en el extremo de la escala de desempoderamiento. Se trata de un procedimiento casi universal en Somalia, Guinea, Yibuti, Egipto, Eritrea, Malí, Sierra Leona y Sudán. La Organización Mundial de la Salud alerta de que las afectadas sufren problemas de salud en el largo plazo y mayores tasas de muerte perinatal.
Pero el problema es más fácil de identificar que de resolver. Las reformas legales han tenido poco impacto. Incluso en el Reino Unido, donde la MGF fue prohibida hace 30 años, ninguna persona ha sido enjuiciada exitosamente. Las primeras cifras registradas se comunicaron en julio y revelaron que hubo 5.702 nuevos casos en Inglaterra entre abril de 2015 y marzo de 2016. Al menos 18 mujeres jóvenes y niñas fueron sometidas a la MGF en el Reino Unido, mientras la mayoría recibió el procedimiento en África.
En las últimas tres décadas ha habido una disminución general en la prevalencia de la MGF, pero no todos los países han efectuado progresos. De hecho, las actuales tendencias señalan que el número de niñas y mujeres sometidas a la MGF aumentará significativamente en los próximos 15 años.
Esto no quiere decir que las entidades benéficas y los gobiernos que trabajan en esta área no estén haciendo un trabajo excelente. Pero necesitamos más estudios de alta calidad sobre cómo identificar y ampliar programas que ya sean eficaces.
El matrimonio infantil es otra costumbre inaceptable que arrebata oportunidades a las niñas. Entre 2011 y 2020, más de 140 millones de niñas de todo el mundo se convertirán en niñas casadas (definidas por las Naciones Unidas como las que contraen matrimonio antes de los 18 años). UNICEF estima que las tasas de matrimonio infantil superan el 50% en nueve países: Níger, República Centroafricana, Chad, Bangladesh, Malí, Guinea, Sudán del Sur, Burkina Faso y Malawi.
Las consecuencias para las niñas casadas son de amplio alcance: menores niveles de educación y menores ingresos de por vida, mayores tasas de violencia doméstica, mayor riesgo de morir durante el embarazo o el parto y mayores tasas de mortalidad para sus hijos.
Al igual que en la MGF, las leyes por sí solas no son suficientes para abordar el problema. Un ejemplo es Bangladesh, donde el 52% de las niñas están casadas cuando alcanzan la mayoría de edad de 18 años. Varias leyes que prohíben el matrimonio y las dotes infantiles han tenido escaso efecto: el 18% de las niñas se casan antes de cumplir los 15 años (la tasa más alta del mundo). Los programas comunitarios para dar a las adolescentes capacitación y destrezas de vida han tenido un impacto limitado.
Un estudio realizado en Bangladesh por economistas de la Universidad de Duke y el Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab del MIT plantea que la estrategia más eficaz podría ser proporcionar incentivos económicos para retrasar el matrimonio. Las niñas situadas en el 20% más pobre de la población mundial tienen más del doble de probabilidades de casarse jóvenes que las del 20% más rico.
En el sur de Bangladesh se llevó a cabo un esperanzador programa que proporcionaba aceite de cocina a los padres de las niñas solteras. Los participantes recibían cuatro litros de aceite cada cuatro meses, con la condición de que un monitor confirmara que las niñas permanecían sin casarse.
El modesto incentivo funcionó: las hijas de los destinatarios se casaron, en promedio, hasta un 30% menos antes de los 16 años, obteniéndose así una rentabilidad cuatro veces superior a los costes. El programa también mejoró el nivel educativo de las niñas, que tendieron a permanecer en la escuela hasta un 22% más.
Lo anterior tiene importancia porque una de las metas clave de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que concluyeron en 2015, fue eliminar la disparidad de género en la educación primaria y secundaria. Se logró un buen avance en la primaria, pero el acceso a la educación secundaria y universitaria sigue siendo altamente desigual. Las diferencias en cuanto a matriculación en educación primaria han disminuido en todas las regiones, pero quedan rezagadas África subsahariana, Oriente Próximo y el norte de África.
Reducir la brecha de género en la escolarización también tendría beneficios para la siguiente generación. Más educación para las niñas significa mejor salud y nutrición para sus hijos.
La manera de lograr esto variará según el lugar. Por ejemplo, proporcionar uniformes escolares gratis ayuda solo en algunos sitios. La actuación para reducir el matrimonio infantil en Bangladesh tuvo beneficios adicionales de fomento a la educación secundaria. Nuevos estudios indican que, a nivel mundial, el dinero que se destina a reducir la disparidad de género en educación genera beneficios alrededor de cinco veces superiores a los costes.
Muchas ideas bien intencionadas para reducir la desigualdad de género, e incluso indudablemente buenas, son más difíciles de analizar y cuantificar. Asegurar a las mujeres derechos igualitarios de heredar propiedades, firmar contratos, registrar empresas o abrir cuentas bancarias tendría un bajo costo y podría conllevar beneficios de gran alcance. Pese a las deficiencias de información, un panel de Premios Nobel convocado por el Consenso de Copenhague identificó tales medidas como una de las 19 mejores metas de desarrollo: cada dólar rendiría beneficios por más de quince veces su valor.
Sabemos cómo enfrentar un problema y tenemos abundante información sobre costes y beneficios. Unos 225 millones de mujeres que quieren evitar el embarazo no están utilizando métodos seguros y eficaces de planificación familiar. Las razones van desde la falta de acceso a la información o los servicios hasta la falta de apoyo de sus parejas o comunidades.
Garantizar el acceso universal a los anticonceptivos costaría 3.600 millones de dólares al año, pero significaría reducir en 150.000 los casos de mortalidad materna y en 600.000 los de orfandad. Además, el beneficio demográfico de tener menos personas dependientes y más en la fuerza laboral aceleraría el crecimiento económico. Los beneficios totales resultan impresionantes: 120 veces el valor de los costes.
No hay soluciones rápidas para la desigualdad de género, pero una cosa está clara: no todos los esfuerzos resultan igualmente apropiados ni se basan en datos fiables. Por consideraciones morales y económicas, los responsables políticos deberían adoptar aquellas medidas que más contribuyan a empoderar a las niñas y mujeres.
Millions of pregnant and married adolescent girls across many African countries are being denied their education because of discriminatory policies and practices, Human Rights Watch said today, on the Day of the African Child. More than 49 million girls are out of primary and secondary school in sub-Saharan Africa, with 31 million of them out of secondary education, undermining their rights and limiting their opportunities.
Early marriage and teenage pregnancy are significant factors. In sub-Saharan Africa, 40 percent of girls marry before age 18, and African countries account for 15 of the 20 countries with the highest rates of child marriage globally. The region also has the world’s highest prevalence of adolescent pregnancies. In 14 sub-Saharan countries, between 30 and 51 percent of girls give birth before they are 18. Cultural or religious beliefs often stigmatize unmarried, pregnant girls, with the result that many pregnant girls are forced into early marriages.
«The African continent has one of the world’s highest rates of adolescent pregnancy, but many governments insist on tackling this social and public health challenge by punishing girls and jeopardizing their future,» said Elin Martínez, children’s rights researcher at Human Rights Watch. «Governments should focus on helping girls prevent unintended pregnancies and support their efforts to stay in school.»
Although most sub-Saharan African countries have made commitments to guarantee compulsory primary and lower-secondary education for all children, many exclude or expel pregnant girls and young mothers from school.
Tanzania and Sierra Leone are among the sub-Saharan African countries that have harmful policies and practices that discriminate against pregnant and married girls, Human Rights Watch research shows. In Tanzania, Human Rights Watch found that school officials conduct pregnancy tests and expel pregnant students. Nineteen-year-old Rita, from northern Tanzania, said she was expelled when she became pregnant at age 17. «Teachers found out I was pregnant,» she said. «I found out that no student is allowed to stay in school if they are pregnant … I didn’t have the information [sexual education] about pregnancies and what would happen.»
Some countries, including Cameroon, South Africa, and Zambia, have adopted «re-entry» policies so that adolescent mothers can return to school after giving birth. However, even if governments have these policies, school officials often fail to carry them out adequately or at all. Young mothers frequently lack support to re-enroll due to school fees and related costs, limited support from their families, stigma in school, and a lack of affordable childcare and related early childhood services.
Many adolescent girls become pregnant because they lack the information needed to make informed decisions about their sexuality, family planning, and their reproductive health, while others are coerced into sex and require protection and access to health services and support. According to the United Nations, 80 percent of women ages 15 to 24 who have HIV globally live in sub-Saharan Africa and across the continent, and girls aged 15 to 19 are five times more likely to be infected with HIV than boys.
Sexuality and reproduction are often not included in the national school curricula. In a handful of countries where they are included in HIV awareness or «life skills» programs or subjects, teachers are frequently unwilling to teach these subjects because of the sexual and reproductive health content, or due to constraints on teaching time and resources.
All African governments have made a commitment to the UN Sustainable Development Goals to guarantee gender equality and universal access to free primary and secondary education for all children by 2030. The African Union has recognized the importance of ending child marriage, understanding that it is a major impediment to regional development and prosperity, and of eliminating all forms of gender-based violence and discrimination.
African governments should guarantee that girls have equal access to free quality primary and secondary education and support to stay in school, Human Rights Watch said. Governments should reverse harmful policies and practices that stigmatize girls, including forced pregnancy testing and regulations that allow for the expulsion of pregnant or married girls. Governments should also adopt laws that clearly set 18 as the minimum marriage age for boys and girls.
They should also adopt clear guidelines that instruct schools to re-enroll young mothers, provide support services in schools, and ensure that young mothers have access to early childhood services. Governments should also ensure that all children have access to age-appropriate, comprehensive sexuality, and reproductive education. Where possible, school-based services should be connected to youth-friendly health services to ensure that adolescents receive impartial, nonjudgmental information.
«Governments have the prime responsibility to ensure that girls access free primary and secondary education, without facing stigma and discrimination,» said Martínez. «All governments should scrap policies that exclude pregnant or married girls, and put in place special measures to ensure that all adolescent girls can go to school.»
In Girls’ Own Words
Malawi
In Malawi, roughly half of all girls marry before age 18. Between 2010 and 2013, 27,612 girls in primary and 4,053 girls in secondary schools dropped out due to marriage. During the same period, another 14,051 primary school girls and 5,597 secondary school girls dropped out because they were pregnant.
Girls told Human Rights Watch that marriage interrupted or ended their education, and with it their dreams to be doctors, teachers, or lawyers. Many said that they could not return to school after marriage because of lack of money to pay school fees, childcare, flexible school programs or adult classes, and the need to do household chores. Others said that their husbands or in-laws would not allow them to stay in school.
Kabwila N., 17, said she left school in standard eight at age 15 because of poverty. She said she could not go back to school because she felt ashamed about her pregnancy: «I would not want to go back to school because I started having sex with my boyfriend while at school. I am not fit to go back.»
South Sudan
In South Sudan, 52 percent of girls marry before their 18th birthday. According to UNESCO, over 1.3 million primary-school-age children are out of school, and the country has the world’s lowest secondary school enrollment rate, at four percent.
Mary K., of Yambio County, said: «My father refused me to go to school. He said it is a waste of money to educate a girl. He said marriage will bring me respect in the community. Now I have grown up and I know that this is not true. I cannot get work to support my children and I see girls who have some education can get jobs.»
Anyier D., 18, said that her uncles forced her to leave school at 14 in 2008 to marry an old man she did not know: «I would wish to return to school even if I have children. People think that I am happy but I am not because I don’t have an education. I don’t have something of my own and I am only cleaning offices. If I had gone to secondary school, I would get a good job.»
Tanzania
In Tanzania, fewer than a third of girls who complete primary schooling complete lower-secondary school, and over 15,000 girls drop out annually due to pregnancy. Human Rights Watch found that in some cases adolescent girls dropped out of lower-secondary school due to sexual exploitation and violence by teachers.
Joyce, 17, from Shinyanga, said: «There are teachers who engage in sexual affairs with students – I know many [girls] it has happened to … If a student refuses, she is punished … I feel bad … even if you report the matter it won’t be taken seriously. It makes us feel unsafe. Three girls dropped out because of teachers and sex in 2015.»
Uno de cada cuatro menores en el mundo «no puede disfrutar de su infancia» por el matrimonio precoz, el trabajo infantil o el desplazamiento forzoso, denuncia Save The Children
«Cuando mi padre decidió casarme, me rompió el corazón. Nadie me preguntó ni se preocupó», relata una menor afgana obligada a contraer matrimonio.
Ahlam, Kamal, Majerah, Tawa, Yassira, Juan y Saida son niños que han dejado «demasiado pronto» de ser niños. El matrimonio forzado, el trabajo infantil, el hambre, los embarazos precoces, el abandono de la escuela o la violencia truncan cada año la infancia de muchos menores en el mundo, según el informe Infancias robadas elaborado por Save The Children.
En el estudio, la organización analiza cómo estos factores han creado «una crisis global para la infancia de enormes proporciones». A pesar de los avances, las cifras aún se cuentan por millones: s e estima que uno de cada cuatro niños en el mundo, al menos 700 millones, «no puede disfrutar» de su niñez por alguna de estas situaciones.
La causa última, casi siempre, es la misma: la pobreza. La investigación, que clasifica a 172 países en función del impacto de estos factores en la infancia, revela la brecha existente entre los países ricos y los países empobrecidos e n un ranking encabezado por Noruega y con Níger en el último puesto.
Ahlam, desplazada en Irak
La historia de Ahlam es la de dos huidas. La primera, cuando el ISIS tomó el control su ciudad, Baiji, al norte de Irak. La segunda, cuando el grupo terrorista llegó dos años después a Hawija, de donde tuvo que volver a escapar junto a su familia. «Caminamos siete horas durante la noche por las montañas. Íbamos por la carretera y se producían explosiones. Había minas que explotaban. Las vimos», recuerda Ahlam, de 12 años, en un testimonio recogido por Save The Children.
Ahora vive en un campo de desplazados en Qayyara, al sur de Mosul. «Allí dejé mis juguetes, mi escuela… Lo tenía todo. Aquí no tengo juguetes. Prefiero volver a casa. Hace mucho que no vemos nuestra casa. También tenía un columpio. Teníamos un televisor en casa. Solía ver dibujos animados», comenta la menor, que ahora cursa quinto curso y quiere ser «ingeniera o médica» de mayor.
Casi 17 millones de niños y niñas como Ahlam se convierten en desplazados en sus países. Otros 11 millones son refugiados y solicitantes de asilo. En total, uno de cada 80 niños ha abandonado su hogar. El informe denuncia que en «demasiados casos» los menores migrantes son detenidos, lo que tiene «unos efectos demoledores en su desarrollo».
Irak es uno de los países donde los niños «sufren más por los conflictos», según la ONG, junto a Siria, Sudán del Sur, Somalia, República Centroafricana, Colombia, Afganistán, Yemen, Sudán y Eritrea.
Kamal, forzado a trabajar en India
Kamal se vio obligado a abandonar la escuela a los 11 años debido a la pobreza. Su padre es adicto, y Kamal creció en un ambiente violento donde el abuso físico y verbal eran comunes. NILESH NIKADE/SAVE THE CHILDREN
Empujado por la pobreza y forzado por sus padres, Kamal, de India, tuvo que dejar la escuela a los 11 años y ponerse a trabajar en un restaurante de carretera. Pasó dos años cocinando, limpiando y sirviendo mesas para ganar los únicos ingresos que entraban en su casa, 73 dólares al mes.
Tras varios obstáculos y la negativa de sus padres, Kamal pudo matricularse de nuevo en el colegio con el apoyo de una ONG local y Save The Children. Ahora tiene 14 años y ha empezado a ganar carreras de atletismo. «Yo trabajaba, nunca pensé que podría volver a estudiar o representar a mi distrito en competiciones deportivas», dice el adolescente.
Cerca de 168 millones de menores en el mundo son forzados a trabajar para mantener a sus familias, según la investigación. La mitad, 85 millones, lo hace con trabajos peligrosos como la pesca en aguas profundas, las fábricas textiles, la recogida de algodón, la minería o la construcción. Las tasas nacionales más altas de trabajo infantil se encuentran en países del África subsahariana como Camerún, (el 47% de los niños), Somalia (49%), Guinea-Bissau (51%), Benín (53%) y Malí (56%).
Majerah, obligada a casarse en Afganistán
El sueño de Majerah de convertirse en médica se «hizo añicos» cuando la obligaron a contraer matrimonio y abandonar sus estudios. Tenía 14 años. «Cuando mi padre decidió casarme, me rompió el corazón. Nadie me preguntó ni se preocupó», lamenta la joven, que vive con su marido, que es 10 años mayor que ella y «la ha golpeado en varias ocasiones».
También vive con su familia política, quienes «la tratan como a una esclava» y la menosprecian «porque no ha sido capaz de tener un hijo», según la ONG. «Ya no me siento viva. No se puede vivir sin esperanzas y sueños», lamenta Majerah, que ahora tiene 17 años.
El matrimonio precoz tiene «consecuencias devastadoras» para la vida de las niñas, según Save The Children, que calcula que 40 millones de menores de entre 15 y 19 años están casadas o viven en pareja. Cada año, cuatro millones de niñas menores de 15 años contraen matrimonio.
«Es un problema mundial que trasciende países, culturas, religiones y etnias», concluye la ONG. África subsahariana y Asia meridional presentan las mayores cifras con países como Sudán del Sur (40% de niñas de entre 15 y 19 años casadas) y Bangladesh (44%), aunque también varía por regiones en función de sus índices de pobreza.
Tawa, madre adolescente en Sierra Leona
Tawa *, de 17 años, se quedó embarazada de su hija Mary *, 10 meses, en el final del brote de Ebola.MICHAEL DUFF/SAVE THE CHILDREN
Cuando el brote de ébola estaba llegando a su fin en Sierra Leona, Tawa se quedó embarazada de un joven con el que tuvo relaciones una sola vez. Al enterarse, el chico huyó a Liberia y Tawa no ha vuelto a saber nada de él. Durante el embarazo, tuvo que enfrentarse a los comentarios y las burlas de sus vecinos. Ahora tiene 17 años y una hija, Mary, de 10 meses.
«Estoy muy estresada, cuando mi hija se pone enferma, incluso me cuesta trabajo encontrar el dinero para llevarla al hospital. Es difícil hasta obtener alimento que darle», explica la joven.
Se estima que cada dos segundos, una menor da a luz en el mundo. Cada año, 17 millones de menores tienen un hijo. Un millón de ellas no llega a los 15 años. Las complicaciones en el embarazo y el parto son «la segunda causa de muerte» de la adolescentes en el mundo, alerta Save The Children. Siete países concentran la mitad de todos estos embarazos: Bangladesh, Brasil, República Democrática del Congo, Etiopía, India, Nigeria y Estados Unidos.
Juan perdió a su primo en El Salvador
«Era como mi hermano». Así recuerda Juan, un salvadoreño de 13 años, a su primo, asesinado por las bandas el año pasado. «Llegué a casa y me encontré a mi hermano y a otra prima llorando. Sentí algo extraño, la cabeza me daba vueltas. Le pregunté a mi prima qué pasaba y no me respondió, seguía llorando. Me dijo ‘Le han matado’. Sentí que mi corazón se partía por la mitad», relata.
«He soñado con él tres veces. En el sueño me abraza y me dice que siempre estará conmigo. Hace la maleta, se da un baño y me dice que se va a hacer un largo viaje del que no volverá. Me desperté del sueño y quería compartir mi tristeza. Decidí que nunca me autolesionaría como hacen otros cuando tienen problemas, porque pienso que no es bueno» añade el menor, que recibe terapia psicológica de la ONG.
«Sufrir, presenciar o temer la violencia no debería formar parte del crecimiento», sentencia el estudio, que revela que más de 75.000 niños y niñas menores de 20 años fueron asesinados en 2015. El Salvador, forma parte de los cinco países con mayores tasas de homicidio infantil junto a Honduras, Venezuela, Colombia y Brasil.
Saida padece desnutrición en Yemen
Saida, que está recibiendo tratamiento en el hospital Al-Sabeen de Save the Children en Sana, tiene 18 años pero se parece más a una niña de ocho años. SAVE THE CHILDREN
Pasar hambre ha marcado para siempre la vida de Saida. Sufrió desnutrición de pequeña y, como consecuencia, tuvo retrasos en su crecimiento: no pudo desarrollar todo su potencial, ni mental y físico. A sus 18 años, Saida parece que tiene ocho. Según la ONG, aunque su alimentación mejoró, tras el estallido de la guerra en Yemen ha vuelto a caer en la desnutrición y está siendo tratada en Saná.
En Yemen, el 47% de los niños sufre retrasos en su crecimiento como consecuencia del hambre. Que un bebé no obtenga nutrientes suficientes durante sus primeros 1.000 días de vida es «en gran medida irreversible», según Save The Children, que denuncia que los niños que sufren estos retrasos –156 millones de menores de cinco años en total– «afrontan una vida de oportunidades perdidas en cuanto a educación y trabajo».
Yassira abandonó la escuela en Níger
Yassira, de 11 años, tuvo que dejar los estudios para ayudar económicamente a sus padres. Atrás dejó su escuela, y a sus amigos. «Ahora van por delante de mí. Me han dejado atrás», apunta la pequeña. Con el apoyo de la ONG, su madre se ha unido a un grupo de agricultoras y Yassira ha vuelto a la escuela en febrero. «Mi asignatura favorita es la lectura, cuando sea mayor quiero ser profesora», dice.
En África subsahariana las escuelas «suelen estar demasiado lejos y las familias son demasiado pobres como para sostener la educación de sus hijos», explica el informe. En el mundo, hay más de 263 millones de niños y niñas fuera del sistema educativo.
Amina perdió a dos hijos en Nigeria
En una aldea del noreste de Nigeria vive Amina, que ha perdido a dos de sus cuatro hijos por enfermedades «tratables» y «evitables», según la ONG. Su primer hijo, de seis meses, murió en 2009.
«No sé por qué murió, pero sufría diarrea severa y estaba muy desnutrido. No tenía ni idea de cómo ayudarle porque en nuestra aldea no hay centro médico, hospital o enfermería. Me sentí muy triste cuando murió. En segundo lugar tuve una niña, que hace cuatro años que murió», dice.
El estudio revela que cada día mueren 16.000 niños antes de cumplir cinco años por causas que se pueden «evitar» y «tratar» como los nacimientos prematuros, la neumonía, las complicaciones en el parto y la diarrea.
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(*) Algunos de los nombres utilizados son ficticios para preservar la identidad de los menores.
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