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Sobre la excepcional importancia de TeleSUR

Por: Atilio A. Boron
Rebelión

 En primer lugar agradecer la invitación que me hicieran las autoridades del Instituto Patria para participar en este panel en defensa de TeleSUR. Es un honor para mí poder decir algunas pocas palabras acerca de esta imprescindible señal informativa de Nuestra América. Y agradecer también las amables palabras de la coordinadora de esta mesa, Mariana Moyano, que le agradezco de todo corazón.
Iba a comenzar mi exposición yendo directamente al grano, pero las acertadas palabras de Oscar Laborde a propósito del supuesto “fin del ciclo progresista” me incitan a abundar un poco más en este asunto antes de referirme a la censura ejercida por el gobierno macrista en relación a TeleSUR.

Sobre el “fin del ciclo progresista”

Efectivamente, la derecha y los voceros del imperialismo vienen agitando hace tiempo la bandera del “fin de ciclo”. Lo que fue ya no está, y ahora viene otra cosa. Las políticas del pasado quedan relegadas al registro histórico y debemos aceptar resignadamente que otro ciclo ha comenzado: el ciclo del “neoliberalismo recargado” que por largos años estará presente y dominará nuestras vidas. La derecha ha regresado para “poner las cosas en su lugar”.

Ante ello quiero primero decir que este discurso es falso, que es una estratagema ideológica para desmovilizar, desmotivar y desanimar a quienes quisimos y queremos una sociedad mejor, una sociedad más justa. Se nos dice, desde arriba, que esa tentativa fracasó y que ahora, agotado ese ciclo, se deberá “sincerar” la economía (eufemismo para designar un ajuste brutal, la famosa “terapia de shock”) y reinstalar la sensatez en el reino de la política. En materia de política exterior esto quiere decir “regresar al mundo”, del cual supuestamente la Argentina se habría marchado desde el momentos en que a comienzos del “ciclo progresista” abrazó la política latinoamericanista y participó activamente en el rechazo del ALCA, la creación de la UNASUR y la CELAC y, también, de TeleSUR. Es necesario rechazar de plano estas acusaciones y defender con fuerza el camino emprendido en aquellos años. Mismo, que, como no podía ser de otro modo, no está exento de críticas pero que, a la hora de efectuar un balance, sus aciertos históricos superan sus errores y desaciertos.

Quiero también decir que esta estratagema no es nada novedosa. Ya conocemos versiones anteriores de la misma. En los años sesentas la propaganda imperial que circulaba a través de los medios y las estructuras académicas insistía en que habíamos entrado en la época del “fin de las ideologías”. Quienes por aquellos años éramos estudiantes de sociología debíamos afrontar el continuo diluvio de los divulgadores de las tesis de Daniel Bell y el discurso que exaltaba la neutra superioridad del saber técnico en la gestión de la vida económica y la obsolescencia de toda discusión en torno a la buena sociedad y los horizontes de la utopía.

Veinte años más tarde, en el contexto de la reconstrucción democrática, aparece otra variante de este discurso escatológico: en los años ochentas, la que ha pasado a mejor vida es la perturbadora “lucha de clases”. Un institucionalismo ingenuo que reemplazaba el análisis de las inevitables contradicciones sociales por el aceitado rodaje de las instituciones democráticas penetró con fuerza en el imaginario público y, por un corto tiempo, hizo perder de vista al conflicto social. Pero no tardó en producirse aquello que Freud denominara “el retorno de lo reprimido” porque, a poco andar, la lucha de clases irrumpió nuevamente en la vida política de la mano de las políticas de ajuste estructural, estabilización financiera y el pago de la monstruosa deuda externa que frustró las expectativas populares en los años posteriores a la derrota de las dictaduras, dejando como saldo un lamentable vaciamiento del proyecto democrático.

Ya en la década de los noventas, con el neoliberalismo rampante instalado en toda la región, apareció un politólogo norteamericano de origen japonés, Francis Fukuyama proclamando ya no el fin de las ideologías y de la lucha de clases ¡sino de la historia! Según esta alucinada pero nada inocente concepción, la historia concluyó con un resultado inapelable y definitivo: triunfo de la democracia liberal como forma de organización política y victoria del libre mercado como modelo de organización económica. Al igual que los otros “fines” este, el de la historia, fue terminantemente desmentido por el devenir del proceso histórico, por la dialéctica incesante de los cambios que sin pausa modifican día a día el paisaje de nuestra vida social. Esta burda concepción quedó sepultada bajo los escombros de las Torres Gemelas el 11 de Septiembre del 2001.

Por lo tanto, y a los efectos de no desviarme del tema, debo decir que el discurso actual del “fin del ciclo progresista” es otra engañifa de la derecha que debemos rechazar resueltamente porque su propósito es que nos demos por vencidos, que bajemos los brazos y que abandonemos la batalla. Cosa que no debemos hacer jamás, recordando lo que dijera tantas veces el Comandante Hugo Chávez: “¡aquí no se rinde nadie!” Una mirada sobria a la escena política latinoamericana basta para demostrar la falacia de aquel discurso. ¿Fin de ciclo? Pero si en la Argentina, único caso en donde un gobierno progresista perdió una elección presidencial, el gobierno de Macri está lejos de haberse consolidado. Apelando a mi benevolencia podría decirse que es un gobierno “tambaleante”, que gestiona a base de “ensayos y errores” y que, de no mediar una rápida recuperación de la economía corre el riesgo de sufrir una catastrófica derrota en las elecciones del próximo año. ¿Fin de ciclo en Brasil? Pero si el usurpador Michel Temer está enfrentando una denuncia por haber recibido sobornos corporativos por una cifra que supera los 41 millones de dólares, lo que puede detonar su fulminante eyección del Palacio del Planalto. Y si tal cosa ocurriera y hubiera que llamar a elecciones, que es lo que exige la ley brasileña cuando se produce la vacancia de presidente y vice, ¿qué dicen las encuestas, hoy? Dicen que Lula tiene una intención de voto del 21 %, contra 9 de su más inmediato rival, Aecio Neves. ¿Fin de ciclo? Y en Bolivia Evo Morales tiene mandato hasta comienzos del 2019; y en Ecuador cualquiera de los dos posibles candidatos de Alianza País le sacan más de veinte puntos de ventaja al mejor posicionado de la derecha. En Nicaragua Daniel Ortega está registrando una intención de voto cercana al ochenta por ciento, y en Paraguay se perfila con fuerza el posible retorno de Fernando Lugo. En suma: el discurso de “fin de ciclo progresista” es una trampa para desmovilizarnos y desmoralizarnos y que es necesario rechazar con energía.

Sobre la excepcional importancia de TeleSUR

Dicho lo anterior, ¿cómo explicar el brutal ataque del gobierno nacional a TeleSUR? ¿Por qué ese enfermizo empecinamiento para excluir a la señal informativa de América Latina de las pantallas argentinas?

Para responder a esta pregunta apelaré primero a lo que decía en una audiencia convocada por la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos un miembro informante del Pentágono: “en el mundo de hoy la guerra antisubversiva se libra en los medios, no en las junglas y selvas o en los suburbios decadentes del Tercer mundo. Ese es el principal teatro de operaciones.” Dado que esto indudablemente es así se entiende el encono de la derecha vernácula y sus mandantes imperiales en contra de TeleSUR. La lucha de clases prosigue su curso, sólo que el escenario principal –se entiende que no el único-se ha trasladado a los medios. Y lo hizo porque, tal como lo dijera Fidel, la “batalla de ideas” es de suprema importancia. El neoliberalismo ha demostrado ser un fracaso rotundo en la arena económica porque ni garantizó el crecimiento económico y, mucho menos, la distribución progresiva de los ingresos. La famosa “teoría del derrame” es insanablemente falsa y más que una teoría científica un instrumento de propaganda de la derecha. Pero a pesar de esto, recordaba Fidel, el imperialismo se anotó grandes triunfos en la “batalla de ideas”. Y para contrarrestar necesitamos armas como las que nos provee TeleSUR. La derecha también sabe esto y por eso la combate sin piedad e impide que se pueda ver sea en televisión abierta como por la vía del cable. Esto ocurre en Chile, en Colombia, en Brasil y en muchos otros países. No era el caso en la Argentina, pero por eso vino el gobierno de Macri para “corregir” ese error del anterior gobierno.

En ese crucial campo de la lucha antisubversiva que son los medios (y recordemos que quienes nos oponemos al capitalismo y al neoliberalismo somos caracterizados como “subversivos”) se produjo en las últimas décadas un fenomenal proceso de concentración corporativa. En una intervención hecha un par de años atrás el cineasta y documentalista australiano John Pilger afirmó que este proceso de concentración remata en la instauración de un “gobierno invisible” e incontrolable, que no rinde cuentas ante nadie y que actúa sin ninguna clase de restricciones efectivas a su enorme poderío. Por supuesto, una estructura de este tipo, agregamos nosotros, es absolutamente incompatible con la democracia. Pero oigamos a Pilger: “Hay que considerar cómo ha crecido el poder de ese gobierno invisible. En 1983, 50 corporaciones poseían los principales medios globales, la mayoría de ellas estadounidenses. En 2002 había disminuido a sólo 9 corporaciones. Actualmente son probablemente unas 5. Rupert Murdoch (de la megacadena Fox) ha predicho que habrá sólo tres gigantes mediáticos globales, y su compañía será uno de ellos.”

Concentración mediática, oligopolios multimedia que medran también en Nuestra América: O Globo en Brasil, Televisa en México, Clarín en la Argentina y el duopolio massmediático en Colombia son exponentes regionales de esta tendencia que, por doquier, constituye una mortal amenaza a la democracia. Porque, ¿qué duda cabe?, no puede haber estado democrático, o una democracia genuina, si el espacio público del cual los medios son su “sistema nervioso” tiene una estructura profundamente antidemocrática, en cuyo vértice se encuentra un puñado de enormes corporaciones multimediáticas que dominan a su antojo la escena mediática. Gracias a los grandes avances de las ciencias de la conducta y las neurociencias un enorme intelectual norteamericano como Noam Chomsky asegura que los medios han adquirido una formidable capacidad para “formatear” la opinión política, imponer su agenda de prioridades y, en algunos casos –no siempre- son capaces de fabricar a los líderes políticos (caso de Silvio Berlusconi en Italia) que habrán gobernar. Y si no los inventan del todo ayudan a la emergencia de algunos, a los que brindan toda su protección y le ofrecen un “blindaje mediático” que los torna prácticamente inmunes a toda crítica, como lo comprueba, en estos días, el papel de los medios hegemónicos en la Argentina y Brasil. La amenaza a la democracia es enorme porque con la concentración de los medios y la instauración de una aplastante hegemonía se consolida en la esfera pública un poder oligárquico que, articulado con los grandes intereses empresariales, puede manipular sin contrapesos la conciencia de los televidentes y del público en general, instalar agendas políticas y candidaturas e inducir comportamientos políticos, todo lo cual desnaturaliza profundamente el proceso democrático.

De ahí la enorme importancia de TeleSUR, creada por obra de la sabia inspiración del Comandante Hugo Chávez, que percibió como pocos la gravísima amenaza que para el futuro democrático de Nuestra América representaban los medios controlados por una coalición absoluta e intransigentemente enemiga de cualquier proyecto democratizador. La situación exigía una lucha permanente en contra de esos bastiones del autoritarismo y la reacción, batalla que debía ser librada a escala continental. En las reuniones previas a la creación de TeleSUR Chávez recordaba una sentencia de Simón Bolívar más que apropiada para los tiempos actuales: “nos dominan menos por la fuerza que por la ignorancia y la superstición.” Precisamente, para combatir ambas fue creada TeleSUR. La beligerancia de la derecha no es casual si se tiene en cuenta la trascendental labor hecha por esta señal informativa desde el momento en que apareciera, once años atrás. Gracias a ella no sólo estamos informados, cuando antes estábamos desinformados; sino que estamos bien informados, con periodistas que comparten nuestra cultura y nuestros sueños, que nos muestran lo que las oligarquías locales y el imperialismo no quieren que veamos, como las infames maniobras perpetradas durante el golpe en Honduras o los crímenes perpetrados por la OTAN en Libia. Con haber hecho sólo esto TeleSUR habría justificado con creces su existencia.

Pero hizo mucho más: TeleSUR fue un factor importantísimo en la creación y consolidación de una conciencia nuestroamericana. Gracias a TeleSUR hoy todos los pueblos de la región somos más latinoamericanos que antes, hemos adquirido conciencia de que o somos una Patria Grande o no seremos nada. El gran proyecto bolivariano, relanzado por obra de Chávez, encontró en esta señal de noticias un instrumento irreemplazable para acelerar su concreción. TeleSUR nos mostró cada rincón de América Latina y el Caribe, tendió puentes entre pueblos que antes desconocían por completo lo que ocurría en otros países del área, su cultura, sus costumbres, su vida cotidiana, sus problemas y sus logros; fomentó por eso mismo la creación de esa nueva conciencia nuestroamericana que fue prerrequisito para la aparición de instituciones regionales como la UNASUR y la CELAC. Por eso TeleSUR atrae como un pararrayos las iras del imperio y el odio de sus lugartenientes y peones en América Latina y el Caribe. La verdad es intolerable, y TeleSUR muestra la verdad de lo que ocurre no solo en esta parte del mundo sino en todo el planeta. Muestra con esclarecedora sobriedad los estragos que el imperialismo perpetra día tras día. Al hacerlo, despierta a los pueblos y alienta su rebeldía en contra de un orden imperial que a diario acaba con la vida de decenas de miles de personas en todo el mundo. Por eso su voz debe ser acallada, y sus imágenes apagadas. Por eso la reacción del gobierno argentino, por eso la censura a que es sometida no sólo aquí sino también en Chile, Colombia, Brasil y tantos otros países. Pero, como dice el refrán popular, no se puede tapar al sol con un dedo. Más pronto que tarde TeleSUR, la única señal noticiosa de noticias de América Latina y el Caribe, será restablecida en Argentina y recibida en los países que, todavía hoy, permanecen sumidos en aquella “ignorancia y superstición” que tanto preocupara al Libertador y que la derecha se empeña en perpetuar.

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El nuevo currículo de Ecuador coloca al inglés como materia obligatoria en las escuelas públicas

Ecuador / andes.info.ec / 21 de Septiembre de 2016.

En 2014 el Ministerio de Educación del Ecuador (MinEduc) generó el acuerdo N.052 que establece la obligatoriedad de la enseñanza del Inglés desde segundo grado de Educación General Básica (EGB) hasta tercer curso de Bachillerato en todas las instituciones públicas, fiscomisionales y particulares del país.

El acuerdo se empezó a implementar en la Región Sierra y Amazonía a partir de este nuevo año lectivo (2016-2017), que se inició el pasado 5 de septiembre, y se implementará en el año (2017-2018) para el Régimen Costa.

La intención es que los estudiantes salgan del bachillerato con un nivel B1 para que tengan más oportunidades académicas, culturales y económicas.

Miguel Herrera, subsecretario de Fundamentos Educativos del MinEduc, dijo a Andes que esta era una de las tareas pendientes que tenía el Ministerio y que la implementación de este programa no es algo que se hará de forma inmediata, pues se requiere nivelar poco a poco a los alumnos, por lo que pidió a los padres mantener la calma ya que se va a enseñar a los niños y jóvenes paso a paso. Se espera ver resultados concretos para 2022.

“Este currículo se implementa por primera vez en el país y eso requiere que se haga de manera gradual porque los niños no tienen conocimientos previos de inglés. Empezamos este año con el nivel A1 para trabajar en la básica elemental y la básica media y dentro de seis años estará completamente implementado y se dará en todo el sistema”, explicó Herrera.

Esto implica que los estudiantes de niveles superiores que nunca han recibido inglés empiecen también con el A1 pero lo van a hacer basados en un nuevo currículo y con nuevos textos que profundizan esos niveles de aprendizaje para ir avanzando de forma continua y rápida. El sistema de aprendizaje se basa en el Marco Común Europea de Referencia para la enseñanza de las lenguas (MCER).

“En algún momento vamos a ver que  los alumnos de la básica media, de quinto a séptimo, y los alumnos  de la básica superior, de octavo a décimo, van a estar trabajando en el mismo nivel pero no con la misma profundidad porque van a trabajar contenidos más avanzados para progresar”, señaló el experto.

El acuerdo 052 también establece que el nivel mínimo que debe tener un docente para la enseñanza de la lengua extranjera debe ser el B2 y que los alumnos una vez terminado el bachillerato alcancen el nivel B1, lo que se puede ir aumentando en caso de que los alumnos alcanzaran capacidades más altas que requieran que los niveles suban.

“Esto nos va a ayudar a que nuestros estudiantes cuando salgan del sistema estén en condiciones de tener una visión más global de lo que representa el Ecuador en el mundo, una visión más intercultural en el sentido de la globalización y también a que pueda haber transferencia en temas de estudios, porque es muy difícil entrar a la universidad si no tenemos un buen manejo del inglés”, aseguró Herrera.

Miguel Herrera, subsecretario de Fundamentos Educativos del Ministerio de Educación habló sobre el nuevo curriculo. Foto: Andes

Al momento, existen 8.400 docentes de Inglés para enseñar en el sistema fiscal que son los que se requerían para el inicio en el régimen Sierra, para iniciar con el programa en la costa se requieren unos 3.000 docentes más, por ello el MinEduc está firmando convenios con Estados Unidos, Canadá, Australia y otros países con la intención de traer a profesores de esos países a trabajar en Ecuador por un año.

También se están incorporando profesores que han participado en los distintos programas de capacitación impulsados por el gobierno entre ellos Go Teacher. Para este programa la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología  e Innovación (Senescyt) entrega una beca al profesor para que se capacite en el idioma inglés fuera del país con el compromiso de luego regresar a impartir clases.

 “La Senescyt  financia todo el programa de beca para ellos y cuando los docentes retornan, después de aprobar el curso que tiene una duración de entre 6 y 8 meses, tienen la obligación de venir a trabajar en el magisterio durante dos años”, explicó Vanesa Calvas, subsecretaria de Desarrollo Profesional del MinEduc.

Hasta el momento, 1.100 docentes del programa Go Teacher se han incorporado al sistema fiscal de educación y otros se han incorporado a través de concursos de mérito y oposición.  “Los docentes han llegado y en otros casos están llegando en función de los procesos administrativos de contratación o nombramientos que hemos ido entregando. Podemos decir en este sentido que el déficit está cubierto, que no hay inconveniente”, aseguró Calvas.

El MinEduc entregará los textos de inglés de manera gratuita para todos los estudiantes del sistema público. Los alumnos de educación básica inicial y media recibirán 3 horas de idioma extranjero a la semana y los de educación básica superior y bachillerato recibirán 5 horas  a la semana.


Fuuente http://www.andes.info.ec/es/noticias/nuevo-curriculo-ecuador-coloca-ingles-materia-obligatoria-escuelas-publicas.html

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La universidad: vuelo con destino al éxito

Por: Rose Mary Hernández Román

Tras el estrés del último año de bachillerato, los nervios de la selectividad y el relax que provoca conocer que has aprobado llega uno de los momentos que marcarán tu vida: el primer año en la Universidad. El inicio de una etapa que recordarás para siempre, porque ser universitario implica muchos cambios y, sobre todo uno, que afecta de manera muy personal: comenzar a adquirir poco a poco más responsabilidades y madurar.

Ayer una vez más recordé con Harumi Amano, asistida de su sus padres María y Akira, que ésta es una etapa donde muchos papás suelen acompañar a sus hijos, pero a pesar de su gran interés, no siempre logran darle respuestas a sus inquietudes. En otros casos, simplemente son los mismos muchachos quienes asumen sus compromisos y se adentran a un mundo desconocido, lleno de incertidumbre y temores, para unos, para otros, es una experiencia cargada de adrenalina, donde buscan de entrada usar ropa, calzados e incluso, cabellos con cortes no comunes, se sienten inseguros o deseosos de sentirse independientes.

Esa nueva vida universitaria comienza en el mismo momento en que la universidad te envía la carta de admisión donde te especifica que has sido aceptado para formarte en la carrera que seleccionaste  en el documento de preinscripción. A partir de ese momento tienes un plazo de tiempo determinado para realizar la matrícula. Dependiendo de la universidad tendrás que matricularte en junio o en septiembre, en cualquier caso te informarán de ello con antelación. Durante este periodo tendrás que familiarizarte con muchas de palabras que desconocías y que forman parte del proceso de admisión en una institución  Universitaria. Palabras como créditos (UC), asignaturas obligatorias y optativas, traslado de expediente… aparecerán habitualmente en toda la documentación que tendrás que presentar. Para que no te pillen por sorpresa, en el apartado de Glosario de Términos puedes conocer el significado de muchas de ellas.

El proceso de matriculación se ha ido simplificando y modernizando con el paso del tiempo. Hoy en día muchas universidades permiten realizar la matrícula a través de Internet, sin tener que acudir a la secretaría de la facultad y soportar largas esperas. En los centros donde este procedimiento no se haya implantado te citarán en secretaría para que presentes el impreso de la matrícula cumplimentado, así como la demás documentación exigida. Otras, aun se mantienen en medio de procedimientos lentos, marcados por arduas y tediosas colas para cancelar un monto de aranceles inferior incluso al  costo del recibo bancario que expiden en la taquilla, pero que sin eso no procede el trámite administrativo respectivo.

La familia o el mismo joven se activa en la búsqueda de un hospedaje seguro, indagan entre conocidos temas como: seguridad, ubicación, costo, propietarios, normas de convivencia, derechos y obligaciones en el contrato de alquiler, para tomar la decisión que consideren apropiada. Una vez que se es estudiantes de la universidad ahora  toca descubrir todos sus servicios, sus actividades, sus posibilidades… que como irás descubriendo poco a poco son muchas. Simplemente por el hecho de ser universitario podrás disfrutar de diversos descuentos en transporte, tiendas de libros… presentando el carnet de estudiante. Uno de los servicios universitarios más importantes y útiles para los estudiantes es la biblioteca. Un lugar donde pasarás muchas horas buscando información, estudiando o realizando trabajos con compañeros.

Una vez que te hayas involucrado en el ambiente universitario, hayas conocido a tus compañeros y sepas moverte por el campus, el siguiente paso es disfrutar de todas las actividades culturales y de ocio programadas para los estudiantes. Conferencias, cursos, charlas, conciertos de música, representaciones teatrales… Para que no te pierdas ningún acto en Agenda Universitaria se recomienda revisar la página de internet que contiene su portal informativo, para ello se debe permanecer atento y atenta diariamente a todo que se programa en tu universidad.

En fin, es el mundo universitario, lo que depara el destino solo cada quien lo sabe por lo que vive y por lo que proyecta. Nadie dice que será fácil, nadie dice que no ha logrado graduarse. Los profesores están preparando para que de lo mejor de ustedes puedan salir. Así lo manifiesta la profesora Sthefanny Moreno, docente de la Carrera de Derecho de la Universidad «Rómulo Gallegos» en Venezuela. A diario, ella y sus estudiantes construyen hermosas exResultado de imagen para UNERGperiencias desde la Unidad

Curricular «Clínica Jurídica»,  vivencias que no se desgasta en impresiones individuales, sino que pernocta en la memoria de  todos quienes abordan un vuelo con destino al éxito. Felicidades, a todos los que se llaman universitarios.

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Uruguay: Fenapes realiza mañana un paro por nueva agresión a docente

Uruguay / elpais.com.uy / 21 de Septiembre de 2016.

a Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria (Fenapes) realizará mañana, miércoles 21, un paro de 24 horas por una agresión a dos docentes del liceo de La Paz. Este martes una delegación se trasladará hasta el centro educativo.

La agresión de un alumno a una profesora se produjo el pasado sábado y debió mediar la directora, que también resultó herida, contaron a El País fuentes sindicales. Si bien no tuvieron que ser hospitalizados, los docentes fueron atendidos por una emergencia médica que se hizo presente en el lugar.

El hecho será informado hoy a la prensa en una conferencia que convocará Fenapes. Fuentes sindicales indicaron que la medida gremial se dispuso ante el pedido de la filial de profesores de La Paz.

En junio de este año, Fenapes también realizó un paro de 24 horas tras la agresión a un docente. Luego de que un alumno insultara y “patoteara” a una profesora y a una adscripta del liceo 49 de Punta de Rieles, se resolvió adoptar la medida que dejó a más de 220.000 estudiantes sin posibilidad de ir a clases.

Fuente: http://www.elpais.com.uy/informacion/fenapes-anuncia-paro-agresion-docente.html

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Críticas y convergencias con la Teoría de la Dependencia

Por: Claudio Katz

En los años 70 Agustín Cueva fue el principal crítico marxista de las Teorías de la Dependencia. Objetó la tesis del desarrollo asociado, cuestionó la visión metrópoli-satélite y mantuvo intensas polémicas con Bambirra, Dos Santos y Marini. Pero a partir de confluencias políticas, en la década siguiente participó de un reencuentro teórico que modificó el abordaje del subdesarrollo.

FUNCIONALISMO SIN SUJETOS

Cueva sobresalió como un intelectual muy creativo. Se forjó en el ambiente localista de Ecuador, absorbió concepciones estructuralistas en Francia y maduró su novedosa mirada historiográfica en México. Compartió ciertas estrategias políticas con los partidos comunistas, pero cuestionó el dogmatismo imperante en la URSS (Prado, 1992).

Sus debates con la teoría de la dependencia comenzaron con tres objeciones al esquema de Cardoso-Faletto. Criticó, en primer término, el uso de criterios funcionalistas para explicar la historia de América Latina, señalando que el “desarrollo hacia adentro” o las “colonias de explotación” carecían de la consistencia explicativa. Retrataban peculiaridades de ciertas áreas o singularidades de los productos exportados, pero no aportaban criterios para la interpretación del subdesarrollo.

Cueva puntualizó que las ventajas o inconvenientes generados por los recursos de cada región no clarifican la lógica capitalista, ni esclarecen las aptitudes diferenciadas para la acumulación. Señaló que sólo los conceptos marxistas de fuerzas productivas, relaciones de producción y lucha de clases facilitan ese análisis (Cueva, 1976).

El pensador ecuatoriano estimó que Cardoso soslayaba los procesos histórico-sociales en todas sus caracterizaciones. Señaló que FHC ofrecía una descripción de las ventajas del control nacional sobre los recursos (México) frente a su administración foránea (pequeños países de Centroamérica). Destacó que también retrataba las conveniencias de ciertas alianzas políticas para incentivar la industrialización (Brasil en los años 60) u obstruirla (Argentina en el mismo periodo) (Cueva, 1973:102).

Pero el teórico andino puntualizó que en ese pantallazo, los desequilibrios de la acumulación capitalista eran tan omitidos como los conflictos entre los grupos dominantes.

Cueva objetó, en segundo lugar, el razonamiento “externalista” de Cardoso. Destacó que su enfoque sustituía el análisis de cada economía latinoamericana por una simple constatación de inserciones en el mercado mundial. Señaló que la contraposición entre situaciones de enclave y control nacional de los recursos nacionales registraba conexiones externas, sin indagar la dinámica endógena del desenvolvimiento de cada país.

Estimó que la omisión de la dimensión agraria ilustraba ese desconocimiento de los procesos internos. Destacó especialmente la ausencia de referencias a los conflictos entre campesinos y latifundistas, que determinaron los principales desenlaces progresivos (México) o regresivos (Perú, Colombia) de la historia regional. Observó que en muchas circunstancias esos procesos fueron más determinante del subdesarrollo que las exacciones externas.

En tercer lugar, Cueva advirtió la total ausencia de sujetos populares en la radiografía expuesta por Cardoso. Remarcó que presentaba al pueblo como un acompañante pasivo de las alianzas tejidas por las burocracias con las clases dominantes.

El teórico ecuatoriano señaló que FHC sólo reconocía cierta gravitación de la clase media, ignorando por completo a los obreros, campesinos o desposeídos. Estimó que ese desconocimiento obstruía cualquier análisis de lo acontecido en un continente convulsionado por rebeliones y resistencias populares (Cueva, 1976).

Con esta temprana percepción del funcionalismo, el externalismo y la omisión de las confrontaciones de clases, Cueva puso de relieve defectos en la obra de Cardoso, que los teóricos marxistas de la dependencia resaltaron con mayor tardanza (Katz, 2016).

EXOGENISMO MECÁNICO

Cueva objetó también la visión externalista del esquema metrópoli-satélite y la interpretación del subdesarrollo como un resultado exclusivo de la inserción subordinada en el mercado mundial (Cueva, 1979a: 7-11).

Cuestionó el énfasis unilateral de Frank en los desequilibrios exógenos, señalando que América Latina no era dependiente por su integración en el mercado mundial, sino por la obstrucción interna a su desarrollo. Observó que el predominio de rentas improductivas generadas por la primacía de las haciendas, plantaciones y latifundios bloqueó más la acumulación de capital, que las succiones coloniales o imperiales .

El pensador ecuatoriano atribuyó los errores de Frank a su asimilación acrítica de los enfoques de la CEPAL, exclusivamente centrados en el deterioro de los términos de intercambio. Señaló que esa mirada indujo a generalizaciones excesivas y a suponer que todas las sociedades latinoamericanas están cortadas por un mismo patrón.

Cueva destacó que el simplificado modelo de satélites y metrópolis omite las diferencias entre economías tan disimiles como Chile y Brasil. Cuestionó también la atención excluyente a l comercio en desmedro de la producción, como principal determinante del subdesarrollo (Cueva, 1986) . Varios autores de la época tipificaron ese defecto con el término de “circulacionismo”.

El crítico andino también cuestionó las conclusiones de su colega alemán. Estimó que la conocida fórmula para describir el retraso latinoamericano (“desarrollo del subdesarrollo”) sugería un erróneo escenario de estancamiento.

Cueva objetó la identificación de una situación dependiente con bloqueos a cualquier expansión y propuso indagar a Latinoamérica como un eslabón débil del desarrollo desigual del capitalismo. Resaltó que la competencia y la inversión son incompatibles con el estancamiento, en un sistema sujeto a espirales de contradicciones (Cueva, 1977: 98-113, 437-442).

El teórico ecuatoriano criticó, además, la desconsideración por los antagonismos entre opresores y oprimidos. Cuestionó la sustitución analítica de las luchas y las sublevaciones por meras clasificaciones de satélites.

Frank no respondió. Se limitó a registrar esos señalamientos como un indicio del impacto generado por su propia obra. Esta actitud fue congruente con el abandono de la Teoría de la Dependencia que consumó al poco tiempo de haberla formulado (Frank, 1970: 305-327).

Posteriormente retomó el tema afirmando que su enfoque nunca privilegió el comercio, ni desconoció las dimensiones endógenas. Pero no aportó argumentos para justificar esa opinión (Frank, 2005).

Las observaciones de Cueva sintonizaron con objeciones de otros analistas, que remarcaron “unilateralidades” del enfoque metrópoli-satélite (Vitale, 1981), su “exagerado dependentismo” (Martins, 2009) o su “pesimismo apocalíptico” (Boron, 2008).

PROBLEMAS DEL PAN-CAPITALISMO

La crítica de Cueva se extendió al diagnóstico del capitalismo comercial instaurado en América Latina desde el siglo XVI. Frank afirmaba que desde esa época predominó en la región un sistema de producción orientado por el mercado. Expuso esa tesis en polémica con las teorías del pasado feudal, señalando que nunca rigió una economía cerrada o meramente rural (Frank, 1970: 31-39, 167-168).

Cueva remontó también el origen del subdesarrollo a la colonia, pero no atribuyó ese problema al comercio. Recordó la devastación sufrida durante la “des-acumulación originaria” impuesta por la conquista y señaló que esa depredación no instauró modalidades capitalistas (Cueva, 1973: 65-78).

El pensador andino criticó la identificación del capitalismo con el intercambio comercial. Contrapuso la asociación de ese sistema con la economía monetaria (Adam Smith), a su presentación como un modo de producción basado en la explotación del trabajo asalariado (Marx). Subrayó que el capitalismo presupone procesos industriales de extracción de plusvalía, inexistentes en esa época no sólo en América Latina, sino también en Europa.

Cueva remarcó la preeminencia inicial en América Latina de regímenes pre-capitalistas estrechamente conectados con el naciente mercado mundial. Objetó el simplificado contrapunto entre los intérpretes de la colonización feudal y capitalista, destacando la imposibilidad de corroborar ambas caracterizaciones. Propuso incorporar la noción de formaciones económico-sociales para resolver ese problema (Cueva, 1988).

Señaló que las articulaciones de variados modos de producción rigieron desde la conquista hasta el siglo XIX (Cueva, 1979a: 60-68). D istinguió especialmente tres modalidades: la servidumbre en la hacienda, la esclavitud en las plantaciones y el trabajo asalariado en los latifundios. Entendió que esta atención por la forma de explotación imperante era más congruente con el marxismo, que la jerarquización analítica del comercio exterior. Rechazó el pan-capitalismo de Frank por reducir cuatro siglos de historia a la primacía de un modo de producción contemporáneo (Cueva, 1978).

El pensador ecuatoriano también destacó que el concepto de formaciones económico-sociales era indispensable para comprender el subdesarrollo desigual de América Latina. Estimó que lo ocurrido en cada proceso nacional se explicaba por la disolución de las bases pre-capitalistas, que precedieron al afianzamiento de los modelos oligárquicos predominantes desde el siglo XIX (Cueva, 1982).

El teórico andino ubicó el origen contemporáneo del subdesarrollo en la consolidación de la gran propiedad rural y describió cómo las repúblicas balcanizadas impidieron el surgimiento de los farmers. Situó la causa central del atraso latinoamericano en la carencia (Ecuador, Brasil) o insuficiencia de transformaciones agrarias (México, Bolivia).

Esta relevancia asignada a los determinantes internos del subdesarrollo sintonizó con otras miradas igualmente inspiradas en el enfoque althusseriano (Howard; King, 1989: 205-215). Todas rechazaban las contraposiciones tradicionales entre feudalismo y capitalismo, subrayando el predominio de mixturas condicionadas por la penetración desigual e insuficiente del capitalismo.

Estas visiones empalmaron con las objeciones dentro de la propia teoría marxista de la dependencia a la omisión de las estructuras internas y con la crítica a la falsa equiparación de situaciones coloniales y contemporáneas (Dos Santos, 1978: 303-304, 336-337; Marini, 1973:19). Estos cuestionamientos resaltaron el olvido de las raíces de la dependencia en el plano productivo (Chilcote, 1983) y convergieron con otros críticos de la tesis del capitalismo vigente en América Latina desde 1492 (Salama, 1976:13). 

Cueva también objetó el desconocimiento del protagonismo que tuvieron las clases populares en la historia latinoamericana . Señaló que Frank ignoró esa incidencia en las luchas por la I ndependencia y en las revoluciones agrarias, nacionales o antiimperialistas de la centuria posterior (Cueva, 1979a: 69-93).

El teórico ecuatoriano abordó el estudio del pasado desde una óptica de los oprimidos (“historia por abajo”), para subrayar cómo ese legado nutrió la cultura de la izquierda. Propició un enfoque que despuntaba también en teóricos marxistas de otras regiones. Los historiadores ingleses, por ejemplo, exploraban en esa época una nueva síntesis entre el papel de estructuras económicas y el rol definitorio de la lucha social (Kaye, 1989).

¿SINGULARIDAD METODOLÓGICA?

Cueva también criticó el status teórico del concepto dependencia. Objetó la enunciación de leyes específicas del capitalismo subordinado, señalando que esos principios sólo se corresponden con la universalidad de los modos de producción, sin aludir al centro o a la periferia. Precisó que las formaciones sociales específicas no están sujetas a ningún tipo de legalidad (Cueva, 1976).

El pensador ecuatoriano formuló estas observaciones en términos genéricos, pero reprochó la errónea búsqueda de leyes peculiares a “un autor tan riguroso” como Marini.

Cueva no cuestionó la existencia de una dinámica específica de la economía latinoamericana. Objetó su presentación como leyes, señalando que esas reglas explican el funcionamiento del feudalismo o el capitalismo, sin extenderse a los ámbitos peculiares de esos sistemas (Cueva, 1979b).

El pensador andino no profundizó en las consecuencias epistemológicas de su planteo. No pretendía iniciar una controversia filosófica, sino aportar argumentos al debate con los teóricos del singularismo regional. Por eso le cuestionó a Cardoso su búsqueda de originalidades latinoamericanas y rechazó la vehemencia identitaria de muchos auspiciantes de las ciencias sociales latinoamericanas.

Cueva tenía preocupaciones inversas a Marini. En vez de lamentar la ausencia de autores localizados en la región, resaltaba el exceso de provincialismo y la escasa absorción de ideas universalistas. Desechaba la existencia de “categorías nuestras” y confrontaba con las mitologías regionalistas (Cueva, 1979a: 83-93).  

En este debate Cueva prolongaba la batalla que había librado en Ecuador contra la ideología del mestizaje. Denunciaba el retrato imaginario de una armónica convivencia entre pueblos, que difundían los pensadores de las clases dominantes. Estimaba que ese idílico universo encubría la opresión ejercida por las elites adineradas y cuestionaba esa demagogia nacionalista desde una postura socialista (Tinajero, 2012: 9-35).

Esta oposición al nacionalismo populista explica la hostilidad de Cueva a la pretensión de elevar el status conceptual de la teoría de la dependencia. Rechazó esa aspiración afirmando que América Latina estaba regida por principios generales del capitalismo.

Para el teórico ecuatoriano las sociedades latinoamericanas era particulares, pero no originales y la indagación de sus dinámicas no implicaba descubrir leyes propias de la región.

Pero sus críticas sólo eran pertinentes para los pensadores que recurrían a explicaciones espiritualistas de la identidad latinoamericana o para los constructores de forzados de destinos nacionales. Ninguno de esos defectos se verificaba en los teóricos marxistas de la dependencia. Las acusaciones de nostalgia nacionalista contra varios integrantes de esa corriente carecían de justificación.

No sólo Dos Santos, Marini y Bambirra postulaban enfoques socialistas con miradas universalistas. Cardoso mantenía afinidades con el cosmopolitismo liberal y Gunder Frank con variantes libertarias de ese mismo ideario. El equívoco de Cueva estuvo muy influido por el tenso clima político de los años 70.

EL BALANCE DE LA UNIDAD POPULAR

Todos los participantes del debate de la dependencia estuvieron personalmente involucrados en la experiencia de la Unidad Popular chilena. Al igual que sus colegas, Cueva tuvo enormes expectativas en un desemboque socialista de ese proceso. Describió esa oportunidad en un país con excepcionales tradiciones de continuidad institucional. Señaló que ese legado facilitó el triunfo electoral de la izquierda, pero fue también utilizado por el pinochetismo para preparar el golpe .

Cueva estimó que la derecha demostró una voluntad de poder ausente en la UP. Esa coalición buscó acuerdos con la oposición y no supo utilizar el respaldo popular para desbaratar la asonada.

El pensador ecuatoriano retrató el papel arbitral de Allende y la confianza socialdemócrata en el legalismo. Pero también criticó la conducta “aventurera” del MIR por su promoción de acciones directas “utilizadas por la derecha” (Cueva, 1979a: 97-140).

Marini extrajo un balance totalmente opuesto. Identificó el triunfo de la UP con la apertura de un proceso revolucionario y responsabilizó al Partido Comunista por la frustración de ese curso. Criticó especialmente la hostilidad de esa organización a cualquier desborde del marco político burgués.

El economista brasileño estimó que Allende quedó entrampado en una tolerancia suicida del golpe. Señaló que el MIR nunca realizó acciones adversas a la UP. Al contrario colaboró con ese gobierno, promovió comités para sostenerlo, alentó la reforma agraria y la continuidad de la producción saboteada por los capitalistas (Marini, 1976a). Reivindicó al mismo tiempo el intento de gestar formas de poder alternativo para contener a Pinochet (Marini, 1976b).

Dos Santos coincidió con Marini. Integraba el Partido Socialista y proponía la unión de toda la izquierda para radicalizar el proceso abierto con el gobierno de Allende (Dos Santos, 2009:11-26).

En una mirada retrospectiva la balanza de la discusión se inclina a favor de Marini. El teórico de la dependencia captó la disyuntiva imperante en 1970-73 entre el debut del socialismo y el triunfo de la reacción. Cueva eludió ese dilema con enunciados contradictorios.

El escritor ecuatoriano objetó tanto la miopía institucionalista como la acción directa, sin aclarar cuál de los dos problemas fue determinante del trágico desenlace. Mientras que la izquierda de la UP fomentaba el poder popular, el sector conservador de ese frente buscaba una alianza con la Democracia Cristiana, para gestar una etapa de capitalismo nacional.

Cueva sugirió una tercera opción sin explicar cómo podría implementarse. Criticó la supresión de etapas intermedias y el desconocimiento de la correlación de fuerzas (Cueva, 1979a: 7-11). Pero Marini tomaba en cuenta ambos problemas al apoyar las iniciativas desde abajo en los cordones industriales y las comunas agrarias.

Tanto Cueva como Marini promovían la conversión de los triunfos electorales de la izquierda en dinámicas radicales de conquista del poder. Pero confrontaron duramente en la definición de las estrategias para alcanzar ese objetivo. Esta divergencia se proyectó a otros planos y generó drásticas críticas (Cueva, 1988) y virulentas defensas de la Teoría de la Dependencia (Marini, 1993; Dos Santos, 1978: 351, 359, 361; Bambirra, 1978: 40-73).

ENDOGENISMO TRADICIONAL Y TRANSFORMADO

Aunque Cueva compartió la estrategia de muchos partidos comunistas, no cuestionó la Teoría de la Dependencia desde ese alineamiento. Su enfoque contrastó con las objeciones formuladas por esa corriente.

Los exponentes del comunismo oficial criticaban el rechazo de Frank, Marini y Dos Santos a la política de alianzas con la burguesía nacional. Señalaban que con esa oposición se negaba la primacía de la lucha antiimperialista, se desconocía la necesidad de los frentes poli-clasistas, se desvalorizaba al campesinado y se omitía la centralidad de la lucha democrática (Fernández; Ocampo, 1974).

Pero en los hechos las alianzas con las “burguesías progresistas” conducían a esos desaciertos. Esos grupos dominantes adoptaban posturas regresivas de atropello a los trabajadores y de sostén de la represión. El oficialismo comunista no registraba, además, las potencialidades socialistas abiertas con la revolución cubana, que dos teóricos de la dependencia expusieron en un elaborado texto ( Dos Santos; Bambirra, 1980).

Cueva no participó en esas discusiones, ni repitió las acusaciones que recibía el dependentismo por su parentesco con la “ideología burguesa”. Ese cuestionamiento resaltaba el contenido filosófico “idealista” de esa concepción, subrayando su desatención por las problemáticas materialistas de la relación del capital con el trabajo (Angotti, 1981). También alertaba contra la existencia de una confusa variedad de conceptos de la dependencia, que eran aprovechados por los autores pro-imperialistas.

La inconsistencia de estas observaciones salta a la vista en cualquier lectura contemporánea. Pero los disparos verbales sin contenido eran muy frecuentes en una época de razonamientos orquestados en torno a fidelidades o herejías hacia el partido. Cueva se ubicó en un ámbito político próximo al comunismo sin compartir esos códigos. Nunca sustituyó la reflexión por la demolición de los disidentes.

Tampoco crucificó a los teóricos de la dependencia por su resistencia a endiosar a la Unión Soviética, ni estimó que le “hacían el juego al imperialismo” por soslayar panegíricos del “campo socialista”.

El pensador ecuatoriano desenvolvió, en cambio, los argumentos endogenistas sugeridos por varios críticos comunistas de la teoría de la dependencia. Transformó vagas observaciones en sólidos planteos, objetando especialmente la atención unilateral por los procesos de circulación comercial, en desmedro de la dinámica productiva del capitalismo.

Cueva resaltó también la importancia de priorizar el atraso agrario como explicación del subdesarrollo subrayando el peso del latifundio, la gravitación de la renta y la incidencia del campesinado. Postuló que la asfixia endógena generada por el estancamiento agrario era más gravitante que la exacción exógeno-imperial.

Pero a diferencia del endogenismo tradicional, Cueva nunca atribuyó el retraso de la región a la persistencia de resabios feudales, ni planteó la necesidad de una alianza con la burguesía para superar esa rémora.

El teórico andino desenvolvió la crítica al exogenismo de Frank sin compartir los preceptos del endogenismo tradicional. Rechazó el mecánico esquema de etapas históricas sucesivas y razonó con criterios de desarrollo desigual y combinado.

En su madurez Cueva ponderó la atención de la Teoría de la Dependencia al lugar internacional de América Latina, pero continuó señalando la carencia de nítidas conexiones analíticas con los parámetros locales. Resaltó la génesis nacional del capitalismo y subrayó los determinantes internos de la acumulación. Buscó por esa vía aportar fundamentos endógenos al dependentismo.

COINCIDENCIAS CONTRA EL POS-MARXISMO

Con el afianzamiento de las dictaduras la Teoría de la Dependencia perdió gravitación. En los años 80 algunos autores diagnosticaron la disolución de esa escuela, junto al declive de los proyectos emancipación (Blomstrom; Hettne, 1990: 105, 250-253).

Ese retroceso no obedeció a miradas erróneas de la realidad latinoamericana, sino a las derrotas sufridas por los movimientos revolucionarios. Los conceptos de la dependencia no sucumbieron. F ueron silenciados por la contra-reforma neoliberal (López Hernández, 2005). La teoría que dominó el escenario precedente quedó relegada por motivos políticos y perdió interés entre nuevas generaciones distanciadas de la radicalidad anticapitalista.

La derrota electoral del Sandinismo en 1989 inauguró un repliegue de los proyectos socialistas, que se profundizó con la implosión de la Unión Soviética. La Teoría de la Dependencia decayó como consecuencia de ese retroceso.

Cueva y Marini receptaron de inmediato el golpe e iniciaron un proceso de aproximación en numerosos terrenos, aunque disintieron en la caracterización de las dictaduras.

El pensador ecuatoriano definió a esas tiranías como regímenes fascistas, equiparables a la barbarie de entre-guerra (Cueva, 1979a: 7-11). El teórico brasileño resaltó, en cambio, las diferencias con lo ocurrido en el Viejo Continente. Destacó la debilidad de las burguesías latinoamericanas, que aceptaban el rol sustituto de los militares sin forjar bases propias de sustentación política (Marini, 1976b).

Más allá de estos matices, ambos pensadores convergieron de inmediato en la prioridad de la resistencia democrática. Cuando decayeron las tiranías denunciaron los pactos concertados por los partidos tradicionales con los militares para perpetuar la cirugía neoliberal.

Cueva desplegó una intensa polémica con los autores que justificaban esas negociaciones. Señaló que esos acuerdos socorrían a los gendarmes, consagraban su impunidad y garantizaban las transformaciones regresivas del neoliberalismo (Cueva, 2012). Marini expuso la misma denuncia, mediante categóricos rechazos de la tutela militar de las transiciones pos-dictatoriales.

Pero la principal batalla convergente de Cueva y Marini fue la crítica a los intelectuales pos-marxistas (Laclau). Estos autores abandonaron el análisis de clase, desecharon la centralidad de la opresión imperial y consideraron perimida la acción de la izquierda. También redescubrieron la socialdemocracia y se reencontraron con los viejos partidos dominantes (Chilcote, 1990).

En este escenario Cueva y Marini concentraron todos sus dardos en la defensa del antiimperialismo y el socialismo y polemizaron con la presentación mistificada del capitalismo como un régimen inmodificable.

El escritor ecuatoriano también modificó en ese período su valoración del populismo. En vez de resaltar la funcionalidad de esa vertiente para la ideología burguesa, subrayó el fermento que aportaba a las concepciones jacobinas, que en América Latina enlazaban al nacionalismo radical con el socialismo (Cueva, 2012: 183-192).

En el mismo período Marini retornó a Brasil después de 20 años de exilio y enfrentó la hostilidad de los ex dependentistas acomodados en el universo académico. Denunció ese amoldamiento y retomó sus debates con Cardoso ( Marini, 1991) . La confluencia con Cueva fue un resultado natural de esa batalla contra adversarios comunes.

REENCUENTRO CON LA DEPENDENCIA

Cueva y Marini encararon una discusión también convergente con los teóricos neo-gramscianos (Aricó, Portantiero). Esa corriente reformulaba el pensamiento del comunista italiano, para derivar de ese enfoque una visión laudatoria de la democracia. Ignoraba el perfil distintivo de ese sistema político en los diversos regímenes sociales y estimaba que el antiimperialismo y la dependencia eran conceptos obsoletos.

Cueva rechazó esa visión presentado nuevos datos de la subordinación económica y el sometimiento político de América Latina . Ilustró cómo la dependencia se había acentuado con el agravamiento del endeudamiento externo (Cueva, 1986).

El teórico ecuatoriano señaló que el subdesarrollo persistía junto a los procesos de modernización. Resaltó la combinación de pobreza y opulencia vigente en Brasil (“Belindia”) y demostró la inexistencia de una aproximación de la economía latinoamericana con los países centrales (Cueva, 1979a: 7-11).

Con esta exposición Cueva precisó sus caracterizaciones anteriores. Afirmó que en los años 70 había criticado a la Teoría de la Dependencia desde posturas de izquierda, antagónicas con los cuestionamientos derechistas que observaba veinte años después. Declaró su total oposición a estas miradas y revalorizó los aciertos de la concepción que había cuestionado.

Cueva ratificó su proximidad con la Teoría de la Dependencia, aclarando que nunca negó la sumisión latinoamericana al orden imperial. Ratificó su pertenencia al mismo ámbito antiimperialista de los autores que objetó en el pasado. Señaló que sólo pretendió completar el enfoque dependentista, para superar su desconsideración de los determinantes internos del subdesarrollo (Cueva: 1988).

El pensador ecuatoriano expuso esta reconsideración con elogios al trabajo de Marini (Cueva, 2007:139-158) y a las posturas adoptadas por Dos Santos durante su retorno a Brasil (Cueva, 1986). A su vez, Marini reivindicó las críticas de Cueva a los intelectuales pos-marxistas y ponderó sus diferencias con otros autores endogenistas (Marini, 1993).

EL CAMINO INVERSO

Cueva fue el último exponente del endogenismo marxista y el precursor de una síntesis con la Teoría de la Dependencia. Buscó soluciones en el marxismo latinoamericano a los cuestionamientos que afrontaba esa última concepción. Siguió un rumbo contrario a otros pensadores de su tradición, que optaron por el rechazo del esquema centro-periferia y adoptaron una teoría comparativa de los capitalismos nacionales.

En ese curso se embarcó, por ejemplo, el inspirador francés de la Teoría de la Regulación, Alain Lipietz. Este pensador no trabajó específicamente la problemática latinoamericana, pero asimiló en sus inicios el mismo marxismo althusseriano de Cueva.

Con ese fundamento conceptual estudió la dinámica de los modos de producción articulados buscando comprender la singularidad de los modelos nacionales. Desde esa óptica expuso también fuertes objeciones a la Teoría de la Dependencia por su desconsideración de las condiciones internas (Lipietz, 1992: 20, 34-39, 62).

Pero a medidos de los 80 declaró su “cansancio” con el antiimperialismo y las interpretaciones marxistas del subdesarrollo . Objetó el principio de la polarización mundial, señalando que no existe un lugar predeterminado para cada economía en la división internacional del trabajo. Subrayó la existencia de muchos sitios disponibles para situaciones de dependencia o autonomía (Lipietz, 1992: 12-14, 25-30, 38-41).

El teórico francés concluyó este razonamiento ponderando la existencia de una gran variedad de capitalismos nacionales, cuyo rumbo es definido por las elites gobernantes, en función de escenarios sociales e institucionales cambiantes.

Esta tesis nutrió la Teoría de la Regulación -que mixturaba marxismo con heterodoxia keynesiana- y derivó posteriormente en las concepciones social-desarrollistas, que promueven esquemas de capitalismo redistributivo.

En este enfoque se verifican dos problemas que Cueva logró evitar. Por un lado, el abandono del horizonte socialista condujo a Lipietz, a concebir márgenes ilimitados del capitalismo para lidiar con sus propios desequilibrios.

Esa mirada supone que el mercado puede ser mejorado perfeccionando las instituciones, que la rentabilidad puede ser acotada con regulaciones estatales, que la explotación puede neutralizarse y que las crisis son manejables con dispositivos macro-económicos.

Con esos presupuestos de capitalismo auto-correctivo se promueve el régimen de acumulación más conveniente, para un sistema que siempre encontraría soluciones a sus contradicciones. De la descripción inicial de formas variadas del capitalismo se pasa a un diagnóstico de auto-superación de ese sistema, mediante tránsitos de un régimen de acumulación a otro (Husson, 2001:171-182).

El segundo problema de esta modalidad de endogenismo burgués es la omisión de los condicionamientos objetivos que impone la mundialización. Se supone que el capitalismo vigente en cada país constituye una elección soberana de sus ciudadanos.

Al resaltar la determinación puramente interna del curso imperante en cada nación se olvida cómo el capitalismo mundializado modela esas dinámicas nacionales.

La hostilidad a la teoría de la dependencia termina resucitando creencias de libre elección e imaginarios de capitalismo electivo. Cueva sorteó esos desaciertos al intuir las nuevas modalidades de subdesarrollo que genera la mundialización.

LA SÍNTESIS TEÓRICA

El camino de convergencia con Marini seguido por Cueva abrió el rumbo para una síntesis teórica. Ese empalme quedó planteado por el alineamiento de Cueva en el campo del dependentismo, no sólo como reacción frente a las críticas derechistas. El escritor andino reconoció la validez general de la vertiente marxista de esa concepción y distinguió ese enfoque de las simplificaciones de Frank y las inconsistencias de Cardoso.

Esta reconsideración permitió entender que la interpretación endogenista no era incompatible con la caracterización dependentista del subdesarrollo latinoamericano. Convergían de la misma forma que sintonizaron los marxistas de posguerra en la evaluación de la relación centro-periferia. Las mismas afinidades que conectaron a Sweezy-Baran, Amin y Mandel aunaron a los teóricos sudamericanos.

El encuentro de Cueva con Marini permitió decantar la teoría de la dependencia, depurar sus conceptos e incorporar aportes de otros pensadores. Esa síntesis fue un proceso de maduración simultánea. Al mismo tiempo que Cueva revalorizó la obra de sus viejos contendientes, Marini, Dos Santos y Bambirra afianzaron su distanciamiento de Frank y Cardoso.

La aproximación de endogenistas y exogenistas no implicó unanimidad, ni coincidencia plena. Cueva reafirmó su desacuerdo con varios conceptos de Marini. Resaltó el interés de los diagnósticos del ciclo productivo dependiente, pero remarcó la supremacía de la dimensión financiera .

El pensador ecuatoriano tampoco consideró satisfactorio el concepto de superexplotación, que siguió observando como una variante de la pauperización absoluta. Pero defendió enfáticamente a Marini de las acusaciones de “estancacionismo”, recordando que ese defecto signó la obra de Furtado (Cueva, 2012: 199-200) .

En la síntesis de Marini con Cueva se encuentran los pilares de una caracterización integral del status de América Latina. Partiendo de la condición subordinada y retrasada de la zona, esa visión permite distinguir tres niveles de análisis.

En el plano económico la región es subdesarrollada en comparación a los países avanzados. En la división internacional del trabajo Latinoamérica ocupa un lugar periférico, contrapuesto a la inserción privilegiada que detentan las potencias centrales. En el aspecto político padece dependencia, es decir márgenes de autonomía estrechos y contrapuestos al rol dominante que ejercen los imperios.

Subdesarrollo, periferia y dependencia constituyen, por lo tanto, conceptos conectados a una misma condición. Estas tres nociones no aparecen claramente diferenciadas en Cueva y en Marini, pero han sido precisadas por autores posteriores (Domingues, 2012) .

El marxista ecuatoriano y sus pares brasileños sugirieron una nítida interrelación entre los tres conceptos. Señalaron que la subordinación periférica al mercado mundial define distintos niveles de subdesarrollo, que son acentuados por la dependencia política.

Cueva y Marini resaltaron los márgenes reducidos que tiene América Latina -bajo el capitalismo- para modificar su status. Esta óptica difiere del camino abierto al desarrollo que imaginó Cardoso a partir de los años 80. También discrepa del sendero complemente cerrado a cualquier alteración que supuso Frank en la década del 70.

Los teóricos marxistas realizaron, además, exploraciones muy originales de las diferencias existentes al interior de la región. Cueva presentó un esquema de subdesarrollo desigual determinado por el grado de penetración capitalista vigente en cada país. Bambirra expuso una detallada clasificación de esas variedades y Marini investigó las singularidades de la economía más industrializada de la región.

En este abordaje cada autor jerarquizó distintas localizaciones. Cueva centró su atención en los países con resabios pre-capitalistas y Marini en las estructuras de mayor desenvolvimiento fabril.

Por esa razón el primer autor utilizó criterios endógenos aptos para el estudio del subdesarrollo agrario. El segundo privilegió en cambio parámetros de conexión con el mercado mundial, que son más útiles para comprender los desequilibrios de las economías semiindustrializadas.

CONVERGENCIA METODOLÓGICA

Una síntesis de Cueva con Marini permite superar la contraposición entre primacía del abordaje interno o externo en la interpretación del subdesarrollo.

Cueva criticó el externalismo simplificador, indagando cómo rigió en América Latina una articulación variable de los modos de producción, como consecuencia del insuficiente desarrollo capitalista. Analizó la cadena de determinaciones recíprocas que se estableció entre elementos internos retrasados y componentes externos avanzados . Por su parte Marini indagó de qué forma el capitalismo internacional condiciona todas las relaciones internas de la región .

La maduración de ambas miradas contribuyó a dejar atrás posiciones binarias igualmente reduccionistas. El énfasis en la subordinación externa o en la carencia del desarrollo interno -como causa del retraso- debe modificarse según la etapa histórica analizada o la zona específicamente estudiada.

Es evidente que la devastación externa fue el dato central en las primeras décadas de la conquista de América, mientras que la regresión interna prevaleció durante la fase posterior de consolidación del latifundio. A su vez la depredación externo-colonial padecida por los enclaves mineros difirió del estancamiento endógeno-agrario, generado por el afianzamiento de las haciendas.

La Teoría de la Dependencia provee un acertado esquema de explicación de la subordinación sufrida por América Latina. Pero necesita el complemento analítico del endogenismo, para analizar el bloqueo interno generado por la prolongada preeminencia de modalidades pre-capitalistas.

Osorio remarca cómo esa integración combina un abordaje totalizador del capitalismo dependiente, con un estudio peculiar de las formaciones históricas de la región. Destaca que estas modalidades sólo pueden ser esclarecidas evaluando su inserción en el mercado mundial. La teoría marxista de la dependencia define un marco analítico enriquecido por el endogenismo (Osorio, 2009: 94-98) .

La profundización de esta síntesis exige dejar atrás tres equívocos. En primer lugar la visión sin historicidad del esquema metrópoli-satélite, que confunde la situación colonial con la dependencia posterior, suponiendo que una misma contradicción se repite a lo largo del tiempo en estructuras invariables (Osorio, 2009: 86-89) .

En segundo término, corresponde abandonar el diálogo de sordos que se entabló entre las tesis de la colonización feudal y capitalista, desconociendo que la inserción de América Latina en el mercado mundial exigió recurrir a formas pre-capitalistas de producción (Osorio, 2009: 44-47) .

En tercer lugar hay que superar la falsa disyuntiva entre exogenistas puros, que ignoran cómo el capitalismo dependiente internaliza los condicionamientos externos y endogenistas puros, que desconocen la forma en que América Latina quedó inscripta en el mercado internacional (Osorio, 2009: 82-85) .

El empalme de Cueva con Marini, Dos Santos y Bambirra resuelve esos escollos a partir de un abordaje integrado, que asigna alta significación a la lucha de clases en el devenir de la historia. En los cuatro autores lo interno y lo externo no alude exclusivamente a desarrollos económicos, conquistas militares o hegemonías políticas. Se refiere a incidencias y desenlaces de la confrontación clasista.

Estos enfoques se alejan del funcionalismo de Cardoso y del distanciamiento de la acción política de Frank. Razonan en una tradición de atención simultánea al desenvolvimiento de las fuerzas productivas y a los resultados de la batalla social.

La convergencia de endogenistas y exogenistas contribuye a esclarecer también el controvertido status metodológico de la teoría marxista de la dependencia. Al principio Cueva planteó la inexistencia de leyes del capitalismo dependiente, estimando que esas normas sólo rigen para los modos de producción (capitalismo) y no para las modalidades específicas de esos sistemas (dependencia). Marini y Dos Santos definieron, en cambio, leyes de funcionamiento particulares de las regiones subdesarrolladas.

Al exigir una categorización tan restrictiva del objeto estudiado, la visión inicial de Cueva cerraba el camino para estudiar el funcionamiento específico de la periferia. Varios autores propusieron resolver esa encerrona, liberando la concepción de las fuertes exigencias que supone una teoría.

Sugirieron estudiar la dependencia como un paradigma, es decir un modelo aceptado por la comunidad de las ciencias sociales, a partir de las innovaciones radicales en las miradas prevalecientes (Blomstrom; Hettne, 1990) . En la misma línea de pensamiento otros autores postularon caracterizar a la dependencia como una perspectiva, un enfoque o un punto de vista ( Johnson, 1981).

En todas esas visiones se observa a la dependencia con un programa de investigación positivo. Su estudio permite esclarecer las relaciones centro-periferia, más allá del status epistemológico de esa indagación (Henfrey, 1981).

El paradigma de la dependencia y del subdesarrollo estudia, por lo tanto, la dinámica de la acumulación que distingue a la periferia e indaga las modalidades de funcionamiento específico del capitalismo dependiente.

En este abordaje tienen cabida las distintas variedades históricas de modos de producción y formaciones económico-sociales que rigieron en América Latina. Este enfoque incorpora, además, nuevos conceptos como el patrón de reproducción, para estudiar los modelos peculiares del capitalismo dependiente, en los períodos contemporáneos (Osorio, 2012:37-86) . Las investigaciones iniciadas por Marini y Cueva inspiraron este fructífero desarrollo reciente .

BALANCES Y DECLIVES

La importancia de la convergencia de Cueva con Marini fue percibida por varios analistas. Registraron cómo las divergencias entre ambos autores se redujeron al compás de sus coincidencias políticas. Ese empalme esclareció las desinteligencias precedentes y permitió superarlas a fines de los 80. Los dos teóricos se reencontraron en el escenario neoliberal, desenvolviendo una batalla común en defensa del socialismo ( Gandásegui, 2009.

En esta convergencia definieron un abordaje similar para caracterizar la lógica del subdesarrollo y para desentrañar las causas de las brechas que separan a las economías avanzadas y retrasadas (Chilcote, 1981). En el nuevo marco político se decantaron las viejas posiciones ( Moreano, 2007) y se verificó que expresaban variantes de una misma matriz conceptual (Bugarelli, 2011).

Este empalme puede ser visto como otro ejemplo de la revisión más general de las interpretaciones que contraponían las lecturas “productivista” y “circulacionista” de Marx (Munck, 1981). La síntesis consumada ilustró la maduración del pensamiento social latinoamericano, que comparte ópticas antiimperialistas para el estudio de la región.

El contrapunto entre dependentismo y endogenismo perdió sentido a fin del siglo XX. Pero la maduración de Cueva también expresó el declive de un enfoque afectado por la definitiva extinción de los estadios pre-capitalistas.

El endogenismo ilustró la dinámica latinoamericana de la época colonial y clarificó la gravitación del atraso agrario en la era del imperialismo clásico. Pero tuvo escasa gravitación para indagar lo ocurrido durante de posguerra y no tiene relevancia para comprender el actual período de dominio pleno del capitalismo.

En esta etapa se han disuelto todos los resabios de los modos de producción articulados en formaciones económicas diferenciadas. En el siglo XXI sólo pueden distinguirse modelos, variedades o patrones de acumulación del capitalismo vigente en cada país. Ninguno de esos esquemas mantiene resabios pre-capitalistas.

El endogenismo se debilitó con la extinción de esas rémoras en el sector agrario. E l caso mexicano -tan observado por esa corriente -ilustra la reorganización radical de la vida rural bajo el patrón del agro-business, el fin de la auto-suficiencia, la sustitución de la vieja alimentación por las importaciones y la especialización en nuevos productos rentables.

Lo mismo se verifica en todas las economías andinas. El tipo de conflictos que genera esta transformación -desigualdad, éxodo rural, desposesión, lumpenización, narco-tráfico, informalidad laboral- es típico del capitalismo contemporáneo.

La propia definición endogenista del crecimiento como expansión del capitalismo explica su pérdida de significación. La consolidación de ese sistema quita utilidad a todas las observaciones precedentes sobre el desenvolvimiento insuficiente de ese modo de producción.

El declive endogenista también obedece a la pérdida de centralidad de las economías nacionales como consecuencia de la mundialización. Esa expansión recorta drásticamente todas las explicaciones del subdesarrollo en clave nacional (Chinchilla; Dietz, 1981).

Esa referencia era primordial para explicar cómo se articulaban varios modos de producción en cierto espacio regional bajo la custodia del estado. Pero la gravitación de la economía global redujo primero y anuló después la autonomía de esos procesos (Barkin, 1981). El avance de la internacionalización acrecienta drásticamente la primacía de los factores exógenos y explica la pérdida de interés en el endogenismo.

Pero ese declive colocó todos los interrogantes en el polo opuesto. ¿Qué ocurrió con los enfoques que enfatizan el condicionamiento externo como causa del atraso latinoamericano? ¿Cómo se relacionó la escuela del Sistema Mundial con la Teoría de la Dependencia? Abordaremos este tema en nuestro próximo artículo.

REFERENCIAS

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Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216406&titular=cr%EDticas-y-convergencias-con-la-teor%EDa-de-la-dependencia-

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Diez años de movimiento estudiantil en Chile

Chile / laventana.casa.cult.cu / 21 de Septiembre de 2016

Diez años han pasado desde que irrumpiera en la escena pública chilena el movimiento de los estudiantes secundarios, al cual se sumarían prontamente los universitarios. Impacto nos produjeron entonces las imágenes de niños y adolescentes que, sin dejar de lado su uniforme escolar, paralizaron las clases y tomaron pacíficamente los colegios en varias regiones del país. Ese uniforme utilizado en el sistema público, de colores blanco y azul oscuro que les ha significado el apelativo de “pingüinos”, aparecía ahora como el símbolo de jovencitos y jovencitas politizados, que revertían bruscamente la imagen a esas alturas instalada de jóvenes apáticos frente a las cuestiones sociales y políticas. Ahora, se nos aparecían por doquier niños, niñas y adolescentes que demandaban a las autoridades del país la reposición de un derecho conculcado desde el golpe militar de 1973: el derecho a la educación gratuita y de calidad.

Esa generación fue la que llegó prontamente a los planteles universitarios en los años siguientes. Así lo vivimos quienes ya entonces estábamos ejerciendo la docencia superior, pudiendo constatar de manera privilegiada la importancia decisiva de ellos y de ellas en el gran movimiento por la educación pública que se tomó los recintos educacionales (colegios y universidades) y que copó los espacios públicos por medio de una sorprendente masividad, a través de intervenciones urbanas y sobre todo de las cada vez más concurridas marchas que llenaron de personas y colores las principales arterias de nuestras ciudades.

Este movimiento masivo, heterogéneo, coordinado por referentes organizacionales que enfrentaron entonces y sobre todo hoy la difícil tarea de constituir una plataforma común sin desconocer esa diversidad, acaparó la atención internacional por un hecho no menor que tempranamente fue intuido incluso por las noticias más escuetas: que en Chile se había incubado y ahora estallaba una inconformidad que contradecía la estabilidad y buena prensa que hasta entonces había tenido el “modelo chileno”. Este modelo no era otro que el capitalismo neoliberal que pretende combinar una pretendida democracia política (bastante cuestionada desde hace años entre los sectores más críticos por la falta de correspondencia entre votos y autoridades electas, el llamado sistema binominal, que introducía una distorsión inaudita con la finalidad de sobre representar posiciones de centro-derecha y de derecha dura en el Parlamento) con la libertad económica, lanzando a la esfera del consumo ámbitos tan sensibles como la educación, la salud y la previsión social. Esto a costa de reducir a un mínimo histórico las responsabilidades sociales del Estado, a la par que crecía su acción decidida a favor de la iniciativa privada. La experiencia chilena demostraba así la falacia de una de las premisas ideológicas del neoliberalismo: su pretendido desprendimiento del Estado y de la política.

Algo pasaba entonces con ese modelo exitoso que en el resto del continente había tenido instalaciones más resistidas desde el campo social y político, careciendo de la solidez y continuidad alcanzado en Chile, donde la acción de la dictadura militar, desapariciones y torturas mediante, fue condición indispensable que los entusiastas ideólogos del poder tienden a invisibilizar en aras de una pretendida eficiencia de la senda “correcta” luego del experimento socialista de la Unidad Popular.

Este es el horizonte histórico que hace posible y que a la vez expresa el movimiento estudiantil o, más ampliamente, el movimiento por la educación pública en Chile, denominación que reconoce el apoyo de otros actores, lo que ha sido sin duda uno de los logros de los estudiantes. Un asunto fundamental, estimo yo, es que sus discursos y demandas nos sitúan en el plano del neoliberalismo como experiencia cotidiana, que constituye un existir precario, agobiante, sentimientos que desde el estallido de este y de otros movimientos se impone al momentáneo goce que produce el arrojo al consumo de bienes materiales y simbólicos. Porque el movimiento de los estudiantes no expresa el problema de la pobreza más precaria, aunque en algunos aspectos la contenga, sino la impotencia que significa tener que pagar cifras desorbitantes por cursar una carrera universitaria en un sistema de educación superior devenido en un mercado desregulado, que ha dado lugar al lucro y al engaño. Es este un sistema total que ha absorbido a las instituciones públicas, porque en Chile en todas las universidades se paga (a veces esas cifras son el equivalente al costo de una casa para familia de clase media baja), debilitando la línea divisoria entre lo público y lo privado. Las evidencias acumuladas con los años transcurridos desde la reforma de 1981 mostraban cada vez con mayor contundencia que ese principio ideológico de que lo bueno se paga y que los logros (individuales) deben ser el resultado del esfuerzo (también individual) y no del regalo, difundido a través de todos los medios posibles tanto por la dictadura militar como en la transición democrática, era una falacia.

El neoliberalismo, en tanto sistema, ha sido estudiado desde perspectivas críticas en Chile hace ya varias décadas: su proceso violento de instalación, la transformación profunda que significó y el grado de consolidación alcanzado durante el período que se abre con el retorno de los gobiernos civiles a partir de 1990 (a tal punto que se habla hoy de Chile como un caso de neoliberalismo avanzado). Sin embargo, menos atención ha tenido su estudio como experiencia cotidiana por parte de los sujetos y comunidades concretas: el horizonte de expectativas que abre, las frustraciones, la precariedad social, en resumen, lo que significa la profunda pérdida de la democracia social alcanzada en el período nacional-popular y sobre todo con la experiencia socialista boicoteada dentro y fuera de Chile durante los mil días de Salvador Allende.

Como señalé más arriba, tiendo a comprender y valorar la experiencia del movimiento estudiantil como la visibilización de aquello, del vivir en un sistema de valores que había naturalizado, con bastante éxito, la pérdida de esa democracia social y sobre todo de las utopías que hasta 1973 buscaban profundizarla. El movimiento por la educación pública viene a reponer en parte un ideario que parecía extinguido: el de los derechos sociales, de la justicia y la igualdad de oportunidades. La instalación de esos códigos en el espacio público –con innovadoras formas de manifestación política- y su amplia aceptación social, especialmente en el 2011, significa un quiebre ideológico de envergadura impulsado por generaciones que nacieron bajo esta configuración social y política.

Probablemente poco y nada se ha logrado en términos de transformación efectiva del sistema educacional heredado de la dictadura militar y perfeccionado por los gobiernos elegidos; probablemente hoy ese movimiento está viviendo un momento crítico como producto de la ofensiva ideológica, policial, comunicacional y a las propias debilidades internas, pero seríamos miopes si no logramos calibrar históricamente lo que hasta el momento ha significado.

Por ejemplo, otro asunto relevante para ser destacado a la hora del balance, es la manifestación de varios desafíos para la sociedad chilena actual y futura, que seguramente se replican en el conjunto de los países latinoamericanos. Me refiero a la articulación política de los diferentes actores que confluyeron en el movimiento, que le han dado vida y que a la vez constituyen su base, actores que visibilizan problemáticas y fricciones sociales que el movimiento estudiantil contiene pero al que no necesariamente le ha prestado atención ni mucho menos ha resuelto: me refiero a las demandas específicas de las mujeres (los distintos feminismos), de los jóvenes indígenas, colectivos artísticos y agrupaciones políticas que representan una enorme diversidad ideológica al interior de la izquierda, esto además de las orgánicas más convencionales. De ello se desprenden asuntos cruciales que han tenido escaso impacto en las interlocuciones con el Estado y con las autoridades de los propios planteles, como el de la educación no sexista y no racista, que imponen al movimiento estudiantil un horizonte ético más amplio que la demanda por el derecho a la educación, fundamentado en un principio de justicia social que amerita ser coherente con las opresiones que se producen al interior del propio estudiantado que se moviliza.

El momento actual, diez años después de la “revolución pingüina” -como entusiastamente fue bautizado el movimiento de los estudiantes secundarios el año 2006- es complejo, incluso podríamos decir crítico. Es un movimiento cercado, desgastado, reprimido, pero a la vez increíblemente vivo considerando sus diez años de trayectoria (sólo el movimiento mapuche lo excede en tiempo de existencia). Si tuviera que escoger una imagen de estos años, me quedo sin duda con la jornada de protesta del 4 de agosto del 2011, una noche en que tras la marcha frustrada por la represión policial retornaron los “cacerolazos”, que evocaron las jornadas de protesta contra la dictadura de Pinochet en plena década de los 80 (cuando el pueblo disidente se apropió de una forma de protesta usada por la burguesía contra Salvador Allende). Esa noche fría del 2011, que sentimos como una jornada épica pero a la vez desoladora, nos tocó experimentar en carne propia la violencia policial que durante el mismo período de consolidación del neoliberalismo se ha ejercido en contra de los sectores más excluidos de la sociedad, especialmente en la región de la Araucanía, ejercida sobre las comunidades mapuche que luchan hasta hoy contra las expresiones más depredadoras de ese mismo modelo (las empresas forestales, hidroeléctricas y el Estado que defiende los intereses privados). Esa noche fría concentra a nivel de las emociones los aciertos y los límites del movimiento estudiantil, de un lado, la alegría que produce la justicia de las demandas, por el otro, la impotencia frente a la violencia que nos dispersaba. Entre esos extremos se juega todavía la posibilidad de concretar, algún día, demandas ampliamente aceptadas en el seno de la sociedad chilena, lo que hasta el momento ha sido sin duda el mayor logro del movimiento por la educación pública.

Fuente:http://laventana.casa.cult.cu/noticias/2016/09/20/diez-anos-de-movimiento-estudiantil-en-chile/

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Reflexiones sobre el gobierno de Allende

Por: Marta Harnecker

A cuarenta y tres años de un 11 de septiembre que los latinoamericanos siempre recordarán, debemos preguntarnos qué lecciones podemos obtener de la experiencia chilena. En esta oportunidad, volvemos a publicar un texto importante de Marta Harnecker que subraya en particular que «en la medida en que el gobierno Allende fue avanzando, se fue creando internamente una verdadera situación contrarrevolucionaria. Los primeros síntomas ya eran patentes cuando Fidel visitó Chile en noviembre de 1971. Cada vez más sectores sociales de la derecha y sus aliados fueron participando en política: en cacerolazos, manifestaciones callejeras, paros de transportistas, huelgas en el cobre, manifestaciones contra los militares. Mientras que las fuerzas opositoras aplicaban consecuentemente su estrategia, las fuerzas de la Unidad Popular no lograban ponerse de acuerdo en torno al qué hacer»:
Reflexiones sobre el gobierno de Allende : estudiar el pasado para construir el futuro (junio 2003)

Descargar el texto en .PDF desde la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO:allende

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