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Un movimiento feminista que redefine la liberación y reimagina Palestina

Un movimiento feminista que redefine la liberación y reimagina Palestina

Hala Marshood y Riya Al’sanah

“No hay patria libre sin mujeres libres”, resonaba el pasado septiembre en las comunidades palestinas, cuando miles de mujeres palestinas salieron a la calle en 12 poblados y ciudades en lo que fue el acto de lanzamiento de Tal’at, un movimiento feminista palestino. Tal’at significa salir a la calleen árabe.

Optando por las calles como espacio de lucha, las manifestantes alzaron sus voces contra la violencia machista en todas sus concreciones: feminicidio, violencia doméstica, machismo inveterado, afirmando que el camino a la verdadera liberación debe pasar por la emancipación de todas las personas palestinas, incluidas las mujeres. Era la primera vez en la historia reciente que las mujeres palestinas se manifestaban bajo una bandera explícitamente política y feminista. El movimiento ha logrado movilizar a muchas de ellas a lo largo y anchos de la fragmentada geografía del país.

El catalizador fue el asesinato de Israa Ghrayeb, una joven palestina de 21 años de edad, residente en Belén. Israa recibió una brutal paliza de miembros de su familia en agosto de 2019. La siguieron al hospital, donde le infligieron más heridas, varias de ellas mortales, causadas por los abusos físicos continuados. Los gritos de socorro de Israa fueron documentados por personal sanitario y difundidos a través de las redes sociales. Nadie acudió a rescatarla y parece que ni siquiera la persona que documentó sus peticiones de auxilio intervino. La brutalidad del asesinato de Israa se vio agravada por lo que sucedió después. La complicidad institucional directa del hospital se acompañó del silenciamiento social por parte de la familia, que divulgó rumores acusatorios. Dijeron que Israa estaba poseída y alegaron que tenía problemas de salud mental, como si esto justificara sus actos.

Israa fue una de las 34 mujeres palestinas asesinadas en 2019, según nuestros datos. Desde el comienzo de 2020 nos han arrebatado a Shadia Abu Sreihan, de 35 años y residente en el Naqab (Negev), y a Safa Shikshek, de 25 años y de Gaza, víctimas de feminicidio.

Sensibles a las exigencias, dos semanas después del asesinato de Israa, un pequeño grupo de mujeres palestinas emitieron un llamamiento a protestar, urgiendo a las mujeres a levantarse, alzar sus voces y actuar: “Esta es una manifestación por Israa y las 28 mujeres que hemos perdido desde comienzos de año, y por aquellas cuyos cuerpos y almas sufren la violencia cotidiana”. Nuestro mensaje es este: la seguridad y la dignidad de las mujeres en Palestina no son cuestiones que atañen únicamente a ellas, sino que deben estar en el centro de nuestras políticas de emancipación en la palabra y en la acción, porque no hay patria libre sin mujeres libres.

¿Por qué las mujeres palestinas sienten la urgencia de organizarse bajo una bandera emancipatoria feminista explícita? ¿Qué discurso feminista representa Tal’at? Escribimos con el propósito de abordar algunas de estas cuestiones.

Frente a los tópicos racistas y orientalistas, las mujeres en Oriente Medio y en la región norteafricana se sitúan en la vanguardia de la lucha por construir una sociedad más justa y equitativa. Mientras escribimos, mujeres ocupan plazas y se manifiestan en las calles de un Iraq desgarrado por la guerra, decididas a desempeñar un papel activo en la configuración de su futuro. En Líbano, las mujeres no han abandonado las calles, destrozando sucursales bancarias, defendiendo los derechos de la gente refugiada siria y palestina, e impartiéndonos formación en tiempo real sobre la práctica del feminismo revolucionario.

Las feministas de todo el mundo encarnan y articulan un feminismo que considera que la opresión es sistémica y está estructuralmente enraizada en el capitalismo, cruzándose con cuestiones de raza, sexualidad, colonialismo y ecologismo. En suma, un feminismo que va más allá de las demandas individuales basadas en el género y nos urge a luchar por un mundo más justo y equitativo para todas y todos.

Tal’at forma parte de esta tradición feminista revolucionaria. Nuestro movimiento viene configurado por nuestra experiencia vivida y más de siete décadas de violencia colonial israelí. Nuestro pueblo está privado de los derechos más básicos y sus necesidades elementales no están cubiertas, lo que mutila nuestro desarrollo colectivo y nuestra capacidad de resistencia. Esta realidad nos fuerza a analizar experiencias de violencia –en sus formas diversas– como asunto social y político que es preciso abordar en su raíz y colectivamente, como sociedad.

Además de plantear una amenaza directa a la vida y la reproducción social, y para reforzar todavía más el control, Israel ha obrado estratégicamente para aplastar y fragmentar a la población palestina desde el punto de vista social, político y económico. La supresión de la acción colectiva de las comunidades palestinas viene acompañada del refuerzo de las estructuras de parentesco patriarcales. Esto es especialmente visible en el caso de las gentes palestinas que viven en Israel, donde se desarrolla una relación interesada entre el gobierno de Israel y los cabezas de familias extensas o jeques. Entre las retribuciones, el Estado otorga a esos hombres la autoridad para manejar lo que se consideran asuntos “intracomunitarios”. Así, por ejemplo, la policía israelí ha devuelto a mujeres huidas que se sospecha que fueron víctimas de abusos a sus parientes y esposos, los mismos de los que pretendían huir.

Esto no es un llamamiento a la reforma institucional, sino a la profundización de nuestra comprensión de la estrecha relación existente entre la colonización y las manifestaciones de la opresión social. Además, como saben las mujeres de todo el mundo, la policía no es nuestra protectora o aliada, y mucho menos cuando forma parte de una estructura colonial que trata a la gente palestina como sujetos que es preciso vigilar y controlar, tanto si se trata de la policía israelí como de la policía de la Autoridad Palestina, formada e instruida en EE UU y que desempeña un papel crucial en el control de la población palestina en interés de nuestros colonizadores.

Una actualidad que no puede separarse de esta matriz de opresión es el cercenamiento sistemático del desarrollo económico de Palestina y la conversión de la población palestina, incluidas las mujeres, en mano de obra barata y explotable. Todo esto culmina en un sistema estratificado de violencia en el que las relaciones de poder se intensifican y reproducen en sus formas económicas, sociales y políticas sexualizadas y repercuten directamente en las formaciones sociales del interior de la comunidad.

En su manifiesto inicial, Tal’at hizo un llamamiento a aprovechar la oportunidad para construir una solidaridad feminista palestina desfragmentada. Con esto, Tal’at empuja activamente en contra de la marea de fragmentación geográfica, política y social que engulle la tierra de Palestina, un proceso que se ve acelerado por la creación de un Estado neoliberal cimentado por los Acuerdos de Oslo de 1993. Oslo estrechó la lucha de liberación palestina entre la estatalidad burocrática y la fragmentación de derechos, abriendo una brecha entre las luchas sociales y políticas y limitando todavía más nuestra capacidad para articular una visión más amplia de nuestra liberación colectiva.

El movimiento político palestino, en sus múltiples representaciones, sigue desempeñando un papel activo en la marginación y el ninguneo de la emancipación de la mujer como una cuestión estrictamente femenina que debería articularse sobre la base de derechos individuales neoliberales y dentro de los confines de las organizaciones de mujeres. La seguridad y la dignidad de las mujeres se presentan como una lucha secundaria que debería posponerse hasta después de la liberación geográfica.

Tal’at se ha creado para cambiar esta realidad forzando la inclusión en el programa de las políticas de emancipación, afirmando que nuestra lucha de liberación debe consistir en atender a las experiencias de las personas marginadas social, política y económicamente y en practicar la solidaridad activa con quienes sufren el salvajismo del sistema actual. Aspiramos a construir un mundo diferente, pues nuestra emancipación está condicionada a la destrucción del capitalismo, del colonialismo y del patriarcado al mismo tiempo. Por esto, Tal’at no prioriza las demandas institucionales, ni ante la Autoridad Palestina ni mucho menos ante el Estado de Israel; nuestra lucha se desarrolla en el interior de Palestina y pasa por construir nuestro tejido social y político, emprendiendo un proceso de curación colectiva radical que oriente nuestra lucha de liberación, en el discurso y en la práctica.

Tal’at marca un nuevo comienzo para el movimiento feminista palestino, en el que un movimiento de base independiente trata de forzar la inclusión de un discurso feminista revolucionario en el programa para redefinir nuestra lucha de liberación nacional como una lucha que encarna el tipo de sociedad que queremos construir. No se sabe qué nos deparará el futuro, pero sabemos que uniendo a las mujeres palestinas bajo un mismo paraguas, en un espacio descentralizado y también desfragmentado de activismo político feminista, crearemos las condiciones para el crecimiento y la solidaridad.

Fuente de la Información: https://vientosur.info/spip.php?article15672

 

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Mujer y Educación

Por:  eldiario.es

Mujer y Educación suele ser un binomio que induce a sacar conclusiones erróneas. Una de ellas viene por la asociación casi automática de que la Educación se forma con rasgos que intencionadamente se atribuyen al género femenino.

«Aspiro, señores, a que reconozcáis que la mujer tiene destino propio; que sus primeros deberes naturales son para consigo misma, no relativos y dependientes de la entidad moral de la familia que en su día podrá constituir o no constituir; que su felicidad y dignidad personal tienen que ser el fin esencial de su cultura, y que por consecuencia de este modo de ser de la mujer, está investida del mismo derecho a la educación que el hombre, entendiéndose la palabra educación en el sentido más amplio de cuantos puedan atribuírsele» (Recogido por Narciso De Miguel, ‘Emilia Pardo Bazán, las mujeres y la Educación’. Historia y Memoria de la Educación, 2018)

Quien así se expresaba era Emilia Pardo Bazán, en el Congreso Pedagógico Hispano-Portugués-Americano, celebrado en Madrid en 1892. En este breve párrafo, resumen de su ponencia, aparecen citados los elementos que constituyen el tema de este artículo, porque no podemos concebir la Educación sin la presencia femenina –especialmente en las primeras edades de las niñas y niños- y porque desde la singularidad que el género femenino posee, independientemente de lo que suponga el masculino, como apunta la novelista gallega, hay ya una identidad propia, específica que hay que ayudar a desarrollar.

El próximo miércoles, 6 de marzo, el Departamento de Educación, a través de la propia Consejera, Cristina Uriarte, presentará el segundo Plan de Coeducación con una vigencia entre 2019 y 2023. Como ocurrió con el anterior y como ha venido pasando con los planes, documentos programáticos y normativas que las instituciones públicas –léase Gobierno Vasco- vienen diseñando en temas de Igualdad (en estos momentos, con el VII Plan de Igualdad para hombres y mujeres de la CAE ya en marcha), este Plan se llevará a la práctica sin la consulta previa, el análisis del proyecto o la valoración final de los agentes sindicales, representantes legítimos del profesorado vasco.

Mujer y Educación suele ser un binomio que induce a sacar conclusiones erróneas. Una de ellas viene por la asociación casi automática de que la Educación se forma con rasgos que intencionadamente se atribuyen al género femenino (sensibilidad, ayuda, protección, formación). Contra esta simbiosis clamaba Pardo Bazán en el citado cónclave madrileño.  «Aunque no es costumbre en buena estrategia rechazar aliados, yo he de desprenderme de unos que considero funestos: los que encarecen la necesidad de educar intelectualmente a la mujer, para que pueda transmitir la enseñanza a sus hijos. Rechazo esta alianza, porque, insisto en ello, considero altamente depresivo para la dignidad humana, representada por la mujer tanto como por el hombre, el concepto del destino relativo, subordinado al ajeno”

Otro de los errores habituales cuando se piensa en Educación y Mujer es considerar que ésta ha alcanzado ya la plena igualdad en su acceso, desarrollo y promoción y que, por tanto, si se tiene que hablar aún de desigualdades se debe volver la vista hacia otros lugares del mundo, pero no hacia el nuestro. La UNESCO, sin embargo, no lo tiene tan claro cuando afirma con contundencia -a través de la Agencia Mundial de Educación 2030- que la igualdad de género requiere un enfoque que garantice no sólo que las niñas y las mujeres obtengan acceso a los distintos niveles de enseñanza y los cursen con éxito, sino que adquieran las mismas competencias en educación que los niños y los hombres. Y lo expone con dos datos avergonzantes para el siglo en el que nos encontramos; uno: 16 millones de niñas nunca irá a la escuela; y dos: de los 750 millones de adultos que carecen de conocimientos básicos de alfabetización, dos tercios son mujeres.

el trabajo por la igualdad en las aulas sigue siendo aún una asignatura pendiente en la que todas y todos debemos seguir insistiendo

Es posible, por tanto,  que la mujer pueda acceder a la educación, pero siguen pesando sobre ella la pobreza, la violencia de género, el aislamiento geográfico, la minoría cultural y las actitudes tradicionales que acaban relegándola a un papel secundario y sin las mismas oportunidades de éxito que suele tener el hombre.

Suele darse también un tercer error, más frecuente en sociedades avanzadas como la nuestra, la vasca. Tiene que ver con la profusión de datos analizados, campañas de concienciación y normativa sobre igualdad que induce a pensar que nos encontramos en el paraíso de la igualdad. Algunos datos extraídos del informe final del propio Departamento de Educación en la evaluación del I Plan de Coeducación Hezkidetza, finalizado en 2017: aún el 40 % del profesorado no ha sido formado en lo que el propio Departamento llama “sensibilización básica” (módulo de 10 horas, impartido por asesores/as de Berritzegunes); otro dato más: únicamente el 30% de los centros ha recibido formación específica para iniciar procesos de transformación de escuela mixta en escuela coeducativa y preventiva de la violencia de género. Y un último: casi uno de cada tres centros no tiene aún designada la persona responsable de coeducación y uno de cada cuatro, carece aún del representante de Igualdad en el OMR de cada centro educativo.

Es necesario, por tanto, matizar la realidad de que vivimos en un entorno coeducado, en el que hemos asumido los elementos básicos de la coeducación. No es cierto y continuamente investigadoras y sociólogas nos lo recuerdan. Por ejemplo, las profesoras de la UPV, Usategi y Del Valle (‘Coeducar, una tarea inacabada’, Revista de CCOO Irakaskuntza, Gaiak nº 322. abril, 2011. Especial: Educar para la Convivencia). Atención a sus palabras:

“El resultado es un discurso del alumnado (Usategui y Del Valle,2009) en el que la reproducción de lo ‘políticamente correcto’ convive con la reproducción de estereotipos y comportamientos diferenciados. (…) El profesorado ha de ser consciente de que la escuela no es ajena al peligro que conlleva un “discurso igualitario formal” que oferta “uniformidad y supuesta neutralidad” y oculta la “hegemonía de una educación masculinizada sobre la devaluación de una educación amplia y comprehensiva de todos los valores (…) Desde una perspectiva de género, la misma escuela que provee de igualdad de oportunidades, que tiene incorporado el discurso de la igualdad en su currículo, que trabaja y pone en valor actitudes, contenidos y conocimientos que cuestionan el mandato de género, es la escuela que sigue revelándose activa y responsable en la práctica y vivencia de la desigualdad. No hay duda de que estamos ante una tarea inacabada”.

Tarea inacabada también es la normalización de la mujer en puestos de responsabilidad en la educación no universitaria vasca (representa más del 75% de la docencia y escasamente el 50% en tareas de dirección) así como en la selección y desempeño de estudios no obligatorios: presencia femenina en Danza (90%), Idiomas y Artes Plásticas y Diseño (más de dos tercios),  Formación Profesional promediada (33%) y Enseñanzas Deportivas (10%).

Se hace evidente así que el trabajo por la igualdad en las aulas sigue siendo aún una asignatura pendiente en la que todas y todos debemos seguir insistiendo. Apremia ya que nuestros/as jóvenes adquieran pensamiento crítico ante el sexismo imperante, que abandonen el uso sexista del lenguaje y de las imágenes, que integren el saber de las mujeres y su contribucion social e histórica, que compartan espacios y actividades coeducativas, que prevengan y actúen antes situaciones de violencia contra las mujeres.  Debemos autoexigirnoslo como seres humanos, demócratas y educadores.

Finalizo recordando que aquel célebre Congreso Pedagógico Hispano-Portugués- Americano de finales del siglo XIX que escuchó las  clarificadoras palabras de Emilia Pardo Bazán no aceptó sus tesis. Los congresistas rechazaron el libre acceso de las mujeres a las profesiones y también se opusieron a la posibilidad de que compartiesen con los hombres el currículo, el espacio y el tiempo escolar. La Unión Católica, partido confesional efímero de aquella época decimonónica, publicó un extenso artículo denunciando el carácter revolucionario del citado Congreso (pese a que no se aceptaron las tesis de la novelista), excesivamente influido por las tesis krausistas (Institución Libre de Enseñanza…) “una escuela o partido alejado de Dios, que ya había manifestado su incapacidad para dirigir los destinos educativos del país durante la Revolución de 1868”.

¿No recuerdan estas palabras al empeño insistente de VOX y más recientemente de HazteOír por combatir la coeducación y al movimiento feminista? ¿Estaremos en un eterno bucle o es que ha vuelto el Día de la Marmota?

Fuente de la noticia: https://www.eldiario.es/norte/vientodelnorte/Mujer-Educacion_6_874272587.html

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