El alumnado con discapacidad intelectual también está siguiendo, como puede, este 3º trimestre a distancia. En su caso, sin embargo, a la brecha digital (que existe en la misma proporción que el resto del alumnado) se añade la barrera de la accesibilidad. La tecnología no está pensada para este colectivo, lo que complica aún más la falta de educación presencial.
Situaciones aparentemente cotidianas, como comprender cómo se registra una cuenta en una plataforma de videoconferencias (como Zoom o Google Classroom), o los pasos que deben darse para mantener una conversación por esta vía, están siendo una experiencia nueva para muchas personas estos días. También para los alumnos con discapacidad intelectual. Pero para la mayor parte de ellos hay una dificultad añadida de accesibilidad, según explica Paula Aguirre, responsable de infancia y juventud de la federación de entidades Dincat.
«Tenemos dificultades tanto en lo que se refiere al acceso a los contenidos digitales, como en los procesos para acceder. Por ejemplo: no hay lectura fácil, se necesitan frases más cortas con vocabulario más simple. No se ha pensando en gente que tiene problemas de lectoescritura, que tiene dislexia o que no controla bien el idioma», comenta.
Aguirre entiende como algo positivo que el alejamiento de las aulas permita evidenciar estas necesidades que se deben reforzar desde las escuelas e institutos. Recomienda hacer un ejercicio empático y ponerse en el lugar de las personas que tienen dificultad para comprender y simplificar los procesos para que más gente pueda acceder a los contenidos. «Sabemos de muchos centros que están llegando a sus alumnos, pero no a todos, necesitamos que esta experiencia sirva para que las empresas de tecnología se den cuenta de que sus productos deben mejorar en accesibilidad», apunta.
Asimismo, para Aguirre es un momento clave para fomentar el aprendizaje y las competencias en el uso de las tecnologías, en los centros educativos, tanto para el alumnado como para el profesorado. Recalca que esta situación ha permitido ver que se pueden plantear modelos y prácticas más inclusivas y reforzar soportes personalizados. «Tenemos que seguir apostando por el derecho a la educación inclusiva», insiste.
Maya Castañer, responsable de comunicación de Aprenem, también ha vivido estos problemas de accesibilidad con su hijo, que como todos los de esta entidad tiene un trastorno del espectro autista (TEA). En la escuela de su hijo, dice Castañer, se ha hecho un esfuerzo importante para ponerse en contacto con él y acercarle material para trabajar pero, sin embargo, «el aprendizaje por videoconferencia es muy complicado porque es muy difícil diseñar un plan educativo que responda a las necesidades específicas del menor».
Según Castañer, el primer problema es de interacción porque los menores asocian la videoconferencia a un entorno de ocio, no de estudio. En otros casos, tienen miedo al ruido. El centro de su hijo es de educación especial; en él se ha optado por ofrecer, también, clases individualizadas. «Es muy difícil porque son niños que presentan déficits de atención, si el hecho de estar quietos en un lugar y concentrarse en una actividad ya es difícil habitualmente, aún es más complicado en casa, lo puedo retener en la silla durante muy poco rato», comenta.
No hay inclusión sin relaciones sociales ni emocionales
El contacto con los iguales es uno de los factores más importantes en el desarrollo emocional y social de los niños, niñas y adolescentes. Al igual que con la accesibilidad, la falta de este contacto es uno de los principales hándicaps a los que se enfrentan los niños y jóvenes con discapacidad intelectual. Así lo considera Artur Fernández, padre de una niña con síndrome de Down y coordinador del servicio de acompañamiento a niños y jóvenes de la Fundación Catalana Síndrome de Down (FCSD). «Con este tsunami que nos ha caído encima, gestionar el modelo de aprendizaje no es fácil. Todo lo que son relaciones sociales y emocionales son puntos que quedan tocados. El hecho de formar parte de una comunidad es muy importante, desde el punto de vista inclusivo», señala.
En su caso personal, este maestro de educación especial y psicopedagogo recuerda que durante los primeros días sin escuela la situación fue caótica, porque tanto su pareja como él tuvieron que compaginar su trabajo con las necesidades de su hija para desarrollar un trabajo autónomo. Con los días, las rutinas de trabajo ayudaron a generar nuevos hábitos de aprendizaje en casa. «El confinamiento ha servido para trabajar en equipo, la clave fue pactar un horario para poder ver las materias con ella y con la escuela». «En nuestro caso en concreto la niña ha dado un salto cualitativo a mejor, a nivel comunitario y de interacción social porque ha facilitado las relaciones entre las amigas y compañeras y, sobre todo, por el hecho de poder continuar de manera diferente las actividades escolares, el centro de apoyo familiar, la FCSD, la federación Acell…», comenta.
Fernández considera que la escuela debe actuar como facilitadora para dotar a los estudiantes de los recursos y las adaptaciones curriculares necesarias, y que es importante hacer una valoración de las posibilidades de cada persona ante las herramientas tecnológicas. «Hay un claro beneficio para la persona cuando consigue aumentar esta interacción con los demás, es un beneficio que tiene mucho que ver con el aumento de su autoestima por el hecho de ver cómo es capaz de ganar en autonomía personal», apunta.
Actividades ajustadas y evaluación a criterio de cada uno
La semana pasada el Departament de Educación catalán publicó los criterios de aprendizaje y acompañamiento del alumnado de los centros de educación especial para el tercer trimestre. Los criterios básicos son «establecer vías de comunicación para mantener la relación con los alumnos, orientarlos y proponer actividades ajustadas».
Comunicación y acompañamiento emocional, tanto con los alumnos como las familias. Y, en cuanto a la evaluación, y dada la diversidad de centros y de alumnos, el Departament lo deja al criterio de cada uno. «Cada centro debe decidir, a partir de su propia realidad y la de su alumnado, cuáles serán las modificaciones que incorporará la evaluación», dicen en un comunicado.
Estas orientaciones -que llegaron una semana después de que las dictadas a los centros ordinarios de enseñanza obligatoria (y dos días antes que a las escuelas de adultos)-, en realidad no han aportado grandes novedades en las escuelas. Este lunes Dincat organizó un seminario virtual en el que una cincuentena de centros intercambiaron experiencias sobre los métodos que están siguiendo para mantener no sólo el contacto con los alumnos, sino también las actividades de aprendizaje. Y no sólo hacia sus centros, sino también el que tienen con centros ordinarios que, como Aspasim en Barcelona o la Estrella en Vic, son también CEEPSIR. En este caso el esfuerzo relacional es doble: con el alumno y con su centro ordinario.
Llamadas a las familias para conocer antes que nada sus rutinas y capacidades tecnológicas; videollamadas grupales o individuales con los alumnos; vídeos grabados por los maestros para que las familias los pongan cuando vaya bien; vídeos enviados por las familias a los maestros para que analicen, por ejemplo, unos ejercicios de fisioterapia; actividades colgadas en Drive para contestar o para realizar en casa… «El mensaje para las familias es que no sufran si no pueden hacer todo lo que les proponemos, que eso son orientaciones y que hagan lo que puedan», comentaban desde el CEE Carrilet.
Alumnos de Aspasim el día de Sant Jordi | Foto cedida por la Fundación Aspasim
Para Efrén Carbonell, pedagogo y director de la Fundación Aspasim, esta situación excepcional ha sido una oportunidad para aprender nuevas formas de relacionarse y plantearse soluciones de cara al futuro. Carbonell asegura que se debe dar más valor a las herramientas digitales y potenciar su uso, dado que se han visto efectos positivos en los menores.
«Hemos pasado de un canal físico y emocional de contacto relacional a un canal virtual, y esto también es un aprendizaje», afirma. Defiende que a través de la tecnología se pueden generar efectos positivos a nivel verbal y visual. El contenido académico no debe ser prioritario en esta crisis, dice Carbonell, sino la posibilidad de crear conexiones emocionales que brinden confianza y paz a las familias de alumnos con necesidades educativas especiales.
Familia y escuela, más que nunca
El alejamiento de las aulas, paradójicamente, demuestra que es posible una colaboración activa entre familia y escuela. Así lo está viviendo Paula Aguirre, de Dincat, para la que éste es un aspecto clave, sobre todo, en alumnos que necesitan un apoyo específico e intensivo debido a su discapacidad intelectual. «He escuchado a familias decir que ahora se dan cuenta de lo que hace su hija o hijo en la escuela, y tengo escuelas que me dicen que nunca habían estado tan en contacto con las familias», explica. Para Aguirre, este debería ser un aprendizaje de cara al futuro, que debería estimularse y mantenerse, incluso cuando vuelvan las clases presenciales.
Este aumento de la interrelación entre la familia y la escuela es lo que está haciendo posible la superación de parte de las barreras de accesibilidad. En algunos casos, esta situación ha potenciado el rol facilitador de las escuelas en la adaptación de los recursos educativos y la capacidad de organización de las familias. Maya Castañer lo está viendo con su hijo. Según explica, en la escuela ha habido un esfuerzo progresivo de los maestros para adaptar contenidos e intentar personalizarlos, dentro de todas las dificultades que implica una clase telemática para niños con TEA. Sin embargo, precisa, no es lo que está pasando en el 100% de los casos.
Este libro colectivo pone a disposición del lector un conjunto de innovaciones teóricas orientadas a renovar el gran proyecto de la sociología latinoamericana. En tal sentido, desde un registro plural, el libro se propone reconceptualizar los tópicos clásicos que desde mediados del siglo XX inciden de modo protagónico en la conformación de la agenda pública de las ciencias sociales en la región. A la cabeza de estos asuntos se sitúan el problema del cambio social, la dilucidación de la especificidad continental en el concierto mundial, la evolución histórica del estado y de la economía, la prefiguración del futuro de América Latina, así como la permanente revisión de las coordenadas para una ciencia social crítica, científica y con pretensión transformadora.
Autores (as): Esteban Torres. [Editor]
Esteban Torres. Breno Bringel. Viviane Brachet-Márquez. Alfredo Falero. Juan Pablo Gonnet. Sergio Pignuoli Ocampo. Aldo Mascareño. Sérgio Costa. Guilherme Leite Gonçalves. Fernando Calderón. Kathya Araujo. Enrique de la Garza Toledo. José Maurício Domingues. José Aricó. [Autores y Autoras de Capítulo]
Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=1960&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1387
Este libro, con casos nacionales significativos de la región, continúa la reflexión colectiva de investigadores pertenecientes a varios grupos de trabajo de CLACSO, que analizan desde la Macroeconomía, la Economía y la Sociología del Trabajo el fuerte impacto que tuvieron en la década pasada los modelos de desarrollo, o más bien, las configuraciones sociales sobre el trabajo en varios países de América Latina. Permite comparar las grandes diferencias que se observan en solo una década con las que esos mismos autores describieron en el libro Trabajo y modelos productivos en América Latina: Argentina, Brasil, Colombia, México, y Venezuela luego de las crisis del modo de desarrollo neoliberal, coordinado por Enrique de la Garza Toledo y Julio César Neffa (CLACSO, 2010).
Autores (as): Julio César Neffa. Enrique de la Garza Toledo. [Coordinadores]
Fernando Urréa Giraldo. Daniel James Hawkins. Jaime Rendón Acevedo. Marcio Pochmann. José Ricardo Ramalho. Enrique de la Garza Toledo. Jorge Carrillo. Ana Karina Hernández. Francisco Pucci. Antonio Aravena. Héctor Lucena. Julio César Neffa. [Autores y Autoras de Capítulo]
Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=1961&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1387
La construcción de una CIENCIA auténticamente humana, socialmente justa, culturalmente plural, ecológicamente sustentable y científicamente rigurosa, no es un problema que se va a dirimir principalmente en los cenáculos de la academia, ni en las cúpulas de la política, sino en espacios de construcción colectiva, apoyados en la voluntad y la opinión de los pueblos y las organizaciones que representan sus sueños e intereses estratégicos.
Historias basadas en hechos reales o películas de animación que muestran el aspecto más valiente del ser humano. Con estos relatos cinematográficos podrás trabajar la resiliencia con los estudiantes desde distintos puntos de vista.
El concepto de resiliencia, utilizado en el ámbito de la Psicología, está adquiriendo cada vez más fuerza en nuestro día a día pero, ¿conocemos realmente su significado? La resiliencia es la capacidad de los seres humanos para adaptarse a situaciones adversas y superarlas. Las películas para abordar la resiliencia son un complemento de gran ayuda para trabajar diferentes conceptos en clase. Ya hemos recopilado películas para las clases de Literatura, la música como protagonista o cortos para educar en valores. Aquí os dejamos algunas sugerencias en torno a la resiliencia. ¿Nos recomendáis alguna más?
127 horas
Esta cinta, estrenada en el año 2010 y protagonizada por el actor James Franco, relata la historia real del montañero Aron Ralston: una fuerte caída durante una travesía por los cañones de Utah en el año 2003 provocó que quedara atrapado en una profunda grieta. Tras cinco días sin poder moverse, se enfrentó a una dura decisión para salir de ese agujero con vida.
2. 12 años de esclavitud
Ganadora de tres Premios Oscar en el año 2013, incluyendo el de Mejor Película, narra la vida de Solomon Northup, un músico negro que vivía en el Nueva York del siglo XIX. Tras un terrible incidente, es vendido como esclavo para una plantación en Louisiana. A partir de este momento, su vida se convierte en una pesadilla. Así, durante 12 años pasa por diferentes plantaciones y descubre el peor lado de la esclavitud en su propio país. Sin embargo, no deja de luchar por volver a ver a su familia y recuperar su vida como ciudadano libre. La película, basada en una historia real, está protagonizada por Chiwetel Ejiofor y dirigida por Steve McQueen.
3. Frida
La actriz Salma Hayek es la encargada de dar vida a Frida Kahlo en esta película biográfica sobre la pintora mexicana. En ella se tratan diferentes aspectos de su recorrido vital, tanto personales como profesionales. Por ejemplo, se presenta cómo sobrevivió a un accidente que la dejó postrada en una cama, o se repasa su visión, un tanto tormentosa, de la vida y su entorno.
4. Cadena perpetua
Un clásico de los años 90, cuenta la historia de Andrew Dufresne, un banquero que es condenado a cadena perpetua por el asesinato de su mujer. En la cárcel conoce a un preso, Red Redding, encarcelado desde hace más de 20 años. Con él entabla amistad y le ayuda a sobrevivir a una situación que parece no tener vuelta atrás. La película es una adaptación de la novela ‘Rita Hayworth y la redención de Shawshank’ y está protagonizada por los reconocidos actores Tim Robbins y Morgan Freeman.
5. 100 metros
Basada en una historia real, esta cinta española narra la vida de Ramón Arroyo, un padre de familia en la treintena con mucho éxito laboral. De repente, su cuerpo comienza a darle señales de que no algo no va bien, y le diagnostican Esclerosis Múltiple. El pronóstico es que en un año no podrá caminar ni 100 metros. Sin embargo, no pierde la esperanza y comienza a prepararse junto a su familia para una de las pruebas deportivas más duras: un triatlón. Fue protagonizada por Dani Rovira, Karra Elejalde y Alexandra Jiménez.
6. Planta 4ª
Antonio Mercero estrenaba en el año 2003 esta cinta con un reparto encabezado por los actores Juan José Ballesta, Luis Ángel Priego, Gorka Moreno y Alejandro Zafra. Cuenta la historia de “Los Pelones”, un grupo de jóvenes enfermos de cáncer que vive el día a día en la planta de oncología de un hospital. Protagonizarán situaciones que harán que su amistad y sentimiento de pertenencia al grupo se refuercen, y lo harán a través de la alegría y el humor; instrumentos que, por otro lado, cada utiliza para enfrentarte a sus inquietudes, miedos y temores.
7. De la calle a Harvard
Protagonizada por la actriz Thora Birch, esta cinta es un drama biográfico basado en hechos reales que relata la vida de una joven del barrio neoyorkino del Bronx llamada Liz Murray, cuyos padres son drogadictos. Su vida dará un giro radical a los 15 años cuando la adolescente se convierte en una persona sin techo. A pesar de la situación tan dura a la que se enfrenta, la joven logra ir a la universidad y graduarse en la prestigiosa Harvard.
8. Slumdog Millionaire
Esta proyección obtuvo 8 premios Óscar y nos descubre la historia de Jamal, un joven indio que participa en el programa de televisión ¿Quién quiere ser millonario? de su país. Pregunta a pregunta, Jamal empieza a ganar dinero y está muy cerca de conseguir el mayor premio posible que se puede ganar: 20 millones de rupias. Hasta llegar aquí, el film traslada al espectador (vía flashback) a algunos de los episodios más duros a los que ha tenido que enfrentarse y cómo los ha superado.
9. Patch Adams
A finales de la década de los 90 llegaba a la gran pantalla esta película norteamericana protagonizada, entre otros, por Robin Williams y Monica Potter. En ella se muestra una parte de la vida del doctor Hunter Doherty conocido también como el médico de la risoterapia y la búsqueda de un sueño que años más tarde el propio Doherty vería hecho realidad: abrir una clínica a las afueras de Hillsboro, una zona rural de Virginia Occidental. Pero este centro no es como los demás, pues la risa forma parte de la atención que reciben los enfermos. Humor, terapias singulares y mucho afecto son algunas de las píldoras de este film que muestra a un hombre con un enorme afán de superación y lucha constante.
10. El circo de la mariposa
A través de este cortometraje se exploran valores como el respecto o la dignidad de las personas, pero su director Joshua Weige también muestra los miedos y temores a los que – en más de una ocasión- nos enfrentamos: la necesidad de sentirse aceptados por los demás, romper con las barreras que muchas veces nos ponemos nosotros mismos y que nos impiden alcanzar nuestros deseos… El hilo conductor de esta historia es Will, un joven sin piernas ni manos que un día conoce a un empresario del circo. Se unirá a su compañía y a partir de aquí protagonizará un viaje muy especial que le llevará a luchar por sus sueños.
11. Un paseo para recordar
Jamie, una chica estudiosa y religiosa, hija del pastor, y Landon, un chico rebelde y popular, coinciden en la representación de la obra teatral del instituto. Aquí comenzará una historia de amor entre ambos, pese a sus diferencias y a la advertencia de Jamie de que no se enamorara de ella por su enfermedad. Sin embargo, Landon no se rendirá e intentará cumplir todos los deseos de Jamie para hacerla feliz hasta el último día de su vida. Esta historia de superación, de origen estadounidense, se estrenó en 2002 y está basado en la novela de Nicholas Sparks que lleva el mismo nombre. Fue dirigida por Adam Shankman.
12. Brave
Esta historia de animación, estrenada en 2012, fue dirigida por Mark Andrews y Brenda Chapman y producida por Walt Disney Pictures y Pixar Animation. Cuenta la historia de Merida, la indomable hija del rey Fergus y la reina Elinor, que decide romper con las antiguas tradiciones de los señores de la tierra y actuar libremente. Sus acciones desatan el caos y la furia en el reino. Merida acude a una sabia anciana y ésta le concede un desafortunado deseo. La chica tendrá que exprimir todas sus habilidades y recursos para superar las distintas situaciones, incluido proteger a sus traviesos hermanos trillizos, antes de aprender el significado de la valentía.
13. La habitación
Esta película de origen canadiense-irlandesa trata sobre Jack, un niño de cinco años, que vive literalmente en una habitación. Allí come, duerme, juega y aprende junto a su madre. Por la noche, debe esconderse en el armario porque viene el viejo Nick. La realidad para su madre, de 26 años, es totalmente diferente, ya que esa habitación es donde lleva secuestrada siete años. Sin embargo, la curiosidad de Jack aumenta al igual que la desesperación de su madre. Así que deciden trazar un plan para escapar de allí. ¿Lo conseguirán? El film, estrenado en 2015, fue dirigido por Lenny Abrahamson y basado en la novela de Donoghue con el mismo nombre.
14. El mayordomo
Basada en hechos reales, cuenta la historia de Cecil Gaines, un mayordomo negro que sirvió a la Casa Blanca de 1952 a 1986. Por él pasaron un total de ocho presidentes entre los que se encuentran Dwight D. Eisenhower, John F. Kennedy, Richard Nixon y Ronald Reagan. Tanto él como su hijo, lucharon por el respeto y la tolerancia de la raza negra, aunque de formas muy diferentes. La película culmina con la llegada de Obama al poder y el deseo del presidente de conocer a Cecil. Estrenada en 2013, fue dirigida por Lee Daniels y protagonizada por personalidades tan conocidas como Forest Whitaker, Oprah Winfrey, John Cusack, Robin Williams y Mariah Carey, entre otros.
15. Bajo la misma estrella
Hazel es una adolescente de 16 años con una enfermedad terminal. Padece cáncer de pulmón y aunque el médico ha conseguido reducir su tumor y darle unos años más de vida, ya no hay esperanza. Sin embargo, su actitud cambia cuando conoce a Gus, un chico de 18 años, exjugador de baloncesto al que le amputaron una pierna a causa del osteosarcoma, en el grupo de ayuda de enfermos de cáncer juvenil. Ambos vivirán una historia de amor muy intensa. De origen estadounidense, este drama adolescente se basa en la novela con el mismo nombre escrita por John Green. Fue dirigida por Josh Boone y estrenada en 2014.
16. Lo imposible
Dirigida por J. A. Bayona esta película cuenta la historia real de María, Henry y sus tres hijos, una familia que vuela a Tailandia a pasar las vacaciones de Navidad en la playa. Una mañana, cuando se encontraban tranquilamente en la piscina del hotel, ubicado a escasos metros del mar, un tsunami les sorprendió, llevándose todo a su paso y cambiando sus vidas y las de millones de personas para siempre. El film, protagonizado por Naomi Watts, EwanMcGregor, Tom Holland, Samuel Joslin y Oaklee Pendergast, fue ganadora de cinco premios Goya, uno de ellos a mejor director.
17. La vida de Pi
Pi es un joven hindú, hijo del guarda de un zoo, que viajaba a Canadá cuando el barco en el que se encontraba sufre un naufragio. Pi consigue salvarse en un bote salvavidas junto a un tigre de bengala con quien tendrá que sobrevivir 227 días por el Océano Pacífico. Se trata de una historia de supervivencia, religión y espiritualidad, dirigida por Ang Lee y protagonizada por Suraj Sharma, Irrfan Khan y Rafe Spall. La película, estrenada en 2012, está basada en la novela de aventuras escrita por el canadiense Yann Martel que a su vez parte del libro ‘Max e os felinos’, del escritor brasileño Moacyr Scliar.
18. Precious
Narra la historia de Clareece ‘Precious’ Jones, una adolescente negra, obesa y analfabeta, que sufre diversos abusos y maltratos, principalmente por parte de su madre. Un día descubre que está embarazada, motivo por el cual es expulsada del colegio. Con el fin de encauzar su vida, la directora le inscribe en una escuela alternativa donde conocerá el valor de la amistad, la confianza y el respeto de la mano de su nueva profesora y sus compañeras. La película, dirigida por Lee Daniels, es una adaptación de ‘Push’, una novela de Ramona Lofton, escrita bajo el pseudónimo Sapphire.
19. Un sueño posible
Esta película dramática, dirigida y escrita por John Lee Hancock, está basada en el libro titulado ‘The Blind Side: The Evolution of a Game’, escrito por Michael Lewis. Habla sobre Michael Oher, un joven negro sin hogar, que es acogido por los Touhy, una familia blanca que le apoyará para que consiga convertirse en una estrella del fútbol americano, como jugador de los Baltimore Ravens. Él también influirá en la vida de la familia, aprendiendo unos de los otros. La película, basada en hechos reales, está protagonizada por Sandra Bullock. Como dato curioso, durante todo el film aparecen numerosas fotos, diálogos, referencias o cameos de la verdadera familia Touhy.
20. Mi nombre es Khan
Dirigida y escrita por Karan Johar y protagonizada por ShahrukhKhan y Kajol, esta película indio-estadounidense del año 2010 narra la historia de un hombre musulmán con síndrome de Asperger, que vive con su mujer en EE.UU. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, es detenido como sospechoso de terrorismo por una conducta sospechosa, debido a su enfermedad. Después de superar con un terapeuta los traumas vividos, emprenderá un viaje a la Casa Blanca para encontrarse con Barack Obama y limpiar su nombre.
21. La vida es bella
Esta película italiana de 1997 dirigida y protagonizada por Roberto Benigni cuenta la historia de Guido, un joven italiano de origen judío, que se enamora desde el primer momento de Dora, una bella profesora, comprometida con un funcionario fascista. Tras conquistarla, se fugan y viven felices con su hijo hasta que los nazis invaden Italia y les detienen debido al origen judío de él. Es en este momento cuando Guido tendrá que sacar todo su humor e inteligencia para lograr salvar la vida de su hijo. El film ganó tres Oscar: a la mejor banda sonora, al mejor actor y a la mejor película extranjera.
22. Intocable
De origen francés, esta película de Oliver Nakache y Éric Toledano es un ejemplo de que las limitaciones sólo se encuentran en nuestros pensamientos. Philippe, un aristócrata millonario, tetrapléjico a causa de un accidente, contrata a Driss, un inmigrante recién salido de la cárcel, para que lo cuide. Aunque son muy diferentes, en seguida congeniarán y disfrutarán juntos de lo bello que es vivir. Está inspirada en la historia real de Phillippe Pozzo di Borgo.
23. Billy Elliot
Dirigida por Stephen Daldry, este film de origen británico se basa en la novela de Melvin Burgess. La película habla sobre Billy Elliot, un joven que ingresa en el centro deportivo de su pueblo para aprender boxeo. Allí conocerá su verdadera pasión: el ballet. Cuando su padre descubre que ha cambiado el boxeo por el baile, le prohíbe terminantemente ir a clase, pero su amor por la danza es tan fuerte que continúa con las lecciones en secreto, gracias al empeño de su profesora.
24. Million Dollar Baby
Esta película estadounidense dirigida y protagonizada por Clint Eastwood narra la historia de Frankie Dunn, un veterano entrenador de boxeo, y Maggie Fitzgerald, una joven empeñada en boxear. El objetivo de Maggie es convertirse en una boxeadora reputada. Aunque en un primer momento Frankie no quiere entrenarla por ser mujer, después dará su brazo a torcer y se formará una bonita amistad entre ellos. Una película dramática que muestra la capacidad de superación, de esfuerzo y de coraje.
25. En busca de la felicidad
Es una película estadounidense de 2006 dirigida por Gabriele Muccino, la primera protagonizada por Will Smith junto a su hijo Jaden Smith, basada en la historia real de Chris Gardner, quien invierte todos sus ahorros en desarrollar escáneres de densidad ósea portátiles para vender a los médicos. Tras fracasar y quedarse en bancarrota, su mujer lo abandona, dejando a su hijo a su cargo. Es en este momento cuando conocerá a Jay Twistle y le da la oportunidad de convertirse en un corredor de bolsa.
26. Wonder
Cuenta la historia de August Pullman (Auggie), un niño con malformaciones faciales que, tras más de 20 operaciones en 10 años, asiste por primera vez al colegio; un hecho que se convierte, para él y sus padres, en un duro reto. Auggie tratará, junto a los nuevos amigos de la escuela que le apoyan, de integrarse entre algunos compañeros que le rechazan y demostrar que es un niño normal, a pesar de su físico.
27. Forrest Gump
Ganadora de 6 Oscar y 3 Globos de Oro, este largometraje dirigido por Robert Zemeckis narra la vida de Forrest, un joven que sufre una discapacidad mental. A pesar de sus limitaciones y de tener el coeficiente intelectual de un niño, contempla la vida con unos valores persistentes y bondadosos que le llevan a convertirse en un héroe nacional durante la Guerra de Vietnam.
28. La teoría del todo
Está basada en la vida de Stephen Hawking, narrando los años de su juventud antes de convertirse en uno de los grandes astrofísicos del siglo XX y XXI. Relata la relación entre Hawking y su primera mujer, Jane Wilde, durante su etapa universitaria en Cambridge y en el momento en el que juntos luchan contra la enfermedad degenerativa que dejó sin movilidad al científico. Fue ganadora de 2 Globos de Oro y un Óscar.
29. Campeones
Esta comedia dirigida por Javier Fesser tiene como protagonista a Marco, un entrenador de baloncesto que, después de tener un accidente por conducir ebrio, es condenado a prestar servicios a la comunidad. Ese hecho le lleva a hacerse cargo de un nuevo equipo con personas que padecen distintas discapacidades y trastornos genéticos. Durante el tiempo que pasa entrenándolos, se da cuenta de lo mucho que tiene que aprender de ellos y de la cantidad de prejuicios que existen en la sociedad. Este equipo de ‘Campeones’ demuestra cómo se adaptan a su enfermedad y son capaces de conseguir cualquier reto que se propongan.
30. Invictus
Traslada a 1994, momento en el que Nelson Mandela fue elegido como el primer presidente negro en Sudáfrica. A pesar de la elección del abogado y activista racializado, el pueblo sudafricano sigue anclado en el rechazo y el racismo y, para conseguir que cambie la situación, Mandela se encomienda a la Copa del Mundo de Rugby (1995) que se celebrará en el país. Los éxitos del equipo nacional y los mensajes del presidente lograrán que la historia se transforme en un relato de esperanza que irá uniendo a la sociedad sudafricana a través del deporte.
Fuente e imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/recursos/peliculas-abordar-resiliencia/
Charlamos con Martín Kohan (escritor, ensayista, docente de teoría literaria) sobre recuerdos y olvidos, sobre las formas en que la literatura narra, representa y experimenta, sobre la infancia, la empatía y la memoria colectiva, a propósito de su nuevo libro Me acuerdo, publicado por Ediciones Godot.
En 1970 el escritor estadounidense Joe Brainard publica un libro titulado Me acuerdo, una colección de frases cortas e imágenes que van conformando una especie de autobiografía muy particular. Cada párrafo comenzaba con la frase “Me acuerdo…”, y lo que rememoraba podían ser cosas de la vida cotidiana o hasta reflexiones sobre el estado del mundo. Y esto es antes de que existiera Twitter.
La idea no podía sino gustarle George Perec, el escritor francés que formó parte del grupo OULIPO (Taller de literatura potencial), que hacía experimentaciones con la escritura cumpliendo alguna consigna determinada: desde una letra a repetir constantemente hasta seguir una especie de ecuación matemática. Así que en 1978 retoma la idea y publica Me acuerdo: cosas comunes.
Ahora Es el turno de Martín Kohan, que en un nuevo libro publicado por Ediciones Godot que se puede conseguir en versión digital, se pone también a ejercitar la memoria y la escritura con una regla fija: enumerar recuerdos.
Martín, para escribir esta especie de punteo de recuerdos, ¿te pusiste reglas estrictas para cumplir, como los largos de las frases, u ojear o no fotos para evocar recuerdos?
No, las reglas vinieron solas de la lectura de los dos libros que ya existen con el formato Me acuerdo y que fueron el disparador para mi propia escritura, que son el de Brainard y el de Perec. Nada que ver con fotografías, y ni siquiera, te diría, mi propia memoria como impulso para la escritura de este libro. Eso no habría podido ocurrir jamás. La idea de escribir y la necesidad de escribir salió de la lectura de esos dos libros, de manera que las reglas, el formato, las restricciones, vinieron ya dadas por esa lectura, que es cómo están hechos esos dos libros.
Sobre todo la concisión, en especial es en Perec –Brainard narra un poco más–. En Perec hay una resolución todavía más ajustada a la idea de que lo que está haciendo es enumerar recuerdos, no narrar recuerdos, entonces el efecto no tiene que ser el de la memoria sino el del listado, y eso efectivamente funciona como regla de escritura. Pero esa regla para mí, lejos de ser una restricción, fue la que me permitió escribir, porque la idea misma de ponerme a contar recuerdos míos me parece una catástrofe. La idea que menos me entusiasma en el universo como para ponerme a escribir es esa, y en cambio sí la idea de listado, y el efecto tiene que ser una lista de recuerdos sin su desarrollo, sin su narración, la regla sería esa.
Sin embargo hay como una narración que se va formando, porque nos va siguiendo a alguno de los personajes que nombrás: la primera chica que te gustó después aparece de nuevo, otro amigo aparece nuevo… Porque parece fácil decir “bueno, empieza todo con ‘me acuerdo’, pero eso que parece tan sencillo le da una cierta dificultad, porque tampoco es que están tirados así digamos los recuerdos, uno va construyendo algo.
Claro, no están tirados. Efectivamente el formato parece fácil y –bueno, por ahí son limitaciones mías– no me fue tan fácil. Pero esas conexiones que bien señalás que se producen, no se producen bajo la forma de la narración, no es que retomó el hilo –creo yo–…. Me es más fácil pensarlo en Brainard y en Perec que en mí mismo, no funciona como esas novelas –y son muchas ya– que tienen distintas capas de tiempo y distintas líneas de personajes, que pueden rebotar entre sí las distintas historias o no, pero que el personaje reaparece después y entonces vos retomás la historia. No funciona así, no hay línea narrativa, hay ecos, pero son los mismos hechos que se producen de recuerdo en recuerdo, es como si los mismos recuerdos se recordaran, no soy yo diciendo y después “de eso vino esto otro”, aunque lo ponga más adelante.
Por ahí es el lector el que, con los pocos tips que les das, que va construyendo algo…
Sí, claro, porque te resuena, pero resuena porque resuenan los recuerdos, no es que queda algo así como una intriga. Por ejemplo, decías la primera novia. No es que uno dice “bueno y después vemos cómo sigue la historia con la primera novia”. No sigue ninguna historia –creo yo–: apareció tal recuerdo, después apareció este otro, más adelante apareció otro, y aunque parezca paradójico –o lo sea en su formulación–, una cosa importante de la escritura era olvidarse. El olvido, que es que probablemente que, al poner el segundo recuerdo, yo no me acordaba de haber escrito el primero, y no hay relectura. Y había que evitarlo porque precisamente lo que había que evitar, por las reglas por las que preguntás, que es el formato de esta clase de escritura, para mí, es que efectivamente si yo agrego un recuerdo porque lo enlazo o recuerdo cosas que escribí antes, ahí ya solo se produce el efecto narrativo. A mí me sonaba “de esto ya hablé”, pero no me acordaba bien, y no importaba. En una novela, con una trama, tenés que ver eventualmente, si no te acordás –yo particularmente no me acuerdo de nada–volvés atrás en la página y decís “ah no, estaba en tal lado o dejé en este punto”. Y acá… insisto, tiene algo de paradójico, pero hace falta olvidar. Te vas olvidando los recuerdos anteriores, entonces vas acudiendo a los nuevos que aparecen.
Para recordar tenés que olvidar cosas…
Y es que sí, y entre otras cosas olvidar lo que ya habías estado recordando, lo que estuviste recordando. Porque si no se empieza a producir esa narración. Volviendo a la cuestión de la regla: en algunos recuerdos, yo los escribía y me venían recuerdos de cómo siguió eso después. Bueno, eso no lo escribía: qué pasó con tal situación, en que derivó. Eso ya no había que escribirlo, porque si no ya empiezo a narrar memorias, y la experiencia de lectura de esos libros y en la escritura de este más bien me permitió advertir la distancia y la diferencia que hay entre narrar memoria y enumerar recuerdos. Narrar memoria es la cosa que menos me interesa en el universo, en cambio enumerar recuerdos me sedujo.
Los recuerdos que enumerás son recuerdos de infancia, una etapa que en las producciones culturales suele aparecer como “lugar o momento feliz”.
Pero en tus recuerdos aparecen momentos así, felices, pero también otros donde hay injusticias, angustias o imposiciones de los adultos que un chico no comprende o no comparte. ¿Cómo ves la infancia vos? ¿Te parece que muchas veces aparece romantizada en la literatura?
Depende. Yo creo que lo que estás planteando funciona por el formato que estamos diciendo, que es que al no haber desarrollo narrativo, ni las tensiones y distensiones propias de una narración, tampoco tenés una relación de conflicto y resolución por ejemplo. Ni siquiera la decisión de dejar sin resolución un conflicto, que no deja de ser una resolución, que escribiendo una novela te lo planteás: bueno ¿qué hacemos? ¿Sotenemos esta tensión, no la sostenemos, la desactivamos, resolvemos o agravamos el conflicto? Son decisiones narrativas. Acá no hay eso, no tiene que haber decisiones narrativas. Entonces cuando vos dejás que los recuerdos se dispongan como se dispone cualquier colección de cosas que arman secuencia –porque está lo que vos decías, en el lector se arma una secuencia–, es la secuencia en cualquier colección. Vos en tu repisa ponés tus muñequitos y bueno, uno, otro y efectivamente en la secuencia se puede armar sentido, pero lo único que los une, en un punto, es el efecto de colección. No decís “bueno, y este después creció y este es más alto que este”, eso ya corre por tu imaginación. Lo único que los tiene dispuestos uno junto al otro es que integran una colección.
Entonces en esa relación, los recuerdos que vienen y son gratos o remiten a cosas gratas, y los recuerdos que vienen y remiten a cosas ingratas, no plantean el problema de ¿cómo se resuelve esto?, ¿qué pasa entre una cosa y la otra?. Cualquiera de esas variantes se resolvería hacia felicidad/infelicidad. Acá es simplemente disponer cosas que estuvieron bien, cosas que no… En términos más generales… yo te diría depende –estoy rápidamente así también haciendo como una colección de lecturas de niños y de infancias–. Obviamente lo que viene más rápido son las lecturas que uno tiene más presentes como Benjamin o Proust. La escena de Proust –que es famos– de él en la cama esperando que la madre le venga a dar el beso de las buenas noches, y no viene –y hay visitas en la casa y él escucha la la felicidad de la madre sin él, y va entendiendo que no va a venir porque se olvidó, porque está haciendo algo más importante, porque a ella no le parece grave y a él sí, lo que sea– es una escena de infancia de las de más angustia que uno pueda imaginar. Porque no hay ningún adulto ahí que desestime lo que está pasando, no hay ningún narrador adulto que diga “bueno, los chicos, qué apegado”. No, se carga esa angustia y esa expectativa de que la madre venga porque uno en ese momento dice “claro, ¿y cómo te vas a dormir si tu mamá no vino?”. Entonces pues ahí tenés un caso. En la literatura de Aira hay mucho de infancia, y en Aira es muy distinto, porque la infancia en Aira aparece como el lugar que su literatura necesita: va a la infancia para encontrar fábula y juego. Y como en la literatura de Aira la fábula y el juego funcionan –vamos a decirlo así– como un principio constructivo muy fuerte en muchos textos, la infancia ahí es eso. Entonces no se podría decir algo general. Que hay una idealización seguro, yo mismo la tengo.
Capaz la idealización viene cuando uno ya es grande, porque creció y ya no va a volver a ser eso…
Obviamente es retrospectivo. Pero eso es tan evidente como que muy a menudo a los chicos los ves llorando por algo que el adulto puede llegar a decir que era una pavada, pero para el niño no lo es, entonces la carga de angustia… Los chicos están enojados una gran parte del tiempo, y tristes. Triste no sería la palabra, pero contrariados.
Uno se acuerda de chico que no tenía que trabajar, no tenía obligaciones… Igual eso también es para un sector, porque no todas las infancias evidentemente son así…
Por eso tenemos a Dickens, para comprender infancias que no son así. Pero porque al mismo tiempo, en la mirada adulta, todo eso que te producía tanta congoja se desvanece, pierde gravedad, entonces el efecto de idealización es automático. Porque las cosas que te hacían feliz sostienen todo su poder de persuasión: las vacaciones, obvio. Voy a decir lugares comunes: la primera bicicleta; decís “claro, cómo no voy a ser feliz con la primera bicicleta?”. Ahora, si se te arruinó el día porque estabas jugando a la pelota y te dijeron “entrará a bañarte” decís “bueno, no es para tanto”. No es para tanto lo decís ahora. Querías romper todo, estabas amargadísimo, estabas hecho una furia. Entonces me parece que la idealización es el efecto de ese cambio de escala por el cual las felicidades nos siguen pareciendo felicidades y las frustraciones nos parecen menores. Pero nos parece menores por perspectiva, en la infancia no lo vivís así.
A pesar de que son recuerdos salteados, hay elementos que repiten y que pintan un poco la época: desde los números de teléfono que arrancaban con dos cifras o los modelos de autos, pero también los “controles vehiculares” del ejército en plena dictadura, o situaciones de discriminación por ser judío. ¿Buscaste intencionalmente que esos aspectos sociales de la época estuvieran presentes, o aparecieron porque dejaron su marca generacional?
Yo soy del 67 así que ya se pueden sacar las cuentas de lo uno quiera: cuando murió Perón tenía 7, en el golpe militar tenía 9, primer campeonato del mundo de Boca tenía 11 y así con distintos jalones de mi vida. Ahora bien: no, no solo no lo busqué sino que fueron las partes en las que puse más atención para dudar. Porque entregado a que los recuerdos vinieran, sin buscar –también es verdad que hay una cadena asociativa, cuando vino un auto vino el otro y en un momento dije bueno, esto va todo junto porque uno me está llevando al otro–, pero traté de no condicionar, justamente, no solo no los busqué sino que me propuse no buscar ningún recuerdo que tuviese una carga de sentido determinada por ninguna razón –política o social o lo que fuera–, sino dar lugar a los recuerdos como fueran viniendo, con las características que tienen: algunos son importantes, otros son totalmente banales, algunos pueden significar muchísimo para mí y para los demás nada, otros puede ser muy significativos para otros y quizás no tanto para mí, sin embargo si me lo acuerdo, lo puse… Pero sí claramente no tener la premeditación de decir “bueno, que entre algo de lo social, que entre algo de la dimensión política de esos años”, y cuando el recuerdo venía, aparecía tal escena, me acordaba de algo, estar especialmente alerta para esta clase de recuerdos, para que entraran si legítimamente habían había llegado a mí: tal recuerdo de tal situación política del mismo modo que el teléfono de Néstor Frenkel. O sea, tenía que tenía que tener el mismo derecho de ingreso al texto y no pensar “bueno, acá hay que poner un poco más de tal cosa o tal otra”. Solo entra con el sentido que de que me acuerdo de eso.
Habría que ver cómo son las lecturas generacionales. Porque muchas de las cosas que ponés tienen pocos datos pero yo, que estoy más cerca, los reconocí inmediatamente, incluso puedo recordar cosas similares. Pero habría que ver cómo lo leen generaciones que, así como el número de teléfono con dos cifras o los modelos de los autos no le significan nada, los pocos detalles que das de lo social le significan una cosa u otra. Igual tienen un peso… vos decís que los dejaste ingresar como vinieran pero saltan. Por ahí también porque son los que más reconocí, pero tienen peso…
Pero el peso tiene que estar dado por el recuerdo mismo, no por mi gesto. Está dado por el recuerdo y no por el gesto de recordar. Y eso tiene que ver con el efecto de colección, efectivamente, porque si narrás, jerarquizás. Si narrás das sentido, entonces puesto a narrar, yo ya sé que los carteles de “El centinela abrirá fuego” en la ESMA –yo vivía muy cerca de ahí– son más importantes qué que en el Peugeot 504 se abría el techo y se podía sacar la cabeza –igual se pueden combinar, porque si podés sacar la cabeza, podés tirar–. Sin embargo, en el formato que el libro tiene… Si yo hubiera escrito mi autobiografía de infancia –es la última cosa que sería capaz de hacer, una de las últimas– habría tenido que hacerme cargo de esa jerarquía y de esa distribución, de cómo entra eso en una narración; mientras que acá entran como lo que son, recuerdos. Y uno pesa más que el otro porque tienen más peso que el otro, y no está en mi gesto “bueno, ahora viene una cosa importante”. No, viene como vienen los recuerdos, de pronto uno, el otro. Y en la lectura, claro, en ese punto te diría que como en cualquier lectura, es interesante de ver. Yo he tenido muchas experiencias, todas muy felices, de intercambio con estudiantes de colegio secundario que leen Dos veces junio. Y fatalmente están cada vez más lejos de esa época. Tienen siempre 15 años pero como en la Facultad, tienen siempre veinte y pico pero uno está cada vez más lejos y ellos están cada vez más lejos de ciertas referencias mías. ¿En qué se detienen y en qué no? Fui, por suerte para mí, muchas veces. Me acuerdo de los lugares. En San Isidro, Necochea, estuve en Comodoro Rivadavia, estuve en San Juan, estuve en La Pampa hablando con pibes de 15-16, y en algunos era “mi papá me contó, mi mamá dijo” o no, porque la diferencia no solo es de edad sino de ideología, posición social y la historia de cada cual. Y es tan interesante para mí ver qué leen y qué líneas siguen o no siguen, qué preguntas te plantean, qué los inquieta, qué subrayan –para decirlo así– los que tienen ciertas referencias, cierta codificación previa –por edad, por contemporaneidad, por proximidad, por afinidad ideológica o por lo que sea– como los que no la tienen y leen desde otro lado, o leen desde la ajenidad, y decirme los que leen desde la ajenidad qué leen, qué subrayan. Entonces volviendo a un libro como Me acuerdo, que es tan distinto, a mí me intriga tanto la cercanía del que reconoce algo como el que no, qué se siente con esa ajenidad. ¿A qué suena, a antiguo, a extranjero? No me lo puedo ni imaginar. O sí, solamente cuando vuelvo a referencias de cosas de los años 40 que leo yo en la literatura que no sea con el formato Me acuerdo. Porque me parece que si no, sería como suponer que puede haber una una lectura más pertinente que otra, que el que está más cerca y reconoce va a hacer una lectura más pertinente que el que no. A mí atrae, me da la misma curiosidad el que no para ver qué se lee cuando se desconoce. Vos decías “cuando los números de teléfono tenía dos cifras en la característica”, con el sobresalto del que lo siente muy cortito, el que dice “claro, era 49”, sino el sobresalto del que dice “acá falta algo”. Hasta podría enfatizar y decir que en más auténtica –si se puede decir así– la lectura del que no sabe que antes el prefijo no era de tres –ni hablar del 4–, que los prefijos tenían 2, que no había 4, el que no lo sabe y choca contra algo que le resulta más corto de lo que tiene que ser. Esa lectura sería para mí perfecta, está leyendo lo que hay que leer, que es ¿qué es esto? Pero vos fijáte, yo antes de escribir esto, y ahora deberíamos decir para escribir esto, leí el de Brainard y el de Perec. Tomemos el de Perec: está plagado de recuerdos de canciones o marcas de su infancia en Francia. O sea, cero. Pero uno ahí no dice “bueno esto no lo entendí”; porque no hay nada que entender en un recuerdo. Es proximidad o lejanía, o reconocimiento o extrañeza, y el reconocimiento no es más valioso que la “extrañeza”.
No, es un nivel que uno no puede evitar tener o no tener como lector cuando hay algo como de recuerdo conjunto en las cosas que compartís y otras que son novedad.
Exacto, es que el que está recordando ahí es otro, porque si no nos iríamos muy para el lado de esta sobrevaloración de la empatía que se viene produciendo últimamente, que es que hay que pensar que cuando uno empatiza está bien y si no empatiza está mal. Si vos pateás a un mendigo por la calle el problema no es que no empatizaste, es que lo pateaste. Podrías patearlo porque empatizaste: te acordaste cuando eras mendigo, te da bronca, lo pateás. Me parece que la empatía puede ser muy grata y muy adecuada en muchísimos casos, pero como mandato del Bien supone que solamente hay un bien cuando hay una una posibilidad de ser como el otro, de ponerse en el lugar del otro, y de ver las cosas como las ve el otro; lo que significa ni más ni menos que anular al otro como otro. Si yo logro ver las cosas como el otro, ese otro ya no es un otro para mí, porque estoy viendo como él. Entonces la relación con el otro, incluso la necesidad de empatizar para comprender, indica que si al otro no lo asimilo a mí, o al revés, si no me proyecto yo sobre el otro empatizando, no lo voy a poder comprender. Es decir, no lo voy a poder comprender como otro. No empatizo, no tengo esos criterios, no tengo esos valores, no veo el mundo así en absoluto, no lo vería jamás… pero lo comprendo. Entonces me parece que en un caso como este, en donde ni siquiera se trata de comprender –son recuerdos que desfilan uno tras otros– hay cercanía cuando lo reconocés, pero me parece igual de intensa y hasta me atrae más la relación con la alteridad: decir “esto es otra cosa, nada que ver conmigo”. ¿Qué me pasa con algo que no me toca en nada?, porque como lector no necesito reconocerme para interesarme. Otra vez, sería el efecto empático: si te reconozco me intereso, o sea, el otro no me interesa, me interesa solamente si empatizo.
Mirá, yo pongo un ejemplo que me da no sé qué pero es una persona muy presente en el libro, que es mi abuela paterna, mi abuela Dina. Cuando existían los álbumes de fotos que se pegaban, con una especie de celofán, se sentaba, pasaba las hojas –que eran como de unas cartulinas pesadas–, pasaba una, otra, se detenía y decía “Acá salí bien”. Una, dos, tres, cuatro… “Acá estoy despeinada”. Pasaba todo y solamente se detenía, solamente le significaba algo cuando se encontraba a ella misma. En mi abuela eso me parece adorable porque todo en mi abuela me parece adorable, pero como matriz de lectura ya me ofrece más dudas, que es el lector que “se busca” a sí mismo en el texto. Pasa donde no está y le encanta cuando se ve a sí mismo, cuando se encuentra. Capusotto hace una parodia de esto: “es tal cual, es tal cual”. El que se alegra solamente cuando se ve a sí mismo como si uno mismo fuese la medida de todas las cosas. Leer un mundo otro, leer un mundo ajeno, leer recuerdos que para uno no significan nada, es una experiencia de la otredad, y a mí como lector me seduce tanto o más que la del reconocimiento.
De hecho aunque muchos buscan reconocerse, el sentido común de qué es leer es conocer otros mundos, otras cosas, estar por otro lado, y no leer lo mismo que uno podría pensar por sí mismo.
A mí por lo menos la literatura me gusta muchísimo, por muchísimas razones, pero una es que que no es más de mí.
Hablando de lo personal, ¿tuviste que negociar con los otros que aparecen en tus recuerdos? Tu hermana –a la que le dedicás el libro–, tu abuela…
Mis abuelos murieron, mi papá murió. Lo que hubo fue, acá en mi casa, una sesión de lectura de las partes delicadas con mi mamá, que es la figura delicada además para todo esto. Con mi hermana, va a estar bien. Entonces hubo como una especie de selección de recuerdos ríspidos –si se puede decir así–, polémicos, y hubo una sesión de lectura. Incluso mi mujer había propuesto que si el libro se llegaba a presentar –soy reacio a hacer presentaciones, no me gustan, no me gustan las mías–, pero se le había ocurrido un formato de presentación porque mi mamá, lo que tenía frente a cada uno de los recuerdos que yo iba leyendo, era una especie de alegato más bien. Alegato, refutación o adenda correctiva: “pero lo que pasa es que…”. Mi mujer había propuesto que hiciéramos la presentación así, o sea mi mamá y yo, yo leía y ella…
Aclaraba…
Aclaraba, refutaba, especificaba, ajustaba… y esa puesta en escena, si lo hubiésemos hecho, si lo hiciéramos, respondería a ese formato, que es que incluso la persona que participó de los mismos hechos, que estaba ahí, no tiene el mismo recuerdo; y tiene mucho para decir “en contra”. Por ejemplo, es pertinente para esta misma conversación: creo que uno de los comentarios que emanó mi madre aquí en la lectura fue “pero las clases de guitarra a vos te gustaban”. ¡Noooo! “Vos ahora decís que no pero en ese momento… yo me acuerdo”.
Bueno, los recuerdos suelen variar de una otra persona, de las mismas cosas. Y una con el tiempo se da cuenta que lo notorio es qué tan distinto es lo que te acordás vos de lo que te puede decir otro, que dice “de ninguna manera”. Y los dos están convencidos. Incluso a veces los recuerdos de los que uno está muy seguro te das cuenta que uno los construyó mirando fotos, o porque te contaron… Es una cosa que más que recuerdo es una construcción que uno hizo después.
Cuando eso que muy bien definís, es colectivo, a mí no sabés cómo me interesan los falsos recuerdos sociales. Por lo que estamos diciendo, está la memoria social y está el recuerdo en falso. A mí me interesan mucho los olvidos colectivos –que todos olvidados lo mismo– y sobre todo el recuerdo equivocado, cuando es social justamente.
Son sintomáticos…
Creo, si no me estoy equivocando yo: mucha gente jura jura jura –dos me vienen ahora a la mente– que es el oscurecimiento de la ciudad de Buenos Aires en prevención de un ataque aéreo fue durante Malvinas. Y fue, juraría, en vísperas de lo que parecía o que podía llegar a ser la guerra con Chile por el Beagle. No sabés la gente que me ha dicho “no, no, yo me acuerdo porque mi cuñado ya estaba viviendo con nosotros…”. Me interesa mucho porque alguna motivación hay. Si es una persona, dos, tres, es un error. Cuando un recuerdo social está corrido es interesante ver por qué. El mundial de fútbol en colores. No fue transmitido en colores para la Argentina. En la Argentina fue transmitido en blanco y negro.
Vimos las escenas a color después por ahí…
Después, y lo que sí hubo mucho por esos años fue la campaña propagandística de la dictadura de la construcción de Argentina Televisora Color. Eso sí estuvo muy presente en términos de “el Mundial va a traer nuevas tecnologías, el avance, el futuro, ya tenemos un canal que transmite a color”. Y de hecho yo creo –me gustaría averiguar– si ATC no fue el último canal del mundo en explicitar que era a color. Hasta cuándo se llamó Argentina Televisora Color, y si en ese momento había algún otro nombre de canal en el mundo que dijera “estos es a colores”. Argentina seguía diciéndo “miren, tenemos color ¿eh? Esto sale en colores”. Y me parece que ese ese corrimiento produjo un recuerdo falso.
Los olvidos son tambien sintomáticos. Freud…
Mirá, ya que lo nombré: Dos veces junio está escrito por muchas vueltas y líneas, pero una fue verificar entre futboleros –que es la gente con la que yo más hablo– que el partido que Argentina perdió en el Mundial 78 estaba olvidado. Que había perdido un partido estaba olvidado. Gente que sabe, ¿eh? Que te puede decir “sí, el gol de Luque a Francia, sí, el penal que atajó Filliol contra Polonia…”. Vos decís “listo, esta persona sabe” y entonces decís ¿y el partido que perdió? No se acordaban que había perdido un partido. Claro, la épica victoriosa es tan potente, que a mí no me interesaba digamos revertirla o contrarrestarla con el terror que había detrás –una cosa razonable pero esperable también–, sino con la derrota deportiva, y contar solo la noche en que Argentina pierde con Italia. Gol de Roberto Bettega. Y hacer chocar una memoria estabilizada no con la denuncia del horror, porque jamás escribiría una novela de denuncia, pero sí con una especie de choque de imaginarios. Hacer chocar al imaginario victorioso no con la denuncia –nada más ajeno a mí–, sino con la derrota deportiva. Y Bettega, Roberto Bettega.
Por estos días está saliendo también otro libro tuyo, Confesión. ¿Podés adelantarnos un poquito de qué se trata?
Sí, salen juntos, creo que digitalmente ya están, y cuando se restablezca eso que llamamos “realidad” saldrán a la realidad en forma de papel también. La novela –Confesión es una novela–está divida en tres partes, y ahí sí las tres partes están en un punto encapsuladas como modalidad narrativa y en su tensión narrativa son tres bloques, pero por supuesto que todo funciona a partir de las secuencias que esos tres bloques arman. Puedo contar el principio, el segundo y el tercer bloque me es más difícil, pero el principio son las confesiones de una nena de 12 –11, 12 o 13, está por ahí–, en la iglesia de su pueblo –vive en un pueblo de la provincia de Buenos Aires que es Mercedes, años 40–, y algo que a mí me gusta, porque en alguna otra cosa que escribí está también de por medio, son estas situaciones en las que el que narra no entiende del todo lo que le pasa. Y algo le pasa en su cuerpo, algo le está pasando a su cuerpo, quien narra no termina de darse cuenta qué es, el lector sí. En este caso yo diría que el lector entiende, el cura que confiesa entiende de más, sobreinterpreta –como suele pasar con un sistema de vigilancia– y ella no termina de saber lo que le pasa. Y lo que le pasa es que –digamos así– se le alborota el cuerpo cuando desde la ventana de su casa ve pasar, con la regularidad de ciertos horarios que ya puede establecer, a un vecino: los viernes pasa para un lado, los domingos pasa para el otro. Se le alborota el cuerpo de un modo que ella misma no puede terminar de definir, y ese vecino, por entonces de 16 años, es Videla… volviendo a Mercedes y volviendo de Mercedes a Buenos Aires por esos años…
Inquietante.
Vamos a ver, si salió bien va a ser inquietante, si lo escribí mal, cagué la idea.
Bueno, ni bien la tengamos la leemos y volvemos a hablar. Muchas gracias Martín.
Muchas gracias a vos.
Fuente de la Información: http://www.laizquierdadiario.com.ve/Un-ejercicio-de-memoria-y-escritura
Conjugación del Talento Humano como Política Pública para el Desarrollo Estratégico de la Institucionalidad Venezolana
Libro
Autora del Libro: Yoselin García
«El Talento Humano constituye un factor fundamental para el desarrollo de la Institucionalidad Venezolana, ya que interviene de manera directa en el seguimiento de las políticas de un sistema de gobierno y que incide en la gestión pública.»
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