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Una lectura de Capital e ideología

Reseña:

No hay duda de que en este momento el neoliberalismo no goza de la hegemonía aplastante que solía exhibir años atrás. Sus valores y su forma de ver el mundo siguen siendo los que se difunden por defecto en las universidades y en los medios de comunicación, pero la percepción de su viabilidad a largo plazo ha cambiado. La insostenible desestructuración social (con su correlato de extremismo identitario o religioso), la catástrofe ecológica evidente y la espada de Damocles de nuevas explosiones financieras como la de 2008, han creado dudas entre las élites. Estas dudas percolan hacia abajo y si no acaban de prender en proyectos políticos es porque no existe una alternativa estructurada. El anatema thatcheriano que señaló el comienzo del reinado político del neoliberalismo (“there is no alternative”) sigue pesando como una losa. Como señala George Monbiot incansablemente, la única forma de romper la maldición es presentar una alternativa.

Thomas Piketty ya hizo mucho daño a la respetabilidad social de la ideología neoliberal con su primer best seller en que demostraba, Excel en la mano, que el sistema financiero capta muchas más rentas que las que su funcionalidad justifica y que, dejado a su propia dinámica, se hipertrofia horriblemente —y además explota en crisis periódicas que se lo llevan todo por delante, añadiríamos nosotros—. En este segundo best seller, Piketty reflexiona sobre otra de las tres patas del creciente desprestigio del neoliberalismo: la desigualdad económica y social que han creado sus cuarenta años de hegemonía. Piketty tiene claro que la desigualdad es injusta, disfuncional e intolerable, y utiliza el nivel de desigualdad en cada periodo de tiempo como el criterio para juzgar si es mejor o peor que otros. Mediante gráficos y estadísticas de precisión maníaca, Piketty muestra que algo terrible empezó en 1980, algo que debe ser revertido con urgencia. Y como es consciente del poder del anatema thatcheriano, dedica las últimas cien páginas a describir una utopía discreta y poco épica pero que cuestiona hasta la raíz la sacralidad inmanente de la propiedad privada, es decir, el tabú que ruge en el centro de la pesadilla neoliberal.

La buena voluntad que concitan las intenciones de Piketty en el lector aficionado a la literatura marxista y a los programas de la izquierda política, desaparece a medida que se avanza en la lectura del libro. Para este tipo de lector el enfoque de Piketty resulta poco menos que extraterrestre. Su autonomización del hecho ideológico es tan radical que prácticamente regresa a los tiempos de Hegel. Piketty plantea la historia de la humanidad como una lucha entre el deseo inmanente de justicia y las dificultades prácticas de conseguirla. Entre estas dificultades atisbamos a veces las que crean expresamente los que se benefician de la injusticia en cada momento histórico o las que produce el entramado institucional, pero Piketty rehúye siempre presentar su relato como un choque entre privilegiados y oprimidos. Los personajes del relato son las ideologías que se enfrentan en un limbo conceptual. Podemos medir los efectos prácticos de las ideologías y Piketty no para de hacerlo a través de incontables gráficos sobre la desigualdad en todas sus formas, pero la inversa no es aceptable: no se nos permite deducir de los datos de la realidad qué ideología será dominante.

La sensación del lector no es que Piketty sea un ingenuo, sino que de manera intencionada ha querido evitar cualquier argumento que sonara a marxismo o a izquierdismo tradicional. Huyendo de lo que él considera probablemente verborrea marxista, Piketty se va tan lejos que se mete bien dentro del idealismo teleológico. Por decirlo en términos de comedor escolar, se quiere sentar lo más lejos posible de Poulantzas y acaba en la mesa de Hegel. Sorprendentemente, esto no afecta mucho al resultado. El truco de Piketty es mantener firme el axioma de que la desigualdad es mala, injusta y disfuncional. Ese es el mástil al que se agarra para no dejarse llevar por las sirenas del relativismo moral y la funcionalidad económica. En 1939 Ernst Vincent Wright escribió una novela de 250 páginas que no contenía ni una sola letra «e». Ahora Piketty ha escrito mil páginas sobre la desigualdad sin aludir ni una sola vez a las necesidades fácticas de la producción, al estado como articulación política de los grupos sociales, y a la correlación de fuerzas sobre el terreno como la último ratio de cualquier progreso social. Pero esa enorme vulneración de las convenciones del género “ensayo izquierdista” no quita mérito a Piketty. El autor ofrece la utopía de nueva sociedad de apariencia verosímil y concretada hasta el más mínimo detalle. Esta propuesta, difundida en millones de ejemplares de un libro aceptado por el mainstream, resulta mucho más dañina para el neoliberalismo que una apología del materialismo histórico o una apelación a la épica de la Bastilla o del Palacio de Invierno.

1. Antes de la Revolución francesa

Piketty empieza su largo excurso con un análisis de la desigualdad tal como existía antes de la Revolución francesa, considerada por él la frontera entre el mundo antiguo y el mundo moderno. Su principal propósito es mostrar que la desigualdad no es fruto de la fuerza bruta sino de la ideología. Al lector avezado en historia le parecerán muy simplistas sus análisis y no logrará sustraerse a la sensación de que Piketty trabaja en la dirección contraria a la inducción. Es decir, que en lugar de examinar los diferentes casos históricos buscando patrones, va comparando sus ejemplos con el patrón que trae de casa. En cada sociedad del mundo antiguo, nos dice Piketty, había tres tipos de personas, los guerreros, los sacerdotes y los que no son ni una cosa ni la otra. La ideología de cada periodo histórico contiene una justificación de la desigualdad entre estos tres tipos de personas.

La tesis de Piketty es que la desigualdad es el producto no de una apropiación violenta del excedente o del poder político por parte de un grupo social, sino de la hegemonía de una ideología que da legitimidad a esa desigualdad. En esta parte del libro es donde más llamativas resultan las tres elipsis pickettianas que hemos nombrado en la introducción. En ningún momento aparece la producción de bienes y servicios como un condicionante para la estructura social, el Estado como expresión de esa estructura, ni mucho menos aparece ninguna forma de conflicto fáctico. El mundo antiguo es para Piketty un lugar tranquilo y apacible en el que un soldado, un sacerdote y un agricultor (¿o un ciudadano?) debaten interminablemente sobre lo que es justo, cada uno con su sesgo pero manteniendo siempre la compostura. Piketty no pretende escribir una historia universal y eso le libra de analizar la relación evidente entre el modo de producción y la forma de Estado, cosa que no le habría resultado posible si hubiera tenido que explicar Mesopotamia o el Egipto faraónico.

Piketty empieza su relato en la baja Edad Media francesa, cuando los señores feudales y los monjes debatían la posición de cada uno en la sociedad. Nada se dice de la abolición por la fuerza en el siglo XI de los restos de las leyes romanas defendidas por la iglesia y su sustitución por la arbitrariedad señorial disfrazada de costumbre, con la agrupación forzada de los campesinos en torno a los castillos para ser explotados más fácilmente. Tampoco acude Piketty a la colección de anécdotas que caracterizan la historiografía clásica y en las que esa lucha aparece como un enfrentamiento personal entre el papado y la corona francesa. Es un mundo de ideologías en conflicto y los personajes no hacen más que bailar la música que suena en el periodo histórico que les ha tocado vivir. El capítulo termina con un recorrido por el mundo para constatar la universalidad del análisis ternario y como este permite decodificar la ideología de cada época.

2. Nace el propietarismo

Así llega el lector al verdadero principio del libro: el nacimiento de las sociedades que sacralizan la propiedad privada, llamadas por Piketty “propietaristas”. El autor explica con detalle el debate que tuvo lugar durante la Revolución francesa sobre el alcance práctico de la abolición de los derechos de la aristocracia. ¿Los bienes que poseía debían ser expropiados porque eran fruto de una apropiación ilegitima? ¿La igualdad política que proponía la Revolución debía tener un correlato en la igualdad social? ¿Era posible la igualdad política sin igualdad social? Aquí hace aparecer Piketty el gran argumento a favor de la sacralización de la propiedad privada: “Si empezamos a repartir no sabremos donde parar”. Tras estudiar el caso francés, Piketty extiende su análisis por Europa y vamos viendo como el proceso se repite una y otra vez, la democracia se va imponiendo gracias a que se garantiza a las clases propietarias la continuidad de sus posesiones. En algunos lugares se realiza un esfuerzo para eliminar las desigualdades económicas y volver a empezar. En lo que será el leitmotiv del resto del libro, Piketty nos adelanta que eso es inútil, que la desigualdad siempre crece y el esfuerzo por eliminarla ha de ser continuo.

Tras alcanzar la hegemonía en Europa, el propietarismo se extiende por el planeta dando lugar al esclavismo y al colonialismo. Sin abandonar su tono abstracto, Piketty dedica 250 páginas a narrar todos los desmanes del colonialismo europeo. Al lector le queda claro que el propietarismo es una ideología tramposa y cínica, que disfraza el interés particular de interés común y que siempre está preparada para hacer excepciones a la sacralización si el desposeído es negro, amarillo o de cualquier color que no sea blanco. Piketty asigna toda esa maldad a la ideología en sí en lugar de asignarla a los individuos que la enarbolan mientras arrasan sociedades enteras. Una vez más esto choca al lector, pero pensándolo bien resulta mucho más demoledor porque es la propia ideología la que queda marcada por haber sido compatible o coadyuvante en esos desmanes. Queda claro que la sacralización de la propiedad protege propiedades adquiridas ilegalmente con la misma naturalidad que protege las robadas o expoliadas por la fuerza, y por tanto no es una guía moral.

Tras el largo viaje por el saqueo colonial del planeta volvemos a Europa a contemplar un paisaje distópico. Estamos al final de la Belle Epoque y las desigualdades han crecido hasta alcanzar niveles superiores a los del antiguo régimen. Una profusión exhaustiva de gráficos convence al lector más allá de cualquier duda que, dejada a sí misma, la desigualdad nunca deja de crecer y al final alcanza niveles completamente disfuncionales. La utopía propietarista está bajo el fuego de tres ataques: las ideologías obreras, el anticolonialismo y su propia conversión en egoísmo nacional belicista que la lleva al suicidio de la Primera Guerra Mundial. El resultado de este triple ataque es un nuevo consenso sobre fiscalidad, comercio justo y cooperación entre las naciones civilizadas, que alcanza finalmente la hegemonía en 1950, con el apogeo de los impuestos progresivos, el nacimiento del estado del bienestar y la consagración de los acuerdos transnacionales como la CEE.

El nuevo Estado socialdemócrata maneja porcentajes nunca vistos del PIB, lo que le permite ejercer su acción benéfica en la sociedad. La educación universal —para el autor la mayor fuente de igualdad y justicia social— se generaliza para edades siempre crecientes. Tras milenios de desigualdad ternaria y un siglo de horror propietarista, por fin la justicia social se abre paso y la humanidad se encamina al nirvana. Como sabe el lector, todo estaba a punto de estropearse, aunque la forma de presentarlo de Piketty es sorprendente.

3. Llega la ideología neopropietarista

En la historia de Piketty no hay clases sociales como en la historiografía marxista, pero tampoco hay personajes buenos o malos como en la historiografía clásica. Las protagonistas son las ideologías que se suceden unas a otras como los signos del zodiaco, sin que nadie sepa porqué. Cuando Piketty demuestra con innumerables gráficos y estadísticas que todo empezó a ir mal otra vez a partir de 1980, no explica qué pasó y la elipsis es sorprendente incluso para sus estándares. Con su estilo detallista y exhaustivo, nos muestra como de pronto los impuestos empiezan a caer y vuelven las desigualdades hasta alcanzar cotas que no se veían desde muchas décadas atrás.

Los testigos presenciales tenemos un recuerdo muy claro de lo que pasó en la década de los setenta: la crisis del petróleo con derivación de rentas fuera de los paises, el final de Bretton Woods, la inflación destruyendo las clases medias, el paro destruyendo la clase obrera, y el estado del bienestar en quiebra por el gigantismo, la mala gestión y la reducción de ingresos por la crisis. Y de pronto el “punto de bifurcación”: el Winter of Discontent de 1979 y la victoria electoral de Thatcher en mayo de ese año. La economía de la oferta y la curva de Laffer justifican científicamente la idea de que los impuestos son un robo, creando un slogan electoral imparable. La Caída se consuma en noviembre de 1980, cuando Reagan gana sus elecciones con un programa que combina al hayekanismo thatcheriano con delirios randianos. La izquierda es expulsada no ya del gobierno, sino del mundo civilizado. Piketty no explica todo esto. La única justificación de lo que pasó la busca en la falta de renovación ideológica de la socialdemocracia y en su incapacidad de crear una utopía social-federalista que supere el estado nación. También nombra la timidez de las leyes destinadas a imponer la cogestión en las empresas —en esto coincide con George Monbiot, quien afirma que eso habría dado una base social a la socialdemocracia—. Piketty nombra más adelante muchas veces la “revolución conservadora”, pero de una forma etérea que no refleja el carácter concreto y fáctico que percibimos los contemporáneos.

Para Piketty, el culpable principal de que la ideología neopropietarista haya recuperado la hegemonía que perdió en la primera mitad del siglo XX es la implosión de los países del llamado “socialismo real”, ignorando que cuando cayó el Muro de Berlín hacia nueve años que el thatcherismo barría los países desarrollados y que en esa caída la acción de Reagan fue decisiva. Piketty lamenta la implantación del hipercapitalismo criminal ruso de los noventa, pero lo adjudica a la mala suerte de que los asesores extranjeros fueran anglosajones en lugar de suecos o daneses, sin nombrar que en ese momento cualquier experto económico era libertariano y predicaba la privatización salvaje y la destrucción del Estado.

Tras una reflexión sobre las causas del fracaso del llamado “socialismo real”, llegamos a la parte más sustanciosa del libro. El autor se embarca en una larga descripción del panorama político mundial que han dejado los cuarenta años de hegemonía neoliberal. Esta parte incluye una interesantísima reflexión sobre la percepción china de las democracias occidentales como algo ineficaz y vociferante que dificulta el debate serio e imposibilita un proceso de decisión democrático. Por lo que respecta a Europa, Piketty realiza un brillante análisis de las ideologías actualmente en liza y de la relación entre los partidos y los diversos grupos sociales en cada país. Constata con su habitual profusión de estadísticas que los partidos de la izquierda europea han dejado de representar a las rentas bajas y representan ahora a las personas con mayor titulación, en un fenómeno que él denomina “la izquierda brahmán” (en alusión a los sacerdotes hindúes cuya ideología ha descrito en detalle en la parte del libro dedicada a las sociedades ternarias). La derecha por su parte se ha escindido en dos, separándose una fracción globalista que defiende las rentas altas de otra que él denomina “nativista”, centrada en las identidades. Deja claro que a su juicio el auge de los extremismos nativistas es producto de la destrucción del estado del bienestar que ha causado la ideología neopropietrista y del abandono en la izquierda del discurso a favor de las rentas bajas.

Dedica bastantes páginas a analizar el surgimiento del nativismo en los diversos países y la dialéctica entre las cuestiones sociales y lo que él denomina la cuestión de la frontera. Esta segunda cuestión es previa, ya que hasta que no hemos determinado quién forma parte de la comunidad no podemos abordar la cuestión de la igualdad en su seno. Cita explícitamente el caso catalán como un ejemplo de nativismo egoísta, y desautoriza la teoría (más bien el truco) de “los dos ejes” según la cual a la izquierda catalana no le hace falta un modelo de estado sino que le basta con esquivar el tema hablando de cuestiones sociales para no incomodar al procesismo. Al afirmar que el tema de frontera es previo, deja claro que antes de hablar de beneficios sociales hay que dejar claro que los queremos para toda la población, incluso aquella que los nativistas de cada país quiere excluir. Piketty examina a fondo varios casos más y muy especialmente el de la India, donde el proceso ha sido inverso y partidos identitarios han ido especializándose en representar segmentos de renta altos o bajos según el caso. Como ilustración de la facilidad con la que un partido puede cambiar de base social, explica la trayectoria del partido Demócrata de EE.UU., que empezó como un partido identitario de los blancos del sur, luego pasó a representar las rentas bajas, a continuación mutó a partido de minorías y ahora se dirige hacia lo que Piketty llama la “izquierda brahmán”, es decir, una izquierda globalista e ilustrada que lucha contra el cambio climático y la barbarie trumpista. (No podemos resistirnos a introducir aquí una nota personal y de actualidad, porque mientras leíamos el libro de Piketty se produjo una polémica en twitter entre dos personas del mismo partido, una abogando por el final de la industria del automóvil y otra abogando por no perjudicar a los trabajadores de esa industria. Esta polémica ilustra las complejidades de la base electoral de la izquierda catalana y la necesidad de unificarla con debates abiertos y empáticos).

4. Una nueva esperanza

Así llegamos finalmente a la página 1.129, donde Piketty comienza la explicación de su propuesta. Considera demostrado que la creencia en la sacralidad de la propiedad privada es perniciosa y que está en la raíz del crecimiento descontrolado de la desigualdad. El instrumento que propone para luchar contra el crecimiento de la desigualdad son los impuestos progresivos, pero con tasas que al alcanzar las rentas y los patrimonios más altas resulten prácticamente confiscatorios. Piketty ofrece números concretos en una tabla completa de escalas. Afirma que tan solo los impuestos directos son justos y que en ellos debe basarse el sistema impositivo. El único impuesto indirecto que propone es el impuesto sobre el carbono, justificado doblemente porque hace falta para desincentivar el consumo y porque al ser las personas de rentas altas las que más CO2 emiten, en realidad, aun siendo indirecto, también es un impuesto progresivo. El dinero recaudado deberá ser utilizado para financiar educación para todos, la renta básica y una dotación de capital para los adultos jóvenes que él compara con una herencia universal. Para el gobierno de las empresas propone un esquema de cogestión que limite el poder de los accionistas y garantice el de los trabajadores. Por lo que respecta a los tratados internacionales, pide que solo se firmen aquellos que contengan cláusulas explícitas de respeto a los derechos sociales y de protección del medio ambiente. Además propone que cada tratado tenga asociado un cuerpo legislativo formado por diputados de los parlamentos de los países firmantes que los gestione. Y quitándose la máscara de la ingenuidad que ha llevado hasta ese momento, explica que para que todo eso sea posible hará falta reformar el sistema de financiación de los partidos políticos de manera que solo les llegue dinero desde el Estado, y que lo haga en proporción a las preferencias de los electores.

5. Conclusión

El libro de Piketty intenta ser moderado en las formas y justificar con datos cada afirmación que contiene, pero no hay que dejarse engañar, su propuesta es muy radical. Considerar que el motor de la historia no es la lucha de clases sino la lucha entre ideologías puede resultar chocante o molesto, pero no es en realidad un gran problema. Piketty no pretende refutar los libros de Poulantzas ni los de Hobsbawm, Thompson, Dobb, Hill, Benjamin, ni mucho menos los de Marx, Engels o Gramsci. Tan solo pretende construir su argumento sin contar con ellos porque considera que eso hace el argumento más fuerte. Y lo cierto, nos guste o no, es que lo hace mucho más débil científicamente pero mucho más fuerte políticamente.

No creo que sea buena idea enfadarse con Piketty por su artificio literario de ignorar los medios de producción, la política como expresión de la estructura social y la correlación de fuerzas como última ratio. Creo que es más inteligente hacer bandera de su propuesta y convertirla en radical proponiéndola de verdad. Algunos de nosotros pertenecemos a una generación que destruyó organizaciones políticas por una coma fuera de sitio o un guión molesto. En el mismo momento en que esos signos de puntación levantaban tantas pasiones, se desataba la yihad neoliberal. Los impuestos, y de manera muy especial los impuestos a las rentas más altas, llevan cuarenta años cayendo con las consecuencias que vemos a nuestro alrededor. Aunque la utopía de Piketty es modesta y aparentemente sin épica, si algún día un partido político llega al poder con ese sistema impositivo en su programa, épica no faltará.

Fuente. https://rebelion.org/una-lectura-de-capital-e-ideologia/

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Glosario feminista para la igualdad de género

Main Author: Ecuador. Consejo Nacional para la Igualdad de Género
Format: Libros
Language: esp
Published: Quito2019

Reseña: Este documento recopila las palabras y expresiones que usualmente son utilizadas cuando se incluye la perspectiva de género en cualquier ámbito en el que este se aplique. Está dirigido a profesionales, que trabajan en diferentes instituciones estatales y privadas del Ecuador, que tienen a su cargo la transversalización del principio de igualdad y no discriminación en razón de género.

Descargar aquí: Glosario Feminista

Fuente: https://www.bibliotecasdelecuador.com/Record/oai:localhost:39000-2361/Description#tabnav

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Ciencia para la paz y el desarrollo: el caso del Juramento Hipocrático para Científicos

Bibliographic Details
Main Author: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO
Format: Libros
Language: esp
Published: New York: Unesco2018
Subjects:

Reseña: Este libro reúne un conjunto de contribuciones vinculadas a la idea del Juramento Hipocrático para Científicos a cargo de un conjunto de expertos internacionales en temáticas vinculadas con la responsabilidad social de los científicos, la carrera armamentista, las relaciones entre la ética, la ciencia y la tecnología. Los textos presentados exploran los dilemas que enfrentan científicos y tecnólogos, cuando analizan las responsabilidades sociales que pueden devenir de su labor. Se presenta –con cierto detalle- el uso del juramento o compromiso ético individual, como instrumento para despertar la consciencia de los jóvenes investigadores acerca de su responsabilidad social ante las consecuencias que se derivan de su trabajo científico y tecnológico. Incluye además una serie de colaboraciones invitadas de expertos internacionales sobre estas temáticas y la reproducción de un conjunto de declaraciones, normativas y resoluciones de la UNESCO y de las Naciones Unidas con respecto a la relación entre la ciencia y la paz.

Descargar:

Fuente: https://www.bibliotecasdelecuador.com/Record/oai:localhost:39000-2215/Description#tabnav

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Diálogo virtual aborda la educación y el cuidado en la primera infancia ante tiempos de pandemia

Por: Thais Iervolino.

La actividad tuvo lugar este jueves, 28 de mayo, de 15:00 a 16:30 (GMT-3), y reunió a especialistas y autoridades de América Latina y el Caribe, como el uruguayo Luis Ernesto Pedernera, presidente del Comité sobre los Derechos del Niño de la ONU

Con el propósito de impulsar diálogos y reflexiones sobre las actuales oportunidades y los desafíos para la realización de la educación y del cuidado en la primera infancia como un derecho humano, la CLADE, en alianza con la OMEP América Latina y EDUCO, realizó el  diálogo virtual “La educación y el cuidado en la primera infancia en América Latina y el Caribe ante tiempos de pandemia”. El evento tuvo lugar este jueves, 28 de mayo, de 15:00 a 16:30 (GMT-3), y se transmitió a través de los canales de la CLADE en Facebook y Youtube.

En el encuentro, se abordó hallazgos del estudio “El derecho a la educación y al cuidado en la primera infancia: perspectivas desde América Latina y el Caribe”, elaborado por CLADE y OMEP, con el apoyo de EDUCO, y también los retos que nos impone la actual crisis sanitaria por la pandemia COVID-19. Participaron: Alexandra Inmaculada Santelises Joaquín, Directora de Educación Inicial del Ministerio de Educación de República Dominicana; Cristina Lustemberg, Diputada de Uruguay; Constanza Alarcón, Viceministra de Educación de Colombia; Luis Pedernera, presidente del Comité sobre los Derechos del Niño de la ONU y Mercedes Mayol Lassalle, presidenta mundial de OMEP. Mikel Egibar, de EDUCO, se hizo cargo de la moderación.

Fuente de la reseña: https://redclade.org/noticias/dialogo-virtual-abordara-la-educacion-y-el-cuidado-en-la-primera-infancia-ante-tiempos-de-pandemia/

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Webinar Racismo y Pandemia

Por: Unión de Universidades de América Latina y el Caribe (UDUAL), la Cátedra UNESCO Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina y el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas en América Latina y el Caribe (FILAC) y el Espacio Común de Educación Superior en Línea (ECESELI)

Viernes 12 de junio  9hs Centroamérica — 10hs Colombia/Ecuador/México/Perú — 11hs Bolivia/Chile/Paraguay/Venezuela — 12hs Argentina/Brasil/Uruguay
Expositoras:  Myrna Kay Cunningham Kain. Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas deAmérica Latina y el CARIBE- FILAC. AnnyOcoró Loango. Asociación deInvestigadores/as Afrolatinoamericanos/as y del Caribe AINALC. Yasnaya Elena Aguilar Gil. Colectivo MixeCOLMIX.   Tujuayliya GeaZamora.  Redde Profesionales Indígenas de la Salud.   MarleideNascimento.  Universidade da Integração Internacional daLusofonia Afro-Brasileira – UNILAB. Moderador: Daniel Mato. CátedraUNESCO Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en AméricaLatina. Universidad Nacional de Tres de Febrero – UNTREF.

Racismo y Pandemia

La Unión de Universidades de América Latina y el Caribe (UDUAL), la Cátedra UNESCO Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina y el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas en América Latina y el Caribe (FILAC) y el Espacio Común de Educación Superior en Línea (ECESELI) invitan a toda la comunidad universitaria a participar en la serie de webinars sobre el COVID-19 y sus implicaciones sociales, económicas, de salud y educación en América Latina y el Caribe.

Participan:
– Myrna Cunnigham, Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas en América Latina y el Caribe (FILAC)
– Marleide Nascimento, Universidad de Integración Internacional de Lusofonía Afro-Brasileña (UNILAB)
– Anny Ocoró Loango, Asociación de Investigadores/as Afrolatinoamericanos/as y del Caribe (AINALC)
-Yasnaya Elena Aguilar Gil, Colectivo de Jóvenes Mixes (COLMIX)
-Tujuayliya Gea Zamora, Red de Profesionales Indígenas de la Salud

Moderador:
Daniel Mato, Cátedra UNESCO Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina, UNTREF

12 jun 2020 10:00 AM en Ciudad de México

Fuente de la reseña: Equipo de Ove
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Karina Batthyány, secretaria ejecutiva de Clacso: “Los países con mayor tasa de contagios son aquellos donde la desigualdad se manifiesta en la baja presencia del Estado”

Karina Batthyány, secretaria ejecutiva de Clacso: “Los países con mayor tasa de contagios son aquellos donde la desigualdad se manifiesta en la baja presencia del Estado”

Por Daniel Cholakian 

El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) es sin duda uno de los espacios de debate más interesantes de toda Latinoamérica. Desde el comienzo de la pandemia por el Covid-19 y la adopción de diferentes formas de distanciamiento y confinamiento adoptadas en todo el mundo, CLACSO ha conformado el Observatorio social del Coronavirus: pensar la pandemia. Desde esa plataforma están produciendo investigaciones, debates, publicando textos y monografías, con distintos ejes temáticos y con diferentes formas de problematizar la situación desde una perspectiva social.

Karina Batthyány es secretaria ejecutiva del consejo desde 2018. Doctora en Sociología y docente de la Facultad de Ciencias de Sociales de la República (Uruguay), es autora de numerosas publicaciones en torno a las temáticas de género, políticas públicas, trabajo no remunerado y cuidados.

Conversamos con Batthyány sobre los datos que pueden observar a partir de los estudios que realizan en este momento: profundización del racismo, la desigualdad de género, las inequidades sociales expresadas en el trabajo y los servicios sanitarios y la necesidad de conservar la relación de los estudiantes con las instituciones y el sistema educativo.

¿Cuál es el trabajo qué hacen desde el Observatorio social de la pandemia que crearon recientemente y qué conclusiones provisorias pueden encontrar a partir del mismo?

Efectivamente desde el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, decidimos, ni bien comenzó todo este fenómeno, crear un observatorio para pensar la pandemia desde las dimensiones sociales, es decir, trascendiendo la emergencia sanitaria, y poniendo el ojo en distintos aspectos de lo social que está impactando la vida de todos y de todas.

Allí tenemos más de 150 artículos escritos por quienes integran nuestro consejo latinoamericano. Estos abordan desde la transformación de la vida cotidiana, esa vida que tanto nos cambió a todos y a todas desde que se declaró la urgencia sanitaria, hasta los efectos económicos, el impacto a nivel del incremento de las desigualdades, el aumento de la pobreza, la cuestión ambiental y los distintos sectores de actividad en una sociedad. Muchas dimensiones en las que estamos intentando dar elementos para cumplir con uno de los objetivos de nuestra institución, que es la producción de conocimiento para la transformación social, y para pensar el modelo y las opciones para cuando finalice esta emergencia sanitaria.

Entre las producciones llama la atención la mirada sobre las distintas formas de racismo ¿Están notando que esto aparezca de una manera exacerbada en gran parte de América Latina?

Efectivamente, lo que hemos encontrado tiene que ver principalmente con distintas formas de discriminación y racismo que se exacerban en el marco de confinamiento o cuarentena, según las características de cada país, pero todas con un patrón muy similar. Además los efectos sociales de esta emergencia sanitaria están golpeando de manera diferencial a distintos grupos. Como por ejemplo lo que tiene que ver efectivamente con la población afrodescendiente, tanto en la calidad de atención que tienen y en los efectos económicos que están sufriendo como consecuencia de esta emergencia sanitaria. Efectos económicos que también están relacionados a la forma de inserción que tienen en el mercado de trabajo. También observamos que se exacerban conductas de discriminación hacia los colectivos migrantes.

Como sabemos, el tema de la migración y la movilidad humana es un tema muy importante en nuestra región latinoamericana y caribeña y allí empiezan algunas conductas, digamos, de destierre a nivel de lo social, y de rechazo hacia lo diferente, hacia el que no pertenece a esta comunidad primaria. Así son vistos en muchos casos estos colectivos migrantes que por su forma de inserción social, en muchos casos son colectivos que están insertos de manera muy precaria, sin protección social y sin acceso a las redes de seguridad social. Y podríamos seguir nombrando, pero hay otro colectivo muy afectado en general, que son parte de todas las variables que se intersectan entre sí, que son las mujeres.

¿Las mujeres son parte un colectivo que además de ser víctimas de patriarcado son parte de todos esos colectivos victimizados?

En ese sentido, si nos detenemos en el tema de las mujeres, hay que mencionar que también las mujeres somos las más afectadas en esta pandemia, por muchas situaciones. La primera por cómo cambió nuestra vida cotidiana. Este cambio en la vida cotidiana ha implicado sobretodo una sobrecarga para las mujeres. Una de las medidas que es común en todos nuestros países es la suspensión del sector educativo, los niños están en las casas, alguien se tiene que hacer cargo de esos niños y ese alguien siempre o casi siempre suele ser una mujer. A su vez en algunos sectores exigen teletrabajo pero no se piensa que el teletrabajo puede ser incompatible con la presencia de niños pequeños en los hogares. Esa es toda una dimensión vinculada a los cuidados, pero hay otras que vienen también de la mano de donde estamos las mujeres en el mercado de trabajo. Sabemos que un porcentaje muy amplio, prácticamente 1 de cada 2 latinoamericanas, están insertas en el sector informal de la economía, y eso quiere decir que son mayoría en el sector que ha sido más afectado producto del cierre de actividades en nuestros países. Por estar en sector informal no tienen cobertura de protección social y ahí tenemos otro elemento que impacta en el colectivo de las mujeres. Un tercer elemento está vinculado a que más del 70% del personal sanitario en nuestra región son mujeres, y por eso son las que están más expuestas al virus.

Estas dimensiones y la discriminación de la que hablábamos se intersectan evidentemente, porque hablamos de la población afrodescendientes, de los migrantes y las mujeres. Obviamente tenemos mujeres migrantes, mujeres afrodescendientes, y así podemos seguir intersectando, en definitiva, dimensiones de la desigualdad en un continente que, no nos olvidemos, antes del coronavirus era el continente más desigual del planeta. No el más pobre, el más pobre es África, pero sí el más desigual y esto, en definitiva, está  incrementando esas desigualdades.

¿Hay alguna relación entre la desigualdad y la tasa de contagio?

Lo que podemos afirmar es que efectivamente en los países donde se ve una tasa mayor de contagio son aquellos donde la desigualdad se manifiesta en la baja presencia del Estado como estado social. Aquellos países que tienen un sistema de salud digamos, muy fragmentado, y con respuestas diferenciales en función del sector o la clase económica a la que pertenezcan las personas. Estas relaciones están verificadas. Otras dimensiones de la desigualdad quizá no se estudiaron, pero la gran lección que nos deja todo esto es justamente la importancia del estado garantizando los bienes comunes como la la salud, por ejemplo, como un bien común por medio de políticas públicas. Los resultados diferenciales que vemos en los países tienen que ver también con esa presencia menor o mayor del estado como garante de los bienes comunes.

CLACSO tiene una larga trayectoria en el estudio de la educación, que es uno de los grandes temas en este momento, pues cómo decías, una de las coincidencias en la región y el mundo, es que las clases presenciales están suspendidas. ¿Cómo están viendo lo que ocurre ahora y cómo ven el futuro de la educación?

Es sin duda un tema clave, por todas las implicancias que tiene y uno de los elementos que estamos analizando, todavía con conclusiones muy preliminares, tiene que ver con si esta etapa de emergencia sanitaria y de tele-educaciòn exacerba o no las desigualdades en el ámbito educativo. Los indicios que tenemos es que efectivamente esta posibilidad de tele-educación no llega de la misma manera ni se tienen los mismos recursos en todos los sectores como para poder aprovecharlo. El segundo punto importante a destacar tiene que ver con una preocupación excesiva por parte de algunos actores del sistema educativo vinculado a la evaluación, y quizá la pérdida de referencia de que en realidad la educación tenemos que hablar de un proceso educativo por lo que esto hay que tomarlo como un paréntesis en el que no nos tendría que preocupar tanto la evaluación en sí misma, ni cómo van a ser evaluados, cuáles van a ser los resultados, sino preocuparnos más por garantizar que no se pierda el contacto con la institución, la escuela o el nivel que sea. Es importante que no haya deserción o desafiliación de estudiantes del sistema educativo, no tener tanto obsesión en pensar cómo evaluamos los resultados de estos dos o tres meses, lo que dure en cada uno de los países o el tiempo que sea, sino la perspectiva del proceso y que aquí lo importante es no perder el contacto o la afiliación de los estudiantes a los distintos niveles de educación. Creo que esa debería ser hoy la preocupación central.

En definitiva esto en el marco de un proceso, si vemos la educación como un proceso, dos, tres meses, el tiempo que sea, es apenas un paréntesis y la preocupación, insisto, no perdamos el contacto, y tratemos de garantizar todas las funciones que el sistema educativo cumple en el marco del desarrollo de las personas, que no es solamente el aprendizaje y la evaluación de este aprendizaje. Hay otras funciones, incluso en las escuelas está la función de la alimentación. Debería ser una preocupación más importante que la evaluación.

*Versión editada para Nodal de la entrevista realizada en el programa “Lo peor ya pasó” emitido en AM530 Somos Radio (Argentina) 

Fuente de la Información: https://www.nodal.am/2020/05/karina-batthyany-secretaria-ejecutiva-de-clacso-los-paises-donde-se-ve-una-tasa-mayor-de-contagio-son-aquellos-donde-la-desigualdad-se-manifiesta-en-la-baja-presencia-del-estado-como-estado/

 

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España – Carlos Taibo: “Me temo que la crisis la pagarán los de siempre. A menos, claro, que se rebelen”

Carlos Taibo: “Me temo que la crisis la pagarán los de siempre. A menos, claro, que se rebelen”

Hablamos con el escritor, politólogo y ex profesor universitario

Por: Miguel Muñoz

Hasta 2018 ejerció como profesor de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha sido uno de los más firmes defensores de la teoría del decrecimiento en nuestro país, así como una de las voces más reconocidas en el movimiento anarquista y libertario. Ha publicado más de 30 libros sobre política, geopolítica o movimientos sociales. Carlos Taibo (Madrid, 1956) aporta en esta entrevista su visión sobre la situación actual, en estos tiempos de pandemia, tanto en nuestro país como de manera global.

-La editorial Catarata reeditó a finales de enero, poco antes de que comenzara el estallido de la pandemia, tu libro Colapso. Capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo. ¿Puede suponer la pandemia el colapso del sistema capitalista? ¿Ha colapsado ya?

-Depende, claro, del significado que atribuyamos a la palabra «colapso». En el sentido fuerte del vocablo, la pandemia no es el colapso, aunque bien puede situarse en la antesala de este último. Ha permitido forjar una bola en la que se han dado cita, inesperadamente, la crisis sanitaria, la social, la de los cuidados y la financiera, y de resultado ha dibujado un escenario complejísimo. Por lo demás, no conviene olvidar que muchos de los habitantes del planeta han vivido siempre en un escenario asimilable al del colapso.

-En el libro, no obstante, hablabas sobre todo de las consecuencias del cambio climático. Se está empezando, desde algunos sectores, a alertar de que ante esta crisis puede surgir con fuerza el denominado ecofascismo. ¿Podrías recordar en qué consiste y cómo puede relacionarse con la situación actual?

-En el núcleo de la propuesta ecofascista hay una discusión demográfica: está la idea de que en el planeta sobra gente, de tal manera que se trataría de marginar a quienes sobran –esto ya lo hacen- y, en la versión más dura, de exterminarlos. Me interesa subrayar que el ecofascismo no es un proyecto negacionista: en modo alguno niega los efectos, dramáticos, del cambio climático y del agotamiento de las materias primas energéticas. Parte, antes bien, del relieve de esos fenómenos y lo que procura es defender obscenamente los intereses de una minoría de privilegiados. Quienes empiezan a dirigir, en la penumbra, el planeta a buen seguro que han tomado nota de la eficacia de muchas de las políticas autoritarias y represivas desplegadas por los gobiernos. Y han tomado nota, en particular, de la servidumbre voluntaria a la que se ha entregado buena parte de la población.

-Llevas años, además, explicando la teoría del decrecimiento. ¿De qué forma puede aplicarse en la situación actual? En cierto modo, aunque de manera obligada, se ha puesto de actualidad. ¿Pueden tener recorrido algunas medidas que se han llevado a cabo?

– En los últimos meses se ha reducido la contaminación en el planeta, ha menguado el consumo de combustibles sólidos y ha experimentado un freno brutal la turistificación. Debo subrayar que se trata, sin embargo, de tres realidades que, aunque afortunadas, tienen un carácter sobrevenido. No han sido premeditadamente buscadas.

Obviamente, no es esto lo que defiende la perspectiva del decrecimiento, que plantea un ejercicio de autocontención consciente, voluntario, colectivo y solidario. Cuando nuestros gobernantes siguen empleando ese indicador despiadado, el PIB, para medir tragedias y objetivos nos lo están diciendo todo. Retórica aparte, no hay de su lado ninguna voluntad de asumir que el planeta se nos va y de que ello reclama un esfuerzo gigantesco de eso, de autocontención, y, al tiempo, una redistribución radical de la riqueza. Tampoco puede sorprendernos: el decrecimiento bien entendido implica, por necesidad, dejar atrás el capitalismo y sus reglas.

-Por el contrario, ¿aprovecharán las administraciones para llevar a cabo proyectos que afecten especialmente al medio ambiente? En Madrid ya hemos visto las intenciones del PP con una nueva ley del suelo o la construcción de macroparkings.

-Aunque a buen seguro se hacen valer, según los lugares, circunstancias dispares, el tono general lo que aporta, a mi entender, es una nueva huida hacia adelante. Se trata, en otras palabras, de dejar atrás la crisis del coronavirus restaurando, literalmente y en plenitud, la miseria que había antes de esa crisis. Entre nosotros, no es ésta una miopía vinculada exclusivamente con el PP: alcanza al sistema político como un todo.

-La respuesta económica a la crisis será clave. ¿Crees que pagarán los de siempre o hay alguna esperanza en que no sea así?

-Me temo que, en efecto, pagarán los de siempre. A menos, claro, que se rebelen. Pero me parece que los activos que ofrecen al respecto los sindicatos mayoritarios están lejos de ese horizonte de rebelión y muy cerca, en cambio, de otro, bien diferente, de genuflexión. Tendremos que prestar atención, aun así, al derrotero de los hechos en el terreno económico y social, no vaya a ser que se fuerce tanto el escenario que asistamos a la manifestación de sorpresas.

-¿Qué te parecen algunas de las medidas sociales del Gobierno? Hay mucho debate sobre el Ingreso Mínimo Vital o la renta básica, por ejemplo

-Habrá que aguardar para valorar en qué se concretan, cuál es su aliento final y en qué medida protegen realmente a quienes lo necesitan. A título provisional me parece llamativo que quienes llevan años defendido una «renta básica de las iguales» se muestren profundamente descontentos ante las propuestas que llegan del Gobierno y estimen que son un paso atrás que va a dificultar en el futuro, y por añadidura, el despliegue de un proyecto merecedor de apoyo.

Por lo que a mí respecta, nunca he depositado ninguna confianza en la presunta vocación social e igualitaria del Partido Socialista y creo que hay motivos sobrados para recelar del discurso constitucional y patriótico de Unidas Podemos. No deja de sorprenderme la inquina con que la «derechona» obsequia a un proyecto, el del Gobierno de estas horas, de cariz tibiamente socialdemócrata.

En cualquier caso, la trama que rodea a las instituciones, con los poderes fácticos en primer plano, tampoco ayuda. Y no acierto a entender cómo mucha gente de izquierdas no aprecia mayor problema en la defensa, xtremadamente ingenua, de un acuerdo en el que participen todas las fuerzas políticas. Ya tuvimos la oportunidad de certificar, cuarenta años atrás, las consecuencias nefastas de los Pactos de la Moncloa

-Se ha debatido también mucho sobre los términos militares, incluso las ruedas de prensa con ellos, en esta crisis: “Estamos en una guerra”. ¿Por qué crees que se ha generado este tipo de lenguaje en una crisis sanitaria?

-La explicación puede ser muy prosaica: comoquiera que el Gobierno español decidió otorgar desde el principio un lamentable protagonismo a los cuerpos de seguridad y a las fuerzas armadas –las ruedas de prensa parecía que lo eran de una junta miliar-, era acaso inevitable que se impusiese un lenguaje de esa naturaleza. Será que nuestros gobernantes piensan que las respuestas militares son las más eficientes. Si uno quiere ser, con todo, capcioso, el horizonte del ecofascismo reclama también del concurso de herramientas retóricas que identifican por doquier amenazas y guerras.

-A nivel geopolítico, la situación es bien interesante, especialmente las relaciones entre China, Estados Unidos y la Unión Europea. ¿Cómo puede afectar todo esto?

-Más allá de la certificación de que la trama geopolítica es importante, parece difícil responder. Es evidente, de cualquier manera, que cuando uno sopesa los movimientos, hacia arriba o hacia abajo, del Ibex 35, descubre que muy a menudo se vinculan con encuentros y desencuentros entre las potencias mencionadas. No sé, por lo demás, a qué hay que prestarle mayor atención, si a las colisiones que protagonizan periódicamente Estados Unidos y China o, por el contrario, a los elementos subterráneos de acuerdo, que tampoco faltan. Lo único que puedo decir, con certeza, es que no siento ninguna proximidad por ninguno de los modelos aportados por esas instancias.

-¿Cómo ves el papel que está teniendo la derecha y la ultraderecha en esta crisis? Les hemos visto en las calles pidiendo “libertad”, llamando “dictadura” a este Gobierno, etc… ¿Hay motivos para estar preocupados por su ascenso o maximizamos la relevancia de sus comportamientos? Hay quien habla ya de golpes de estado encubiertos o guerras judiciales

-Por momentos me asalta la idea de que la ultraderecha está marcando la deriva del sistema de partidos español, cada vez más escorado hacia posiciones conservadoras. Una de las consecuencias de esto es que se nos llama una y otra vez a cerrar filas alrededor del «Gobierno progresista» por cuanto –se nos dice- hay que frenar el ascenso de Vox. Las secuelas son delicadas: a menudo se nos invita a defender lo indefendible, llegado el caso se describe inopinadamente a Ciudadanos como una fuerza de «derecha civilizada» y, por qué no, se lava la cara al propio PP al subrayar que es, a diferencia de Vox, una fuerza leal a la Constitución.

Por detrás, lo que veo son los efectos dramáticos de la «transacción» de 1978 y, con ella, de la negativa a sacar adelante nada que oliese a eso que a veces se llama un «consenso antifascista». De aquellos barros, estos lodos.

-Se decía especialmente al principio de la pandemia que esta crisis nos iba a unir más con nuestros vecinos, que nos iba a hacer más solidarios… ¿Qué piensas al respecto, ya más de dos meses después del inicio?

-No lo tengo claro. Estoy obligado a subrayar, antes que nada, la presencia, muy notable, y en muchos lugares, de grupos de apoyo mutuo. Creo que es significativo que en la mayoría de los casos hayan decidido identificarse con ese término, de honda raigambre libertaria. Anuncian, cautelosamente, que están plantadas las semillas de un movimiento de base de carácter antiautoritario y autogestionario.

Pero entiendo que, en paralelo, el individualismo lacerante que han colocado en nuestras cabezas operará en un sentido genéricamente insolidario y se traducirá en el acatamiento de una nueva normalidad que se anuncia similar a la miserable anormalidad de antaño. Me parece evidente, en cualquier caso, que el sistema político como un todo, con sus diferentes opciones, recela de oficio de las respuestas que, horizontales y solidarias, surgen en la base de la sociedad. Y hará lo posible para arrinconarlas y reprimirlas.

-Hace muy pocos días se han cumplido nueve años del movimiento 15M. Visto en perspectiva, ¿ha cambiado algo desde entonces? ¿Qué podemos aprender hoy en día de lo que fue? “Yo veo más, mucho más, 15-M en las enfermeras y en las limpiadoras de los hospitales, y en los grupos de apoyo mutuo de los barrios, que en los pasillos de los ministerios”, dijiste un día en Twitter.

-Tendré que admitir que detrás de la etiqueta general ha habido varios 15M distintos. Uno de ellos, el que yo abrazo, no precisamente marginal, ha bebido siempre –en los hechos, y en algunos lugares sigue haciéndolo- de la asamblea, la autogestión y el rechazo de las instituciones. Otro ha servido, cierto que de forma nebulosa, como catapulta de operaciones electorales bien conocidas. Intuyo que los medios le han prestado una excesiva atención al segundo en detrimento del primero, algo que se traduce en esa dramática simplificación, muy cara a tantos periodistas, que sugiere que Podemos es el heredero del 15M.

Me ratifico en lo que decía en ese tuit: creo que el legado mayor del movimiento son las gentes entregadas a la solidaridad desnuda, a la solidaridad que no busca recompensas, al apoyo mutuo. Como creo que cada vez hay más compañeros y compañeras que, con razones poderosas, echan de menos algo como el 15M.

Fuente de la Información: https://www.cuartopoder.es/ideas/2020/05/31/carlos-taibo-me-temo-que-la-crisis-la-pagaran-los-de-siempre-a-menos-claro-que-se-rebelen/

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