Un paseo didáctico por la Neuroeducación. Francisco Mora Teruel. Editado por Alianza en 2024. Una vez más el profesor Mora nos habla de forma asequible del cerebro, de su plasticidad, de cómo pueden influir los conocimientos que se van descubriendo por parte de la Neuroeducación en el proceso de educar, de comunicarnos con el alumnado y de cómo los docentes pueden mejorar en su tarea. Nos habla del proceso de comunicación, del lenguaje, de la escritura, de la lectura y de la creatividad.
Sinopsis
Este libro nos sigue introduciendo en los caminos que nos abre la Neuroeducación, ha sido escrito con el afán de exponer, de una forma completa y accesible, ese nuevo mundo de conocimientos ya esbozado en los otros tres libros anteriores que el profesor Francisco Mora ha dedicado a la misma temática. Se trata, a fin de cuentas, de un intento de ofrecer unas pinceladas, mediante un lenguaje asequible, de ese largo proceso evolutivo que ha llevado a la comunicación de los seres vivos y que culmina con el ser humano actual. Por lo que en estas páginas, en esencia, se habla de los orígenes y la evolución del lenguaje, de la escritura, de la lectura y también de la creatividad, teniendo siempre en cuenta la perspectiva de la enseñanza: de los docentes, profesores y maestros, pero también de sus alumnos y alumnas, verdaderos protagonistas de esta historia.
Francisco Mora Teruel es doctor en Medicina, doctor en Neurociencia, doctor honoris causa por la Universidad Siglo 21 (Argentina), catedrático de Fisiología Humana y actualmente imparte docencia en la Universidad Complutense de Madrid. Es miembro del Wolfson College de la Universidad de Oxford. Ha recibido premios y reconocimientos de varias instituciones nacionales y extranjeras y participa regularmente en foros internacionales contribuyendo con trabajos y conferencias en el campo de la neurociencia y la educación. Obras anteriores: Neuroeducación: solo se puede aprender aquello que se ama (2017) (Reseña Educación 3.0), Neuroeducación y lectura: de la emoción a la comprensión de las palabras (2020) (Reseña propia) y Neuroeducador: una nueva profesión (2022) (Reseña propia).
Reseña
Escuchar y leer al profesor Mora Teruel es algo que emociona, habla con tanta certeza de lo que ha estado investigando y viviendo que no deja lugar a dudas, nos emociona con sus enseñanzas, al mismo tiempo que nos deja claro que no se puede aprender lo que no se ama, por tanto si el docente no sabe poner emoción en aquello que está explicando o presentando, difícilmente el alumnado va a motivarse y aprender de forma que se le quede en su poso cultural, que no sea solo para pasar un examen y después olvidar.
Nos dice el profesor Mora que este ha sido un libro escrito con la aspiración de exponer ese nuevo mundo de conocimientos que se acerca “en constante y complejo cambio” como resultado de la interacción entre la “cultura” y la “plasticidad” de nuestro cerebro. Nos señala además que son capítulos “en proceso”, capítulos nunca “terminados” ni “cerrados” sino “abiertos”, en constante revisión de “añadidos” o “borrados” a medida que también cambien nuestros conocimientos sobre cómo funciona el cerebro.
El libro está dividido en seis capítulos, más su correspondiente Introducción, Epílogo, Glosario, Bibliografía, Índice onomástico e Índice analítico. Una obra muy completa para el deleite de los lectores y las lectoras.
En el capítulo 1: ”Paseando con una mirada hacia atrás y otra hacia delante”. Nos habla de la importancia de conocer lo que otros han dicho, de la importancia de la lectura y de la escritura. Mirar hacia atrás es formarse una cultura para construir un futuro, teniendo en cuenta todo lo que ya sabemos.
En el capítulo 2: “Un largo proceso de millones de años” . Nos habla de qué es el lenguaje. Cómo se comunican los animales. El lenguaje de los gestos. Cómo hablaba el hombre primitivo y en definitiva la infinita combinación de las palabras.
En el capítulo 3: “La escritura: abrazando el vuelo sagrado de las palabras”. “La invención de la escritura debería ser considerada uno de los logros intelectuales más grandes de la humanidad. Sin la escritura, la cultura humana, tal y como la conocemos hoy, sería inconcebible”. (Tzeng y Wang). Nos habla del origen de la escritura, pictogramas e ideogramas, escritura cuneiforme, los jeroglíficos, educación en Sumeria y el antiguo Egipto; y por último nos habla del alfabeto o la escritura “universal”.
En el capítulo 4: “Lectura: la verdadera gran revolución humana”. En el que se nos habla de la importancia de la lectura en este mundo, ya que por todos sitios encontramos mensajes escritos, nos comunicamos con mensajes… y además necesitamos hacernos entender, por eso es importante una lectura comprensiva que no dé lugar a matices erróneos en una conversación. La lectura es una necesidad que nos facilita la comunicación.
En el capítulo 5 : “De la belleza de las palabras: lecturas, metáforas, prosa y poesía” Nos habla de la lectura como un abrazo mágico de las palabras; de la metáfora como el color emocional de los significados; de la prosa como una manera corriente de hablar; de la poesía como el sentimiento estético de las palabras; de la prosa y la poesía…
En el capítulo 6: “En el amanecer de un nuevo milenio: pensando pensamientos nuevos” El profesor Mora nos dice que en este capítulo aborda temas que van desde la emoción y los sentimientos, pasando por el juego en los niños, la curiosidad, la conciencia, las ideas y la imaginación hasta llegar a las inteligencias humana y artificial, y especialmente la creatividad, algo de importancia vital en el futuro.
En definitiva, un libro que nos va a llevar a la reflexión y que nos va a ayudar a ser mejores docentes, porque la educación es el mejor regalo que le podemos hacer a nuestros niños y jóvenes. De nada les sirve saber mucho contenido si al final no son buenas personas y no saben compartirlo con los demás. Creo que el profesorado debe leer sobre Neuroeducación y conocer mejor los entresijos del cerebro, de esta forma llegará mejor al alumnado y a sus propios compañeros y compañeras.
Todas las actividades que realizan los hombres cumplen mayormente un beneficio social, con el fin de satisfacer sus necesidades tanto materiales como espirituales a través del tiempo. Son fundamentales para la vida de los pueblos, a través de esos conocimientos, creencias, actividades artísticas, costumbres u otras habilidades adquiridas en la interacción entre de los ciudadanos de una localidad, región, nación o el mundo. Forman parte de la cultura y, es fundamental para el avance del anhelado bienestar en las sociedades .Principalmente si se impulsa desde las comunidades, escenario más propicio para la compartir todas sus creaciones.
Así nace, la cultura popular tan necesaria para fomentar y difundir todo ese conjunto de manifestaciones artísticas y folklóricas, que emanan directamente del sistema de creencias, valores y tradiciones de los pueblos ,en momentos en que el modelo de globalización impuesto por los dueños del capital , quieren impulsar mediante la uniformidad de actividades a escala mundial o planetaria, con la única finalidad del beneficio monetario para sus corporaciones , en detrimento de las creaciones realizadas por los habitantes de las comunidades y las regiones , con el interés máximo de vender masivamente sus productos ,tanto materiales como intelectuales . Por tal motivo, los cultores son indispensables para preservar la identidad cultural de las comarcas .Una de esas personas que trabaja incansablemente por mantener las tradiciones es la licenciada Aída Villanueva.
Esta destacada ciudadana, graduada en Educación Mención Desarrollo Cultural, en la Universidad Simón Rodríguez, nacida en Cazorla, población localizada al sur del Estado Guárico. Zona dedicada a la actividad ganadera con una particularidad artística formada desde la ocupación española durante el periodo colonial. Asumió el compromiso por vocación de trabajar en el área pedagógica, en las que combina su actividad docente, con la de socialización e investigación en diferentes centros de enseñanza de los niveles de Primaria y Secundaria de la Villa de Todos Los Santos de Calabozo, en la modalidad de bailes típicos y demás artes escénicos. Desde su etapa de infante pudo demostrar sus aptitudes, lo que motivó a cursar sus estudios relacionados con esta habilidad con el fin de perfeccionar y desarrollar su carrera profesional desde esta orientación.
Es necesario señalar que esta excelente educadora, no tiene solamente un gran dominio de las distintas formas expresivas, físicas, emocionales y de movimiento para los bailes tradicionales, sino que desde el punto de vista didáctico las sabe trasmitir a su alumnos .Muchos de sus estudiantes han representado con éxito en diferentes festivales y encuentros , tanto local y regional para satisfacción de esta docente en el logro de los objetivos propuestos, la institución escolar, así como también la comunidad que se deleita con las representaciones artísticas . Esta digna pedagoga socializa su sapiencia y habilidades en foros , talleres o en cualquier encuentro con el propósito de difundir y preservar este arte del zapateo tradicional , en sus diferentes manifestaciones en momentos en que otras danzas las quieren imponer para sustituirlas por una modalidad descontextualizada de la región . Realiza también investigaciones sobre las distintas peculiaridades del Joropo en el Estado Guárico y otras regiones del país, con el fin de difundirlo no solamente a sus educandos, sino también para que los promotores culturales de la localidad los conozcan y ejerciten.
Esta destacada emprendedora y promotora cultural no solo sobresale en la modalidad del baile tradicional, sino , también elabora manualidades de larga tradición ancestral, como el de tejer hamacas o Chinchorros ,en los diferentes tipos de hilos, tal como nuestros aborígenes los realizaran antes de la ocupación del territorio por parte de los españoles y posteriormente los usaran los llaneros , para descansar o para hospedarse en cualquier sitio .Del mismo modo esta artista ,sobresale en el arte de modelar distintas figuras y utensilios de arcilla ,demostrando alta capacidad para realizar dichos objetos por su excelente técnica en realizar esta expresión plástica.
Esta laboriosa artista llanera, toma en cuenta las tradiciones heredadas por los antepasados, en la elaboración de productos artesanales, como es el caso de la del jabón de la tierra, para uso la de higiene personal y el lavado de determinados objetos. De esta manera, se preserva una tradición que ha pasado de generación en generación de la cual esta destacada educadora, especialista en la rama cultural se interesa en mantener y difundir tanto para sus educandos, como para los diferentes centros educativos donde ha laborado. De igual forma se han beneficiados las comunidades con los cursos y talleres que imparte de manera desinteresada cuando a bien la soliciten.
Esta guariqueña, es una prominente cultora del velorio de Cruz de Mayo ,una de las festividades más importantes de la religiosidad popular en Venezuela ,no solamente en la organización de dicho acto ,que consiste en la ornamentación del saltuario ,sino también como participante en las diferentes actividades de la celebración, reflejadas en juegos, cantos, oraciones y alabanzas en honor al símbolo más representativo de la religión Católica .
Toda esta actividad realizada por esta educadora, en aras de resaltar las manifestaciones de la cultura de la región, de la misma manera de su preservación y difusión en tiempos que las tendencias hegemónicas de la globalización o mundialización, quieren ejercer su dominio con una cultura única. Alida Villanueva, es una digna representante con su trabajo en defensa de la diversidad cultural y respeto por las tradiciones, irradiando de esta manera con sus actividades la integración entre los pueblos, como única vía para llegar a una sociedad más justa en que reine la paz y la solidaridad global.
Fuente: El Autor escribe para el Portal Otras Voces en Educación
Reseñas/África/Costa del Marfil/ 21 Mayo 2020/elpais.com
El Centro Eulis se encuentra en Yopougon, la comuna urbana más grande de Costa de Marfil y su creadora, Tchonté Silué, impulsa desde allí el amor por la literatura y la educación igualitaria
Dos o tres meses antes del Día del Libro allá por 23 de abril de 2017, ya pensaba en un espacio educativo, una biblioteca que, durante su infancia en la mayor comuna de Costa de Marfil, tan difícil se le había antojado encontrar. Un lugar que no fuera sustituto de una escuela, sino un complemento. Un lugar donde los libros fueran el billete para viajar, el camino para conocer y el impulso para imaginar. El espacio que ofreciera, sobre todo, la herramienta para una educación igualitaria.
Tchonté Silué es joven maestra y tiene claro que la educación tiene que reconstruirse para que todo el mundo tenga las mismas oportunidades de aprender. Tal y como se plantea ahora el sistema de la enseñanza, “aunque vayan a la escuela, los niños no tienen por qué estar aprendiendo”, matiza la fundadora del Centro Eulis, “el proceso de aprendizaje todavía es pasivo, los niños necesitan una forma de aprendizaje en la que se impliquen”.
El énfasis en la lectura emana de esta idea. Silué defiende que, al leer un libro, el niño se involucra en la historia, se ve capaz de “desarrollar su propia imaginación, mejora su vocabulario y aprende sobre temas y personajes que puede que nunca llegue a conocer”. A falta de una educación igualitaria, buenas son las bibliotecas.
Durante su infancia en la comuna urbana de Yopougon, en Abiyán, encontrar una biblioteca era como buscar el oasis en medio de un desierto. Sus años de primaria los pasó en colegios privados, y secundaria en uno de los mejores colegios públicos de la comuna. Allí, por fin, encontró una biblioteca, pero su hallazgo se frustró “con libros viejos y polvorientos”, cuenta. “Al menos existía”, se consuela.
Para la comunidad de Yopougon, el Centro Eulis es algo “inusual y poco común”, en palabras de Silué. En algunos casos ha servido de inspiración para los adultos y han recreado sus clubes de lectura en otros barrios. En especial, los niños “lo adoran”, cuenta, son a quienes más tiempo y actividades dedican. La acogida de este proyecto pionero se ha visto reflejada en los premios al emprendimiento que ha recibido. Se alzó con el premio Coup de Coeur en el Premio Orange de Emprendimiento Social en 2017 y el Premio de Impacto Social, patrocinado por el compañía eléctrica de Costa de Marfil, en los Premios Adicom 2018.
Tan importantes como los premios, o más, han sido las personas que se han acercado hasta allí para colaborar con el proyecto. En solo un año, el centro pasó de una sala con poco más de 100 libros, a dos con 1.500. En general, su fundadora asegura que la reacción fue “muy positiva”: la gente ha ofrecido financiación, trabajo voluntario o libros.
Los primeros que se pusieron en las estanterias del Centro Eulis eran de la biblioteca personal de Silué, o los compró durante el primer año en ferias, librerías informales con libros viejos, de esas que exponen su género directamente en el suelo. Más adelante, le empezaron a llegar libros de amigos, fundaciones, oenegés, personalidades políticas e incluso de gente anónima que le sigue en las redes sociales.
Cuenta Silué que lo que más les gusta a los niños son las lecturas en grupo, en las que cada uno tiene la oportunidad de leer en voz alta al menos un párrafo, y los que aún no saben leer, disfrutan escuchando. Cuando leen bien su parte, suelen conseguir dulces y eso es un incentivo. Cuando, por su edad, un niño debería saber leer y no lo hace, el Centro le da “un empujón para que lo consiga”, celebra.
Los cambios para la educación
Hay una lista larga de características que cambiaría del sistema educativo en Costa de Marfil, asegura. “El mayor problema en Costa de Marfil es que no tiene suficientes escuelas”, empieza. Esto lleva a que los profesores no sean capaces de hacer el seguimiento de todos sus alumnos y “algunos llegan al instituto y aún no saben ni leer”. Además, falta profesorado dispuesto a ir a los pueblos alejados de las ciudades principales. Hay errores que, dice, se generalizan en el sistema educativo global. Las lecciones de la escuela y los conocimientos teóricos que se pueden adquirir en ella no se adecúan a las necesidades de un mercado cada vez más centrado en la tecnología. “Se enseñan oficios tradicionales como las finanzas, contable o comunicación sin abrirlos a nuevas realidades”, destaca.
En esta nueva red de oficios enfocados a la tecnología, Silué ve la necesidad de “más dialogo entre empresas y estudiantes, programas más flexibles” en los que el estudiante pueda trabajar y estudiar a la vez para que, de esta manera, los propios profesionales del sector sean los ojos en los que mirarse de cara a una carrera futura.
Con todo ello la fundadora de Eulis admite que todos estos cambios son difíciles de llevar a cabo y, además, muy caros. Ella tiene claro cuál sería su primera medida para mejorar la educación: “poner a disposición de todo el mundo los libros”. Lucha por ello, y el resultado es que, “de forma espontánea y desde el principio”, los niños han sido los que más le han visitado.
El Centro Eulis para Silué es “su bebé”, así lo llama en el blog donde cuenta sus hazañas por el mundo. Es el proyecto de vida del que más orgullosa se siente, admite, porque no solo le involucra a ella, sino que “tiene beneficio para otras personas”.
En el pasado día del libro de 2020, con un mundo irreconocible con las calles más vacías que nunca, por la pandemia de coronavirus, Silué recomendó el libro Las 8 claves del liderazgo del monje que vendió su Ferrari: Una fábula espiritual, del autor Robin S. Sharma. Pero, sobre todo, y sea el libro que sea, sueña con que todo el mundo pueda leer uno.
Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/04/20/africa_no_es_un_pais/1587414360_492898.html
Reseñas/América del sur/Colombia/21 Mayo 2020/elpais.com
Romper el círculo de pobreza de las madres menores de edad en contextos vulnerables y enseñarlas a ser agentes de transformación social y económica en su propio terreno: esta organización en Cartagena (Colombia) lo está consiguiendo
“Esta es la condición”. Cuando Ana María Salas, madre adolescente de una niña de dos años, vecina de Cartagena de Indias (Colombia), entró a la Fundación Juanfe, se lo explicaron así, según recuerda: “Te podemos ofrecer formación técnica, y la oportunidad de conseguir un trabajo digno, con una condición: evita embarazarte por segunda vez en los próximos cinco años”.
Es una de las características más llamativas del modelo con el que trabaja esta organización. En sus inicios, hace 18 años, contribuyó a reducir la mortalidad infantil en Cartagena y, actualmente, se centra en romper el ciclo de la pobreza de madres menores de edad en contextos vulnerables y acompañarles a ser agentes de transformación social y económica.
Catalina Escobar, fundadora de la Juanfe (el nombre proviene de su propio hijo, Juan Felipe Gómez Escobar, que murió en el año 2000), explica cómo surgió la necesidad de este modelo de trabajo: “El embarazo adolescente hace que el país sea más pobre y menos sostenible. En Colombia, cuando una joven se queda encinta, con menos de 15 años, hay un 83% de probabilidades que antes de los 20 años tenga ya tres hijos. Aquí, el 74% de las menores están por debajo de la línea de pobreza”. Catalina es una emprendedora social muy conocida en círculos empresariales y políticos del país.
Ana María Salas vive en esa otra Cartagena que contrasta con la del centro histórico o de la línea de costa que frecuentan los turistas. Como ella, muchos habitantes de esta ciudad caribeña habitan en “casas de invasión”, construcciones precarias levantadas sin licencia por familias en espera de conseguir legalizarlas o de tener que mudarse a otro barrio. Esta muchacha estudia un curso de servicios hoteleros, una de las salidas laborales de más demanda en la ciudad. El período en el que la Fundación desarrolla sus programas de atención en salud, educación e integración al mercado laboral, suele durar unos dos años. Ana María conoció la Juanfe por el boca a boca de algunas amigas.
Al vivir en una casa de invasión, no dispone de todos los servicios básicos. El agua, por ejemplo, llega mediante una tubería a la que se han enganchado. Su madre, que trabaja de cocinera en un centro infantil y cobra unos 450.000 pesos mensuales (121 euros aproximadamente), es la fuente principal de ingresos de esta casa con espacios muy reducidos y que alberga a cinco familiares, incluyendo a Ana María y su hija de dos años y su hermano mayor, Adrián, de 22 años. Él no tiene trabajo formal, ni está estudiando.
“Me quedé embarazada a los 15 años”, relata Ana María. “Pero yo al menos pude estudiar la secundaria en cursos sabatinos. Creo que la fundación me ha ayudado a ser mejor persona, y a fijar metas, metas que voy a lograr”. Quedarse embarazada tan joven no fue algo que le preocupase en demasía, según confiesa. Su madre la tuvo a los 17 años. Pero ahora piensa que fue una equivocación.
Para la fundadora de la Juanfe, centrar el trabajo en las madres adolescentes es fruto del aprendizaje de errores iniciales: “Al principio quisimos trabajar con más ahínco en la prevención del primer embarazo. Pero no nos funcionaba, puesto que muchas de las jóvenes que atendíamos son hijas, nietas y biznietas de mujeres que dieron a luz muy temprano. Es muy difícil evitarlo. Es un trabajo de escala nacional que debe reforzarse desde el sector público. Nosotras queríamos un modelo replicable, sostenible, escalable y que rompiera ciclos de pobreza. Entonces, decidimos prestar más atención. Entrar a los barrios, y escuchar”.
Y escucharon a las mujeres de más edad. “Ellas fueron una fuente de información clave. Nos ayudaron a entender los problemas de las potenciales beneficiarias, así como sus verdaderas necesidades. Cambiamos el enfoque y todo empezó a ir mejor”, reconoce Catalina. “Las adolescentes empezaron a empoderarse a través de la formación y el trabajo, y así evitaban embarazarse por segunda vez. Entonces vimos los buenos resultados que ello supone en la reducción de la carga de la pobreza en el país”.
Antes de entrar a la Juanfe, Ana María tuvo que pasar los exámenes de ingreso: pruebas de lectura y escritura, entrevistas y test de personalidad. Un filtro riguroso que, según explica Eunice Cortecero, del equipo directivo del centro en Cartagena, hace que cada año entren 300 jóvenes, seleccionadas de unas 1.000 solicitudes, aproximadamente. La fundación trabaja anualmente con un total de 850 madres, sumando las de nuevo ingreso, provenientes de los barrios más vulnerables de la ciudad. “Nuestra intervención les ayuda a recuperar el hábito de estudiar, de formarse para trabajar. Las que no entran en una primera ocasión, tienen la oportunidad de volver a intentarlo, siempre que no se embaracen por segunda vez. Sólo un 5% de las jóvenes que inician el programa de la Juanfe lo abandonan”, afirma Eunice.
Hay un dato aún más revelador: el 99,7% de las jóvenes que entran a la Juanfe optan por no tener otro bebé durante el período de formación, y aún varios años después.
Tener un hijo antes de los 18
En Colombia, aproximadamente una de cada cinco embarazadas es adolescente, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Demografía y Salud del Ministerio de Salud y Profamilia, aunque la tendencia es a la baja en los últimos años. Esta situación está ligada a menores niveles educativos y socioeconómicos: el 48% solo había cursado la educación primaria.
Adrián, el hermano de Ana María, también tienen una niña pequeña que vive con su madre, de la que él se separó. Durante un tiempo estuvo limpio, pero con la separación recayó en las drogas, que llevaba consumiendo desde los 12 años. Lleva un par de semanas en proceso de desintoxicación. Mira a su hermana “como un ejemplo a seguir, una buena influencia”.
Los habitantes de Cartagena cuentan que es frecuente que no se utilicen métodos de planificación ni de protección en las relaciones sexuales. Adrián indica que su expareja se había quedado embarazada en diferentes ocasiones. ¿Qué método utilizaban para evitarlo?: “La hice abortar varias veces”.
Entonces, ¿por qué su pareja dio a luz a la niña (que hoy tiene dos años)? “Porque mi mamá es muy creyente. Va a una iglesia. Me convenció de que era un pecado. Así que le dije a mi pareja que, por esta vez, sería mejor que tuviéramos al bebé”.
En sus inicios, la fundación demostró que podía reducirse la mortalidad infantil en Cartagena. Desde los años noventa, era una de las ciudades donde más niños morían por causas evitables. Catalina se puso a estudiar esta situación, desde su experiencia en el sector empresarial y económico, tras la muerte de su pequeño.
Su familia estaba vinculada al negocio del acero. “Yo no iba a dejar el sector empresarial y un horizonte de éxito por algo que no valiese la pena arriesgarlo. Así que esto no es una ONG de una madre que perdió a su hijo. Esto es un modelo económico de desarrollo. Y la economía del desarrollo tiene el reto de demostrar su eficacia en el campo, en contextos reales”.
“El paseo de la muerte” le llamaban, en la Cartagena de aquellos años, al periplo que recorrían las madres con sus hijos enfermos de hospital en hospital sin poder recibir la atención necesaria. Y a ello, se unía la corrupción que penetró en las instituciones públicas y privadas de la ciudad. “Desde 2002, durante los primeros siete años de trabajo de la fundación, contribuimos a reducir en un 81% la mortalidad infantil en la ciudad. Podemos decir que salvamos la vida de unos 5.000 niños y atendimos a 20.000 por desnutrición crónica y severa, sin ayudas estatales”, afirma Catalina.
Durante esa experiencia, la fundación constató que alrededor del 30% de los partos que se producían en la ciudad eran de mujeres menores de edad. Fue entonces cuando viró su enfoque de trabajo: conseguir que las madres adolescentes rompieran el ciclo de dependencia y pobreza.
Actualmente, este modelo de intervención atrae la atención de diversas instituciones y centros de investigación como la Universidad de los Andes, o el Banco Interamericano de Desarrollo que han colaborado con la Juanfe en la medición de impacto de sus programas.
La financiación de la Juanfe depende principalmente de eventos y recursos privados fundamentalmente, como los que aporta la Fundación Mapfre. Además, cuentan con iniciativas de autosostenimiento, como la panadería que opera en el centro de la fundación en Cartagena. Actualmente, el modelo se está exportando a otras ciudades de Colombia, como Medellín, y también a la de otros países, como Panamá, Santiago de Chile y Guayaquil.
Desde 2014, 1.200 mujeres jóvenes formadas en la Juanfe han obtenido la certificación laboral. 700 de ellas ya trabajan en el sector de la hostelería y el turismo, principalmente. El 70% de las jóvenes que consiguen un empleo formal, continúan trabajando en la empresa que les contrató después del primer año, según datos de la fundación.
El bono de impacto social
Un ejemplo de ello, es Mabel Cecilia Iriarte. Tiene 21 años, y nació en Caracas, aunque su familia es colombiana. Mabel vino a Colombia con otros 3 hermanos, cuando tenía 11 años. Sus padres se quedaron en Venezuela durante mucho tiempo, desde donde les enviaban remesas, y los niños vivieron con parientes cercanos. Actualmente reside en el barrio Olaya Herrera, un lugar que para algunos significa violencia, pandillas, tráfico de drogas, aunque para otros no es un sitio tan peligroso como se dice.
Mabel es bailarina de música afrocaribeña y contemporánea. Transpira optimismo, es una pura sonrisa. Ahora vive con sus padres, que regresaron de Venezuela hace pocos años. Ella se quedó embarazada antes de los 18, aunque asegura que tomaba precauciones. Desde que entró a la Juanfe no ha vuelto a quedarse embarazada, y tampoco ha vuelto a tener pareja. “Hasta que tenga mi propio camino recorrido, hasta que esté más segura”, dice.
Ella es una de las 17 jóvenes de la Juanfe que trabajan en el Centro Comercial La Serrezuela. Es el único mall que se ha levantado en el entorno histórico, respetando la arquitectura de una antigua plaza de toros, y tiene un convenio con la Juanfe para contratar a las jóvenes que finalizan el período de formación. El salario de Mabel está algo por encima del mínimo en Colombia, y llega al millón de pesos (unos 270 euros, con las horas extras). Para ella representa un cambio exponencial.
Catalina Escobar es conferencista en diversos foros nacionales e internacionales, y aborda el gran reto de la sostenibilidad de ONG como la suya. “Una buena forma de atraer recursos”, dice, “son los bonos de impacto social. La sostenibilidad en las ONG depende de estrategias muy diversas. La nuestra es empresarial. Una empresa no invierte sin retorno. Todos los proyectos en los que trabajamos se basan en la economía de escala, utilizando el principio de Pareto: un 20% de inversión para un 80% de impacto y retorno”, dice Catalina. “El resultado de la inversión es una ciudad con menos madres adolescentes abandonadas y sin empleo. Y a la vez, muchas de ellas se integran a la vida económica y aportan su esfuerzo y capital para el desarrollo del país”.
Según el estudio realizado por la Universidad de los Andes con el apoyo del BID, en 2017, este modelo de intervención es rentable en un tiempo de 31 meses, lo que implica que se produce un beneficio social costo-efectivo y que aumenta exponencialmente a partir del segundo año y medio de la intervención.
En la Juanfe también se cuida de los niños de las madres que se están formando. En su centro infantil de desarrollo integral, se atiende semestralmente a unos 120 bebés. Ahora han ampliado una decena de plazas para hijos de madres venezolanas o colombianas que han regresado de la crisis del país vecino. En el centro trabaja Yorelis Figueroa. Tiene 26 años. Fue beneficiaria de la Juanfe, después de quedarse embarazada a los 16 años. Aquí se formó como técnica de atención a la primera infancia. Y desde entonces, no ha vuelto a quedarse embarazada. “Tengo aún muchas metas. Entre ellas, la de seguir estudiando. Me gustaría ser una investigadora judicial”. A Yorelis le motiva poder ayudar a esclarecer y prevenir casos de violencia y abuso. “He visto muchos en estos barrios, y me duele ver a mujeres en situación tan vulnerable”.
La fundación atendió a 30 casos de abuso sexual en un solo semestre del pasado año, comenta Eunice. “Las víctimas son niñas de entre 9 y 11 años. Un 2% han tenido un embarazo, resultado del abuso. Otro dato alarmante, en este último año es que se ha disparado la atención a personas con tendencias suicidas, muchas veces, a causa de la violencia intrafamiliar”. Es un trabajo difícil, pero Eunice afirma que, en este contexto, “lo difícil es ser indiferente”. Ella tiene un compromiso personal que parece un lema de muchos que trabajan en esta fundación: “No perder nunca la capacidad de asombrarse”.
La visita al centro se realizó antes de que las medidas de confinamiento con motivo de la pandemia se extendieran en Colombia. “La pobreza en el país se está agravando y se empieza a ver la desesperación”, afirma Catalina Escobar. Toda la actividad de la Juanfe se está desarrollando ahora de manera virtual. “El personal docente se ha reinventado y continúa con su labor para que las alumnas sigan las clases. Por ello hemos distribuido smartphones para garantizar la conexión. Hay 3.000 personas más 100 empleados que dependen de la Juanfe. Nuestra prioridad ahora es que a ninguna de las jóvenes que atendemos, muchas en condiciones extremas de pobreza, no les falte un plato de comida en la mesa”.
Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/03/23/planeta_futuro/1584958428_459337.html
Mujer polifacética, su obra pervive a 63 años de su muerte, pues se desempeñó en áreas como la educación, el activismo social y hasta la música.
Pocos son los que no conocen el nombre y al menos una parte de la obra de la chilena Gabriela Mistral. Nacida un 7 de abril de 1889, su prolífica obra literaria le valió el Premio Nobel de Literatura en el año 1945, siendo la primera latina en obtener este galardón, y seis años más tarde, alcanzó el Premio Nacional de Literatura en su país natal.
Redactora en sus inicios de periódicos locales, narradora y poetisa de gran habilidad para crear versos, el entorno rural en el que creció en la región de Coquimbo, dejaron impronta en su forma de expresarse y en su relación con la naturaleza.
Diplomática que se desempeñó como cónsul en Brasil, su obra es considerada como de las más destacadas en la historia mundial literaria.
Universidad de Chile@uchile
Lucila Godoy Alcayaga es una de las más grandes poetas de la literatura latinoamericana y nos enorgullece que sea parte del legado de las #mujeresUchile. Educadora, artista, y primera mujer Nobel de literatura en el continente, Gabriela Mistral es grande:https://uchile.cl/u8961
Mujer polifacética, su legado pervive a 63 años de su muerte, pues se desempeñó en áreas como la educación, el activismo social y hasta la música, pues escribió diferentes canciones para niños, destacándose Dame la mano.
Mistral en la educación
Maestra rural, fue en el pueblo de Montegrande, al interior del Valle de Elqui, donde Mistral desarrolló su labor pedagógica.
Sus textos hoy son obligatorios en muchos de los sistemas educacionales de Latinoamérica. Mientras que en Chile, existe la Orden al Mérito Docente Gabriela Mistral precisamente para honrar a esta abnegada profesora.
Según el exintendente de Coquimbo, Claudio Ibáñez, la figura de Gabriela es trascendental porque se adelantó y aportó una mirada inclusiva para que Chile tuviera educación gratuita y de calidad.
Ibáñez dijo que Mistral es una inspiración para conseguir una nación inclusiva y de más oportunidades, «con mejor educación, ya que es el motor del desarrollo humano».
Hace 131 años, un 7 de abril de 1889 nació la poetisa chilena y Premio Nobel de Literatura #GabrielaMistral – “Tengo la dicha fiel, y la dicha perdida…”
Adelantada a sus tiempos, la poetisa escribió incansablemente sobre los profesores, el magisterio y la educación en general. Para ella, los maestros debían siempre “mostrar las bellezas y miserias de su escuela, para crear lenta pero seguramente, la simpatía de la ciudad hacia ella, ya que solo conocer conduce a amar”.
Con la premisa de que siempre se debía enseñar, tanto en el patio y en la calle como en la sala de clase, Mistral puso en marcha las escuelas al aire libre, un método que llevó a cabo en Chile y en México.
Al respecto, la profesora de la Universidad de Chile, Leonora Reyes, advierte que Mistral alimentó con osadía y sin dogmas, “una redefinición de educación pública en que primara la diversidad cultural, de ideas y pensamientos, con el protagonismo de los sujetos que la constituyen, superando las profundas desigualdades sociales que arrecian nuestra educación y sociedad.
Lucha por la igualdad
Defensora de los derechos de la mujer, los niños, y los indígenas, según los especialistas, con Mistral nacía una activista social que pertenece junto a la escultora boliviana Marina Núñez del Prado, la pintora mexicana Frida Kahlo y la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou, a una generación de artistas latinoamericanas imprescindibles en la reivindicación de los derechos de la mujer en la región.
Gabriela Mistral (1889-1957) fue la primera persona latina en ganar el Nobel de Literatura (1945). En 1951, ganó el Premio Nacional de Literatura.
Ver los otros Tweets de Red de Ingenieras de Minas – RIM Chile
Gabriela abordó el rol de la mujer o la diversidad sexual, con un enfoque entre lo tradicional y lo progresista, y mostró su preocupación por la equidad y paridad de contenidos educativos entre niñas y niños.
Luchadora por equiparar los derechos de toda la sociedad, escribió en una ocasión: «!Más porvenir para la mujer, más ayuda! (…) Búsquesele todos los medios para que pueda vivir sin mendigar la protección. Y habrán así menos degradas (…) Hágasele amar la ciencia más que a las joyas y las sedas (…) Y se alzará con toda su altivez y su majestad».
Fuente de la reseña: https://www.telesurtv.net/news/chile-gabriela-mistral-legado-multicultural-20200406-0057.html
«Se debe dejar crecer, dejar pensar, dejar hacer, y no intervenir contra el crecimiento, el pensamiento y la acción».
Bajo esa idea, Enriqueta Compte y Riqué fundó en Uruguay el primer jardín de infantes público de América Latina en 1892 y contribuyó de forma decisiva a la enseñanza preescolar pública en el país sudamericano y en toda la región.
Pero el legado de esta educadora va mucho más allá. Algunos planteamientos que aún a día de hoy se consideran revolucionarios ella ya los implantaba en su jardín de infancia a principios de siglo XX, con métodos que resaltaban el individuo y la creatividad de los niños.
Pionera en América Latina
«Sin duda, Enriqueta Compte y Riqué es una de las precursoras de la educación latinoamericana, y sobre todo de la educación de la primera infancia», le dijo a BBC Mundo la investigadora Elizabeth Ivaldi, autora de varios artículos sobre la figura de esta precursora latinoamericana.
Fue en el pequeño país sudamericano donde desarrolló su trabajo en educación preescolar, siendo pionera de la enseñanza pública y laica.
Con solo 19 años obtiene el título de maestra en 1884, cuatro años después viaja a Europa junto con otros dos maestros seleccionados por el gobierno uruguayo.
Durante su recorrido por Bélgica, Alemania, Holanda, Francia y Suiza, la educadora uruguaya entra en contacto con el sistema froëbeliano.
El científico alemán Friedrich Fröbel creó el concepto de kindergarten (jardín de niños) y acuñó el término en 1840. El kindergarten de Fröbel se basaba en un sistema de juegos diseñados para que entendieran los principios sencillos en los que está basado el universo.
Desde el punto de vista del pedagogo alemán, «jugar es la expresión más alta del desarrollo humano. Es la libre expresión de lo que hay en el alma de un niño».
Compte y Riqué incorporó ese pensamiento y tras su regreso a Uruguay funda el primer Jardín de Infantes Público de Uruguay y toda Latinoamérica en 1892, adaptando los principios fröebelianos a la realidad uruguaya.
«Cuando llega a Uruguay, Enriqueta dijo que no iba a hacer una copia, sino que iba a desarrollar un estilo propio de la educación de la primera infancia», explica Ivaldi.
Adelantada a su tiempo
Según un artículo de Ivaldi, las crónicas de la época describen a Enriqueta Compte y Riqué como «una mujer pequeña, de una ternura comunicativa que traspasaba a las personas y a las cosas, y de una voluntad de ideas y de acción que no parecía caber en aquel cuerpo mínimo».
«Dueña de una inteligencia robusta, una memoria asombrosa y una imaginación exuberante se destacaba por su modestia, su desinterés, su enorme bondad. Repudiaba la violencia pero amaba la rebeldía constructiva».
«Enriqueta decía que era preciso saber reír con los niños y sentir simpatía por aquellos que miran, charlan, tocan y desobedecen, en lugar de considerar como mejor alumno al metódico, acartonado, vestido como si fuera un muñeco de escaparate», escribió la experta.
Gracias a sus libros de registro podemos saber cómo eran sus clases. En uno de ellos escribió:
«Creemos haber tratado a los niños como plantas de jardín y no de invernadero. Ellos están expuestos a todas las impresiones del exterior que sufren y combaten bajo nuestra dirección, pero con sus propios esfuerzos; la vida de la escuela solo se distingue de la que vendrá después en que tiene más alegrías y menos contratiempos; pero de ahí se ha de partir poco a poco; entretanto el recuerdo feliz de la infancia queda en el alma como un amparo contra el efecto de futuras tristezas».
En el aula, uno de sus principios era lo que llamó la lección del incidente.
«Le llamaba la lección del incidente a tomar un tema que viera que a los niños les llamara la atención, por ejemplo, un hormiguero en el patio del jardín, y desde allí elaboraba toda una lección, cuando estábamos en la época de las lecciones de los objetos, a partir del objeto el docente dictaba una clase», le explica Ivaldi a BBC Mundo.
«Promovía las vivencias, el escuchar a los niños… posturas que a día de hoy nos resultan desafiantes».
Para la experta «es una mujer muy adelantada a su tiempo, muy inteligente, muy trabajadora, y fue sobre todo una mujer de acción».
Ese se refleja, por ejemplo, en que Compte y Riqué incluso utilizaba la fotografía en sus aulas.
«Tenemos fotografías de esa época, sacadas por ella misma, incluso hay una en la que está ella jugando con unas niñas en la lección de bordado, porque todo esto hay que contextualizarlo en una época, cuando la fotografía no había sido inventada mucho antes, lo que llama la atención».
Una mujer comprometida
Además de crear el jardín de infantes, Compte y Riqué, dirigió un Laboratorio de psicopedagogía que funcionaba en su jardín de infancia y en el que se introdujeron las llamadas Biografías Escolares, en las que se detallaban aspectos del alumno como datos físicos, rasgos de personalidad, desarrollo del trabajo y capacidad mental.
Además, también forma a los primeros maestros especializados en alumnos preescolares.
En 1929 presentó el Proyecto de creación de la Facultad de Pedagogía para cursar las carreras de maestro y de profesor. «Con la Pedagogía tratamos de ejercer influencia sobre el alma, como los médicos tratan con la medicina, de ejercerla sobre el cuerpo para conseguir la sana integridad de sus funciones», escribió.
Ivaldi destaca que además dictó conferencias y cursos especiales, y actuó en casi todos los congresos de educación que se realizaron en América.
Pero su actividad no se detuvo en la infancia y la pedagogía.
También ejerció la presidencia de la Sección Escolar del Consejo Nacional de Mujeres y luchó por el voto femenino en Uruguay.
«La concesión de derechos políticos a la mujer transformará hondamente la condición social de los pueblos. ¿Cómo no es posible concebirlo? Es indudable que será para su provecho, pues los errores de la inexperiencia pronto quedarán compensados por el beneficio que aportarán las cualidades femeninas, al fundirse en un mismo propósito, con las del hombre».
Además, con el estallido de la Guerra Civil en España, su país natal, forma parte de la Comisión para la Paz, y fue defensora de la República y de las libertades.
Ya en sus últimos años, acostumbraba a visitar presos en las cárceles, porque creía que había que apoyarlos.
Afirmaba que «todos los seres humanos nacen buenos y que solo un medio desfavorable llega a apartarlos del bien».
A día de hoy, su jardín de infancia sigue funcionando y lleva su nombre.
En un parque de Montevideo, un monumento recuerda su legado: «A Enriqueta Compte y Riqué -1866-1849- Fundó el primer Jardín de Infantes del Uruguay- Maestra, soñó, creó, realizó con talento y amor una obra imperecedera».
Fuente de la reseña: https://www.bbc.com/mundo/noticias-51676830
Asha Ismail, que fue víctima a los cinco años de la ablación, es la fundadora de la ONG Save a Girl Save a Generation, con la que quiere romper el tabú de su propia vida para ayudar a erradicar una práctica que constituye una de las peores formas de violencia contra las niñas
Al compartir su relato, el de una niña de cinco años a la que acaban de someter a la infibulación (uno de los cuatro tipos de mutilación genital femenina), las palabras de Asha suenan como el verso suelto de un poema desgarrado:
Y dejas de correr,
de jugar como antes,
de buscar los mangos en los árboles.
Ya todo es miedo a caer,
que se pueda romper,
que se repita la misma operación;
ya no saltas a la cuerda,
ya no quieres jugar con los niños
ni descubrir lo que hay entre tus piernas.
Objetivo cumplido:
ya eres intocable.
A los 52 años, una buena parte de la vida de Asha Ismail (nacida en 1968 en Garissa, Kenia, y de etnia somalí) se quedó en aquella niña de cinco años que una mañana descubrió que el dolor era inherente a su condición de ser niña. “Aunque era una práctica presente en mi familia durante generaciones, yo me enteré el día que me tocó a mí”, explica.
En aquella escena, estaban dos de las personas a las que Asha más quería: su madre y su abuela. “Mi madre me bañó y me puso un vestido muy corto, luego me mandó a comprar cuchillas y yo compré dos. A la vuelta me encontré a mi abuela, una señora y mi madre en lo que era la cocina de mi abuela. El suelo era de barro y habían cavado un agujero”, detalla Asha quien, a medida que avanza en su relato, irá alternando el tiempo presente con el pretérito, como si aquel día nunca se hubiera terminado.
Dolor. El dolor insoportable de aquel día nunca se fue. Aquel día, aquella niña de cinco años a la que obligaron a hacerse mujer a través de la violencia, se prometió que nunca obligaría a pasar por eso a ninguna hija suya.
Mucho tiempo después, en el año 2007, y ya en España, esa promesa se convertiría en el nacimiento de la ONG Save a Girl Save a Generation, desde la que Asha y su hija, Hayat Traspas Ismail, trabajan para prevenir y erradicar la mutilación genital femenina, evitar los matrimonios prematuros de niñas y denunciar la explotación infantil.
Asha está convencida de que romper el tabú sobre la ablación entre las comunidades que la practican (dentro y fuera de sus países), es la única forma de prevenir esta forma de violencia. “Las leyes que la prohíban son necesarias, pero tienen que ir mano a mano con la voluntad de las personas y hay que conseguir esa voluntad”, explica. Su convicción no va desencaminada: según Unicef, desde 2008, más de 15.000 comunidades en 20 países distintos han abandonado la práctica de la mutilación genital femenina.
30 millones de niñas en riesgo
A pesar de estas cifras esperanzadoras todavía queda mucho por hacer. Más de 200 millones de niñas y mujeres han pasado por alguno de los cuatro tipos de mutilación genital femenina en los 26 países de África y Oriente Medio donde se practica, así como en otros 33 países donde hay población inmigrante potencialmente vinculada a esta práctica. Durante la próxima década, 30 millones de niñas se encontrarán en riesgo de pasar por esta puerta de entrada al dolor que va asociada a otras formas de violencia contra la infancia, como el matrimonio forzoso.
“En realidad, la mutilación genital femenina y el matrimonio forzado van de la mano, porque la finalidad de la mutilación es asegurar la virginidad, es intentar quitar esa necesidad sexual, que la mujer no tenga voluntad sobre su sexualidad para que conserve esa virginidad hasta que encuentre marido”, explica Asha.
“Ya todo es miedo a caer, que se pueda romper”, como contaba en su verso desgarrado.
En la noche de bodas con un hombre que ella no había elegido, Asha tenía 20 años y un miedo terrible a que algo se rompiera. “Mi vida cambió por completo ese día; si tenía alguna duda de pensar que lo que me había pasado era bueno, murió aquella noche”, relata emocionada.
De aquel encuentro con un hombre al que Asha no volvería a acercarse, nació una niña. “Me dieron a esa criatura en los brazos y yo solo pensaba: ¿por qué, por qué tenía que ser una niña?, ¿a qué mundo la he traído para que pase por todo lo que yo he pasado?”.
El despertar de un movimiento
Asha eligió llamar a su hija Hayat, que significa vida en suajili, porque con ella nació el convencimiento de que algo tenía que cambiar. Nació la fuerza para revolverse sobre sí misma y sobre toda la estructura que sostenía aquel dolor. A partir del nacimiento de su hija, Asha empezó a tejer una red de mujeres –sus hermanas, sus primas, sus vecinas– dispuestas a cuestionar una práctica que solo las había hecho sufrir y que no querían imponer a sus hijas.
Después de trasladarse a Tanzania, Asha siguió rompiendo ese silencio con más y más mujeres. La fuerza de su revolución personal iba creciendo, hasta que un día logró convencer a una madre, que iba a hacer pasar por la mutilación a sus cinco hijas, de que no lo hiciera.
Años más tarde, esa red de mujeres y madres en contra de la ablación que ya formaba parte de ella, se fue con Asha cuando se trasladó a España con sus hijos.
“La primera vez que fui a la ginecóloga en España me avergoncé y me sentí mal, empecé a temblar, a sudar… ¿Por qué me tenía que sentir así? Entendí el desconocimiento que existía y pensé: ‘¿Cuántas mujeres en mi situación no acudirán al ginecólogo?”.
Con el apoyo de su hija Hayat, Asha fundó Save a Girl Save a Generation, la ONG desde la que ofrecen información sobre la ablación a personal sanitario y educativo, a policías, a jueces y, sobre todo, a mujeres y familias que no han tenido la oportunidad de romper con el tabú y hablar sobre la ablación. En España hay 18.000 niñas expuestas a la mutilación genital. El siguiente paso en este viaje será construir un refugio en Nairobi para acoger y dar educación a todas las niñas que tuvieron que dejar a sus familias para huir de la mutilación genital femenina.
“Creo que tenemos que ser nosotras, las supervivientes, las que digamos ‘¡Ya está bien!’. Que salgan y que digan: ‘Esto ha acabado conmigo y mis hijas no lo conocerán. Ni para mí, ni para mi hija. Es una generación salvada; para mis nietas es historia’”, explica.
Cuando Hayat convirtió a su madre en abuela de una niña, Asha supo que algo había cambiado: “Ahora quería una niña porque estaba segura, sabía que no corría ningún peligro”. El viaje de esta madre por poner a salvo a muchas más niñas como ella continúa.
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MÍRALA
Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/sociedad/2020/01/30/pienso_luego_actuo/1580386762_950839.html
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