Brechas de género en la ciencia en México

Brechas de género en la ciencia en México

Eduardo Backhoff

Recientemente, escuché dos conferencias sobre las brechas que separan a las mujeres de los hombres en la actividad científica. Hoy, por ser el día de la mujer, escribo este texto en el que destaco algunos puntos de interés sobre las condiciones en que se encuentran las científicas mexicanas, dándoles todo el crédito a las doctoras que me inspiraron: Dra. Lydia B. Ladah (CICESE) y Dra. Julia Tagüeña (UNAM).

Empiezo recordando que el Día Internacional de la Mujer se celebró por primera ocasión de manera oficial el 8 de marzo de 1914, siendo uno de sus antecedentes la trágica muerte de 123 trabajadoras en 1911, que quedaron encerradas en un edificio en llamas. Sesenta años después, la ONU declara a 1975 como el año internacional de la mujer. Tres hitos en la historia de la igualdad femenina son: el acceso de las mujeres a la educación superior, el voto femenino y el uso de anticonceptivos; que se traducen, respectivamente, al acceso al conocimiento y a la ciencia, a la participación en la vida política y a la libertad sexual.

La historia mundial está llena de casos exitosos de mujeres investigadoras que echan por tierra el argumento de que no tienen la misma capacidad de los hombres para realizar ciencia. Basta con recordar a María Curie, quien obtuvo dos premios Nobel por sus descubrimientos científicos en distintas disciplinas. Sin embargo, es innegable que el camino que tienen que transitar las mujeres y los obstáculos que tienen que vencer durante sus carreras científicas y profesionales (consideradas tradicionalmente como masculinas) son siempre más complicados.

Algunos estudios de género dejan claro que siguen existiendo problemas de segregación, discriminación, injusticia y estereotipos en el campo de la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). De acuerdo con la UNESCO, a nivel mundial, cerca de la mitad de las mujeres estudian un bachillerato en ciencias, 30% estudian una licenciatura o maestría y ejercen la profesión de investigación, 10% ocupan altos cargos académicos y solo 3% han obtenido un premio Nobel. Entre los países de América Latina y el Caribe, en 2015, México ocupaba un deshonroso antepenúltimo lugar en el porcentaje de mujeres dedicadas a la investigación científica (cercano al 31%). A nivel nacional, aunque la proporción de mujeres en el Sistema Nacional de Investigación (SNI) ha incrementado hasta acercarse a 36%, solo 1 de 4 logran obtener el nivel III (el más alto). Es interesante hacer notar que en la Academia Mexicana de Ciencias la proporción de mujeres es diametralmente inferior a la de los hombres. En 2016, en ciencias exactas fue de 181 vs 1089, en ciencias naturales de 241 vs 611, en ciencias sociales de 89 vs 173 y en humanidades de 131 vs 142.
El interés que tienen las mujeres en los campos de investigación es en humanidades y en ciencias de la salud, mientras que las ingenierías y las ciencias físico matemáticas son las de menor interés. Hay que señalar que estas preferencias se empiezan a establecer desde los primeros grados escolares, en los que se induce un rol profesional de acuerdo con el género que, en muchos casos, se refleja explícitamente en los libros de texto. Por ejemplo, mientras que un hombre juega el papel de doctor, una mujer lo hace de enfermera, o mientras que un varón tiene el rol de director, una fémina lo hace de secretaria. También es cierto que, aunque muchas mujeres estudien diversas carreras de STEM, pocas se gradúan y menos terminan trabajando en la industria o en algún centro de investigación científica. Por otro lado, la maternidad puede ser un tema de discriminación laboral y hasta de despido. La condición de ser madre impide a muchas mujeres a regresar a trabajar en una jornada de tiempo completo, ya sea por la falta de puestos de tiempo parcial o por la falta de flexibilidad horaria de los empleos lo que, a su vez, también les impide ocupar puestos de alto nivel directivo.

En síntesis, a pesar de que ha habido muchos avances respecto a la igualdad de las mujeres, tanto en la ciencia como en otros ámbitos, el Informe Global de Género 2020 estima que para cerrar completamente la brecha entre hombres y mujeres se necesitarían, aproximadamente, cien años. Por desgracia, en México pudiéramos estar dando pasos regresivos, ya que en el reglamento de becas de CONACyT se establece que se suspenderá o cancelará una beca “Cuando el Becario sufra de una incapacidad temporal, médica o de otra índole…” (Art. 24, fracc III), que es el caso de las mujeres que se embarazan. Igualmente, la desaparición de fideicomisos para el apoyo a la investigación científica es un retroceso que afecta por igual a hombres que a mujeres en sus proyectos su investigación.

 

Presidente de Métrica Educativa, A.C.
@EduardoBackhoff
Fuente de la Información: http://www.educacionfutura.org/brechas-de-genero-en-la-ciencia-en-mexico/
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Méjico: ¿Qué tanta ciencia y de qué calidad se hace en México?:

Roberto Rodríguez Gómez

UNAM. Instituto de Investigaciones Sociales

Ahora que parece estar de moda cuestionar los privilegios, prerrogativas e incluso la actividad misma de quienes se dedican a la actividad científica en el país, es de interés ofrecer alguna aproximación a la pregunta que titula esta colaboración. Para ello acudiremos a algunos datos que ilustran los resultados de la producción científica nacional.

En primer lugar, los relativos al Sistema Nacional de Investigadores que, como se sabe, es una fuente hasta ahora legítima de ponderación de quienes se dedican a la investigación en ciencias, humanidades y tecnologías. La cifra más reciente, la de 2018, indica que en México hay un total de 28,633 personas que forman parte de ese sistema. Se distribuyen del siguiente modo: 6,548 en la categoría de candidato, lo que representa poco más de una quinta parte del total (22.9%). Para acceder a esta categoría, que para todos los efectos prácticos es la puerta de entrada al SNI, se necesita cumplir con dos requisitos básicos: contar con grado de doctor y haber publicado, cuando menos, un trabajo en medios académicos reconocidos. Hasta hace poco había un tercer requisito, ser menor de cuarenta años, pero ya lo quitaron.

En el nivel 1 del Sistema participan 15,145 académicos, en donde se agrupa más de la mitad de la membresía total (52.9%). El perfil del este nivel representa a quienes se dedican profesionalmente a la investigación, están adscritos a alguna institución académica y son capaces de producir, en la vigencia trianual de su nombramiento, y demostrar una producción de investigación y formación de recursos humanos sistemática y continua. El segundo nivel del SNI contiene a 4,572 investigadores (16.0%), califican para esa categoría quienes, además de mantener continuidad en su producción académica y docente, pueden demostrar que su trabajo ha tenido un grado importante de repercusión al menos en el ámbito nacional. Por último, al nivel 3, el máximo del sistema, pertenecen solo 2,368 académicos (8.3%), son aquellos que, aparte de los requisitos previos, demuestran que su trabajo es reconocido en el ámbito internacional de su disciplina.

Los estímulos que reciben los integrantes del Sistema Nacional de Investigadores le cuestan al país 4.8 miles de millones de pesos al año ¿eso es mucho o poco? Depende con qué se compare. La cifra equivale, aproximadamente, al subsidio que otorga la federación a los partidos políticos para sus gastos; es inferior al dinero que se fugó de la “estafa maestra”, o equivale a una octava parte del presupuesto para el programa Jóvenes Construyendo Futuro.

¿Qué tanta ciencia se produce en México? También depende de los indicadores que se utilicen para resolver esta pregunta. Según la publicación “Principales indicadores cienciométricos de la producción científica mexicana 2018”, elaborado por el grupo consultor Scimago, al año más reciente de registro (2017) corresponde la cifra de 23,529 textos científicos publicados por académicos de México en revistas internacionalmente indizadas. Esa cifra es muy inferior a la correspondiente a las potencias económicamente desarrolladas, pero para el promedio regional es adecuada. En América Latina únicamente Brasil supera a México, aunque con el triple de producción. En la región solo estos dos países han conseguido un promedio anual de publicaciones superior a los 20 mil textos por año en el lapso 2013-2017.

Más relevante que el dato absoluto son los indicadores de calidad. Más de una tercera parte (38.2%) de los artículos de investigadores mexicanos se publicó, en 2017, en revistas de primer cuartil (Q1). Las revistas Q1 son aquellas que, en cada una de las disciplinas clasificadas ocupan, por el número de citas recibidas a los artículos que en ellas se publican, el 25% superior de todas las revistas indizadas de su disciplina. Para decirlo coloquialmente, son las revistas “top”. Si se consideran, de manera conjunta, las revistas Q1 y Q2, resulta que los investigadores mexicanos consiguieron colocar en ellas más del 70% de su producción de 2017. Este indicador es importante como expresión de la competitividad internacional de nuestra ciencia.

Ahora bien, la enorme mayoría de las revistas clasificadas Q1 y Q2 se producen en Estados Unidos y en países europeos, las revistas mexicanas en este rango casi que pueden contarse con los dedos, son 14 en total. Ello se traduce, como indica el informe citado, que en revistas científicas mexicanas se publica apenas el 13% de la producción científica relevante, según los estándares internacionalmente reconocidos, de los investigadores nacionales. Sólo 13 por ciento, dato a retener.

También es un indicador de calidad que 2,130 de los artículos de investigadores mexicanos publicados en 2017 se ubican dentro del 10% más citado de su campo, aunque se reconoce que la mayoría de estos artículos calificados de “excelentes” son producidos por colectivos de investigación de carácter internacional. No es un mal indicador, sin embargo, porque expresa la capacidad de colaboración internacional de los científicos del país.

¿Por qué si en México se produce ciencia de buen nivel de calidad, con capacidades de proyección en los circuitos internacionales, el impacto en términos de transferencia tecnológica es escaso? Hay varias razones, pero debilitar el eslabón de producción de conocimientos no es la respuesta.

Autor: Roberto Rodríguez Gómez

Fuente de la Información: http://www.educacionfutura.org/que-tanta-ciencia-y-de-que-calidad-se-hace-en-mexico/

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