Libro: Vivir para cantarla. Vivencias y canciones de Adelis Fréitez (Autobiografía)

Reseña: 

Ficha técnica
Autor: Adelis Fréitez
Colección: Trazos y Testimonios
Género: Testimonio
Categoría: Autobiografía
Año de publicación: 2018
Formato: 14×21
Núm. de páginas: 226
ISBN digital: 978-980-14-3921-9

Adelis Fréitez deja el cuatro a un lado y se dedica a mirar el camino andado a lo largo de un país que lo oyó nacer y multiplicarse. Hablar de este momoy es convocar un pueblo que cuenta y canta, construye y cosecha, ama y se compromete. Baste con decir que es el cofundador y director de Carota, Ñema y Tajá, sabroso legado del acervo cultural venezolano, para que se nos despierte el apetito por conocer más sobre la vida de este compositor, cantante e investigador de las tradiciones musicales larenses. Plasmada por medio de historias cortas que incluyen las letras de sus canciones, algunas hasta ahora inéditas, escritas a partir de su humano tránsito, esta autobiografía rebosa de sabor a pueblo, de esa Venezuela profunda que encuentra en seres como Adelis Fréitez razones para seguir floreciendo.

Acerca del libro

“Todo el libro, me hacen decir, y con firmeza lo digo, que Adelis ¡es poeta por todos los costados! Si usted lo agarra por el norte, es poesía; si lo busca por el sur, es verso puro; si le toca el este, es canción enamorada; y si lo espera en el oeste, es estrella alumbrando oscuridades.

Todos los juegos infantiles alimentaron los sueños del compositor: metras, yoyo, trompo, papagayo. Alimentó también su infancia con los frutos de su tierra, las comidas, los dulces, los amasijos (panes caseros).

Un libro lleno de anécdotas, con mucho humor y con la sencillez característica de los larenses donde cada canción-poema tiene una raíz que la hace árbol, fruto y sombra”.

Orlando Pichardo

Sobre el autor

Adelis Fréitez

(Lara, 1943 – Barquisimeto, 2020)

Hijo y nieto de campesinos; entrañables personajes de los pueblos larenses colmaron su imaginación y alimentaron su sensibilidad con una poesía sencilla que se arriesga por las grandes causas. Siendo aún muy joven, apoyó a la guerrilla que luchaba contra el régimen de Rómulo Betancourt. Se graduó como perito mecánico en la ETI de Barquisimeto, por lo que supo armar, el 3 de marzo de 1981, el grupo Carota, Ñema y Tajá, máquina maravillosa que transforma las alegrías, preocupaciones, sustos y sueños del pueblo en canciones que han trascendido las fronteras nacionales. Ejerció como docente en diversas universidades y recibió un doctorado honoris causa de la UNESR, mas su música no ha perdido la picardía y las tremenduras de sus tiempos de niño “guaro”. De la estirpe de cantautores como Alí Primera, a quien acompañó en los legendarios tiempos del Festival de la Canción Bolivariana, quienes se han regocijado con los cantares de este patrimonio cultural disfrutarán de este recorrido por la vida de uno de los cantores imprescindibles de la maravillosa tradición musical venezolana.

Link de descarga: http://www.elperroylarana.gob.ve/wp-content/uploads/2018/07/vivir_para_cantarla.pdf

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«Cerrado por fútbol» (recordando a Galeano)

Por: Aram Aharonian
Cuando el Mundial comenzó, en la puerta de mi casa colgué un cartel que decía: Cerrado por fútbol. Cuando lo descolgué, un mes después, yo ya había jugado sesenta y cuatro partidos, cerveza en mano, sin moverme de mi sillón preferido. Esa proeza me dejó frito, los músculos dolidos, la garganta rota; pero ya estoy sintiendo nostalgia.”, escribió el escritor uruguayo Eduardo Galeano, quien no diferenciaba muy bien a un hincha de un fanático.

La mayoría de sus textos sobre fútbol quedaron dispersos en su obra publicada, pero también varios inéditos y verdaderos hallazgos hizo el periodista Ezequiel Fernández Moores en “Cerrado por fútbol”, que reúne todo lo que Galeano ha escrito, antes y después de ese texto célebre, sobre el deporte que más amó: historias dispersas o escondidas en todos sus libros, además de textos completamente inéditos, perdidos o…

En él recopila anécdotas conmovedoras y divertidas del Galeano “futbolero” y testimonios de sus amigos Joan Manuel Serrat, Chico Buarque y Jorge Valdano, como la crónica en la que, con sólo 23 años, llama “traidor” al Che Guevara en persona por haber adquirido en Cuba la pasión por el béisbol.

Durante años, décadas, Galeano recopiló anécdotas sobre fútbol, en mesas de bares y restoranes, en servilletas de papel (primero) o en pequeñas libretitas (luego) desde la de un jugador que recibía una vaca por cada gol, pasando por el relato de los diez futbolistas que se pintaron la cara de negro en solidaridad con su compañero discriminado por la hinchada.

Y cuando llegaba la hora de algún partido de fútbol trascendental, se encerraba en su estudio, televisor por medio, y admitía allí solo a pocos amigos. Solo a aquellos que compartían la misma pasión por Nacional de Montevideo o por el celeste de la selección uruguaya y estaban dispuestos a no hablar por hora y media.

Galeano miraba el fútbol como “cochino negocio”, como espectáculo, como soporte publicitario, y pese a todo, como espejo fiel de la realidad y espacio para el encuentro colectivo y la pasión popular. Para él, el fútbol expresaba emociones colectivas, esas que generan “fiesta compartida o compartido naufragio, y existen sin dar explicaciones ni pedir disculpas”.

“Desde chico quise ser jugador de fútbol. Y fui el mejor de los mejores, pero sólo en sueños, mientras dormía. Al despertar, no bien caminaba un par de pasos y pateaba una piedrita en la vereda, ya confirmaba que el fútbol no era lo mío. Estaba visto, yo no tenía más remedio que probar algún otro oficio. Intenté varios, sin suerte, hasta que por fin empecé a escribir”.

Era un patadura. Por suerte se dedicó a dibujar primero y a escribir después. Pero se apresuró en irse: teníamos cita para ver este Mundial (por televisión), recordando que una vez, cuando éramos muy chicos y no existía la televisión, escuchamos por radio la transmisión del partido desde el estadio Maracaná de Río de Janeiro –en la voz del inolvidable Carlos Solé- en la que la Celeste se consagraba campeón del Mundo.

“Era incomprensible: los uruguayos, tan distantes y respetuosos siempre, se abrazaban en las calles. Centenares en 18 de Julio (la principal avenida de Montevideo) escuchaban por altoparlantes ubicados en General Electric, La Vascongada y el London Paris, la transmisión de don Carlos Solé. “El fútbol produce milagros”.

Hasta hoy, 68 años después, escuchamos en las radios el relato de aquel golazo del Ñato Ghiggia, con un lagrimón rodando por la mejilla. Es difícil ser uruguayo y no amar el fútbol, después de dos consagraciones olímpicas en 1924 y 1928 y el primer campeonato mundial en 1930, en el Estadio Centenario de Montevideo. Es que Uruguay ingresó a la geografía mundial a las patadas, diría Galeano.

Antes de la final contra Argentina en las Olimpíadas de 1928, el periodista Nobel Valentini y el futbolista Álvaro Gestido crearon, sobre un motivo mundial popular, un verdadero himno de guerra: «Vayan pelando las chauchas/ aunque les cueste trabajo/donde juega la Celeste, todo el mundo boca abajo».

La letras no tiene nada de provocatico: En aquella épocas de amauterismo, en las ligas se jugaba por el asado o por el puchero, y el equipo que perdía debía pelar las chauchas para la ensalada

Xico Sá, amante del fútbol real como buen brasileño, señala que Oscar Tabárez, de 71 años, entrenador del equipo que eliminó a Portugal de la Copa del Mundo, con el espíritu del profesor primario, oficio que ejerció por décadas en las afueras de Montevideo, no deja de dar instrucciones hasta hoy a jóvenes jugadores uruguayos, con visitas a museos, estudios de mapas y visiones sobre botánica, entre otros diálogos sobre la existencia. El fútbol, ​​para el técnico, no es sólo una cuestión de fuerza física y esquemas tácticos, pasa por la idea de formación de las personas.

Diego Lugano, el excapitán de la Celeste por muchos años, deletreó parte de la cartilla del maestro: «Antes de ser jugador de la selección uruguaya, usted necesita ser un buen ser humano para jugar con ella. Tabárez sólo convoca profesionales con valores éticos. Eso importa más para él que ser un gran jugador. Si coincidirán las dos cosas, eso es óptimo, pero esa es su idea. Para estar en la selección, primero uno debe tener esos dos requisitos: valores y ética. Si uno es un buen jugador o no, viene después”.

Galeano sostenía que no era fácil ser cronista o periodista deportivo. Cuando uno escribía bien, enseguida lo pasaban a otra sección “más seria”. Y recordaba el vía crucis de Osvaldo Soriano, gran escritor argentino, quien murió sin poder ser periodistas deportivo: “Pero no, Gordo, estás loco, ¿en Deportes? No. Lo tuyo está en Sociedad o en Cultura”, le dijo Rodolfo Walsh cuando Soriano intentó cubrir Deportes en el diario Noticias. Y el Gordo, mascullando bronca, dio media vuelta y se fue.

Me retracto: Galeano sí sabía la diferencia entre un hincha y un fanático.

*Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=243793&titular=%22cerrado-por-f%FAtbol%22-(recordando-a-galeano)-

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Libro: El arte de amargarse la vida. Autor: Paul Watzlawick

Resumen: El nuevo libro de Paul Watzlawick se puede leer medio en broma y medio en serio. Es posible que el lector encuentre en este libro algo de sí mismo, a saber, su propio estilo de convertir lo cotidiano en insoportable y lo trivial en desmesurado. Además, aun cuando el autor no lo confiese en ninguna parte, este libro constituye una única y extensa «prescripción sintomática», un doble vínculo terapéutico muy al estilo del denominado «Grupo de Palo Alto». El psicoterapeuta o asistente seguramente sabrán leer entre las líneas de estas páginas maliciosas mucho material que tiene un significado directo para el diálogo terapéutico: metáforas, viñetas, chistes, anécdotas socarronas y otras formas de hablar del «hemisferio derecho», que son infinitamente más eficaces que las interpretaciones solemnes y graves de las actitudes erróneas de los humanos

Link de Descarga: http://www.geocities.ws/rpgfphin/ElArtedeAmargarselaVida.pdf

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