Por: Olga r. Sanmartín
Yván Pozuelo, docente de Francés en Gijón, ha sido expedientado por calificar a todos sus estudiantes con la misma nota
El profesor de Gijón Yván Pozuelo tiene la costumbre de poner un 10 a todos sus estudiantes de la asignatura de Francés. Dice que «les da confianza», que «se puede aprender sin angustia», que «el estrés no incentiva el progreso del alumno» y que «la nota es un freno para el aprendizaje». No utiliza libros de texto, trabaja por proyectos y evalúa «de forma holística». El examen consiste en que sus alumnos adolescentes preparan un vídeo y se graban debatiendo, versionando el primer capítulo de El Principito o leyendo el poema Querido hermano blanco del senegalés Léopold Sédar Senghor, y él comprueba «si han cumplido el objetivo». «Corregimos lo que ha fallado y el estudiante se pone su propia nota», explica. «Si acierta, le pongo otro 10 porque también valoro la destreza en la autoevaluación».
La Consejería de Educación del Principado de Asturias ha sancionado a este docente con ocho meses de suspensión de empleo y sueldo por «atentar contra el derecho del alumnado a la evaluación objetiva» en el instituto público Universidad Laboral de Gijón. Él sostiene que lleva más de una década calificando de la misma forma sin que nadie le hubiera llamado antes la atención. «La Loe y la Lomloe me avalan, porque hablan de distintos aprendizajes y distintos ritmos; hasta la Lomce dice que todos los alumnos tienen talento. No entiendo que se pueda dar el título con suspensos y a mí se me expediente por poner dieces. Los suspensos no tienen sentido en un aprendizaje competencial: un alumno puede tener un 4,5 en un examen tradicional pero un 10 en competencias», argumenta Pozuelo.
Este hijo de emigrantes asturianos criado en París, que estudió con beca en La Sorbona y es doctor por la Universidad de Oviedo, representa el lado más extremo de una corriente educativa que es partidaria de que los suspensos no sean el único indicador para pasar de curso, que defiende que hay que dar el mismo título de la ESO a alumnos con distintos niveles de conocimiento y que aboga por eliminar los exámenes de recuperación. La aprobación de la Lomloe ha alentado a estos docentes, que rechazan una escuela «tradicional» donde, en su opinión, «los alumnos memorizan sólo para el examen y después se olvidan». «Estamos en un momento educativo histórico. Cada vez hay más profesores y padres que piensan como yo», dice Pozuelo, que, además de profesor de instituto, es evaluador de Erasmus+, forma parte de tribunales de tesis doctorales y pertenece a la Junta Directiva del Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española.
«TODOS QUERÍAN UN 10»
Confiesa que, al principio de su carrera, él mismo era un profesor «tradicional». Pero poco a poco comenzó a darse cuenta de que «el sistema no funcionaba». «Hace años, durante un ejercicio de 1º de la ESO, una alumna que no solía sacar grandes notas respondió perfectamente y le puse un 10. Se emocionó. Su compañera de pupitre, que era de dieces tradicionales, se emocionó aún más hasta abrazar a su amiga. Luego todos querían que les verificase si lo habían hecho igualmente muy bien y les pusiera el 10. Me pedían que les dejase volverlo a intentar, y así hasta que lo hacían bien y les anotaba su 10. Y así les vi esforzándose más. Ese día fue impactante para mí, lo recuerdo con los latidos del corazón a tope», evoca. Ahí fue cuando comenzó a rumiar «la rebelión del 10», que es también el subtítulo de su libro ¿Negreros o docentes?
«Yo veo a mis alumnos motivados y que progresan», asegura. «Saben, por ejemplo, quiénes son Molière y Jacques Brel, conocen las fechas clave de la Revolución Francesa y manejan las principales expresiones. Mi método quizá va más lento, pero todo lo que tienen que saber lo acaban aprendiendo, aunque sea un mes después. Lo hacen a su ritmo».
Pozuelo sigue ejerciendo a pesar del expediente. Lo hará hasta que se resuelva definitivamente su recurso ante la Consejería de Educación. Ahora da clases de FP en la Escuela de Turismo y Hostelería de Gijón, donde continúa poniendo notas de 10 a la inmensa mayoría de sus alumnos. «No voy a hacer otra cosa», advierte. «Por lo menos, hasta que la ley educativa cambie para indicar expresamente que el aprendizaje es una competición».
«Independientemente de su esfuerzo y rendimiento»
La Inspección abrió en 2019 una información reservada a Yván Pozuelo, que llevaba 14 años en el IES Universidad Laboral de Gijón, donde era jefe de Departamento de Francés. Según el pliego de cargos, se le imputa «haber calificado y calificar a todos sus alumnos con la misma nota, 10, independientemente de su dedicación, esfuerzo y rendimiento, atentando contra el derecho del alumnado a la evaluación objetiva». Se le atribuye «negarse a hacer la evaluación formativa», «no llevar registros veraces y efectivos de los rendimientos de su alumnado, careciendo de pruebas objetivas», y «entremezclar criterios de calificación, reducidos a una distribución de valores ponderados». Otro cargo ha sido «omitir elementos esenciales del currículo oficial, como reducir a ocho estándares de aprendizaje los 30 criterios de evaluación establecidos». A finales de septiembre le comunicaron la inhabilitación, que ha recurrido. «Esta condena no se pone ni a profesores que han cometido delitos», se queja, y dice que irá a la vía contencioso-administrativa. La Consejería asegura que el procedimiento «ha sido absolutamente garantista».
Fuente de la información: https://www.elmundo.es
Imagen: JORGE PETEIRO