Los viejos edificios patrimoniales de la capital constitucional de Bolivia, Sucre, reviven gracias al trabajo de jóvenes de grupos vulnerables que han aprendido a restaurar la arquitectura colonial del lugar con la ayuda de la cooperación española.
El colegio Zudañez, la Casa de la Libertad, la Catedral y otros templos coloniales de esa ciudad, declarada en 1991 como Patrimonio Cultural de la Humanidad, son algunos edificios en cuya restauración han participado los estudiantes de la Escuela Taller Sucre.
La iniciativa de crear un centro de formación así surgió en 1992 con motivo del quinto centenario del descubrimiento de América, explicó a Efe el director de la institución, Domingo Izquierdo.
Entonces se planteó trasladar a América el modelo del programa de escuelas taller desarrollado en ciudades patrimoniales de España para favorecer la inserción social y laboral de jóvenes en riesgo de exclusión formándolos en la recuperación del patrimonio cultural.
«Ese es uno de los grandes logros de la escuela: jóvenes titulados que se insertan en un mercado laboral, que transforman su vida para bien y la de sus familias. Y paralelamente como un efecto colateral está el patrimonio restaurado. En ese sentido, la escuela taller también restaura vidas», dijo Izquierdo.
Tras el cierre hace unos años de una escuela similar en Potosí (otra ciudad boliviana de arquitectura colonial), la de Sucre es ahora la más antigua de Bolivia y desde su apertura en 1998, por sus aulas han pasado alrededor de medio millar de jóvenes.
Las capacitaciones tienen una duración de dos años y benefician a muchachos de entre 16 y 24 años, de escasos recursos, que no han terminado la escuela y que estén desempleados.
La escuela funciona con cinco talleres, cada uno con 15 alumnos que aprenden sobre albañilería, carpintería en madera, carpintería en metal y forja, instalaciones eléctricas y sanitarias.
Uno de sus actuales estudiantes es Gabriel Gálvez, de 22 años, un apasionado por la construcción quien se capacita para hacer que las casas patrimoniales «luzcan como se veían antes».
«Siempre me ha gustado trabajar en este tipo de construcciones (…) Como estudiantes aprendemos por qué estamos haciendo este trabajo y por qué debemos valorar las casas antiguas», declaró Gálvez.
En la escuela taller no hay restricciones en el oficio, ya que las capacitaciones se imparten por igual a hombres y mujeres, y de ello puede dar testimonio Martha Maquera, de 23 años.
«Estoy aprendiendo a hacer cielos falsos, cielos rasos, a revocar muros o a hacer presupuestos. Antes yo no sabía ni agarrar un badilejo (llana)», relató Maquera a Efe.
Destacó que la restauración permite «no perder esa herencia que nos han dejado los antepasados».
Bajo el lema «Aprender trabajando», los estudiantes se capacitan con un 30 % de teoría y un 70 % de práctica, realizada primero en modelos a escala y luego, cuando los jóvenes ya han adquirido suficiente destreza, pueden intervenir en trabajos contratados por la alcaldía, la gobernación de Chuquisaca o la Iglesia católica.
En 2012, el Ministerio de Educación reconoció la formación que imparte la Escuela Taller Sucre y le autorizó titular a sus estudiantes en los niveles de técnico básico, auxiliar y medio.
Inicialmente, la escuela tuvo cursos para restauración de pinturas, esculturas e incluso de documentos, pero ahora se centró en los bienes inmuebles porque, según Izquierdo, los jóvenes aprenden sobre construcción y eso les permitirá trabajar no sólo en edificios antiguos, sino también en obras nuevas.
La escuela comenzó a funcionar con un 80 % de financiación de la cooperación española y un 20 % de las autoridades locales.
Como la idea del programa de escuelas patrimoniales es transferir gradualmente el proyecto a las entidades locales, la de Sucre opera ahora con un 60 % de aporte del municipio sucrense, un 30 % de la cooperación española y un 10 % de la Gobernación de Chuquisaca.
La escuela funciona en la que fue una casa de acogida para niñas huérfanas, que con la intervención de los estudiantes ha adquirido un nuevo aire.
No obstante, ahora está riesgo la continuidad de su funcionamiento, pues el convenio que el centro tenía con la Gobernación para ocupar el edificio ha concluido y existe la posibilidad de que en cualquier momento les pidan desalojarlo.
Para Izquierdo, una de las soluciones sería que el ayuntamiento les otorgue otro edificio patrimonial para que puedan establecerse o la gobernación les ceda definitivamente el que ahora ocupan.
Y es que, según el director de la escuela taller, aún «queda mucho por hacer» por la restauración patrimonial de Sucre, una ciudad que vive fundamentalmente del turismo.