Los escenarios de conflicto pospandemia

Por: Edgar Isch L.*

El uso de términos bélicos para describir la pandemia ha sido una característica comunicacional sin poca importancia. Estamos en guerra, se dijo por todos los medios, se habló del enemigo invisible y se propuso medidas autoritarias que acompañaron al discurso médico: estados de emergencia, toques de queda, militarización de las calles, fueron parte de ellos.

Lo más serio, fue comparar a quienes llevaban adelante las medidas de cuidado como soldados de la primera línea de combate en esta guerra, ratificando la visión que sólo de allí pueden salir los héroes. La metáfora bélica era simple, pero a la vez peligrosa por convincente. Y al mismo tiempo se resaltaban las guerras comerciales, la guerra contra la migración sin papeles o el pedido del alto al fuego de procesos bélicos que, en general no pararon o se disimularon, como en el caso de los asesinatos diarios de dirigentes populares y de excombatientes en Colombia.La geopolítica de la pospandemia, por Joseph S. Nye | Columna | COVID-19 | Coronavirus | Pandemia | China | Estados Unidos | OPINION | EL COMERCIO PERÚ

Efectivamente, el “Nuevo Orden Internacional” pacífico que anunciaron tras la caída del Muro de Berlín, nunca se acercó a ser real. La crisis multilateral del sistema se agudiza; el neoliberalismo, lejos de debilitarse sigue como la línea económica central, combinada en ciertos casos con medidas keynesianas; la globalización se ajusta al nuevo mapa geopolítico; lo común se presenta superior a la propiedad privada; y, las guerras, sean armadas o económicas, se presentan como un escenario potencialmente factible.

Pandemia y escenarios próximos

Según las posiciones ideológicas y los intereses de clase, hay muchas proyecciones de como la crisis, agudizada por la pandemia, cambiará al mundo.  Estas parten generalmente de proyecciones como las siguientes:

  • Según la OCDE, se espera al menos una reducción de más de 15 % en la producción de las economías avanzadas y de las economías de los países emergentes.
  • Según la Organización Internacional del Trabajo de la ONU (OIT), en el segundo trimestre se perdió un 14% estimado de horas laborales por la pandemia, equivalente a 400 millones de empleos a tiempo completo y se espera que el desempleo siga creciendo. Nuestro continente será el más afectado y, en el caso ecuatoriano, estiman que 850 mil trabajadores estarán en el desempleo a finales de año.
  • El tele trabajo y otras formas de desregulación laboral, incluyendo la uberización de las más diversas actividades han crecido exponencialmente, sobreexplotando a los de abajo.
  • La FAO y el Programa Mundial de Alimentos, organismos igualmente de la ONU, advierten que 27 países se verán amenazados por hambrunas generalizadas, mientras afectará a millones en todo el mundo, especialmente a desempleados que no podrán comprar los alimentos básicos. La cifra venía creciendo cada año y se estima que en 2019 ya eran 130 millones quienes padecían inseguridad alimentaria aguda.
  • CEPAL anuncia una crisis alimentaria en América Latina, a pesar de ser la región que podría alimentar al mundo.
  • Al mismo tiempo, las formas industrializadas y llenas de químicos que se emplean en la producción intensiva de alimentos, continúan con consecuencias negativas a pesar de las pruebas de la superioridad, en todo sentido, de la agroecología. En las corporaciones cárnicas se van generando nuevos virus (ya se conoce una nueva variedad de gripe porcina que podría expandirse), lo que se suma a la destrucción de una defensa natural que tenemos en la naturaleza silvestre, en los ecosistemas sanos.
  • Continúa imparable la dirección hacia un mayor cambio climático y sus efectos negativos, mayor contaminación, así como a la gran extinción de especies,
  • En lo social y en lo político, la situación es igualmente difícil. Aún en condiciones de pandemia, las movilizaciones populares se hacen sentir; en otros países, se espera la presencia social en las calles que dé continuidad a las luchas realizadas entre octubre y diciembre del año pasado. Las contradicciones en las clases dominantes de los grandes países también se reflejan en los gobiernos y parlamentos y en esos mismos países los pueblos ocupan las calles para hacer oir su voz.

Estas o cualquier otra proyección señalan que la recuperación del sistema no será fácil y tardará en llegar. Por eso, algunos de sus defensores insisten en la aplicación del recetario neoliberal, lo que anticipa un mundo peor que el actual (Byung-Chul Han). También están quienes plantean que se refuerza una tendencia a la “refeudalización” económica, que ya venía expresándose en los mercados y acumulación de riquezas, pero que ahora se fortalece con el apoyo de los bancos centrales, especialmente de las potencias, a los grandes propietarios de empresas transnacionales (Hans Krysmanski y Olaf Ralteimer). En ambos casos, la democracia liberal deja el lugar a formas más autoritarias de poder burgués.

De manera diferenciada, están los que plantean reformas más o menos importantes, mientras otros plantean reformas que “corrijan” al capitalismo o lo “humanicen”. Usan nombres como capitalismo progresista (Joseph Stiglitz), socialismo participativo (Thomas Piketty), Green New Deal (Bernie Sanders), retorno al keynesianismo y el Estado de bienestar con una renta universal para todos los ciudadanos (varios) o democracia económica (Joe Guinan y Martin O’Neill).

Todos se basan en un optimismo que no encuentra muchos hechos que lo sustenten. La expresión mayúscula de ese optimismo es confiar que la epidemia (y no los pueblos) le dé un golpe mortal al capitalismo y provoque un salto cualitativo hacia un “comunismo reinventado”(SlavojZizek).

Casi se puede decir que hay anuncios para todos los gustos. Es obligatorio, sin embargo, señalar cuatro elementos que se minimizan en ellos: la presencia de una creciente lucha de clases que se expresa en lo económico, ideológico y político; las lecciones del comportamiento de esas clases en grandes crisis del pasado; los límites que la naturaleza pone al desarrollo capitalista; ylas opciones revolucionarias que pueden surgir desde los pueblos y desde las izquierdas, aunque no sea de manera inmediata.

Lo que vendrá, no llegará sin confrontación de intereses de clase y lucha social, ni será resultado mecánico de la pandemia. Los pueblos tendrán que aprender de esta nueva experiencia y escribir ese nuevo momento histórico para defender y recuperar el sentido común de la sociedad humana.

La guerra como necesidad del capitalismo en crisis

 Lenin señalaría entre las características de la etapa imperialista del capitalismo tanto el reparto del mundo como la guerra cuando este ya no convence a las partes. Con la guerra, en momentos de depresión, se ha destruido fuerzas productivas para reorganizar el sistema, de manera que es en sí misma un negocio capitalista.

Hay que recordar que la industria bélica es la única, junto al narcotráfico, que no ha entrado en crisis y que, en las últimas décadas otro negocio millonario ha sido la “reconstrucción” del país destrozado tras la guerra, tal como fue el reparto entre empresas, principalmente norteamericanas y alemanas de la reconstrucción de Irak.

De manera que las contradicciones de la época tienen el trasfondo de la guerra. Unas veces, directas, pero hoy las potencias acostumbran más a enfrentar a otros países para satisfacer sus intereses. El caso actual de Libia, en que puede decirse que casi todas las potencias están metidas a través de facciones internas, es un ejemplo. Lo fue también, en su momento, la guerra que fragmentó a Yugoslavia, que tuvo en cada bando contendor a alguna potencia.

No solo que el presupuesto militar ha crecido a niveles record, sino que en los países de mayor impacto del COVID/19, como Italia, las empresas de armamento no pararon y se las consideró “vitales” como los alimentos. En 2019, el gasto militar mundial tuvo un aumento del 3,6 por ciento en comparación con 2018, continuando la tendencia mundial a la carrera armamentista de los últimos años, llegando a un billón 917 mil millones de dólares de gasto mundial en armas en 2019[i].

Tarja Cronberg, miembro del SIPRI, interpreta el aumento y especialmente el gasto de los EE.UU, China y Rusia -que están entre los 5 primeros – como prueba de la creciente rivalidad entre las tres grandes potencias. Con su presupuesto armamentista, los EE.UU. por sí solos representan el 38% del gasto mundial en armas.

Amela Skiljan, coordinadora del InternatuionalPeace Bureau (IPB), ayuda a desglosar para ayudarnos a comprender su magnitud: Ese billón 917.000 millones de dólares anuales significan un gasto militar mundial de 60.800 dólares por segundo. Ello representa el negocio de la venta de armas y de conflictos militares sin fin, junto con la agudización de la rivalidad entre las potencias.

El mundo no ve todavía una guerra directa entre las grandes potencias. El petróleo, por ejemplo, se disputa en guerras locales y con la careta de conflictos internos o regionales, con guerras híbridas o de cuarta generación, apoyando o no a organizaciones como el Estado Islámico o destruyendo países, preparando otras guerras como una posible agresión imperialista contra Venezuela, cuyos pasos no se han detenido en momentos de pandemia. Las guerras están al orden del día y para las potencias hay otro objetivo: inviabilizar a los estados nacionales, convertirlos en “estado fallidos”, con lo cual se publicita una labor “civilizadora” e incluso “humanista” que justifica cualquier cosa que realicen.

Parte de la escalada de los conflictos está en las sanciones unilaterales y al margen de cualquier legislación internacional que realiza principalmente Estados Unidos y que ha momento le enfrenta incluso con sus más cercanos aliados.

Lo bélico permite ver una suma de dos contradicciones: la del imperialismo y países dependientes y la interimperialista. Por supuesto, los Estados que no quieren las cadenas de dominación están en condiciones duras. El llamado “frente de la resistencia” de Oriente Medio se muestra decidido a enfrentar a distintos niveles la agresión, pero hacia dentro tienen sus propios conflictos al aplicar medidas autoritarias, sectarias y neoliberales. No son una verdadera alternativa, pero, en todo caso, demuestran disposición a luchar por la independencia y en defensa de sus recursos naturales.

Precisamente nada sería como es si no se tuviera también una estrategia de desarrollo capitalista que implica, parafraseando a Marx, la destrucción de las dos fuentes de riqueza: las clases trabajadoras y la naturaleza. Volver a la “normalidad” es también fortalecer los procesos que fracturan la simbiosis entre sociedad y naturaleza, retornar al extractivismo feroz en medida que se recupera la producción y el consumo, poner a las empresas por encima de cualquier expresión o base para la vida.

Mientras la naturaleza sea tratada como un enemigo al que hay que dominar, estaremos en una guerra de la que la humanidad será la mayor víctima e inevitablemente derrotada. En cuanto eso ocurra, toda forma de economía que cuide la vida será despreciada. El capitalismo, así como es incompatible con la protección de la naturaleza de la que somos parte, es contrario también a las formas sociales de economía del cuidado, así como seguirá aprovechando la economía del cuidado a escala doméstica para descargar los costos de la reproducción de la fuerza de trabajo en la familia de los productores o productoras.

Esto último nos liga a las nuevas expresiones de la lucha de clases. En 2014, Waren Buffett, uno de los más grandes millonarios del mundo, dijo claramente: «Hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo esa guerra, y vamos ganando». Ahora ello incluye la destrucción de derechos alcanzados tras largas luchas.

El teletrabajo se usa para desvanecer la diferencia entre tiempo de trabajo y tiempo de socialización, el tiempo máximo de trabajo también se pierde, los hogares pasan a ser oficinas pero las que el patrono no paga ni por equipos ni por alquiler, el que quiere trabajar debe tener los recursos de trabajo que ya no le proveerá el patrono, los salarios decaen y los controles sobre la vida de cada uno se intensifican teniendo la vigilancia electrónica del “gran hermano”.

La agudización de las contradicciones no es una condena

Aunque se identifique que la cuarentena dio tiempo a la gente para pensar, para llevar una vida familiar y revalorizar lo más importante, estos son procesos que pueden darse a nivel personal o de las familias, especialmente de las que viven en pobreza. Los millonarios, prácticamente siguieron su vida de siempre, siguieron teniendo sirvientes en todos los campos, incluyendo a muchos presidentes y diputados.

Al mirar por clases y sectores de clase, veremos que puede haber cambios solo debido a quelas disparidades e injusticias sociales se han hecho más evidentes para muchos, caen las imágenes paradisíacas de las potencias, se puede visibilizar directamente que tenemos que restablecer la simbiosis con la naturaleza a partir de respetarla, la violencia patriarcal no pudo esconderse y las mujeres dieron las mayores batallas por la vida y, ahora, tuvimos la oportunidad de valorar más el trabajo de un campesino, una enfermera o de quienes limpian las calles, que lo que hacen una serie de gentes que solo sostienen el sistema de opresión.

Comprenderlo, no es automático. Por ello las organizaciones populares y de izquierda mantuvieron reuniones y asambleas, escuelas de formación, debates, expresiones de protesta y alternativa. La mayoría debieron ser realizadas con el empleo de las mismas tecnologías usadas para alienarnos, revirtiendo su uso y su contenido. Otras, en caceroladas, plantones y marchas que rompieron incluso los toques de queda.

Dijeron que hay alternativas, que la vida puede cambiar para bien, que es momento de juntar las luchas. Dijeron que no se quiere la “normalidad” sino la humanidad, que la vida es más importante que las ganancias de pocos.

Con ello, queda claro que las contradicciones se agudizan, que hay expresiones de la guerra entre el pasado y el futuro en todos los planos, pero que son los pueblos, sus hombres y mujeres, sin distingo de cultura o de color de piel, los que tendrán la última palabra. Y si mujeres y jóvenes han sido los más fuertemente afectados por la crisis general y por la pandemia, son también quienes presentan más acción y fuerza resistente, demostrando que no será aceptado fácilmente el retorno a la “normalidad”.

La historia está por escribirse y nos dará a conocer cual es el escenario que finalmente se convierte en realidad. Felizmente quienes trabajan por un escenario de transformaciones radicales y revolucionarias para superar el capitalismo, van creciendo, en distintas formas, alrededor del mundo. Muchas esperanzas también crecen a partir de ello.

[i] Según datos del SIPRI (Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo).

*  Académico y ex ministro de Medioambiente de Ecuador. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Fuente e imagen: CLAE (estrategia.la)

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Francia: El maquillaje feminista de Macron al G7

Una vez más, el verano se interrumpe con las noticias de naufragios y barcos de salvamento que no pueden llegar a puerto, y –mientras el Mediterráneo se convierte en una gran fosa en la que dejar morir personas– las fuerzas de seguridad españolas y francesas se preparan para convertir Biarritz en una burbuja de hierro para proteger la cumbre del G7 a cualquier precio.

Sin embargo el presidente Macron, siguiendo la estela de su predecesor en la presidencia del G7 –el presidente canadiense Trudeau–, se esfuerza en construir una fachada amable alejada de los discursos proteccionistas y misóginos de Trump. Vuelve a hablar de “incluir a los que la globalización ha dejado atrás”, pretendiendo la enésima refundación de la globalización capitalista con objetivos como “luchar contra la desigualdad de oportunidades”, “impulsar una transición ecológica”, “luchar contra el terrorismo” o “impulsar el desarrollo digital y la inteligencia artificial para combatir la desigualdad”.

Así, mientras Francia se esfuerza en presentar los países de la alianza del G7 como los paladines de la libertad y la democracia, pretende pasar por alto que el G7 es el ejemplo perfecto del poder feudal y patriarcal, en el que una élite decide el futuro de todo el planeta. Eso sí, esta vez con invitados especiales, como los presidentes de Sudáfrica, Australia y Chile, además de un “Consejo Consultivo para la igualdad entre hombres y mujeres”. Con los que quieren incorporar otros países y sociedad civil en un intento de legitimar la existencia del grupo.

Podemos prever, por tanto, una nueva escenificación de las supuestas diferencias entre un capitalismo proteccionista y conservador y un capitalismo liberal. Esta disputa, encabezada por Estados Unidos y Reino Unido, por un lado; y por Canadá, Francia y la Comisión Europea, por el otro, tiene el cambio climático y la igualdad de género como algunos de sus temas estrella. Pero, a pesar de las discusiones acaloradas, la guerra de fondo real consiste en ver quién gana la carrera de la innovación digital y la carrera por el acaparamiento de unos recursos cada vez más escasos.

Es evidente, por tanto, que, a pesar de los esfuerzos franceses por vender la cumbre haciéndose eco de reivindicaciones feministas, ecologistas y decoloniales, las negociaciones van a ir por otro camino. El capitalismo se encuentra en una crisis profunda, marcada por el estancamiento, los límites del planeta y una crisis de la deuda en ciernes; y las grandes economías que forman parte del G7 necesitan recuperar posiciones en el tablero global para no perder su ventaja.

En este contexto, más allá de las retóricas feministas o ecologistas, hay un consenso en favor de una salida basada en un mayor autoritarismo y represión –el blindaje de Biarritz y la frontera lo demuestran–; una profundización de los procesos de privatización, extractivismo y mercantilización a través de la nueva oleada de tratados comerciales; la privatización de las tareas reproductivas que sostienen la vida; la apuesta por el capitalismo digital, como falsa salida a la crisis ecológica; y la consolidación del poder corporativo y la impunidad empresarial.

Desde hace tiempo el movimiento feminista ha dejado claro que no nos creemos los supuestos discursos feministas o igualitarios destinados a legitimar el neoliberalismo, y menos si vienen a encubrir políticas neofascistas que profundizan los procesos de expulsión capitalista; ya que estas políticas las llevan a cabo tanto los Trump como los Macron. De nada nos sirve la creación de un Consejo Consultivo formado por mujeres diplomáticas, premios nobel, empresarias, abogadas, grandes fundaciones, actrices… en el que no nos vemos representadas; que niega a las migrantes, campesinas, refugiadas, lesbianas, bisexuales, trans… mientras se apropia del feminismo.

Además, sus propuestas de inclusión en un contexto neoliberal no dejan de ser una parodia, basada en el mito del emprendedurismo individual; como si la solución para la desigualdad fuera convertirnos todas en empresarias, aunque estemos endeudadas, empobrecidas y con aún más tareas de las que hacernos cargo, debido a la mercantilización de los medios necesarios para reproducir la vida. Las propuestas del Consejo Consultivo de poco servirán mientras se sigan promocionando tratados comerciales y de seguridad que impactan de forma diferencial en nuestra vida cotidiana, criminalizan la pobreza, profundizan las desigualdades, el desempleo y la informalidad, además de endeudar nuestras vidas.

Si la preocupación por la desigualdad, la seguridad y la violencia machista fuera real, la agenda del G7 tendría que centrarse en cómo parar la desposesión de territorios, garantizar el acceso a bienes y servicios básicos, crear vías seguras para migrar y garantizar condiciones de trabajo dignas. Por todo ello, este agosto en Biarritz, nos tocará decir como las Argentinas frente a la cumbre del G20: «No en nuestro nombre». No dejaremos que los seis hombres y una mujer que encabezan el G7 utilicen la “lucha por la igualdad de género” para encubrir sus políticas neoliberales y neofascistas.

Fuente de la Información: https://vientosur.info/spip.php?article15076

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