Ser o no ser mercancía. He ahí la cuestión

Por: Ecoportal/20-10-2017

El debate sobre la “descomoditización” es antiguo. Comenzó bien antes de la fundación del Movimiento Vía Campesina (1992) y del mote creado por el activista campesino José Bové – “El mundo no es una mercancía” (1999).

Esa discusión se ha desarrollado en fines de la década de 1980 e inicio de la de 1990 entre algunos operadores de commodities y de futuros desde la adopción por banqueros y políticos de la teoría neoliberal de Milton Friedman, de la escuela de Chicago.

El origen de los mercados futuros es también anterior al capitalismo. Su historia está registrada hace milenios en China y en India entre los pueblos nómades que llevaban mercancías de un lado a otro cruzando los desiertos de Asia, África y del Este Europeo y combinaban el precio futuro (canje) cuando regresaran a la puerta de la casa del comprador portando sus encargos. Los chinos son los mayores, en volumen de negocios, y los más agresivos operadores de commodities y de futuros del mundo.

Mercados siempre existieron con o sin capitalismo, pero con el capitalismo los trueques se han tornado monetarios, es decir, en lugar de cambiar las cosas por otras cosas, por ejemplo, un pedazo de carne por un pan, una gallina por un kilo de harina, se pasó a cambiar las cosas por moneda (dinero). De ahí lo que se hacía de forma limitada y por subsistencia (para atender a las necesidades básicas) pasó a tener otra connotación relación de valores.

Se puede discutir los canjes de seres humanos por comida, de niños por animales, entre tantas otras que también existían antes del capitalismo y aún persisten con toas las duras conquistas por los derechos humanos y ambientales. El fenómeno de mercantilizar cosas y personas o lo que debe o no ser mercancía, la ética y que tipo de valores pautan esas actitudes, independientemente de ideologías y religiones, se debe estudiar a la luz de la ciencia económica, social, política, jurídica y, sobretodo, a la luz de la psiquiatría. Solamente el ser humano mata por placer. Las demás especies no actúan de esa manera.

Volviendo a los mercados futuros y tomando como ejemplo el caso de matemático chino David X. Li, cuya fórmula elegante, la Cópula de Gaussian, ha sido reproducida por los operadores de Wall Street. El método de David X. Li fue adoptado por todos, desde los inversionistas en títulos, los bancos de Wall Street, agencias de calificación de riesgo (rating) y regladores. Y se tornó tan profundamente enraizado en el “modus operandi” del sistema financiero que muchos hacen dinero con ese modelo matemático, pero ignoran las advertencias sobre las limitaciones del uso de esa metodología y sus potenciales riesgos. No existe probabilidad cero en los mercados futuros. Siempre habrá riesgos proporcionales al tamaño de las ganancias. Y eso, dependiendo del volumen financiero de la aplicación, los riesgos pueden ser también correspondientes a la capacidad de impulsar (velocidad y volumen entre alta y baja) de esos mercados. Así, se estima que para cada gramo de oro, se multiplica en torno de 100 veces la posibilidad de que se realice con pérdidas.

El modelo de David X. Li se deshizo, produciendo fallas que aparecieron desde el inicio de la crisis de 2008 con la quiebra del Banco Lehman Brothers, tragando billones de dólares y colocando en riesgo la sobrevivencia del sistema financiero internacional, que como una cotorra, repite las mismas prácticas sin cualquier fundamento técnico cuando se trata de ganar dinero rápido con el mantra: “tenemos que aprovechar las oportunidades que las crisis nos proporciona”.

Modelos matemáticos

¿Sería la fórmula matemática y su autor responsables por el rombo de Wall Street?

La tragedia se encuentra en el subprime, el sistema multimillonario que permitió que los fondos de previdencia, compañías de seguro y los fondos de hedge (cobertura) prestaran billones de dólares para las empresas, países y compradores de casas.

La responsabilidad, en verdad, es de quien utiliza la fórmula inadvertidamente, hasta porque, en un mercado desreglado, nadie esta obligado a utilizar una metodología, a no ser que sea impuesta por fuerza de ley o por un lobby poderosísimo como esta ocurriendo con la adopción de la TEEB (The Economics of Ecosystems and Biodiversity – La Economía de los Ecosistemas y de la Biodiversidad), informe que fue coordinado por el físico y economista indiano Pavan Sukhdev. Cómo utilizar la TEEB e interpretarla también debe ser de responsabilidad de los que de ella se utilizan. Pero no significa que a partir del momento en que la ONU adopta esa metodología no se la debe cuestionar para lo que y con qué objetivo la TEEB fue concebida.

Como economista brasileña, de origen beduina-palestina, me recuso aceptar fórmulas matemáticas y modelos económicos impuestos de arriba para abajo y de fuera hacia dentro, probando teorías financistas con seres humanos y el ambiente. Soy autora de una fórmula matemática que por cuestiones de seguridad, noción de riesgo y por no subestimar la inteligencia ajena, aún no he revelado y no pretendo revelar tan pronto.

Diferentemente de David X. Li, no la hice para que ganen dinero con ella y también, a ejemplo del ejecutivo indiano egreso del Deutsche Bank, Pavan Sukhdev, no la hice por encomienda de los banqueros, no de las corporaciones ni de la ONU.

Fue por convicción de que era necesario introducir una célula benigna en el cuerpo de la economía cancerígena que produce metástasis, como la de la crisis de 2008, que la he desarrollado. Inicié el diseño de esa fórmula en 1990 motivada por la guerra Irán-Irak, con mi experiencia práctica como operadora en los mercados de commodities minerales, oro, petróleo y derivativos (derivado de activos o futuros). Como lo dije anteriormente, la discusión sobre descomoditización ocurrió mucho antes de la fundación de la Vía Campesina y de la notoriedad alcanzada por José Bové con su lucha antiglobalización y anti industrialización inspirando los Fóruns Sociales Mundiales.

Sobre la fórmula que he creado, se trata de secuencia numérica que decodifica las matrices de las commodities ambientales. Es la descomoditización del patrón convencional que determinó el sistema que promueve la comoditización. Como la palabra descomoditización es más complicada y de difícil explicación, tornándose una expresión tanto cuanto la palabra commodity, cuñé la expresión commodities ambientales. Sobre ese tema esclarezco en el artículo Pos-Rio+20 – Reflexiones conceptuales sobre la comoditización de los bienes comunes.

Comprendo la historia de los activistas indianos contra la comoditización, ya que ellos han sido las principales víctimas de esos modelos irresponsables y utilitaristas por los alumnos de la escuela neoliberal de Milton Friedman. Curiosamente, el ejecutivo coordinador del controvertido y cuestionable informe TEEB es un indiano.

Pero, no será porque la palabra commodities está demonizada con toda razón se la debamos omitir, ignorarla o mismo sustituirla por otra que intente minimizar sus consecuencias sin que se discuta la esencia de su significado o cómo podemos combatir el sistema que se tornó un gran problema socio ambiental. ¿Quién dijo que commodity tiene que ser lo que es? Aquí en Brasil se la utilizan hace 517 años sin traducirla y, principalmente sin contestación. Fueron los europeos y estadounidenses los que nos hicieron tragarla con su manera tecnológica de hacer con que las produzcamos, pagando por ellas una miseria, mientras los productores rurales, los agricultores y campesinos, corren todos los riesgos de clima, zafra, financiero, además del riesgo de precificación.

Así, como la receta de un médico prescribe “diclofenaco de sodio” nombre tecno-científico, se habla de biodiversidad, ecosistemas, biomas en el “biologués”, me sirvo de los nombres técnicos y científicos en economía y finanzas para prescribir un remedio, peso no me atrevo a aplicarlo sin antes analizar con la sociedad si tendrá efecto positivo o negativo. Tampoco tengo la pretensión de producirlo sola, pues considero esa alquimia un conjunto de muchos factores, siendo necesario el envolvimiento de diversos actores socio-ambientales en esa larga operación. Cuanto a conceptuar, aún es algo que, para que tenga el resultado deseado, debe ser asimilado por un considerable grupo de mentes pensantes. De lo contrario, no será concepto, puede ser apenas un amontonado de ideas interesantes o no.

Estoy de acuerdo con la ecofeminista y científica Vandana Shiva cuando afirma: “alimento no es commodity”. De hecho, alimento no puede ser resumido a algunos productos de exportación, por ejemplo, soya, caña, vacuno, pinos y eucaliptos. La palabra commodity no encuentra traducción literal en portugués, por eso aparece en la literatura financiera en inglés, por tratarse de una expresión mundial en finanzas y comercio exterior.

Derecho a alimentación

Como seres humanos nos alimentamos con muchos productos, y mejor y más saludable sería si producidos sin venenos, como los agro-tóxicos. Infelizmente, esa manera de producir aún es parte de nuestra alimentación urbana (fast food). Son esos dichos “alimentos” que se compra en supermercado y en las ferias, con pocas excepciones, con la agroecología a disputar espacios restringidos en los supermercados y a precios inaccesibles para la mayoría de los mortales.

La científica Vandana Shiva dice algo que se debe considerar a la luz de la ciencia económica, ya que la producción de commodities ni nos alimenta y ni nos mantiene financieramente. Hace mucho tiempo dejó de ser alternativa económica, generando empleo y renta en el campo para ser concentración del capital en manos de los que han capitalizado con la “oportuna “ falta de política agropecuaria, de soberanía y seguridad alimentaria que actualmente hacen parte de las más urgentes reivindicaciones de campesinos, sin tierra, comunidades tradicionales y pueblos de la floresta: la reforma agraria y el derecho a la tierra.

Sin embargo, no se puede afirmar que “alimento no es mercancía” utilizando la palabra en portugués sin explicarla. La afirmación “alimento no es mercancía” no encuentra respaldo en la realidad y en el imaginario de las personas comunes (no politizadas). Puede ser palabra de orden, expresión derivada del habla justa y necesaria de José Bové, que encontró apoyo en Vía Campesina. Esa si encuentra respaldo en la realidad en que vivimos en esa economía de mercado, al afirmar que “el mundo no es una mercancía”- sea en que idioma sea – “el mundo no es una commodity”.

A ver: alimento es mercancía si, porque aún lo tenemos que comprar en el supermercado, en la panadería, en los mercados y otros sitios. También el Estado no suministrará alimento gratuito. Mera ilusión creer que el Estado dará comida gratis para todo el contingente de más de 7.5 mil millones de seres humanos en este planeta, sin contar, claro, los demás seres vivos.

Seguramente, como defiende Vandana Shiva, “alimento no es commodity” porque, al fin, el monocultivo intensivo (un único cultivo), que el uno de los cinco principales productos de exportación, no nos alimenta y ni podemos dejar de alimentar con otras variedades que son más importantes y garantizan la seguridad alimentaria y nutricional, como raíces, verduras, legumbres, frutas, cereales, hojas verdes, cáscaras, miel de abeja, especias leche, huevos, harinas, carnes diversas (vacuno, ovino, porcino, aves) pescados, frutos del mar, sin contar las plantas que curan. Medicamentos pueden ser tradicionales o alternativos. ¿Por qué nos matamos con la medicina convencional, con drogas que vician y provocan daños colaterales?

Así, propongo adoptar otra frase  que me parece más adecuada a lo que se pretende comunicar: “alimento es derecho humano y de los demás seres vivos”. No se puede dejar los demás seres vivos fuera de esa cuestión considerando lo aprendido con el eco-historiador y ambientalista Arthur Saffioti, que presenta el desafío del nuevo paradigma naturalista organicista contemporáneo.

El paradigma mecanicista sigue impregnado en el ser humano occidentalizado, ahora de forma práctica. Por otro lado, emerge un nuevo paradigma, que se podría llamar de naturalista organicista contemporáneo. En lugar del “pienso, luego existo”, plantearse ahora el “cómputo, luego existo”. Computar es procesar las informaciones y transformarlas en conocimiento para la vida. Todos los seres vivos –unicelulares o pluricelulares- computan. Luego, todos pueden ser considerados sujetos y objetos.

Si entendemos que “alimento es derecho humano y de los demás seres vivos”, enarbolamos una bandera que encontrará respaldo en el imaginario de las personas y levantará un cuestionamiento fundamental: ¿por qué tengo que comprar alimentos caros y malos en los supermercados? ¿si es que se puede considerar alimento lo que esta en el supermercado. ¿Si le da una papinha industrializada para su bebé lo estará alimentando?

Con esas indagaciones entre otras, provocamos inquietudes y, de esa forma, promovemos una discusión filosófica y más eficiente en las mentes, en los corazones y en los estómagos, concienciando a las personas sobre qué es lo que finalmente estamos produciendo y consumiendo.

Podemos comenzar filosofando como el poeta y dramaturgo inglés William Shakespeare: “Ser o no ser mercancía: he la cuestión”.

Notas
  1. Descomoditización – acción de no producir mercancías con patrón industrial, manteniendo criterios diferenciados como las producciones artesanas y tradicionales de dulces, quesos, harinas entre otros alimentos y productos.
  2. Milton Friedman fue uno de los más destacados economistas del siglo XX y uno de los más influyentes teóricos del liberalismo económico. Principal apóstol de la Escuela Monetarista y miembro de la Escuela de Chicago, además de defensor del laissez faire y del libre mercado. Friedman fue consejero del gobierno chileno de Augusto Pinochet y muchas de sus ideas han sido aplicadas en la primera fase del gobierno Nixon y en buena parte del gobierno de Ronald Reagan. Era el padre del teórico David Friedman. Disponible en
  3. TEEB: La iniciativa The Economics of Ecosystems and Biodiversity nació en 2007 durante el encuentro de ministros del Medio Ambiente del G8+5 en Potsdam, Alemania, y comenzó a funcionar en 2008 bajo coordinación del ejecutivo Pavan Sukhdev, del Deutsche Bank El objetivo era abarcar el valor económico de los servicios de los ecosistemas y de la biodiversidad a fin de protegerlo de más destrucción y acciones predatorias. El informe final del estudio fue lanzada en 2010 durante la 10ª Conferencia de las Partes (COP 10) de la Convención sobre Diversidad Biológica en Nagoya, Japón.
Referencias
EL KHALILI, Amyra. Pós RIO+20: Reflexões conceituais sobre a “comoditização” dos bens comuns. Disponível em portugués:  <http://operamundi.uol.com.br/dialogosdosul/pos-rio20-reflexoes-sobre-a-commoditizacao-dos-bens-comuns/04042017/>  e español <http://operamundi.uol.com.br/dialogosdelsur/pos-rio20-reflexiones-sobre-la-comoditizacion-de-los-bienes-comunes/04042017/>
EL KHALILI, Amyra. Ser ou não ser mercadoria: eis a questão!. Fórum de Direito Urbano e Ambiental – FDUA, Belo Horizonte, ano 13, n. 74, p.77 -80, mar./abr. 2014.
SALMON, Felix. Recipe for Disaster: The Formula That Killed Wall Street. Disponível em: <http://www.wired.com/techbiz/it/magazine/17-03/wp_quant?currentPage=all>.
UNMÜßIG, Barbara. Ninguém pretende colocar etiquetas com preços na natureza. Entrevista concedida a Pavan Sukhdev. Disponível em: <http://br.boell.org/web/50-1433.html>.
OLIVEIRA, Péricles de. Agronegócio, um modelo esgotado. Entrevista concedida a Vandana Shiva. Brasil de fato. Disponível em: <http://www.brasildefato.com.br/node/15564>.

Por Amyra El Khalili
Colaboradora de Diálogos del Sur. Amyra El Khalili es profesora de economía socio-ambiental y editora de las redes Movimiento Mujeres por la P@z y Alianza RECOs – Redes de Cooperación Comunitario Sin Fronteras.

Ecoportal.net

http://operamundi.uol.com.br/

Comparte este contenido:

España: La contaminación causa medio millón de muertes anuales en Europa

Europa/España/Septiembre de 2016/Autor: Antonio Madridejos/Fuente: El Periódico

Más de 500.000 personas mueren de forma prematura en Europa todos los años como consecuencia de problemas vinculados a la mala calidad del aire, según datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), y buena parte se podrían evitar reduciendo la cantidad de vehículos en circulación, especialmente en las ciudades más densamente pobladas. Una vez las industrias y las plantas de generación energética se han retirado de los núcleos urbanos y se han modernizado la mayoría de las calderas, la gran asignatura pendiente de las ciudades es ahora las cuatro ruedas. «Y muy particularmente el vehículo privado puesto que es mucho más difícil regular su uso», destaca Xavier Querol, especialista del CSIC en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA), en Barcelona.

«Todas aquellas ciudades que han emprendido medidas decididas para restringir el tráfico o la circulación de los vehículos más contaminantes han reducido enormemente la presencia de contaminantes en el aire», prosigue Querol. En este sentido, el investigador del CSIC recuerda como ejemplos que las ciudades de Estocolmo y Milán han limitado el número de coches en circulación en un 20% y un 30%, respectivamente, mediante la instalación de un peaje de acceso al centro urbano. Y sin traumas reseñables. «En las ciudades que lo están haciendo bien se nota enseguida el cambio», añade Pablo Muñoz, portavoz de Ecologistas en Acción.

Las micropartículas que expulsan los vehículos por el tubo de escape como resultado de la combustión del petróleo, y en menor medida las originadas por el rozamiento en el asfalto, los neumáticos y las pastillas de freno, pueden inhalarse y acabar llegando a los alveolos pulmonares y al cerebro hasta ocasionar graves afecciones cardiacas, problemas respiratorios y diversos tipos de cáncer, advierte la AEMA. Y, además de la mortalidad directa, todo ello tiene un gran impacto económico al aumentar los costes médicos y reducir la productividad por los días de trabajo perdidos.

ALGO MÁS QUE UN PROBLEMA AMBIENTAL

«La gente ha de ver que esto no es un problema meramente ambiental, sino un grave problema de salud», recuerda María Neira, directora de Salud Pública de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las estimaciones europeas calculan que anualmente mueren en España de forma prematura unas 33.000 personas por la exposición a un aire de mala calidad, 20 veces más que las ocasionadas por los accidentes de tráfico. «La mayoría de los habitantes de las ciudades europeas, incluidas las españolas, siguen expuestos a unos niveles de contaminantes atmosféricos que la OMS considera peligrosos», insiste Muñoz.

El tráfico está muy implicado en la generación de PM, dióxido de nitrógeno (NO2) y ozono troposférico (O3), los tres contaminantes atmosféricos «más problemáticos para la salud humana», como los define la AEMA. En el caso del NO2, un resultado de la combustión de los motores y muy particularmente de los diésel, además de precursor del O3, los coches son responsables de más del 40% de la generación total europea y del orden del 70% en los ambientes urbanos. En cuanto a las PM en ciudades, se estima que los coches generan el 50% del total, aunque es un valor muy variable puesto que entran en juego cuestiones como las condiciones meteorológicas y las obras en la calle. Por si fuera poco, el transporte es además responsable del 25% de las emisiones industriales de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero.

Según Querol, en todos los apartados regidos por las política ambiental europea «ha habido grandes progresos». El especialista del CSIC cita la obligatoriedad de los filtros para partículas en los coches diésel, en vigor desde el año 2009. «Un coche actual emite como 35 de 1992», destaca. Asimismo, la regulación de la quema en las centrales térmicas ha reducido al mínimo desde el 2008 las emisiones de dióxido de azufre.

Fuente: http://www.elperiodico.com/es/noticias/medio-ambiente/dia-sin-coches-contaminacion-trafico-causa-medio-millon-muertes-anuales-europa-5400170

Comparte este contenido:

Banco Mundial: Promover una alianza para lograr la seguridad hídrica en todo el mundo

16 de Septiembre de 2016/Autora: Jennifer J. Sara/Fuente: Banco Mundial

La comunidad mundial relacionada con el agua se reúne en Estocolmo con ocasión de la Semana Mundial del Agua 2016. (i) El tema de este año, “Water for Sustainable Growth” (Agua para el crecimiento sostenible), llega en un momento crucial, cuando nos estamos movilizando para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en los cuales el agua es un elemento esencial. (i)

El agua está presente prácticamente en todos los aspectos del desarrollo, ya que impulsa el crecimiento económico, sustenta los ecosistemas saludables, y es fundamental para la vida. Sin embargo, el agua puede amenazar y promover la salud y la prosperidad. Los peligros vinculados con el agua, entre ellos las inundaciones, tormentas y sequías, son actualmente responsables de 9 de cada 10 desastres naturales, y se espera que el cambio climático aumente esos riesgos. El riesgo de conflicto e inestabilidad se podría también acrecentar a medida que los recursos hídricos estén bajo una mayor presión.

En las próximas dos décadas, y posteriormente, la competencia entre los sectores de la agricultura y la energía con las ciudades por el uso del agua generará nuevas y mayores presiones en el sector hídrico. Actualmente, más de 4000 millones de personas viven en zonas donde el consumo de agua es mayor que los recursos renovables durante un periodo del año, y esta cifra seguirá aumentando.

A medida que cambiamos nuestra visión tradicional del agua y comenzamos a poner el tema en el centro del diálogo sobre el desarrollo, los países que están en la primera línea enfrentan nuevas oportunidades y desafíos financieros, económicos, ambientales, sociales y técnicos, y otros problemas complejos.

De hecho, el mundo no podrá lograr los ODS del siglo XXI sin asegurar que exista seguridad hídrica para todos en todo el mundo. Los ODS brindan una oportunidad al Banco Mundial y a los asociados en la tarea del desarrollo de apoyar de manera conjunta la visión de la seguridad hídrica para todos en todo el mundo, mientras se busca poner fin a la pobreza a más tardar en 2030 e impulsar la prosperidad compartida para el 40 % más pobre de la población.

De cara al futuro, hemos identificado cinco temas prioritarios para ayudar a los países a lograr los ODS relacionados con el agua: sostenibilidad, inclusión, instituciones, resiliencia y financiamiento.

  • Para abordar el desafío de la mayor escasez de agua y asegurar que los resultados se mantengan en el futuro, es necesario un nuevo enfoque sobre los múltiples aspectos de la sostenibilidad.
  • Sin embargo, sin la existencia de nuevos esfuerzos para mejorar la inclusión, muchos aún no podrán aprovechar los beneficios del agua y serán afectados de manera desproporcionada por los desastres vinculados con el agua.
  • Para ayudar a los países a lograr mayor sostenibilidad e inclusión, es necesario invertir en las instituciones, así como en infraestructura. Esto constituye una importante enseñanza extraída durante la implementación de los objetivos de desarrollo del milenio (ODM).
  • Crear instituciones e infraestructura necesarias para tener acceso universal y prácticas más sostenibles de gestión del agua requiere un gran aumento en el financiamiento para el sector del agua, lo que solo puede lograrse con el mejoramiento de la viabilidad financiera y la movilización de fondos de los donantes para aprovechar otras fuentes de financiamiento.
  • En un mundo de mayores crisis y presiones relacionadas con el agua, los países deben asegurar que la resiliencia constituye un aspecto medular del sector hídrico.Estos temas son la base de nuestro trabajo sobre una nueva alianza para lograr la seguridad hídrica en todo el mundo, que será respaldada por los donantes. A través de ella, ampliaremos nuestros esfuerzos encaminados a enfrentar problemas sistemáticos —como la capacidad institucional y el desafío de proveer suficiente agua para los servicios de los ecosistemas—, junto con nuestros esfuerzos de larga data dirigidos a proveer saneamiento y agua potable para todos.

En la conferencia de la Semana Mundial del Agua de este año en Estocolmo (Suecia), el Banco Mundial participará en una variedad de sesiones y talleres, (i) en las que se tratarán estos temas. Esperamos analizarlos con usted y encontrar juntos soluciones.

También puede visitar nuestra exposición en la caseta 26 para saber más de nuestro trabajo o conversar acerca de oportunidades de alianzas e intercambio de conocimientos. Mientras tanto, lea nuestra serie de blogs sobre la Semana Mundial del Agua (i) y siga en contacto con nosotros a través de nuestra cuenta en Twitter: @WorldBankWater.

Nos aguarda un futuro de gran necesidad de agua y de incertidumbre. Pero mediante la aplicación de reformas apropiadas, los Gobiernos pueden ayudar a impedir que las personas y los ecosistemas queden a la deriva en un mundo expuesto a perturbaciones más severas relacionadas con el agua y tendencias desfavorables en materia de precipitaciones pluviales.

Fuente: http://blogs.worldbank.org/voices/es/promover-una-alianza-para-lograr-la-seguridad-hidrica-en-todo-el-mundo

Comparte este contenido:

Economía enferma, planeta enfermo

Por: Marcelo Colussi

I

Quien escribe estas líneas no es economista ni especialista en cuestiones ecológicas. Es un ciudadano más del planeta, ni rico ni famoso, uno más del colectivo. Pero como tal me considero con derecho –¿con obligación también?, moralmente, creo que sí– a opinar y a tomar partido por cuestiones que tocan a todos. La economía dominante de nuestras sociedades, el capitalismo, está enferma. O más aún: no ha enfermado recientemente sino que nació enferma. De hecho: tiene un mal incurable. Es genético, no tiene escapatoria.

Eso se evidencia en la injusticia reinante (aspectos estructurales), en los descalabros coyunturales como las crisis financieras que se viven cíclicamente (que pagamos, básicamente, los pobres), y en términos de perspectiva histórica como especie: la destrucción de la civilización es una cruel posibilidad, tanto por la catástrofe medioambiental en curso como por la guerra nuclear total. Según se nos dice con conocimiento profundo (la ecología es una ciencia ya ampliamente desarrollada), los actuales modelos económicos de producción y consumo están produciendo desastres en el medio natural con consecuencias catastróficas y probablemente irreversibles. Actuar contra el capitalismo es actuar contra la injusticia, y más aún: es actuar a favor de la sobrevivencia de la vida en nuestro planeta.

El capitalismo, guerrerista como es en su esencia, no puede prescindir de las guerras. Eso lo alimenta, es una escapatoria para sus crisis, es negocio. De hecho, en Estados Unidos, la principal economía capitalista, un 25% de su producto bruto interno viene dado por la industria militar, y uno de cada cuatro de sus trabajadores se ocupa en esa producción. Eso es una locura, sin salida, que nos tiene reservada la muerte como punto de llegada…¡pero eso es el capitalismo más desarrollado!

Valga este ejemplo: de activarse todo el arsenal atómico disponible en este momento (que comparten unas pocas potencias capitalistas con Estados Unidos a la cabeza junto a Rusia y China) no quedaría ninguna forma de vida en el planeta. Más aún: colapsaría la Tierra, probablemente fragmentándose, con efectos igualmente tremendos para Marte y Júpiter, en tanto las consecuencias de la onda expansiva llegarían a la órbita de Plutón…, pero todo ese espectacular desarrollo científico-técnico no logra terminar con el hambre en el mundo (un muerto por inanición cada 7 segundos). ¡Eso es el capitalismo!

Junto a esa catástrofe, tenemos el deterioro del medio ambiente. “Cambio climático” es un tendencioso eufemismo que encubre la verdad: el modelo depredador de desarrollo impulsado por el capitalismo ha provocado desastres monumentales en nuestro planeta. Si el clima cambia, no es por procesos naturales sino por la alocada intervención humana en búsqueda de lucro, de ganancia económica.

Según la hipótesis conocida como Gaia, formulada por el científico Lovelock, el conjunto de la biosfera –la atmósfera, los océanos y la superficie externa de los suelos– se comporta como un todo coherente donde la vida –su componente característico– se encarga de autorregular sus condiciones esenciales tales como la temperatura, la composición gaseosa de la atmósfera, la composición química y salinidad en el caso de los océanos, etc. Gaia, con su infinita paciencia de millones de años, y desde el punto de equilibrio en que se estabilice ante cambios catastróficos que pudieran sobrevenir, comenzaría siempre un nuevo proceso evolutivo de la biosfera residual (sea a partir de reptiles, de hormigas o escarabajos, o simplemente de bacterias extremófilas). De esta forma, Gaia juega así como un sistema auto-regulador retroalimentado que tiende al mantener el equilibrio de la biosfera y conservar un entorno físico y químico óptimo para la vida en el planeta. Pero una interpretación interesadamente errónea de esta teoría desprecia las cautelas del Principio de Precaución alegando que no hay que preocuparse por las agresiones ambientales humanas, pues el planeta se encarga de autorregularse. Lamentablemente ello no es así; hay más que sobrados motivos para preocuparnos: la intervención del ser humano está creando condiciones que pueden hacer imposible la continuación de la regulación.

La composición gaseosa de la atmósfera no es una constante universal, aunque haya permanecido invariable desde la aparición de la especie humana, desde hace dos millones y medio de años, con elHomo Habilis en el África, hasta ahora. A cada composición distinta de la atmósfera han ido correspondiendo otro espectro bacteriano y otros seres vivos primitivos (animales y plantas). La proporción de la atmósfera ha ido variando sucesivamente hasta llegar a la composición actual. En estos momentos la proporción de los gases de la atmósfera (21 % de oxígeno, 78 % de nitrógeno, 0.032 % de dióxido de carbono –CO2–) es vital para nuestra supervivencia (solo pudieron aparecer el ser humano y los mamíferos superiores cuando se alcanzó ese nivel), siendo muy estrecho el margen de variación que podemos tolerar. Esta atmósfera es la que ahora se está modificando por las actuaciones del propio ser humano (por su voracidad de ganancia económica). Los registros del contenido de CO2 (que se remontan hasta hace 800.000 años) indican que actualmente la proporción es la mayor que existió durante todo el tiempo registrado, y sigue aumentando continuamente por encima de lo previsto por los científicos. Paralelamente, también se está acelerando el deshielo en los polos y glaciares más rápidamente de lo previsto.

Se tiende a evaluar el transcurso del tiempo por la duración de la vida humana o de una generación. Esta consideración cortoplacista nos hace insensibles ante cambios sustanciales en la evolución de la biosfera que está produciendo la actividad humana, (a pesar de que su aceleración es miles de veces superior a la evolución previsible naturalmente) y sin que, como interesadamente podría decirse, «haya ocurrido ninguna catástrofe contrariando lo que algunos pronosticaban» . Pero eso da una falsa sensación de seguridad, con lo que se puede despreciar –no sin cierta cuota de irresponsabilidad, o arrogancia incluso–, el Principio de Precaución. La aparición de signos ostensibles de alteración significativa de la biosfera es lenta, por la gran inercia debida a sus mecanismos de estabilidad y autorregulación. Sería ingenuo pensar que se puede producir una catástrofe inmediata, pero sería una gran ceguera no querer percibir que se están produciendo alteraciones muy sustanciales y significativas. Cuando la estabilidad de la autorregulación se rompe y empieza a moverse hacia un cambio orientado (orientado en este caso hacia la regresión), la regresión es ya imparable. Una vez desencadenado el proceso, ya no hay marcha atrás y se retroalimenta. Si el proceso en marcha llega a superar la capacidad de reacomodamiento de la biosfera (que no sabemos hasta dónde llega), sería humanamente indetenible un encadenamiento de causas y efectos que se aceleraría progresivamente hasta hacer totalmente irrespirable el aire y el agua para los vertebrados superiores y que podría arrasar con todo tipo de vida.

II

Entre otras de las manifestaciones que evidencian ese proceso, puede mencionarse el llamado cambio climático.  El mismo muestra la quiebra del equilibrio autorregulado de la biosfera ,  cuya evolución ha sido tan rápida que sus consecuencias ya son visibles, pero serán más amplias de lo que suele señalarse y más aceleradas de lo que se preveía. Actualmente la alarma por la degradación de la biosfera se centra principal y casi exclusivamente en el cambio climático (si bien existe una información engañosa afirmando que se están tomando medidas que lo pueden controlar) pero, con ser muy grave, no es el principal peligro que amenaza a la biosfera, que es el causado por la contaminación genética. Ese “engaño” con que se mantiene a la población mundial muestra una pretendida preocupación por el medio ambiente, llegándose a hablar de “responsabilidad social empresarial”. Pero mientras en la última Cumbre de la Tierra en París, a fines del año 2015, se hacían pomposas (y mentirosas) declaraciones en pro del medio ambiente, al mismo tiempo, a escasos metros de la reunión se llamaba a consumir ferozmente en vísperas de las fiestas navideñas.

La base de la autorregulación de la biosfera son las bacterias cuya masa es enorme, mucho mayor que la masa y volumen de todas las plantas y animales del planeta. El conjunto de seres vivos microscópicos (bacterias, amebas, protozoos, algas unicelulares) regula las condiciones de la biosfera, y la composición gaseosa de la atmósfera.

Las bacterias continuamente están intercambiando genes y captando plásmidos y segmentos de ácido desoxirribonucleico –ADN– por transferencia horizontal de genes –THG–, por lo que rápidamente son afectadas por la contaminación genética, trasmitiendo a otras bacterias (de la misma o distinta especie) los genes o fragmentos de ADN adquiridos, y difundiéndolos por todo el planeta. Se ha comprobado que las bacterias captan con especial avidez aquellos genes o secuencias genéticas que las confieren mayor agresividad, virulencia, o defensa ante las perturbaciones, por lo que las secuencias captadas suelen hacerlas más letales, facilitar su resistencia a ser agredidas por los antibióticos y facilitar su salto a otros hospedadores distintos de aquellos sobre los que actuaban específicamente. Por lo tanto tienden a capturar los módulos o secuencias de ADN que facilitan atravesar la barrera entre especies difundidos por la liberación ambiental de cultivos transgénicos, lo que amplía la gama de posibles hospedadores de las bacterias. Las bacterias son la base de la vida; si desaparecieran, la biosfera colapsaría y desaparecería inmediatamente toda la vida vegetal y animal del planeta. Puesto que ellas intervienen en todos los procesos fisiológicos y bioquímicos vitales, todo lo que altere el comportamiento bacteriano repercute a través de ellas en los seres vivos.

La fácil captura por las bacterias de módulos genéticos añadidos a los cultivos transgénicos induce alteraciones en el universo bacteriano, que se trasmiten a los organismos simples de amebas, protozoos, algas unicelulares oceánicas, etc., cuyo conjunto es responsable de la autorregulación que mantenía la composición gaseosa de la atmósfera constante y respirable para los seres humanos. La contribución de las plantas superiores (selvas latinoamericanas -Amazonas, Petén-, del sureste asiático, etc.) es solo una parte de la regulación, que no sería suficiente por sí sola para sostener la autorregulación gaseosa de la atmósfera (también la productividad de la masa vegetal de los bosques depende, además de la fotosíntesis, de procesos bacterianos edafógenos). La alteración repentina y artificial del espectro bacteriano (“contra natura”, al violar la barrera entre especies) conduce inexorablemente a otra situación de equilibrio y a otra composición gaseosa de la atmósfera.

En conclusión, la composición gaseosa de la atmósfera está amenazada: 1) ante todo, por la alteración de los sistemas bacterianos debida a los promotores y vectores artificiales fabricados por síntesis del ADN recombinante. Esto afecta directamente a la actividad fotosintética que realizan las bacterias, y también afecta indirectamente a la fotosíntesis, por la intervención bacteriana en el desarrollo de los vegetales y en la formación de los nutrientes del suelo necesarios para su desarrollo; 2) por alteración en la composición, distribución y eficiencia de los sistemas bacterianos debida al cambio climático; 3) por la presencia de nuevos compuestos químicos, caracterizados en general por tener intensa actividad catalítica, mutágena o disruptora de procesos bioquímicos a los que las diversas especies de bacterias (como también los organismos superiores) tienen muy distinta sensibilidad, por lo que se altera la composición cualitativa y cuantitativa de los sistemas bacterianos, y con ello la naturaleza y proporción de los gases emitidos que pasan a ser componentes de la atmósfera.

En otros términos: la situación de la biosfera es mucho más grave que las estimaciones más catastrofistas habituales; y ni que hablar de la versión “light” que cierta prensa del sistema presenta, queriendo reducir su mitigación a nuevas fórmulas técnico-científicas de acción rápida.

Sería ineficaz (y tardío para la biosfera) intentar cambiar algunas piezas sin desmontar toda la maquinaria de raíz; es decir: hay que detener los actuales modelos de relacionamiento con la naturaleza, proponer vías nuevas, alternativas viables válidas realmente para la totalidad de la población mundial. Por supuesto que es imperiosamente cierto y necesario aquello de “otro mundo es posible”. Pero no basta con decirlo; es hora de hacer el bosquejo de ese mundo alternativo, de realizar el diseño de las líneas generales de la alterglobalización. Es decir: un sistema alternativo que sea técnicamente posible con la prudente y justa utilización los recursos existentes. No podemos seguir los modelos de consumo “alocado” que ha generado el capitalismo porque ello no tiene salida.

III

Esto nos lleva a un profundo problema: ¿para dónde ir entonces?, ¿cómo darle forma a la utopía de un nuevo mundo? Proponer nuevos paradigmas de producción y consumo hoy, en un mundo hiper tecnológico donde el confort material se presenta como el paraíso a la mano producto de nuestro imparable desarrollo científico, no significa “volver a las cavernas”, no implica renunciar a las conquistas tecnológicas positivas ni a los ingentes recursos culturales disponibles. Todo lo cual abre interrogantes fundamentales.

El ideario del socialismo científico clásico no reparó en estos temas ecológicos porque en el momento de su fundación, en el siglo XIX, aún se vivía la euforia de la naciente revolución científica positivista, y la confianza en las nuevas ciencias parecía infinita. Y además, porque la flamante industria (“el progreso” por antonomasia en aquel momento) aún no había confrontado a la humanidad con los desastres medioambientales que hoy, ya entrado el siglo XXI, tenemos presente.

Ahora bien: el desastre no está en la industria misma, ni en las tecnologías aplicadas ni en los conceptos científicos que la sustentan. El desastre está en el modelo económico en que se insertan. Dicho en términos de pensamiento marxista: no está en la forma de las fuerzas productivas del trabajo social sino en el modo de producción. Un sistema que se basa enteramente en el mercado, en el lucro individual, por fuerza tenía que desembocar en el disparate actual, con un desastre ecológico de proporciones globales: la producción no está al servicio de llenar necesidades básicas sino, ante todo, en función de la ganancia privada. Se produce cualquier cosa solo en función de venderla, aunque ese producto sea innecesario, contraproducente, peligroso o dañino. Para eso están las técnicas publicitarias (¿neuromarketing?): “la creación de necesidades y deseos, la creación de la insatisfacción por lo viejo y fuera de moda” , manifestó el gerente de la agencia publicitaria estadounidense BBDO, una de las más grandes del mundo, refiriéndose al núcleo de su trabajo.

En esa lógica, el ser humano y la naturaleza son solo instrumentos para lograr la meta. La promoción casi infinita de necesidades superfluas marca el ritmo de toda la dinámica humana actual; y eso, en vez de ayudar a la búsqueda del equilibrio, promueve mayores asimetrías sociales y mayor descalabro con el medio ambiente. La actual catástrofe ecológica lo pone en evidencia en forma alarmante.

Por otro lado, ese mismo modelo en que el poder es ejercido por un grupo dominante sobre una gran mayoría, da como resultado una ideología violenta centrada en la superioridad de uno sobre otros y que se mantiene en el ejercicio de la fuerza bruta como garantía final que resguarda el estado de cosas. Es decir: el que tiene el garrote más grande sigue siendo el que manda. De ahí que la proliferación de armas de destrucción masiva –para el caso: energía atómica (12.000 misiles nucleares con ojiva nuclear diseminados por todo el mundo, 6.000 pertenecientes a Estados Unidos)– contribuye también al ataque medioambiental en curso.

Como primera cuestión, entonces, para evitar que se pueda concretar esa catástrofe en ciernes, hay que cambiar las relaciones de poder, las relaciones entre explotadores y explotados, entre mega consumidores y famélicos (un tercio de la humanidad pasa hambre). Si hasta el mismo fundador del liberalismo económico clásico, el inglés Adam Smith pudo decirlo 200 años atrás (obviamente sin pensar en lo mismo que piensa el socialismo): « no puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados», es imperiosamente necesario terminar con esas diferencias para buscar un mundo más vivible. Pero al mismo tiempo, hay que apuntar a una serie de medidas que permitan la sostenibilidad de la vida humana, que nos alejen de la posibilidad de nuestra autodestrucción. La actual distribución de la riqueza es infinitamente injusta: se produce un tercio más de la comida necesaria para alimentar a toda la humanidad, mientras la primera causa de muerte es el hambre. ¡Eso y no otra cosa es el capitalismo!, aunque la maquinaria publicitaria nos muestre escaparates llenos y la “libertad de elección”.

Además de terminar con esas inequidades, con esa “enfermedad” de las relaciones económicas (enfermedades de las relaciones de poder entre los seres humanos mejor dicho), hay que terminar con el modelo de producción y consumo en el que el capitalismo nos ha metido, paradigma sumamente dañino, disfuncional, agresivo. Entre otras cosas, es necesario reequilibrar la proporción de habitantes que vive en el medio rural y en el medio urbano. La ciudad –más aún las macrourbes que no dejan de crecer, con todos los problemas sociales asociados que conllevan– es radicalmente insostenible. Difícilmente se puede conseguir un planeta sostenible cuando la población urbana ha superado ya a la que vive en el medio rural (51 % contra 49 %). Pero para fijar la población en el medio rural es necesaria una agricultura en manos de pequeños agricultores y de verdaderas cooperativas campesinas, junto a la pequeña industria de transformación de los productos agropecuarios. Una agricultura ecológica, que demanda mano de obra abundante, conserva la biocenosis edafógena de los suelos, evita la contaminación ambiental permitiendo una alimentación sana y nutritiva. Es decir: el socialismo deberá entenderse como la búsqueda de un equilibrio social sin explotadores ni explotados (ni clases sociales, ni géneros dominantes, ni supremacías étnico-culturales) además de un real respecto por nuestra casa común: la naturaleza.

IV

Si el planeta común es de todos, a todos afecta su destrucción. No debe haber transculturización súbita sino desarrollo endógeno, solidario, sostenible. La globalización puede ser una buena noticia en la historia humana, pero dependiendo de cómo y para qué se haga. Si globalización es obligar a toda la humanidad a tomar Coca-Cola y a cambiar el modelo de teléfono celular cada año, eso es un disparate absoluto, injusto e irracional en términos de sobrevivencia. Luego de las primeras experiencias socialistas del pasado siglo, tomando sus gestas heroicas y todo lo bueno que de ellas continúa vigente como legado imperecedero, hoy día d e lo que se trata es de refundar una nueva conciencia socialista pensando en una nueva globalización, que obviamente no es la neoliberal en boga. Junto a la globalización de la multinacionales voraces se debe levantar la globalización de la solidaridad; junto a la globalización del hiper consumo irresponsable se debe proponer un proyecto de vida responsable con nuestro medio natural. La idea de “desarrollo sostenible” propuesta desde un marco capitalista –allá por 1987, en el documento “ Nuestro futuro común” elaborado por la entonces Primera Ministra de Noruega Gro Harlem Brundtland– sin dudas marca un camino. Se definía allí como sostenible “aquel desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”, noción que recoge la preocupación creciente entre los sectores de poder del mundo capitalista que ya veían el desastre ecológico a que estaba llevando el modelo consumista en curso. Retomando esa propuesta, y pensando en un enfoque socialista que supere la irracionalidad del mercado y la producción basada en el lucro, es preciso encarar ese “otro mundo posible” con la responsabilidad del caso.

Terminar con el consumismo no significa volver para atrás en la historia, desechar el confort que nos posibilitan las tecnologías modernas. Hoy día, mientras muere de hambre una persona cada siete segundos a escala planetaria, un tercio de la población estadounidense y un porcentaje creciente de la población europea es obesa, sabiéndose que una dieta mejor y más austera sería mejor solución para resolver ese problema (el de la obesidad) en vez de aumentar el gasto dedicado a investigar sobre el gen de la gordura como actualmente se hace (y que, seguramente, nunca se va a encontrar). Pero no obstante la locura en juego, de la que los sectores de poder son conscientes, en vez de cambiar hábitos de consumo se continúa con “más de lo mismo”. Ello evidencia, en definitiva, que el sistema tiene una fuerza determinante sobre las individualidades. Si la tónica es consumir, porque así lo manda el mercado o la clase dominante –“la ideología dominante es la ideología de la clase dominante”–, mientras no haya cambio de sistema, difícilmente se pueda cambiar algo profundo en forma sostenible.

De todos modos, viendo el desastre en juego, en el seno mismo de la economía capitalista se han prendido señales de alarma. Ante una economía a todas luces enferma, se llegan a plantear opciones que, sin tocar la estructura de base, intentan paliativos. Surgió así, como decíamos, la idea de desarrollo sostenible, del que luego se sigue la noción de “crecimiento cero”, para llegar en la actualidad a la idea de “decrecimiento”. Según lo presenta con claridad Francisco Fernández Buey, “lo que los teóricos del decrecimiento [Serge Latouche, Vincent Cheynet, François Schneider, Paul Ariés, Mauro Bonaiuti] llaman economía sana o decrecimiento sostenible se basaría en el uso de energías renovables (solar, eólica y, en menor grado, biomasa o vegetal e hidráulica) y en una reducción drástica del actual consumo energético, de manera que la energía fósil que actualmente se utiliza quedaría reducida a usos de supervivencia o a usos médicos. Esto implicaría, entre otras cosas, la práctica desaparición del transporte aéreo [valga decir que el 94 % de los seres humanos no ha viajado nunca en avión] y de los vehículos con motor de explosión, que serían sustituidos por la marina a vela, la bicicleta, el tren y la tracción animal; el fin de las grandes superficies comerciales, que serían sustituidas por comercios de proximidad y por los mercados; el fin de los productos manufacturados baratos de importación, que serían sustituidos por objetos producidos localmente; el fin de los embalajes actuales, sustituidos por contenedores reutilizables; el fin de la agricultura intensiva, sustituida por la agricultura tradicional de los campesinos; y el paso a una alimentación mayormente vegetariana, que sustituiría a la alimentación cárnica. En términos generales todo esto representaría, en suma, un cambio radical de modelo económico, o sea, el paso a una economía que, en palabras de los teóricos del decrecimiento, seguiría siendo de mercado, pero controlada tanto por la política como por el consumidor” . Vemos así que, incluso sin salirse de un planteamiento económico capitalista, la magnitud de la catástrofe ecológica que se vive lleva a plantear soluciones en forma urgente. Es que los problemas acumulados por este modelo económico son tantos que, sin cambiar el mundo, sin cambiar la estructura social de base, sin modificar las relaciones de poder entre clases, ya comienza a haber conciencia que el camino que transita hoy la humanidad no conduce sino a problemas, quizá insolubles y catastróficos. ¿Será que las elites ya tienen preparada su nueva morada fuera de este invivible planeta? La ciencia ficción siempre queda superada por la realidad cruda y dura.

Pero no solo se trata de buscar paliativos para no intoxicarnos. Debemos apuntar a un cambio radical en la manera de llevar la vida, buscando justicia y buscando seguir sobreviviendo como especie. La progresiva falta de agua dulce, la degradación de los suelos, los químicos tóxicos que inundan el globo terráqueo, la desertificación, el calentamiento global, el adelgazamiento de la capa de ozono que ha aumentado un 1.000% la incidencia del cáncer de piel en estos últimos años, el efecto invernadero negativo, el derretimiento del permagel, la posibilidad de un descalabro universal a partir de la contaminación genética producto de los transgénicos o de una guerra nuclear total son todas consecuencias de un modelo depredador que no tiene sustentabilidad en el tiempo. ¿Cuánto más podrá resistirse esta devastación de los recursos naturales? Las sociedades agrarias llamadas “primitivas” (llamadas así por los ¿desarrollados? países industrializados), o inclusive las tribus del neolítico que aún se mantienen en la actualidad, son mucho más racionales en su equilibrio con el medio ambiente que el modelo industrialista consumidor de recursos no renovables que abrió el capitalismo. Si buscamos un nuevo mundo, una nueva ética, nuevos y superadores valores, la cultura del consumo debe ser abordada con tanta fuerza revolucionaria como las injusticias sociales.

Tener un planeta más sano significa tener una economía más sana. Y el capitalismo ya ha dado repetidas muestras de estar “enfermo” crónicamente, aunque se lo siga haciendo continuar con respiradores artificiales. Por lo tanto, no quedan más alternativas que ayudarlo a morir de una vez para hacer nacer algo nuevo y superador.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=214216&titular=econom%EDa-enferma-planeta-enfermo-

Comparte este contenido:

Brasil: Bahía de Río no será descontaminada ni en 25 años, dice secretario de Medio Ambiente

América del sur / Brasil / 26 de junio de 2016 / Por: Deportesrcn.com

 

Por parte de esa zona pasará la regata en los Juegos Olímpicos.

Quien diga que la bahía de Guanabara estará limpia en 20, 25 años, miente: así de directo fue el secretario de Medio Ambiente del estado de Rio de Janeiro, André Correa, sobre la letrina natural donde se realizará la prueba olímpica de vela.

Aunque el responsable garantizó que el área donde se realizará la regata en seis semanas estará apta.

¿Nadaría allí? «Ya me bañé. Se hizo un gran trabajo que costó 1.200 millones de reales (355 millones de dólares), pero estos esfuerzos no los ve la población. Estimo que ir hay que ir dando pequeños pasos, pero quien diga, sabiendo las condiciones financieras difíciles de Brasil, que la bahía estará limpia en 20, 25 años, está mintiendo», afirmó en una entrevista con la AFP.

P: ¿En qué porcentaje está descontaminada la bahía? Se habló de 80%, el alcalde dijo por estos días que 60%… ¿Cual número está correcto?

R: Hubo una gran equivocación, hay un déficit de credibilidad asumir determinadas metas que fueron usadas y que no tenían una sustentación financiera para que se alcanzaran. No voy a citar ningún indicador. En cooperación con el Banco Mundial y los investigadores, estamos ahora poniendo en marcha una plataforma digital para que todo el mundo siga en tiempo real lo que se está haciendo con las inversiones en la bahía.

P: La descontaminación de la bahía está en agenda desde la cumbre de la tierra de 1992, la llamada Eco 92. ¿Qué es lo que no ha funcionado?

R: Hubo errores de comunicación y estrategia. Hemos invertido alrededor de 2.500 millones de reales (740 millones de dólares) y se dijo que con estos fondos tendríamos la bahía limpia. Pero quien conoce de estos temas sabe que son fondos ínfimos para los desafíos que tenemos que afrontar. Tendremos una bahía limpia el día que los 15 municipios que bordean la bahía traten las aguas residuales. Los estudios muestran que para eso se necesitan 15.000 millones de reales (4.450 millones de dólares), o sea, estamos lejos del objetivo. Brasil vive momento de crisis financiera y el estado de Rio no tiene los fondos. Es por eso que el gobierno solicitó ayuda a la iniciativa privada.

P: La asociación Baia Viva (Bahía Viva) ha denunciado enfermedades contraídas en la bahía por la contaminación. ¿Deben preocuparse los atletas?

R: La bahía no es un cuerpo homogéneo. La calidad del agua en la entrada de la bahía, que es donde se realizarán las competencias de vela, cumple con los estándares internacionales. Uno puede nadar y no por el esfuerzo humano, sino al gran intercambio en el mar. El mayor desafío en relación a los Juegos Olímpicos son los residuos flotantes. Es un grave problema que estamos enfrentando con medidas que no son estructurales sino de contención. Lo más importante, antes que retirar basura, es evitar que llegue allí. Instalamos 15 ecobarreras y habrán 17 pendientes antes de los Juegos, eliminando 280 toneladas de residuos al mes. Pero necesitamos que la gente entienda que cuando se lanza una botella de plástico en el suelo, la lluvia la empuja a la bahía y no hay gobierno ni inversión que pueda luchar contra eso. La educación de medio ambiente es fundamental.

P: ¿Quiénes son responsables?

R: Brasil es un sistema federal y hay varios organismos que participan de la gestión de la bahía. Los municipios se ocupan de los residuos, la Armada, organismo federal, es responsable de la contaminación superficial. Tengo la responsabilidad de los residuos industriales. Pero falta un modelo para que se pueda actuar de manera coordinada en la bahía».

Fuente de la noticia: http://www.deportesrcn.com/curiosidades/bahia-de-rio-no-sera-descontaminada-ni-en-25-anos-dice-secretario-de-medio-ambiente

Comparte este contenido:

Un poquito de Física, un poquito de Matemáticas, un poquito de Economía Política

Por: George Monbiot

 

“El fracaso inescapable de una sociedad basada en el crecimiento y en su destrucción de los sistemas vivos de la Tierra son los hechos apabullantes de nuestra existencia. Como resultado, casi no son mencionados en ninguna parte. Constituyen el gran tabú del Siglo XXI, los temas garantizados para enajenar a amigos y vecinos. Vivimos como si estuviésemos atrapados dentro de un suplemento dominical: obsesionados por la fama, la moda y los tres elementos básicos aburridos de la conversación de clase media: recetas culinarias, innovaciones tecnológicas y centros turísticos.”

 

Pero cómo puede ser, nos preguntamos una y otra vez, que en esta sociedad pomposamente autobautizada “del conocimiento”, donde ciertamente hemos acumulado más saber científico que en ningún momento anterior de la historia de la humanidad, toda esa masa de información y conocimiento no parezca servir de nada a la hora de evitar el colapso socioecológico hacia el que nos encaminamos… Quizá habría que comenzar aquí con un chiste, el de Groucho Marx en Sopa de ganso: “Claro que lo entiendo, incluso un niño de cuatro años podría entenderlo. ¡Que traigan a un niño de cuatro años: a mí esto me parece chino!”

¿Entendemos lo que deberíamos entender como niños de cuatro o diez años?

Necesitamos entender tres cosas

Creo que para entender el mundo en que vivimos (y donde probablemente moriremos la mayor parte de los seres humanos, por hambre, falta de asistencia sanitaria y violencia armada, consecuencias de la crisis ecológico-social, antes de que acabe el siglo XXI) hacen falta esencialmente tres conocimientos básicos. Un poquito de física, un poquito de matemáticas, un poquito de economía política. El primero de estos conocimientos es la termodinámica básica, y especialmente el significado de la entropía (codificado en el segundo principio de la termodinámica).

El segundo es la dinámica de los crecimientos exponenciales (particularmente cuando se dan dentro de ambientes finitos: esto es matemática sencilla, pero habría que enmarcarla dentro de unas nociones básicas de teoría de sistemas).

El tercero de los conocimientos lo recogen las fórmulas de la reproducción ampliada del capital (D – M – D+ΔD) que Marx explica al comienzo del libro primero del Capital. Si falta alguna de las tres piezas, no entenderemos casi nada (al propio Marx le faltó comprensión de lo que significaban las piezas uno y dos funcionando dentro de un planeta finito; pero no podemos reprochárselo demasiado, los angustiosos problemas evidentes en la segunda mitad del siglo XX sólo eran perceptibles por indicios en la segunda mitad del siglo XIX). Si entendemos cabalmente las tres piezas en su conexión recíproca, yo diría que habremos dado pasos importantes para saber en qué tipo de mundo, de verdad, estamos viviendo. Habremos encajado tres piezas de conocimiento en el mosaico que hoy nos hace falta –en esa “ecología de los saberes” que preconiza Boaventura de Sousa Santos— para tratar de hacer frente a la crisis ecológico-social.

Un poquito de física: termodinámica básica

Si –por la primera ley de la termodinámica– la materia-energía no se pierde, sino que solamente se transforma, ¿no desaparecen como por ensalmo todos los problemas de límites al crecimiento económico que preocupan a los ecologistas? Pues no, a causa del segundo principio (o la segunda ley) de la termodinámica – entre otras razones–. Los diversos tipos de energía no son igualmente convertibles en trabajo útil. Si se quiere decir de otra forma: existen formas de energía de “buena” y “mala” calidad para nosotros. La segunda ley establece que, en un sistema aislado, la entropía (desorden atómico o molecular) aumenta inevitablemente.

La entropía es una medida de la disponibilidad de la energía: mide la cantidad de energía que ya no se puede aprovechar transformándola en trabajo. Un aumento de la entropía supone una disminución de la energía disponible: ni el carbón ni el petróleo pueden quemarse dos veces. Podemos vincular la idea de entropía con los recursos naturales que empleamos para nuestra subsistencia de la siguiente forma: el recurso natural más básico y fundamental es la materia-energía de baja entropía (vale decir: materia-energía con alto grado de orden y disponibilidad). El mineral de hierro con alta concentración de metal es un recurso precioso para nosotros, mientras que el hierro disuelto en el océano es prácticamente inutilizable.

En la Tierra existen de forma natural “depósitos de baja entropía”, islas de entropía negativa o “neguentropía” que desde los comienzos de la Revolución Industrial hemos ido agotando rápidamente: se trata de las reservas de combustibles fósiles, los yacimientos minerales, etc. Dilapidar de forma irresponsable la riqueza natural que constituyen estos “depósitos de baja entropía” restringe cada vez más las opciones vitales de los seres humanos que nos sucederán. En cierto sentido, el imperativo de una sociedad ecológicamente sustentable podría formularse como un imperativo de minimización de entropía.

La economía convencional ha tenido en cuenta, más o menos, la primera ley de la termodinámica (conservación de la materia-energía); pero no la segunda, que es incomparablemente más importante que la primera a efectos prácticos. Si uno observa la representación clásica del proceso económico en los manuales al uso, verá que en realidad se trata de una máquina de movimiento perpetuo, o sea, un objeto imposible. La termodinámica enseña que esos diagramas circulares, ese movimiento pendular entre producción y consumo en un sistema completamente autárquico, no corresponde a la realidad. El hecho de que el sistema económico se halle inserto dentro de sistemas biofísicos que forman una biosfera altamente compleja, y que dependa para su funcionamiento de fuentes de materiales de baja entropía y de sumideros para los desechos de alta entropía producidos; el hecho de que el principio de entropía gobierna todos los procesos del mundo material, sencillamente se ignora en la economía convencional.

En cierta ocasión, en una audiencia ante el Congreso estadounidense en 1973, el economista Kenneth E. Boulding (1910-1993) afirmó que “quien crea que el crecimiento exponencial puede durar eternamente en un mundo finito, o es un loco o es un economista”. Podríamos parafrasear la humorada del modo siguiente: quien crea que se puede violar la ley de la entropía, o es un loco o es un economista convencional. Pues, en efecto, los economistas convencionales tienen tantos problemas con la ley de la entropía como con los fenómenos de crecimiento exponencial en sistemas cerrados (y por razones parecidas).

La economía ecológica, por el contrario, sitúa la segunda ley de la termodinámica en el centro de sus reflexiones. Parte de la premisa de que el proceso económico es entrópico en todas sus etapas materiales. La segunda ley de la termodinámica tiene importantes implicaciones económico-ecológicas. Lo que muestra es esencialmente que la actividad económica está constreñida por ciertos límites insuperables:

  • Límites al reciclado: el reciclado perfecto es imposible. Sólo se puede recuperar una parte; siempre hay un resto que se pierde irrecuperablemente. Los neumáticos pueden reciclarse; las partículas de neumático adheridas al asfalto no. El plomo de las baterías puede recuperarse en un alto porcentaje; el plomo emitido a la atmósfera junto con los gases de escape de los automóviles no. El cierre total de los ciclos es imposible, y las pérdidas de materia inevitables. Por lo demás, el problema se desplaza pronto al terreno de la entropía energética (reciclar exige siempre utilizar energía, en cantidades que pueden ser muy grandes, inabordables); y a menudo lo que hacemos es “infraciclar” más que reciclar, como cuando rompemos en mil pedazos valiosos recipientes de vidrio (en vez de reutilizarlos), con la pérdida estructural y energética en que incurrimos entonces… Algún optimista tecnológico insuficientemente consciente de los límites que las leyes de la termodinámica imponen a la ecologización de la economía ha postulado que “los elementos químicos que constituyen los recursos del planeta pueden ser reciclados y reutilizados indefinidamente, siempre y cuando la energía necesaria para recogerlos y refinarlos esté disponible”. Ahora bien: sin entrar en otros problemas que plantearía la extremosidad de este planteamiento, el reciclado perfecto es un imposible termodinámico, y por eso esta supuesta solución falla. Un ejemplo aducido a veces en este contexto prueba en realidad lo contrario de lo que se supone que tendría que probar. “A pesar de su enorme dispersión, más de la mitad del oro extraído hasta ahora sigue controlado hasta hoy día, siendo reunido cuando es necesario gastando energía”.» El ejemplo se vuelve contra la intención de quien lo propuso: a pesar de que el oro ha sido un metal valiosísimo para todas las civilizaciones, y de que los seres humanos lo han reunido, atesorado y conservado (o sea, reciclado) como ningún otro material en toda la historia humana, sólo algo más de la mitad de todo el oro extraído en toda la historia humana está hoy disponible. ¡Piénsese lo que ha ocurrido y ocurrirá con materiales menos preciados! Y no vale replicar que, con las escaseces crecientes o con los nuevos impuestos ecológicos, el latón o el papel llegarán a ser tan valiosos como el oro: sería una salida por la tangente fraudulenta, que no tendría en cuenta hechos termodinámicos básicos, por no hablar de los supuestos irreales sobre la organización social y la psique humana. En definitiva, el reciclado perfecto es imposible; y precisamente podríamos enunciar el segundo principio de la termodinámica también de la siguiente forma: la energía no puede reciclarse, y la materia no puede reciclarse nunca al 100%. 11
  • Límites al aprovechamiento de los recursos naturales. Detrás de las distintas leyes de rendimientos decrecientes con que tropieza el género humano se halla por lo general la estructura entrópica de nuestro mundo. Por ejemplo, en lo que se refiere a los recursos naturales: a medida que consumimos los mejores yacimientos minerales, los depósitos de combustibles fósiles más accesibles, sólo nos van quedando (en una corteza terrestre progresivamente más desorganizada) depósitos de materia-energía con mayor entropía, y por ello menos disponibles, menos útiles, menos aprovechables y cada vez más caros de explotar. “Cada vez nos acercamos más al momento en que la obtención de una tonelada de petróleo implique el consumo de tanta energía como la que contiene ese petróleo. En esa tesitura de nada sirve ya la sabiduría del economista, según la cual todo es sólo una cuestión de precios, pues el precio debe ser pagado en la única divisa fuerte de este mundo, a saber, en energía”. Si la civilización minera que ha desarrollado el capitalismo fosilista prosigue su loca huida hacia adelante, y seguimos desorganizando la corteza terrestre de nuestro planeta y único hogar cósmico, cada vez nos acercaremos más al estadio de ese “puré póstumo” o crepuscular que con humor negro ha evocado en más de una ocasión José Manuel Naredo.
  • Límites al crecimiento. Los productivistas suelen argumentar que la preocupación por el medio ambiente más bien refuerza que debilita la necesidad de crecimiento económico, pues –según ellos– la protección y la restauración del medio ambiente exigen recursos económicos que previamente deben conseguirse mediante más crecimiento. (Obsérvese que todas las políticas ecokeynesianas y socialdemócratas salpimentadas de verde presuponen este argumento.) Pero este argumento, en primer lugar, encierra una petición de principio, pues el medio ambiente no sólo puede conservarse mediante la reparación del daño causado, sino evitando las actividades que ocasionan el daño. El ecólogo Antoni Farràs equiparaba el proceder del productivista con el de un hombre que se deja cortar un dedo a cambio de dinero para pagar con ese dinero los trabajos de un cirujano y un ortopedista fabricante de dedos artificiales, que le implantan la prótesis correspondiente: prótesis que naturalmente nunca hubiese necesitado si no se hubiese dejado cortar el dedo. Y en segundo lugar, se trata de un completo contrasentido cuando nos hallamos ya –como es el caso— en situación de overshoot o extralimitación. Podemos fechar, con cierta exactitud, el momento en que las demandas colectivas de la humanidad superaron por vez primera la capacidad regenerativa de la Tierra: según un grupo de científicos dirigidos por Mathis Wackernagel –uno de los creadores del concepto de “huella ecológica”— eso sucedió hacia 1980, y ya treinta años más tarde nuestras demandas excedían esa biocapacidad de la Tierra en un 50% aproximadamente. Usar los recursos y las capacidades regenerativas de una Tierra y media es vivir de manera abismalmente nihilista, como si no hubiera un mañana. Pretender que para proteger el medio ambiente lo que necesitamos es más crecimiento económico constituye un absurdo que sólo se mantiene mientras se mantenga la desconexión entre la economía monetaria (el “cajón de sastre de la producción de valor”, lo llama José Manuel Naredo) y su soporte biofísico. Desde la perspectiva de una economía ecológica consciente de los rudimentos de la termodinámica es un disparate: equivale, directamente, a negar el principio de entropía. Aquí topamos, de nuevo, con una ley de rendimientos decrecientes de fundamento entrópico. Podemos verlo bien con un ejemplo: la eliminación de contaminantes atmosféricos como los óxidos de nitrógeno y el dióxido de azufre. Es relativamente barato eliminar hasta el 75% de las emisiones por medio de tecnologías “de final de tubería”: a partir de ahí los costes se disparan exponencialmente, hasta hacerse literalmente impagables, y es imposible eliminar el 100% de la contaminación. Queda siempre, por tanto, un resto ineliminable por razones económicas en primer término y entrópicas en última instancia (puede ser entre un 5 y un 15% en el ejemplo que nos ocupa); en un nivel alto de emisiones, este 5-15% puede estar por encima de los niveles asumibles. Más crecimiento económico no puede mejorar el problema, sino sólo empeorarlo. Por otro lado, es sencillamente falso que todos los efectos perniciosos del crecimiento económico sean reversibles: no lo son la erosión del suelo, ni la eliminación de especies vivas, ni la concentración de tóxicos organoclorados en las cadenas tróficas, ni el agotamiento del petróleo u otros recursos energéticos; ninguna cantidad adicional de recursos permitirá convertir los desechos radiactivos en isótopos fisionables. Siendo la contaminación en lo esencial un amasijo de elementos en intrincada mixtura, su reversión resulta muchas veces desesperadamente costosa o simplemente imposible: pues vivimos en un mundo en el que tiene vigencia el principio de entropía.
  • Límites al progreso técnico. Algunos adictos al crecimiento económico reaccionaron a las malas noticias contenidas en el informe al Club de Roma Los límites del crecimiento (1972) y otros estudios semejantes postulando un hipotético crecimiento exponencial de la tecnología que nos sacaría siempre las castañas del fuego. Pero se trata de una ilusión. Las leyes de la termodinámica también imponen límites inflexibles a la eficiencia de nuestra tecnología. El teorema de Carnot –bautizado con el nombre del descubridor de la termodinámica, el ingeniero francés Sadi Carnot– impone límites últimos a la eficiencia de los motores. En esencia, lo que afirma este importantísimo resultado es que el rendimiento de una máquina es igual a la unidad menos el cociente entre la temperatura de la fuente fría y la temperatura de la fuente caliente. Es decir, hay una fracción máxima de energía térmica que se puede transformar en energía mecánica, y esta fracción sólo depende de la diferencia de temperaturas entre la fuente caliente y la fuente fría (entre el estado inicial y el estado final), con independencia del tipo de motor que consideremos y del tipo de sustancia con que opere. Cuanto menor sea la diferencia de temperaturas entre el estado inicial y el final, menor será la eficiencia del motor. “La mayoría de las modernas centrales eléctricas utilizan vapor a temperaturas de aproximadamente 800 K (527 grados centígrados) y fuentes frías de aproximadamente 373 K (100 grados centígrados). Su rendimiento límite se sitúa por tanto alrededor del 54%, aunque otras pérdidas lo reducen hasta el 40%. Los rendimientos mejorarían si se usaran temperaturas más altas en la fuente caliente, pero esto introduciría nuevos problemas, ya que los materiales empezarían a fallar. Por razones de seguridad, los reactores nucleares operan con temperaturas de la fuente caliente más bajas (unos 620 K, 350 grados centígrados) que limitan su rendimiento teórico al 40%, e incluso al 32% si contamos las pérdidas. Por citar ejemplos de otros sistemas relacionados con la vida cotidiana, el motor de automóvil funciona con una temperatura de entrada de más de 3300 K (alrededor de 3000 grados centígrados) mantenida durante un tiempo muy corto, y expulsa los gases a una temperatura de alrededor de 1400 K (1000 grados centígrados) con un rendimiento teórico del 56%. En realidad, los motores de automóvil siguen un diseño ligero para conseguir buenas prestaciones de facilidad de respuesta y movilidad, por cuya razón alcanzan un rendimiento de menos del 25%”.20 La importancia del teorema de Carnot es que establece un límite absoluto para el rendimiento de las máquinas, un límite independiente de la inventiva de nuestros científicos e ingenieros. “Una ilustración de la fuerza de las leyes de la termodinámica es que en muchas situaciones se pueden usar para predecir la eficiencia máxima que se puede lograr con una máquina perfecta, sin especificar detalle alguno de ella. (La eficiencia se puede definir en este caso como la proporción entre el trabajo útil y el flujo total de energía.) Así, se puede especificar, por ejemplo, la cantidad mínima de energía necesaria para separar la sal del agua marina, los metales de sus minerales y los contaminantes de los escapes de los automóviles sin conocer detalles de lo que se podría inventar en el futuro para lograr estos propósitos. De manera similar, si se conoce la temperatura de una fuente de energía termal (como, por ejemplo, una roca caliente en las profundidades de la corteza terrestre) se puede calcular fácilmente la eficiencia máxima con que esta energía térmica se puede convertir en trabajo aplicado, independientemente de la habilidad de los inventores futuros. En otras palabras, existen límites fijos a la innovación tecnológica, colocados allí por las leyes fundamentales de la naturaleza”.

Es hora de ir concluyendo este apartado. En buena medida, la crisis ecológica actual puede interpretarse como un salto en el aumento de entropía dentro de la biosfera, y un debilitamiento de los mecanismos de reducción de entropía de la propia biosfera (que proceden, esencialmente, de la capacidad de conversión de energía solar en energía bioquímica que todos los habitantes de la biosfera debemos a los organismos fotosintetizadores); salto y debilitamiento producidos por la actividad humana. Como ha sintetizado magistralmente Daly: “Una característica de la Revolución Industrial cuyas implicaciones no se aprecian suficientemente es el cambio al uso de los combustibles fósiles y los materiales minerales. Este es un cambio de la explotación de la superficie de la Tierra a la explotación del subsuelo; o como dice Georgescu-Roegen (1971), es un cambio de la dependencia de la energía proveniente a cada momento del sol a la energía almacenada en la Tierra. (…) La Revolución Industrial ha cambiado la dependencia, de un fuente relativamente abundante [la luz solar] a otra relativamente escasa del recurso final: la materia-energía de baja entropía.” Para superar la crisis ecológica y reconstruir nuestras sociedades de forma que resulten sustentables (es decir, ecológicamente compatibles con la biosfera en el largo plazo) es necesario un gran esfuerzo colectivo para invertir la tendencia al desbordamiento de entropía que hoy impera. Esquemáticamente, se trataría de aprovechar la energía disponible de la luz solar para reducir la entropía material de nuestro mundo. Para ello es necesario conservar o regenerar la productividad natural de la biosfera, basada en la fotosíntesis de las plantas verdes, la preservación de la biodiversidad y el correcto funcionamiento de los ciclos biogeoquímicos del planeta; realizar la transición desde el sistema energético actual (basado en los combustibles fósiles y la energía nuclear) a un sistema energético basado en las energías renovables; y “cerrar los ciclos” de la producción industrial y agrícola, alimentándola con energías renovables. Finalmente, una observación general: un aspecto de mucho interés en relación con la entropía es que no deberíamos verla sólo como factor limitante, sino también capacitante. La entropía no es sólo, o esencialmente, una fuerza destructiva: también es creativa. “La naturaleza aborrece los gradientes”, vale decir las diferencias naturales de temperatura, presión y concentración química: así reza el que quizá sea el lema principal de la comprensión de la “termodinámica de la vida” que se desarrolló en la segunda mitad del siglo XX. La reducción de los gradientes energéticos es lo que crea diversas clases de sistemas complejos en el universo y, a la postre, la vida; por eso la segunda ley no es sinónimo de movimiento inexorable hacia la muerte térmica o el equilibrio (contra las metáforas que empleó la termodinámica del siglo XIX). “La vida, como el universo, fluye termodinámicamente corriente abajo. Somos remolinos en un mar termodinámico, parte del proceso de un universo lleno de energía vivificadora”. O como dice animosamente Carlos de Castro: “El universo aborrece los gradientes energéticos, la desigualdad. Lo importante no es la meta, lo importante es el largo y creativo camino hacia esa muerte térmica en el lejanísimo futuro (una vez más física y Tao parecen conectar)”. Hay aquí una analogía interesante con la libertad humana. “Suelo decir que no sé lo que es la libertad, pero como en muchas otras cosas el argumento más sólido que tengo no es más que una alegoría: la de las cuerdas de la marioneta: cuantas más, más libertad.” Aceptar límites no es la negación de la libertad: es la condición de la libertad. “Limitarse no es renunciar: es conseguir”, decía el escritor español José Bergamín. “Se trata de jugar dentro de los condicionamientos, incluso fortísimos, pero para alcanzar determinados fines gracias al conocimiento detallado de los mismos.” La termodinámica de la vida se llama también termodinámica del no equilibrio o termodinámica de sistemas disipativos.  Carlos de Castro, “Cuatro cosas básicas sobre entropía que todo ecologista y/o interesado en el pico del petróleo, los límites del crecimiento y el colapso de la civilización debería conocer”, entrada en el blog del Grupo de Energía, Economía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid, 8 de febrero de 2015; se supone que el comportamiento de las funciones exponenciales se aprende en las matemáticas del bachillerato, ¿verdad? O a lo más tardar en un primer curso universitario de análisis matemático… Pero entonces ¿es posible que nuestras sociedades productivistas/ consumistas avancen con la decisión con que lo hacen hacia la catástrofe preprogramada porque no acaban de entender lo que es una función exponencial? ¿Tan mal andamos de matemática básica? En lo que hace a nuestro mundo de las muchas crisis, hemos de recordar algunos hechos básicos sobre crecimientos exponenciales en ambientes finitos. Nos servirá un apólogo francés que ya se usó, en su momento, en los primeros informes del Club de Roma: hay un estanque con nenúfar que tiene una sola hoja. Cada día se duplica el número de hojas, o sea, dos hojas el segundo día, cuatro el tercero, ocho el cuarto, y así sucesivamente. Ahora, si el estanque está lleno el día treinta, podemos preguntar, ¿en qué momento está lleno hasta la mitad? Respuesta: el día veintinueve. Reparemos además en que en el día 26 apenas 1/16 de la superficie del lago (poco más del 6%) está cubierto de nenúfares… El colapso parece lejano, y sin embargo la rapidísima dinámica de crecimiento lo ha situado ya muy cerca de nosotros. Y lo terrible es que hoy, en realidad, nosotros ya estamos en el día treinta y uno… aunque mayoritariamente nos seguimos negando a reconocerlo. Los psicólogos han mostrado que la gente tiende a subestimar en gran medida las dinámicas de crecimiento exponencial. Veamos un ejemplo, que George Monbiot toma del banquero de inversiones Jeremy Grantham. Imaginemos que en 3030 a. de C.28 las posesiones totales del pueblo de Egipto llenaban un metro cúbico; no es gran cosa, en realidad podríamos pensar en las propiedades de un solo egipcio… Propongamos que esas posesiones crecieron al 4,5% por año. “¿Qué tamaño hubiera tenido esa pila al llegar la Batalla de Actium en 30 a. de C.? (La trayectoria de la tasa de crecimiento compuesto muestra que la erosión del planeta solo acaba de comenzar. Simplemente no podemos seguir por el mismo camino.) Continuemos, adivina. ¿Diez veces el tamaño de las pirámides? ¿Toda la arena del Sahara? ¿El Océano Atlántico? ¿El volumen del planeta? ¿Un poco más? Es 2.500 trillones (1018) de sistemas solares. No se precisa mucho tiempo, al considerar ese resultado, para llegar a la paradójica posición de que la salvación reside en el colapso. Tener éxito sería destruirnos. Fracasar es destruirnos. Es el atolladero que hemos creado. (…) La trayectoria del crecimiento compuesto muestra que la erosión del planeta acaba sólo de comenzar. A medida que el volumen de la economía global se expande, todo sitio que contenga algo concentrado, poco usual, precioso, será buscado y explotado, sus recursos extraídos y dispersados, las diversas y diferenciadas maravillas del mundo reducidas al mismo rastrojo gris.” El “tema de nuestro tiempo”, no me canso de repetirlo, 30 es el choque de las sociedades industriales contra los límites biofísicos del planeta. Crecimientos exponenciales en el uso de los recursos naturales y de los servicios ecosistémicos son imposibles de mantener, pero las políticas dominantes –al servicio de la reproducción ampliada del capital– se empecinan en ello…

LA IRRACIONALIDAD DEL CRECIMIENTO PERMANENTE DE CUALQUIER MAGNITUD RELACIONADA CON EL MUNDO FÍSICO

(A) Si la población humana siguiera creciendo a una tasa cercana al 2% actual, en menos de dos milenios alcanzaría una masa similar a la de la Tierra. De continuar el crecimiento exponencial, en pocos milenios más su masa se aproximaría a la estimada para el conjunto del universo.

(B) Como planteaba elocuentemente George Monbiot en 2002: “El capitalismo es un culto milenarista, elevado al rango de religión mundial. (…) Igual que los cristianos imaginan que su Dios los salvará de la muerte, los capitalistas creen que los suyos los librarán de la finitud. A los recursos del mundo, aseveran, les ha sido garantizada la vida eterna. Basta una reflexión breve para mostrar que esto no puede ser verdad. Las leyes de la termodinámica imponen límites intrínsecos a la producción biológica. Incluso la devolución de la deuda, el pre-requisito del capitalismo, resulta matemáticamente posible sólo a corto plazo. Heinrich Haussmann ha calculado que un simple pfennig invertido al 5% de interés compuesto en el año cero de nuestra era sumaría hoy un volumen de oro de 134.000 millones de veces el peso del planeta. El capitalismo persigue un valor de producción conmensurable con el reembolso de la deuda…” La producción material no puede crecer al ritmo del interés compuesto con que se acumulan las deudas (o los retornos de las inversiones): pero ese imposible es un supuesto básico del capitalismo.

(C) Si el consumo de energía siguiese creciendo al 2’3% anual (eso supone un incremento de “factor diez” cada cien años), ¿cuánto tardaríamos en alcanzar el máximo posible de captación de energía solar, por ejemplo con células fotovoltaicas? Suponiendo para éstas un rendimiento del 20% (actualmente no supera el 15%), y teniendo en cuenta que las tierras emergidas suponen el 28% de la superficie del planeta, se podría aspirar a captar un máximo de 7.000 terawatios (Tw; esto es, unas 600 veces el consumo actual de unos 12 Tw). Parece un margen grande… pero creciendo el consumo al 2’3% anual, ¡se alcanzaría en apenas 275 años! Y eso ¡cubriendo cada metro cuadrado de tierra con paneles fotovoltaicos –suponiendo implausiblemente que existiesen en el planeta suficientes materiales para fabricarlos! No quedaría tierra disponible el calor directo generado en la Tierra sería suficiente para incrementar su temperatura superficial hasta los cien grados centígrados, la del agua hirviendo. Se podrían hacer cálculos parecidos sobre incremento de la población, consumo de recursos o cualquier otro parámetro que haya experimentado un crecimiento sostenido durante los últimos siglos. Evidentemente, el mundo ‘normal’ del crecimiento es una anomalía pasajera condenada a autodestruirse de forma natural.”35 Entre 1950 y 2000 la economía mundial se multiplicó aproximadamente por cinco. Pero si continuase creciendo al mismo ritmo ¡en 2100 sería ochenta veces mayor que en 1950! Como señala Tim Jackson, “esta extraordinaria aceleración de la actividad económica no tiene ningún precedente histórico, y está completamente reñida con nuestro conocimiento científico relativo a la base finita de recursos y a la frágil ecología de la que depende nuestra supervivencia”. 36 Como en otras dimensiones de la crisis socioecológica, en lo referente al calentamiento climático se nos escapa la rapidez de los cambios movidos por dinámicas de crecimiento exponencial: nuestra intuición no está a la altura. No nos damos cuenta de lo que está pasando… y además hay poderosos grupos de interés que hacen cuanto pueden para que sigamos sin darnos cuenta. “En los últimos treinta años [1980-2010, aproximadamente] se ha emitido a la atmósfera una cantidad de GEI equivalente a la mitad de la emitida en toda la historia de la humanidad. Es muy probable que, veinte o treinta años antes del final del siglo pasado, hubiéramos estado a tiempo de encontrar una trayectoria colectiva en términos de emisiones que hubiera impedido llegar hasta aquí, cuando las respuestas ya no pueden ser incrementales y no se producirán, en su caso, sin severos sacrificios. (…) Que todo esto podía ocurrir se sabe desde hace más de cincuenta años, pues ya el presidente Lyndon B. Johnson advirtió del peligro en el Congreso de los EEUU en los años sesenta [del siglo XX]. Sin embargo, décadas de negacionismo sofisticadamente organizado y de freno al pensamiento sistémico como elementos de la expansión ultraliberal programada nos han llevado hasta aquí.”

El crecimiento exponencial dentro de ambientes finitos plantea problemas que sencillamente no tienen solución. En un planeta finito, con seres finitos como somos los humanos, la sustentabilidad es incompatible con un sistema económico que necesita vender cantidades siempre crecientes de mercancías –sin límite—para subsistir. Puedes tener sustentabilidad, o puedes tener capitalismo, pero no puedes tener ambos a la vez. Para terminar de entender esto, nos hace falta asomarnos a la economía política. Un poquito de economía política: reproducción ampliada del capital Numerosos filósofos, a lo largo de la historia del pensamiento, alabaron las virtudes del comercio como práctica pacificadora y civilizadora de las relaciones humanas. Para llegar a tales conclusiones se centraban en el intercambio de bienes equivalentes, donde cada una de las dos partes remediaba una carencia con el bien que recibía de la otra parte, y ambas anudaban así un vínculo social. Pero importa aquí subrayar que los intercambios comerciales que no buscan satisfacer necesidades, sino amasar capital, no conducirán a esa socialidad enriquecida. Aquí hay que recordar el clásico análisis de Marx al comienzo del libro primero del Capital: el trueque (intercambio de un bien por otro diferente) representa el método más simple y antiguo de intercambio. Aquí el objetivo no es lograr mejor valor de uso, sino la expansión del valor monetario de cambio. La dinámica ya no es la satisfacción de necesidades humanas, sino la valorización del valor –que en su esencia carece de todo límite. A diferencia de los valores de uso concretos, que se arruinan o se deterioran cuando se acaparan (debido a la entropía), el valor de cambio abstracto se puede acumular indefinidamente sin costes de deterioro o de almacenamiento. De hecho, el valor de intercambio abstracto crece por sí mismo, dando intereses, y luego intereses sobre los intereses. Marx, y Aristóteles antes que él, señalaron el peligro de este fetichismo del dinero. (…) En nuestra época este proceso histórico de abstraerse cada vez más del valor de uso ha sido llevado quizás al límite en la así llamada ‘economía de papel’ [o de apuntes electrónicos, más bien: J.R.], que puede ser simbolizada como D-D*, la conversión directa de dinero en más dinero sin referencia a los bienes ni siquiera como un paso intermedio.” En los mercados capitalistas se produce, vende e invierte con el objetivo de maximizar los beneficios, y la rueda de la acumulación de capital no cesa de girar. (En una economía ecosocialista se perseguiría, por el contrario, el equilibrio: habría que pensar en algo así como una economía de subsistencia modernizada, con producción industrial pero sin crecimiento constante de la misma.) La ciega dinámica valorización del valor es la fuerza que hoy nos está impulsando con tanta fuerza hacia el colapso socio-ecológico. El capitalismo es la civilización de la hybris. Su dinámica lleva a la destrucción de cualquier clase de barreras que pongan trabas a la generación de beneficios y la acumulación de capital. Si las características fisiológicas de los organismos vivos obstaculizan las estrategias de maximización que se valen de la ingeniería genética, el capital “La alternativa a una economía de crecimiento estriba de hecho en una economía de subsistencia, es decir, una economía en la que la gente produce para satisfacer necesidades estables y no para acumular riqueza. En sociedades tribales, campesinas, antiguas y medievales, así como en muchas comunas de hoy en día, se producen artículos no para venderlos con el fin de beneficiarse, de acumular dinero con el tiempo. (véase la discusión de Polanyi en La Gran Transformación, 1944). Se producen para intercambiarlos por otros artículos necesarios de igual ‘valor’. Los días de mercado nos permiten a todos adquirir las cosas que necesitamos, a cambio de una aportación a la satisfacción de las necesidades de los otros. Nadie intenta sacar beneficios del intercambio, todo el mundo intenta sólo intercambiar artículos de un cierto ‘valor’ por otros del mismo ‘valor’ (medido habitualmente en el tiempo de trabajo necesario para producirlos). La gente no va al mercado a hacerse rica (…). Si el carácter finito de la biosfera terrestre limita la expansión económica, tratarán de dar el salto al cosmos, escapando del planeta Tierra. Si las capacidades físicas y psíquicas del ser humano son factores limitantes, tratarán de dar el salto más allá de Homo sapiens, promocionando un “transhumanismo” que se valdrá de herramientas cibernéticas, informáticas, biotecnológicas, nanotecnológicas… La cultura capitalista es un grito de guerra contra los límites. La sabiduría de la autocontención le resulta por completo ajena. La conclusión de este mínimo apunte de “ecología de saberes” podría ser entonces:

  1. hemos de asimilar de verdad la dimensión entrópica de los procesos económicos.
  2. Necesitamos con urgencia transitar hacia formas de economía que no precisen el crecimiento constante, y no sólo eso: ha de decrecer el “transumo” o flujo metabólico (la materia-energía de baja entropía) que estamos empleando para generar bienes y servicios.
  • Para ello resulta imperativo superar el capitalismo. Mínimo apunte sobre teoría de sistemas Los seres humanos somos (igual que los demás seres vivos) interdependientes y ecodependientes. Formamos parte de sistemas complejos adaptativos (ecosistemas) y del “sistema de ecosistemas” que es la biosfera, con múltiples bucles de retroacción. ¿Qué son estos? Una noción básica y central en teoría de sistemas es la de los bucles de retroalimentación o retroacción o realimentación. La idea viene de la cibernética… “Estamos acostumbrados por la experiencia de la vida a aceptar que existe una relación entre causa y efecto. Algo menos familiar es la idea de que un efecto puede, directa o indirectamente, ejercer influencia sobre su causa. Cuando esto sucede, se llama realimentación (feedback). Este vínculo es a menudo tan tenue que pasa desapercibido. La causa-efecto-causa, sin embargo, es un bucle sin fin que se da, virtualmente, en cada aspecto de nuestras vidas, desde la homeostasis o autorregulación, que controla la temperatura de nuestro cuerpo, hasta el funcionamiento de la economía de mercado.” Si son bucles positivos, tienden a hacer crecer un sistema y desestabilizarlo (en esa medida, y si se me permite la broma, los bucles positivos resultan negativos). Si se trata de bucles negativos tienden a mantener la integridad de un sistema y estabilizarlo. Los primeros son “revolucionarios” y los segundos “conservadores”. “La realimentación positiva sin límite, al igual que el cáncer, contiene siempre las semillas del desastre en algún momento del futuro. Pero en todos los sistemas, tarde o temprano, se enfrenta con lo que se denomina realimentación negativa. Un ejemplo es la reacción del cuerpo a la deshidratación. (…) En el corazón de todos los sistemas estables existen en funcionamiento uno o más bucles de realimentación negativa.” Al estar inmersos en estas clase sistemas complejos donde “todo está conectado con todo” (o casi) mediante bucles de realimentación, sucede que –como intuyeron muchas sabidurías tradicionales– los efectos de nuestras acciones acaban por volver sobre nosotros mismos (aquí cabría evocar incluso la noción hindú de karma). Por lo demás, es la misma dinámica de los sistemas complejos adaptativos la que conduce a las ideas de autolimitación y suficiencia: “Los sistemas autoorganizados existen en situaciones en las que consiguen suficiente energía, pero no demasiada. Si no consiguen suficiente energía de suficiente calidad (por debajo de un umbral mínimo), las estructuras organizadas no tienen base y no se da auto-organización. Si se suministra demasiada energía, el caos se adueña del sistema, pues la energía sobrepasa la capacidad disipativa de las estructuras y éstas se derrumban. De forma que los sistemas autoorganizados existen en el terreno intermedio entre lo suficiente y lo no demasiado.” Ay… cuatro gatos “Primero hay que dar de comer a la gente, luego ya nos ocuparemos del medio ambiente”. Esta manera de razonar ya era falaz hace siete decenios, cuando escribía Aldo Leopold su Sand County Almanac; y hace cuatro decenios, en los debates mundiales que siguieron a la publicación de The Limits to Growth. Pues, amigos y amigas, nos pongamos como nos pongamos ¡somos interdependientes y ecodependientes! (Por lo demás, para la mayoría de quienes así argumentan lo que de verdad está en juego no es dar de comer a la gente, sino vender mercancías obteniendo su buena tajada de beneficio.) La mayor parte del (muy minoritario) movimiento ecologista/ ambientalista no es anticapitalista. La mayor parte del (muy minoritario) movimiento anticapitalista no es ecologista. A unos les falta comprensión de lo que es la acumulación de capital, y cómo condiciona casi todo. A otros les falta comprensión de lo que es el cenit del petróleo, el calentamiento climático y la Sexta Gran Extinción, y cómo condicionan casi todo. En la intersección de esas dos pequeñas minorías tenemos un minúsculo grupo de ecologistas anticapitalistas (que deberían ser también feministas y animalistas) con una comprensión más o menos adecuada de dónde estamos en realidad, de en qué mundo vivimos de verdad. Los llamamos, para abreviar, ecosocialistas. Somos cuatro gatos. Entre la realidad y la anestesia prefiero la anestesia, sigue diciendo la mayoría. Anejo: nociones básicas de teoría de sistemas46 En el decenio de los años cuarenta del siglo XX emerge un nuevo punto de vista o «paradigma» (si empleamos este término en sentido laxo) dentro de las ciencias: el enfoque sistémico. Frente al talante analítico y reductivo de la ciencia clásica, el enfoque sistémico pone a la orden del día el estudio de las totalidades complejas. «La ciencia clásica procuraba aislar los elementos del universo observado –compuestos químicos, enzimas, células, sensaciones elementales, individuos en libre competencia y tantas cosas más–, con la esperanza de que volviéndolos a juntar, conceptual o experimentalmente, resultaría el sistema o totalidad –célula, mente, sociedad– y sería inteligible. Ahora hemos aprendido que para comprender no se requieren sólo los elementos sino las relaciones entre ellos –digamos, la interacción enzimática en una célula, el juego de muchos procesos mentales conscientes e inconscientes, la estructura y dinámica de los sistemas sociales, etc. (…) La teoría general de los sistemas es la exploración científica de ‘todos’ y ‘totalidades’ que no hace tanto se consideraban nociones metafísicas que salían de las lindes de la ciencia» Retomo y actualizo aquí unas páginas de la segunda edición de mi libro Un mundo vulnerable

Por todo ello, podrían enunciarse las siguientes tres propiedades definitorias de un sistema:

  • está constituido por elementos que mantienen entre sí relaciones de interdependencia, y estos elementos son potencialmente sustituibles por otros de naturaleza similar (sin que cambie por ello la naturaleza del sistema);
  • la totalidad formada por el conjunto de los elementos no es reducible a la suma de esos elementos (expresado con la vaguedad tradicional, «el todo es más que la suma de las partes»);
  • las relaciones de interdependencia entre los elementos, y la totalidad resultante, son regidos por reglas susceptibles de ser expresadas en términos lógicos, es decir: las relaciones son interpretables bajo un modelo igualmente aplicable a otros sistemas. Se dan isomorfismos entre sistemas que pertenecen a ámbitos a veces muy distintos de la realidad, y por ello los sistemas son esencialmente modelizables (es posible una formulación matemático-axiomática de la teoría general de sistemas). Esta definición es equivalente a la siguiente, ofrecida por el conocido filósofo argentino Mario Bunge: «Un sistema es un todo complejo cuyas partes o componentes están relacionadas de tal modo que el objeto se comporta en ciertos respectos como una unidad y no como un mero conjunto de elementos. Y un sistema concreto es un sistema cuyos componentes son objetos concretos o cosas. Cada uno de los componentes de un sistema concreto influye sobre algunos otros componentes del sistema.» Bunge prosigue distinguiendo diversos géneros de sistemas concretos, cada uno de los cuales constituye un nivel de organización de la realidad: (A) FISIOSISTEMAS como una roca y un campo magnético; (B) QUIMIOSISTEMAS como una hoguera y una batería eléctrica; (C) BIOSISTEMAS tales como una bacteria y un banco de coral (recordemos la definición de ecosistema que ofrecimos antes, y la de biosfera como el sistema de los ecosistemas); (D) PSICOSISTEMAS tales como un pájaro y un mamífero; (E) SOCIOSISTEMAS tales como una tropa de macacos y una comunidad humana (podemos definir la sociosfera como el conjunto de los sociosistemas); (F) TECNOSISTEMAS tales como una fábrica y un hospital (y podemos definir la tecnosfera como el conjunto de los tecnosistemas). En ecología suele emplearse la noción de ecosistema más que la de biosistema. Un ecosistema es el conjunto formado por comunidades vivientes de muchas plantas y animales que interactúan en un ambiente físico, el cual proporciona un escenario de características definibles. Todo ecosistema puede interpretarse en términos de la superposición de un ciclo y un flujo: un ciclo cerrado de materia y un flujo abierto de energía, ambos regulados por los organismos vivos a través de los eslabones tróficos (productores, consumidores y descomponedores). El conjunto de los ecosistemas forman la biosfera. Al conjunto de los sociosistemas Matemáticamente, en teoría general de sistemas, los sistemas se definen como conjuntos de ecuaciones diferenciales simultáneas, en general no lineales. Véase el capítulo 3 de la obra citada de von Bertalanffy. El conjunto de los tecnosistemas humanos es la tecnosfera. Bunge sugiere dos criterios para reconocer si una cosa u objeto concreto es un sistema: «Para reconocer si una cosa u objeto concreto es un ente simple, o bien un mero agregado (o conglomerado), o bien un sistema, se puede recurrir a uno u otro de los criterios siguientes. Primer criterio: una cosa es un sistema si y sólo si se comporta como un todo en ciertos respectos, o sea, si tiene leyes propias en cuanto totalidad. Segundo criterio: una cosa es un sistema si y sólo si su comportamiento cambia apreciablemente cuando se quita uno de sus componentes o se reemplaza por otro de clase diferente.» Muy característico de los sistemas es la aparición de propiedades emergentes. Podemos definirlas del siguiente modo: P es una propiedad resultante o hereditaria de x si y sólo si también algunos componentes de x poseen P; P es una propiedad emergente o colectiva de x si y sólo si ningún componente de x posee. Lo que importa resaltar aquí es que algunas de las propiedades de cualquier sistema son emergentes. Así, por ejemplo, los seres vivos son emergentes respecto de los sistemas bioquímicos, éstos respecto de los químicos, y a su vez éstos lo son respecto de los físicos. No hay que pensar que la perspectiva o el análisis sistémico se limite a las ciencias llamadas naturales. En sociología, por ejemplo, cabe denominar análisis sistémico a toda investigación, teórica o empírica, que, partiendo del postulado según el cual la realidad social ofrece las características de un sistema, interprete y explique los fenómenos sociales por los lazos de interdependencia y que hacen de ellos una totalidad. En ciencias sociales, el enfoque sistémico conduce a descartar un atomismo que descuida el estudio de las relaciones, o la «física social» que desprecia la especificidad de los sistemas. «El análisis sistémico (…) ha sido objeto de una importante crítica, formulada por varios autores. Se le ha reprochado –y se le reprocha aún– el hecho de ser demasiado exclusivamente estático, de situarse fuera del tiempo, de no tener en cuenta el cambio social, las contradicciones y los conflictos inherentes a la vida social; en resumen, de ignorar la dialéctica social. Es cierto que buen número de sociólogos y antropólogos han utilizado el análisis sistémico de una manera susceptible de ser criticada. En sus investigaciones, muchos sociólogos y antropólogos han subrayado harto exclusivamente las relaciones de interdependencia ‘armoniosas’, las complementariedades entre los diferentes elementos de la sociedad. Pero, como han precisado no pocos autores, no debe achacarse esto al análisis sistémico en sí mismo, sino al uso demasiado restringido que haya podido hacerse del mismo.» La teoría de sistemas arroja luz sobre objetos de distintas ciencias, y se nutre de resultados alcanzados en diversas ciencias: cibernética, teoría de la información y de la comunicación, diversas disciplinas matemáticas (como por ejemplo la teoría de juegos, la topología, la teoría de grafos, etc), ciencias de la computación, investigación operativa, teoría de la decisión, ciertas ramas de la física, biología, psicología. La ambición es muy grande: se trataría de aplicar el mismo tipo de análisis científico a todos los niveles de la realidad, desde la célula orgánica hasta el universo sociocultural; conseguir la unidad del saber científico sobre la base de un mismo método en todo el ámbito de las ciencias (tanto las ciencias naturales como las ciencias sociales). Esta unificación se derivaría del principio heurístico según el cual encontramos organización en todos los niveles de la realidad. Como señalé al principio, la teoría de sistemas tiende a generar un punto de vista particular, un punto de vista sistémico: se concibe al mundo como un haz de pautas de comportamiento interrelacionadas que se desarrollan dinámicamente. La atención del investigador familiarizado con la teoría de sistemas se dirige a las interconexiones, las causaciones y los vínculos recíprocos, las retroalimentaciones. Un desarrollo de la teoría de sistemas que seguramente resultará familiar a cualquier lector o lectora preocupados por cuestiones ecológicas es la dinámica de sistemas creada por Jay W. Forrester y otros investigadores a partir de los años cincuenta del siglo XX: su trabajo está en la base del modelo Mundo 3 que sirvió para elaborar el primer informe al Club de Roma, Los límites del crecimiento (1972).
Comparte este contenido: